Cuentos de Noreth (Nuevo) (Normal) Rol Fantasia

Siempre hubo día ¿No? Y siempre hubo noche ¿No? ¿Entonces por qué me preguntas si el mundo ha existido desde siempre?

Ha estado desde los albores del tiempo y lo estará hasta que todo acabe. Si bien, podemos hablar de la existencia de las razas en el mundo, pues has de saber que ellas no estuvieron desde los inicios.

Cuando en el Mundo creció la semilla del Zuìè Shù, los animales y las criaturas que existían lo admiraron como si fuera un Dios (aunque ellos no supieran lo que era un Dios). El Árbol creció, cada vez más, y empezó a ensanchar su tronco y a extender sus raíces por toda la tierra, abarcándolo todo; fundiéndose en uno sólo con el mundo.

Las hojas que empezó a dejar nacer eran verdes, puras y gigantescas; con el tiempo se secaban, caían y volvían a crecer, más perfectas que antes. Pasaron siglos para que eso sucediese, y más pasó aún para que empezara a dejar florecer preciosos botones rojizos, blancos, rosas, amarillos, y violetas. Al igual que con las hojas, estas flores se secaron con el tiempo y cayeron al suelo, pero volvieron a florecer más preciosos que antes.

Cuando el Árbol fue lo suficientemente maduro para producir frutos, estos tomaron un color amarillo, y una forma perfectamente circular. Los primeros frutos eran amargos, incoloros, duros y muy pequeños, pero pasó lo mismo que antes: Con el tiempo maduraron, hasta ser grandes, tener un sabor dulce perfecto y un color impecable.

Para cuando ello ocurrió, se cuenta que las raíces abarcaban todo el Mundo, pero por debajo de la corteza terrestre; debajo del suelo. Y que el tronco era tan inmenso, que ni cien gigantes tomados por los brazos, podrían rodearlo por completo. Así mismo, de su inmenso follaje, se contaba que podía cubrir el Mundo entero, para dejar sobre la tierra una sombra linda.

Las criaturas de aquel tiempo, que ahora no conocemos, sintieron curiosidad por este inmenso árbol y más aún por sus frutos. Criaturas de mil patas, o de treinta cabezas, o con un cuerpo tan largo como tres gigantes acostados pero con el cuerpo tan delgado como el de una serpiente, eran las que andaban por el suelo en aquellos años.
Comieron de los frutos, y por un segundo sintieron un sabor único, una pureza en el alma, y un entendimiento que no habían tenido nunca. Supieron lo que había habido hasta entonces, y supieron lo que habría después.

Se miraron entre ellos, ahora con entendimiento. Ahora sabían que no estaban solos, y sabían que podían estar con alguien más. Que podían aprender, y que podían pensar. Habían abierto los ojos.

Abrieron los ojos para mirar que todos eran diferentes a ellos, y que los debían matar.
Se hicieron guerras entre ellos, primero uno asesinó a otro, luego pequeños grupos, luego inmensos ejércitos… Y todos ellos murieron.
Las criaturas que habían existido hasta entonces desaparecieron de la faz del Mundo por la culpa del Árbol del Pecado. El Zuìè Shù entonces, arrepentido por lo que sus frutos habían hecho en el mundo, hizo secar unas hojas y las mezcló con frutos, y a esto agregó parte de sus propias raíces, que habían recorrido cada parte del Mundo.

Y esto maduró como parte del Zuìè Shù, y cuando fue lo suficientemente maduro, nacieron los primeros humanos que reinaron en el Mundo.
El Árbol entonces creyó haber enmendado su error; pero con el tiempo se dio cuenta que aquellos que había creado, eran la viva imagen de las criaturas que antes habían poblado el mundo, y decidió entonces crear a más pobladores, para que evitaran así las guerras que los humanos se hacían entre ellos mismos; y mezcló todas sus hojas con sus frutos y con sus raíces, con las raíces que habían recorrido el mundo y que se habían hecho con las memorias de antiguas criaturas.

Y el Zuìè Shù dio vida así a los Enanos, a los Elfos, los Diviums, los Feéricos, los Orcos, los Antropomorfos y los Merrow; quienes nombraron al “nuevo” mundo Noreth.

Las razas poblaron todo el Mundo, y pronto las guerras de los humanos cesaron. El Zuìè Shù entonces, confiado en haber arreglado la muerte del mundo, empezó a desaparecer, a hundirse bajo del Mundo. Pero nunca enmendó su error; el Zuìè Shù era el Árbol del Pecado, y sus creaciones nacieron del Pecado mismo.