La búsqueda de un alma inferior (Rol privado)

Antes de bajar al balcón con Eissen, que parecía completamente decidido, opté por dar unas vueltas más alrededor de la torre. Así, si teníamos problemas, sabría dónde atacar y por dónde escapar si era necesario. La magia invadía cada parte de aquel lugar, como si concentrase toda la magia de Drackwen. Como hacían los unicornios con su cuerno y la magia existente en Idhún.

Aterricé de una manera lenta y elegante, ya que como no soplaba el viento podía hacerlo sin ningún problema. Me coloqué un poco más atrás de Eissen. Observé al anciano, memorizando cada arruga, cada rasgo. Y había algo en él que me resultaba lejano, y a la vez familiar. Supuse que sería parte de uno de los muchos recuerdos que he explorado en las mentes humanas, pero no conseguía ubicarlo correctamente, así que cesé en mi empeño.

A simple vista, aquel hombre no parecía muy peligroso, pero sabía que si decidía utilizar su magia, podría hacernos daño, así son los magos, parecen inofensivos, pero luego...

-¿Qué intenciones crees que tiene? - le pregunto al shek en privado - Es extraño que nos reciban así.

Una bandada de pájaros multicolor despegó de los árboles lindantes a la torre, haciendo que el aire se llenase con sus trinos y aleteos. Cuando se alejaron, se hizo un silencio estremecedor.

Me puse en contacto con mis compañeros por la red telepática que conectaba a todos los sheks:
-Me cuesta aguantar a éste dragón, por muy híbrido que sea... No muestra señales de atacar pero tampoco de responder a preguntas... La chica unicornio... creo que guarda secretos que me gustaría descubrir. Después de todo... es la segunda híbrida de ésa raza que conozco... Tan diferentes a nosotros y de ellos...

Cuando acabé de hablar por la red, alcé el vuelo, dejándome llevar por el viento sin ningún rumbo fijo. Dejando a los dos otros híbridos a su suerte, sin despedirme.

Le transmití una frase a Koralie por una red privada:
-El encuentro con ellos no ha sido lo que yo pensaba, no tienen nada de interesante por el momento, así que voy con vosotros.



No ha sido el encuentro que yo esperaba, pensé alicaído.


Volví a hablar por el canal:
-¿Dónde os habéis metido?

Contesté por conexión privada a Sai'el.

- La historia se convierte en mito, y el mito en leyenda. Quizás pensabas que quedándote con dos híbridos podríais forjar una relación, digamos... beneficiosa para los tres. Pero tu lugar no está emulando a Kirtash, el shek traidor, está aquí, con nosotros. Porque nosotros somos realmente de los tuyos.

No le dije que, posiblemente, pronto seríamos exactamente de los suyos, iguales a él. Eso tendría que descubrirlo por sí mismo, si finalmente volvía con nosotros. Además, la parte que incumbía a Eissen era exclusivamente suya, y que lo hubiera compartido conmigo, no significaba que yo pudiera contarlo a quien quisiera. Así somos los sheks.

Si me decidía a hibridarme, los consejos de alguien que ya había sido hibridado nunca estarían de más, además, comenzaba a apreciar a Sai'el y sus extraños silencios.

Escuché atentamente las palabras del anciano, y las de Eissen. Un mago que habituaba a tratar con los sangrefría era algo poco común, debo admitir. Pero, como siempre, existía un interés detrás, y el mago lo dejó claro. ¿Qué sería aquello que quería, según él, a nuestro alcance?

- Nunca me fiaré los magos, son como los sacerdotes, se creen más listos que nadie. Pero bueno, pregúntale qué quiere, aún sigo alterada por la presencia de aquel dragón y no quiero darle una mala impresión- dije a Eissen mediante una conexión privada.

Mientras, expandí mi conexión con Sai'el para que pudiera llegar a nosotros con mayor precisión en su ruta.

Recibí la respuesta de Eissen, y tal como me dijo, seguí su camino. Les olía un poco, a pesar de la distancia.

No respondí, ni volví a hablar por la red. No si no tenía ningún motivo urgente o necesidad.

La soledad de toda mi vida no se me hacía pesada siempre, algunas veces, la deseaba tanto que perdía el contacto con los sheks mayores durante meses, e incluso más tiempo.

Después de todo, ya no soy una cría ni un joven alocado por el instinto, pensé.

Batí las alas con fuerza para ganar altura e intentar llegar antes al sitio donde estuvieran mis dos compañeros. Pero ya sabía yo, que llegaría cuando tuviera que llegar.

La Torre de Drackwen, pensé, donde me convirtieron en lo que soy actualmente.... Encierra un oscuro y terrible poder ése lugar... ¿Qué les habrá llevado allí?

Me dejé llevar por el viento, planeando entre las corrientes de aire.

