Rol Memorias de Idhún
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Las garras de la soberbia

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02032013

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Las garras de la soberbia Empty Las garras de la soberbia




Esta es una pequeña historia que he escrito esta misma tarde, espero que os guste.

Las Garras De La Soberbia

Hace mucho, mucho tiempo, en un reino olvidado, vivía una reina, una reina bella y bondadosa como un ángel, había reinado desde los dieciséis años de forma justa y benévola. Todos los aldeanos amaban a su reina, y todos los años celebraban una fiesta en honor a ella.
Todo era perfecto, excepto por una cosa. La reina tenía una salud muy frágil, se ponía enferma muy a menudo, y varias veces estuvo a punto de marcharse de este mundo, pero gracias a la bondad de los aldeanos que se ofrecían a buscar las plantas que necesitaban los médicos de la reina, esta pudo sobrevivir y seguir reinando agradecida a sus súbditos.

Un día, el día de la fiesta que se hacía en honor a la reina, esta salió al balcón de su palacio a hacer un anuncio importante. Todo el pueblo estaba reunido a las puertas del palacio esperando ansiosos el anuncio de su tan querida reina.
Su paciencia se vio recompensada con la noticia más grande que el reino había tenido en todos los años de su reinado.
Y es que su amada reina estaba embarazada, todo el pueblo estallo en gritos de júbilo al recibir la noticia, ya que una nueva generación, gobernaría el reino y habiendo sido la reina tan bondadosa con ellos, sus súbditos no dudaban en que su hijo o hija fueran igual e incluso mejor que su madre.

Nueve meses después de la fiesta, la reina se puso de parto. Todo el reino estuvo en vilo aquel día, ya que conociendo la frágil salud de su majestad temían por que muriera durante el parto, pero no fue así, la reina sobrevivió, y dio a luz a una preciosa niña de dorados cabellos a la que llamaron Alexandra, pero cuando parecía que nada podría ser mejor, la reina comenzó a sentir los dolores del parto otra vez, eran gemelos, la reina había tenido gemelos idénticos, como dos gotas de agua, cuando el pueblo recibió la noticia se celebró una gran fiesta, estuvieron varios días de celebraciones, ya que las cosechas del año habían sido excepcionales.

Al hermano de la pequeña princesa se le llamó Daniel, los dos niños crecieron felices siendo educados por su madre, pero tanto júbilo y felicidad . . . No duraron mucho, ya que la reina comenzó a enfermar. Lenta e imparablemente la enfermedad que la atormentaba iba ganando terreno en su cuerpo, pero a ella no le importaba lo más mínimo su enfermedad, a ella lo que le importaba eran sus hijos, ya que la pequeña Alexandra había nacido antes y sería ella la que eredase el trono, pero a Daniel, por haber nacido después lo enviarían a una ciudad lejana a que estudiase para que se convirtiese en una persona importante, ya que al ser el segundo no le tocaba ningún privilegio real, y es que la reina veía en ellos algo especial, en los cinco años que habían estado juntos, Alexandra y Daniel no habían dormido una noche separados, ni cuando eran bebés, ni cuando ya habían crecido más, tampoco habían peleado una sola vez, eran completamente complementarios, y la reina sabía que como les separase ninguno de los dos viviría feliz.
A sí que, la enferma reina modifico leyes y cambio estatutos para poder hacer que sus amados hijos pudieran estar juntos para siempre, pero cuando ya no quedaba nada para hacer que la ley real cambiase y que Daniel heredase los suficientes privilegios reales para poder estar al lado de su hermana, la reina murió, el cruel destino se la llevo cuando Alexandra y Daniel no tenían más que seis años, pero como si eso no fuera lo suficiente para los niños, ese mismo día el hermano de la reina se llevó a Daniel a que estudiase en la ciudad vecina, y la hermana de la reían se quedo con Alexandra para enseñarla como reinar de manera totalmente opuesta como le hubiera enseñado su madre, ya que su hermana nunca estuvo de acuerdo con la reina, y varias veces intentó de envenenarla, pero ahora podría reinar como quisiera, a través de su sobrina.


El tiempo paso, las estaciones cambiaron y los niños crecieron, la pobre Alexandra se transformó en la tirana del reino, por culpa de las enseñanzas de su tía, la dulce y amable niña se transformo en una joven de veinte años bella como un angel, de hermosos cabellos rubios y bellos ojos verdes, pero se volvió caprichosa, mal criada, vengativa e indómita. Un día hubo un conflicto con una ciudad vecina, y llego a los oídos de la reina que aquella ciudad planeaba levantarse contra su reinado, rumor que era falso. La caprichosa reina decidió atacar aquella ciudad.

