Reencuentro.

Tras la charla con Kvothe en su castillo decidí pasar unos días en la ciudad para relajarme un poco. Me hospedé en un hostal no demasiado lujoso, pero que tenía lo necesario para recuperar fuerzas después de los largos viajes y las experiencias emocionantes que habían pasado en tan poco tiempo. Varios días había transcurrido ya desde el encuentro con Kvothe y había dedicado invertido mi tiempo en recordar los viejos tiempos en los que escaseaban las preocupaciones con mis padres magos o de la monótona ciudad de Venecia en Italia. Épocas en las que la mayor preocupación era qué iba a comer ese día.

Me levanto pego una ducha rápida aunque relajante y me dirijo a uno de los bares de la calle. Tomé asiento en la barra, entre un grupo de chicas semivaru que charlaban animadamente y otro de jóvenes feericos que no hacían más que susurrar mientras me miraban.

-¡Buenos días, señorita! ¿Qué desea tomar hoy?-me dijo el camarero, al que ya conocía hace varios días que además era el dueño del hostal en el que me hospedaba. Era un hombre mayor con el pelo cano y sonrisa grande.

-Un vaso de leche, por favor.

Mantuve la mirada distraída mientras bebía del vaso, aunque pude observar que todos los demás acompañantes del bar, que estaban bebiendo alcohol, me miraban como si fuera una extraña por beber leche caliente.

Todo el barullo se desintegró de pronto. Todas esas risas socarronas y esos comentarios burlescos y delirantes habían desaparecido, pero yo todo eso lo ignoré porque al instante volvieron otra vez a graznar como pájaros enjaulados.

Una voz muy familiar se asomó por mis oídos, que a pesar del barullo distinguí con total claridad. ¿...Sasha?. Entonces una caricia en mi pelo respondió a mi pregunta. Me giré despacio siguiendo el recorrido de sus palabras y no pude evitar abrazar con todas mis fuerzas a aquel shek al que tanto había extrañado.
Después recordé que no me despedí de él cuando me fui y me separé de él.

- Sasha, siento no despedirme de ti en la torre... pero tenía algo de prisa y tú... estabas ocupado con... - me mordí el labio e hice una pausa para recordar el nombre- Sharei.

Bebí el resto de leche que quedaba en mi vaso de un trago y puse mi mano en su brazo con suavidad.

-Bueno y... ¿tú cómo estás? ¿Qué has hecho en todo este tiempo?-mis ojos brillaban de nuevo de alegría. Estar tantos días solas me marchitaba. Apoyé de nuevo el codo en la barra y me sujeté la cara por la barbilla con la mano escuchando atentamente sus palabras.

Off: siento el retraso, es que estoy malo con 39 de fiebre y no salgo de la cama...

Abracé a Cel con cariño y escuché sus disculpas, si era verdad que no se había despedido. Pero a mi no me importaba demasiado que no lo hiciera.

-Cel, no te disculpes, se que tuviste que ir lejos, para encontrarte con el nigromante Lurr. Y tambien con Kvothe, mi gran rival en este momento. Solo me conformo con que no te hayan hecho nada.

No habia podido evitar leerla la mente durante unos leves segundos, pero necesitaba saber a donde habia ido, con quien se habia encontrado y que no la hubieran hecho nada.
Después bebí un sorbo del vaso de agua y después miré a nuestro alrededor, suspiré y volví a mirar a Cel.

-No he ido a ningun sitio en especial, solamente he ido a Awinor y a Kash-Tar... pero esto ultimo a sido lo mejor, porque me he cargado a un Swanit yo solo.

Sonreí dulcemente al notar que me había leído la mente. Era tan tierno que se preocupara por mí, aunque solo fuera por el hecho de ser su "cuñada" o algo parecido y aunque ni siquiera lo demostrara tanto como me gustaría.
Adopté una postura más erguida frente a él para hablar con más comodidad.

-Sí... he conocido más a fondo al nigromante y lo cierto es que parece... distinto a cómo parecía ser. Me ha tratado muy amablemente a pesar de la imagen que daba. De hecho se ofreció acompañarme a hablar con Kvothe para que no fuera sola.

Miré un momento en dirección a la puerta, que produjo un leve chirrido y dejó ver a un grupo de tres semibárbaros jóvenes que se hacían de notar con su voz grave cuando hablaban entre ellos, pero la noticia de Sasha me condujo de nuevo a la conversación.

-¿Un Swanit tú solo? -me tapé los labios con la mano a causa de la sorpresa- Estás mal de la cabeza... ¿cómo se te ocurre?

Puse los ojos en blanco y suspiré. "Desde luego nunca aprenderá..." pensé sonriendo para mis adentros. Era probable que me hubiera leído la mente de nuevo, pero era algo que ya no me preocupaba si venía de él. Dejé unas monedas sobre la barra para pagar al camarero y cogí de la mano a Sasha sin consultarlo y de camino a mi habitación del hostal le di una explicación.

