De nuevo en tierra firme (RC)
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
La Sombra soltó maldiciones e improperios al verse capturada tan repentinamente entre aquellos lazos de densa enredadera. Maldito silfo. Y malditas plantas. Por un momento deseo poder prender fuego a todo ese maldito bosque hasta reducirlo en cenizas. Seguro que al silfo aquello no le sentaría nada bien...
Revolviéndose tanto como podía, logró por fin liberar uno de sus brazos de su prisión vegetal, con el que rápidamente lanzó un zarpazo a su futura presa.
Acertó. Podía ver la sangre correr por su mano y oir los lamentos de dolor del féerico, que gritaba desesperadamente en ayuda de su escamosa amiguita. Su sensación de triunfo le concedió nuevas fuerzas que le permitieron liberarse de las lianas que lo apresaban con un par de brazadas.
- Esta vez no te me vas a escapar... - amenazó la Sombra, dirigiendose lentamente a Tirso, que retrocedía con horror. De nuevo estaba colocando su cerbatana sobre la boca para un nuevo ataque, pero la Sombra fue más rápida esta vez. De un nuevo zarpazo lanzó su pequeña arma al suelo, varios metros más allá, dejándo además de paso unas sangrantes heridas de arañazos en el pómulo del silfo.
Ya nada lo detendría. Tranquilamente, disfrutando del momento, atenazó los brazos del silfo fuertemente con sus propias manos (unas manos de niño, pero con un poder asombroso) y lanzó una última mirada a los ojos del silfo, ahora a escasos centímetros de él, congelándole la sangre en las venas.
Finalmente, abrió la boca para realizar el acto final. Sus dientes relucieron a la luz de la luna, a pesar de estar aún manchados de sangre por su anterior víctima, y su lengua parecía un enorme gusano, impaciente por saborear la carne de aquella presa fácil.
Iba a clavar por fin sus dientes en el frágil cuello del féerico... cuando de pronto tuvo la sensación de que algo no iba bien. Su instinto le hizo girar la cabeza rápidamente, mirando al árbol. Y maldijo de nuevo al comprobar que la varu se había despertado y estaba de pie, sobre la rama, preparada para el ataque.
"Volvemos a vernos, ¿eh? " oyó la voz de la varu en su mente, socarrona "Una lástima que el encuentro vaya a ser tan efímero..."
A la Sombra no le dio tiempo a reaccionar.
Cuando la varu le lanzó aquellas piedras, fragmentos de roca traidos de los confines del mundo, que había guardado cuidadosamente en su bolso de viaje, la diabólica criatura tuvo miedo por primera vez aquella noche. Y no podría haber descrito exactamente la horrible sensación que tuvo cuando esas rocas se clavaron en su cuerpo, abrasándole las heridas por donde habían penetrado en su pecho, en sus brazos y su estómago, haciendo estallar su esencia oscura en un dolor insufrible e inimaginable, un vacío eterno que le hacía estremecer hasta su última fibra y que le obligó a arrastrarse de nuevo hasta las entrañas de aquel insignificante silfo que sería para él su refugio y su salvación.
Así fue como se libraron de la Sombra aquella noche. Pero así como en los ojos de Kronos desaparecía toda la oscuridad que delataba a su monstruo interior, también parecio desaparecer toda chispa de vida, reduciendo sus pupilas hasta minúsculos puntos negros que dejaban todo el blanco del ojo sobreexpuesto.
El cuerpo de Kronos temblaba con violentas convulsiones, mientras su pequeña alma se veía arrastrada a su vez con la de la Sombra, hasta aquel recóndito lugar de su interior donde se sentiría ajena a todo... al mundo... a sus sentimientos... y a su vida, que se iba apagando mientras en las heridas de su cuerpo los pedazos de Roca Maldita parecían hundirse en su carne más y más...
Revolviéndose tanto como podía, logró por fin liberar uno de sus brazos de su prisión vegetal, con el que rápidamente lanzó un zarpazo a su futura presa.
Acertó. Podía ver la sangre correr por su mano y oir los lamentos de dolor del féerico, que gritaba desesperadamente en ayuda de su escamosa amiguita. Su sensación de triunfo le concedió nuevas fuerzas que le permitieron liberarse de las lianas que lo apresaban con un par de brazadas.
- Esta vez no te me vas a escapar... - amenazó la Sombra, dirigiendose lentamente a Tirso, que retrocedía con horror. De nuevo estaba colocando su cerbatana sobre la boca para un nuevo ataque, pero la Sombra fue más rápida esta vez. De un nuevo zarpazo lanzó su pequeña arma al suelo, varios metros más allá, dejándo además de paso unas sangrantes heridas de arañazos en el pómulo del silfo.
Ya nada lo detendría. Tranquilamente, disfrutando del momento, atenazó los brazos del silfo fuertemente con sus propias manos (unas manos de niño, pero con un poder asombroso) y lanzó una última mirada a los ojos del silfo, ahora a escasos centímetros de él, congelándole la sangre en las venas.
Finalmente, abrió la boca para realizar el acto final. Sus dientes relucieron a la luz de la luna, a pesar de estar aún manchados de sangre por su anterior víctima, y su lengua parecía un enorme gusano, impaciente por saborear la carne de aquella presa fácil.
Iba a clavar por fin sus dientes en el frágil cuello del féerico... cuando de pronto tuvo la sensación de que algo no iba bien. Su instinto le hizo girar la cabeza rápidamente, mirando al árbol. Y maldijo de nuevo al comprobar que la varu se había despertado y estaba de pie, sobre la rama, preparada para el ataque.
"Volvemos a vernos, ¿eh? " oyó la voz de la varu en su mente, socarrona "Una lástima que el encuentro vaya a ser tan efímero..."
A la Sombra no le dio tiempo a reaccionar.
Cuando la varu le lanzó aquellas piedras, fragmentos de roca traidos de los confines del mundo, que había guardado cuidadosamente en su bolso de viaje, la diabólica criatura tuvo miedo por primera vez aquella noche. Y no podría haber descrito exactamente la horrible sensación que tuvo cuando esas rocas se clavaron en su cuerpo, abrasándole las heridas por donde habían penetrado en su pecho, en sus brazos y su estómago, haciendo estallar su esencia oscura en un dolor insufrible e inimaginable, un vacío eterno que le hacía estremecer hasta su última fibra y que le obligó a arrastrarse de nuevo hasta las entrañas de aquel insignificante silfo que sería para él su refugio y su salvación.
Así fue como se libraron de la Sombra aquella noche. Pero así como en los ojos de Kronos desaparecía toda la oscuridad que delataba a su monstruo interior, también parecio desaparecer toda chispa de vida, reduciendo sus pupilas hasta minúsculos puntos negros que dejaban todo el blanco del ojo sobreexpuesto.
El cuerpo de Kronos temblaba con violentas convulsiones, mientras su pequeña alma se veía arrastrada a su vez con la de la Sombra, hasta aquel recóndito lugar de su interior donde se sentiría ajena a todo... al mundo... a sus sentimientos... y a su vida, que se iba apagando mientras en las heridas de su cuerpo los pedazos de Roca Maldita parecían hundirse en su carne más y más...
Yandrak- Oráculo de Karevan
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Edad : 32
Localización : Nanhai
Datos
Su personaje es: Ygoron Gorzan, gigante
Trabaja de: Desempleado
Pertenece a: Es neutral
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Off: He sacado tiempo, chicos!! XD y me he currado el post, espero que os guste!! me está encantando como va la trama
Justo a tiempo.
El pobre Tirso estaba paralizado por el terror y apenas si podía moverse para huir de Kronos... del ser que dominaba a Kronos.
La maldita semilla que me había lanzado, supongo que como acción desesperada para despertarme, me acribillaba el cuerpo, pero realizó bien su función y me despertó en el acto.
Reaccioné tan rápido como pude; Kronos tenía a Tirso arrinconado, pero gracias a eso pude levitar para posarme suavemente detrás de ellos sin ser percibida. Saqué velozmente los fragmento de Roca Maldita, ya que con tal nivel de excitación y contando con que mi magia no estaba del todo recuperada, el hechizo de sueño no sería muy eficaz.
La Piedra de Erea le afectó en el acto, provocando la "reclusión" del maligno en lo más profundo y oscuro de Kronos, arrastrando con él parte del alma y vitalidad del silfo.
"Los problemas de uno en uno, por favor" pensé, cansada de sobresaltos.
Me acerqué al tembloroso Tirso y le apliqué un conjuro curativo. Sus heridas cicatrizarían en apenas unos minutos.
<< Ha ido de poco, ¿eh amigo? >> dije a Tirso con tono jocoso para quitarle hierro al asunto y tranquilizarle.
<< Kronos, ¿como te encuentras? >> era una pregunta de cortesía; todos podíamos ver que estaba sufriendo lo indecible. << No te preocupes, compañero. Te quitaré esas malditas piedras en un plis-plas, ya verás >>
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Habían pasado unas horas. En ese tiempo, había pedido a Tirso que preparara un infusión sedante con las plantas que encontrara por el bosque; así estaría ocupado un rato y no pensaría en su encontronazo con el maldito salvaje y además contribuiría activamente a la recuperación de Kronos, lo que le haría sentirse útil; no se encontraba muy satisfecho de si mismo tras enfrentarse tan inútilmente contra la Sombra.
Cuando Kronos estuvo medio dormido por los "fármacos" del feérico, me había retirado a la espesura a preparar un encantamiento.
Tal vez no funcionara, tal vez solo fuera un "parche", tal vez empeorara la situación, pero por probar no se perdía nada. Siempre podría revertir el hechizo y volver al típico sueño forzado, noche tras noche, hasta que encontráramos la cura para este mal.
Me había sentado sobre la fresca hierba cubierta de rocío. Había disfrutado al contacto con las gélidas gotas.
Medité y repasé mentalmente mis conocimientos. No en vano me había formado en la Torre de Drackwen, especializándome en la magia etérea, la magia de la empatía, el alma y la conciencia.
Conocía varias fórmulas mágicas que, combinadas, podrían dar un resultado satisfactorio, pero me decanté por un embrujo de factoría propia.
Cuando lo hube compuesto y aprendido, volví al árbol donde nos habíamos atrincherado al empezar la noche, donde me esperaban los feéricos, uno medio dormido, el otro prácticamente histérico.
<< Cálmate, Tirso >> le espeté << Necesito silencio, por favor >> dije mientras me arrodillaba junto al cuerpecillo postrado de Kronos.
