Rol Memorias de Idhún
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Cuando la luz abrazó la roca [RC]

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Mensaje  Yandrak Jue Jun 06, 2013 10:43 pm

Rol condicionado para 3 personas: Yandrak, Hibell y... (alguien más??)

Ygoron había sido testigo de la ira de los Dioses, e incluso se había sentido parte de ella. Sin embargo, cuando el choque de ciclones se produjo, todo se desvaneció ante sus ojos. La sensación de poder se había marchado. Karevan lo había abandonado, y con él todas sus nuevas habilidades sobre la roca.
Nunca comprendería porque su Dios lo había llamado a participar en aquella guerra, ni los motivos por los que tenía que librarse la susodicha batalla entre Dioses. Demasiados interrogantes sin respuesta, y temía no poder resolverlos nunca, ahora que todo parecía haber acabado.
- Los Dioses son algo grandioso. Inmortales, poderosos y sabios... Pero sus razones pueden llegar a sobrepasar los límites de una mente mortal. Es mejor no pensar en ello. No se puede tratar de comprender lo incomprensible, grandullón.
La voz de la nieve le susurraba sabias palabras al oído, aunque para Ygoron era difícil no darle vueltas al asunto. No obstante, estuvo de acuerdo. De hecho, él como gigante no llegaba ni siquiera a comprender la razón de las guerras disputadas entre mortales. ¿Cómo iba entender entonces las que planificaban los dioses?
Decidió dejar las cosas como estaban y tratar de olvidar el asunto. Olvidar su participación en aquella violenta batalla sin sentido. Olvidar que había sido uno de los Elegidos.
No obstante, era consciente de que algo le haría recordarlo siempre, aunque no lo quisiera. Se miró de nuevo la mano izquierda, abriendo los enormes dedos de su palma extendida. Allí estaba, frente a sus ojos, el pequeño obsequio de Karevan. Una uña gris, de pura roca, destacaba sobre las demás sobre su pulgar. Un legado de su Dios que permanecería durante toda su vida con él.
O al menos eso creía en aquellos momentos…


------------------------------------------

Ygoron continuó su caminata dejando atrás la confusa Cordillera Cambiante. Después de las vastas llanuras de Celestia, creía que su estancia en las montañas lo aliviaría. Como estar en casa de nuevo.
No podía estar más equivocado.
Aquella cordillera no paraba de moverse, y los cambios que se producían en la roca día tras día, hora tras hora, acabaron por volverlo loco. Sentía como si Karevan estuviera jugando con él como un niño travieso, manejándolo a su antojo como lo hiciera en la batalla. Así pues había decidido continuar su trayectoria hacia el este, abandonando las montañas. Y entonces fue cuando vio aquel bosque a lo lejos.
La frondosidad de que aquella masa verde que se distinguía en el horizonte llamó su atención desde el primer momento. Nunca había visto algo así, acostumbrado a los desnudos árboles de la tundra de Nanhai, y se preguntó qué clase de criaturas podrían vivir bajo aquel techo vegetal.
Guiado por su instinto, dirigió sus pasos hacia allí, dispuesto a averiguarlo. Y se adentró en la maleza...

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Mensaje  Hibell Dharwark Jue Jun 06, 2013 11:26 pm

No sabía si sucumbir o seguir luchando… aquella permanente disputa no me había abandonado en estos últimos años y, a pesar de todo, aun seguía en pie.
Luchaba por mi vida sin saber cuál era el motivo, pues ya nada me quedaba, ya nada me otorgaba aquella fuerza que en el pasado todo lo había podido.
Ya no me quedaban las sonrisas de mis amigos, ya no lograba ver las escamas doradas de Yandrak centellear a la luz de los tres soles como si del mismo fuego se tratase… tampoco lograría tener de nuevo las discusiones con mi hermano Erick ni atisbaría nuevamente la chispa de cariño en sus fríos pero hermosos ojos azules. Como tampoco me quedaba la compañía de Sarassu…
“Lo he perdido todo…” pensé.

