~Espectativas~ ((Afueras de Nurgón))

La brisa en el cielo resultaba esplendida. Era fresca, refrescante y limpia, con el aroma de Nurgon inundando el aire con la fragancia de cuero y tierra que resultaba exótica y al mismo tiempo familiar. A pesar de que aquel no era el preciso momento para pensar en lo fresquita que estaba la brisa.
Me aferraba con fuerza a las plumas de Ashker. Habíamos tenido un par de problemáticas con una (jodida) bandada de pájaros demasiado gordos y al final mi hermoso hipogrifo había acabado con un ala torcida y ahora peleaba por mantener el control en el aire al intentar efectuar un "aterrizaje de emergencia". El animal, más que volar, caía en picado y se elevaba a bruscos trompicones. Estábamos a unos 5 metros del suelo cuando, definitivamente, Ashker perdió el control y yo y el hipogrifo acabamos por estrellarnos, con suerte, de costado, haciendo un fuerte estrépidto.
Gemí dolorosamente mientras rodaba varios metros por la colina. Me incorporé en cuanto dejé de rodar y corrí hacía mi animal, a pesar de que sentía un fuerte dolor en el pecho y en la cadera izquierda, sobre la cual había aterrizado. Me arrodillé junto a mi animal y solté u improperio al ver el estado de su ala.
-No te preocupes...-le susurré acariciando el plumaje de su pecho.- Curaremos eso.
Como si me entendiese, Ashker se levantó y yo sonreí. Claro que me entendía, era un animal realmente inteligente. Le besé la cabeza y me sacudí la hierba, la verdina y la tierra de brazos y piernas. Había acabado perdida, con el pelo revuelto y la ropa totalmente arrugada. Llevaba unos pantalones de cuero negro muy ajustados, que delineaban mis piernas a la perfección. Arriba, una camiseta blanca (aunque ahora luciera medio verde ¬ ¬') Parecía que Ashkier solo había sufrido daños graves en el ala, por lo demás solo tenia algunos arañazos. Yo, en cambio, ahora que la adrenalina descendía vertiginosamente, empezaba sentir que el dolor de la cadera se acentuaba bastante. Agarré mi mochila, que, no sabia como, seguía a mi espalda y cerrada. Revisé todos los objetos. Parecían estar todos intactos, gracias a los dioses...
-Uuuff...-suspiré lentamente y me senté en la hierba.- Necesito un descanso...
Mascullé por lo bajo. Me llevé la mano al cinto, enumerando mentalmente el numero de pequeñas bolsitas con diversos contenidos que tenia, hasta que llegué al lado izquierdo y me percaté de porqué me había dolido tanto. La espada. No estaba. Me levanté de un salto, y gemí de dolor perdiendo el equilibrio al sentir el intenso dolor de la cadera. La busqué con la vista hasta hallar la espada, fuera de la vaina (que sí estaba en la vaina, que se había roto (si, ahora me percataba del detalle) y por eso se había salido la espada) Caminé torpemente hasta ella y la cogí nuevamente. Al alzar la vista me encontré que a unos escasos tres metros de mi espada se encontraba un muchacho, que parecía estar... ¿durmiendo?

Miré al muchacho extrñada. ¿Estaba durmiendo realmente? Parecía estar demasiado en clama para estar durmiendo.. ¿y si estaba muerto? Me acerqué un poco más a él, son poder evitar utilizar la espad a amodo d ebaston improvisado, clavando el filo enla tierra para apoyarme al andar. "Tener que usar baston a mi edad... que verguenza..."Pensé con indignación mientras me inclinaba sobre el muchacho, dejando que mi cabello cayese en cascada hacía un lado, obstaculizando la luz del sol, que ya no daba en su cara directamente. Parecía estar sonriente todo el rato. Por un instante pensé que era una sonrisa algo tonta y algo boba, pero me quedé mirando su rostro algo ensimismada. Era atractivo... no, tenia algo más que la belleza masculina. Una especie de aura extraña que no llegaba a comprender o identificar. No sabía mucho per aquello no era magia, era algo más.
Un intenso graznido me hizo alzar la cabeza de golpe a tiempo que me giraba. Momentaneamente me cegó la luz solar y cerré los ojos unos instantes acostumbrandome a la luminosidad tan brusca que me había dado directamente en la retina. Cuando abrí los ojos vi a Ashker, estaba a unos metros de nosotros y parecía especialmente nervioso, como si hubiera una mayor amenaza por allí o algo que lo inquietara.
-Ei, Ashker, calmate. Ahora nos marchamos...
Le dije en alto, alzandol la mano para que se calmara. Dejé la espada en la hierba, ya que no podía llevarla en la vaina rota, se caería otra vez, era obvio...

fdr: no es tocho post pero, sea lo que sea lo que quieres hacer, te lo dejé a huevo querida XDD

Su respiración me llegó por unos instantes, acariciando con tranquilidad los pumulos de mi rostro, observando también tras mis párpados como la intensidad del luz disminuía, dandome la seguridad de que ya se encontraba lo suficientemente cerca como para hacer lo que estaba escrito en mi mapa mental. Esperé un poco más, pacientemente, a que no estubiera totalmente centrada en mí. Cuando un graznido pareció llamar su atención (momento el cuál supe porque la intensidad de los soles volvió a aumentar) clavé con rapidez los codos en la hierba, elevandome gracias al impulso rápidos de brazos y piernas y colocandome tras de ella con agilidad, para agarrarla por los brazos y tirarla al suelo bocarriba, sentandome sobre su barriga haciendo el minimo de presión con las rodillas en el suelo y agarrando con rapidez sus muñecas. Sonreí con optimismo mientras veía a mi presa bajo mi cuerpo, analizando su cabello azabache con ondulaciones y unos preciosos ojos azules, tan contrarios a los ardientes que dominaban mi cara. Dejé escapar una pequeña sonrisa más amplia al ver como su rostro de asombro se iba transformando en una mueca de enfado. Comencé a elaborar mi papel como mujeriego, mientras no paraba de observar sus reaciones que me parecían levemente graciosas. La verdad era que los humanos eran una raza que me llamaba mucho la atención, un motivo por el cual había elegido aquél cuerpo.
-Oh que bella mujer me ha caido del cielo -pronuncié con ironía, sin apartar mi mirada de sus ojos zafiro- Hoy me ha bendecido la diosa Irial con una preciosa damisela.
Dejé que mi sonrisa se fuera transformando en una más picara, cerrando con levedad los ojos para darle más morbo al asunto. Mientras forcejeabamos, no pude evitar ver colgar de su cuello un colgante representativo de la guardia de Nurgón. ¿Ella era caballera? Su rostro no me sonaba, por lo que no podía ubicarla en ningún escuadrón ni como aprendiz. Bueno... ya hablariamos de ese asunto. Ahora mismo lo que me importaba era lo bien que me lo estaba pasando. Un pasatiempo para aquella tarde tranquila y calida.

