Problemas y Viaje
Rol Memorias de Idhún :: ISLAS :: Tares
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Problemas y Viaje
Salía de aquel lugar de apuestas y luchas clandestinas tras una larga noche en la cual había tenido que pelear por mi vida contra dos fieros luchados que ahora descansarían para siempre.
El aire fresco de la noche profunda golpeaba fuerte y secaba la sangre que caía de mi mejilla. Ya no había mucha gente por las calles y solo unos borrachos se tambaleaban buscando un cobijo donde dejarse caer y dormir su ebriez unas horas.
Llegué a mi morada, la antigua y olvidada casa donde había improvisado un humilde asentamiento, lo justo para mis prácticas, dormir y descansar.
Entré en aquella casa vacía, oscura, fría. Mi presencia se camuflaba a la perfección con esa casa, oscura, vacía, abandonada, sólida, firme y a la vez dañada por las circunstancias.
Con la chaqueta abierta pero sin quitármela me dejé caer sobre la cama y tras un largo suspiro, cerré los ojos para poder descansar.
El sueño se apoderó rápido de mi, mi cuerpo se recuperaba del agotamiento y las lesiones. Las imágenes de mi madre se cruzaban en mi mente junto a otras extrañas visiones que no conseguía distinguir.
De repente, un ruido en medio de la oscuridad me sacó de mi plácido descanso. Abrí los ojos como platos, observé en la oscuridad lo que ocurría, podía ver a la perfección incluso sin ningún tipo de iluminación pero lo que realmente me alarmó fue la presencia que notaba próxima, amenazante.
Me levanté silencioso como una pluma, me pegé a la pared al lado de la puerta de la habitación. Una sombra apareció despacio por el marco y el peligro llegó a lo más profundo de mi corazón. Un golpe raudo y certero golpeó a esa sombra en la cara, la cual salío disparado hacia atrás por el impacto, acompañado de un gemido ahogado.
Avancé por las instalaciones de la pequeña casa, pero al intentar salir por la puerta, vi que una sombra con forma humana obstaculizaba mi camino, asíque sin detenerme y con la fuerza de la carrera lanzé una segunda patada, esta vez de frente al pecho de este ser, que por la falta de visualización y la ligereza de mis pasos no lo esperaba. Salió disparado hacia atrás atravesando la puerta y rompiéndola en trozos.
Salía al aire libre donde quedaba tendido retorciéndose lo que ahora veía que era un pirata.
No obstante, mi sorpresa llegó cuando me vi rodeado de cinco más con antorchas algunos y espadas.
-Vaya, Ray Lee, el gran luchador... Me has hecho perder mucho dinero muchacho, es hora de pagarme lo que me debes- Dijo uno de ellos adelantándose un poco más que el resto.
-No os debo nada, solo he matado en un justo combate a dos tipos. Y sino os apartáis vosotros acabaréis igual- Respondí yo manteniendo la compostura pero amenazante.
El pirata rió ante mi desafío, y no era de extrañar pues me superaban en número y armas, pero desconocían mi naturaleza.
-Como quieras, muchacho. Aunque está claro que morirás esta noche- Y acto seguido se avalanzó sobre mi.
Esquivé el filo de su espada que pasó silvando por encima de mí, Sin embargo, cuando recobré la posición el resto de piratas ya le seguía en el ataqué y resultaba complicado esquivar a todos y cada uno a la perfección. Aún estaba cansado de las peleas de horas antes, aún tenía algo dolorido el cuerpo y tampoco poseía ningún arma para defenderme al mismo nivel.
Mi enfado llegó cuando una de las hojas alcanzó mi hombro y me hizo un corte superficial.
La ira se apoderó de mi mente, mi cuerpo comenzó a temblar y los piratas debieron percibirlo porque cesaron sus ataques y confusos se miraron unos a otros.
Mis ojos de color miel cambiaron de forma a unos fríos ojos isiados y mi cuerpo cambió de forma aumentando de tamaño. Mi cuerpo cambió hasta ser el de una serpiente gigante de grandes colmillos y escamas que brillaban al reflejo de las antorchas. Dos grandes alas membranosas ocultaban el brillo de las estrellas del cielo.
Solté un rugido tan intenso que los piratas tuvieron que taparse los oidos en busca de consuelo, pero el horror y el pánico se apoderó de ellos que huyeron temerosos de la presencia de un Shek real ante ellos.
Había llegado el momento, sabían la verdad de mi ser y pronto toda la ciudad portuaria lo sabía, debía salir de allí, buscar un nuevo lugar donde sobrevivir bajo la apariencia de un humano corriente. Aunque los Sheks despreciamos cualquier apariencia que no sea la nuestra propia, mi madre siempre me enseñó a aceptar otra apariencia para poder vivir una vida alejada de prejuicios y acusaciones y no por ello ser menos Shek que los demás.