Alcé la mirada hasta las ramas de los árboles que me rodeaban, la luz se filtraba entre estas, aportándome algún tipo de esperanza.
Los ojos de Neliam habían sido mi escondite desde hace unos meses.
Y recordé cuando Erick dio su vida para salvar la mía, sintiéndome desdichada por mi mala suerte y la carga que mi persona significaba.
Pasé años encerrada en Trask-Ban y, cuando logré escapar, corrí hacia Derbhad con una apremiante necesidad de recuperar mis energías, mis ánimos…
Pero cuando ya nada se tiene, ni siquiera un hogar resulta acogedor.
Dejé escapar un suspiro cargado de melancolía, pero una pequeña ave de color azul cielo se posó en una rama cercana a mi.
Lo miré con dulzura y no pude hacer mas que sonreírle, hasta que logré captar con la mirada la herida en una de sus patas.

La sonrisa desapareció de mi rostro, pero apareció la preocupación en mi mirada. Pues aquella inocente criatura necesitaba auxilio y claramente me había elegido a mi para dicha tarea.
Situé mi mano a su altura para que lograse saltar hacia esta, y así fue.
Y la sonrisa volvió a hacer acto de presencia en mis labios.

- Eres precioso… ¿lo sabes?

Le murmuré dichas palabras para que solo el pudiera escucharme y, con sus ojos clavamos en los míos, pareció entenderme a la perfección.
Con mi otra mano acaricié con delicadeza su diminuto cuerpo mientras un torrente de cálida energía escapaba de mis dedos. Sanándolo totalmente.
Un pequeño beso sobre su cabeza fue la despedida elegida por mi, amaba a las criaturas… a todas ellas. Sobre todo, a las inocentes.
Asentí con la cabeza al ave en señal de que al fin, todo estaba bien. Y tomó rumbo hacia algún lugar donde seguramente, lo estarían esperando…
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Mensaje  Yandrak Vie Jun 07, 2013 12:12 am

Cuando la bóveda vegetal lo cubrió, ocultando el despejado cielo azul sobre su cabeza, Yogoron comenzó a sentirse incómodo.
Nunca había padecido claustrofobia. De hecho, había pasado todos los años de su vida encerrado en una fría cueva, saliendo sólo al exterior para cazar, pero aquello era diferente. Esta vez no eran rocas lo que lo rodeaban, con las cuales podía sentir algun tipo de afinidad, sino seres vivos. Arbustos, matorrales, hierbas y árboles le cerraban el paso por todas partes, y debido a su gran tamaño no le era difícil quedarse atascado entre los troncos los gruesos árboles conforme avanzaba en su camino, o tropezar con las enredosas raices que cubrían el suelo, sin que él pudiera detectarlas a través de la maleza.
Por no hablar de que aquello estaba lleno de animales. Conejos, cervatillos, reptiles, pájaros e insectos. Salían de sus escondrijos a cada paso que daba, huyendo desesperadamente de él como si les deseara algún mal, y pronto Ygoron comenzó a adoptar la inquietante sensación de estar siendo vigilado por los centenares de ojos de aquellos pequeñas criaturas expertas en el camuflaje.
Pronto se arrepintió de haberse internado en aquel bosque. Estaba cansado por las incesantes acrobacias que debía realizar para sortear zarzas y arbustos, lleno de arañazos de las ramas que rozaban sus brazos desnudos y, lo más desesperante, se sentía completamente desorientado.
Finalmente, derrotado, se sentó a la sombra de un grueso árbol, apoyando su espalda contra el rugoso tronco. Su estómago rugió, y el gigante oteó alrededor en busca de algo para comer. Desde luego, allí le sería imposible cazar. No obstante, las bayas moradas que crecían en el matorral que estaba al alcance de su mano tenían buena pinta... Alargó el brazo y arrancó algunas, manchándose los dedos con su jugo.
Esperaba que al menos fueran comestibles...
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Mensaje  Hibell Dharwark Vie Jun 07, 2013 2:16 am

Una y otra vez, mis pensamientos se volcaban en recuerdos que sólo conseguían dañarme. Y luchaba con todas mis fuerzas para deshacerme de ellos, pero siempre volvían.
¿Era feliz?
Sabía que no… no lo era. Y habían muy pocas posibilidades de que aquella situación cambiase.
Pero me daba igual, pues mientras cerca de mi hubiera naturaleza a la que adorar y cuidar, todo iría bien.