Arqueando la espalda y cerrando los ojos, elevé mis brazos al cielo y eché cabeza hacia atrás, como dispuesta a aullar a las lunas y comencé a recitar mi encantamiento para Kronos. Envié mis ondas mentales a los cuatro vientos, para darle más energía a las palabras arcanas...
<< Arraigada la sombra, un alma consume.
El cuerpo doblega y el control asume.
El huésped disfruta
cuando la luna relumbra.
El anfitrión desespera [Los truenos rugían y el aire se iba cargando de energía]
y el mal reverbera.
Con este salmo
dos esencias sierro;
un alma calmo
y a la otra destierro.
Sombra que de la nada viniste
y al pequeño sometiste,
al encierro te conmino [La telepática voz se elevaba sobre el creciente viento]
atado por siempre al polvo del camino.
De lo corpóreo a lo intangible
oh, ser aborrecible,
quedas exiliado
a poseer cuerpo aplanado.
Una sombra eras en su mente
y sombra serás únicamente.
Que desde ahora no puedas más
que someterte y desesperar.
Fuerzas de la magia y la creación
uníos a mi maldición;
Prestad fieles vuestro servicio
y sobre dicho parásito, [El cuerpo de la maga relucía con intensidad y su voz hacía
derramad mi maleficio. temblar las entrañas de la tierra]
Tu destino queda sellado,[Al decir esto, con fatigada voz, el fulgor pasó
doy el conjuro por terminado >> al cuerpo de Kronos y la varu se derrumbó]
La energía fluyó hacia el cuerpecillo. Cesó el viento, callaron los truenos y se calmó la noche.
Si el encantamiento había surtido efecto, el maldito ser que tanto problemas nos había causado, habría sido desarraigado del subconsciente de Kronos, dejándola libre de sus maléficas ataduras, pero además, para que no tuviera la oportunidad de "infectar" a nadie más, el conjuro debía relegar al maldito "a la sombra". Literalmente.
Aprovechando que se había "adjuntado" a Kronos, y por tato tenía cierta afinidad con su esencia, la magia invocada debía atraparle en la sombra de Kronos. Si lograba dominar la sombra del silfo, y dudo que algo así pudiera hacerse, no dejaría de ser eso; una sombra sin poder para actuar en el mundo.
Era un proyecto ambicioso, claro estaba, pero bien merecía la pena.
Estaba exhausta, prácticamente vacía de poder; en varios días no podría casi ni hablar, mucho menos hacer magia, pero un encantamiento no era un hechizo común, de escasa duración; Si un encantamiento salía bien, duraría hasta que el mago quisiera deshacerlo, o en su defecto muriera.
Sin poder hablar con Tirso para sacarle de su estupor, o examinar a Kronos para ver si había funcionado, caí desmayada.
Ni siquiera pude mandar un último mensaje decentemente antes de que mis ojos se cerraran...
<< ...quites las piedras... >>
.....................................................................................................................................
On:Justo a tiempo.
El pobre Tirso estaba paralizado por el terror y apenas si podía moverse para huir de Kronos... del ser que dominaba a Kronos.
La maldita semilla que me había lanzado, supongo que como acción desesperada para despertarme, me acribillaba el cuerpo, pero realizó bien su función y me despertó en el acto.
Reaccioné tan rápido como pude; Kronos tenía a Tirso arrinconado, pero gracias a eso pude levitar para posarme suavemente detrás de ellos sin ser percibida. Saqué velozmente los fragmento de Roca Maldita, ya que con tal nivel de excitación y contando con que mi magia no estaba del todo recuperada, el hechizo de sueño no sería muy eficaz.
La Piedra de Erea le afectó en el acto, provocando la "reclusión" del maligno en lo más profundo y oscuro de Kronos, arrastrando con él parte del alma y vitalidad del silfo.
"Los problemas de uno en uno, por favor" pensé, cansada de sobresaltos.
Me acerqué al tembloroso Tirso y le apliqué un conjuro curativo. Sus heridas cicatrizarían en apenas unos minutos.
<< Ha ido de poco, ¿eh amigo? >> dije a Tirso con tono jocoso para quitarle hierro al asunto y tranquilizarle.
<< Kronos, ¿como te encuentras? >> era una pregunta de cortesía; todos podíamos ver que estaba sufriendo lo indecible. << No te preocupes, compañero. Te quitaré esas malditas piedras en un plis-plas, ya verás >>
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Habían pasado unas horas. En ese tiempo, había pedido a Tirso que preparara un infusión sedante con las plantas que encontrara por el bosque; así estaría ocupado un rato y no pensaría en su encontronazo con el maldito salvaje y además contribuiría activamente a la recuperación de Kronos, lo que le haría sentirse útil; no se encontraba muy satisfecho de si mismo tras enfrentarse tan inútilmente contra la Sombra.
Cuando Kronos estuvo medio dormido por los "fármacos" del feérico, me había retirado a la espesura a preparar un encantamiento.
Tal vez no funcionara, tal vez solo fuera un "parche", tal vez empeorara la situación, pero por probar no se perdía nada. Siempre podría revertir el hechizo y volver al típico sueño forzado, noche tras noche, hasta que encontráramos la cura para este mal.
Me había sentado sobre la fresca hierba cubierta de rocío. Había disfrutado al contacto con las gélidas gotas.
Medité y repasé mentalmente mis conocimientos. No en vano me había formado en la Torre de Drackwen, especializándome en la magia etérea, la magia de la empatía, el alma y la conciencia.
Conocía varias fórmulas mágicas que, combinadas, podrían dar un resultado satisfactorio, pero me decanté por un embrujo de factoría propia.
Cuando lo hube compuesto y aprendido, volví al árbol donde nos habíamos atrincherado al empezar la noche, donde me esperaban los feéricos, uno medio dormido, el otro prácticamente histérico.
<< Cálmate, Tirso >> le espeté << Necesito silencio, por favor >> dije mientras me arrodillaba junto al cuerpecillo postrado de Kronos.
Arqueando la espalda y cerrando los ojos, elevé mis brazos al cielo y eché cabeza hacia atrás, como dispuesta a aullar a las lunas y comencé a recitar mi encantamiento para Kronos. Envié mis ondas mentales a los cuatro vientos, para darle más energía a las palabras arcanas...
<< Arraigada la sombra, un alma consume.
El cuerpo doblega y el control asume.
El huésped disfruta
cuando la luna relumbra.
El anfitrión desespera [Los truenos rugían y el aire se iba cargando de energía]
y el mal reverbera.
Con este salmo
dos esencias sierro;
un alma calmo
y a la otra destierro.
Sombra que de la nada viniste
y al pequeño sometiste,
al encierro te conmino [La telepática voz se elevaba sobre el creciente viento]
atado por siempre al polvo del camino.
De lo corpóreo a lo intangible
oh, ser aborrecible,
quedas exiliado
a poseer cuerpo aplanado.
Una sombra eras en su mente
y sombra serás únicamente.
Que desde ahora no puedas más
que someterte y desesperar.
Fuerzas de la magia y la creación
uníos a mi maldición;
Prestad fieles vuestro servicio
y sobre dicho parásito, [El cuerpo de la maga relucía con intensidad y su voz hacía
derramad mi maleficio. temblar las entrañas de la tierra]
Tu destino queda sellado,[Al decir esto, con fatigada voz, el fulgor pasó
doy el conjuro por terminado >> al cuerpo de Kronos y la varu se derrumbó]
La energía fluyó hacia el cuerpecillo. Cesó el viento, callaron los truenos y se calmó la noche.
Si el encantamiento había surtido efecto, el maldito ser que tanto problemas nos había causado, habría sido desarraigado del subconsciente de Kronos, dejándola libre de sus maléficas ataduras, pero además, para que no tuviera la oportunidad de "infectar" a nadie más, el conjuro debía relegar al maldito "a la sombra". Literalmente.
Aprovechando que se había "adjuntado" a Kronos, y por tato tenía cierta afinidad con su esencia, la magia invocada debía atraparle en la sombra de Kronos. Si lograba dominar la sombra del silfo, y dudo que algo así pudiera hacerse, no dejaría de ser eso; una sombra sin poder para actuar en el mundo.
Era un proyecto ambicioso, claro estaba, pero bien merecía la pena.
Estaba exhausta, prácticamente vacía de poder; en varios días no podría casi ni hablar, mucho menos hacer magia, pero un encantamiento no era un hechizo común, de escasa duración; Si un encantamiento salía bien, duraría hasta que el mago quisiera deshacerlo, o en su defecto muriera.
Sin poder hablar con Tirso para sacarle de su estupor, o examinar a Kronos para ver si había funcionado, caí desmayada.
Ni siquiera pude mandar un último mensaje decentemente antes de que mis ojos se cerraran...
<< ...quites las piedras... >>
Invitado- Invitado
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Off: Post brutal, enhorabuena!! le has tenido que echar tiempo eh??
on:
Ela se despertó justo a tiempo, salvándome la vida. Le lanzó a Kronos unas extrañas piedras ("Serán cosas de magos") que debían de ejercer algún siniestro poder sobre el ser que dominaba al pequeño silfo, ya que se retiró en el acto.
Después, me pidió que buscara plantas y hongos sedantes para aliviar el dolor de Kronos, ya que las piedras negras también le dañaban a él.
Una vez le di a beber el brebaje y Kronos se hubo dormido, Ela se retiró a la espesura para preparar un conjuro, o eso es lo que me dijo.
Tardó mucho tiempo, y yo no podía dejar de inquietarme cada vez más... "¿Que acacias estará haciendo? No es normal que tarde tanto... ¿Y si le ha pasado algo? No puedo dejar a Kronos aquí... pero si Ela es atacada... no está en plenas facultades... ¿Que hacer, que hacer?"
Así de nervioso estaba que el tiempo parecía haberse detenido. Estaba a punto de amanecer, pero no amanecía. Soplaba una brisilla momentánea pero no se elevaba viento. Piaba algún pajarillo el bosque mantenía su mutismo...
Cuando estaba a punto de volverme loco, Ela reapareció entre los árboles.
- Ela ¿que has...? - intenté preguntar, pero me silenció, pidiéndome calma.
Se arrodilló junto a Kronos y comenzó a invocar su magia.
Fue un espectáculo maravilloso. A la par que recitaba las extrañas palabras arcanas, el cielo, el viento, la luz... todo parecía rodearla.
Cuando la larga letanía llegó a su fin, al cuerpo de Ela cayó a tierra como un fardo, y la magia pasó al cuerpo de Kronos.