Escuché un pequeño sonido de la hierba crujir bajo el peso y antes de que me diese la vuelta sentía la presión de unas manos aferrandose a mis brazos intentando hacerme perder el equilibrio y deeribarme. Maldita sea, ¿porque había bajado la guardia? ¿Me estaba volviendo idiota o que? ¿No habia tenido ya suficientes experiencias malas con los hombres?
Por más que itnenté resisitrime acabé en el suelo, sintiendo aun más dolor en la cadera izquierda, y ahora la presión del peso de aquel tipo sobre mi, agferrandosea mis muñecas mientras yo seguí aforcejeando, mirandole con verdadero odio en la mirada. Estaba cabreaad, muy cabreada. Hacía bastante tiempo que había empezado a tener una cierta intolerancia a los hombres, y a los que eran como él, todavía más. Me recordaban demasiado a alguien que me había hecho demasiado daño...
Ahora la sonrisa de aquel tipo em parecía uan mas estúpida que antes, ahora resultaba un tanto prepotente. No pasé por alto el pequeño detalle de los ojos rojos. No había viusto nunca anadie con unos ojos así, y eso despertaba mi curiosidad, pero no era momento para explayarla, y ei enfado la eclipsaba notablemente.
Oh que bella mujer me ha caido del cielo Solté un pequeño gruñido ante la ironia de sus palabras. Como me sotlara le iba dar ostias hasta en el cielo de la boca...Hoy me ha bendecido la diosa Irial con una preciosa damisela.

-Deberias tener cuidado con tus palabras... a vecez la diosa te maldice dos segundos despues de haberte bendecido.
Comenté con una voz ciertamente hostíl. Cuando entornó la mirada y la bajó (supuse que mirandome las tetas seguramente) si que me cabreé aunn más. Aquello no se podía quedar así. Silvé con fuerza y en una fracción de sgeundo, Ashker le había hehco un placajae brutal al tio, lanzandolo dos metros a mi derecha, tiempo que yo aproveché para ponerme en pié y tomar mi espada con rápidez. Si mi orgullo me lo hubiera permitido, me habría quedado tumbada, porque el dolor de la cadera era persistente, pero mi orgullo era demasiado fuerte como para desistir.
-Y como intentes acercarte nuevamente a mi creo que finalmente seré yo la que te maldiga.
Dije apuntandole directamente a la cara con la espada.

Aquella risa me sacó de quicio, y si no tuviera ya un plan para quitarmelo de encima le había dado un guantazo en la cara .¿Pero quien se creia que era? ¿El jodido rey del mambo? Si epnsava que habia tenido suficientes experiencias con hombres mujeriegos que buscaban simple diversion, me habia equivocado, parecía que todos los dioses querían que lo pasase mal con la gente del sexo opuesto. "Tal vez los dioses quieren que me haga lesbiana... quien sabe..." Pensé irónicamente mientras le observaba con frialdad.
Ashker apartó la mirada, una vez cumplido su trabajo en ayuda de su ama, no le interesbaanada lo qeu aquel ser pudiera decirle. De todas formas al animal se le veía ciertamente incomodo con aquel hombre, y yo también comenzaba a sentir recelos hacía aquel hombre, aparte de un potente odio. No podía explicarme como era capaz de ociar tanto a una persona que nis iquiera conocia.
Parecía que aquel tio lo uncio que el importaba era echarse unas risas con cualquier tipo de ser que se le cruzaba.. sgeuro que era uno dde esos que de pequeño se dedicaba a arrancarle las patas a los insectos y a pisotear flores...
¿Una humana rencorosa? "Egocentrismo en su esencia pura y concentrada al maximo..." Respondí mentalemnte, aunque solo era un pensamiento para mi misma. Le observé igual de fría sopesando la idea de partirle la cara o marcharme sin mancharme las manos.. de todas formas, no merecia la pena, si me encontraba a ese tipo alguna vez, lo evitaría por todos los medios, no queria un encontronazo tan "agradable" como el de esta vez.
-¡Ah! Me llamo Alexander, caballero de Nurgón
Di un paso hacía él y aparté la tela de su ropa del cuello, buscando la cadena dorada del colgante de los caballetos de Nurgon, colgante del cual aquel muchacho carecía totalmente.
-Yo soy Déteka, y si soy una verdadera caballera de Nurgon.-Dije sacando con orgullo el colgante que llevaba prendido al cuello.- Y tu debería tener cuidado con lo que dices si eres un mero farsante, la pena es bastante alta. Si no teiens nada más que decir, adiós.
Dije altivamente y le dí la espalda. Necesitaba ir a un médico y a un veterinario para Ashker, no me interesaba lo más minimo aquel hombre de ojos rojos... ¡¡Reikren!!
Me giré rápidamente y le me agaché agarrandole bruscamente por la barbilla y mirando fijamene sus ojos. Eran identicos a los de mi amiga, a la que tanto tiempo hacía que no veia, y a la cual ya la daba por perdida en realidad... era dificil no saber de uan persona cuando viajabas tanto como yo.
-¿Conoces a Reikren?Exclamé ignorando todas mis palabras anteiorres