Tomé un nuevo camino entre aquella fortaleza natural, donde los árboles eran los principales señores del apartado pero inmenso bosque. Donde simplemente podía abandonarme al susurrar del viento sobre la vegetación, a los diversos colores que me rodeaban, al sonido de pequeños pasos cuando las criaturas caminaban cerca de mi, ofreciéndome toda su perfección.
Pero algo comenzó a estar en discordancia, giré la mirada hacia mi izquierda y contemplé como varios metros a distancia, los arbustos se movían excesivamente. Y no solo eso, golpes secos y contundentes hacían temblar la tierra imperceptiblemente.
Fruncí el ceño, extrañada.
¿Qué estaba ocurriendo?

En pos del causante de tanto ajetreo caminé sin ningún atisbo de temor. Aunque en mi interior comenzó a palpitar la idea de que tal vez, fuera algún ser con intenciones de poner en peligro mi hogar provisional.
Amaba la vida, si… pero por salvar a los míos ya había arrebatado la vida a decenas de seres. Y no me arrepentía de nada. Ni lo haría jamás.

El escandaloso instante pareció haber cesado, pues ya ni una sola hoja ni rama se movía de forma extraña, pero seguí mi camino…
Cuando llegué, la imagen que mis ojos captaron me pilló por sorpresa. Nunca en mis veinte años de vida había visto a un solo gigante en terrenos boscosos, pero ante mi se alzaba aquel enorme ser con rostro bonachón que de alguna forma expresaba también su fuerza.
Lo observé atentamente, con curiosidad. Maravillándome por la peculiar belleza de dicha criatura.
Sin duda no resultaba una amenaza, me percaté de que estaba cansado y agobiado en partes iguales.
Iba a salir a su encuentro cuando pude ver que tipo de bayas se estaba llevando a la boca, unas de las mas venenosas que pudieras encontrarte en los bosques. Aquel jugo viscoso que las rodeaba alertaba de su peligro, pero un ser que no había pisado un bosque en su vida poco iba a saber de estos datos.

Asustada, corrí hacia el haciendo acopio de todas mis fuerzas y velocidad para alcanzarlo a tiempo. Y por suerte, lo conseguí. Aun sin saber como detenerlo y totalmente desesperada, eché mis brazos alrededor de su enorme brazo y tiré hacía mi mientras gritaba:

- ¡Para! Por favor, ¡para…!

Mi voz se escuchaba dulce a pesar de mis intentos por gritar. Había veces que odiaba ser tan delicada e indefensa, y esta ocasión era una de ellas.
Con los nervios a flor de piel solté el brazo del gigante y de un hábil salto, me subí hasta su regazo para captar su total atención. Y fue entonces cuando lo miré a los ojos… y mi mundo pareció desestabilizarse. Un fuerte mareo sacudió mi cuerpo y caí sobre el pecho del gigante, repentinamente agotada. Sus ojos… de color violeta, me recordaron a aquel que un día se había convertido en todo mi mundo. Demasiado tiempo pensando en el, recordándolo. Y ahora frente a mi tenía unos ojos del mismo color que los de Sarassu.
Alcé mi rostro buscando la mirada del gigante, pero aun seguía demasiado débil por el choque de emociones que había en mi interior.

