Sonido de nuevos pasos...

Estaba siendo un día... curioso. Curioso, como poco.
-...la pena, Olly. ¡Más te vale darte por vencido! -mis palabras entraron cortadas al interior de la casa, bañadas con una risa clara. Me despedí de los chicos con unos puñetazos bromistas y cerré la pesada puerta con cierto esfuerzo. Mis músculos cansados y mi piel tostada agradecieron el frescor que guardaban las paredes de piedra. Era una casa antigua y grande, aunque partes de ella se habían tapiado y vendido. Lo que en la antiguedad había sido una mansión había terminado convirtiéndose en todo un pequeño barrio.
-Has vuelto pronto.
Me giré de golpe a las escaleras. Mi madre siempre había sabido ser silenciosa como un gato. Nunca la oía acercarse, y ella casi parecía disfrutar sobresaltándome. Casi diecinueve años, y ella no dejaba de resultarme sorprendente, como si nunca hubiera llegado a conocerla.
Le dediqué una sonrisa y corrí hacia ella, saltando a abrazarla. Ella se rió, revolviéndome el pelo, pero yo sabía que seguía débil. Parecía una avecilla de cristal entre mis brazos.
-Te vas hoy.
No le respondí. No hacía falta. Los viejos tapices, los muebles heredados y las alfombras desteñidas de la casa nos observaban en silencio. El amplio salón estaba tan vacío como siempre, en la fresca sombra de la tarde con las ventanas cubiertas con las cortinas tejidas por mi abuela.
-No es como si me fuera para siempre -dije al fin-. Volveré con la espada de la familia, y con el Acuerdo. Volveré con la verdad.
-Tu padre nunca llegó a empuñar a Arena... Lamentó su pérdida desde que supo de la historia de tus antepasados...
-Él no necesitaba una vieja espada para ser quien era.
Ambos habíamos perdido la alegría y nuestras voces sonaban ensombrecidas por los recuerdos. Mi madre me apretó la mano que sostenía entre las suyas y me besó en la frente. Hacía años que ya era más alto que ella.
-Tu padre también dijo que volvería, Eddard. Recuerda que tu vida vale más que cualquier otra cosa. Yo te estaré esperando.

Apenas una hora después, había hecho un hatillo con lo poco que me llevaría a mi extraño viaje. Supe que no sería capaz de despedirme y salí por la ventana del segundo piso, encaramándome al tejado con habilidad. Lo que no esperaba era encontrarme a alguien allí...

Había decidido por fín emprender aventuras más allá de la densidad de los bosques, perdida en las sombras de la maleza durante tantos años y conociendo Idhún únicamente por lo que he ido aprendiendo de él. Me conozco cada parte, cada planta, cada raza a la perfección pero siempre todo desde la lejanía hasta ahora.
Armada con suficiente provisión decido emprender mi viaje hasta donde me lleve el destino. Atravieso El Paso y tras un par de días llego hasta Kash-Tar y allí comienzo a notar cómo el aire pesado y seco me dificulta respirar.
La visita a la ciudad me perjudicaba y beneficiaba a la vez. Estaba tan asombrada por cada cosa que encontraba y la comparaba con las que había oído. En el mercado gracias a mi encanto feerico me resultó fácil escapar de la guardia cuando me sorprendió robando plantas y frutas que comer.
Después pasee por el lugar en busca de nuevas recompensas visuales y ¿por qué no? también materiales hasta que se me hizo difícil caminar sin que me faltara el aire y deambulé por la zona en busca de una zona tranquila y fresca en la que respirar mejor.

[...]

Horas más tarde me encuentro sentada sobre uno de los tejados de la ciudad, descansando y tratando de recuperar fuerzas, hasta que me encuentro de bruces con un desconocido. Alarmada, me levanto de golpe viendose únicamente mi silueta en la oscuridad.

-¿Quién eres tú?- le digo con voz decidida y atractiva a la vez que arqueo una ceja.

Fuera quien fuera, la inesperada silueta se levantó de golpe. Sobresaltado, salté hacia atrás y uno de mis pies encontró aire en lugar de la solidez del tejado. De alguna forma, por suerte, pero también por la habilidad instintiva que me caracterizaba desde pequeño, conseguí girar el cuerpo mientras caía hacia atrás, cambiar el peso del tronco y agarrarme al borde del tejado con una mano.

"¡AU!" conseguí ahogar el grito, no quería alarmar a mi madre ahora que había conseguido marcharme, pero el dolor del brazo hizo que se me saltaran las lágrimas.
De improviso recuerdo que el desconocido... o más bien la desconocida, me ha preguntado mi nombre. Su voz resulta increíblemente suave, como hecha de terciopelo, pero también es fuerte.