Ahora ambos estaban desmayados, y yo estaba solo y perplejo...
Un mensaje telepático de Ela llegó a mi mente, pero muy débil... tan débil que solo capté parte de él << ...quites las piedras... >>
-Quites las piedras ¡¿Que rayos querrá decir eso?! ¿¿Que no le quite las piedras, que es importante que le quite las piedras...?? Dioses, Ela, ¡espabila! - intenté despertarla pero era inútil. Pensé en cierta planta que, machacada y frotada soltaba un fuerte aroma capaz de despertar a la gente de un coma. Lo malo es que se encontraba cerca del agua... y en las inmediaciones no había agua.
Podía tardar medio día en encontrar la susodicha planta, y no me parecía buena idea dejarles a los dos aquí tirados, en estas circunstancias.
Entonces, se me ocurrió una idea. Podía probar a quitar alguna de las piedras, y si no veía cambios en el comportamiento de Kronos, seguir quitando más, hasta librarle de la misteriosa tortura...
Una. Dos. Tres. Cuatro. "Uff. Parece que todo sigue igual, menos la expresión de dolor de Kronos, que gracias a Wina, ha desaparecido".
Para mi pesar, no despertó el silfo y para mi regocijo, tampoco lo hizo la "Sombra". Ela, por supuesto, tampoco dio muestras de mejoría. Dormidos no podrían atacarse el uno al otro, pero tampoco defenderse de asaltantes o alimañas, por lo que lo importante era protegerlos.
Planté una semilla Erworn entre los dos derrumbados cuerpos. Cuando creció, los dos estaban a salvo bajo su cúpula y yo pude marchar a la carrera hacia el este, buscando la desembocadura de algún río donde encontrar la planta.
on:
Ela se despertó justo a tiempo, salvándome la vida. Le lanzó a Kronos unas extrañas piedras ("Serán cosas de magos") que debían de ejercer algún siniestro poder sobre el ser que dominaba al pequeño silfo, ya que se retiró en el acto.
Después, me pidió que buscara plantas y hongos sedantes para aliviar el dolor de Kronos, ya que las piedras negras también le dañaban a él.
Una vez le di a beber el brebaje y Kronos se hubo dormido, Ela se retiró a la espesura para preparar un conjuro, o eso es lo que me dijo.
Tardó mucho tiempo, y yo no podía dejar de inquietarme cada vez más... "¿Que acacias estará haciendo? No es normal que tarde tanto... ¿Y si le ha pasado algo? No puedo dejar a Kronos aquí... pero si Ela es atacada... no está en plenas facultades... ¿Que hacer, que hacer?"
Así de nervioso estaba que el tiempo parecía haberse detenido. Estaba a punto de amanecer, pero no amanecía. Soplaba una brisilla momentánea pero no se elevaba viento. Piaba algún pajarillo el bosque mantenía su mutismo...
Cuando estaba a punto de volverme loco, Ela reapareció entre los árboles.
- Ela ¿que has...? - intenté preguntar, pero me silenció, pidiéndome calma.
Se arrodilló junto a Kronos y comenzó a invocar su magia.
Fue un espectáculo maravilloso. A la par que recitaba las extrañas palabras arcanas, el cielo, el viento, la luz... todo parecía rodearla.
Cuando la larga letanía llegó a su fin, al cuerpo de Ela cayó a tierra como un fardo, y la magia pasó al cuerpo de Kronos.
Ahora ambos estaban desmayados, y yo estaba solo y perplejo...
Un mensaje telepático de Ela llegó a mi mente, pero muy débil... tan débil que solo capté parte de él << ...quites las piedras... >>
-Quites las piedras ¡¿Que rayos querrá decir eso?! ¿¿Que no le quite las piedras, que es importante que le quite las piedras...?? Dioses, Ela, ¡espabila! - intenté despertarla pero era inútil. Pensé en cierta planta que, machacada y frotada soltaba un fuerte aroma capaz de despertar a la gente de un coma. Lo malo es que se encontraba cerca del agua... y en las inmediaciones no había agua.
Podía tardar medio día en encontrar la susodicha planta, y no me parecía buena idea dejarles a los dos aquí tirados, en estas circunstancias.
Entonces, se me ocurrió una idea. Podía probar a quitar alguna de las piedras, y si no veía cambios en el comportamiento de Kronos, seguir quitando más, hasta librarle de la misteriosa tortura...
Una. Dos. Tres. Cuatro. "Uff. Parece que todo sigue igual, menos la expresión de dolor de Kronos, que gracias a Wina, ha desaparecido".
Para mi pesar, no despertó el silfo y para mi regocijo, tampoco lo hizo la "Sombra". Ela, por supuesto, tampoco dio muestras de mejoría. Dormidos no podrían atacarse el uno al otro, pero tampoco defenderse de asaltantes o alimañas, por lo que lo importante era protegerlos.
Planté una semilla Erworn entre los dos derrumbados cuerpos. Cuando creció, los dos estaban a salvo bajo su cúpula y yo pude marchar a la carrera hacia el este, buscando la desembocadura de algún río donde encontrar la planta.
Invitado- Invitado
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Kronos abrió los ojos. Ya no había oscuridad en ellos, y la chispa de vida que parecía haber estado a punto de extinguirse aquella noche había vuelto a iluminar su mirada. Aunque aquellas profundas ojeras no se las quitaba nadie...
Miró a su alrededor en silencio, sin fuerzas siquiera para incorporarse. Una cúpula vegetal lo rodeaba. Una planta Erworn, seguramente. A su lado podía escuchar la respiración acompasada de alguien. Un breve vistazo le bastó para comprender que se trataba de Ela.
"Uf, está bien..." suspiró aliviado al ver a la varu ilesa. Debía de haber sido una noche larga, porque no recordaba nada. Su último recuerdo era haber estado corriendo a duras penas por aquel bosque, huyendo de sus amigos... para protegerlos. Se preguntó qué habría pasado después. Qué desgracias habría traido la Sombra aquella noche.
Al menos parecían a salvo. Ela y Tirso parecían haber...
Un momento. ¡Tirso! ¿Dónde estaba Tirso?
Se incorporó de golpe, casi instintivamente, y soltó un gemido de dolor. El estómago le escocía a horrores. No interiormente. Era la piel. Aquella horrible sensación le hizo olvidarse del silfo por un momento.
Lentamente, con sus manos manchadas de sangre reseca- sangre... por Wina, aquello era realmente sangre- se levantó la camisa, que aparecía desgarrada y agujereada en varias zonas. Lo que vió a continuación le provocó náuseas. Aquello no eran heridas corrientes. Ni por asomo. Aquellos... ¿cómo llamarlos?... estigmas en su piel le hicieron estremecer de terror.
Como agujeros.
Agujeros que penetraban en su piel, algunos incluso dos centímetros. No sangraban, aunque eso tan sólo era porque aquellas profundas heridas estaban chamuscadas. Como si alguien le hubiera puesto brasas al rojo vivo y hubiera empujado para introducirlas más y más en su piel.
No sabría decir por qué, pero tenía la sensación de que ni Ela podría curar completamente aquellas heridas. Estaba seguro de que le dejarían marca de por vida. Aquellos estigmas no solo le escocían hasta límites insospechados, sino que también le transmitían una extraña sensación de incapacidad, de insignificancia y de puro horror, algo que sólo había sentido una vez, en aquel lugar maldito...
Se estremeció al pensar en ello, pero comprendió muchas cosas. Los fragmentos de Roca Maldita que tomó Ela. Al parecer les había sacado uso al fin. Miró a la Varu atónito, y realmente enfadado. Ela sabía que aquella roca podía haberlo matado... Ya estuvo a punto de hacerlo aquella vez, bajo el mar. Y sin embargo la había utilizado contra él. Bueno, en realidad contra la Sombra, pero eso de poco importaba. Compartían el mismo cuerpo, de todas formas.
- ¡Elaaaaa! - gritó, sin importar despertarla con su característico mal humor. Aquello era más importante- ¿Es que te has vuelto loca? ¡¿Cómo has podido usar la Roca Maldita contra mí?! ¡¡Podías haberme matado!!
Miró a su alrededor en silencio, sin fuerzas siquiera para incorporarse. Una cúpula vegetal lo rodeaba. Una planta Erworn, seguramente. A su lado podía escuchar la respiración acompasada de alguien. Un breve vistazo le bastó para comprender que se trataba de Ela.
"Uf, está bien..." suspiró aliviado al ver a la varu ilesa. Debía de haber sido una noche larga, porque no recordaba nada. Su último recuerdo era haber estado corriendo a duras penas por aquel bosque, huyendo de sus amigos... para protegerlos. Se preguntó qué habría pasado después. Qué desgracias habría traido la Sombra aquella noche.
Al menos parecían a salvo. Ela y Tirso parecían haber...
Un momento. ¡Tirso! ¿Dónde estaba Tirso?
Se incorporó de golpe, casi instintivamente, y soltó un gemido de dolor. El estómago le escocía a horrores. No interiormente. Era la piel. Aquella horrible sensación le hizo olvidarse del silfo por un momento.
Lentamente, con sus manos manchadas de sangre reseca- sangre... por Wina, aquello era realmente sangre- se levantó la camisa, que aparecía desgarrada y agujereada en varias zonas. Lo que vió a continuación le provocó náuseas. Aquello no eran heridas corrientes. Ni por asomo. Aquellos... ¿cómo llamarlos?... estigmas en su piel le hicieron estremecer de terror.
Como agujeros.
Agujeros que penetraban en su piel, algunos incluso dos centímetros. No sangraban, aunque eso tan sólo era porque aquellas profundas heridas estaban chamuscadas. Como si alguien le hubiera puesto brasas al rojo vivo y hubiera empujado para introducirlas más y más en su piel.
No sabría decir por qué, pero tenía la sensación de que ni Ela podría curar completamente aquellas heridas. Estaba seguro de que le dejarían marca de por vida. Aquellos estigmas no solo le escocían hasta límites insospechados, sino que también le transmitían una extraña sensación de incapacidad, de insignificancia y de puro horror, algo que sólo había sentido una vez, en aquel lugar maldito...
Se estremeció al pensar en ello, pero comprendió muchas cosas. Los fragmentos de Roca Maldita que tomó Ela. Al parecer les había sacado uso al fin. Miró a la Varu atónito, y realmente enfadado. Ela sabía que aquella roca podía haberlo matado... Ya estuvo a punto de hacerlo aquella vez, bajo el mar. Y sin embargo la había utilizado contra él. Bueno, en realidad contra la Sombra, pero eso de poco importaba. Compartían el mismo cuerpo, de todas formas.