- Son venenosas, señor…-murmuré-. Pueden hacerte mucho daño si las comes.
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Mensaje  Yandrak Vie Jun 07, 2013 2:20 pm

Ygoron dio un respingo cuando aquella muchacha emergió de entre la espesura para lanzarse sobre él. Los ojos de Ygoron, llenos de confusión, pasaron de las bayas moradas que aún tenía en la mano (¿había dicho que eran venenosas? Parecían tan suculentas...) a los ojos de aquella niña.
La joven se quedó paralizada cuando sus miradas se encontraron, y su expresión cambió al instante en una mueca de sorpresa y horror. Por su parte, Ygoron también se sintió hipnotizado por aquella increíble mirada. Sus ojos tenían algo especial. Aunque fueran de color castaño oscuro, como tantos otros, podía percibir que algo en ellos no era común. Así pues siguió observando, sin saber por qué, pero sin poder apartar su mente de aquella cautivadora mirada que lo tenía tan encandilado...
Hasta que sus tripas rugieron de nuevo, haciendo temblar a la muchacha que se encontraba sobre su prominente barriga.
Aquello bastó para que Ygoron volviera en sí. Rápidamente lanzó las bayas hacia la maleza y se limpió el jugo que manchaba su palma contra la hierba. Y sin siquiera avisar se incorporó de golpe, haciendo caer a la muchacha de su regazo. No, realmente Ygoron nunca había destacado por su delicadeza con las damas. ¿Pero acaso aquello importaba en esos momentos?
- Tengo hambre- dijo solamente, algo incómodo por la situación. Y porque era la verdad. Sus tripas no tenían afición de sonar como un barjab moribundo así porque sí.
De modo que se puso de nuevo en marcha hacia la espesura del bosque sin siquiera despedirse de la muchacha, esquivando plantas y árboles con esfuerzo para tratar de encontrar algo que comer. Y si era algo con carne, mucho mejor. En ese lugar no te podías fiar de los frutos, por lo que se veía.
Su sigilo en el bosque era nefasto. A cada paso que daba hacía retumbar la tierra, y bajo sus pies ramas y hojas secas se quebraban sin remedio, alertando a toda posible presa de su llegada.
Pronto se dio cuenta de que era inútil. Si seguía así solo conseguiría cansarse más y más, hasta no tener siquiera fuerzas para caminar. Y entonces, el hambre y la inanición harían el resto. No podía salir de aquel bosque. No podía cazar en él. Y la nieve no parecía tener intención de aparecer para darle uno de sus sabios consejos.
Derrotado de nuevo, se tumbó sobre la hierba con los brazos en cruz. Se sentía mareado y desolado. Sus ojos deambulaban por el techo vegetal que lo cubría, anhelando alcanzar el cielo abierto que se extendía más allá. Volver al exterior, donde al menos había comida disponible. Pero sabía que aquello le sería imposible. Sus esperanzas lo habían abandonado por completo. Había sido un tremendo error entrar en un bosque desconocido, y ahora lo estaba pagando en sus propias tripas.
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Mensaje  Hibell Dharwark Sáb Jun 08, 2013 4:09 am

A pesar de que mis palabras habían sido claras, mi voz no mostraba la misma seguridad. Se veía entrecortada por la sorpresa, por los recuerdos… por el temor.
¿A qué temía?
Resultaba desconcertante como una sola mirada había logrado afectarme con tanta intensidad. Pero indefinidas veces fueron las que soñé y pensé con aquel color de ojos. Y, sintiendo una punzada de dolor en mi interior, supe que mi miedo, mi dolor… fueron provocados porque no había sido “él” quien me miraba.

Y permanecí sentada sobre el gigante, sin poder apartar mis ojos de los suyos, mi corazón latía con rapidez, frenético.
Momentos después logré aclarar mi mente y concentrarme en el gigante, pues su rostro me parecía extraño, hermoso, si… pero ante todo, la bondad se atisbaba en sus rasgos. Se trataba de un ser que vivía sin preocuparse de aspectos mundanos, sin tener en cuenta nada mas que su existencia. Pero eso no quitaba el hecho de que seguramente, ganarse su amistad seria para toda la vida. Notaba su lealtad.
Suspiré notando al fin que la sorpresa me abandonaba para dejar paso a la calidez. A la calma.