''Imposible'' pensé para mí mismo alzando una ceja, dejando que mi sonrisa disminuyera levemente mientras mi mirada se perdía por el suelo y buscaba algo desesperado el colgante por mi cuello. Habría jurado que lo llevaba puesto cuando abandoné esta mañana la academia de Nurgón para ir a aquél enorme campo verde en mi día de descanso. Comencé a hacer memoria mientras la muchacha me sacudía con brusquedad la camiseta en busca del colgante, llegando a recordar que me lo había quitado justo antes de marchar del establo donde aguardaba mi chocaba. Si no recrodaba mal, lo había guardado en la pequeña maletita que transportaba en uno de sus lados, atado a la silla de montar. Volví en mí cuando escuché su nombre, dando por obvio que ella era una caballera de Nurgón. El colgante dorado brilló ante mis ojos unos segundos para luego desaparecer dentro de su camiseta.
Al escuchar sus palabras obscenas, me pusé de pie de un salto al observar que se iba, cogiendo mi arco con rapidez y poniendomelo alrededor, dejando la madera tras de mí junto al carcaj con flechas. Sus palabras, aunque hirientes, no bajaron mi humor y de nuevo la alegre sonrisa se dibujó en mis labios mientras me proponía a seguirla para reclamar que sí que era un verdadero caballero de Nugón. Al darse la vuelta derepente no pude evitar sorprenderme, mirando un poco alterado como me agarraba con una mano del rostro y me miraba con efusiva intensidad mis ojos. No pude evitar pegar una pequeña carcajada, poniendo las manos en la nuca.
Escuché su pregunta, la cual tenía un tono nostálgico pero sus ojos brillaban con un aura de esperanza. Aquél nombre no me sonaba de nada, algo que me hizo arrugar la boca pensativo.
-Nunca he escuchado ese nombre, ¿es acaso una amiga tuya? -murmuré sonriente una vez más. Recordé entonces como la muchacha había cojeado y de vez en cuando se encogía doliendose de un costado - ¿Estás herida? Tengo alguna practica de primeros auxilios en la academia de ''Nurgón''
Mis últimas palabras sonaron con burla, pero de manera optimista. Alcé la mirada hacia los soles, pensando en volver ya. Hoy había prometido a Arissar que almorzaría con mi gran amigo.

Solté su rostro de la misma forma brusca que lo había tomado. Definitivamente perdía el tiempo con aquel tipo. Le dí la espalda y caminé hacía Ashker intentando ocultar la cojera, lo cual no me resultaba complicado si ignoraba el dolor.
¿Estás herida? Tengo alguna practica de primeros auxilios en la academia de ''Nurgón''
No, gracias. Estoy perfectamente.
Respondí con frialdad sin mirarle aun. Apoyé la mano en el lomo de Ashker, que me ayudaba disimuladamente a caminar dejando que apoyara un poco mi peso en su cuerpo mientras me alejaba de Alexander. Necesitaba volver a Nurgon, que a aquellas alturas estaba bastante más cerca que mi casa, y buscar algún mago y/o medico que pudiera curarme.
Andando la caminata podría durar un par de horas más o menos (pensé orientándome según por donde había caído) y yo no estaba para caminar demasiado, y no podía pedirle a Ashker que cargase conmigo, y aun menos que intentase volar teniendo un ala torcida, pero no iba a aceptar la ayuda de aquel tipo, que parecía burlarse de mi todo el tiempo, y me estaba poniendo realmente de los nervios. Abrí una de las bolsitas que tenia en el cinturón y rebusqué hasta encontrar un pequeñito bote de cristal, que contenía un líquido de aspecto ligeramente espeso y un color verde intenso, pero traslúcido. Haber si una poción ayudaba un poquito a mejorar la pierna...
Quité el tapón con cuidado y cerré los ojos, tomándome la poción de un trago. Tenia un sabor amargo, ciertamente desagradable, y dejaba una sensación pastosa en la boca.

No podía entender porque aquella muchacha me trataba de aquella manera, soltandome tan bruscamente y hablandome con un tono que podía captar como odiador. Crucé los brazos ante mi pecho, observando como la muchacha se apoyaba en su bestia y hacía un nulo intento de ignorar la cojera e intentar caminar en una dirección la cual supuse como la ciudad de Nurgón. Comencé a andar tras de ella, con una ligera sonrisa. Así estubimos durante un rato, observando como de vez en cuando tenía que parar para dolerse. Me acerqué a ella con cuidado cansado ya de ver su esfuerzo y me agaché para cogerla por debajo de las rodillas y de los brazos, subiendola en cuello.
-¡Venga! Te llevo yo. Ya que no me dejas curarte deja al menos que te ayude -murmuré contento, al tanto de que su incremento de odio subía por momentos. Su mirada me lo decía todo. Fruncí con levedad la boca, pensando en algo para que se calmara. Mi intención de hace unos momentos había sido pasar un rato entretenido, pero no por ello quería hacer crecer enemigos a mi alrededor. Volví a sonreir cuando las palabras indicadas acariciaron la punta de mi lengua- Perdón por lo de antes, a veces no controlo el grado de mi diversión.
La miré un momento a los ojos sonriente para luego dirigirla alfrente y convertir mis labios en una leve mueca de tranquilidad. Mis rojizos ojos podían ver más que un humano corriente, aunque menos que en mi forma de dragón. Podía ver ya los edificios de piedra blanca de Nurgón y entre ellos un enorme pollo amarillo paseando. Alcé una ceja. Arissar ya había vuelto a escaparse del establo.
-Y por cierto, si que soy Caballero de Nurgón y cuando lleguemos a la ciudad, te lo demostraré -dije con cierto tono de cabezonería.

