Varu

 

Los varu, hijos de Neliam, la diosa del mar, son una raza acuática que habita en el fondo del océano. Debido a las escamas que recubren su piel, en el pasado se creyó que estaban emparentados con los peces o con los reptiles; pero lo cierto es que los varu son mucho más parecidos a las otras razas de lo que pueda parecer en un principio. Por debajo de sus cabellos semejantes a brotes de algas, de su piel escamosa y sus manos y pies palmeados, no son más que una raza sangrecaliente que se adaptó a la vida bajo el agua.

Esta adaptación al medio submarino no influyó sólo en su físico, sino también en su modo de comunicarse. Los varu no tienen cuerdas vocales, puesto que no les sirven de nada bajo el agua, por lo que se "hablan" por telepatía.

 

Hábitat de los varu

Los varu viven siempre bajo el agua. Su cuerpo se ha adaptado a ello hasta tal punto que, si permanecen mucho tiempo fuera del elemento líquido, su piel se reseca y sus agallas pueden llegar a obstruirse. Por esta razón todos los varu, incluso aquellos que, por unos motivos o por otros, se ven obligados a vivir en el continente, se aseguran de no alejarse mucho del agua.

Los que habitan en el océano lo hacen, en su gran mayoría, en las grandes ciudades submarinas que han levantado en el fondo del mar. Las viviendas varu primitivas fueron construidas a partir de conchas de enkora, un enorme molusco cuyas valvas son lo bastante grandes como para dar refugio a una familia entera de varu. Así, las primeras comunidades varu fueron levantadas en los cementerios de enkoras; pero, con el tiempo, y con el aumento de la población varu, comenzaron a construir viviendas de varios pisos, bien dando forma a los inmensos arrecifes coralinos, bien a base de amontonar rocas submarinas, que terminaban recubiertas por mullidos lechos de algas. Por eso, las casas varu no tienen puertas, sino ventanas: cualquiera puede entrar por ellas nadando, no importa a qué altura estén, porque, además, siempre están abiertas. Es importante que las corrientes de agua "mareen" la casa, como suelen decir los varu.

Debido a las características de su mundo, los varu son amantes del silencio y la tranquilidad. Su alimentación está basada en los distintos tipos de algas que cultivan a las afueras de sus ciudades. También les encanta el pescado, aunque lo comen con moderación: son conscientes de que comparten con los peces el inmenso océano que Neliam les entregó para que lo habitaran y, por tanto, nunca matarán peces para otra cosa que no sea su sustento.

 

Hábitat de los varu

Los varu comenzaron muy tarde a comerciar y tratar con otras razas idhunitas. Nadie podía seguirlos a sus ciudades submarinas y, por otra parte, ellos tenían miedo de resecarse y por eso no se aventuraban tierra adentro si podían evitarlo.

Sus relaciones con otras razas comenzaron cuando los humanos inventaron la navegación. Pronto establecieron rutas marítimas comerciales y llegaron hasta las islas. Allí se establecieron varias colonias de humanos que estrecharon lazos con los varu. Con el tiempo, los marinos llevaron noticias de esta raza a todos los rincones del continente, y con el tiempo los varu enviaron embajadores tierra adentro, a conocer a los "pielseca".

Sin embargo, era mucho más difícil que otras razas pudieran visitar el reino oceánico, y de hecho hay algunas que no lo han hecho jamás, como es el caso de los gigantes. Pero, como no podía ser de otro modo, el primer "pielseca" en descender a las profundidades fue un humano. Fue el capitán Fardek, un marino osado y perspicaz, quien ideó un sistema de transporte submarino basado en las burbujas de aire generadas por las marpalsas, unas plantas que crecen en el lecho del océano idhunita; él fue el primer habitante de la superficie que contempló con sus propios ojos las maravillas del Reino Oceánico.

En la actualidad, las mejores posadas en las ciudades más importantes del continente tienen al menos una habitación adaptada para los varu; igualmente, en los Oráculos y las torres de hechicería tienen cámaras con grandes bañeras para sus huéspedes oceánicos. Y, si bien no es frecuente ver a los varu en el continente, ya no es tan extraño como en tiempos pasados.

También, de vez en cuando, los varu reciben visitantes de la superficie. Pero, aunque el transporte en burbujas de aire es bastante seguro, la construcción de habitáculos para los pielseca presenta muchas dificultades técnicas y, por tanto, apenas existen refugios seguros para ellos en el fondo del mar. El más grande es la Casa de Huéspedes de Dagledu.

 

Neliam, diosa del mar

Esta diosa tiene fama de serena e imperturbable, lo cual contradice la leyenda que afirma que, en tiempos remotos, Neliam lloró y lloró sin parar hasta que medio mundo estuvo cubierto por un mar de lágrimas. A esta llantina de la diosa se la conoce como "el Disgusto de Neliam". Teólogos, sacerdotes y eruditos varu de todas las épocas han debatido acerca de qué fue lo que Disgustó a su diosa hasta el punto de hacerle llorar un océano entero, pero a día de hoy todavía no se ha llegado a ninguna conclusión.

