Atravesando Task-Ban

Un mes o dos después del cambio de estación, decidí salir de Awa. Había logrado arreglar las cosas, más o menos bien con mi hermana y me había despedido de mi padre. Conseguí nuevos frutos y semillas y logré renovarme y descansar. Mamá ya no estaba allí. La habían enterrado a los pies de su árbol favorito para que siguiera siendo parte de la tierra aun en la muerta. Me resultaba bonito.
Había partido hace una semana y pico, y creo que me había perdido un poco. mis primas me habían acompañado y guiado por la zona de los ojos de Neliam, pero ahora me hallaba en un bosque oscuro y tenebroso. Era un bosque, pero presentía que había algo que no iba bien. Sospechando por los o tres inconvenientes con los que me había encontrado al principio, a dónde había ido a parar, empecé a trepar por un retorcido árbol cercano. Tuve mucho cuidado para no caerme y provocar la risa de esos seres, que, estaba segura, me observaban. Al llegar arriba del todo pude mirar por encima de la copa del árbol, y descubrí que me hallaba en un bosque oscuro y grande, aunque a lo lejos se adivinaban unas suaves colinas, que suponía que debían ser la tierra Ganti. Visto lo que tenía que ver, me bajé hasta la mitad del árbol donde me quedé sentada en una rama.
¿Cómo narices me había adentrado yo, tanto en Trask-Ban y que ninguno de los odiosos trasgos hubiera venido a fastidiarme? Ellos y el resto de feéricos no nos llevábamos demasiado bien, por que me extrañaba que no se hubieran acercado a curiosearme.Suspiré apesadumbrada y me hice una trenza, que recogí en la nuca, para apartarme el pelo de la cara. Escuché unos pasos que se acercaban y me asomé hacia abajo. Sin duda, no era un feérico hacía demasiado ruido, por lo que siguió observando hacia abajo con el arco cargado.

Esperé un tiempo. El recién llegado era humano a primera vista y llevaba una espada que brillaba en las manos. Desconfiada, no me bajé del árbol. ¿Quién se creía que era para andar apuntándome con una espada por ahí?
-¿Quien anda ahí?- Preguntó. Solté una risa y me dejé caer a sus espaldas como un gato, mientras lo seguía apuntando con el arco. Me acerqué hasta estar justo detrás y le dije:
-Mas bien, que haces tu con tu espada de brillitos en Trask-Ban apuntando a cualquiera que se te acerque.- Le dije sonriendo mientras me alejaba para que no me ensartara en su pincho de acero. Por lo que sabía, o era un mago o tenía una espada legendaria. Y eso sería impresionante, por no decir un poco fastidioso para mí. De todos modos hoy me sentía atrevida. Hacia poco cumplí mis quince y tenía ganas de hacer alguna locura tal como hablar y amenazar sutilmente a alguien a quien no conocía. Total, lo peor que podía pasar era que los trasgos de los alrededores acudieran a nosotros. Me colgué el arco a la espalda con una sonrisa, mientras juntaba las manos y preparaba un hechizo de ataque por si las moscas.

off: Es un poco corto, pero no se me ocurria más.

Aquella persona cayó del árbol y se acercó a mi, por su voz pude saber que se trataba de una chica, una chica jóven. Entrecerré los ojos y me giré cuando oí como se alejaba. Pude ver que no me equivocaba, aquella muchacha debería tener dieciseis años tal vez... Suspiré y la apunté con la espada al ver que guardaba el arco y trataba de hacer algo con las manos... Mágia tal vez.

-No tendrás que hacer eso, no tienes pinta de trasgo... No tengo intención de atacarte, al menos si tu no me provocas.

Después de decir aquelló me di la vuelta y seguí con mi camino, quería terminar el dia de una vez por todas... Y acababa de entrar en Trask-Ban

Off: Da igual, suele pasar

Suspiré aliviada, al ver que no tenía intención de atacarme. Realmente no estaba segura de sí hubiera funcionado. Pero me quedé helada al ver que tenía intención de largarse, así sin más. ¿Estaba loco o se lo hacía? Seguramente lo pillarían en seguida, aunque claro, realmente parecía capaz de defenderse. Diablos, si ni siquiera iba por el camino correcto.
-Ey tú. ¿Que diablos haces? Por ahí no se va.- Le dije mientras llegaba rápidamente a su altura. Tuve una idea. -Soy feérica, y te digo que sin un guía en este bosque te vas a perder.- No mencioné que yo no había estado nunca en ese bosque y que los trasgos, primos lejanos de los feéricos probablemente me odiarían más que a él. Pero bueno, no tenía ni idea de por qué lo perseguía de ese modo. Creo que me aburría un poco. Ya que en los últimos había estado acostumbrada al movimiento y necesitaba acción para poder superar un poco lo de mamá. Mientras lo perseguía mi fino oído captó pequeñas pisadas a lo lejos. Supuse que serían los trasgos. Pese a todo nos habían encontrado. No debería extrañarme, porque habíamos hecho ruido. Sonreí levemente y esperé a que él se diera cuenta.

