¿Qué puede salir del encuentro de dos dragones con un humano? [Rannell, Lena, Gerard]

Los tres soles brillaban con su potente intensidad en Awinor, brillaban y calentaban como no lo hacían en ninguna otra parte de Idhun, o eso había pensado siempre Lena. Después de un tiempo cumpliendo con sus deberes para con los reinos humanos allá en el norte el instinto le había llamado como un viejo amigo, y se había arrojado a sus brazos como si no hubiera nada más importante en el mundo. Después de sobrevolar idhun durante varios días había llegado por fin a Awinor, su tierra, el lugar que le había visto llegar al mundo, el lugar al que una vez había pertenecido con una fe inquebrantable. Mientras sus ojos de ámbar contemplaban desde arriba el paisaje sintió que la añoranza le encogía el corazón. Añoraba mucho las llanuras, pero sobre todo añoraba aquel sentimiento de pertenecer a algo con todo su ser, sin medias tintas, sin dos cuerpos, durante un tiempo solo había sido una dragona, y nada más, pero eso, como muchas otras cosas, formaba parte de un pasado que no iba a recuperar aunque le diera marcha atrás al reloj.

Estaba a punto de descender cuando vio una figura, minúscula; no más grande que una hormiga desde aquella distancia, salir de debajo de una roca. Ladeó la cabeza con curiosidad y descendió hasta que su sombra fue una mancha sobre la tierra, un ligero rugido, semejante a una risa voló sobre su cabeza, privándole del sol antes de dar una pirueta en el aire y descender hacia tierra firme, posándose a su lado con majestuosa elegancia. Sacudió las alas antes de plegarlas contras sus costados y le dirigió una larga mirada. Le gustaba el efecto que tenían los dragones sobre los humanos. Lo notaba incluso cuando era una humana, no muchos humanos podían luchar contra su intensidad durante demasiado tiempo y para que negar que el placer de saberse superior era algo delicioso.

-¿Que hace un humano solo en las llanuras? -Preguntó ladeando ligeramente la cabeza. Cualquiera le habría ignorado, pero Lena no estaba allí para hacer algo en concreto más allá de pasar un tiempo como dragona por lo que si le apetecía pararse a charlar con un humano ¿Porque no hacerlo?

Rannell volaba a través del cielo, planeando lentamente. Buscaba regresar a casa, volver a ser el de antes de comenzar esta pesadilla. Recordaba el aire, tornado de un tono rojizo que se asemejaba al rastro de un óxido. A veces se sentía así, como una espada rota, oxidada y abandonada.

Su cuerpo humano ya estaba domado. Sin embargo temía algo peor, ¿Estaba mudando la piel? Cuando tomaba su disfraz humano, su piel estaba tostada por el sol. No era el mismo de antes. Allí donde la gente lo miraba asustado se sentía fuera de lugar. Y en su hogar, ser un viajero fracasado sería peor. No tenía mas remedio que volver, estaba seguro.

A varias leguas de la Torre de la gente extraña, reconoció a una dragona posada en mitad de la arena. Junto a ella olía un humano. ¿Que ocurriría? ¿Sería el humano un mago de la torre? Decidió aterrizar silenciosamente a una corta distancia, a tiempo para escuchar lo que decían.
¿Y que hacen un humano y una dragona aquí?

Caminando sobre las cuatro patas, se situó a un lado de la dragona. Sus escamas brillaban a la luz del sol, y se forzó a apartar la vista hacia la arena. El que antes se hubiera adelantado en presentarse e intercambiar palabras educadas, se sorprendió esperando una respuesta... ¿Había muerto Rannell? Sus pocas escamas de color oscuro lo confirmaban.

-¿Turismo?-Bufó ella, echando la cabeza ligeramente hacía atrás mientras hablaba, frunciendo ligeramente el ceño mientras hablaba, y arrugando la nariz. ¿Que clase de respuesta era aquella? ¿Turismo? Nadie en su sano juicio iba a hacer "turismo" a Awinor, su respuesta huidiza le resultó molesta.

Estaba  apunto de responder cuando lo sintió. Lena sintió la presencia de otro dragón antes de verlo, así como el hecho de que se aproximase hacía ellos, pero no le dio importancia. Miró al humano inquisitiva, esperando una respuesta. Cuando el dragón descendió hasta ellos le lanzó una mirada acompañada de un ligero asentamiento. Reconocimiento, respeto entremezclado con el propio orgullo. Lena era una dragona orgullosa y no podía evitar demostrarlo de forma inconsciente incluso cuando trataba con los suyos.

-¿Que hará una dragona en Awinor?...-Soltó una suave risa que retumbó en su profundo pecho de dragón, agitó ligeramente las alas levantando el viento a su alrededor. -Awinor es mi tierra, a ella pertenezco y a ella vuelvo cuando me llama- Se incorporó y estiró las alas, viendo que aquella charla no iba a hacer productiva se despidió con una sacudida de cabeza y retomó el vuelo

Como no responde nadie salgo del tema