- ¡Elaaaaa! - gritó, sin importar despertarla con su característico mal humor. Aquello era más importante- ¿Es que te has vuelto loca? ¡¿Cómo has podido usar la Roca Maldita contra mí?! ¡¡Podías haberme matado!!
Yandrak- Oráculo de Karevan
- Mensajes : 650
Puntos : 539
Fecha de inscripción : 04/07/2010
Edad : 32
Localización : Nanhai
Datos
Su personaje es: Ygoron Gorzan, gigante
Trabaja de: Desempleado
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Estaba reventada.
Nunca me había sentido tan cansada, en mi vida.
Oía a Kronos recriminarme el haber usado la Roca Maldita contra él, pero era a penas un murmullo lejano. No tenía fuerzas para abrir los ojos, girar la cabeza, articular mis brazos para alzarme y mucho menos de activar mi mente para darle las largas explicaciones que se merecía.
"Lo siento amigo, pero vas a tener que esperar"
Ni un solo músculo se movió, ni una palabra surcó el aire de mente a mente.
Nunca me había sentido tan cansada, en mi vida.
Oía a Kronos recriminarme el haber usado la Roca Maldita contra él, pero era a penas un murmullo lejano. No tenía fuerzas para abrir los ojos, girar la cabeza, articular mis brazos para alzarme y mucho menos de activar mi mente para darle las largas explicaciones que se merecía.
"Lo siento amigo, pero vas a tener que esperar"
Ni un solo músculo se movió, ni una palabra surcó el aire de mente a mente.
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Por fin encontré un pequeño brote de la codiciada planta. Y para mi fortuna, había varias hojas caídas alrededor. "Gracias por este regalo, Wina".
Sin tener que pasar el sufrimiento de arrancar las hojas con mis propias manos, recogí unas cuantas y regresé a la carrera hacia el lugar donde reposaban mis compañeros.
Di con los nudillos sobre la cúpula vegetal - Kronos. ¡¡KRONOS!! - Por fin me escuchó. - Kronos, desentierra la planta, que se retire la cúpula. Tengo algo para ayudar a Ela.
Me tranquilicé sobremanera cuando oí la vos de Kronos, y no esa siniestra melodía que salía de sus labios por la noche. tal vez la magia de Ela había funcionado...
Cuando la cúpula se retiró, vi que Kronos tenía unas feas heridas en el pecho y el abdomen. Ela, por su parte, dormitaba con gesto de cansancio extremo.
- Aparta, ahora te atiendo a ti.
Froté las plantas con mis manos y cuando estaban bien aplastadas, abrí las palmas al lado de la nariz de la varu. Los efluvios que surgieron penetraron por sus fosas nasales, y se le torció el gesto; el olor almizclado y penetrante era casi insoportable. Si Ela no despertaba en pocos minutos, tal vez no lo hiciera nunca...
Me giré, dejando las plantas en el suelo, al lado de Ela. El olor ya no era tan fuerte, pero todavía quedaría algo de su esencia y allí al lado, podría hacer efecto.
- Kronos, túmbate. - Le dije mientras buscaba en mi morral una mezcla de plantas trituradas. Siempre llevaba un puñado. Era una selección de plantas antisépticas y sedantes, para aliviar el dolor y desinfectar, dentro de las posibilidades de una planta, las heridas superficiales.
Mirando las heridas del pequeño silfo, no se podría decir que fueran superficiales, pero hasta que despertara Ela, era lo único que teníamos. "Ojala estuviera mi tía Finerva. Ella si que es una dríade curandera de primera... Me acuerdo de esa vez que curó al sacerdote celeste que fue a dar con sus huesos en un nido de plantas venenosas..." Así, sumido en mis pensamientos, cogí el odre donde Ela siempre llevaba agua fresca y la mezclé con las hiervas en pequeñas cantidades, para que quedara denso. Apliqué la cataplasma sobre las cuatro heridas del silfo, y derramé el resto del agua por encima de la varu, que ya empezaba a dar muestras de necesitar agua. ME esmeré en sus orejas, ya que sabía que si se le resecaban las branquias tendría dificultades para respirar.
Así, me dejé caer en el suelo, en posición loto, entre ambos heridos... "Menuda nochecita... si que ha estado interesante."
Sin tener que pasar el sufrimiento de arrancar las hojas con mis propias manos, recogí unas cuantas y regresé a la carrera hacia el lugar donde reposaban mis compañeros.
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Cuando llegué, oí la voz de Kronos, que gritaba indignada. Di con los nudillos sobre la cúpula vegetal - Kronos. ¡¡KRONOS!! - Por fin me escuchó. - Kronos, desentierra la planta, que se retire la cúpula. Tengo algo para ayudar a Ela.
Me tranquilicé sobremanera cuando oí la vos de Kronos, y no esa siniestra melodía que salía de sus labios por la noche. tal vez la magia de Ela había funcionado...
Cuando la cúpula se retiró, vi que Kronos tenía unas feas heridas en el pecho y el abdomen. Ela, por su parte, dormitaba con gesto de cansancio extremo.
- Aparta, ahora te atiendo a ti.
Froté las plantas con mis manos y cuando estaban bien aplastadas, abrí las palmas al lado de la nariz de la varu. Los efluvios que surgieron penetraron por sus fosas nasales, y se le torció el gesto; el olor almizclado y penetrante era casi insoportable. Si Ela no despertaba en pocos minutos, tal vez no lo hiciera nunca...
Me giré, dejando las plantas en el suelo, al lado de Ela. El olor ya no era tan fuerte, pero todavía quedaría algo de su esencia y allí al lado, podría hacer efecto.
- Kronos, túmbate. - Le dije mientras buscaba en mi morral una mezcla de plantas trituradas. Siempre llevaba un puñado. Era una selección de plantas antisépticas y sedantes, para aliviar el dolor y desinfectar, dentro de las posibilidades de una planta, las heridas superficiales.
Mirando las heridas del pequeño silfo, no se podría decir que fueran superficiales, pero hasta que despertara Ela, era lo único que teníamos. "Ojala estuviera mi tía Finerva. Ella si que es una dríade curandera de primera... Me acuerdo de esa vez que curó al sacerdote celeste que fue a dar con sus huesos en un nido de plantas venenosas..." Así, sumido en mis pensamientos, cogí el odre donde Ela siempre llevaba agua fresca y la mezclé con las hiervas en pequeñas cantidades, para que quedara denso. Apliqué la cataplasma sobre las cuatro heridas del silfo, y derramé el resto del agua por encima de la varu, que ya empezaba a dar muestras de necesitar agua. ME esmeré en sus orejas, ya que sabía que si se le resecaban las branquias tendría dificultades para respirar.
Así, me dejé caer en el suelo, en posición loto, entre ambos heridos... "Menuda nochecita... si que ha estado interesante."
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Kronos miraba con ojos desorbitados a la varu, sin poder creer que lo estuviera ignorando después de poner en peligro su vida, e iba a acercarse para zarandearla con violencia, obligándola a despertar para pedirle explicaciones, cuando una voz lo detuvo. Provenía del exterior de la planta Erworn.
- ¡Tirso! - exclamó con sorpresa. Y acto seguido resopló aliviado. Por un momento había creído que... la Sombra... En fin, aquello era todo una alegría.
No perdió más tiempo en cavilaciones. Tal vez el féerico podría explicarle lo que había sucedido aquella noche, ya que Ela no parecía para nada en plenas facultades. Se apresuró a transmitir al tallo de la cúpula su limitada magia féerica, y la planta reaccionó casi al instante plegando sus extensas hojas hasta recogerlas en lo más alto del tallo, que acto seguido se fue destrenzando hacia el suelo hasta ocultarse totalmente bajo la tierra. Kronos sonrió. Siempre disfrutaba de aquel espectáculo. Era como ver el crecimiento de la planta, pero en sentido inverso.
Una vez la cúpula hubo desaparecido Tirso no perdió tiempo en ponerse a curar a Ela. O al menos eso era lo que Kronos creía, ya que realmente dudaba que aquel potingue de olor repelente fuera a hacer un bien por la varu.
Después llegó su turno. En silencio, dejó que el concentrado silfo huntara sobre sus heridas un verdoso engüento que hizo que comenzaran a escocerle más y más. Ahogo un grito de dolor y una lágrima se derramó por su mejilla, pero no se quejó. Además, en cierto modo el olor de aquel potingue le traía buenos recuerdos. Su padre utilizaba aquella misma pomada cuando Kronos se hacía heridas jugando a saltar de árbol en árbol. Sonrió nostálgicamente al recordarlo.
Una vez Tirso hubo terminado sus tareas, se posicionó junto a ellos en una extraña posición, como si fuese a hacer yoga. Kronos aprovechó para observarlo detenidamente. Tenía la camisa rasgada y manchada de sangre, y unos arañazos le afeaban el rostro. De pronto Kronos se sintió culpable. Debía de haber sido una noche movidita para ellos...
Se preguntó si le molestaría que le preguntase por lo ocurrido anoche. Decidió que no le importaría. Es más, seguro que estaría encantado de hablar, hablar y hablar. De explicarle con pelos y señales todo lo acontecido hacía unas horas.
- Tirso... ¿Que ha pasado exactamente esta noche? - preguntó Kronos en un susurro- Es decir... ¿tan grave ha sido la situación... como para que Ela no haya tenido más opción que lanzarme esas... piedras?
Kronos no sabía hasta que punto conocía el silfo sobre aquel asunto. Preveía que Ela se lo habria comentado antes de tener que enfrentarse a la Sombra, pero de todas formas quería ser cauteloso. ¿Sabría Tirso de la verdadera naturaleza de aquellas rocas? De todas formas, no debía ir pregonando sus puntos débiles a los cuatro vientos... podría ser peligroso para él.
- ¡Tirso! - exclamó con sorpresa. Y acto seguido resopló aliviado. Por un momento había creído que... la Sombra... En fin, aquello era todo una alegría.
No perdió más tiempo en cavilaciones. Tal vez el féerico podría explicarle lo que había sucedido aquella noche, ya que Ela no parecía para nada en plenas facultades. Se apresuró a transmitir al tallo de la cúpula su limitada magia féerica, y la planta reaccionó casi al instante plegando sus extensas hojas hasta recogerlas en lo más alto del tallo, que acto seguido se fue destrenzando hacia el suelo hasta ocultarse totalmente bajo la tierra. Kronos sonrió. Siempre disfrutaba de aquel espectáculo. Era como ver el crecimiento de la planta, pero en sentido inverso.
