No eran ni las doce de la noche cuando Victoria subió a la balaustrada a pensar. Como siempre, la noche estaba tranquila. Ni una nube asomaba por el cielo, y la perpetua oscuridad de Limbhad dejaba ver una Luna, como la que hay en la Tierra.

Hacía media hora que las voces habían dejado de sonar, y el barullo de la tarde había parado. Ahora era tiempo de recapacitar y pensar en lo que les esperaba al día siguiente. Shail dormía, Alexandar rondaba por la sala de armas, y Allegra D'Ascolli caminaba por el árbol cercano a la casa, donde Victoria solía pasar sus mejores ratos sola.

Era hora de elegir. Christian había abierto un portal hacia Idhún, aquel lugar que tan extraño sonaba, pero que tenía que ver tanto con todas las personas de la Casa en la Frontera entre los dos mundos. No había mucho tiempo, y Victoria parecía cada vez más frustrada, a la vez que triste: dejar Limbhad significaba tambien dejar la Tierra, lugar del que guardaba pocos recuerdos; y sin embargo, cruzar el portal significaba descrubrír Idhún, lugar que tanto deseaba y al que siempre, desde que conoció a Shail y Alexander, había querido ir.

¿Qué hacer? Parecía tan claro ... Una cálida presencia recorrió el cuerpo de Victoria, y al volverse vió a Jack, apoyado contra uno de los pilares de la balaustrada. Su mirada lo decía todo, y su bolsa a la espalda terminaba de encajarlo todo.

Contiendo las lágrimas, Victoria se levanto y fué hacia donde Jack, para, cogidos de la mano, abandonar Limbhag, y lo que suponía tambien dejar la Tierra ...