Yendo por el bosque de los trasgos...

Era un lugar oscuro, con mucha vegetación. Nunca había estado en un lugar así, y despertaba cierta inquietud en mí. Desde que vi Trask Ban a lo lejos, ya notaba que algo no estaba del todo bien en aquel lugar; no era nada similar a los reinos humanos, no se parecía para nada. Tenía la espada fuera de la funda, aunque bajada, por si acaso llegaba a aparecer algún trasgo al que le apeteciera pelea.

-Dime Naren, ¿por qué querías venir a este lugar? - dije, apartando una rama que me estorbaba.

La verdad, una vez había visto lo que había en ese lugar tal vez no me apeteciera volver. Ya se me había quitado el gusanillo de querer ver algo nuevo, lo más seguro es que no volviera a aparecer por ese bosque, o por lo menos por voluntad propia.

De vez en cuando me topaba con alguna planta que se me enredaba en el vestido, y tenía que parar a desengancharme. "Me daría mucha rabia que se me rompiera", pensé, pero no lo dije en voz alta. Me quedé mirando a Naren, para ver qué comentaba al respecto, y para ver si él iba avanzando conmigo.

Me encantaba el bosque, pero desde que vi Trask-Ban en el horizonte sentí algo diferente a los demás bosques de Idhun. Era un lugar de energía negativa, el refugio de los trasgos.

Arturia me preguntó porqué quería estar aquí, y yo le digo:
Mi padre fue a hacer un viaje al mar de Raden. Y estoy investigando sobre él. Mientras digo esto, un par de lágrimas se escapan de mis ojos. Este es el último lugar donde lo vieron.
A los trasgos no les gustan los demás feéricos, por lo visto los desterraron a este lugar hace Eras.
Y no me extraña que estén tan enfadados -pienso.

Continúo caminando y vemos una arboleda de árboles blancos.

Naren me dijo que estaba allí para investigar sobre su padre. Parecía dolerle hablar del tema, así que decidí no hurgar más en la herida. También me dijo que los trasgos no veían con buenos ojos a los feéricos, aunque eso sí que lo sabía por lo que había leído en la biblioteca de mi casa. Iba a ir a ver qué tal estaba, pero decidí que tal vez pudiera molestarle o no sentarle bien, así que lo dejé estar.

"Él está investigando sobre su padre... el mío nunca ha hecho nada por mí", fue lo único que pude pensar en esos momentos. ¿Qué es peor, tener un padre y haberlo perdido o tener padre y a la vez nunca haberlo tenido? Aparté de mi cabeza esos pensamientos y seguí caminando al lado de Naren.

Vimos un grupo de árboles blancos, más adelante.

-Oye, ¿crees que eso es normal en un lugar como este? - pregunté, aunque estaba casi convencida de que no. Ese lugar me daba muy mala espina.

Arturia decidió no hablar mucho de mi padre, se dio cuenta de que no me gustaba hablar de mi padre. Y no pareció que fuera una sorpresa lo de los trasgos y el resto de los feéricos.

Me preguntó si esos árboles blancos eran normales en un bosque. Yo le respondo con una sonrisa.
-Pues no, no son normales. Son un método de defensa contra intrusos. -Le hago un gesto con la mano señalando una zona fuera de la arboleda - Arturia, lo mejor será que esperes fuera. -Me giro hacia ella y la miro a los ojos un instante, y después me adentro entre los árboles blancos mientras enciendo dos orbes de fuego en mis manos, que iluminan y queman como una llama, pero no pueden prender fuego.

A ningún ser del bosque le gusta el fuego y a la mayoría les asusta, me especialicé en magia ígnea precisamente por eso, por controlar mis miedos.

Después de preguntar acerca de la extraña arboleda, Naren me respondió que era un "método de defensa contra intrusos". Fruncí el ceño, extrañada. Sin duda, era magia. No era que a mí me desagradara, pero últimamente veía bastante más que antes. "Supongo que es lo que tiene haberse encontrado con un mago...".

Después de pensar eso, él me dice que lo mejor es que espero fuera. Cruzo los brazos sobre el pecho y pongo cara de enfado, odio que me traten de esa forma. "Como si por ser mujer fuera menos capaz", me dije, así que respondí, justo cuando entraba a los árboles:

-No, ni hablar. Odio esperar, soy más de acción. Iré contigo, digas lo que digas - dije esto con habla serena, pero a la vez yo estaba una pizca enfadada.