Una vez la cúpula hubo desaparecido Tirso no perdió tiempo en ponerse a curar a Ela. O al menos eso era lo que Kronos creía, ya que realmente dudaba que aquel potingue de olor repelente fuera a hacer un bien por la varu.
Después llegó su turno. En silencio, dejó que el concentrado silfo huntara sobre sus heridas un verdoso engüento que hizo que comenzaran a escocerle más y más. Ahogo un grito de dolor y una lágrima se derramó por su mejilla, pero no se quejó. Además, en cierto modo el olor de aquel potingue le traía buenos recuerdos. Su padre utilizaba aquella misma pomada cuando Kronos se hacía heridas jugando a saltar de árbol en árbol. Sonrió nostálgicamente al recordarlo.
Una vez Tirso hubo terminado sus tareas, se posicionó junto a ellos en una extraña posición, como si fuese a hacer yoga. Kronos aprovechó para observarlo detenidamente. Tenía la camisa rasgada y manchada de sangre, y unos arañazos le afeaban el rostro. De pronto Kronos se sintió culpable. Debía de haber sido una noche movidita para ellos...
Se preguntó si le molestaría que le preguntase por lo ocurrido anoche. Decidió que no le importaría. Es más, seguro que estaría encantado de hablar, hablar y hablar. De explicarle con pelos y señales todo lo acontecido hacía unas horas.
- Tirso... ¿Que ha pasado exactamente esta noche? - preguntó Kronos en un susurro- Es decir... ¿tan grave ha sido la situación... como para que Ela no haya tenido más opción que lanzarme esas... piedras?
Kronos no sabía hasta que punto conocía el silfo sobre aquel asunto. Preveía que Ela se lo habria comentado antes de tener que enfrentarse a la Sombra, pero de todas formas quería ser cauteloso. ¿Sabría Tirso de la verdadera naturaleza de aquellas rocas? De todas formas, no debía ir pregonando sus puntos débiles a los cuatro vientos... podría ser peligroso para él.
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Un fuerte olor sacudió mis sentidos. Era un olor ciertamente repugnante.
Abrí los ojos y vi frete a mi un extraño montoncito de hierbas. Eran esas hierbas las que desprendía el nauseabundo aroma. Las aparté de mi lado de un manotazo, atrayendo la atención de los dos feéricos que charlaban a pocos metros de mi.
Tirso me miró con alegría y con cierto aire de suficiencia, seguramente orgulloso de que sus remedios hubieran funcionado. Kronos, por su parte, me dedicó una mirada en la que había una pequeña parte de alivio eclipsada por una sombra negativa; su mirada me decía que estaba... ¿dolido?
Pensando en lo que había pasado, me incorporé y formé en mi mente las palabras con las que empezaría una larguísima charla. Me costó sobremanera pensar y moverme, seguramente necesitaba muchas horas de descanso, pero los malditos potingues de Tirso me habían sacado de mi letargo apresuradamente y mi cuerpo aún no respondía como debiera.
Una vez supe como debía empezar la conversación, antes de que a Tirso de le soltara la lengua, lancé mis ondas telepáticas... pero nada ocurrió.
Asustada, probé de nuevo, pero por segunda vez... silencio. Esto nunca me había pasado... ¿Me habría quedado "muda" por llevar al límite mis energías? ¿Se habría agotado mi poder telepático como consecuencia de la extenuación sufrida? Si no podía ni "hablar" con mi mente, que era algo tan natural como respirar para un varu, seguramente mi magia tampoco funcionaría; si hacía un hechizo en estas condiciones, la energía no podría surgir de la magia que me entregó el unicornio. No; si hacía magia ahora, el hechizo consumiría parte de mi propia vida, si es que llegaba a funcionar...
Mi cara debía reflejar mis pensamientos, por que en unos segundos los chicos comprendieron que no podía comunicarme con ellos.
Nunca me había visto en una situación así... estaba asustada e indefensa, y no me gustaba nada la sensación.
Hundiendo el rostro entre mi manos, rompí a llorar.
Abrí los ojos y vi frete a mi un extraño montoncito de hierbas. Eran esas hierbas las que desprendía el nauseabundo aroma. Las aparté de mi lado de un manotazo, atrayendo la atención de los dos feéricos que charlaban a pocos metros de mi.
Tirso me miró con alegría y con cierto aire de suficiencia, seguramente orgulloso de que sus remedios hubieran funcionado. Kronos, por su parte, me dedicó una mirada en la que había una pequeña parte de alivio eclipsada por una sombra negativa; su mirada me decía que estaba... ¿dolido?
Pensando en lo que había pasado, me incorporé y formé en mi mente las palabras con las que empezaría una larguísima charla. Me costó sobremanera pensar y moverme, seguramente necesitaba muchas horas de descanso, pero los malditos potingues de Tirso me habían sacado de mi letargo apresuradamente y mi cuerpo aún no respondía como debiera.
Una vez supe como debía empezar la conversación, antes de que a Tirso de le soltara la lengua, lancé mis ondas telepáticas... pero nada ocurrió.
Asustada, probé de nuevo, pero por segunda vez... silencio. Esto nunca me había pasado... ¿Me habría quedado "muda" por llevar al límite mis energías? ¿Se habría agotado mi poder telepático como consecuencia de la extenuación sufrida? Si no podía ni "hablar" con mi mente, que era algo tan natural como respirar para un varu, seguramente mi magia tampoco funcionaría; si hacía un hechizo en estas condiciones, la energía no podría surgir de la magia que me entregó el unicornio. No; si hacía magia ahora, el hechizo consumiría parte de mi propia vida, si es que llegaba a funcionar...
Mi cara debía reflejar mis pensamientos, por que en unos segundos los chicos comprendieron que no podía comunicarme con ellos.
Nunca me había visto en una situación así... estaba asustada e indefensa, y no me gustaba nada la sensación.
Hundiendo el rostro entre mi manos, rompí a llorar.
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Por lo visto, Ela se había quedado muda...
Algo extraño para alguien que nunca había tenido voz... Según parecía, el desgaste de la batalla combinado con el encantamiento que había hecho sobre la sombra habían agotado sus energías hasta tal punto que no era capaz ni de enviar ondas telepáticas... algo tan sencillo para un varu como el respirar.
- Ela... ¿Que podemos hacer? - pero la varu solamente continuó sollozando silenciosamente. Estaba totalmente desbordado por la situación. Ela no solo era la mayor del grupo, y por tanto la que tenía cierto rol de "madre", sino que su magia había salvado la situación en varias ocasiones desde que les conocía...
Rápidamente repasé mentalmente todas las plantas y sustancias que podría encontrar por el entorno, pero ninguna que yo conociera tenía el poder de restablecer energías mágicas y devolver facultades tales como la telepatía... No. Estábamos en un callejón sin salida.
- Kronos, ¿A tí se te ocurre algo? - le pregunté, obviando por el momento que el mismo Kronos se dolía en ese instante de sus propias heridas, consecuencia de la trágica noche.
En unos segundos, los problemas de la noche anterior parecían haberse esfumado de mi cabeza... y en mi cabeza, pensar solo en una cosa no era muy normal.
Algo extraño para alguien que nunca había tenido voz... Según parecía, el desgaste de la batalla combinado con el encantamiento que había hecho sobre la sombra habían agotado sus energías hasta tal punto que no era capaz ni de enviar ondas telepáticas... algo tan sencillo para un varu como el respirar.
- Ela... ¿Que podemos hacer? - pero la varu solamente continuó sollozando silenciosamente. Estaba totalmente desbordado por la situación. Ela no solo era la mayor del grupo, y por tanto la que tenía cierto rol de "madre", sino que su magia había salvado la situación en varias ocasiones desde que les conocía...
Rápidamente repasé mentalmente todas las plantas y sustancias que podría encontrar por el entorno, pero ninguna que yo conociera tenía el poder de restablecer energías mágicas y devolver facultades tales como la telepatía... No. Estábamos en un callejón sin salida.
- Kronos, ¿A tí se te ocurre algo? - le pregunté, obviando por el momento que el mismo Kronos se dolía en ese instante de sus propias heridas, consecuencia de la trágica noche.
En unos segundos, los problemas de la noche anterior parecían haberse esfumado de mi cabeza... y en mi cabeza, pensar solo en una cosa no era muy normal.
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
FDR: holaaaa chicos!!! bueno, os seré sincero cuando os digo que no tenía ni idea de por donde seguir esta historia cuando Tirso me lo ha dejado en mis manos, así que se me ha ocurrido algo que tal vez pueda darnos alguna pista de por donde continuar. En realidad no se si os gustará... o si queda bien con la trama de la historia, pero al menos el cuento que he "inventado" me ha salido bastante bonito, creo... ¡Ale, a leer!
--------------------
Sí. Debía de haber sido una noche muy, muy larga. Y todos parecían tener secuelas de aquella aventura nocturna.
Tirso, con sus arañazos por todo el cuerpo, se podía considerar el más afortunado. Luego estaba Kronos, agujereado por aquellos fragmentos de roca que le dejarían marca de por vida, y que le provocaban espasmos de dolor ocasionalmente. Y ahora Ela no podía hablar. Es decir, no podía comunicarse telepáticamente con ellos. Algo que para los varus era tan obvio como respirar, ahora se le hacia imposible.
El enfado que sentía hacia ella mutó rápidamente en un sentimiento de compasión y preocupación. Sin su magia estarían perdidos tarde o temprano. Siempre era ella la que los sacaba de apuros. ¿Y ahora qué? Había que hacer algo para que recuperara su antiguo poder. O al menos su plena capacidad mental. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?
Miré fijamente a Tirso cuando me hizo aquella misma pregunta. Kronos comenzaba a sentirse angustiado. Si Ela no sabía que hacer... si Tirso también se había quedado en blanco... ¿qué les hacía pensar que un silfo de doce años iba a tener la solución a sus problemas? Por Wina, ¡aquello le venía demasiado grande! Hace tan sólo unos meses había vivido tranquilamente en su poblado de Awa como un niño más, jugando a escolgarse de las lianas, riendo con las historias que les contaba la yaya Eidhel, la más anciana y sabia del poblado, o cantando absurdas cancioncillas infantiles que no llevaban a ningún lado... Canciones infantiles que...
- ¡Un momento! - gritó Kronos de pronto, saliendo de su ensimismamiento. Tal vez hubiera dado con la solución. Lo más probable era que aquello no funcionara. Era una idea absurda, en realidad, pero por probar no perdían nada. Además no tenían otros planes, ningún lugar adonde ir.
