embarrados[kath]

Estaba en la Ciénaga de Raden. Tenía agua en mi calzado, y los mosquitos me atacaban sin piedad.
¿De qué demonios se alimentaban cuando no había gente allí?
Tenía también la ropa manchada de barro, y la humedad calaba los huesos.
Tras un breve descanso seguí andando, no me movían las picaduras, sino el afán de salir de allí. Me abrí paso entre unas hierbas altas. Más ciénaga. Era casi como un laberinto.
Iba a continuar, pero sentí la presencia de un Shek cerca... No sabía dónde. Miré hacia los lados, pero las hierbas tapaban la vista. Continué en busca de un lugar despejado, esta vez más aprisa.

Sobrevolaba la ciénaga de Raden hacia quien sabe dónde.
A eso se había reducido mi vida, ir de un lado a otro de Idhún, haciendo pequeños trabajos de mercenaria, buscando a los dragones que mataron a mi madre.
La monotonía me empezaba a cansar, pronto me iría un tiempo a la Tierra. Todo se había vuelto igual después de aquella aventura con aquellas chicas de casi todas las razas y mestizajes posibles (quizás exageraba, pero éramos muchísimas), incluso varias hibridaciones.
Recordé dos en particular, Blume, la varu dentro de la cual despertó una shek llamada Airlia que llevaba tiempo dormida; quizás fue por lo repentino o quizás no, pero parecía que la mente de Blume y la de mi compañera shek estaban separadas, como Lunn y yo. La otra que me llamó la atención fue la unicornio llamada Aeris, que estaba hibridada con una humana; en un principio parecía una híbrida cualquiera, pero al llegar aquella otra shek, Aeryn, le hizo algo extraño y despertó una parte oscura que se transformaba en un unicornio negro que se hacía llamar Evelyn. Aeris, después de aquello, parecía tener el mismo problema que yo; luchaba contra otro ente para conseguir el control total de los cuerpos, con la diferencia de que yo luchaba contra una mente humana (pero fuerte, eso sí) y ella contra una especie de versión oscura de si misma.
Aquellas dos híbridas eran lo más parecido a mí que había conocido, ya que tenían más o menos el mismo problema.
Refréscame la memoria Hai, enséñame los rostros de todas aquellas personas, por favor, que sabes que no tengo la misma memoria que tú
Ante la petición de Lunn indagué un poco en mis recuerdos y le empecé a pasar imágenes mentales de aquella gente: Aile, Ankira, Kadei, Aeris, Vinca, Blume y los malditos dragones: Coleh, Alynn y aquellos dos que se creían mejor que nadie, Jack y Aslan, los cuales, por suerte, desaparecieron rápido de mi vista.
La verdad es que a mí tampoco me gustaban nada aquellos dos, y creo que a las otras chicas tampoco
Normal, eran estúpidos y prepotentes, como la mayoría de los dragones le comenté a Lunn sin muchas ganas de seguir hablando de esos dos.
De repente me vino el repugnante olor de una de esas lagartijas voladoras gigantes, pero, a pesar de que había pasado más de un año, todavía recordaba de quien era ese olor, ya que había pasado varios días con su molesta presencia.
Vamos Hai, no seas tan mala, Coleh al menos no era como los otros dos idiotas. Venga, ¡Vayamos a saludarle!
Es una broma, ¿verdad, Lunn? ¿Que fuera a saludar a un dragón? ¿De verdad Lunn se pensaba que yo, una shek, pararía mi vuelo "para ir a saludar"? ¿Y encima a un dragón? Pensaba que me conocías mejor
Oh, venga, no seas así, es un viejo conocido
Si bajo, ¿Te vas a callar? le pregunté, ya harta.
Recibí, como era de suponer, una respuesta afirmativa de su parte, y con un un suspiro (mental) de resignación empecé a descender haciendo círculos sobre el humano que había en aquella ciénaga.
Mis pies descalzos se posaron en el suelo con suavidad después de transformarme en la chica de pelo rubio y largo con un cómodo vestido marrón y ojos de un extraño azul.
Hai se había recluido en la mente para tener que soportar lo menos posible la presencia del dragón.
Pobre, no la culpaba.