Alzé el vuelo batiendo mis prominosas alas y emprendí el viaje fuera de Tares, en dirección a las tierras idhunitas a través del mar en mitad de la noche.
El aire fresco de la noche profunda golpeaba fuerte y secaba la sangre que caía de mi mejilla. Ya no había mucha gente por las calles y solo unos borrachos se tambaleaban buscando un cobijo donde dejarse caer y dormir su ebriez unas horas.
Llegué a mi morada, la antigua y olvidada casa donde había improvisado un humilde asentamiento, lo justo para mis prácticas, dormir y descansar.
Entré en aquella casa vacía, oscura, fría. Mi presencia se camuflaba a la perfección con esa casa, oscura, vacía, abandonada, sólida, firme y a la vez dañada por las circunstancias.
Con la chaqueta abierta pero sin quitármela me dejé caer sobre la cama y tras un largo suspiro, cerré los ojos para poder descansar.
El sueño se apoderó rápido de mi, mi cuerpo se recuperaba del agotamiento y las lesiones. Las imágenes de mi madre se cruzaban en mi mente junto a otras extrañas visiones que no conseguía distinguir.
De repente, un ruido en medio de la oscuridad me sacó de mi plácido descanso. Abrí los ojos como platos, observé en la oscuridad lo que ocurría, podía ver a la perfección incluso sin ningún tipo de iluminación pero lo que realmente me alarmó fue la presencia que notaba próxima, amenazante.
Me levanté silencioso como una pluma, me pegé a la pared al lado de la puerta de la habitación. Una sombra apareció despacio por el marco y el peligro llegó a lo más profundo de mi corazón. Un golpe raudo y certero golpeó a esa sombra en la cara, la cual salío disparado hacia atrás por el impacto, acompañado de un gemido ahogado.
Avancé por las instalaciones de la pequeña casa, pero al intentar salir por la puerta, vi que una sombra con forma humana obstaculizaba mi camino, asíque sin detenerme y con la fuerza de la carrera lanzé una segunda patada, esta vez de frente al pecho de este ser, que por la falta de visualización y la ligereza de mis pasos no lo esperaba. Salió disparado hacia atrás atravesando la puerta y rompiéndola en trozos.
Salía al aire libre donde quedaba tendido retorciéndose lo que ahora veía que era un pirata.
No obstante, mi sorpresa llegó cuando me vi rodeado de cinco más con antorchas algunos y espadas.
-Vaya, Ray Lee, el gran luchador... Me has hecho perder mucho dinero muchacho, es hora de pagarme lo que me debes- Dijo uno de ellos adelantándose un poco más que el resto.
-No os debo nada, solo he matado en un justo combate a dos tipos. Y sino os apartáis vosotros acabaréis igual- Respondí yo manteniendo la compostura pero amenazante.
El pirata rió ante mi desafío, y no era de extrañar pues me superaban en número y armas, pero desconocían mi naturaleza.
-Como quieras, muchacho. Aunque está claro que morirás esta noche- Y acto seguido se avalanzó sobre mi.
Esquivé el filo de su espada que pasó silvando por encima de mí, Sin embargo, cuando recobré la posición el resto de piratas ya le seguía en el ataqué y resultaba complicado esquivar a todos y cada uno a la perfección. Aún estaba cansado de las peleas de horas antes, aún tenía algo dolorido el cuerpo y tampoco poseía ningún arma para defenderme al mismo nivel.
Mi enfado llegó cuando una de las hojas alcanzó mi hombro y me hizo un corte superficial.
La ira se apoderó de mi mente, mi cuerpo comenzó a temblar y los piratas debieron percibirlo porque cesaron sus ataques y confusos se miraron unos a otros.
Mis ojos de color miel cambiaron de forma a unos fríos ojos isiados y mi cuerpo cambió de forma aumentando de tamaño. Mi cuerpo cambió hasta ser el de una serpiente gigante de grandes colmillos y escamas que brillaban al reflejo de las antorchas. Dos grandes alas membranosas ocultaban el brillo de las estrellas del cielo.
Solté un rugido tan intenso que los piratas tuvieron que taparse los oidos en busca de consuelo, pero el horror y el pánico se apoderó de ellos que huyeron temerosos de la presencia de un Shek real ante ellos.
Había llegado el momento, sabían la verdad de mi ser y pronto toda la ciudad portuaria lo sabía, debía salir de allí, buscar un nuevo lugar donde sobrevivir bajo la apariencia de un humano corriente. Aunque los Sheks despreciamos cualquier apariencia que no sea la nuestra propia, mi madre siempre me enseñó a aceptar otra apariencia para poder vivir una vida alejada de prejuicios y acusaciones y no por ello ser menos Shek que los demás.
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