- Sé que es una locura, pero acabo de recordar una antigua canción que me cantaba mi padre de pequeño, antes de irme a dormir- miró a sus compañeros a los ojos, tratando de compender qué estarían pensando de él en aquel momento, y sonrió- Tenía una hermosa melodía que ahora mismo no me viene a la mente, pero lo que más recuerdo era la historia que contaba...
La canción trataba de una bella sirena, una criatura mitológica medio humana, con una elegante cola de pez en lugar de piernas, que vivía los mares de Nanetten, reino de los humanos. Triste y sola se encontraba la criatura al ser la única en su especie, y tal era su desasosiego que un buen día decidió buscar el amor.
De Puerto Esmeralda partían barcos y barcos, repletos de valientes marineros que salían a la mar a hacer la jornada, y aquella bella sirena no dudaba en embelsarlos con su canto, una dulce melodía que surgía no de su boca, sino de lo más profundo de su mente, como si de una llamada telepática se tratase. Su canto atraía a los pescadores como hechizados por una magia ancestral, pero cuando la sirena conseguía encontrar al hombre perfecto y lo llevaba junto a ella a su lecho marino, el pobre marinero moría irremediablemente ahogado, dejando a la criatura con una tristeza aún mayor.
Y seguía intentándolo. Y con cada intento, un nuevo fracaso. Y con cada fracaso, una nueva depresión. Tal fue su cansancio y su tristeza al cabo de los años, que la desgraciada sirena enmudeció por completo y ya no pudo entonar su etéreo canto nunca más.
Desolada como estaba, la sirena comenzó a nadar por la costa sin rumbo fijo, buscando tal vez la muerte por agotamiento. Y hubiera continuado nadando de no haberse encontrado a aquel hombre de la playa que le llamó tanto la atención. Su piel era azul, sin un solo cabello. En sus ojos cabía una sensibilidad que no había conocido en hombre alguno. Y lo más sorpendente era que aquel celeste se había percatado de su presencia mucho antes de que ella lo divisara en la playa. La había sentido, dijo. Ella no dijo nada. Le preguntó cómo se llamaba. Ella tampoco contestó.
El sabio celeste comprendió entonces el problema que atenazaba a la sirena, muy comprensible por su roto corazón, así que decidió ayudarla. Tendida sobre la arena, comenzó un sagrado ritual invocando el poder de los Dioses para curar el alma de aquella pobre desgraciada, poniendo en el conjuro parte de su propio amor, que nada le costaba compartir por su naturaleza celeste.
Y la sirena sintió todo aquel poder inundando su esencia, todo aquel amor reconfortando su alma, y sin poder evitarlo se enamoró profundamente de aquel hombre que había conseguido liberarla de su pesar. Y de su mente tan sólo surgieron unas palabras, los primeros vestigios de una voz que por fin había logrado recuperar. "Te amo".
Dicen que el celeste se llevó a la sirena a su hogar, cerca de un lago, donde vivieron juntos durante el resto de sus vidas. Unas vidas repletas de amor, cariño y emoción ante las bellas canciones que ella no paraba de susurrarle al oído cada noche, junto al lago, bajo la tenue luz de las tres lunas.
Kronos terminó su relato con lágrimas en los ojos. Aquella romantica historia de amor siempre le había emocionado, y mucho más cuando era su padre quien se la cantaba.
Desconocía si había algo de cierto en aquella canción o si todo era inventado, pero sabía que normalmente aquellas leyendas solían basarse en hechos reales, aunque solo fuera un poco. Y si ciertamente hubo una sirena... o una varu, para el caso lo mismo... que tuvo aquel mismo problema, tal vez pudieran encontrar la forma de celebrar aquel mismo ritual. O incluso de contactar con el propio celeste del cuento, si es que existía realmente.
- No sé... ¿Qué opinais? - sonrió el silfo, temiendo que de un momento a otro sus dos compañeros de viaje saltaran sobre él para llevarle al manicomio.
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Sí. Debía de haber sido una noche muy, muy larga. Y todos parecían tener secuelas de aquella aventura nocturna.
Tirso, con sus arañazos por todo el cuerpo, se podía considerar el más afortunado. Luego estaba Kronos, agujereado por aquellos fragmentos de roca que le dejarían marca de por vida, y que le provocaban espasmos de dolor ocasionalmente. Y ahora Ela no podía hablar. Es decir, no podía comunicarse telepáticamente con ellos. Algo que para los varus era tan obvio como respirar, ahora se le hacia imposible.
El enfado que sentía hacia ella mutó rápidamente en un sentimiento de compasión y preocupación. Sin su magia estarían perdidos tarde o temprano. Siempre era ella la que los sacaba de apuros. ¿Y ahora qué? Había que hacer algo para que recuperara su antiguo poder. O al menos su plena capacidad mental. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?
Miré fijamente a Tirso cuando me hizo aquella misma pregunta. Kronos comenzaba a sentirse angustiado. Si Ela no sabía que hacer... si Tirso también se había quedado en blanco... ¿qué les hacía pensar que un silfo de doce años iba a tener la solución a sus problemas? Por Wina, ¡aquello le venía demasiado grande! Hace tan sólo unos meses había vivido tranquilamente en su poblado de Awa como un niño más, jugando a escolgarse de las lianas, riendo con las historias que les contaba la yaya Eidhel, la más anciana y sabia del poblado, o cantando absurdas cancioncillas infantiles que no llevaban a ningún lado... Canciones infantiles que...
- ¡Un momento! - gritó Kronos de pronto, saliendo de su ensimismamiento. Tal vez hubiera dado con la solución. Lo más probable era que aquello no funcionara. Era una idea absurda, en realidad, pero por probar no perdían nada. Además no tenían otros planes, ningún lugar adonde ir.
- Sé que es una locura, pero acabo de recordar una antigua canción que me cantaba mi padre de pequeño, antes de irme a dormir- miró a sus compañeros a los ojos, tratando de compender qué estarían pensando de él en aquel momento, y sonrió- Tenía una hermosa melodía que ahora mismo no me viene a la mente, pero lo que más recuerdo era la historia que contaba...
La canción trataba de una bella sirena, una criatura mitológica medio humana, con una elegante cola de pez en lugar de piernas, que vivía los mares de Nanetten, reino de los humanos. Triste y sola se encontraba la criatura al ser la única en su especie, y tal era su desasosiego que un buen día decidió buscar el amor.
De Puerto Esmeralda partían barcos y barcos, repletos de valientes marineros que salían a la mar a hacer la jornada, y aquella bella sirena no dudaba en embelsarlos con su canto, una dulce melodía que surgía no de su boca, sino de lo más profundo de su mente, como si de una llamada telepática se tratase. Su canto atraía a los pescadores como hechizados por una magia ancestral, pero cuando la sirena conseguía encontrar al hombre perfecto y lo llevaba junto a ella a su lecho marino, el pobre marinero moría irremediablemente ahogado, dejando a la criatura con una tristeza aún mayor.
Y seguía intentándolo. Y con cada intento, un nuevo fracaso. Y con cada fracaso, una nueva depresión. Tal fue su cansancio y su tristeza al cabo de los años, que la desgraciada sirena enmudeció por completo y ya no pudo entonar su etéreo canto nunca más.
Desolada como estaba, la sirena comenzó a nadar por la costa sin rumbo fijo, buscando tal vez la muerte por agotamiento. Y hubiera continuado nadando de no haberse encontrado a aquel hombre de la playa que le llamó tanto la atención. Su piel era azul, sin un solo cabello. En sus ojos cabía una sensibilidad que no había conocido en hombre alguno. Y lo más sorpendente era que aquel celeste se había percatado de su presencia mucho antes de que ella lo divisara en la playa. La había sentido, dijo. Ella no dijo nada. Le preguntó cómo se llamaba. Ella tampoco contestó.
El sabio celeste comprendió entonces el problema que atenazaba a la sirena, muy comprensible por su roto corazón, así que decidió ayudarla. Tendida sobre la arena, comenzó un sagrado ritual invocando el poder de los Dioses para curar el alma de aquella pobre desgraciada, poniendo en el conjuro parte de su propio amor, que nada le costaba compartir por su naturaleza celeste.
Y la sirena sintió todo aquel poder inundando su esencia, todo aquel amor reconfortando su alma, y sin poder evitarlo se enamoró profundamente de aquel hombre que había conseguido liberarla de su pesar. Y de su mente tan sólo surgieron unas palabras, los primeros vestigios de una voz que por fin había logrado recuperar. "Te amo".
Dicen que el celeste se llevó a la sirena a su hogar, cerca de un lago, donde vivieron juntos durante el resto de sus vidas. Unas vidas repletas de amor, cariño y emoción ante las bellas canciones que ella no paraba de susurrarle al oído cada noche, junto al lago, bajo la tenue luz de las tres lunas.
Kronos terminó su relato con lágrimas en los ojos. Aquella romantica historia de amor siempre le había emocionado, y mucho más cuando era su padre quien se la cantaba.
Desconocía si había algo de cierto en aquella canción o si todo era inventado, pero sabía que normalmente aquellas leyendas solían basarse en hechos reales, aunque solo fuera un poco. Y si ciertamente hubo una sirena... o una varu, para el caso lo mismo... que tuvo aquel mismo problema, tal vez pudieran encontrar la forma de celebrar aquel mismo ritual. O incluso de contactar con el propio celeste del cuento, si es que existía realmente.
- No sé... ¿Qué opinais? - sonrió el silfo, temiendo que de un momento a otro sus dos compañeros de viaje saltaran sobre él para llevarle al manicomio.
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Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Escuché atenta, aún con el rostro entre las manos la historia que contaba Kronos. Parecíase ligeramente al mito varu que relataba la visita de la primera varu a la superficie, cuando mi raza empezó a relacionarse con las demás, y el pesar que sintió mi especie al no poder convivir y compartir su cultura como hacían las demás.
Según nuestro propio mito, tan similar al relato de Kronos, pero diferente en algún punto, la mujer varu que visitó la superficie por primera vez, quedó prendada de un celeste, por el suave color de su piel, que le recordaba a las algas del fondo, y sus preciosos iris, que se semejaban a las formaciones coralinas.