"Siempre que alguien me dice algo de eso me pasa lo mismo". Así que, sin esperar que él me diera una respuesta, me adentro en la arboleda blanca, mientras sigo sujetando a mi espada con la mano derecha. Si algún trasgo aparecía con ganas de pelea, yo estaría preparada.

-Lo que me pregunto es, ¿por qué han colocado en un lugar como este una defensa? ¿Habrá algo importante? - me giro hacia Naren - ¿Lo sabes tú, alguna idea al respecto?

La verdad es que el lugar me daba muy mala espina, pero no quedaba más remedio que estar allí.

Arturia insistió en entrar, y sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Ella estaba preparada para esto, pero ese sitio no era seguro para un ser de fuera del bosque, así que no digo nada y dejo que me siga hacia la arboleda blanca.
Al rato caminando me pregunta porqué poner un puesto defensivo dentro del bosque. Yo le digo:
Estos árboles se plantan para evitar ir a una zona en concreto, para no atravesar el bosque. No creo que protejan nada.
Ah, por cierto. Estos árboles están vivos y alguno que otro intentará despedazarte con sus ramas, solo lo digo. - bueno, ya estaba avisada. Puede que fuera un poco brusco, pero es una mujer de acción y sabe adaptarse rápido.

Creo unos cuantos orbes de fuego más, y una barrera mágica ya que tienen que proteger más espacio. Unas ramas intentaron acercarse a nosotros pero se vieron quemadas apenas chocaron con un orbe.

No aguantaré más de unos cinco minutos.

Naren no dice nada acerca de que yo quiera seguir con él, a pesar de que pueda salir herida. Lo que sí que me dijo fue que los árboles intentarían "despedazarme". Fruncí el ceño, imaginando la escena, pero inmediatamente me aparté esos pensamientos de la cabeza. No debía pensar en eso en aquellos momentos. Así que me limité a asentir sin más, dando a entender que había oído lo que me había dicho.

Al rato escuché unos sonidos, y al volverme vi que unas ramas que se acercaban a nosotros se chamuscaban al entrar en contacto con una barrera de fuego creada por Naren. "Mi espada es de fuego...", recordé, y eso era algo que me hacía sentir mejor tras lo que acababa de ver. "Por lo menos sé que no debería pasarme nada siempre y cuando tenga mi espada y buenos reflejos".

Seguí caminando, vigilando que ninguna rama de árbol se me acercara; pero tal vez debí haber mirado mejor por dónde andaba, porque no vi unas ramas que me seguían a ras del suelo. Se liaron a mis tobillos y yo estuve a punto de tropezar. Por detrás, otra rama vino en mi dirección y esa vez yo sí que pude pararla con mi espada, cortándola; sin embargo, al hacer el giro de manera brusca y con los pies atados, caí de bruces contra el suelo.

"Maldita sea", pensé mientras cortaba las ramas atadas a mis pies. Me puse en pie casi al instante y miré a Naren un poco avergonzada por el espectáculo que acababa de dar.

-Tenías razón, será mejor que ande con más de dos ojos.

Arturia se tropieza con unas ramas que estaban en el suelo. Se cae, las corta y se vuelve a levantar un poco avergonzada. Yo le sonrío un poco para intentar animarla. Seguimos andando rápidamente para que pueda aguantar el escudo.

Al salir de esa arboleda, desactivo el escudo. Me sentía cansado por el esfuerzo que acababa de hacer.

Seguimos e intento poner en práctica todo lo que mi padre me enseñó, me mimetizo con la maleza, siento la vida a mi alrededor... Una voz aparece de lo alto de un árbol.
Vaya, veo que aprendes rápido. Lo podría haber reconocido en cualquier lugar. Era mi padre. Vaya, ¿Que haces aquí? Me has seguido hasta aquí, muy bien. Y veo que vienes acompañado. Él mira hacia Arturia

Por fin, mi padre salta del árbol y se hace visible. Él es un silfo de no demasiada edad, con los ojos negros "todo pupila" típicos de los feéricos. De estatura mediana y unas pequeñas alas que yo tengo poco desarrolladas que me ayudan cuando uso el poder celeste de la levitación.

Él aterriza y espera que digamos algo.