Pero el momento de tranquilidad fue excesivamente corto, pues tan pronto como vino, se fue…
El estómago del gigante tembló acompañado de un intenso rugido. Mis ojos se abrieron ante el sobresalto, mirándolo con cautela, me sentí alarmada.
Era cierto que nunca antes había tratado con un gigante, pero jamás fue avisada de la brutalidad de estos. Brutalidad que al parecer, abarcaba todos los aspectos. Desde su forma de padecer hambre, hasta sus movimientos.
Mi cuerpo salió despedido hacia el suelo cuando aquella enorme personita decidió ponerse en pie y, dado que mi postura no era la adecuada para una buena caída, di de bruces contra el suelo. Un leve quejido escapó de mis labios por el impacto, pero afortunadamente había salido ilesa.

Dos palabras son las únicas que recibí de él, ni tan siquiera una disculpa que pudiera restarle importancia al asunto… pero para él simplemente no la tenía. Estaba hambriento y necesitaba calmar esa necesidad como fuera.
Me incorporé mientras lo veía marchar, y sonreí con dulzura sin que pudiera verme. Por alguna extraña razón aquella criatura despertaba en mi un fuerte instinto de protección. Y lo seguí. Lentamente y sin causar ruido alguno seguí sus torpes pasos, hasta que se dio por vencido al comprender que estaba atrapado entre maleza y árboles y se dejó caer sobre la hierba.
Mis ojos brillaron a causa de la compasión y la tristeza que su situación me provocaba, pues yo no podría otorgarle la carne que muy seguramente ansiaba.
Mi mano se posó sobre el tronco de un árbol, y su tacto fue lo necesario para hacerme saber que se trataba de un enorme manzano.
Con rápidos y elegantes movimientos escalé el árbol sin apenas esfuerzo por mi parte, obteniendo del manzano deliciosas manzanas color rubí, que despedían un brillo tentador y bello.
Cogiendo todas las que pude una pequeña risa brotó de mi garganta, era tan divertido escalar árboles…
Al fin, dejé caer mi cuerpo para llegar al suelo, frente al gigante. Me acerqué a el con los brazos llenos de manzanas, esperando con todo mi corazón que fueran de su agrado.

- Necesitas comer -dije- se que no es mucho pero… creo que será suficiente para calmar un poco el hambre. Después te ayudaré a salir de aquí.

Una amable sonrisa acompañaba a mi rostro mientras lo miraba a los ojos.

- ¿Puedo saber como te llamas? Yo soy Hibell.- Añadí mientras ponía en su regazo todas las manzanas que había recogido para el.
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Mensaje  Yandrak Sáb Jun 08, 2013 2:50 pm

