Huellas de la Infancia (RL)

Tan solo con 6 años salí de mi cabaña apartada del mundo, solo conviviendo con Varus, sin ningún otro idhunita. Fui con mi padre, solos, mi hermana Tara y mi madre se habían quedado solas, pues no podían venir, pero mi padre confiaba en mí y, la verdad, insistí bastante.

- Papá... ¿por qué vamos a Awa? ¿allí hay mucha gente? -.
- Mucha, muuuucha gente, hay muchos feéricos -.
- No sé... que es eso -.
- Pues pronto lo descubrirás... -.

Tras decir esto, apartamos unos cuantos arbustos de nuestro paso y encontramos una ciudadela preciosa, llena de color y vida. Mi padre me miró, sonriendo, encontrando en mí el rostro en la cara que él esperaba, una expresión de sorpresa. Me acarició mi pelo rubio y salimos.
Incómoda por la ropa que no estaba acostumbrada a llevar, me la ajusté un poco, acostumbrámdome, mi padre me había puesto una cinta lila en el pelo y un vestido blanco y corto.

Al adentrarnos en Awa encontramos millones de feéricos que se reflejaban en mis ojos azules, algunos nos miraban, tampoco yo misma creía que iban a esperar encontrarse a muchas razas distintas, y menos a unos Varus. De pronto, mi padre se paró en un edificio, probablemente, el más alto de esa ciudadela- Hija, espérame aquí -me dijo, él entró en el edificio y yo, intranquila, esperé apoyada en la fría pared que me servía para reponer energías de la caminata.

Kronos se retorcía en el suelo como un pequeño renacuajo, boqueando sin poder casi respirar debido a las sonoras carcajadas que salían de su boca. Papá (sí, Papá, pues para Kronos aquel era el único nombre para el hombre que lo había cuidado desde pequeño) estaba tirado sobre él, hurgando en sus axilas con sus dedos revoltosos con la intención de hacerle más cosquillas.
- ¡Para! ¡Para ya, Papá! - replicó Kronos entre cacajadas, y Papá se detuvo, sonriente.
El pequeño Kronos, de sólo 3 años de edad, consiguió incorporarse. Lagrimas de la risa le corrían por las mejillas, tan coloradas y pecosas como su regordeta nariz. Su pelo verde estaba más revuelto que de costumbre.
- ¿Te diviertes, Verdi? - le preguntó Papá en tono cariñoso. Aquel era el nombre con que lo llamaba desde que era un bebé, desde que le creió el pelo. Pelo verde, como su difunta madre. Papá en cambio lo tenía castaño y dorado.
Kronos asintió con una sonrisa pícara, a lo que Papá respondió revolviendole más el pelo con su enorme mano.
- Te vas a quedar aquí jugando, ¿vale? Yo tengo que ir a acabar con unos asuntillos...
- Pero Papá, ¡yo te quiero aquí, conmigo! ¡Quiero jugar con papi!
- No, Kronos. Luego jugaremos más, ahora papi se tiene que ir- Papá se incorporó, después de darle un beso a Kronos en la mejilla- No te alejes mucho, ¿vale? Ahora vuelvo...
Y se fue. Papá sabía que a Kronos le encantaba aquella zona del bosque. Además, era una zona segura. Cuando Papá había sido pequeño también había jugado allí desde bebé.
Kronos aprovechó la soledad para tirarse sobre la fresca hierba y revolcarse sobre ella, sintiendo su reconfortante contacto, el cosquilleo que le producia en las piernas y la nuca. Seguía riendose, aun estando solo.
Pero de pronto todo cambió, cuando vió un extraño destello rojo entre los árboles... y su rostro mutó en una mueca de sorpresa y repentino terror.

El chico se presentó- Hola, me llamo Rowina, llamame Rowi -me presenté. Me sorprendió no verle con nadie, estaba solo- Y tú... ¿con quién vienes? Te veo... solo -.

Miré a su lado, pero lo único que conseguí ver fue a una pequeña dragona volando por el cielo- Has... ¿has visto eso? Tú... eres un celeste, ¿verdad? ¡vamos! -le dije. Le cogí por el brazo y, aunque no me molesté ni en mirar la expresión de su cara ni en saber su opninión, yo misma le arrastré hasta el bosque de Awa. Nos paramos al principio de un pequeño bosque.

