Mercado y... ¿destino?
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Mercado y... ¿destino?
Un año. Sarassu hacía un año que no veía la luz del sol. Durante todo este tiempo se asentó en su usshak de la Cordillera de Nandelt. Durante todo este tiempo, se había instalado allí, libre de su cuerpo humano y cómodo con su forma shek. Se limitó a hacer lo que haría un oso hibernando: cazar, dormir… y pensar. Meditar. Todo este tiempo también le sirvió para fortalecer su mente y sus sentidos. Sus anteriores situaciones le dejaron exhausto y débil. No consiguió tampoco acechar ningún dragón, cosa que lo frustró.
Por fin, pasado un año, Sarassu abandonó su usshak. Decidió ir de paso por una aldea cercana a los pequeños bosques en la falda de la cordillera, cerca de Rhyrr. Quería ver vida humana, conocer cómo era Idhún después de tanto tiempo, y, si coincidía, enterarse de alguna información relevante y actual. Paseó por un pequeño mercado de intercambio de dicha aldea. Los mercaderes gritaban a pleno pulmón anunciando sus trueques y el gentío no cesaba de parlotear y negociar, precio arriba, precio abajo, tal producto o tal otro... En definitiva, un alboroto que haría reventar la cabeza de un celeste de tantas emociones concentradas.
Sarassu intentaba pasar algo desapercibido, por lo que se hizo con un manto de tela mala, nefasta, y se la pasó por encima de todo su cuerpo y cabeza. De esta manera, su siniestra y oscura vestimenta quedaba escondida y evitaba espantar al gentío. Vio una gran variedad de productos: desde alimentos, vegetales, carnes, grandes huevos, sacos de cereales, frutos del bosque, hasta bisutería y piedras preciosas, e incluso productos de herrería, como espadas, escudos, yelmos, corazas, entre otros muchos objetos. Sarassu, tapado con el manto de tela de saco, caminaba cerca de las paradas, observando más a la gente que no a la mercancía.
Observó a dos hombres de edad elevada, uno con la espalda un tanto torcida y curvada, y el otro con marcadas arrugas en el rostro. Ambos con un aire nervioso, con los ojos bastante abiertos y con continuos gestos hablaban entre ellos. Parecía algo importante e, incluso, preocupante. Sarassu se acercó a ellos sigilosamente…
-Mi hijo estuvo en esa maldita fiesta. Ya sabes lo que se dice de ese suceso, aunque los medios de comunicación no lo han desvelado todo- dijo el hombre encorvado.
-¿A no? Entonces, ¿todo es más grave de lo que parece?
-Si, y no sabes cuánto, viejo amigo. Mi hijo no me lo ha escondido, me lo ha contado todo. Se ve que no sólo asaltaron la torre de Derbhad y creó daños, sino que también se llevaron un objeto muy valioso, una especie de báculo, creo recordar.
-¿Un báculo?
-Si, un báculo. Y esto es lo peor. Según dijo mi querido hijo, ese báculo encierra un poder sobrenatural muy poderoso. Eso significa que… Idhún corre un grave peligro, viejo amigo. De nuevo.
-¡Por las barbas de mi bárbara madre!- el hombre se llevó la mano a la frente, con los ojos un tanto desorbitados.
-No te preocupes, no está todo perdido. Se ve que el báculo está dividido en trozos, por lo tanto, el que se lo ha llevado aún no puede poseer ese poder. Un grupo de razas distintas participan en la búsqueda de estos trozos, esparcidos por Idhún… Aunque mi hijo decidió no…
Sarassu abandonó el lugar inmediatamente y se adentró al bosque rápidamente. Una vez allí se convirtió en shek y se dirigió sin demora a la torre. Idhún de nuevo en peligro… Sarassu conoce la codicia de muchos sangrecaliente, está convencido de que muchos de los que han partido en busca de dichos trozos los usaran para su propio bien. No se fía. Sarassu no haría nada para ayudar a ningún sangrecaliente. Ni siquiera un sangrefría. Sólo piensa en sí mismo. Y en Idhún. No puede negar ayuda al mundo donde pertenece, ya que éste le ha proporcionado recursos vitales. Además, si Idhún está en peligro, Sarassu también.