El mito contaba que la varú no fue capaz de "hablarle" a la mente de celeste, inexperta en el uso de la telepatía, pero que el inmenso amor que sentía fue perfectamente captado por él. La varu remontó los ríos hasta la casa de su enamorado, perfeccionando por el camino sus poderes para poder hablarle. Sin embargo fue una noche, cuando un unicornio concedió al celeste su don, que el amante lanzó sobre la varu (y por consiguiente, a toda la raza) un conjuro que les permitió comunicarse. La magia del unicornio, combinada con la empatía propia de los celestes consiguió que dos razas tan diferentes como el aire y el agua convivieran y se entendieran a la perfección.
"Si... Si. Eso puede funcionar. Los magos celestes, tan poco asiduos a la magia bélica, llevan siglos perfeccionando hechizos de apoyo, de curación. Algunos de los magos celestes más experimentados pueden realizar prodigios increíbles en el mundo de la mente y los sentidos"
Asentí. No tenía manera de contarle a mis amigos lo que rondaba mi mente, ya que los varu no tenemos escritura, y ninguno de los dos era hechicero para comprender el lenguaje arcano.
Por gestos, logré hacerles entender que necesitábamos un celeste. Después les hice ver que precisábamos a un mago.... Para mi escasa sorpresa, tardaron varios minutos en unir ambos conceptos y deducir mis planes.
Según nuestro propio mito, tan similar al relato de Kronos, pero diferente en algún punto, la mujer varu que visitó la superficie por primera vez, quedó prendada de un celeste, por el suave color de su piel, que le recordaba a las algas del fondo, y sus preciosos iris, que se semejaban a las formaciones coralinas.
El mito contaba que la varú no fue capaz de "hablarle" a la mente de celeste, inexperta en el uso de la telepatía, pero que el inmenso amor que sentía fue perfectamente captado por él. La varu remontó los ríos hasta la casa de su enamorado, perfeccionando por el camino sus poderes para poder hablarle. Sin embargo fue una noche, cuando un unicornio concedió al celeste su don, que el amante lanzó sobre la varu (y por consiguiente, a toda la raza) un conjuro que les permitió comunicarse. La magia del unicornio, combinada con la empatía propia de los celestes consiguió que dos razas tan diferentes como el aire y el agua convivieran y se entendieran a la perfección.
"Si... Si. Eso puede funcionar. Los magos celestes, tan poco asiduos a la magia bélica, llevan siglos perfeccionando hechizos de apoyo, de curación. Algunos de los magos celestes más experimentados pueden realizar prodigios increíbles en el mundo de la mente y los sentidos"
Asentí. No tenía manera de contarle a mis amigos lo que rondaba mi mente, ya que los varu no tenemos escritura, y ninguno de los dos era hechicero para comprender el lenguaje arcano.
Por gestos, logré hacerles entender que necesitábamos un celeste. Después les hice ver que precisábamos a un mago.... Para mi escasa sorpresa, tardaron varios minutos en unir ambos conceptos y deducir mis planes.
Invitado- Invitado
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Off: A mi me ha gustado! Y por lo visto a Ela tb, por que ha seguido por ahí. Yo intentaré hacer este post en "cámara lenta"; es decir, imaginad que todo lo que pongo hasta que hablo sucede en mi cabeza en apenas 5 segundos. A ver que tal... XD
O:
Yo desde luego no entendía nada...
Kronos habló de una extraña fábula de sirenas y barcos, algo de lo que un feérico de secano como era yo jamás había oído. Después, Ela se tranquilizó un poco y pasó unos minutos pensativa, para después jugar a la mímica con nosotros. En definitiva, saqué en claro que un hechicero celeste podría ayudarle a recuperar su poder y su "voz".
"No tienes ni idea de magia, estúpido; puede ser un buen plan. Desde luego, mejor que aquí tirados en este bosque tan infestado de malos recuerdos, en cualquier sitio. Deberíamos avanzar hacia el norte si queremos encontrar celestes, por aquí no se ven muchos.
Pero para un viaje tan largo necesitaríamos aprovisionarnos primero; hay que recolectar comida, recoger nuestro equipaje, que había quedado desperdigado por el claro durante la batalla,...
¡La batalla! No podíamos perder tiempo. Puede que alguno de esos varu malnacidos siguiera con ánimos de perseguirnos y... ¡oh no! casi se me olvida la maldita sombra. Si el conjuro de Ela no había funcionado al caer el sol estaríamos todos condenados.
Dioses, dioses... necesitas un plan, lumbreras. Vamos a ver, necesitas preparar un viaje, despistar a los varu y "encarcelar" a Kronos antes de que caiga la noche.
Para proteger a Ela estoy yo, siempre y cuando la Sombra de Kronos no despierte. Eso es lo primordial. Necesitarás cuerda. Cuerda y un par de hongos somníferos. Si, eso será suficiente. Antes de que caiga el sol, ataré a Kronos y plantaré esporas de hongo alrededor para que quede dormido. Umm, mejor si está en cubierto. ¡Ya se! Utilizaré su semilla Erworn.
Vale, el primer punto está resuelto. Siguiente. Los varu. A ver, a ver... varu, agua, bosque... supongo que lo más sensato sería alejarnos de ríos y lagos, para que los varu no puedan seguirnos sin sufrir su sequía. Oh, por Neliam... Ela también necesita agua... Deberé traérsela yo. Si, eso es. Subiremos a un árbol, donde les ocultaré. Ataré a Kronos a una rama lo suficientemente grande como para poder plantar los hongos a su alrededor, y después dejaré a Ela al amparo de la foresta. Cuando esté cómoda y oculta, iré de liana en liana, tan veloz como el viento, hasta el río más cercano, rellenaré su odre de agua fresca y regresaré corriendo para humedecer su escamoso cuerpo... El único problema... es que no puedo tardar mucho en regresar. ¿Y si los varu logran encontrarles? ¿Y si Kronos escapa de sus ataduras?
No, no puedo ir yo mismo a por el agua... ¡Pichu! No, no. Es solo una ardilla, no puede cargar con varios litros de agua... ¿Que más, que más? Puede que la mejor opción sea remontar el curso del río, a riesgo de ser alcanzados por los varu...
Si, puedo defenderme de unos patosos "peces fuera del agua" en un bosque. Lo primordial es estar cerca de Ela y tener vigilado a Kronos.
De acuerdo pues, cerebro. Plan trazado."
Me puse de pie enérgicamente y empecé a recoger nuestras escasas pertenencias. Apurando con gestos a mis compañeros, comencé a hablar;
- Eh, chicos. Me parece un buen plan, mejor que esperar aquí a que venga alguien a ayudarnos. Seguiremos el río hacia el norte. En caso de que nos ataquen los varu, en el bosque podremos defendernos con suficiencia, y si Kron... y si la sombra ataca, Ela podrá resguardarse en el agua, a salvo.
Yo haré guardia por las noches, sedando a Kronos con hongos y atrapándole con lianas. Espero que lo comprendas, compañero. No sabemos si la magia de Ela ha funcionado. Por el camino iré dejando pistas falsas y trampas para evitar que nadie pueda seguirnos. No hará fata que avancemos muy rápidamente; dos feéricos en el bosque no tienen nada que temer, podremos rechazar cualquier ataque. Calculo que a bajo ritmo para que Ela no se agote más de lo que ya está, en unos cinco días llegaremos a los límites de Celestia. ¿Estamos de acuerdo? - Pregunté mientras ya caminaba de espaldas a ellos, recogiendo los últimos enseres que quedaban desperdigados y recolectar algunas bayas que se me ponían a tiro, rumbo al noroeste, acercándome al río.
O:
Yo desde luego no entendía nada...
Kronos habló de una extraña fábula de sirenas y barcos, algo de lo que un feérico de secano como era yo jamás había oído. Después, Ela se tranquilizó un poco y pasó unos minutos pensativa, para después jugar a la mímica con nosotros. En definitiva, saqué en claro que un hechicero celeste podría ayudarle a recuperar su poder y su "voz".
"No tienes ni idea de magia, estúpido; puede ser un buen plan. Desde luego, mejor que aquí tirados en este bosque tan infestado de malos recuerdos, en cualquier sitio. Deberíamos avanzar hacia el norte si queremos encontrar celestes, por aquí no se ven muchos.
Pero para un viaje tan largo necesitaríamos aprovisionarnos primero; hay que recolectar comida, recoger nuestro equipaje, que había quedado desperdigado por el claro durante la batalla,...
¡La batalla! No podíamos perder tiempo. Puede que alguno de esos varu malnacidos siguiera con ánimos de perseguirnos y... ¡oh no! casi se me olvida la maldita sombra. Si el conjuro de Ela no había funcionado al caer el sol estaríamos todos condenados.
Dioses, dioses... necesitas un plan, lumbreras. Vamos a ver, necesitas preparar un viaje, despistar a los varu y "encarcelar" a Kronos antes de que caiga la noche.
Para proteger a Ela estoy yo, siempre y cuando la Sombra de Kronos no despierte. Eso es lo primordial. Necesitarás cuerda. Cuerda y un par de hongos somníferos. Si, eso será suficiente. Antes de que caiga el sol, ataré a Kronos y plantaré esporas de hongo alrededor para que quede dormido. Umm, mejor si está en cubierto. ¡Ya se! Utilizaré su semilla Erworn.
Vale, el primer punto está resuelto. Siguiente. Los varu. A ver, a ver... varu, agua, bosque... supongo que lo más sensato sería alejarnos de ríos y lagos, para que los varu no puedan seguirnos sin sufrir su sequía. Oh, por Neliam... Ela también necesita agua... Deberé traérsela yo. Si, eso es. Subiremos a un árbol, donde les ocultaré. Ataré a Kronos a una rama lo suficientemente grande como para poder plantar los hongos a su alrededor, y después dejaré a Ela al amparo de la foresta. Cuando esté cómoda y oculta, iré de liana en liana, tan veloz como el viento, hasta el río más cercano, rellenaré su odre de agua fresca y regresaré corriendo para humedecer su escamoso cuerpo... El único problema... es que no puedo tardar mucho en regresar. ¿Y si los varu logran encontrarles? ¿Y si Kronos escapa de sus ataduras?
No, no puedo ir yo mismo a por el agua... ¡Pichu! No, no. Es solo una ardilla, no puede cargar con varios litros de agua... ¿Que más, que más? Puede que la mejor opción sea remontar el curso del río, a riesgo de ser alcanzados por los varu...
Si, puedo defenderme de unos patosos "peces fuera del agua" en un bosque. Lo primordial es estar cerca de Ela y tener vigilado a Kronos.
De acuerdo pues, cerebro. Plan trazado."