El ataque fue rápido y letal, lo cual no conlleva a que fuera poco sangriento, cosa que fue con creces, los despiadados caballeros del reino mataron a mucha gente, he hicieron prisioneros a gran parte de los estudiosos de aquella ciudad, incluido a un joven de veinte años de ojos verdes y hermoso pelo rubio.

Un día la caprichosa reían Alexandra pidió que le trajeran una nuevo sirviente, ya que había mandado ejecutar al último por un supuesto intento de asesinato hacia su figura, a la reina se le antojó que uno de los recién encarcelados fuera su sirviente, ya que los estudiosos solían tener los modales apropiados, fue lo que alego la reina. Fue ella misma la que bajo a las mazmorras y escogió al azar a un muchacho rubio que allí había. Cuando los guardas limpiaron al preso y le dieron las ropas apropiadas para presentarse ante la reían lo llevaron a una sala donde había unas preciosas vidrieras al los lados de una gran pasillo que desembocara en una enorme estancia donde se encontraba el trono de la reina, el caballero que acompañaba al joven le hizo arrodillares ante su reina, esta le preguntó su nombre al que iba a ser su sirviente, el se lo pensó un momento, había tenido muchos nombres, al ingresar en aquella academia le había otorgado el nombre de Alexander, y luego entre sus amigos de allí le llamaban Alex, pero de los pocos recuerdos que le quedaban de antes de entrar en la escuela aun conservaba dos imágenes grabadas en la cabeza, la primera era la cara de su hermana, la cual no había olvidado en catorce años, y la otra era el recuerdo de su verdadero nombre. -Daniel, me llamo Daniel- contesto el.
Aquel nombre voló como una fecha y se clavó en el corazón de la reina haciendo que se abrieran heridas aún sin cicatrizar y que le volviera a la mente el recuerdo de su hermano, un niño de profundos ojos verdes y bellos cabellos rubios. La reina se levantó del trono y se acercó al muchacho el cual seguía arrodillado -Levántate- Dijo ella, el muchacho obedeció y se puso de pie, los dos eran de igual estatura, pero eso no era lo único en lo que se parecían, tenían la misma nariz, el mismo pelo y los mismos ojos, y fue al cruzar sus miradas cuando ocurrió el milagro, aquel lazo que los había unido de niños se volvió a tejer entre ellos, se reconocieron, a los ojos de la reina afloraron enormes lágrimas y a los ojos de el también, y en un impulse desenfrenado los dos se abrazaron cayendo al suelo, llorando de felicidad.

Fue así como la reina recupero a su hermano perdido y como el pequeño príncipe que había sido separado de su hermana podía volver a abrazarla, y así paso el tiempo, la joven reina volvió a ser feliz y el joven sirviente volvió a tener un motivo por el que sonreír, todo parecía perfecto, pero había una gran problema. Y es que la huella del mal se había apoderado de Alexandra y su envidia, egoísmo y soberbia no cesaban ni aún que su hermano estuviera a su lado, y eso era malo para el pueblo, el cual se revelaba más y más veces contra la reina.

Un día Daniel salió al la calle a hacer unos recados para la reina, el seguía siendo su sirviente ya que si se descubría que el era su hermano le volverían a enviar a la ciudad a estudiar, pero el quería tanto a su hermana que soportaba todas sus envidias y maldades, sólo para poder estar junto a ella. aquel día había salido a recoger uno de los nuevos vestidos de su hermana, y de repente una ráfaga de viento le arranco de la cabeza un gorro que llevaba puesto, el gorro fue a parar a los pies de una bella dama alta y delgada como un hada, de piel pálida como la nieve, pelo negro como la noche y ojos grises como las nubes de tormenta, la dama recogió el gorro y se lo devolvió a Daniel, en cuanto el se fijó más en ella y en cuanto miro sus bellos ojos grises callo rendido de amor, el tiempo pareció congelares mientras hablaba con ella, se pasó tres horas hablando con la dama cuyo nombre era Alicia, cuando se quiso dar cuenta ya era muy tarde y seguía con el vestido de su hermana, rápidamente se despidió de Alicia y volvio corriendo hacia el castillo. Alexandra se enfado mucho con el, pero se le paso el enfado rápido, ya que su hermano era la única persona con la cual no podía enfadarse.

