Soteria, la Heredera
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14072012
Soteria, la Heredera
Quiero aclarar que esta historia no sé de dónde ni por qué ha salido de mi cabeza. Voy a editar el primer capítulo cuantas veces haga falta hasta que me guste cómo queda. He dicho.
Aún no la habían encontrado. Los asaltantes la habían despertado bien entrada la noche, pero ella no se había movido de la cama. Fueron sus dos amigas y sirvientas, Elektra y Epitimia, quienes la obligaron a levantarse e intentar huir.En vano.Para cuando llegaron al salón, los que se habían atrevido a adentrarse en su palacio ya estaban allí y, de no ser por los conocimientos de sus amigas a la hora de esconderse, no habrían salido de allí. La habían obligado a esconderse justo delante de donde esos hombres, cuyos rostros no olvidaría jamás, tenían acorralada a su familia.-¡¿Dónde está la puta heredera?! -Gritó el que parecía ser el cabecilla del grupo.-No lo sabemos, Xypher, no la encontramos... Ni a ella ni a la Joya de la Esfinge.Syra contuvo un grito de sorpresa tapándose la boca con la mano y cerrando los ojos para que así, al menos, sus lágrimas tuviesen el camino más difícil para salir. No funcionó. Maldición, ella tenía la joya. La tenía en ese mismo momento, colgando del collar que su padre le regaló años atrás. Porque era la heredera, el futuro del Reino. Y ahora estaba escondida mientras su familia estaba en peligro de muerte.Volvió a abrir los ojos y vio cómo el tal Xypher sostenía, ante los ojos de sus padres y sus hermanos, una espada. Les estaba amenazando.-¿Dónde está Soteria? -Preguntó con voz inflexible y autoritaria.Ningún miembro de su familia habló. Los niños lloraron, cogidos a sus padres por las manos y mirando valientes a los ojos del hombre rudo y violento. Syra notó que alguien la agarraba del hombro, pero no pudo olvidar la expresión de toda su familia al mirar al hombre.
Los gritos apenas podían conseguir asustarla después de lo que había visto. Syra corrió a través de los pasillos del palacio en el que gobernaba junto con dos de sus sirvientas, quienes intentaban llevarla hasta algún lugar seguro. Syra no podía respirar. No podía llorar ni gritar, pero qué ganas tenía de hacerlo. Los asesinos de su familia no la habían reconocido debido a su poco parecido con los reyes, pero ahora que lo pensaba, habría preferido mil veces que la asesinaran junto con sus hermanos y sus padres y no haber sobrevivido y estar huyendo como una esclava. Odiaba sentirse inútil, y el hecho de que sus mejores amigas tuviesen que ayudarla la hacía sentir todo aquello que despreciaba. -Señora, tenemos que salir por aquí. Síganos.Syra no preguntó cómo sus sirvientas conocían esos pasillos secretos que su familia al completo ignoraban, pues desde bien pequeñas a sus dos amigas las habían castigado duramente al no estar donde deberían cuando deberían.Escuchó los gritos, a sus amigas instándola a que las siguiera por los corredores secretos que tan solo ellas conocían... Pero no pudo seguirlas.Allí, en mitad del corredor de mármol y oro, Syra notó cómo las piernas le temblaban y la oscuridad se apoderaba de ella.No pudo aguantarlo; los gritos, el dolor, la sangre, los asesinatos...No pudo, y se desmayó.
Los gritos apenas podían conseguir asustarla después de lo que había visto. Syra corrió a través de los pasillos del palacio en el que gobernaba junto con dos de sus sirvientas, quienes intentaban llevarla hasta algún lugar seguro. Syra no podía respirar. No podía llorar ni gritar, pero qué ganas tenía de hacerlo. Los asesinos de su familia no la habían reconocido debido a su poco parecido con los reyes, pero ahora que lo pensaba, habría preferido mil veces que la asesinaran junto con sus hermanos y sus padres y no haber sobrevivido y estar huyendo como una esclava. Odiaba sentirse inútil, y el hecho de que sus mejores amigas tuviesen que ayudarla la hacía sentir todo aquello que despreciaba. -Señora, tenemos que salir por aquí. Síganos.Syra no preguntó cómo sus sirvientas conocían esos pasillos secretos que su familia al completo ignoraban, pues desde bien pequeñas a sus dos amigas las habían castigado duramente al no estar donde deberían cuando deberían.Escuchó los gritos, a sus amigas instándola a que las siguiera por los corredores secretos que tan solo ellas conocían... Pero no pudo seguirlas.Allí, en mitad del corredor de mármol y oro, Syra notó cómo las piernas le temblaban y la oscuridad se apoderaba de ella.No pudo aguantarlo; los gritos, el dolor, la sangre, los asesinatos...No pudo, y se desmayó.
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