Suspiré aliviada cuando Naren me sonríe tras el el espectáculo que acababa de dar, al parecer no había hecho demasiado el ridículo después de todo. Vi que le costaba mantener el escudo, y eso me preocupaba un poco, así que me giré y me puse en marcha. Salimos sin demasiados problemas de la arboleda. Mis pasos eran tranquilos, pero firmes y decididos. Cuando me di la vuelta de nuevo para ver cómo se encontraba mi compañero, escuché una voz que provenía de la copa de uno de los árboles; sin embargo, no vi a Naren hasta unos instantes después de estar buscándolo con la mirada.

-Vaya, veo que aprendes rápido. Me has seguido hasta aquí, muy bien. Y veo que vienes acompañado. -no conocía la voz del hombre, pero al parecer él sí conocía a Naren.

Me puse tensa, pensando que podría atacarnos o algo parecido, al fin y al cabo, en ese mundo nunca se sabía. Miré al lugar de donde venía la voz y entonces vi al hombre; se trataba de un feérico, de eso no había duda. Empecé a pensar que Naren era semi-feérico, y pensé que si ellos dos habían vivido en el bosque se conocerían de eso, pero no tenía idea alguna.

Decidí callar y esperar a que Naren dijera algo para ver si era amigo o enemigo. "Si no lo conoce es que nos ha estado siguiendo por el camino..."

Ella parecía sorprendida, aunque claro, no conocía a mi padre. Estaba atenta para desenvainar su espada me apresure para decir:
Arturia, él es Nêrion. Es mi padre. - Ahora me dirijo hacia él - Y tu tienes muchas cosas que explicarme. Tengo muchas preguntas para ti, padre.

Mi padre se dirije hacia nosotros y nos dice: - Pero bueno, eso para después Nar. Debéis estar hambrientos, vayamos a la cabaña.
Acto seguido, Nêr se eleva un poco en el aire y se va. Yo podría seguirle a través del bosque, pero ella no. No había otra salida. Levito y le sigo. Preocupándome porque Arturia no se perdiera.

Acabamos llegando a una cabaña de maderas secas construida hace poco.
Entramos y Nêr nos ofreció unas cuantas raíces comestibles. Yo las ecepté de buen agrado,hacía tiempo que no comía nada. Él puso una bebida a la hoguera y yo de un movimiento de mano la encendí. Como me recuerda esto a aquello días en Derbhad-pensé.
¿No te he dicho nunca que no me gusta el fuego? - digo Nêr, refiriéndose a mi hechizo.
Pero yo soy diferente a los demás seres del bosque. - digo. Acto seguido me siento.
- Bueno, ¿Y quien es ella?- dijo Nêr, mirando a Arturia.

Naren me dijo que el hombre, llamado Nêrion, era su padre. Lo miré serena, comprendiendo ahora por qué se conocían. Me calmé y envainé mi espada, sin dejar de mirarlo a los ojos. Cuando él apartó su mirada, nos dijo que debíamos estar hambrientos y que nos invitaba a su cabaña. Naren me guía delante de mí, y yo ando por el bosque con paso ligero, esquivando troncos de árboles, ramas y matorrales. "Me pregunto qué clase de persona será su padre..." me dije a mí misma.

Llegamos a una cabaña hecha de ramas secas, y entramos en ella. Mi espada seguía en su funda, pero yo, por una vez en todo lo que llevábamos en el bosque, no sentía la necesidad de sacarla de su vaina. El silfo nos dio para comer una especie de raíces. "Tal vez los feéricos estén acostumbrados a este tipo de comida... yo no, pero bueno, si es comestible hay que comerlo, es eso o pasar hambre", así que lo cogí y, con unas palabras de gratitud, me lo metí a la boca y mastiqué. Para mi sorpresa, no estaba tan malo.

Padre e hijo mantuvieron una conversación acerca del fuego, y yo no quise entrometerme. Me quedé sentada donde me encontraba, con las manos sobre el regazo. Había dejado la espada un poco más allá, algo apartada de mí, y reprimí el impulso de ir a cogerla para acercarla un poco más a mí. Sería estúpido. Estaba pensando en todo esto cuando oí la voz del padre de Naren, Nêrion, un poco más alta que cuando hablaba con su hijo, y supe que quería llamar mi atención.

- Bueno, ¿Y quien es ella? - se quedó mirándome hasta que contesté.