Pasaron los meses y Daniel siguió viendose con Alicia, toda parecía perfecto y Daniel se enamoraba cada día más de aquella dama, hasta que una día que había quedado con ella en la fuente de la plaza, Daniel se encontró con que Alicia estaba abrazando a un joven algo más alto que el, fuerte, de pelo castaño que le llegaba por los hombros y ojos negros como la noche, Alicia se lo presento como Gabriel ,su prometido que había marchado a la guerra tiempo atrás y que había vuelto aquel mismo día, en ese momento el corazón de Daniel se partió en dos, pero por fuera sonreía y parecía que se alegraba de que Alicia hubiera encontrado a su amor, en cuanto se despidió de ellos Daniel corrió al palacio y se encerró en su habitación, lloro durante horas y horas. Cuando por fin consiguió calmarse salió de su habitación y de dirigió a la de su hermana, llevaba todo el día sin verla, cuando entró la encontró sentada en su cama llorando sobre un medallón, cuando Daniel se acercó se dio cuenta de que el medallón contenía una imagen de el joven que había visto antes, el prometido de Alicia, y las lágrimas volvieron a los ojos verdes de el. Cuando sur hermana se volvió le miró con mirada sería y le dijo -Necesito que te deshagas de alguien hermano- y le tendió un papel doblado en cuatro partes, cuando Daniel lo desdoblo el corazón se le paró en el pecho ya que aquel papel contenía la foto de Alicia, Daniel miró a su hermana con la cara desencajada, ella le mostró el medallón -Llevo enamorada años de este joven, y ahora descubro que esta prometido, con esa campesina asquerosa, no pienso dejar que se interponga en mi camino- Alexandra se levantó de la cama y le puso a Daniel una daga dorada en la mano. El pobre Daniel se pasó todo el día intentado hacer entrar en razón a su hermana, pero no lo consiguió . . .

Al día siguiente Alicia se dirigía feliz hacia el pozo que había a la entrada bosque para recoger agua, estaba feliz observando la alianza que su prometido la había regalado en señal de matrimonio, su boda sería pronto y a ella le hacía mucha ilusión la idea de ser la esposa de el amor de su vida.
Al llegar al pozo anudo el cubo que llevaba a una cuerda para poder coger el agua. En ese momento una sombra se alzó detrás de ella, la sombra se quitó la capucha que llevaba dejando al descubierto su pelo rubio recogido en una pequeña coleta y sus ojos verdes, cuando Alicia se dio la vuelta reconoció al muchacho y sonrió, pero cuando miró en sus ojos y vio la gran sombra de tristeza y dolor que los cubría se dio cuenta de que algo no marchaba bien, el joven saco una daga y la desenfundo, Alicia miró al joven, sus ojos preguntaban un gran ¿por qué? Una pregunta que se vio contestada con los ojos del joven que expresaban la tristeza más grande del mundo, con un rápido movimiento el joven clavo la daga en el pecho de Alicia mientras la abrazaba y se le escapaban las lágrimas más tristes que jamás había llorado, y con su último aliento Alicia le susurró al joven al oído -No te culpo y te perdono-

El cuerpo inerte de la joven callo en los brazos de Daniel, el la miro con amor, tristeza y lágrimas en los ojos, después la coloco suavemente en el suelo contra al pared del pozo, el cadáver de la joven parecía en paz y sonreía, Daniel la miro un momento y luego se volvió a poner la capucha para desaparecer completamente entre las sombras.

Gabriel caminaba feliz por las calles de la ciudad, se iba a casar y eso le producía una enorme sensación de felicidad, llevaba un gran ramo de rosas blancas y se dirigía a casa de su prometida. Llamo con los nudillos a la puerta, una, dos y tres veces, a la cuarta vez ya estaba extrañado, ya que no era normal que Alicia se retrasara tanto en abrir la puerta. Una punzada de dolor se clavó en su corazón, algo le había pasado a Alicia, Gabriel abrió la puerta y entro en la casa corriendo. al ver que no estaba dentro salió al jardín y se dirigió al pozo, allí encontró el cadáver de su amada. cuando al vio callo de rodillas al suelo llorando, se acercó al cuerpo sin vida de su amada y la abrazo can la esperanza de que volviera a la vida en cualquier momento. En ese instante, uno de los brazos que estaba en el regazo de Alicia se deslizó hasta el suelo, Gabriel siguió el brazo con la mirada. La pálida mano de su amada apuntaba a un objeto que lanzaba reflejos dorados que estaba tirado en el suelo. Gabriel alargo el brazo y cogió aquel objeto que resulto ser una funda de oro perteneciente a una daga, la filigrana grabada en la superficie de la funda mostraba un ovalo rodeado de volutas de humo. Gabriel reconoció el grabado al instante, era el emblema real.