Escuchaba sus pasos tras de mi y no me gustaba ni un pelo. Por el amor de Irial.. ¿porque me seguía? ¿Porqué demonios tenia que seguirme precisamente aquel tipo? No estaba en mi mejor momento, y ese hombre me había cabreado de verdad, ¿que tenian los dioses en contra de que recuperase la tranquilidad, o al menos, una minima parte de ella?
No podía evitar parar paulatinamente ante el dolor de mi cadera, parecía que la poción lo había calmado un poco, pero seguía doliendome aún, pero podía aguntar. Al setir sus manos en mis piernas y otra a la mitad de la espalda, dispuesto a alzarme en volandas me giré, pero no a tiempo. Cuando quise darme cuenta estaba entre los brazos de aquel tipo, que cargaba conmigo como si fuera una peso pluma.
-¡Venga! Te llevo yo. Ya que no me dejas curarte deja al menos que te ayude
Iba a replicarle pero me cayé. Que más daba... ya que me iba a seguir hasta la ciudad, daba igual... aunque, si hibeira podido, habría pataleado un poco exigiendole que me bajase, pero no estaba en condiciones de quejarme. A pesar de todo le miré aun resentida. Pensava que ya le había dejado claro que reusaba compañia alguna, pero aquel tio era demasiado insistente.
Perdón por lo de antes, a veces no controlo el grado de mi diversión.
-Deberías pensar un poco en los demas, sobre todo si te divierte fastidiar a la gente...-comenté con fastidio.- Pero acepto tus disculpas..
Aquel tipo parecía sentirse feliz en todo momento, y era algo que me desquiciaba, no había nnada en el que no mostrara sus sentimientos reales, solo aquella tonta felicidad y eso me daba la sensación de una persona artificial.
Y por cierto, si que soy Caballero de Nurgón y cuando lleguemos a la ciudad, te lo demostraré
Puse los ojos en blanco un instante. Que hombre tan terco... ¿Aquel tipo se había decidido a seguirme todo el dia?
-Vale, demuestrame lo que quieras una vez me hayas dejado en un hospital donde puedan curarme, ¿oks?
Dije algo cansada, mirando a Ashker, que nos seguía un par de emtros por detras. él también necesitaba tención médica.
No tardamos mucho tiempo en alcanzar la ciudad. Los hermosos, y familiares para mi, edificios balncos con las ventanas abiertas de par en par, y el bullicio de la gente por las calles resultaba algo tranquilizador. Alexander me llevó hasta la academia de Nrugon directamente, supongo que con intención de demostrarme que realmente era un caballero, pero en cuanto mis pies tocaron elsuelo me dirigí a alenfermería con Ashker. Me tumbé en una camilla mientras uno de los hechiceros se dedicaba a aplicar varios hechozos sobre la zona herida, había insitido enrecuperar también los diversos arañazos y moratones que tenia, pero rehusé la ayudaba, solo necesitaba sanar mi pierna, punto y final. Una vez terminó conmigo se puso con mi animal. Una vez ambos estuvimos sanos, caminé tranquilamente hasta el patio, donde había un bicho amarillo enorme suelto dando vueltas por ahí y alarmando a todo el mundo. Me senté en un banco, con Ashker a mi lado. Había cogido algo de comida del comedor, y la estaba tomando tranquilamente mientras observaba como el bicho armaba jaleo por allí.
-A saber quien será amo de semejante bestia..-le comenté ami animal compañero.

Pegué una pequeña carcajada al escuchar la rendición de la muchacha ante mi teoría de que si que era caballero de Nurgón. Pronto llegamos a la grandiosa ciudad de Nurgón con grandes edificios blanquecinos decoradosen su mayoría con detalles dorados o negruzcos, colocados de manera ordenada y geométrica para aprovechar el mayor espacio posible. Al norte de todo aquello, rodeadopor una pequeña muraya baja de los mismos tonos se encontraba la academia de Nurgón, un gran e imponente edificio similar a un castillo de epoca medieval que firmaba la grandeza de su interior y la importancia para el pueblo. En él se criaban los nuevos caballeros de Nurgón, los cuales hace unos cientos de años sufrieron una decaida debida a la invasión shek y el reinado de Ashran el nigromente. Por suerte todo aquello cambió y Nurgón volvió a lucir más que nunca, aceptando nuevos aprendices y volviendo a reinar sobre aquél lugar. Con mi hibridez en humano decidí introducirme en aquél grupo de humanos que defendían con valor al pueblo llano, siguiendo mi instinto de lealtad y valor. El arco fue lo que mejor se me dió bajo la tutela de mis maestros, pero también hubo sitio para dominar la espada y el escudo. Igualmente, la vagonería que caracterizaba a los dragones me obligaba a tomarme mucho días libres, al tanto de que resaltarían en mi expediente.
Crucé las calles de Nurgón con la muchacha en brazos, al tanto de que la gente nos miraba un poco asombrados, no por lo que yo hacía, sino por el enorme animal que venía tras nosotros con un ala torcidam seguramente mostrando una cierta similitud a mi gran amigo, el cual habría causado seguramente hoy alguna de las suyas. Al llegar a la academía, posé la muchacha en el suelo con cuidado, pensando en que no había encontrado ningún rasttro de mi plumífero amigo de camino y buscandolo con la mirada en aquellos momentos. Para mi sorpresa, al darme la vuelta, Deteka ya se encontraba a varios metros de mi, introduciendose en el pasillo que iba a la enfermería. No pude más que sonreir y poner las manos en mi nuca.
Mientras la muchacha era atendida decidí que pasaría por mi cuarto a dejar mi arma y ponerme algo más comodo. Subí hasta el último piso donde se encontraban las habitaciones y entre en el mio. La ventana se encontraba abierta y una delicada y calida luz entraba por ella, además que daba al patio interior donde los aprendices practicaban, además de un lugar de descanso, amplio y grande. Me asomé un momento y mis odios captaron un pequeño grito seguido del nombre del chocobo. Mi rojiza mirada captó al enorme y amarillento animal huyendo de la espada de un aprendiz. No pude evitar pegar una carcajada. Nos acabarían echando por su culpa.
Picaron entonces a la puerta. Pronuncié las palabras de entrada para que quienquiera que fuese se introduciese en mi habitación. Un hombre mayor con una cota de malla apareció por ella. Me puse firme, haciendo la señal de saludo y respeto a un superior.
-Descanse Alexander -pronunció con calma - Veo que hoy se ha tomado otro día de descanso.
-Si señor -pronuncié con una leve sonrisa, poniendo una mano en la nuca- Pero cumpliré con todas mis espectativas hoy. Ya sabe que trabajo como dos.-Si, eso lo sé -pronunció poniendo la mano sobre mi hombro- Pero hay otro problema. Su montura chocobo no para de destruir la puerta del establo en el que usted la deja y tampoco se preocupa por guardar calma en la cidad. Todo lo contrario. No para de montar bulla y molestar a todo el reino. Por lo que me temo que deberá de deshacerse de ella. Es una pena ya que ustedes dos formaban formaban un gran escuadron.
Dicho esto el hombre no esperó respuesta. Se dió mediavuelta y desapareció por la puerta. Me quedé un poco pillado, intentando captar lo que me habían dicho. Es decir, o me deshacía de mi amigo o me echaban. Que ironía. Igualmente, no pude más que sonreir con una pequeña sensación de que me hacía gracia. Abrí el armario en busca de una camiseta ligera de tirantes anchos y unos pantalones cortos de color liso. Me los pusecon rapidez, pensando ya en recuperar el colgante de la mochila de Arissar. No me olvidé de poner mis otros colgantes y un cinturon para enganchar una sencilla espada. Metí el arco y cerré la puerta.
Salí de la habitación con rapidez, al tanto de que Arissar se podría ir de nuevo y no volver a encontrarle en todo el día. Al llegar al patio me encontré con una Deteka sentada de espaldas a mí y su gran animal descansando al lado, ambos comiendo algo. Más allá un gran chocobo escarbaba el suelo destrozando una plantación de rosas. Me agaché junto a Deteka sigilosamente, robandole una uva de un racimo que sostenía. Dí dos pasos hacia delante,lanzando la uva y dando con ella en la cabeza del animal, el cual alzó la cabeza sorprendido.
-¡Maldito buscaproblemas! -grité por unos momentos serio, para luego sonreir y pegar una pequeña carcajada - Prometiste que ibas a comer conmigo y mira lo que haces, ¡buscar grano!
El animal entrecerró los ojos y sacudió su plumaje acercandose a mí. Le agarré del cuello y le pegué un debil coscorrón, mientras me enganchaba en su silla y me subía, sacandode uno de sus bolsillos el tan apreciado colgante, el cual lancé a Deteka.
-Hay tienes la prueba de que soy caballero de Nurgón - le dije con una sonrisa, mientras me aseguraba de que la silla estaba bien puesta- Ah, y este es Arissar, mi fiel y valiente corcel murmuré con ironía. El chocobo pareció molestarse y sacudió su cuerpo, tirandome al suelo. Me quedé bocarriba y con los brazos extendidos - También es muy gruñón.

