David era un pequeño niño, de apenas 3 años, cuando fue enviado a Idhún para evitar la ruina financiera de sus padres. Una vez en Idhún, David fue adoptado por un fuerte y apuesto caballero de Nurgon, Ray, un celeste, el cual lo trató como a su propio hijo. A los seis años, le empezó a enseñar el difícil arte de la espada. David ya mostraba grandes dotes a la hora de manejarla, aunque su fuerza no le ayudaba mucho. Movía la espada con gran velocidad y gracia, pero tuvo que aprender a esquivar golpes y mandobles y, sobre todo, evitar forcejeos, ya que no solía oponer mucha resistencia. Resultó que esquivaba la gran mayoría de los golpes, y tenía una velocidad impresionante. Aun así, al golpear, apenas solía realizar unos cuantos rasguños. Cuando Ray murió, a los diez años de David, éste escapó de su casa y fue caminando sin rumbo alguno, siempre hacia delante. Al final, medio muerto en el desierto y sin recursos, unos despiadados seth bandidos lo raptaron y lo encarcelaron en su caravana. Sólo le daban de comer la carne podrida y la sangre de las víctimas de estos. Pero un joven seth se apiadó de él y, cada noche, le daba pan, agua, y algo de comida decente. Así pasó David dos años por todo Idhún en sus penosas condiciones, hasta que los bandidos fueron arrestados por caballeros de Nurgon. El amigo de David (cuando éste tenía 12 años) lo dejó escapar, además entregándole el dinero que había conseguido, y éste se dirigió hacia un mar que había en el horizonte. Allí se encontró con el Puerto Esmeralda, donde empezó su verdadera y buena vida, tras su sufrimiento.
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