Escribiré un poema en tu alma

¡Venid todos a oírme! Escuchad con atención una historia de magia y fortuna, llena de tristeza y esperanza. La historia de Kvothe Clemens, hijo de nadie, portador de leyendas...

Un, dos, tres... un rayo iluminó la sala una vez más, tan puntual como siempre. El lento compás que definía el segundo volvía a repetirse, evocando de nuevo la parpadeante imagen. Parecía un bucle eterno del que no podía existir salida... solo parecia. Y un, dos, tres... una figura se definió elegante entre las tinieblas, cuyas facciones se hallaban ocultas tras un sombrero negro. Sus ropajes elegantes y de oscuros colores se reflejaron cuan cristal, iluminando su alrededor con destellos plateados.

Un, dos, tres... bajo la lluvia danzante, su silueta se dobló silenciosa cual actor tras terminar su obra. El rojo tiñó con calma los filamentos que surcaban el suelo rocoso, la luz se refleja cuan rayo en busca de la venganza ajena... una imagen hermosa, ciertamente, mas aquel no era su objetivo. Y un, dos, tres... el frío acero se posó en el suelo, empuñado por la silenciosa figura. Era Kvothe, siempre Kvothe, la templanza de su expresión aún no había desaparecido; el mismo de cada noche, de cada día. Sus ojos se perdían en el santo horizonte esperando el fín de la obra. Aquel era su silencio... el silencio de un hombre que espera a la muerte.