Miraba la espada epnsativa. Tenia que consegiurme una nieva vaina.. lastima, le tenia cairño a la mia, pero en fin.. que se le iba ha hacer. Me comí otra uva del racimito que tenia en un cuenco sobre las piernas. Ashker había terminado por tumbarse en el suelo, con las alas plegadas sobre la espalda delicadamente, duermiendo, pero con un ojo abierto, por si al enorme pollo amarillo se le ocurría hacer el mero intento de molestar nuestra agradable tranquilidad. Alargué la mano libre y acaricié el suave y pardo pelaje marrón del hipogrifo con cariño. Noté como alguien me quitaba algo rápidamente y me giré. Al ver a Alexander de neuvo tras de mi, gritandole al pollo.
-No podía ser d eotra persona...-dije sonriendo con un poco de irónia. Si, posiblemente lso animales se parecieran a sus amos...
Observé a Alexander mientras se montaba en su animal, y alcé la mano cuando me tiró algo. Lo agarré al vuelo agilmente y observé el colgante, que representaba su titulo de caballero de Nurgon. Que hombre tan inconsciente, aquello no debía dejarselo a la gente así como así...
-Deberías teber cuidado con esto, no deberias cederlo a la gente así como así Alexander.
Le regañé por su imprudencia. Cuando el corcel derribó a su dueño no pude evitar echarme a reir, cubriendome la boca con una mano. Si, definitivaemnte eran tal para cual. Resultaba un tanto ridiculo que el animal desobedeciera así al humano.
-Dioses..-mascullé aun riendo. Le lancé el colgante a Alexander, ya que yo no quería aquel, ya tenia el mio propio. Sacudí la cabeza ligeramente. -¿Ya te marchas de aqui?
Pregunté, ya que antes se había montado e el ensillado corcel. Ahora que em fijaba yo nunca había pensadoe en ensillar a Ashker... sin la silla ibamos bien ambos...

No podía evitar sonreir al escuchar como la muchacha se carcajeaba, ocultando aquella dura mirada llena de odio con la que me había atacado hasta ahora. Me quedé tumbado un poco más, observandola por el rabillo del ojo hasta que el colgante pegó contra mi pecho al lanzarlo la muchacha. Al escuchar sus palabras entrecerré levemente los ojos, llevando con lentitud mis dedos hasta su metal para cerrarlo rapidamente y elevarme, quedandome sentado en el suelo. Alcé la mirada hacia ella, sonriendo ampliamente de nuevo y con una mano en mi nuca.
-Es cierto -dije simplemente con un tono amistoso, atandolo alrededor de mi cuello y metiendolo dentro de la camiseta junto con un colgante con una piedra fina y blanca y otro con una piedra rojiza y redonda, signos de Irial y Aldun- Soy un poco torpe con estas cosas tan pequeñas.
Me levanté con agilidad una vez estaba todo en su sitio, girandome hacia Arissar para asegurarme de que la silla estaba bien puesta mientras el animal miraba a la muchacha y entrecerraba los ojos rizando levemente las plumas de su cabeza. No pude evitar verlo, cosa que me hizo sonreir ampliamente y pegarle varios palmadas en la cabeza con cariño, intentando disminuir la celosidad que emitía. Era algo tipico del chocobo. Cualquier amistad que surgiera a mi alrededor la deshacía a picotazos. Pero claro, aquello me hacía sonreir con un leve sintoma de soledad y con optimismo decir: Aún me quedara mi celoso Arissar.
-¿Ya te marchas de aquí? -dijo la muchacha, cosa que me hizo darme la vuelta y poner las dos manos en la nuca con una pequeña sonrisa. Cojí de los arreos de Arissar, impulsandome para montar en la silla.
-Bueno... -dije pensativo, recolocandome- Pensaba ir a dar un pequeño paseo y a comer algo que no sea fruta ni bollos dietéticos -pronuncié con humor mirando las uvas de su mano - Igualmente me tendré que acabar yendo de aquí.
Dejé que mi sonrisa disminuyera considerablemente y mi mirada se perdiese en mi regazo en unas acciones inconscientes. Irme de aquél castillo me infundaba unos sentimientos nostalgicos y tristes. ¿Acaso el alma de un dragón no era libre? ¿Por qué aquél humano se sentía tan atado a aquél lugar? ¿Acaso ya era más humano que dragón? Sacudí la cabeza, dandome cuenta de que me había quedado ido. Miré de nuevo a Deteka.
-Encantado de conocerte lady Deteka -murmuré mandando al chocobo comenzar a caminar con un tono más que roleado.