Al día siguiente un gran número de personas estaban reunidas en el cementerio a las afueras del reino. Todos estaban reunidos para enterrar a la pobre Alicia. Gabriel se había gastado mucho dinero en comprar un ángel de piedra negra que adornara la tumba de su amada. A los pies del ángel se podía apreciar una grabación en oro "Victimae Superbiae" Víctima de la Soberbia. Entre el público se encontraba la familia de Alicia y unos cuantos de sus conocidos que dieron el pésame a la familia y a Gabriel a tiempo que se marchaban. Al final solo quedaron tres personas en el cementerio, dos encapuchados y el propio Gabriel. El más alto de los encapuchados se acerco a Gabriel, este le miró y esbozo una sonrisa calmada -Jamás me había importado esta absurda rebelión contra la reina. Jamás hasta ahora- Dijo Gabriel. El encapuchado le miro aún con el rostro oculto bajo la capucha - ¿Entonces te unirás a mi?- dijo aquella misteriosa persona con una voz femenina y apagada. Gabriel se giró para mirarle -Quítate la capucha- Dijo el con voz cansada. El encapuchado obedeció dejando al descubierto un rostro anguloso y bello con una afilada barbilla, ojos marrones y un pelo castaño, corto y lacio. -Has salido a tu madre- sentenció Gabriel con una sonrisa apagada -Mientras que Alicia se parecía más a vuestro padre- Afirmo Gabriel mirando hacia la tumba de su amada muerta - continuo hablando mientras la tristeza iba ganando terreno en su voz.
-Mi hermana siempre fue el vivo reflejo de mi padre- afirmo la joven con un notable tono de tristeza en la voz - Entonces ¿te unirás a nosotros?- volví a preguntar la hermana mayor de Alicia.
Gabriel la miro a los ojos con ira contenida en ellos -No lo dudes Adriana, no lo dudes- dijo Gabriel estrechándole la mano a su nueva aliada.
-Bienvenido a La Resistencia, vallamos a un sitio más seguro para hablar y te contare los detalles de nuestro plan- dijo la joven mi entras caminaban hacia la salida del cementerio -Esta vez la reina no tendrá nada que hacer, y la haremos pagar por todos sus crímenes- dijo Adriana con rabia contenida en la voz. -Eso tenlo por seguro- Contesto Gabriel.

Cuando Gabriel y Adriana no eran más que dos siluetas en el camino hacia la ciudad, una sombra salió de entré las tumbas y se quedo parada en medio del cementerio, unos brillantes y verdes ojos centelleaban bajo la capucha "E de avisar a Alexandra" la figura encapuchada se arrodilló ante la tumba de Alicia y depósito un rosa blanca sobre la tumba, a continuación, el encapuchado salió corriendo hacia el bosque donde había un pasillo secreto que conducía directamente al castillo.

Alexandra estaba asomada a la ventana de su habitación, observando como sus guerreros combatían a las fuerzas rebeldes. En aquel momento, Daniel entró como un huracán en la habitación de su hermana, estaba cubierto de sudor y jadeaba, con la prisa se había perdido en los intrincados túneles subterráneos que existían bajo la ciudad. Alexandra se sobresaltó cuando su hermano irrumpió en su habitación, pero al instante le dedicó una radiante sonrisa -Estaba observando como los patéticos campesinos intentaba hacerse con el castillo, otra vez. Cuando aprenderán que no pueden contra mis guardias- dijo Alexandra soltando una risita de superioridad. Daniel corrió hacia ella y la agarro de la muñeca -Tenemos que irnos ya- Sentencio el muy nervioso -Esta vez van a entrar en el castillo y no podrás hacer nada- dijo aun muy alarmado. -Pero que dices, esto es sólo una pequeña revuelta- dijo ella frunciendo el ceño -Esto no es una simple revuelta . . .- En aquel momento un ensordecedor ruido inundo el castillo, los guardias se habían unido a los rebeldes y habían abierto la puerta del castillo -Es una revolución- Daniel término la frase tarde, en pocos minutos los rebeldes entrarían en palacio y capturarían a Alexandra. La mente de Daniel era un hervidero de ideas fallidas de escape, no se le ocurría nada para salvarles a los dos. Desesperado, Daniel miró a su hermana y contemplo la mueca de miedo más horrible que le había visto expresar en la vida. Una fugaz idea cruzo la mente del muchacho.
Daniel abrazó a su hermana -Has hecho cosas malas, pero aún te queda mucho por vivir, sin embargo yo morí el día que me mandaste asesinar al amor de mi vida-