Ese "intercambio equivalente" huele mal por todos los sitios, y así se lo hago saber a Eissen en privado.

- ¿Esta fuera de su alcance? ¿un mago? Por el Séptimo Eissen, esto es una trampa en toda regla.

Pero no era la primera vez que pensaba que existía una trampa donde no la había. Y eso me hacía parecerme a aquella élite de sheks ancianos que por temor a trampas y emboscadas no disfrutaban del mundo y vivían recluidos en Nanhai. Aquellos sheks de cuya actitud renegaba.

- Pero bueno, por mi podemos correr el riesgo. Aún así, deberíamos de entretener al mago hasta que llegue Sai'el. Si es un objeto pequeño, el cuerpo humano de él nos será de ayuda para cogerlo y transportarlo. Incluso podría acercarse a la cabaña con más facilidad sin ser detectado.

Mientras hablaba me iba dando cuenta de los beneficios de ser un híbrido. Y comencé a pensar seriamente con que alma inferior estaría dispuesta a compartir mi existencia y mi cuerpo.

La brisa no llegaba a ser fría, ni si quiera la corriente de aire en la que me encontraba. Pude permitirme una sonrisa en mi mente. Una sonrisa que me llenaba de una felicidad extraña en mí. Me había dejado llevar siempre por lo malo... que lo bueno llegaba a ser tan inexistente... que no era nada placentero.

Sentir el aire recorriendo todo mi cuerpo, sentir la frialdad y el poco calor de los Soles, me llenaba como un buen rato pasado con alguien querido, pensé.

Batí las alas para alzarme, y luego dejarme caer unos metros y volar unos diez metros por encima de los bosques.

En mi opinión, volar era una de las cosas más bellas de los sheks, y tener un contacto privado que con otros no se podría, también era bello.

Volví a batir las alas, con fuerza. Para alzarme de nuevo y tener un ratio de visión más amplio.

- Al menos es inteligente, sabe que no buscamos un alma complementaria... si no, más bien, un opuesto. De todas formas, por mi, bien- digo a Eissen en privado.

Giro la cabeza y veo a Sai'el acercándose en un vuelo tranquilo y estable. Miro al mago, su enigmática y tranquila expresión tiene algo de oscuro, y esconde algo que parece que solamente le hace gracia a él. Pero bueno, somos criaturas creadas por el Séptimo para combatir ni más ni menos que a los dragones, la magia de los magos se acaba, pero nuestro poder es algo natural, no algo otorgado, y por eso, dura mientras existamos.

Pienso en la posibilidad de que exista una pérdida entre nosotros, pero la descarto pronto. No es tan sencillo matar a un shek, por muy mago que se sea. Eissen parece algo agitado, lo noto en su mente, y posiblemente sea por la emoción de la hibridación y de la misión por cumplir.

Entonces me doy cuenta de algo. Cuando todo acabe, volverá a la tierra. Sai'el seguirá en búsqueda de su dragón. ¿Y yo? Tendré un cuerpo nuevo, un alma nueva. Pero no tendré un destino.

La Torre de Drackwen ya estaba a la vista. Solamente me separaban unos centenares de metros de ella.

¿Qué harán aquí?, me pregunté.

El poder de la Torre se notaba en el aire. La magia en sí misma, la magia entregada a los seres de la Torre y la magia propia de los unicornios. Algo que también estaba en lo dragones y los sheks, pero de diferente manera. El poder del hielo corriendo por nuestras venas y el poder del fuego en las venas de los dragones.

Vi a Koralie y a Eissen en uno de los balcones del edificio, reunidos con uno de los nigromantes, supuse.

No me acerqué de ellos, ni aterricé al llegar, al poder rozar con mi cuerpo la Torre de Drackwen. No me caían bien los magos ni los nigromantes. Aún habiendo conseguido mi alma humana gracias a ellos...

Me dediqué a dar vueltas en círculos y tirabuzones arriba y abajo en las corrientes de aire alrededor de la Torre, en la que un tiempo reinaba Ashran.

Al final, la curiosidad pudo conmigo y dejé el silencio de mi mente, hablando con Eissen y Koralie a la vez:
-Éste lugar es siniestro, a pesar de estar en el corazón del bosque de los unicornios... ¿Qué os ha dicho el nigromante?

Echo una mirada neutra al mago antes de deslizar mi cuerpo hasta el borde del balcón y dejarme caer en picado. Casi llegando al suelo posicioné mis alas para iniciar el ascenso con el impulso de la caída, creando una parábola perfecta. Aleteé un par de veces para ponerme a la altura de Eissen y Sai'el.

Torcí mi cabeza para mirar de nuevo hacia la torre, pero el anciano mago había desaparecido, supuse que dentro de la torre de Drackwen. Al salir del escudo que protegía la torre, el viento se volvió denso, y nos empujaba hacia el este, aunque no era problema para ningún shek, desde que nacíamos habíamos aprendido a manejarnos en el aire.