Cuando Alexander se levantó, acercandose de nuevo al chocobo, me fué imposible no reparar a aquella intensa mirada rebosante de celos. Le miré de reojo, a sabiendas de que Ashker le estaba devovliendo una mirada fría y amenazante. No se me escapó como la reacción del animal creo una triste sonrisa en el rostro de Alexander.
Pensaba ir a dar un pequeño paseo y a comer algo que no sea fruta ni bollos dietéticos -Sonreí ligeramente llevandome otra uva a la boca, mordiendola lentamente para que su dulzor se expandies epor mi boca, inundando el paladar sutilmente. Igualmente me tendré que acabar yendo de aquí.
Me quedé estrñada, lo decía con demasiada trsiteza. Siempre había que partir de Nurgon, pero sus puertas siempre estaban abierta spara volver, entonces, ¿porque tanta trsiteza en las acciones del muchacho? Parecía perdido en el hilo de sus propios pensamientos, notablemente tristes.
Encantado de conocerte lady Deteka
-Espera- Le dije, levantandome del banco. Me sabía mal dejar que se marchara tan triste, aun más de lo mal que me había portado con él.- Esta noche celebran una fiesta en el castillo, ¿no te gustaria quedarte? Aunque sea solo para aprovecharte del catering lleno de carne y ducles.
Repospondí, con una dulce sonrisa mientras levantaba el racimo de uvas, devovliendole la broma que antes él había formulado.

Alcé ambas cejas dirigiendo mi mirada hacia el suelo. Se me había olvidado completamente que aquella noche se celebraba una fiesta en Nurgón dedicada a todos los nobles de las distintas ciudades del reino de Nandelt para festejar año tras año la unión y la paz existente entre ellas. Todos los caballeros de Nurgón incluido los aprendices habían tenido la suerte de haber sido invitados a este evento celebrado una vez al año. Me rasqué la cabeza para mostrar una ligera sonrisa, volviendo mi mirada hacia ella y pensando ya en aquél viejo traje que poco bien me sentaba en mi armario, ganando polvo día tras día hasta que llegaba hoy.
-Es verdad, mandé cazar dos enormes paskes salvajes solo para mí y mi hambre de dragón -dije con una carcajada manteniendo mi mano en la nuca y recuperando el buen humor. Acaricié el plumaje del cuello de Arissar, mientras volvía a iniciar su marcha- Luego nos vemos damisela.


Kalinor intentaba ya ocultarse tras las montañas dejando ligeros rastros anaranjados cuando Arissar y yo cruzamos una última calle antes de llegar a la muralla que separaba la el castillo de las casas bajas. Nos habiamos pasado la tarde caminando por las calles, disfrutando de la tranquilidad del día y lo bueno y pacifico que podía llegar a ser mi amigo en momentos como aquél. Al llegar a la puerta de los establos me bajé de la silla, quitandosela y poniendola en un gancho que había en la cuadra junto a los arreos que le arrebaté también. Acaricié su pico con cariño mientras él emitía un pequeño gorgoteo triste. No pude evitar sonreir con una mirada baja.
-Ya sé que no te quieres ir, pero mañana, muy pronto, partiremos los dos. Nuestro sitio no está aquí y lo sabes, por mucho que nos duela dejar estas paredes - susurré al animal, acariciando su cabeza. Asintió sin embargo, alejandose de mí y tumbandose en un montón de paja. Caminé hacia atrás con lentitud, cerrando la puerta de su estancia tras de mí con un suspiro. Miré a los soles. Se había echo tarde y seguramente el banquete ya hubiese empezado, pero no me corría prisa. Fuí hasta el edificio con paso normal.

Bajé las escaleras de tres en tres, doblandome las mangas del traje y apretando la pajarita azulada que rodeaba mi cuello asfixiantemente. Retoqué los pequeños mechones que había posicionado en mi frente con habilidad para luego estirar la camisa blanca por dentro del pantalón. Se me había echo relativamente tarde y seguramente el bailar ya hubiese comenzado. Suspiré. Mi último día allí y llegaba impuntual a una importante celebración. Al llegar al pasillo escuché ya la fuerte música y las voces de la gente. Crucé la puerta con pudor y encontrandome un ambiente agradable y alegre que me hizo sonreir. Recuerdos de hace dos años y ddemás asomaron a mi mente por unos segundos pero desaparecieron al darme cuenta de que el rey se me había quedado mirando, el cual se encontraba sentado en un alto trono al otro lado de la sala. Bajé la mirada con respeto, acercandome a un lugar con sillas para ocultarme de él. Desde siempre había estado vigilado bajo su mirada, esperando el día en que saltara y me echara una buena bronca por mi comportamiento, pero aquél día no llegaba. Algo me olía que esta noche algo iría mal.

No pude evita reir ante la ultima frase con la que se despidió el muchahco mientras se marchaba. Me quedé unos instantes mirando por donde se había ido con una sonrisa ladeada en los labios. No había conocido nunca a una persona como él.

Pasé el resto del dia descansando en mis aposentos, una pequeña pero hogareña habitación que me habían cedido para mi corta estancia, ya que no pensaba pasar más de una noche o dos en el castillo, ya que quería volver a casa y ver a Lindalote y mi Yegua. Tenía que cuidar de ellos, y pensar en mi proximo destino. Aun seguía con ansias de recorrer Idhún, y Awinor era una de las pocas tierras que mis ojos no habían llegado a conocer, y mi admiración por los dragones, tan bellas y nobles criaturas, alimentaba aún más el ferviente deseo de visitar aquellas aridas tierras lejanas.

Cuando los soles empezaron a descneder decidí que era el momento de prepararme. No quería llegar tarde a la ceremonia, que comenzaba con el atardecer del ultimo sol, y llegar tarde sería una deshonra para mi institución, que me había hecho llamar expresamente para acudir a aquella fiesta. Había aceptado porque necesitaba un rsepiro de tantos viajes en completa soledad, quería disfrutar un cpoo de la compañia, del ambiente alocado de una fiesta, disfrutar de la música, la bebida y los bailes (en los cuales yo solo miraba, sabía bailar, pero no era algo que deseara poner en practica..)