- Vaya... un bosque, que bonito es, ¿a ti no te gustan? -.

Esperé su respuesta y, mientras tanto, recordé como mi padre y yo jugábamos en el bosque y, como cuando me sentía triste, iba yo misma, sola, y a sentarme en la orilla de un pequeño río oculto que se llenaba por una gran cascada de agua limpia y fresca. También recordé como mi padre me advirtió de que no me moviera, pero ya no había vuelta atrás.

El dragón no era muy grande, pero a Kronos se le antojó enorme, comparado con su pequeña estatura.
Aquella bestia se acercaba lentamente... y lentamente Kronos retrocedía a cada paso, con una expresión de temor en su rostro.
"Me va a comer... " pensó el silfo, muerto de miedo. No había visto nunca un dragón, y al tener uno por primera vez delante suya se temía lo peor.
Sin embargo, una extraña curiosidad lo invadió cuando el dragon comenzó a lanzar aquellas extrañas chispas por la boca. Bolitas de fuego que surgían de su garganta para ascender y explotar luego con un gracioso sonido. Kronos no pudo menos que sonreir, maravillado ante el espectáculo. No apartaba la mirada de las burbujas de fuego que creaba el dragón. Ni siquiera se preguntó con qué razón un dragón feroz había bajado hasta aquel bosque, justo frente a él, para entretenerlo con sus llamaradas. Sólo pensaba en Papá, y en lo orgulloso que se sentiría al contarle que había conocido a un dragon de verdad. Un dragón rojo y grande, que hacía burbujas con la boca.
Pero de pronto todo cambió otra vez. El dragón (o dragona, Kronos no podía identificar a qué sexo pertenecía aquella criatura) se puso alerta, y antes de que el silfo pudiera reaccionar se encontraba volando por los aires, a metros sobre las copas de los árboles, enganchado fuertemente a las garras del dragón por su camisa.
Kronos no pudo evitar echarse a llorar.
- ¡Sueltameeee! ¡Sueltameeeee! ¡Papaaaaa! Dragón malo... ¡Dragón...! - sus berreos se interrumpieron cuando la dragona dio un fuerte impulso con su garra y Kronos acabó lanzado al vuelo, para caer de culo sobre el lomo del dragón, para asombro del pequeño silfo.
Sin embargo, no era fácil mantener el equilibrio ahí encima, con empuje del viento y el bamboleo de dragón, y sus piernas eran demasiado cortas como para agarrarse con fuerza. Sin poder evitarlo, Kronos se vio resbalando por el deslizante lomo de la criatura hasta la cola, de donde salió despedido como si de un tobogán se tratara.
No tuvo tiempo para gritar de nuevo antes de que su diminuto cuerpo cayera al vacío, hacia las copas de los frondosos árboles de Awa, a toda velocidad y sin ningún tipo de frenos.
Kronos vio pasar su corta vida por delante de sus ojos.

Voy de la mano de papá y me dentro en Awa. Llegamos a una especie de plaza donde hay más niños y... un dragoncito.
¡PAAAPIII! ¡UN DRAGÓN! ¿Puedo ir a verle? ¡Porfavoooor!-digo casi histérica.
Me quedo mirando con el pequeño dragón juega con un niño feérico y este parece algo asustado. Cada vez tengo más ganas de ir, pero de repente veo que el dragón habla y me doy cuenta de que és una chica. Ahora si que quiero ir. Tiro cada vez más fuerte de la manga de mi padre para conseguir su respuesta, pero parece que está ocupado mirando su cuaderno.
-¡PAPÁ!-grito algo enfadada.
Parece ser que se ha dado cuenta, por lo que me dice:
-¿Qué pasa?
-Allí, una dragona pequeñita, pequeñita... ¿puedo jugar con ella?-pregunto entusiasmada mientras la señalo.
-Podría hacerte daño pequeña...
-No me hará daño papi, no me protejas tanto o me enfadaré.
-Te he dicho que no.-tras escuchar esas palabras me siento en el suelo y aguanto la respiración hasta que...
Vale... ve, pero ten cuidado.-me dice algo cansado.
Le abrazo y voy corriendo hasta ellos. Me quedo un momento buscándoles y veo que el feérico está cayendo y la dragona volando, les espero bajo, ¡yo también quiero hacer eso que hace el niño!
¡Hola! Soy Martah, ¿y vosotros?-digo muy alegre y casi gritando.