Seguía pensando en qué tipo de destino podría elegir. Sabía que necesitaba pensar en algo antes de que mis dos compañeros continuasen sus respectivos caminos, y eso me preocupaba más que enfrentarme a un mago, aprendiz de o lo que fuese, y a su cachibache fantástico. Eissen volaba un poco más adelantado que yo y Sai'el, por eso, embestí al híbrido en el aire, jugando, para luego, reir.

Nunca había reido, al menos no con una risa clara y alegre, acompañada con una sonrisa. La risa de los sangrefría siempre ha sido algo gangosa, incluso artificial. Quería reir.

Lo apunté también a mi lista de cosas pendientes. Y seguí volando.

- Dime que te ha mostrado como llegar a casa de su aprendiz- dije esperanzada.

Koralie volaba algo más atrás que yo y Eissen. Lo que nunca esperaría era una cosa como aquélla.

Eissen me preguntó cómo estaba de mis quemaduras y yo le respondí, pero podía escuchar también Koralie:
-Mis escamas tardarán algunos días en enfriarse y volver a ser como eran

Me embistió en pleno vuelo, y al principio me puse serio y preocupado de por qué había hecho eso. Tal acción hizo que perdiera un poco el control sobre el vuelo, así que caí unos pocos metros. Batí las alas para volar por encima de Eissen y Koralie, para después volar en círculo, chocarme con ella y privarle del camino.

Solamente le seguía el juego, pensé.

Si quieres juego, le hablé en una red privada, te daré juego.

Siseé calmado, pero realmente, si pudiera mostrar mi rostro humano, sonreiría una sonrisa que los humanos considerarían feliz. Mis ojos buscaron su cuerpo y luego miré el horizonte, para luego mirar, más seriamente a Eissen.

Tal vez, ella y Eissen estuvieran hablando, pero eso, seguramente, no me incumbía. Así que no me importaba. Me dediqué a seguir su camino.

Escucho a Eissen mientras le doy un coletazo en el ala a Sai'el para desestabilizarlo. Medito sus palabras, no es un mal plan, pero después de observar a los seres inferiores de Idhún, se que solo hay un momento en el que bajan las defensas completamente entre ellos aunque sean desconocidos: un enemigo común. Dos, para ser exactos.

- Creo que tengo una idea que hará que esto funcione mejor, ya que no quieres matarlo debemos de ser más astutos. Aunque nos acerquemos sigilosamente, un mago podrá detectar nuestra presencia, alteramos la energía del entorno, causamos frío en los sangrecaliente. Por no hablar de ese sexto sentido que les hace parecer conejos asustadizos mirando hacia todos los lados. Lo que tengo en mente es no ocultarnos, al menos tu y yo Eissen. Porque seremos los perseguidores de un cazasheks, interpretado por Sai'el. Si el mago nos detecta, y Sai'el llega corriendo y asustado, le abrirá la puerta. Si atacamos esa cabaña, estará tan centrado en la defensa que no se dará cuenta de que tiene al enemigo dentro de casa, y Sai'el podrá entrar en su mente mientras él busca protegerse de nosotros. Creo que es lo más sensato, ya que si es medianamente buen mago, no podremos ocultarnos. Pero si algo está claro, es que te necesitamos Sai'el, y en tu forma humana.

Hago un par de amplios círculos en el aire reconociendo la zona. La niebla dificulta la visión, pero pocas cosas escapan a los ojos de los sheks.

Siseé molesto por el coletazo recibido, pero ahora ya no era hora de juegos. Eissen expuso su plan, el cual no me pareció demasiado efectivo, en cambio, cuando Koralie expuso el suyo, que añadía engañar a la presa...

Si tuviera mi forma humana me reiría a carcajadas, pensé.

Me gustaba ése plan, pero mostrarme como humano ante mis dos compañeros, ya no era tan bueno. Supongo que es natural que tenga miedo, aunque Koralie ya me había visto, pensé, recordando en aquél recuerdo.

Los nervios inundaron mi mente por unos momentos al pensar en aquélla idea de volver a mi cuerpo humano, después del fracaso del contacto con aquéllos dos híbridos, de dragón y unicornio respectivamente.

Hablé por la red de los tres, pero me mostré algo molesto, por no decir furioso:
-Si no hay más remedio... lo haré... Pero antes, necesito un tiempo para volver a acostumbrarme a mi cuerpo humano. Si estoy demasiado en mi cuerpo de shek, como en éste caso, tendré que volver a acostumbrarme a ser humano.

El coletazo hizo que cayese, casi en picado, pero volví alzarme, planeando entre las corrientes de viento frío de la niebla.