El chico estaba un poco hastiado de mí, creo, pero no le puedo echar la culpa. Hoy realmente estaba algo pegajosa. Quizás fuera mi necesidad de conversación, puesto que no había hablado con nadie en varios días (no contaban las charlas nocturnas, después de dormir). Seguro que tenía razón para lo que decía. Después de un momento se puso en tensión, ya que no se escuchaban las pisadas de los trasgos y sin que yo pudiera hacer nada el chico me tumbó en el suelo de un empujón evitando que una lanza se clavara donde segundos antes estaba mi hombro. Espeluznante. Sin mirarlo, me levanté y esquivé con agilidad a uno de los pequeños trasgos que se abalanzaba sobre mí. Con cuidado de que no me diera por accidente junté las manos y dije el primer hechizo que me vino a la mente.
-¡¡Aernen!!- Las raíces de los arboles cercanos se movieron e inmovilizaron primero los pies del trasgo y luego, todo su cuerpo. Me acerqué a él por inercia y con una mano en su frente rugosa murmuré “dhan” haciendo que cayera inconsciente. Miré a mi alrededor y a mi izquierda vi al joven con un trasgo agonizante a sus pies y la espada manchada de sangre. Fruncí el ceño, aunque no dije nada, sabía que lo había echo para salvar su vida. Repentinamente cansada me apoyé en un árbol y tomé una fruta de emergencia muy azucarada, que tenía guardada para cuando hiciera magia. Estaba bastante buena, incluso desecada. Le sonreí levemente y dije:
-Que? No soy tan inútil después de todo. Aunque recomiendo que nos marchemos rápido de aquí, antes de que vengan otros y el que está inconsciente despierte. Por cierto, soy Zia.

Gruñón. Ese tipo era un gruñón y un cascarrabias. Aunque entendía lo de antes, no veía el punto de ponerse así conmigo y cargarse al pobre trasgo (aunque me intentara matar, estábamos en su territorio). Me tiró la fruta al suelo y me habló de malas maneras. Puff, suspiré mientras seguía al chico idiota por la foresta. No tendría que haberme encontrado con alguien más amable no... Lo seguí con facilidad, ahora que había podido reponerme un poco. Miré a mi alrededor buscando algo que nos ayudara a escondernos, porque al paso del chico nos alcanzarían bastante rápido. Con claridad meridiana pude ver un rastro de un animal bastante conocido por mí y cuyos túneles bajo tierra nos ayudarían a salir de allí. Estaba el problema de que hubiera otros animales pero me entendería bien con ellos, ya que la magia de la tierra tocaba mucho ese tema en concreto.
Lo cogí del brazo y lo guié fuera del camino poco marcado que habíamos estados siguiendo consciente de que me ganaría otra regañina por su parte. Rápidamente pude hallar uno de esos agujeros en la tierra. Me metí dentro con facilidad y miré hacia arriba mientras preparaba una ilusión para mantenernos aun más ocultos.
-Venga rápido.- Le susurré en voz baja, mientras tiraba de él. -No hay tiempo y quiero escondernos con una ilusión.- una vez dentro tenía la intención de pedirle ayuda a uno de los animales que vivían allí. Pese a ser tan grandes como para hacer esos túneles, era pacíficos y podrían estar dispuestos a comunicarse con una maga telúrica. Además, los trasgos no tenían demasiado interés en ellos, por lo que no se molestarían en buscarnos aquí.

Si si, si te hace sentir mejor ese pensamiento, me dije mientras dejaba puesta la ilusión y lo guiaba por el túnel. Sentía los pequeños animalitos a nuestro alrededor, sin hacernos daño y que se apartaban cuando pasábamos, gracias a ellos iba obteniendo información del camino y hacia donde debíamos dirigirnos. Finalmente llegamos a un ensanchamiento del túnel y me senté en el suelo mientras respiraba y cerraba los ojos. Sonreí débilmente. -Aquí puedes dar por seguro que no nos alcanzaran.- Conseguí vislumbrar su figura en la penumbra y noté que estaba algo encorvado. Solté una risita. -Lo siento, no me di cuenta de que tu no cabes demasiado bien aquí. Pero bien, ¿tienes algo que decirme? No sé tu nombre o algo, porque una se cansa de pensar en ti como El gruñón. -Le solté de manera descarada pero sin alzar demasiado la voz, para no alertar a los animales de por allí. Me sentía relajada y no veía motivo para que se pusiera otra vez arisco conmigo. No entendía como alguien podía estar tanto tiempo en tensión, siendo como era una persona despreocupada. Al final, las cosas siempre salen bien, esa era mi filosofía.

El humano al fin me dijo su nombre. Jon, un poco corto para mi gusto (aunque solo había que ver mi nombre, la verdad, no podía hablar del suyo). Sonreí al notar la ultima frase en tono amenazante. Parecía que iba intimidando por la vida y si le preguntabas seguramente diría que no tenía amigos, que era un solitario... Un poco triste teniendo en cuenta que no parecía demasiado mayor. Deseé poder manejar la magia del fuego y no tenerle miedo para poder encender una luz en aquella oscuridad y ver donde estaba, ya que la voz no había sonado tan cerca como debiera.
 -¿Jon? Si me permites una pregunta, ¿estas por aquí cerca? Es que tu voz suena un poco lejana.- Dije en un tono cantarín, todavía sin elevarla demasiado. Sabía que ese tono lo irritaría, y si no, sería una grata sorpresa. Oh, si estuviéramos fuera y pudiera usar una pizca de mi encanto feérico...  Bah, pero yo no era tan mala y sabía que no debía jugar demasiado con fuego o si no, me quemaría.
Nos quedamos un rato allí, en silencio, hasta que decidí marcharme.

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