-Mi nombre es Arturia Pendragon, y vengo de los reinos humanos. Es un placer conocerle, señor - dije, inclinando la cabeza - Me encontré con su hijo en Gantadd, y decidí acompañarlo. Espero que no moleste ahora mismo. - dije todo esto seria, como acostumbraba, pero al mismo tiempo con cordialidad y educación.

Tal vez la conversación sobre los seres del bosque y el fuego haya aburrido a Arturia y Nêrion decidiera hablar sobre ella. Arturia le habló de su origen y preguntó si molestaba.
-Oh, no. Tú no molestas. -dijo Nêr - Es más, creo que haces bien. El colgante de Nar tiene ese color por primera vez.

Avergonzado, miro mi colgante. Es una arena de los sentimientos, cambia de color según los sentimientos interiores en cada momento. Me lo regaló mi madre. Ha estado bajo mis ropas todo el tiempo y no advertí ningún cambio. Bueno, este era el único cambio que cuesta admitir.
Sonrío y digo sorprendido: ¿Pero como te enteras de estas cosas? -Me sorprende que mi padre tenga esta capacidad en mí.
-Pues porque habría que estar ciego para no darte cuenta de eso, conociéndote o no. -yo me sonrojo e intento que no se note.

-Bueno ahora nos dirigimos Awinor, no tengo claro cuando partiremos. Pero no hay problema. Después chasqueo los dedos y parece una chispa que se queda en el aire unos 5 segundos.
-Bueno padre, un placer verte de nuevo. Envíales recuerdos a la familia. - me despido con un gesto de la mano. Arturia, ¿quieres irte ahora mismo? - la agarro de la mano y empezamos a viajar a la velocidad máxima, desapareciendo de la cabaña del bosque y dejando a Nêr solo.

Nêr me dice que no molesto, aunque yo ya lo suponía. No creí que esperara que hubiera nadie con su hijo, pero de todas maneras, si me hubiera dicho lo contrario hubiese sido muy descortés. Después de eso, miró a Naren y le dijo algo sobre una arena. Yo también miré al chico, extrañada. No tenía ni idea de qué estaban hablando. Padre e hijo siguieron hablando y yo no quise interrumpir. Tal vez hacía bastante tiempo que no se veían, y yo no quería ponerme en medio. "Ojalá hubiera podido tener una conversación normal con alguno de mis padres..." pensé para mí misma.

Cuando terminaron de hablar, cogí la espada y me la ceñí a la cintura. Salimos de la cabaña y Naren me dijo que iríamos a Awinor. Encendió una chispa de fuego al chasquear los dedos, pero al poco tiempo desapareció. A mí me encantaba el fuego, siempre había sentido que era mi elemento favorito... aunque no lo dije en voz alta, eso me lo callé para mí. Se despidió del silfo diciendo que mandara recuerdos a su familia y me preguntó si quería irme ya. Asentí con la cabeza y él me cogió de la mano. Sentí que me daba un vuelco el corazón, no me habían cogido antes de la mano para nada. Solo una vez, con el chico que se encontró conmigo cuando éramos niños, pero ya ni recordaba su nombre, y decidí apartar todo eso de mi cabeza.

Poco a poco la cabaña fue desapareciendo, y yo no estaba segura de si Naren y yo hacíamos bien. "Se ha reencontrado con su padre, ¿acaso no habría querido pasar un poco más de tiempo con él". Tampoco me atreví a preguntar, pero di un largo suspiro. A lo lejos empecé a ver que el bosque acababa.

-Yo no sé en qué dirección se encuentra Awinor a partir de aquí, espero que lo sepas tú - dije deteniéndome, y esbozando una pequeña sonrisa tímida.

Mientras estábamos transportándonos con magia, ella me preguntó con una pequeña sonrisa si sabía por donde quedaba Awinor.
-La verdad es que no lo sé exactamente, solo me baso en la torre de hechicería y me guío por la energía de ese lugar. Para saber exactamente donde aparecer tendría que conocer bien la zona. -sonrío para animarla un poco.

En el horizonte aparecieron unas montañas con una torre que se alzaba junto a ellas.
Pero yo solo vi un futuro.

DEJO POST

Naren me contesta que tampoco tiene muy claro dónde se encuentra Awinor, y suelto un suspiro resignado.

A lo lejos se ven unos montañas, y yo me siento emocionada. "Ojalá sea eso.."

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