Rol Memorias de Idhún
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Mensaje  Invitado Vie Abr 19, 2013 2:22 am

Comenzaba a amanecer y llevaba un rato volando sobre el mar desde que salí de Tares.
Finalmente, enfrente de mi se vislumbraba una ligera bruma sobre las aguas precedida por una ciudad. Aterricé sobre las maderas del embarcadero del puerto habiéndome transformado a mi forma humana justo antes. Consideraba que el puerto estaba vacío y despejado de ojos inquisidores que me hubieran visto en mi forma Shek, pero al pasar por un barril sobre el que reposaba un farol vi a un hombre tirado en el suelo inconsciente a causa de la botella que tirada estaba a su lado.
Rápidamente se me vino la duda de si me pudo haber visto, incluso se planteó en mi mente la posibilidad de matarle por si acaso, pero enseguida comprendí que su sueño era tan profundo que solo el escándalo de una batalla podría alertarlo y la desaparición del guardia del puerto sería sospechosamente relacionado con la llegada de alguien nuevo a la ciudad. Así pues, continué mi camino tranquilamente, saliendo de los embarcaderos del puerto donde sus barcos pesqueros bailaban al son de las olas.
Las calles aún estaban tranquilas, ya había amanecido, pero solo caminaba por ellas algún rezagado de la noche anterior y alguna mujer dispuesta a sus quehaceres diarios. Estaba cansado, pero no consideré la posibilidad de ir a dormir pues aún no era de vital importancia, así que se me ocurrió entrar en una taberna por la que justo pasaba en aquella calle adoquinada.
Era un local oscuro, como casi cualquier taberna, pero ésta se caracterizaba por la cantidad de trofeos animales que ornamentaban sus paredes.
Me acerqué a la barra y apoyando un brazo sobre ella y sujetándome la frente, se acercó a mi un hombre ajado por la rutina, escaso de pelo y con un tosco bigote que le ocultaba el labio superior.
-¿Vas a tomar algo?- Preguntó casi amenazante.
-Sí, póngame un...- Pero antes de que terminara la frase el camarero me interrumpió y alzando el porte, lanzó otra pregunta más inquisidora que la anterior.
-Un momento, ¿Tienes dinero?-
La pregunta golpeó mi orgullo como un cubo de agua fría y enseguida me puse a la defensiva, -¿Qué?, Pero com...- Comencé a responderle alzando la vista para infligir mi poder mental sobre su ínfimo cerebro, pero antes de que continuara, de nuevo volvió a interrumpirme.
-Escucha muchacho, si lo que buscas son monedas, quizás te interese un trabajillo, ¿Ves al hombre sentado en aquella mesa?, él te dirá todo lo que debes saber- Su propuesta me interesó mucho, así que no llegué a realizar el contacto visual y sin mediar más palabra, me di la vuelta dirigiéndome, efectivamente, a un hombre de ropajes de cuero sentado en una mesa.
Estaba disfrutando del dulce elixir que contenía su jarra y cuando llegué a su altura me examinó de arriba a abajo y se acomodó en su silla. Podría haber escudriñado perfectamente los recovecos de su mente y saber todo lo que quisiera, pero mi intención era pasar desapercibido, así que debía actuar como uno más, a pesar, de que desde luego no lo era.
-He oído que ofreces un encargo- Dije simplemente.
-Hay un trabajillo, un robo que quiero que hagan para mi, bien pagado y pareces el indicado, pues no parece que te importe arriesgar tu vida por algo de dinero, es peligroso, difícil, pero con una gran recompensa por conseguirlo… Se encuentra en una gruta hacia el norte, camino de Dart, son 80 monedas si me lo traes entero, sino… Bueno, pagarás tú- Terminó diciendo con una sonrisa en los labios.
-Cuenta con ello- Dije simplemente y acto seguido me levanté, salí del antro y me puse rumbo a mi misión.
Llegué al supuesto lugar cuando la tarde hizo acto de presencia, era una grieta en el suelo, la cual llevaba a una cueva subterránea. Entré con sigilo, agudizando el oído, y con la mente clara por si percibía alguna presencia. Se oían voces tras las rocas y al asomarme vi a todo un grupo de carroñeros que se dedicaban a hacerse con todo aquello de valor. Salté las rocas cayendo con sumo cuidado para no hacer ruido y quedándome tras una piedra oculto. Vislumbré el lugar, fijé las zonas de penumbra, los hombres que había y busqué el supuesto objeto a conseguir. Era claro, un pequeño cofre ornamentado en oro y grabados culminaba una pila de trofeos. Avancé por las sombras, había trazado un plan, y me puse a desarrollarlo. Me coloqué tras uno de los hombres apoyado en una estalagmita, con sumo sigilo acerqué mi mano a su cinto y en un movimiento rápido, certero y eficaz desenvainé su daga, mientras le tapaba la boca y se lo clavé en la espalda justo por la columna vertebral. Cogí el cuerpo sin vida con delicadeza y lo coloqué estratégicamente en unas rocas para lograrme la huida. Bajé varios niveles de rocas, y sorteando a unos guardias que charlaban, conseguí ponerme tras la pila de trofeos coronada por el mío. Era más fácil de lo que pensaba, mis habilidades eran demasiado superiores para aquella situación y tampoco quería complicarme demasiado la vida creando una lucha contra esos carroñeros. Fijé mi objetivo, después una grieta en la pared por la que haría mi salida. Saqué la daga con la que había matado a aquel hombre, apunté a donde lo había dejado y con fuerza y certera precisión lancé la daga que cruzo la estancia por encima de los carroñeros y fue a dar con el cadáver. Este se desplomó por el impacto llevándose consigo un grupo de rocas que ocasionaron un desprendimiento. Esto alertó a todos los hombres y aprovechando el desconcierto, cogí con rapidez el cofrecito y salí corriendo por la grieta.

Salí de aquel lugar con la respiración algo alterada por el esfuerzo de salida, podía oír desde fuera los gritos y alaridos de los carroñeros al darse cuenta de su compañero muerto, e incluso la sorpresa por la desaparición del trofeo, lo cual me hizo darme cuenta de la real importancia que tenía ese objeto.
Guardé el cofrecito en una bolsa de cuero desgastado que había conseguido para su transporte y rápidamente comencé mi camino de regreso.
Llegué por la noche a la taberna de Puerto Esmeralda, sin embargo, encontré a mi hombre fuera de ella, esperándome con impaciencia.
Se frotó las manos al verme, y tras comprobar que no había nadie de interés que viera la transacción, me preguntó.
-¿Lo tienes? ¿Lo has conseguido?- Preguntó con gran interés y emoción mirando la bolsa de cuero.
Descolgué la bolsa con el preciado tesoro de mi cinto y se la entregué sin más demora. -El dinero- Dije únicamente.
-O sí, por su puesto- Respondió con una amplia sonrisa mientras sacaba una bolsita con las 80 monedas acordadas tras comprobar el contenido del saco entregado. -¿Sabes lo que es?- Preguntó mientras examinaba el trofeo. -Es una valiosa pieza, pero lo más importante es su contenido...- Realmente no me interesaba qué era, ni por qué lo deseaba tanto, era mi misión conseguirlo siempre que la recompensa fuera lo acordado, el resto me daba igual.

-No tengo el menor interés, solo quería el dinero- Dije cortante mientras me daba la vuelta fríamente y continuaba mi camino, lo cual no supuso nada para aquel hombre que seguía feliz con su trofeo.
Así pues, me dispuse a buscar un lugar donde pasar la noche, descansar y continuar mi aventura.
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