"Zero Knight Thirty"
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"Zero Knight Thirty"
Aquella mujer iba completamente de negro... aunque tan solo tenía 4 años, para cuando creciera ella solo sería una mancha borrosa en mi mente.
Estaba sentado, cruzado de piernas y con los brazos estirados, tocando la suave hierba que se movía mediante una brisa que trasladaba a los habitantes a una isla desierta... una isla en mitad del oceános, donde las gaviotas silbaban alrededor de las palmeras, donde cocos caídos a sus pies rodaban en busca de su destinatario... era una isla hermosa, con un sonido hermoso y una temperatura realmente agradable... por desgracia, a mí nunca me transportó tal "brisa".
Me levanté y de nuevo me puse el parche en el ojo, no estaba tuerto, tampoco tenía problema alguno en el ojo... pero sí que tenía algo que ocultar... algo que no era normal para algunos... aunque sin embargo era realmente común por una especie conocida en los libros de terror... aunque para mi edad solo era una moda pasajera, se me quitarái en cuanto pasaran unos días. La brisa de esa mañana calmaban los músculos de mi cuerpo, cerraban automáticamente mis ojos e intentaban llevarme a aquella agradable isla... aunque no lo conseguían.
Abrí los ojos y me levanté, ella ya no estaba, pero... ¿quién era ella en realidad? Me dijo que su nombre era Madeline... pero, a pesar de que su nombre fuera ese, tenía otras apariencias, cada vez que se me ocurría un nombre que decir, lo decía en voz alta, ella acudía a mí enseguida. Nunca confiaba en ella... pero Madeline pasaba de eso, su trabajo era cuidarme mientras mis padres no estaban, pero ya se fue... mi madre quedó embarazada de dos meses, para cuando Madeline se enteró marchó a cuidar de otros niños... mi madre ya no tenía que irse de casa, es más, embarazada era incapaz de ir a ningún sitio, el médico le repetía cada dos por tres que el traquetreo de los carros podía afectar negativamente en el parto. Por entonces no tenía ni idea de esa cosas, a mí solo me comunicaban que iba a tener una hermanita pequeña... a mí me daba exactamente igual lo que pasara siempre que mi madre estuviera a salvo. Siempre la protegía, por muy patético que resultara... y aún seguía de embarazo, aunque me dejaba salir al jardín, ella se quedaba tejiendo para Nissa en casa... sí, el nombre de mi hermana.
Estaba sentado, cruzado de piernas y con los brazos estirados, tocando la suave hierba que se movía mediante una brisa que trasladaba a los habitantes a una isla desierta... una isla en mitad del oceános, donde las gaviotas silbaban alrededor de las palmeras, donde cocos caídos a sus pies rodaban en busca de su destinatario... era una isla hermosa, con un sonido hermoso y una temperatura realmente agradable... por desgracia, a mí nunca me transportó tal "brisa".
Me levanté y de nuevo me puse el parche en el ojo, no estaba tuerto, tampoco tenía problema alguno en el ojo... pero sí que tenía algo que ocultar... algo que no era normal para algunos... aunque sin embargo era realmente común por una especie conocida en los libros de terror... aunque para mi edad solo era una moda pasajera, se me quitarái en cuanto pasaran unos días. La brisa de esa mañana calmaban los músculos de mi cuerpo, cerraban automáticamente mis ojos e intentaban llevarme a aquella agradable isla... aunque no lo conseguían.
Abrí los ojos y me levanté, ella ya no estaba, pero... ¿quién era ella en realidad? Me dijo que su nombre era Madeline... pero, a pesar de que su nombre fuera ese, tenía otras apariencias, cada vez que se me ocurría un nombre que decir, lo decía en voz alta, ella acudía a mí enseguida. Nunca confiaba en ella... pero Madeline pasaba de eso, su trabajo era cuidarme mientras mis padres no estaban, pero ya se fue... mi madre quedó embarazada de dos meses, para cuando Madeline se enteró marchó a cuidar de otros niños... mi madre ya no tenía que irse de casa, es más, embarazada era incapaz de ir a ningún sitio, el médico le repetía cada dos por tres que el traquetreo de los carros podía afectar negativamente en el parto. Por entonces no tenía ni idea de esa cosas, a mí solo me comunicaban que iba a tener una hermanita pequeña... a mí me daba exactamente igual lo que pasara siempre que mi madre estuviera a salvo. Siempre la protegía, por muy patético que resultara... y aún seguía de embarazo, aunque me dejaba salir al jardín, ella se quedaba tejiendo para Nissa en casa... sí, el nombre de mi hermana.
{...}
Me levanté y me limpié los pantalones con leves sacudidas en los muslos. Salí corriendo entonces, cuando vi unos pequeños nubarrones negros y y carros con el símbolo de los Szish acercándose a nuestra aldea, salí corriendo hacia la casa de mi madre, es decir, a nuestra casa. Mi padre se encontraab de viaje de negocios, trabajaba en una empresa de carros y en una parte, era traficante de caballos, ganaba lo justo para poder mantenernos a los tres, y llevaba un bar pequeño en el pueblo de al lado para cuidar a Nissa.
Un carro me paró casi enfrente de mi casa, dos carruajes se dirigían hacia la puerta de mi casa: "La puerta está echada con llave desde dentro..." recordé, auqnue no pude evitar preocuparme por las dos. De los dos carruajes salieron Szish con armaduras y escudos con las mismas insignias, con varias espadas, mazas, y variedades de armas con las que atacar.