Neliam es la diosa madre de los varu, pero también lo es de todas las criaturas que habitan en el mar, incluso de los manantiales, de los lagos, de los ríos y hasta de los charcos que forman las gotas de lluvia. Por esta razón las náyades y los silfos acuáticos, que veneran a Wina sobre todos los dioses, recuerdan también a Neliam en sus oraciones.

Ella es la diosa que mueve las poderosas mareas de Idhún, y por eso los varu dicen que, aunque Ayea, la luna más pequeña de las tres, es su favorita, en realidad las tres lunas le obedecen y le rinden pleitesía.

Se la representa como una mujer varu de largos cabellos, sonrisa serena y enigmática mirada, a veces, con las mejillas empapadas en llanto. Pero en su forma pura, Neliam provoca maremotos y poderosas corrientes marinas. La última vez que bajó al mundo anegó casi todo el sur de Idhún bajo una ola gigantesca.

 

Varu en la historia de Idhún: Bildu, último rey del océano

En tiempos pasados, los varu obedecían a un único rey, o reina, que lo era por derecho de descendencia. El último rey de los varu fue Bildu, quien destacó por su curiosidad hacia el mundo de los pielseca, y se le recuerda por haber propiciado la visita del capitán Fardek a su reino.

Por aquel entonces, los humanos capturaban y amaestraban a los tekteks para que propulsaran sus barcos; pero las criaturas eran esclavas en las bodegas de las embarcaciones, y en muchas ocasiones sufrían golpes y maltratos. Hasta la llegada de Bildu al trono, los varu atacaban los barcos para liberar a los tekteks, lo cual enemistaba a ambos pueblos y amenazaba con convertirse en una guerra abierta. Bildu se reunió con el capitán Fardek, que representaba a los marineros de Puerto Esmeralda, y juntos acordaron que los humanos podían seguir utilizando a los tekteks, siempre y cuando hubiese en cada embarcación un varu encargado del cuidado y protección del animal.

De este modo, la navegación cobró un nuevo impulso, y Bildu y Fardek se hicieron amigos. Bildu solía acompañar al capitán en sus viajes a bordo de su barco, y por esta razón estaba presente cuando, un día, el barco navegó por encima de un campo de marpalsas, y Fardek se interesó por aquellas extrañas burbujas que flotaban en la superficie. Cuando Bildu le explicó que eran expulsadas por las marpalsas, al capitán se le ocurrió que tal vez podrían utilizarlas a modo de submarino.

Juntos, Bildu y Fardek trabajaron en aquel proyecto. Después de varios intentos, encontraron por fin una burbuja adecuada para que Fardek pudiese descender a las ciudades submarinas.

El primer viaje fue un éxito; lo repitieron en varias ocasiones más, pero, tiempo después, una de las burbujas se rompió, y Fardek murió ahogado, para desesperación del rey de los varu.

Después de aquello, Bildu se encerró en su casa y no volvió a emerger a la superficie. Otros tomaron su relevo y comenzaron a cultivar las marpalsas en busca de burbujas más grandes y resistentes, pero Bildu murió, sin descendencia, mucho antes de que pudiera ver inaugurado el refugio para pielseca de Dagledu.

No hubo más reyes en el océano. Bildu era el último de su dinastía y, aunque después de su muerte se produjo una larga guerra entre varias familias que aspiraban a sucederlo, finalmente cada familia terminó gobernando en una ciudad diferente. Ese es el sistema de gobierno de los varu en la actualidad, aunque aún se conoce su país como "Reino Oceánico".

 

Perlas de conocimiento idhunita

Entre los varu existe gran variedad de tonalidad de las escamas y del cabello, similar a matas de algas, pero nada que suponga una diferencia tan significativa como para hablar de subrazas o clases distintas dentro de la raza varu.

Sin embargo, esto se aplica sólo a los varu que habitan en el mar. Porque en algunos ríos y grandes lagos del continente existen varu de agua dulce, que son, por lo general, más pequeños que los varu de agua salada, de tonalidades más cálidas y cabello más claro. Son comunidades muy pequeñas, y se cree que sus antepasados remontaron los ríos, arrastrados por mareas especialmente violentas, en tiempos remotos, y acabaron por instalarse en lagos y arroyos, lejos del mar. Los varu de agua dulce han tenido más contacto con el resto de las razas que sus primos del mar, y en algunos casos incluso han adoptado sus costumbres. Por eso los varu de agua salada los encuentran raros y extravagantes, aunque existe la creencia popular de que las varu más bonitas son las que habitan en los ríos.

 

El amor entre los varu

En tiempos remotos, los matrimonios varu solían ser concertados. El juego de poder entre las familias obligaba a los padres a utilizar a sus hijos como medio para establecer pactos y alianzas, a ser posible con una familia más poderosa. La progresiva apertura de los varu al mundo de la superficie propició también que llegara hasta ellos la ética celeste y la revolución de los matrimonios por amor. El cambio fue lento y causó muchos problemas; pero, en la actualidad, en casi todas las comunidades varu se respetan los lazos.