Me puse de pie enérgicamente y empecé a recoger nuestras escasas pertenencias. Apurando con gestos a mis compañeros, comencé a hablar;
- Eh, chicos. Me parece un buen plan, mejor que esperar aquí a que venga alguien a ayudarnos. Seguiremos el río hacia el norte. En caso de que nos ataquen los varu, en el bosque podremos defendernos con suficiencia, y si Kron... y si la sombra ataca, Ela podrá resguardarse en el agua, a salvo.
Yo haré guardia por las noches, sedando a Kronos con hongos y atrapándole con lianas. Espero que lo comprendas, compañero. No sabemos si la magia de Ela ha funcionado. Por el camino iré dejando pistas falsas y trampas para evitar que nadie pueda seguirnos. No hará fata que avancemos muy rápidamente; dos feéricos en el bosque no tienen nada que temer, podremos rechazar cualquier ataque. Calculo que a bajo ritmo para que Ela no se agote más de lo que ya está, en unos cinco días llegaremos a los límites de Celestia. ¿Estamos de acuerdo? - Pregunté mientras ya caminaba de espaldas a ellos, recogiendo los últimos enseres que quedaban desperdigados y recolectar algunas bayas que se me ponían a tiro, rumbo al noroeste, acercándome al río.
Invitado- Invitado
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
FDR: Me alegra que os gustara la idea ^^ Supongo que va siendo hora de cambiar de lugar, no? Ya que vamos hacia Celestia... ¿hacemos una paradita en los Ojos de Neliam, ya que seguimos el rio, cuando terminemos aqui? Y la siguiente parada será Celestia, ya que al parecer no hay Cordillera Cambiante donde rolear...
El plan no parecía mal trazado. Remontarían el río atravesando Derbhad, pudiendo así abastecerse de su agua en caso de sed, o si la varu padecía de sequedad. Una vez alcanzados los Ojos de Neliam, suponía que podían poner rumbo al oeste, atravesando la cordillera cambiante hasta llegar a Celestia. Una larga travesía, desde luego, pero tal vez aquella fuera la única solución para Ela. Kronos por fin sentía que podía ayudar a la varu, después de todo lo que había hecho ella por él, y no iba a dejar desaprovechar aquella oportunidad.
Sólo había una cosa que no le cuadraba a Kronos entre toda la palabrería que Tirso había soltado de golpe.
- Perdón, Tirso... Antes de que partamos... Has mencionado algo de un hechizo que ha realizado Ela... Algo que no sabemos si ha funcionado, según has dicho. ¿A qué te referías? ¿Algún encantamiento paralizador, que me ha lanzado esta noche mientras os... atacaba?
Kronos sospechaba que no era algo tan sencillo. De hecho, sospechaba que aquella era la causa por la que Ela se encontraba en aquel lamentable estado. Nunca le había ocurrido aquello usando hechizos sencillos. Tenía que haber algo más, pero no habían tenido ocasión todavía de contarle lo que había sucedido exactamente esa noche. La mañana ya había estado cargada de bastantes preocupaciones.
- Es por mi culpa, ¿verdad? - Kronos comenzaba a sentirse mal. Como si una losa se hubiera creado de pronto en su estomago, y le pesara por dentro- Ela ha hecho algo... algo para ayudarme. Y por eso está así, ¿verdad?
Miré a la varu con ojos húmedos, esperanzado por escuchar sus palabras de consuelo en mi mente. Pero nada. Una barrera invisible parecía haber cortado toda comunicación entre su mente y la del silfo. Ahora Ela era un alma encerrada en su propio cuerpo, aislada del mundo, incapaz de relacionarse con nadie, y todo por culpa del Kronos. Se sentía realmente sucio y asqueado de sí mismo. Había causado tantos problemas ya...
Una lágrima corrió por la mejilla del silfo. Ni se dio cuenta de que Pichu había aparecido repentinamente de entre los matorrales y se había acercado hasta él para darle los buenos días. La ardillita no se atrevió a saltarle encima para tratar de animarlo al verlo en aquel estado. Tan sólo le dedicó una mirada de compasión con sus enormes ojos castaños.
El plan no parecía mal trazado. Remontarían el río atravesando Derbhad, pudiendo así abastecerse de su agua en caso de sed, o si la varu padecía de sequedad. Una vez alcanzados los Ojos de Neliam, suponía que podían poner rumbo al oeste, atravesando la cordillera cambiante hasta llegar a Celestia. Una larga travesía, desde luego, pero tal vez aquella fuera la única solución para Ela. Kronos por fin sentía que podía ayudar a la varu, después de todo lo que había hecho ella por él, y no iba a dejar desaprovechar aquella oportunidad.
Sólo había una cosa que no le cuadraba a Kronos entre toda la palabrería que Tirso había soltado de golpe.
- Perdón, Tirso... Antes de que partamos... Has mencionado algo de un hechizo que ha realizado Ela... Algo que no sabemos si ha funcionado, según has dicho. ¿A qué te referías? ¿Algún encantamiento paralizador, que me ha lanzado esta noche mientras os... atacaba?
Kronos sospechaba que no era algo tan sencillo. De hecho, sospechaba que aquella era la causa por la que Ela se encontraba en aquel lamentable estado. Nunca le había ocurrido aquello usando hechizos sencillos. Tenía que haber algo más, pero no habían tenido ocasión todavía de contarle lo que había sucedido exactamente esa noche. La mañana ya había estado cargada de bastantes preocupaciones.
- Es por mi culpa, ¿verdad? - Kronos comenzaba a sentirse mal. Como si una losa se hubiera creado de pronto en su estomago, y le pesara por dentro- Ela ha hecho algo... algo para ayudarme. Y por eso está así, ¿verdad?
Miré a la varu con ojos húmedos, esperanzado por escuchar sus palabras de consuelo en mi mente. Pero nada. Una barrera invisible parecía haber cortado toda comunicación entre su mente y la del silfo. Ahora Ela era un alma encerrada en su propio cuerpo, aislada del mundo, incapaz de relacionarse con nadie, y todo por culpa del Kronos. Se sentía realmente sucio y asqueado de sí mismo. Había causado tantos problemas ya...
Una lágrima corrió por la mejilla del silfo. Ni se dio cuenta de que Pichu había aparecido repentinamente de entre los matorrales y se había acercado hasta él para darle los buenos días. La ardillita no se atrevió a saltarle encima para tratar de animarlo al verlo en aquel estado. Tan sólo le dedicó una mirada de compasión con sus enormes ojos castaños.
Yandrak- Oráculo de Karevan
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Fecha de inscripción : 04/07/2010
Edad : 32
Localización : Nanhai
Datos
Su personaje es: Ygoron Gorzan, gigante
Trabaja de: Desempleado
Pertenece a: Es neutral
Re: De nuevo en tierra firme (RC)
Off: De acuerdo. Posteo aquí poniendonos en marcha y que habra Tirso en los Ojos de Neliam.
Bueno, mi asombro iba en aumento. Mis verdes amigos no eran tan descerebrados como podían parecer.
Una de las cosas buenas que empezaba a verle a mi "Voz dormida" era que podía pensar tan "alto" como quisiera, sin tener que preocuparme porque dichos pensamientos volaran a otras cabezas. No es que creyera que mis compañeros fueran cortos de entendederas, pero si muy impulsivos e infantiles en ciertos casos, y por que no decirlo, mi recién adquirida discapacidad me enfurecía y me hacía ser muy pesimista.
Sin embargo, cuando el frenético Tirso se movía de aquí para allá recogiendo nuestros morrales, Kronso preguntó acerca de lo acontecido la pasada noche. "Es verdad, aún nadie se lo ha contado..."
Me acerqué a el intentando enviar mi relato a su mente, pero de nuevo, el silencio. Vi como una lágrima surcaba su rostro. Seguramente el silfo había atado cabos y ahora se sentía culpable por mi estado.
Traté de reflejar empatía y calma en mi cara, para que de alguna manera Kronos supiera que nadie le culpaba, que había sido todo un cúmulo de cosas y que no tenía ningún tipo de sentimiento negativo hacia él...
No supe si lo había logrado, ya que Tirso no le dejó hablar antes de agarrarnos a ambos y levantarnos del suelo. Su impaciencia era comprensible, pero no podíamos dejar a Kronos así. Con una mirada de súplica, insté al feérico para que hablara con Kronos, pero él alegó que podíamos andar y hablar al mismo tiempo. El camino hacia los Ojos de Neliam y posteriormente hasta Celestia era largo... No podíamos retrasarnos. Puede que cuanto antes me sometiera a la magia celeste, más sencillo fuera recuperar mi voz.
Una sola cosa quedaba en el aire... Al caer la noche ¿Estaríamos a salvo de la bestia?
Bueno, mi asombro iba en aumento. Mis verdes amigos no eran tan descerebrados como podían parecer.
Una de las cosas buenas que empezaba a verle a mi "Voz dormida" era que podía pensar tan "alto" como quisiera, sin tener que preocuparme porque dichos pensamientos volaran a otras cabezas. No es que creyera que mis compañeros fueran cortos de entendederas, pero si muy impulsivos e infantiles en ciertos casos, y por que no decirlo, mi recién adquirida discapacidad me enfurecía y me hacía ser muy pesimista.
Sin embargo, cuando el frenético Tirso se movía de aquí para allá recogiendo nuestros morrales, Kronso preguntó acerca de lo acontecido la pasada noche. "Es verdad, aún nadie se lo ha contado..."
Me acerqué a el intentando enviar mi relato a su mente, pero de nuevo, el silencio. Vi como una lágrima surcaba su rostro. Seguramente el silfo había atado cabos y ahora se sentía culpable por mi estado.
Traté de reflejar empatía y calma en mi cara, para que de alguna manera Kronos supiera que nadie le culpaba, que había sido todo un cúmulo de cosas y que no tenía ningún tipo de sentimiento negativo hacia él...
No supe si lo había logrado, ya que Tirso no le dejó hablar antes de agarrarnos a ambos y levantarnos del suelo. Su impaciencia era comprensible, pero no podíamos dejar a Kronos así. Con una mirada de súplica, insté al feérico para que hablara con Kronos, pero él alegó que podíamos andar y hablar al mismo tiempo. El camino hacia los Ojos de Neliam y posteriormente hasta Celestia era largo... No podíamos retrasarnos. Puede que cuanto antes me sometiera a la magia celeste, más sencillo fuera recuperar mi voz.
Una sola cosa quedaba en el aire... Al caer la noche ¿Estaríamos a salvo de la bestia?
Invitado- Invitado
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