El Shek comenzó a volar en círculos encima de mí, descendiendo. El olor me era familiar... Cerré los ojos y recurrí al último viaje que hice, allí estaban, todos, sus caras, y los reuerdos: Ankira, Aeris, Blume, Alynn, Dos prepotentes, Jack y Aslan... Una oscura shek llamada Evelyn... Ella transformó al unicornio que era Aeris en su alter ego, un unicornio negro que competía por el control de su cuerpo. Me recorrió un escalofrío al recordarlo. Luego abrí los ojos de nuevo y caminé hacia la fuente del olor precavidamente.
Cuando llegué me encontré a una chica conocida, tenía el pelo rubio, ojos azules y con un vestido Marrón.
Era Katherine, una shek a la que conocí en aquel viaje.
Salí de entre las hierbas y me presenté.
—Hola, Katherine—Saludé, ya me habría reconocido ella, estaba seguro, sabía cómo era el olfato de los Sheks.
Hacía Tiempo que no la veía, y yo había cambiado, no me había afeitado en bastante tiempo, porque la barba negra se empezaba a notar, tenía el pelo más largo también, y de mi ropa terráquea solo llevaba la mochila, casi irreconocible por el desgaste, unos pantalones y camisa sin cuello, los primeros de color Negro y la camisa era de un color blanco desgastado, por la vida en la estepa. Conservaba mi arma, el amplificador. Y también mi amada cinta adhesiva, que iba dentro de la mochila, y solía ponerme en los dedos cuando la situación requería la escalada, (Aunque siendo dragón, no lo usaba mucho, aunque, recientemente había dejado de transformarme tan a menudo). Tenía la piel tostada por el sol y varias cicatrices. Pero aún así nada había logrado cambiar mi forma de pensar.

Coleh se acercó y me saludó, a lo que yo medio sonreí y luego lo miré con una ceja levantada.
A pesar de que yo seguía exactamente igual que cuando lo conocí, con mi pelo por los tobillos y mi eterno metro sesenta de altura, conservando perfectamente el aspecto de una chica de 15 años a pesar de que casi había cumplido los 17; él si que había cambiado, su ropa estaba más desgastada, él más moreno y su barba más larga.
-Que sorpresa encontrarte aquí, no he visto a ninguna de las chicas desde que dejamos Kash-Tar, cada uno por su cuenta.-Le dije colocando cada mano sobre una de mis espadas, la derecha sobre Korikiba, la Colmillo de Hielo, y la izquierda sobre Hebikiba, la Colmillo de Serpiente. No era un gesto para retarle ni nada de eso, solo por simple comodidad, por tener un sitio donde apoyar las manos.
-¿Te encontraste con alguna de ellas después de aquello?-le pregunté curiosa.

Ella dijo que era una sorpresa encontrarme por aquí, dijo que no veía a las chicas desde aquel viaje, me preguntó si había visto a alguna de ellas, echándose las manos al lugar donde tenía sus espadas. Me desconcertó, pero no dejé que se me notase. Memoricé. Sí, una serie de imágenes acudieron como un flash a mi memoria, tenía memoria fotógrafica, y solía serme muy útil.
Aeris, me encontré con ella.
—Me encontré con Aeris en Alis Lithban—Le contesté.
Me interné en las espesas hierbas altas para llegar finalmente a una especie de "Claro" En el que había un par de rocas. Salté a una de ellas, y me senté encima. Katherine Venía detrás.

Coleh me respondió y empezó a andar a una especie de claro con unas rocas donde poder subirse. Lo seguí y salté sobre otra de las rocas, algo alejada del dragón pero lo suficientemente cerca para poder hablar, ya que acercarme más sería estúpido por mi parte, ya que últimamente Hai se lanzaba contra los dragones que nos encontrábamos, solo por el placer de pelear.
-¿Cómo estaba? ¿Consiguió controlar a Evelyn, el unicornio oscuro?- Le pregunté. Realmente aquella chica me había caído bien, admiraba su fuerza, por eso me preocupaba.