Una chica se presenta tras de mí, asustada, me doy la vuelta- ¿Pa...? Ah... hola, me llamo Rowina, llámame Rowi -me presento, esperando a que Alderun, algo confuso, se presentara también. Me doy la vuelta, intentando buscar al Dragón, lo único que consigo ver es a un niño pequeño cayéndose desde la copa de un árbol.

- ¡Chicos! ¡Mirad! ¡Ese niño se está cayendo, tenemos que ayudarle! -.

Sin importarme mucho lo que hagan los demás, salgo corriendo rápidamente en dirección al árbol: "Aunque... si el niño es el de las risitas... eso quiere decir que e Draón tiene que estar cerca...", pienso. Vuelvo a mirar al chiquillo, parándome un momento y descansando, miro atrás, donde creo que puedo distinguir a Martah y a Alderun, aunque no sé muy bien lo que están haciendo.

Mientras tanto, me doy la vuelta, el niño sigue cayendo, así que, aprovecho el tiempo para salir lo más rápido que puedo- ¡Esperaaaaa! ¡No te caigaaaaaaas! ¡Nooooooo! -le grito inconscientemente, aunque por la altura, tiene que ser bastante pequeño, ¿tres años, cuatro.... cinco... seis...? Aunque no fuera lo más importante, esos pensamientos acapararon la mayor parte de mi tiempo en mi cabeza. Más tarde ladeé la cabeza, mi único objetivo es evitar que el chiquillo del pelo verde se hiciera daño.

Kronos no se lo creía cuando vio salir de entre los arbustos, como un espejismo, un enorme pajaro azul que lo atrapó al vuelo y lo dejó cuidadosamente sobre la fresca hierba del suelo. Justo enfrente de un grupo de niños que lo miraban divertidos.
No respondió a la pregunta del niño azul. Solamente se dejó caer en el suelo de culo, sin fuerzas, y comenzó a llorar de nuevo desconsolado. Lloraba de temor. Lloraba de angustia por los momentos vividos segundos antes. Y lloraba porque no quería volver a ver un dragón en su vida. Porque aquel dragón malo le había raptado y se lo había llevado volando... y el pobre Kronos lo había pasado realmente mal.
Pegó un brinco del susto cuando sus temores se hicieron reales, y de pronto el monstruo de escamas rojas apareció de entre la maleza, diciendoles algo. Su profunda voz, aunque trataba de ser amistosa, le dio escalofríos, y Kronos no dudó en levantarse rápidamente y escapar lo más lejos posible del dragón.
Se refugió tras el grupito de niños que habían acudido a su encuentro, abrazada a las piernas de una niñita de largos cabellos azules y ojos verdes como la hierba. Los ojos de Kronos no dejaban de soltar una lágrima tras otra, observando al dragón con terror.
- Es malo... El bicho es malo... - murmuraba con voz queda, rota por el miedo.

Parecia que el niño de pelo verde hiba a caer y a bueno, en fin... hacerse algo grave. Pero de repente un gran pájaro aparece y le salva su corta vida. Alucinante. La dragoncita ya se ha ido, o eso creo hasta que la veo salir de unos matorrales. El chico de la piel azul se llama Alderun y la chica con escamas Rowina, me dice que la llame Rowi, cosa que acepto con mucho gusto. El del pelo verde parece murmurar algo a mis pies, pero no logro descifrarlo bien.
Chhst... Tranquilo... ya pasó. Como he dicho antes... soy Martah y, bueno, quería conocer a la dragona.-digo con una amplia sonrisa.
Miro a Alderun que parece paxífico y es cuando ceeo saber que raza es, mi padre dice, que hay una raza aquí, en Idhún, quw nunca quiere combatir y que siempre está en paz. Bien, pues creo que el niño azul es de esa raza. Celeste creo que me había dicho. Y la niña que se hace llamar Rowina, debe de ser una Varu por sus escamas y ojos. Y bueno, el niño que tengo enganchado a la pierna tiene el pelo verde y logro distinguir en su piel alguna tonalidad de este color. Le lanzo una sonrisa llena de diversión.

