-Y por eso me estoy escondiendo.- Le terminé de explicar a Akua mientras me apretujaba aún mas debajo de la mesa. Mi hermana soltó una carcajada, y me hizo sonreir. La risa de Akua era siempre melódica y elegante. -Ya veo, pero deberias buscarte otro escondite, papá viene hacia aqui.- Me advirtió, divertida. -¡Dakira Naminé Leblanc! ¡Ven aqui ahora mismo!- El grito de mi padre sonó mas ceca de lo que yo esperaba. Con cara de pánico, salí de debajo de la mesa. Akua me señalo el jardín y me guiñó el ojo. Le agradecí rapidamente se ayuda y salí corriendo en dirección contraria a la terrorifica voz de mi padre. Bajé las escaleras a toda prisa, saltandome varios escalones. Tras asegurarme de que no habia nadie en el patio del jardín, lo crucé a toda prisa y llegué hasta los arbustos del final. Ese lugar era nuestra base secreta, mia y de Akua. Habia un hueco de con un radio de dos metros escondido entre los arbustos, donde me introduje para esconderme. Estar alli dentro era como adentrarse en una cúpula cubierta por hojas, como las leyendas que habiamos oido sobre el bosque de Awa.

Al cabo de un rato entró Akua de forma silenciosa, como siempre. Me dedicó una sonrisa traviesa. -¿A donde le has mandado?- Pregunté, refiriendome a nuestro padre. -Le he dicho que habias salido corriendo, y saliste del palacio- Ambas nos reimos a carcajadas del hecho de que nuestro padre tardaría horas en darse cuenta de que yo seguia en el palacio. Akua no mentia nunca, siempre era sincera y todos se fiaban de ella. Pero cuando esta conmigo siempre me ayuda a huir de los problemas que causo. Cuando nuestras risas cesaron, Akua me miró con seriedad. -Sabes que a la hora de cenar te vas a llevar una buena reprimenda, ¿no?- Tuve un poco de miedo al considerar esa posibilidad, ya que un padre enfadado es algo terrorifico. -Bah, se le pasará.- Afirmé mientras me acomodaba en el suelo con gesto despreocupado.

Estuvimos alli metidas durante varias horas, hablando. Me encantaba estar con mi hermana melliza. Nos entendiamos de maravilla a pesar de ser completamente opuestas. Se respiraba tranquilidad en nuestro pequeño escondite. De pronto, oimos unas pisadas que se acercaban a nosotras. -Es papá- Le susurré a mi hermana. Nos escondimos en lo más hondo del hueco, esperando pasar desapercibidas. Una cabeza asomó lentamente entre las ramas de los arbustos. -Eh, enana, hora de ir a cenar.- Me relajé al oir la voz de mi hermano mayor, Krum. Le aparté la cabeza con la mano para abrirme paso y salir. -Ya voy, ya voy.- Repuse en tono malhumorado. Akua salió detras de mi, dirigiendole a mi hermano una mirada de disculpa. Los tres nos dirigimos hacia el comedor del palacio, en la otra punta del edificio.

Despues de la cena, Akua y yo nos dirigimos a nuestra habitación, con intención de acostarnos. Akua se habia metido ya en la cama, y yo estaba dejando unas cosas en la estanteria. Un libro forrado con cuero marrón se me cayó por accidente, y mi hermana se levantó para cogerlo. -"La querra fria de Sheks y Dragones."- Leyó. Me acerqué a ella para ver el libro. En la portada estaba grabado un drgaón dorado y un shek plateado. -¿Te apetece que lo leamos?- pregunté mientras analizaba la portada. Era uno de los cuentos que siempre nos leía nuestra madre cuando eramos pequeñas. Akua asintió timidamente. Nos sentamos las dos en la cama de Akua y me puse a leer en voz alta.

-"Hubo un tiempo en el que Dragones y Sheks estuvieron en guerra. Eran los dos bandos más poderosos de Idhun, dos caras opuestas de la misma moneda. Los Dragones, valientes habitantes de Awinor, luchaban con fiereza contra los Sheks. La guerra duró muchos años, más de los que se pueden recordar. Los Dragones, triunfantes tras la larga batalla, desterraron a los Sheks en Umadhún, una tierra desolada y peligrosa. Las serpientes aladas estuvieron encerradas muchos años, décadas incluso...- Me detuve para mirar a mi hermana, que ya dormia plácidamente a mi lado. Con una sonrisa la tapé, cerré el libro y lo guardé en la estanteria. -Buenas noches Akua.- Le susurré mientras apagaba la luz, dispuesta a acostarme yo también.