Tengo miedo de perderte y no encontrarte.

De haberte perdido ya.

O de no haberte tenido nunca.

Tengo miedo de tus ojos, de tus promesas calladas, de cada una de tus palabras. Me asustan tus movimientos, y me asustan aún más los míos cuando estás cerca. Levantar una mano para intentar rozar una brisa de verano parece llevar siglos y romperme los huesos. Dar un solo paso me mataría.

Tengo miedo de que huyas una vez más y yo me quede atrás; de caminar tanto tiempo con los ojos cerrados, confiando en ti, que cuando los abra ya no haya nada salvo el vacío.

¿Por qué confío, si tú me dijiste que no lo hiciera? ¿Por qué confío en un juramento que no has hecho y en las frases que no has pronunciado? ¿Por qué sigo pretendiendo hacer las maletas e irme a vivir a tu castillo de humo, como si ignorando que caeré a través de la bruma se hiciera menos cierto?

Tengo miedo de despertarme en cualquier momento.

¿Qué sentido tiene cantar si nadie, ni siquiera yo, puede oír la melodía?

¿Qué sentido tiene amar si nadie...

ni siquiera yo

lo sabrá jamás...?