The Origin

De pequeña siempre quise visitar el bosque, pero nunca tuve la oportunidad de hacerlo.

Mis pasos eran firmes y seguros, a pesar de que llevaba caminando varios días sola, y eso hubiera desesperado a cualquiera. Pisaba las hojas secas que había en el suelo y estas crujían bajo mis pies; era un lugar bonito, y sin duda algo muy nuevo para mí, que no había salido de los Reinos Humanos anteriormente.

Puse la mano sobre la empuñadura de la espada, preparada para defenderme si alguien -o algo- me atacaba. Después de todo, la precaución nunca estaba de más, y más en los tiempos que corrían.

No sabía exactamente a dónde iba, pero con tal de alejarme de mi casa dejando la mayor distancia posible, yo podía caminar horas y horas sin parar. Decidí descansar un rato; de todas formas, no llevaba ninguna prisa. Caminé un rato más y me senté sobre una roca, mirando la espesa vegetación.

-Nunca había visto tantas plantas juntas… - dije para mí.

Ojalá encontrara a alguien a quien preguntarle dónde estaba, porque estaba muy perdida, yendo a cualquier lugar que me llamara la atención. Y lo peor: sin saber si era peligroso o no.

Estaba absorta en mis pensamientos, viendo cómo las hojas caían de algunos de los árboles. Pensaba en cuánto tiempo había estado sin salir al exterior, cuántos años de mi vida me habían arrebatado por intereses personales, cuántas cosas he dejado de ver y cuántas cosas no pude aprender por esa misma razón. Cerré los ojos y suspiré, el aire allí era más limpio que en Nanetten, y eso me gustaba.

Me llevé una mano a la cara, y me aparté un mechón de pelo que me estaba molestando. Respiré hondo y, antes de ponerme en pie, escuché cómo una voz masculina me hablaba.

-¿Hola?

En un acto reflejo, me giré y puse la mano sobre la espada. Me había sobresaltado, pues no esperaba ver a nadie allí, que estaba todo tan solitario; sin embargo, no parecía tener intención de hacerme daño, así que mantuve la calma.

Era un chico moreno, alto… ¿y de ojos rojos? No había visto a gente con iris de ese color. Lo miré intentando parecer serena, como era habitual en mí.

-Buenas –respondí, inclinándome levemente, como hacía siempre. No sabía qué decir, así que lo siguiente que dije fue algo que quería preguntar - ¿puede decirme dónde estamos?

El chico miró alrededor, como si se asegurara de no ver a nadie. Lo miré extrañada, pensando si podía haber alguien escuchándonos. “Tal vez me hayan seguido”, no lo había pensado hasta entonces. Cuando se giró me dijo:

-A menos de que se trate de una pregunta filosófica... supongo que estamos prácticamente al lado del Oráculo de Gantadd.

"Gantadd... ¿ya he llegado tan al sur?"

-Gracias, no era nada relacionado con la filosofía – respondí.

El chico parecía casi aburrido, y yo no sabía adónde ir. Podría seguir el camino que llevaba, siempre hacia delante, y algún día saldría del espeso bosque; sin embargo, tal vez lo mejor fuera preguntar.

-Disculpe lady. Me llamo Kvothe Clemens - dijo de repente -¿Y usted es...?

-Mi nombre es Arturia Pendragon – contesté, haciendo una nueva reverencia -. Vengo desde Nanetten, en los reinos humanos. Creo que mi único propósito es recorrer y ver el mundo, pero estoy un poco perdida – intenté lo que era el esbozo de una sonrisa, pero prácticamente no pude. Me costaba mostrar mis sentimientos, y más a desconocidos.

“Y también quiero aprender lo que pueda” pensé, pero no lo dije en voz alta. Me parecía inoportuno decir nada sobre mi vida, ni sobre mi familia, así que me quedé sentada mirándolo, sin saber bien si seguir hablando con él o despedirme y seguir con mi viaje.

Justo después de presentarme me había quedado mirando a Kvothe con curiosidad; sin duda no era una persona normal. Esperé a que dijera algo, pero de repente escuché una voz femenina que venía de otro lugar, una voz que yo no conocía.

-Mas vale llegar tarde ue no llegar, ¿interrumpo?

“¿Más vale llegar tarde que no llegar?¿Esta chica conoce a Kvothe? Aunque es normal que si él estaba aquí esperara a alguien, o viniera acompañado” pensé. Me volví hacia la chica.Tenía cabellos castaños y largos, y ojos del mismo color. Por la pose que había adquirido, no parecía encontrarse muy bien. Dudé de nuevo sobre si dejarlos o quedarme con ellos, pero decidí que no tenía otro sitio adonde ir.