El gigante se incorporó cuando sintió acercarse a la muchacha de nuevo. Sentado en el suelo, no se inmutó cuando la recién llegada puso un pequeño montón de frutos sobre su regazo.
Cogió uno con su enorme manaza y lo levantó a la altura de los ojos para observarlo mientras lo giraba entre sus dedos. Era rojo. Rojo como la sangre. Como la roja y deliciosa carne que se obtenía al despellejar a sus presas, después de la caza. Si aquel fruto era tan parecido a aquello, no podía tener un sabor muy distinto.
Sin reparos, abrió la boca y engulló la fruta entera de un sólo bocado.
Su expresión cambió de la impasibilidad a la sorpresa, y luego a una mueca de asco en cuanto dio el primer mordisco, haciendo que el alimento exprimiera su jugo en el interior de su boca. Una arcada le hizo abrirla de nuevo sin poder evitarlo, y la fruta a medio masticar cayó otra vez en su regazo, con el resto.
Ygoron comenzó a chasquear la lengua con contundencia, tratando de quitarse ese sabor agridulce de la boca, y dirigió su mirada hacia la muchacha de los ojos extraños.
- Ygoron- respondió solamente, sin abandonar aún la expresión de repugnancia de su cara mientras chasqueaba la lengua rítmicamente. Luego miró a las frutas rojas en su regazo- Esto... está malo.
Aquello no era carne. Ni se le parecía. Decidió que la fruta no le gustaba. No obstante, sabía que si no encontraba otra cosa que llevarse a la boca, aquello tendría que convertirse en su única fuente de alimento mientras viviera en el bosque...
Miró a su alrededor, tratando de buscar una solución a su problema, cuando atisbó entre las ramas de un árbol algo que colgaba de una de ellas. Algo que, desde luego, no pertenecía a la naturaleza del bosque.
Sin una palabra se levantó, dejando caer las frutas sobre la hierba, y se dirigió hacia allí.
Era una bolsa de viaje. De tela verde y fina, con un cordón de lana negra remendada alrededor del orificio superior que hacía las veces de cierre, y una larga tira de la misma tela para poder colgar la bolsa de un hombro. Sin dudar alargó un brazo y la desenredó de las ramas para observarla entre sus manos.
No estaba vacía. En su interior parecía haber una docena de utensilios, cachivaches, e incluso algún arma. Metió su manaza dentro de la bolsa y sacó lo que parecía un pequeño arco de madera. Una diminuta inscripción en el mango rezaba: Goy. También había tres flechas en la bolsa, e Ygoron pudo comprobar que sus puntas estaban manchadas de sangre reseca.
- Sangre...
Tuvo entonces una idea. Aquel arco podía ser la solución a sus problemas. Tal vez no pudiera usar su técnica de lanzamiento de roca para cazar en aquel bosque, con tanta rama de por medio, pero seguro que una flecha sería mucho más eficaz... si lograba aprender a usarlas.
Iba a meter la mano de nuevo para investigar sobre el resto del contenido cuando se dio cuenta de algo más. En el grueso tronco del árbol donde había estado colgada la bolsa de viaje había una inscripción tallada en la corteza. Si Ygoron hubiera sabido leer, habría podido descifrar que lo que había escrito:

"Aquí yace Kronos Goycoi, el pequeño y entrañable silfo.
Que su alma descanse ahora junto a Wina por siempre, y su espíritu viva ajeno a las Sombras que un día logró vencer.
"
No obstante, sí pudo comprender lo que era aquello al echar un vistazo al suelo que casi estaba pisando, frente al árbol, donde un pequeño montículo de tierra, todavía sin cubrir por la hierba, delataba que aquel era un lugar sagrado. Un lugar donde alguien, probablemente una infeliz criatura del bosque, descansaría por toda la eternidad.
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Mensaje  Hibell Dharwark Dom Jun 09, 2013 4:14 am

Aunque parecía confiar en mi como para comer algo que le ofrecí, continuaba notándolo distante. Y me pregunté si el problema era yo.
Pudiera ser que el pasar tanto tiempo sometida a torturas hubieran hecho de mi una criatura a la que resultaba incómodo tener cerca, y sopesando aquel pensamiento me di cuenta que en ese caso, no podría reprocharle nada. Pero fuera como fuese, yo seguiría mostrándome como siempre, amable y cordial, dispuesta a echar una mano a quien lo necesitase.
Lo mas triste de aquello era que en realidad, yo era quien lo necesitaba a el. Demasiada soledad me ahogaba y, ante mi, se encontraba un maravilloso ser que aun sin estar dispuesto a mostrarse amigable, me reconfortaba.