- Si se tratase de un celeste, no nos atacaría aún viendo nuestras intenciones, así que ojalá lo sea, en ese caso bastará con tener la resistencia necesaria para que su magia para proteger la cansa mengue, estará agotado y será pan comido. Pero no creo que tengamos tanta suerte. Por otra parte, los Picos de Fuego alojan la puerta a Umadhún, si ese mago ha estado en la Torre de Drackwen lo sabrá, y la aparición de un cazasheks herido y un par de serpientes aladas enfurecidas no tendría que parecerle tan extraño, por muy deshabitada que sea la zona. No tienes que pensar como un shek Eissen, tienes que pensar como ellos, y ante el peligro, simplemente, no piensan, actúan. Es como nosotros cuando vemos a un dragón, nos lanzamos hacia él sin pensarlo, es instinto. El instinto de las razas inferiores los empuja a protegerse entre ellos, como la sociedad que son. Hasta Asram el Nigromante tenía un séquito, o algo parecido.

Pienso que a Eissen aún le queda por aprender algunas cosas sobre los habitantes idhunitas, pero tras ver esas imágenes que nos ha mostrado, no me extraña. Aquellos humanos han sido capaces de dominar todos los elementos que les eran adversos, pero al igual que los de aquí, lo utilizan unos contra otros. Recupero la imagen de la bomba atómica mientras aterrizo con sigilo.

- De todos modos... aquí somos tres. Que deshaga el empate Sai'el.

Volando en círculos, alrededor de Eissen y Koralie, escuchaba lo que decían, sin yo decir nada. Pero al ver que mencionaron mi nombre, decidí poner mi punto de vista.

-Lo que dice Eissen sobre la herida escarchada, ayudaría a ser más creíble-empecé-. Pero os recuerdo, que tendré que volver a acostumbrarme a mi otro cuerpo, por no decir... saber interpretar a uno de ellos.

Después de todo, ellos son más cálidos y yo soy frío, pensé.

Pensar en volver a mi cuerpo humano, me llenó de nervios por todo el cuerpo, haciendo que plegase las alas, para caer unos metros hacia abajo y volar más bajo que Koralie y Eissen, y entrar en mi forma humana.

El pueblo se iba viendo mejor a menor altura. Volaba a unos pocos metros de las copas de los árboles.

-Si tengo que llegar a cambiar de apariencia... más vale que sea pronto...

- Quizás la parte humana de Sai'el necesite algo de intimidad para transformarse- dejé caer a Eissen mediante una conexión privada-. Déjale un poco de espacio anda.

Se nota que el shek de la Tierra está ansioso por ver la apariencia humana de Sai'el. No lo culpo, yo misma estaría en la misma situación si no lo hubiera visto ya. Pero una vez visto el espectáculo y satisfecha la curiosidad, siempre es más cómodo ver un shek subyugando un alma humana que el efecto contrario.

Al contrario que nosotros, los seres inferiores cuidaban mucho de tapar algunas zonas de su cuerpo, como si se avergonzasen de ellas. Era un sentimiento extraño que había descubierto mientras exploraba mentes de feéricos, humanos, yan y mestizos. El sentimiento era nombrado por ellos como "pudor", y se trataba de una extraña mezcla entre vergüenza y afán por proteger la intimidad. La intimidad del propio cuerpo.

Pensé si llegaría a sentirlo en el caso de hibridarme. Si me decidía a hacerlo, sabía perfectamente qué alma elegir para compartir mi cuerpo. Un alma de sangrecaliente de un elemento compatible con el mio, que no lo dañase como el fuego de los yan, si no que pudieran convivir en cierta armonía. Pero para encontrar esa alma, debería hacer una pequeña caza, rastreo incluido.

Mientras Sai'el retomaba su cuerpo humano, observé cada movimiento de la zona. Era un lugar tranquilo, quizás demasiado, y con déficit de criaturas del bosque. Quizás se alejasen de la energía hostil que llegaba desde la dirección en la que se situaba la cabaña.

Cuando aterricé, me interné entre los árboles. Saliendo de la vista de mis compañeros, o más bien, de uno de ellos: Eissen.

Así que en medio de la arboleda, dejé atrás mi cuerpo de shek y volví a mi humanidad, mareado. No pude mantenerme en pie y me tambaleé, casi cayendo al suelo, pero logré apoyar mi espalda en uno de ésos árboles.

Notaba aún las mentes de mis compañeros cerca, aun siendo humano, y caminé para ponerme al descubierto, fuera de debajo de las copas de los árboles.

Cuando estuve a la vista, con los pasos tambaleantes, les hablé a los dos:
-Ya ha empezado el plan... Tenéis que escarcharme las quemaduras que tengo por culpa del dragón... No puedo hacerlo yo mismo en éste cuerpo...