Cuando descendí al salón presentaba un aspecto totalmente disitnto al que eina por la mañana. Portaba un vestido negro, un escote palabra de honor que se ceñía a mi cintura y mi busto, con una larga falda decorada con volates de tul negro que le daban un hermoso y delicado volumen al vestido, decorado con pequeños brillos plateados por la falda, y al llegar al corsé se las pequeñas pintitas plateadas formaban una lína por el costado izquierdo que ascendía hasta el pecho, creando un diseño que imitaba el encaje. En los pies, unos zapatos de tacón que estilizaban mi figura y me hacían ver más alta, delmismo color que el vestido. En el cuello, en vez del usual colgante de los caballeros, una simple gargantilla del mismo color que el resto y unos guantes largos (hasta el codo) enfundadno mis manos. El cabello se apartaba de mis ojos en un semi recogido, que cogía los mechones más largos sobre la soregas y los utilizaba bellamente para amntener todo el flequilo hacía detras, y para la sujeción, una pinza plateada decorando mi cabellera. Con el maquillaje no me había excedido, tan solo me había perfilado los ojos haciendo que el azul destacase más, y un poco de pintalabios.
La sala estaba atestada de gente, en el centro, ante el trono, una zona reservada para los vailarines que se atrevieran a llevar a sus damas y danzar ante la gente. El crepusculo había pasado hacía rato, y la gente se divertía. Un hombre se acercó a mi, dispuesta a sacarme a la pista de baile (era el quinto que lo intentava en lo que iba de noche, lo cual resultava estresante) y de nuevo frustré sus intenciónes. No era mi intención adoptar el papel de rompe corazones, pero en aquellos instantes no tenia demasiadointeres en los hombres. Miré por toda la sala... definitivamente el único que podría haberme interesado aquella noche no había aparecido. Suspiré ligeramente, debería estar acostumbrada, los hombres solo dan desilusiones. Aunque no era que esperase que apareciera...

Caminé entre la gente hasta la puerta del balcón, y salí, dejando la puerta abierta tras de mi. La brisa fresca que recorría el balcón, agitando ligeramente mis cabellos, era muy agradable comparada con el aire agobiante que había dentro de la sala. Tenía una copa de champan en la mano, y mi mirada ascendía hasta las tres lunas, que brillaban hermosas en el firmamento, iluminando el mundo en penumbra con su luz.

Un largo y suave suspiro cruzó mi garganta mientras me sentaba en una silla libre tras haber bailado una larga canción con una damisela de rubios tirabuzones que me había escogido como su acompañante. Había conseguido seguir las ritmicas caderas de la muchacha pero tras algún pisotón y traspies la muchacha había decidido que no era buena pareja de baile. Bien pensado. Dejé que una larga y sincera sonrisa asomase en mi rostro mientras ponía las manos en mi nuca. Definitivamente los pies de un dragón no pueden escalar ramas.
La musica cesó por unos momentos librando la pista de baile y dejando un enorme hueco que fué ocupado en su centro por el Rey y su hija. Al parecer ahora iba a sonar un vals y ellos abrirían ese baile como cada año. Padre e hija se posicionaron y al son de la música, comenzaron a danzar dando vueltas en su eje. Pronto parejas comenzaron a acompañarles, mostrando un bonito compás que se asemejaba a la marea del mar, cosa que me provocó nauseas. Me levanté apoyando la mano sobre el pecho y rapidamente crucé la sala para salir al balcón y dejarme caer sobre la valla. Mi tez se había vuelto pálida y mi cuerpo temblaba levemente. No pude evitar sonreir de pura ironía pese a que mi estómago se había revuelto. No había peor cosa que el mar, mi punto debil. Sentía un terrible pánico a sus aguas, a sus olas. Junto a él me sentía desprotegido y vulnerable. Aquél movimiento en el salón me había recordado a sus mareas e inevitablemente me había mareado.

Mientrás el baile seguía tras de mi, le de la espalda a las lunas, para observar el baile. La gente bailaba de una forma armoniosa, que resultaba gracil y elegante a la vista. No pude fijarme en el vestido de una rubio, de color azul, pero que iba demasiado recargado, rozando la horteridad, y que no le sentaba nada bien, y acto seguido vi a su acompañante. Por un instante me sentí enfadada, y después le di la espalda nuevamente al baiel. ¿Que estaba haciendo? ¿En que estaba pensando? No había razón alguna para enfadarse por algo así. Me aferré con fuerza a la copa de champan y me bebí todo el contenido de un único trago.

-Esto es demasiado flojo..-mascullé soltando un improperio y me acerqué a la puerta, llamando a un camarero que llevaba un par de copas con una bebida de un instenso color violáceo. Ignoraba que era, pero si tenia alcohol, me haría bien. Volví a mi posición en el blacón, con dos copas en vez de una, y ambas me las bebí de una sola vez, intentando apaciguar los sentimientos que había mantenido encerrados en el fondo de mi alma demasiado tiempo, y que florecían en aquel momento. Llevaba mucho tiempo viviendo en la fria seriedad, no podía perder el control ahora.

A mi parecer, ya había pasado suficiente tiempo en aquella ceremonia a la que no debería haber asistido desde un primer momento. Cuando mé giré, una de las copa que estaban en la ancha barandilla, se deslizó hacía en vació y se pecipitó nos 4 pisos más abajo por el castillo, estallando en mil esquirlas de fino cristal.
-Oh.. maldición...-mascullé en un suspiro. Sin poder evitarlo, alcé la mano y derribé la segunda copa,precipitandola con su hermana destruida, y alcé la vista de nuevo hacía las lunas, intentando centrarme en como el aire frio rozaba mis mejillas. No me dí cuenta de como alguíen salía al balcon.

Saqué la lengua de mi boca en un gesto mareado manteniendo mi posición descuidada sobre la barandilla, con los brazos estirados hacia delante colgando en el vacío y las piernas dobladas casi hasta el punto de tener las rodillas en el suelo, pero manteniendome en el aire gracias a mis sujeción de los brazos. Observé el vacío con tranquilidad, intentando hacer que mi vista volviera a centrarse en un punto cuando un objeto brillante cruzó mi vista, llegando hasta el suelo y rompiendo en miles de pequeños trozitos de cristal que relucieron unos segundos bajo las lunas para luego desaparecer en la oscuridad. Me elevé confuso, hasta quedarme de pie con las manos sutilmente colocadas sobre la barra. A dos metros de mí en el amplio balcón se encontraba una mujer encorvada hacia delante y apoyada en la barandilla en una posición más comoda que la mía de hace unos instantes. La observé maravillado unos segundos, contemplando su precioso vestido azabache que de forma perfecta se asimilaba a su torso resaltando varias curvas asombrosas para luego caer a su alrededor con alegres volantes. Pequeños destellos plateados brillaban a su alrededor, recordandome al mismo cielo nocturno que nos guardaba esta noche. Unos guantes negros que parecían de suave seda crecían desde sus manos hasta su codo, un conplemento perfecto que hizo que mis ojos brillaran por unos momentos.
Se encontraba en una posición un tanto triste, mirando a las lunas y ocultando su rostro de mí en esos momentos. Alcé una leve sonrisa en mi rostro mientras me acercaba con pasos tranquilos hacia ella. En una noche divertida como la de hoy no podía haber nadie triste. Me posicioné con cuidado a su lado, en la misma posición que ella y observé las lunas. Mis rojizos ojos brillaron con más intensidad que nunca, rodeados de un aura mágica que los hacían aún más sorprendentes.
-Una fiesta alegre para una noche bella -murmuré sin apartar la vista de las lunas que me hipnotizaron con cuidado y delicadeza.