Observé como se echaba una manzana directamente a la boca y no pude hacer mas que fruncir el ceño por lo tosca que se vio su acción, pero fue su rostro el que logró dejarme boquiabierta. Muecas de intensa angustia atravesaron sus facciones hasta que dejó caer sobre su regazo lo que quedaba de fruta.
Definitivamente no tenía buena mano con los gigantes, ya que a pesar de tener las mejores de las intenciones, todos mis actos se veían fuera de lugar y erróneos.
Con la mirada aun fija en el, lo contemplé completamente anonadada, sin saber como reaccionar ante la situación.
Y como era de esperar, manifestó su nombre añadiendo su poca adoración por las manzanas.
Ygoron comenzó a mirar a su alrededor, seguramente buscando cualquier otro tipo de alimento y de nuevo me vi tentada a sonreír.
Sin lugar a dudas pareció visualizar algo, pues se levantó dejando caer al suelo todas las manzanas recogidas. Solo desee que algún animal les diera uso y no se echasen a perder… pues ahora mismo no tenía hambre.

Apartando la mirada de las manzanas volví a concentrarme en Ygoron y, esperando que el gigante estuviera de acuerdo en que yo vigilase sus pasos mientras permaneciera en el bosque, lo seguí.
Un rápido vistazo me bastó para saber el contenido de la bolsa por el tintineo de metal en su interior, pero no fue eso lo que me llamó la atención… el tronco del árbol había sido rallado para que en el se mostrase una inscripción.
No presté atención a nada mas y por unos breves instantes me olvide del gigante. Ya que las palabras escritas me conmovieron profundamente. Pasando las puntas de mis dedos sobre la inscripción la pena me asaltó de nuevo.
Alguien se había tomado molestias en darle sepultura y en dejar escritas palabras que permanecerían allí por mucho tiempo… alguien, en estos momentos, estaría añorando a aquella pequeña criatura. Al igual que yo a mi querido hermano pero, pese a todo, nunca mas lo volvería a tener a mi lado.

Al igual que Ygoron bajé la mirada hasta la tierra, manteniendo un solemne silencio que yo misma rompí. Agarré una de las grandes manos del gigante sin apenas darme cuenta, pero dominada por mis sentimientos, necesite de alguien en quien apoyarme.

- Kronos… -susurré- espero que allá donde se encuentre ahora, sea feliz.

Suspiré, pues de un momento a otro las fuerzas parecieron abandonarme. Pero dejé caer mi mano rompiendo el contacto que mantenía con el, ya que no deseaba su incomodidad.
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Mensaje  Yandrak Dom Jun 09, 2013 4:25 pm