Momentos después los rebeldes entraron en la sala del trono. Había sido un asedio de lo más fácil, ya que al tener al capitán de la guardia en sus filas, había sido fácil poner a los guardias de su parte, lo que había pasado en la entrada, no había sido más que un poco de teatro para que la reina no sospechara y huyera. Cuando los rebeldes entraron en la sala del trono, allí, alzándose con orgullo y soberbia se encontraba una muchacha de pelo rubio y ojos verdes, ataviada con un vestido dorado y negro, sonreía con superioridad. -Ahora, reina Alexandra, pagarás por todos tus crímenes contra el pueblo- Sentenció Daniela que estaba en primera fila junto con Gabriel apuntando con su espada a la muchacha. -¿Es que he echo algo malo?- pregunto ella con aire divertido. Inundado de ira, Gabriel arremetió contra la joven, clavándole la espada en el pecho y atravesándola de parte a parte. La joven callo al suelo con la espada aún clavada en el pecho. La sangre, roja como el carmín, comenzó a teñir el vestido de la joven. Con el último aliento de vida que le quedaba, la muchacha pudo susurrar sus últimas palabras que fueron ahogadas por los vítores de alegría de los campesinos -Huye, hermana mía, no llores por mi, te estaré esperando el día en que llegue tu hora- Con estas últimas palabras la vida se le escapó de entre las manos a la joven.
Todos estaban celebrando la muerte de su tirana reina cuando Adriana mando callar a todos. Se acerco al cuerpo sin vida que yacía en medio de un enorme charco de sangre escarlata y lo giro dejándolo boca abajo. Adriana observo el corsé del vestido. A los ojos de cualquier hombre, aquel corsé habría pasado desapercibido, pero no para una mujer. Aquel corsé estaba atado como si un burro se lo hubiera puesto. Una fugaz idea cruzo la mente de Adriana "O como si un hombre se lo hubiera atado a sí mismo" pensó ella. Con un ágil movimiento sacó una daga plateada de su bota derecha y corto la parte trasera del vestido en un tajo limpio y rápido. Adriana despojó del vestido a aquel cuerpo sin vida contemplando con horror que aquel al que habían matado no era la reina. Era un muchacho de pelo rubio y ojos verdes, exactamente igual que la reina. Todos enmudecieron al contemplar el cuerpo de el que creían que había sido si reina, muerto en su lugar.

El único sonido que se escuchaba en la sala era el de un sollozo ahogado que procedía de un pasillo secreto en la pared oeste de la sala. Si te fijabas bien, podías ver que los ojos de uno de los cuadros que había en aquella sala estaban perforados, dejando ver el interior de uno de lo innumerables pasadizos que había en el palacio. Tras el sólido muro de piedra, una muchachada vestida con ropas de hombre lloraba amargamente la pérdida de su hermano. La muchacha se ajusto la capucha y salió corriendo de aquel lugar maldito, lejos de aquella horrible ciudad.

Cuentan las malas lenguas, que la reina huyo dejando en su lugar a su hermano para que el muriera en vez de ella.
Otros cuentan que escapo a alguna ciudad lejana y continuo su reinado de terror allí.

La verdad es, que Alexandra huyo todo lo lejos que pudo de aquella ciudad. Término llegando a un pueblo nevado en las faldas de unas altas montañas, allí cambio de nombre. Dejo de ser Alexandra de Avadonnia para ser Riliane d'Autriche. Allí conoció a un joven llamado Tobías, del que se enamoró perdidamente. Años después, Riliane y Tobías formaron una familia y tuvieron un hijo, con los ondulados cabellos de su padre y los profundos ojos azules de su madre.

Y ¿Qué nombre le pusieron al niño? Os preguntaréis. Pues por deseo de la madre el niño se llamó Daniel.

Moraleja: No dejes que la soberbia te guíe, o perderás lo que más amas.
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