Un Encuentro inolvidable

Cuando hube atravesao por fin el grán arco que ponia fin a la ciudad de Vanis, me sentí mas a salvo. Estaba lejos de esos buitres a los que llamaban nobleza. Y para todos ellos, yo estaba muerta. Acaricié el colgante que tenia en el pecho. Caminé hasta unos arboles cercanos y me derrumbé junto a un tronco. No podia mas, estaba agotada. Palpé la herida que me palpitaba en la espalda. Estaba sangrando copiosamente, y eso podia convertirse en un problema. No tenia nada a mano para vendarme la herida. Me quité la capa tras asegurarme de que no habia nadie cerca. Llevaba puesto un vestico amarillo que en su tiempo habia sido bonito. Ahora estaba desgarrado y ensangrientado. Mi vista empezó a nublarse de nuevo por la perdida de sangre. Sin poder sostener mas el peso de mi cuerpo, me derrumbé sobre la hierba. El dolor era demasiado intenso como para aguantarlo, y el cansancio iba apoderandose de mi. Traté de arrastrarme hasta los arboles mas densos, pero los brazos no me respondían. No tenia mas opción que permanecer alli, sangrando.

Estaba sobrevolando Vanis. Hacía tiempo que no iba por ahí, la verdad era un lugar bonito, pero con gente de todo tipo, tanto de buenas intenciones como de malas.
El viento azotaba mi cara y una sensación de libertad me invadía, sí aquello estaba bien. Era como si después de años de inmovilización poder levantarte. En otro mundo lo llamarían casi como haber estado en una silla de ruedas, y de pronto, poder levantarse y correr. Desplegué al máximo mis alas y si hubiese podido estaría sonriendo. Todo parecía indicar que iba a tener un buen día, ¿O no?
Un olor de sangre llegó hasta mi hocico, es decir, en el aire había un débil olor a sangre. ¿Podría necesitar alguien mi ayuda? Bajé hasta casi rozar las copas de los árboles y me percaté de una chica con el pelo de color escarlata, piel pálida y un vestido amarillo ensangrentado.
Aterricé y me transformé en humano.
Me agaché y vi que tenía una herida en la espalda. Necesitaba ayuda.
Le presioné la herida para detener la hemorragia.
—Venga... No te vayas. Te voy a ayudar, aguanta un poco, por favor.

Noté como una suave brisa me azotó. Entonces me acosó un terrible dolor que venia de la herida. Solté un gemido agónico. Alguien me estaba presionando en la herida, causandome un grán dolor. Abri los ojos con esfuerzo para encontrarme con unos iris marrones que me miraban preocupados. Traté de alejarme de el dueño de esos ojos. No podia fiarme de nadie mientras estuviera ahi. Otra oleada de dolor acudió mi cuerpo. Si no dejaba que ese desconocido me ayudara, moriria. Habia perdido demasiada sangre y no tenia a donde ir. Agarré la tela de la camisa del joven pelinegro, obligandole asi a mirarme. -No me delates... nadie debe saber... quien soy...- Murmuré con esfuerzo. Volví a quejarme de dolor, cerrando los ojos para no gritar. -Tengo que sair de aqui.- Mi visión se fué tornando negra, aunque seguia escuchando los sonidos que me rodeaban. Las luces se fueron juntando en el centro mientros todo lo demas se oscurecia. Luché por mantenerme consciente, pero no lo logré. Me abandoné a la ciego confianza que tenia en ese desconocido.

La chica deliró, o eso parecía, decia incoherencias, nosequé de que no le delatase...
La chica se quedó inconsciente, Tenía que hacer algo, Me metamorfoseé en Dragón y la logré subir a mi espalda, esperaba que no se cayese, volaría más o menos bajo, no me interesaba que se despeñase contra el suelo.
Me despegué del suelo, y alcé el vuelo. Aceleré lo máximo que pude, ¿dónde podían ayudarla?
Me dijo que no debían descubrirla. No sé si deliraba o iba en serio. La decidí llevarla a Vanis, estaba cerca, y conocía a alguien allí. Un médico que era buen tipo. Vamos, vamos, vamos... Logré llegar. Antes de entrar me fijé en su colgante, era extraño, quizá se refería a eso. La bajé de mi lomo en un lugar cercano de la casa de este médico. me metamorfoseé en humano, la cogí, y le quité el colgante. Podría ser una identificación segura. Luego se lo devolvería.
Entré sin llamar y le enseñé la herida, él dijo que se encargaría en una hora.
Una hora después seguía esperando. Mi amigo volvió.
—En treinta minutos podrás entrar

Cuando desperté, me encontraba en una habitación blanca y limpia, tumbada en una cama.La herida me dolia, pero menos que antes. Escruté toda la estancia con la mirada, estaba sola. Unas cortinas amarillas se mecian suavemente con la brisa. Cuando conseguí visimular el exterior, ahogué un grito. ¡Estaba en Vanis! No podia tener peor suerte, me encontraba justo en el lugar del que pretendi ahuir. Hice amago de agarrar el colgante que siempre llevaba al cuello, pero solo rocé el vacio. -¿Y mi colgante?- Grité asustada. Me levanté de la cama con brusquedad, con intención de buscar al desconocido de ojos marrones que seguramente tenia en su poder mi joya. Gran error. Las piernas me fallaron y caí al suelo. Apreté los dientes para no gritar debido al dolor que me provocaba la herida, ahora vendada. Me tambaleé hasta la puerta cerrada, abriendola con estruendo. -¿Donde está mi colgante?- Grité desesperada. Me caí al suelo de nuevo, apoyada en el marco de la puerta. Respiraba con dificultad debido a la herida, pero no podia rendirme, tenia que encontrar el colgante, lo única que me mantenia unido a mi hermana.