Tres veces al año, las noches del plenilunio de Erea, los varu celebran la Fiesta de los Lazos. En esas fechas, parejas varu de todo el Reino Oceánico se reúnen en una espectacular procesión que llega hasta los pies del Oráculo de Gantadd. Allí los aguarda siempre una sacerdotisa celeste para bendecir las uniones de aquellos que se aman de verdad. Por eso, la bendición de la unión de los varu suele ser una fiesta pública que celebran junto a muchas otras parejas.

Pese a su piel escamosa y su aspecto de anfibio, los varu son mamíferos y vivíparos. Las madres dan a luz un bebé cada vez, no más; llevan a sus hijos en su vientre durante doce meses, y luego los amamantan hasta que son capaces de nadar por sí solos. Entretanto, los pequeños varu viajan abrazados a sus madres. Ellas necesitan brazos y piernas para nadar, por lo que no pueden sujetar a sus hijos cuando se desplazan de un lado a otro, y por tanto todos los bebés, incluso recién nacidos, ya deben ser lo bastante fuertes como para poder aferrarse a ellas sin ayuda. A pesar de ello, sus madres los sujetan a su cuerpo con correas, como hacen con todo lo demás. En tiempos pasados, los bebés demasiado débiles acababan perdiéndose, por lo que sólo sobrevivían los que sabían mantenerse bien cogidos a sus madres, pero en la actualidad hay pocas que quieran correr ese riesgo o que rechacen a un niño débil.

 

Personajes de la trilogía: Gaedalu

Gaedalu nació en Dagledu, en el seno del poderoso clan de los Dalu, los gobernantes de la ciudad. Con todo, optó por entrar como novicia en el templo de Neliam. Tras su consagración como sacerdotisa fue enviada al Oráculo de Gantadd, bajo las órdenes de la Madre Deril. Pese a ello, seguía regresando a menudo a Dagledu, y en una de sus estancias en la ciudad conoció al que sería el padre de su hija, Deevadalu, más conocida como Deeva. La relación no duró mucho porque una sacerdotisa celeste confirmó que él ya no la amaba, por lo que Gaedalu se llevó consigo a su hija y se encerró en el Oráculo.

Sin embargo, cuando la niña creció un poco más empezó a llevársela consigo en los viajes que realizaba como parte del séquito de la madre Deril. En uno de esos viajes, la niña fue tocada por un unicornio.

Gaedalu, con gran disgusto por su parte, hubo de enviarla a una torre de magia, pero la Madre Deril utilizó su influencia para que fuese la Torre de Derbhad, la más cercana al Oráculo.

Deeva creció rodeada de magos, y sus maestros afirmaban que era una hechicera de talento. Cuando tuvo edad suficiente para decidir, optó por perfeccionar su arte en lugar de regresar al Oráculo, y su madre, que la quería con locura, respetó su decisión. Tiempo después, la Madre Deril murió y designó a Gaedalu como su sucesora al mando de la Iglesia de las Tres Lunas.

Cuando los sheks invadieron Idhún, un grupo de magos de la Torre de Derbhad huyó a la Tierra. Deeva estaba entre ellos.

Gaedalu permaneció en el Oráculo, protegiendo a las sacerdotisas, hasta el final. Desde la torre le informaron de que su hija se había exiliado a un mundo donde podría estar a salvo, y eso la tranquilizó, aunque no hubo un solo día que no aguardara el regreso de Deeva con impaciencia. Entretanto, cobijó en el Oráculo a Manua, la madre de Kirtash, y ésta mató accidentalmente a su amiga Kanei. La hija de ésta, Zaisei, quedó huérfana de madre, y Gaedalu la cuidó y protegió de forma especial, tal vez en recuerdo de su propia hija perdida.

Aunque los sheks destruyeron todos los demás Oráculos, no llegaron a atacar nunca el de Gantadd, por lo que Gaedalu empezó a considerar que los dioses protegían especialmente su comunidad de sacerdotisas. Tras la noticia de que el unicornio seguía vivo y había sido rescatado de las garras de Ashran en la Torre de Drackwen, Gaedalu viajó con su séquito hasta el bosque de Awa para conocer detalles sobre los héroes llegados desde ese "otro mundo" al que su hija se había marchado años atrás.

No confió en ningún momento en Kirtash, el aliado de la Resistencia, y dudó siempre de la sinceridad de sus sentimientos hacia Victoria. Tras la derrota de Ashran, el propio Kirtash le confirmó que había asesinado a su hija Deeva en la Tierra. Desde entonces, en el corazón de Gaedalu sólo quedó lugar para la venganza.

Dedicó mucho tiempo y esfuerzo a buscar un arma eficaz contra los sheks y regresó al Reino Oceánico a recoger fragmentos de la Roca Maldita. Ayudó a Alsan a recuperar su trono y a controlar a la bestia que habitaba en su interior, y juntos tendieron una trampa a Kirtash, a quien capturaron y estuvieron a punto de matar. Finalmente, ambos se unieron a Qaydar en un loco intento por invocar a los dioses y revelarles la ubicación del Séptimo. La experiencia resultó devastadora para Gaedalu, que renunció a su cargo como Madre Venerable a favor de la hermana Karale y volvió a recluirse en el fondo del mar, donde, según dicen, continúa todavía.

 

 

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