Los Szish de las mazas empezaron a golpear la puerta, entonces salí en cuanto vi como derrumbaban la frágil, débil y mustia puerta de madera, un chillido alarmó mis oídos y salí corriendo hacia mi casa, pero unos de los Szish alzó su espada y me hizo una amplia pero poca profunda herida en el brazo, lo cual hizo que cayera al suelo.
Atacar a un niño de 4 años... aquellas razas no tenían piedad.
Me levanté y me limpié los pantalones con leves sacudidas en los muslos. Salí corriendo entonces, cuando vi unos pequeños nubarrones negros y y carros con el símbolo de los Szish acercándose a nuestra aldea, salí corriendo hacia la casa de mi madre, es decir, a nuestra casa. Mi padre se encontraab de viaje de negocios, trabajaba en una empresa de carros y en una parte, era traficante de caballos, ganaba lo justo para poder mantenernos a los tres, y llevaba un bar pequeño en el pueblo de al lado para cuidar a Nissa.
Un carro me paró casi enfrente de mi casa, dos carruajes se dirigían hacia la puerta de mi casa: "La puerta está echada con llave desde dentro..." recordé, auqnue no pude evitar preocuparme por las dos. De los dos carruajes salieron Szish con armaduras y escudos con las mismas insignias, con varias espadas, mazas, y variedades de armas con las que atacar.
Los Szish de las mazas empezaron a golpear la puerta, entonces salí en cuanto vi como derrumbaban la frágil, débil y mustia puerta de madera, un chillido alarmó mis oídos y salí corriendo hacia mi casa, pero unos de los Szish alzó su espada y me hizo una amplia pero poca profunda herida en el brazo, lo cual hizo que cayera al suelo.
Atacar a un niño de 4 años... aquellas razas no tenían piedad.
Maccius Maker- Nigromante
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Puntos : 543
Fecha de inscripción : 13/11/2011
Edad : 23
Localización : Umadhún
Datos
Su personaje es: Mestizo [humano, celeste]
Trabaja de: Archimago [magia etérea]
Pertenece a: O.P.N.I. [miembro nº 33]
Re: "Zero Knight Thirty"
Off: perdón por tardar
On:
Estaba nerviosa, hambrienta y cansada. Aquella era mi primera gran escapada de Namre. Tenía aún 6 años y había salido por mi propio pie del castillo que constituía mi vivienda, había atravesado la ciudad y había huido, tomando sumo cuidado para no ser descubierta. Me movía en busca del calor que proporcionaba el sur pues Idhún se encontraba en la estación fría y las bajas temperaturas provocaban en mi sensaciones que no eran de mi agrado.
Llevaba varias jornadas fuera de casa y me costaba acostumbrarme a dormir en el suelo en vez de en una cama y a recolectar frutos para poder alimentarme. Por aquellos días fue cuando decidí comenzar a instruirme en el arte de la caza de un modo voluntario y probablemente autodidacta.
A la sexta jornada fue cuando me topé con un grupo de hombres-serpiente armados que salieron de un carruaje y derribaron la puerta de una pequeña vivienda para, seguidamente atacar a un niño de unos cuatro años de edad que no suponía ninguna amenaza para ellos.
Ese acto de crueldad produjo en mi tal ataque de ira impulsiva que, casi inconscientemente de las consecuencias que acarrearía mi acción me oculté tras un seto bastante bajo y frondoso y, aprovechando que me hallaba en una zona alta les lancé piedras, más para atraer su atención que para otra cosa. La primera piedra cayó en el suelo, a los pies de uno de los hombres, pero la segunda le atinó en la cabeza a otro de ellos y, entonces todos alzaron la cabeza para mirar al lugar donde me encontraba.
Ahora tenía dos opciones: rezar por no ser descubierta o huir en una desenfrenada carrera contra aquellos que eran más rápidos y ágiles que yo.
On:
Estaba nerviosa, hambrienta y cansada. Aquella era mi primera gran escapada de Namre. Tenía aún 6 años y había salido por mi propio pie del castillo que constituía mi vivienda, había atravesado la ciudad y había huido, tomando sumo cuidado para no ser descubierta. Me movía en busca del calor que proporcionaba el sur pues Idhún se encontraba en la estación fría y las bajas temperaturas provocaban en mi sensaciones que no eran de mi agrado.
Llevaba varias jornadas fuera de casa y me costaba acostumbrarme a dormir en el suelo en vez de en una cama y a recolectar frutos para poder alimentarme. Por aquellos días fue cuando decidí comenzar a instruirme en el arte de la caza de un modo voluntario y probablemente autodidacta.
A la sexta jornada fue cuando me topé con un grupo de hombres-serpiente armados que salieron de un carruaje y derribaron la puerta de una pequeña vivienda para, seguidamente atacar a un niño de unos cuatro años de edad que no suponía ninguna amenaza para ellos.
Ese acto de crueldad produjo en mi tal ataque de ira impulsiva que, casi inconscientemente de las consecuencias que acarrearía mi acción me oculté tras un seto bastante bajo y frondoso y, aprovechando que me hallaba en una zona alta les lancé piedras, más para atraer su atención que para otra cosa. La primera piedra cayó en el suelo, a los pies de uno de los hombres, pero la segunda le atinó en la cabeza a otro de ellos y, entonces todos alzaron la cabeza para mirar al lugar donde me encontraba.
Ahora tenía dos opciones: rezar por no ser descubierta o huir en una desenfrenada carrera contra aquellos que eran más rápidos y ágiles que yo.
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