Asomrada por lo rápido que ha pasado todo, di un paso adelante, el niño estaba a salvo, enganchado a la pierna de Martah como un cachorillo asustado, bastante mono. Miré al Dragón, que nos preguntó si habíamos visto a uno negro, yo me atreví a responder con sinceridad.

- No, pero... ¿tú quien eres? -.

Le estreché la mano, aunque ella estaba bastante lejos- Me llamo Rowina... Rowi, ¿y tú? -me presenté con una amplia sonrisa, para no asustarla, pues notaba que huía de nosotros, o sé si sería de mí, de Alderun, el chico Celeste, o a Martah, la Mestiza. Miré de nuevo al chico, un pequeño silfo: "Me pregunto... si habrá venido con alguien... o habrá venido hasta aquí... solo", pensé. Martah, tranquilizando al pequeño, y Alderun, actuando de forma pacífica, aunque no podría descrbir lo que estaba haciendo en esos momentos.

Kronos no se podía creer lo que ocurría a su alrededor. Les había advertido. Aquel dragón era malo. Muy malo. Y ellos seguían tan tranquilos, presentándose unos a otros como si no pasara nada. Pero a Kronos poco le importaba conocer sus nombres en aquellos momentos de inminente peligro.
- ¡El dragón es caca! - dijo Kronos con su voz chillona, harto de que le ignoraran. Se armó de valor y cogió una piedra del suelo, poco más pequeña que su puño- ¡Cacaaa!
Y con ese grito de guerra lanzó la piedra en dirección al dragón. Una lástima que sus fuerzas dejaran mucho que desear, siendo sus brazos tan cortitos y endebles, y la piedra alcanzó poco más de un metro en su vuelo para luego caer sobre la hierba, inofensiva.
Sin embargo, el dragón se puso alerta de pronto, alzando las orejas, y sorprendentemente para Kronos huyó del lugar escondiéndose entre los árboles.
- ¡He matado al bicho! - sentenció Kronos, victorioso con los brazos en alto y orgulloso de si mismo, sin ser consciente de que no había sido él quien había asustado al dragón. Todos lo miraron perplejos, hasta que también oyeron los gritos de dos personas que se acercaban entre los árboles...

FDR: Supongo que esas dos personas son los papis de Alderun y Rowi, no?

Era una escena... algo extraña, la verdad. El peliverde se había soltado de mi pierna y le decía cosas al pequeño dragón que tanto quería conocer. Le acaba de tirar una piedra y la dragoncita se va volando. Acaba de cometer un gran error. Voy a decirle algo, pero lo veo tan feliz por su "logro" de haber espantado al dragón, que me da pena gritarle en estos instantes, además, es un niño pequeño y estaría asustado.
¡Espera, no te vayas!-le digo a la dragona.
Le dedico una mirada llena de enfado al silfo, pero, ante esos ojitos me hablando y me vuelvo normal.
Escucho unas voces, unas voces que nombran a Alderun y a Rowi, miro hacia de donde provienen y veo dos figuras, sus padres supongo.
¿Os vais ya? Deberíais quedaros...-digo.
Me quedo mirando el cielo en busca del dragoncito rojo y uno negro supuestamente amigo o familiar de Enoramay.

"Maldita sea...", pensé. Mi padre y un Celeste, seguramente el de Alderun, salían corriendo en dirección nuestra- ¿Os vais ya? Deberíais quedaros... -nos dijo Martah, yo asiento, pero mi padre viene y me coge del brazo.

- ¡¡Me tenías asustado!! -.
- Papá... tú dijiste que aquí la gente era buena, yo no quería... -.
- Vámonos... y vosotros no volváis a acercaros a... -.

Me suelto del brazo, interrumpiendo su orden a los demás- No, papá. Ellos son mis amigos, yo me quedo -le digo, con una voz de adulta, imponiendo la orden. Mi padre me mira, frunciendo el ceño.

- Hija, no quiero enfadarme... -.
- ¡Aquí la que está enfadada soy yo, nunca me dejas hacer nada! -.
- Porque podrías hacerte da... -.
-¡Pareces un disco rayado! Podrías hacerte daño, podrías hacrte daño... ¡lo que necesita alguien como tú es una buena tunda! -.

Al decir esto último me arrepiento.