Y a toda velocidad, se dirigió volando a la Torre de Derbhad.
Por fin, pasado un año, Sarassu abandonó su usshak. Decidió ir de paso por una aldea cercana a los pequeños bosques en la falda de la cordillera, cerca de Rhyrr. Quería ver vida humana, conocer cómo era Idhún después de tanto tiempo, y, si coincidía, enterarse de alguna información relevante y actual. Paseó por un pequeño mercado de intercambio de dicha aldea. Los mercaderes gritaban a pleno pulmón anunciando sus trueques y el gentío no cesaba de parlotear y negociar, precio arriba, precio abajo, tal producto o tal otro... En definitiva, un alboroto que haría reventar la cabeza de un celeste de tantas emociones concentradas.
Sarassu intentaba pasar algo desapercibido, por lo que se hizo con un manto de tela mala, nefasta, y se la pasó por encima de todo su cuerpo y cabeza. De esta manera, su siniestra y oscura vestimenta quedaba escondida y evitaba espantar al gentío. Vio una gran variedad de productos: desde alimentos, vegetales, carnes, grandes huevos, sacos de cereales, frutos del bosque, hasta bisutería y piedras preciosas, e incluso productos de herrería, como espadas, escudos, yelmos, corazas, entre otros muchos objetos. Sarassu, tapado con el manto de tela de saco, caminaba cerca de las paradas, observando más a la gente que no a la mercancía.
Observó a dos hombres de edad elevada, uno con la espalda un tanto torcida y curvada, y el otro con marcadas arrugas en el rostro. Ambos con un aire nervioso, con los ojos bastante abiertos y con continuos gestos hablaban entre ellos. Parecía algo importante e, incluso, preocupante. Sarassu se acercó a ellos sigilosamente…
-Mi hijo estuvo en esa maldita fiesta. Ya sabes lo que se dice de ese suceso, aunque los medios de comunicación no lo han desvelado todo- dijo el hombre encorvado.
-¿A no? Entonces, ¿todo es más grave de lo que parece?
-Si, y no sabes cuánto, viejo amigo. Mi hijo no me lo ha escondido, me lo ha contado todo. Se ve que no sólo asaltaron la torre de Derbhad y creó daños, sino que también se llevaron un objeto muy valioso, una especie de báculo, creo recordar.
-¿Un báculo?
-Si, un báculo. Y esto es lo peor. Según dijo mi querido hijo, ese báculo encierra un poder sobrenatural muy poderoso. Eso significa que… Idhún corre un grave peligro, viejo amigo. De nuevo.
-¡Por las barbas de mi bárbara madre!- el hombre se llevó la mano a la frente, con los ojos un tanto desorbitados.
-No te preocupes, no está todo perdido. Se ve que el báculo está dividido en trozos, por lo tanto, el que se lo ha llevado aún no puede poseer ese poder. Un grupo de razas distintas participan en la búsqueda de estos trozos, esparcidos por Idhún… Aunque mi hijo decidió no…
Sarassu abandonó el lugar inmediatamente y se adentró al bosque rápidamente. Una vez allí se convirtió en shek y se dirigió sin demora a la torre. Idhún de nuevo en peligro… Sarassu conoce la codicia de muchos sangrecaliente, está convencido de que muchos de los que han partido en busca de dichos trozos los usaran para su propio bien. No se fía. Sarassu no haría nada para ayudar a ningún sangrecaliente. Ni siquiera un sangrefría. Sólo piensa en sí mismo. Y en Idhún. No puede negar ayuda al mundo donde pertenece, ya que éste le ha proporcionado recursos vitales. Además, si Idhún está en peligro, Sarassu también.
Y a toda velocidad, se dirigió volando a la Torre de Derbhad.
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