-¡Cadenas! -consigo responder mientras me agarro con ambas manos e intento sin éxito volver al tejado- ¡Bueno, en realidad me llamo Eddard, pero... soy Cadenas!

Veo que se asoma por el borde del tejado para mirarme, y distingo a duras penas a una hermosa joven feérica. Las placas de arcilla están sueltas y no consigo agarrarme a nada sólido para auparme. La miro con cierta desesperación.

-Esto... ¿podrías ayudarme a subir, por favor?
Me pregunto si será bastante fuerte como para poder conmigo...

Observé al instruso mientras me acercaba poco a poco y ví cómo tambaleaba hasta caer. Al principio pensaba que se había caído del todo, hasta que lo oí casi gritar su nombre.
Entonces me acerqué a él, poniéndome en cuclillas y mirándolo desde arriba. Aún no me fiaba del todo de ayudarle. "Es un yan, y los yan son todos bárbaros y brutos. Además, son adoradores del fuego" eso es lo único que había aprendido de los yan además de reconocerlos, y era posible que en cuanto me descuidase me atacara con alguna especie de daga o espada.

-Eddar, ¿eh? ... Te llamaré así si no te importa. Es más bonito que Cadenas, que suena un poco...-yan, pensé, pero no me pareció educado decirlo, asique lo deseché- tosco. -le sonreí mostrando una hilera de dientes blanquísimos.

Me pidió que lo ayudara y después de pensármelo durante unos momentos accedí. Agarrándolo suavemente del brazo con las mías, hice fuerza hasta tirar de él pero una vez subió el peso de su cuerpo me hizo tambalear aunque pude controlar mi cuerpo. Después de eso, con la respiración agitada me paré a observarlo detenidamente. Era un yan, pero un yan bastante atractivo. Su cuerpo parecía fuerte y voluminoso, y su rostro, viril pero con un toque desenfadado.

-Yo soy Hiedra y vengo desde los bosques de Derbhad. ¿Ibas a alguna parte antes de encontrarme?

-Parece que las cosas... están cambiando -dije por fin, girándome hacia ella. Desde el tejado, ambos habíamos sido testigos, asombrados y horrorizados, de lo ocurrido. La luz misteriosa y mágica de la conjunción bañaba toda la ciudad, haciéndola parecer muy distinta a como era hace apenas unos minutos.

Me levanté con cierto esfuerzo, dándome cuenta de que me había hecho daño en una pierna al estar a punto de caer del tejado. Hice un gesto de dolor, pero le quité importancia con la mano, indicándole que no se preocupara por aquello.

-Es una señal, Hiedra... -dije, desviando la mirada de nuevo hacia los astros- Tengo que hacer algo... encontrar aquello que haya que encontrar, formar parte de lo que sea que esté ocurriendo. Hoy he sabido que era el momento de irme, pero no sabía cuánto de razón había en ese pensamiento... ¡Ahora lo veo!

Terminé de hablar con una sonrisa y una risa corta. Le tendí una mano en gesto familiar, pero cordial. La mirada que le dirigí era honesta.

-Te estoy muy agradecido... por ayudarme. Si los Seis han cruzado nuestros caminos hoy... ¿querrás acompañarme a donde quiera que tenga que ir para descubrir qué ocurre?

Y, sin más, esperé a que respondiera...

De improviso, el cielo se oscurece... Todos miran al cielo a vuestro alrededor; un fuerte vendaval se levanta y pretende acabar con todo lo que pisa Idhún. La tierra comienza a temblar con el rugido sordo de un monstruo, como si la tierra se quebrase a sus pies; los árboles susurran inquietos como si creciesen por momentos... Las hogueras trepan y escapan de las chimeneas como si tuvieran vida propia, y una tormenta imparable se cierne sobre todo Idhún llenándolo de agua... Como si algo oscuro serpenteara entre las sombras, la luz cambia y se retuerce entre las miradas atónitas de todos cuantos os rodean. Algo está cambiando... Algo ha cambiado... Como si algo oscuro serpenteara entre las sombras, la luz cambia y se retuerce entre las miradas atónitas de todos cuantos os rodean. Y entonces, un grito vuelve a levantar las miradas al cielo, y puedes ver, con el corazón en la mano... cómo las lunas se elevan del horizonte, y los astros de los Dioses se unen para marcar el cielo en señal de la Nueva Era...

TEMA CERRADO POR LA TRAMA

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