- ¿Conque sí, eh? Pues vale, me vuelvo a casa, ya sabrás tú el camino que hay que coger, quédate con esta gente -.
- ¡Pero... papá! Yo no quería... -.
- No querías nada, al igual que yo no quería que vinieses -.
- ¡Pues gracias a esto me he dado cuenta de que no te necesito! ¡Y de que me has estado ocultando todo este tiempo! -.

Pero mi padre ni se molestó en respoder y se fue, era la primera vez que nos habíamos enfadado. Y me di la vuelta para mirar a Alderun y a su padre.

La dragona se presentó. Mas seguía temiendo algo, a parte de que le hubiese pasado algo al dragón negro. De repente, el pequeño silfo se enfadó y tiró una piedra. A la par, se empezaron a oir voces que nos llamaban a Rowi y a mí. Nuestros padres. Miré a la dragona, ya no estaba. Martah decía que no quería que nos fuésemos. Vino mi madre. Estaba preocupadísima, creía que me había pasado algo y que la iba a dejar sola, sola para siempre. Se sentía muy aliviada por haberme encontrado. Nos abrazamos y lloramos. Una imagen muy diferente a la que teníamos delante. Rowi y su padre estaban discutiendo. Mi madre me besó y se levantó. El padre de Rowi se marchó furioso. Ella estaba dolida, se reprimía las lágrimas, era bastante madura para ser una niña de 6 ó 7 años. Nos miró. Mi madre se acercó a Rowi y la abrazó. Intentaba calmarla. Lloraban. Las dos. A mi madre le hubiese gustado haber intervenido, haberles explicado a cada uno el punto de vista del otro, pero bien sabíamos los celestes que eso no lo debíamos hacer.

- ¿Y tus padres? - le pregunté yo a martah. - Y por cierto, ¿qué vamos a hacer con el silfo? ¿Tiene padres, verdad? - dije, miré a mi madre. Ella dejó a Rowi y se acercó al pequeño silfo.

- Hola pequeño, ¿ y tus padres ? - le preguntó amable.

Kronos se quedó mirando al niño azul con sus enormes ojos negros y una sonrisita en la cara. Todavía sentía el orgullo de haber "matado al bicho".
- Mi Papá se ha ido ha hacer unos "decados" - dijo el Silfo, divertido. Miró a su alrededor. Vio a la niña con escamas llorando en el suelo por la discusión con su papi, y también a los papás del niño azul, que observaban a Kronos con dulzura- Mi Papá ahora vuelve. Me ha dicho.
Sin esperar una respuesta (si es que había una respuesta a eso) se giró y se fue corriendo entre risitas, para internarse de nuevo en el bosque.
- ¡Voy a buscar a Papá! - decía sin parar de correr, mientras se perdía entre la maleza.
No se daba cuenta de que el camino que había tomado no era el correcto, y que su aldea estaba en la dirección opuesta. Y no se percató de ello hasta que estuvo realmente perdido, y no supo como regresar.

El dragón se ha esfumado, tal vez, para siempre. Me siento muy triste, pero más aún al ver la discusión de Rowi con su papá.
Antes de que me de tiempo a acercarme a ella, el silfo sale corriendo hacia el bosque. No me opongo, pero me preocupo un poco al pensar que un niño tan pequeño no debería ir tan suelto por ahí.
Ahora si que me acerco a Rowi que se encuentra en el mismo sitio de la discusión, sentada, con lágrimas cayéndole por los ojos.
Tranquila... Ya verás, como se arregla. No te dejará aquí.-le digo-¿Sabes? Una vez me pasó algo parecido, al final se arregló... no te preocupes.-le digo con una sonrisa.
Mi padre aparece por un lado y me mira preocupante.
Martah... ¿qué has hecho?
¿Yo? Yo no he hecho nada papi... es que...-dudo antes de decir-su papá la ha reñido y se ha puesto triste. Quizá... si hablas con él...-le digo mientras le miro suplicante.
Vale, todo por mi pequeña.-me dice con una sonrisa revoloteánome el pelo-¿Dónde está su padre?
Se fue por allí.-digo señalando el lugar por donde se había ido.
Miro a Rowi con una sonrisa mientras le limpio las lágrimas. Es más mayor que yo, o eso parece.