-Ahora mismo vamos a verte esas heridas, porque seguro que las tienes. Además, deberías descansar. Estarás cansadísimo... -lo miré un momento y le dije sonriente- Ahora me toca cuidarte a ti.

Después llegamos a mi pequeña habitación, donde lo invité a acomodarse en la cama y busqué los instrumentos necesarios para curarlo.

Llegué de nuevo a la habitación cargada de cremas, ungüentos vendajes y demás, pero mis ojos se abrieron de par en par al escuchar la historia de Sasha, que me preocupó aún más e hizo que me diera más prisa por curarlo.
Después vi como Sasha se reía, asique le lancé una mirada asesina y dejando las cosas en un lado, me lancé a la cama y lo empujé hasta tumbarlo totalmente en la cama "idiota... ¡no juegues con mis sentimientos...!" le dije.
Recuperé la compostura y me levanté para coger de nuevo las cosas y me puse en marcha. Primero desinfecté las heridas, lo cual tenía pinta de escocer un poco.

-Pues yo... ahora soy maga. De camino hacia donde conocí a Lurr pasé por Alis Lithban y encontré un precioso unicornio negro por casualidad, que me dotó del Don de la magia... Más tarde pasé por la torre de Derbhad y me enseñaron a explotar un poco mi poder. Ahora soy maga telúrica.

Una de las heridas de la piertna tenía una pinta horrible y al parecer se tenía que coser. Salí de nuevo de la habitación y busqué una aguja e hilo y después de echar un calmante en ella para que no doliera tanto comencé a coserla.
La operación duró poco porque traté de darme toda la prisa posible para que doliera lo menos posible pero finalmente se quedó bien. Tras la operación la vendé como todas las demás y le acaricié el pelo con consuelo.

Me tumbé en la cama a su lado y tras un rato de silencio lo miré con preocupación.

- Sabes que una guerra se aproxima, ¿verdad? -me giré para ver si su cara me decía algo- ¿...estarás bien?-es todo lo que le pude decir. Después una máscara de seriedad con pinceladas de amargura tiñeron mi rostro.

Era bastante dura su respuesta, pero también era cierta. En las guerras realmente no ganaba ni un bando ni otro, puesto que ambos perdían gente, únicamente ganaban unas pocas personas que eran las que habían mandado el ejército o habían provocado la guerra, aquellas que normalmente ni siquiera se ensuciaban las manos de sangre en la guerra, después de haber provocado tantas muertes porque casi nunca entraban directamente en ella siquiera.
Y una vez ganada, únicamente pensaban en qué territorios iban a ganar o qué cantidad de dinero, soldados o mujeres sin nombre, únicamente ganado para ellos. Eso era lo peor de todo... el poco valor que tenía una vida a veces en una de esas batallas.

Después de mi reflexión, volví de nuevo en mí, en mi situación y en mi contexto y sonreí de la mejor manera pude a Sasha.

-Bueno, haré lo que pueda- dije, intentando endulzar mi respuesta con una broma.

Le acaricié el pelo, cosa que siempre había querido hacer porque daba la sensación de ser muy suave y así era. Me aterraba la idea de perder a mis seres queridos y Sasha se había ganado con creces ser uno de ellos. Mi cariño hacia él había ido creciendo a pasos de gigante en muy poco tiempo y cómo no, me preocupaba la idea de perderlo aunque que él era un espíritu libre y sin complicaciones ni miedo a nada así que trataba de no meterme mucho en todo eso. Después me senté muy cerca mirándolo a los ojos pero muy seria. Tenía que decírselo.

-He escogido un bando, Sasha... y ese bando es el de Kvothe - mi voz sonó casi temblorosa puesto que no sabía cómo iba a reaccionar y me causaba pavor tener que ver a Sasha en el bando totalmente opuesto. Miré hacia abajo y mi pelo tapó completamente mi cara- Creo que mereces saberlo...

El sentimiento de culpabilidad afloró por todas mis terminaciones nerviosas y desembocó en una amarga lágrima que se deslizó por mi cara oculta y cayó en las sábanas en forma de gota. Miré cómo apretaba el puño y con indecisión le cogí la mano dejando a la vez ver mi rostro de nuevo.

-Lo siento, Sasha, sé que estás decepcionado pero... él también me salvó la vida una vez.-Le giré la cara con la otra mano en mi dirección de nuevo- Se lo debo, ¿sabes? Yo nunca olvido las cosas que hacen por mí.

Desee que captara el doble sentido de la última frase. Lo abracé fuerte como si no lo fuera a ver nunca más.
Entonces un estruendo se escuchó en la calle y unas gotitas transparentes comenzaron a entrar por las ventanas. Me levanté y me dirigí a la mirada, pensativa. Había tormenta.
Me lo tomé como un mal augurio de lo que se acercaba.