Tenia la mirada perdida en el horizonte, sin prestarle ni una minima atención a quien se hubiera unido conmigo a la estancia en el balcón, aunque había visto de reojo la incomoda postura que había puesto, y giré la cara. No me apetecía ver a alguien bomitar...
Al no escuchar nada cerré los ojos un momento, quedandome así, escuchando el silencio, solo roto por unos pasos que s eparoximaban hacía mi. "No.. porfavor.. otro plasta que quiera bailar no..." Pensé un poco exasperada ya de darle calabazas todo el mundo.
Una fiesta alegre para una noche bella
Giré mi rostro, reconociendo la familiar voz. Le imré algo sería. No sabía si estaba pálido, o era por la luz de las lunas, pero hacía que el intenso color sangre de su sojso destacara más en su rostro. Seguía siando igual de atractivo bajo la luz de las lunas, que la de los soles, y aquel traje no le sentaba mal, aunque se veia a la legua que no era una persona acostumbrada a llevar trajes elegantes, ni de gala. Por el tono ligeramente formal de su voz, se diria que me estaba tratando ligeramente de usted.
-Lo será para usted.-Respondí en el mismo tono mientras me incorporaba.- Yo me disponía a volver a mi habitación.
Notaba mi cuerpo más caliente, y ahora no sabía si er apor el enfado, que se había avivado ligeramente al verlo, o al alcohol que había bebido.- Pero supongo que no debería importarte, ya que tienes una estupenda pareja de baile esperandote dentro del salón...

La voz tan peculiar para mí con aquél tono de desagrado y hostilidad me sobresaltó al reconocerla. Giré la cabeza de golpe inclinandome ligeramente hacia atrás al ver unos enormes ojos azules que destacaban por un aura oscura a su alrededor debido al maquillaje en un rostro iluminado con el brillo de tres lunas incesante. Me quedé un poco en shock pero cuando ubiqué todos mis pensamientos me erguí, posicionando las manos en mi nuca mostrando un ligero sentimiento de sorpresa y amplié una cómoda y amistosa sonrisa, enseñando mis dientes con delicadeza. Había encontrado a Déteka en el balcón y en un primer momento no la había reconocido.

Definitivamente aquella ropa, maquillaje y peinado no pegaban para nada con la personalidad de la muchacha, pero no podía evitar verle un altivo atractivo que me removía las hormonas. Pude notar entonces un ligero rubor en las mejillas de la muchacha, lo que me dió a entender que os estaba avergonzada, cosa que descarte en rotundo o que sus mejillas ardían por el alcohol que recorría su estómago.
Al escuchar sus palabras miré un momento para el salón, haciendo memoria de a quién se refería. Una carcajada salió por mi garganta mientras agarraba a la muchacha por los dos hombros y la estampaba contra la pared con delicadeza. Entrecerré levemente los ojos con una sonrisa. Esta se la recordaría día tras día.
-¿Acaso está celosa, lady? -susurré clavando mis ardientes ojos en su azulina mirada que mostraba unas pupilas dilatadas.

Al escuchar aquella carcajada nacer desde el fondo de su garganta me hirvió la sangre en las venas. ¿Pero que estaba haciendo? ¡Aquel tipo me sacaba totalmente de quicio! Apreté los puños dispuesta a marcharme sin mediar ni una sola palabra más con él, hasta que Alexander me agarró por los hombros estamapandome contra la pared, dejandome atrapada entre su cuerpo y la pared.
¿Acaso está celosa, lady?
-Más quisierais vos.-Respondí, mirandole directamente a los ojos, iracunda. Alcé las manos, colocandolas en su pecho y le empujé con fuerza, separandolo de mi y liberandome de aquella incomoda posición sin escapatoria. Me incliné y recogí los volantes de mi vestido con la derecha, para poder caminar rápido con más fáiclidad. - Es simplemente que sois el primer hombre que conozco que es capaz de olvidar un rostro en tan corto espacio de tiempo. Ademas de llegar tarde deshonrando a la institución.
Terminé de aquella forma intentando recuprar un poco la compostura. No sabía porqué pero no era capaz de callarme aquellas frases que sonaban a niña pequeña con un ataque de celos.

Mantube su mirada con una sonrisa y cuando me despegó de ella no hice fuerza, simplemente me dejé llevar hacia atrás hasta que quedamos a un metro de distancia. Cruce los brazos ante mi pecho observando como la muchacha intentaba mantenerse serena pero sin poder esconder unos celos que brotaban seguramente en su parte por el alcohol que aguardaba en su estómago. Escuché pacientemente sus palabras, esperando a que guardase silencio sin poder evitar sonreir y carcajearme en mi interior. Aquella mucacha era aún más graciosa borracha que con ropas de viajera y bajo mi cuerpo. Unos cortos y silenciosos segundos ganaron el aire por unos momentos.
Elevé las manos hasta ponerlas tras mi nuca, sin poder borrar una simpática sonrisa que intentaba calmar a la muchacha sin mucho éxito.
-La vida de un dragón es larga -susurré dejando caer mis brazos con lentitud, hasta cruzarlos ante mi pecho en un gesto comodo- Pero jamás olvidan el nombre de las flores, ni el de los arboles, ni el de los animales salvajes. Solo recuerdan los nombres de los seres más importantes que han pasado por su vida, y es que ellos solo viven con ese aspecto unos cuantos años, miseros dias para un dragón. Aunque puedan llegar a ser bagos y realmente sordos, una vida milenaria es lo que tienen que vivir y es dificil recordar algo que no se repite.

Sacudí la cabeza con gracia, dejando la mirada perdida por el suelo. Las palabras que mis padres me habían repetido una y otra vez acababan de salir de mi garganta quizás de una manera inconsciente. ¿Qué hacía tarareandole a una muchacha que apenas conocía un recuerdo de famillia? Me dí la vuelta para mirar a las lunas envuelto en un aura de nostalgia.
''Ve y busca a Milennas, eso es lo que debería recordar y no tontas frases de mi madre'' pensé centrandome en la luna de Ayea, la cual brillaba con un intenso color rojizo.