Hice una pequeña reverencia a la chica, como me habían enseñado a saludar a prácticamente todo el mundo, y dije simplemente:

-Buenos días.- aunque ya no era tan de día.

Empezaba a refrescar a las horas que eran. Por la noche no me gustaba andar, pues en la oscuridad podía resultar fácil de vencer. Además, estaba en una especie de bosque, y sin saber hacia dónde me dirigía, podía perderme fácilmente. Este lugar era completamente nuevo para mí. “Debí hacer caso a mucha gente que me dijo que no saliera de Nanetten, y ahora he acabado demasiado al sur como para saber regresar.”

Todo pasó más deprisa de lo que había previsto, tal vez por el hecho de que no entendía lo que había pasado. Al parecer, la chica estaba herida, y Kvothe fue a ayudarla. Los miré a los dos intrigada, de seguro que se conocían. Se les notaba a ambos. No pude evitar preocuparme, sin embargo.

La chica hablaba de algo de un mal aterrizaje, de que había perdido un compañero y algo de una mascota. No entendí mucho más, pero tampoco me atrevía a preguntar. La verdad es que no quería interrumpir la conversación que mantenían ellos dos, pero la verdad es que nunca me había gustado ver a gente en problemas. Aún así, decidí esperar a un lado sin decir nada, simplemente escuchar y callar. Vi que Kvothe besaba a la chica. “Así que están juntos”. Ahora sí que me sentía una extraña, y noté que estaba de más.

“Me parece que si sigo al este podré llegar a Awinor”, me dije, recordando los libros que había leído en la biblioteca de mi casa. Si llegaba hasta allí podría ver el desierto, y era algo por lo que sentía una profunda curiosidad; pero no podía irme sin más. Suspiré e, intentando no sonar demasiado impertinente, dije:

-Siento molestar, pero veo que la chica no está bien. Decidme si puedo ayudar en algo.

Despues de mi combate en Kash-Tar llamé a un pájaro haai de la reserva.
Tras un largo tiempo volando, en mis recuerdos se mezclan la ciénaga, la llanura, el mar...
Cuando divisé gente en el suelo, ordené al haai que estuviera a poca distancia del suelo, y le dije que fuera a la reserva antes de saltar de él. Cuando aterricé, me puse a buscarlos, detesto la soledad.

Nada más aterrizar en el suelo oi unos ruidos, como de una conversación, así que me puse en marcha. Me planteé la idea de ir con mi cetro en la mano por precaución, pero si son amigos no les gustará la idea de un desconocido armado rondando por ahí.

Finalmente me los encontré. Eran dos chicos y alguien más, a quien no puedo reconocer. Pronto me acerco a ellos timidamente. Hola-les digo- Me llamo Nar. Poco a poco me muestro ante ellos ¡Oh, no! se escapa de mis labios al ver con detalle a la tercera persona. Estaba herida, en la pierna. Me acerqué inmediatamente a curarla con mi magia. Me pregunto por qué un gran archimago no habría ido a curarla antes, y un inexperto como yo se tenga que molestar en esto, pero las conversaciones para luego. ¿Puedo intentar curarla? pregunté. No tuve tiempo de oir la respuesta, y probé otra vez, esta vez mi magia llegó a fluir, aliviando el dolor.

Tras terminar me levanté del suelo y le pregunté a los acompañantes: Perdonenme, creo que estoy algo perdido, señores, ¿pueden indicarme donde estamos? ¿Hacia donde se dirigen? ¿Puedo ir con ustedes? Despues me fijo más en los tres viajeros y veo al pequeño zorro de tres colas blanco que va con el gran archimago.
Oh, un buen ejemplar de zorro.

Después de decir eso, llegaron dos personas más. Uno de ellos parecía conocer de algo a Aira, y estaba acompañado por un zorro muy extraño. El otro se preocupó por el estado de la chica y preguntó dónde estábamos. Suspiré y me volví a sentar donde estaba antes, mirándolos a todos con calma.

-¿Adónde se supone que vais? - pregunté, para saber si podía acompañarlos.

Estaba a punto de preguntar también qué ocurría, pero lo pensé mejor. Quería saber qué estaba sucediendo fuera del bosque en el que me encontraba, pero tal vez los demás no quisieran contármelo. Todos se comportaban de forma muy extraña. Parecía que Kvothe y el chico del zorro no se llevaban muy bien, así que me limité a abstenerme de hacer más comentarios. Entrelacé las manos y las puse sobre mis piernas, esperando que alguien dijera algo más, o que respondieran a mi pregunta. "Nunca te enteras de nada de lo que pasa, deberías estar pendiente" me dije a mí misma.

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