Ygoron dio un pequeño respingo al notar que la muchacha agarraba su mano, y se giró hacia ella.
La presencia de aquella tumba parecía haberle afectado. Ahora, sus ojos humedecidos parecían haberse apagado por la tristeza. Cuando se derrumbó, dejando caer su mano y perdiendo el contacto con el gigante, éste posó la suya sobre la espalda de Hibell. Con toda la delicadeza de la que pudo disponer, le dió un par de palmaditas para consolarla.
- Él estará bien- dijo con voz tranquila, señalando con la cabeza a la tumba. Dirigió la mirada hacia su otra mano, de la que colgaba la bolsa de viaje del difunto, y de nuevo volvió a observar la sepultura para añadir en un susurro- Gracias...
Se giró y volvió sobre sus pasos, retrocediendo hacia el claro donde todavía estaban las manzanas esparcidas por el suelo. Recostándose bajo la sombra de un árbol, se dispuso a investigar sobre el contenido de aquella bolsa de viaje junto a la muchacha, deseando encontrar allí dentro algo con lo que saciar su apetito.
No hubo suerte.
La bolsa estaba llena de objetos, pero ninguno de ellos parecía comestible. Aparte del arco y las flechas, pudo identificar una pequeña brújula con la inscripción Lim-Tsu grabada, una capa de lo que parecía seda plateada, que debido a su reducido tamaño solo le serviría para calzarse una de sus enormes piernas y una varita de madera con extraños símbolos arcanos tallados. Al fondo de la bolsa encontró otras dos cosas: una semilla del tamaño de una nuez, aunque sin pinta de ser apetitosa, y un pequeño colgante blanco que, al colocarse a modo de pulsera, pasó a tener un color verde vivo.
Nada más. Aquellos cacharros le parecieron totalmente inútiles. Ygoron comezó a sentirse frustrado y hambriento, y su nueva pulsera cambió entonces a un color gris, aunque de pronto tornó al amarillo cuando el gigante levantó la mirada hacia el claro.
No estaban solos.
Un extraño animal, parecido en su morfología a una hormiga pero de un tamaño similar al de un perro, había aparecido sigilosamente en el claro y ahora se estaba dando un sabroso banquete con las manzanas que quedaban.
Ygoron sintió que sus tripas rugían de nuevo, y se relamió sin poder evitarlo. Si conseguía cazar aquel animal, el hambre sería cosa del pasado. Estaba seguro de ello.
- Shhhh- susurró Ygoron volviendose a Hibell con un dedo sobre los labios, y con calma tomó el arco que descansaba a su lado y preparó una de las flechas.
No había usado nunca un arco, pero en Nandelt había observado con curiosidad como lo hacían, y aunque el resultado no fuera perfecto, al menos se podría decir que si se parecía en algo a la forma en que tenían los humanos de lanzar sus flechas.
Con cuidado, tensó la cuerda tratando de apuntar al gran insecto, que seguía ajeno al peligro, y disparó.
La flecha silbó por el aire mientras se dirigía directamente hacia la cabeza del animal... y pasó de largo, casi rozándole una antena. A Ygoron no le dio tiempo a reaccionar ante su torpeza, ya que la flecha, en vez de clavarse como sería lógico en el árbol al que iba directa, rebotó en él, saliendo disparada en otra dirección. Y siguió topando con más y más árboles, rebotando con todo lo que topaba en su camino, tan veloz que a Ygoron casi le era imposible seguirle la pista conforme revoloteaba por el claro como un ave enloquecida.
El animal se asustó con el silbido de la flecha que cruzaba una y otra vez sobre su cabeza, y no tardó en huir. Por su parte, Ygoron se giró para observar a Hibell con expresión de sorpresa y desconcierto, tratando de encontrar en su rostro una explicación razonable para lo que estaba ocurriendo.
Antes de poder siquiera abrir la boca para hablar, el silbido de la flecha paró... y el gigante saltó de dolor al sentir un agudo pinchazo en su pierna derecha.
- AOOOHhh...- se quejó dolorido y con rostro de preocupación, mientras observaba sobresalir parte de la flecha de su muslo. Una mancha roja comenzó a impregnar su pantalón. El colgante de su pulsera, en cambio, se volvió negro.
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Mensaje  Hibell Dharwark Lun Jun 10, 2013 4:15 am

Todas mis dudas con respecto a Ygoron parecieron despejarse cuando intentó levantarme el ánimo. Sus palmadas sobre mi espalda despertaron en mi renovados sentimientos de calidez y apoyo, e incluso fui consciente de la delicadeza que se esforzaba por mantener para no dañarme en ningún momento y, aun así, mi cuerpo se inclinaba peligrosamente hacia delante en cuanto tocaba mi espalda.
En mi mente una clara observación de hizo evidente; su condición de gigante le procuraba una fuerza envidiable, pues si pudiera, con un simple manotazo podría lanzar a quien quisiera por los aires.
Todo en él era fuerza, resistencia por su preparado físico contra inclemencias y desventuras por igual… pero al mismo tiempo la bondad vibraba en el, desde el interior de su corazón.
Y supe que ese era el motivo por el que me sentía tan cómoda a su lado.
Supe con certeza que su mente era mucho mas compleja de lo que en un principio parecía, pues semejante a la de un niño, no lograba entrar en razones con facilidad, pero escuchaba y entendía.
Alzando la mirada hacia el, lo contemplé con nuevos ojos. Una mirada que destilaba cariño, que parecía comprender al fin a aquel maravilloso ser.

Cuando Ygoron dio marcha atrás lo seguí, y esta vez sin preocuparme por ser una molestia, me senté a su lado. Sin mediar palabra dejé que se concentrara en sus recién adquiridas posesiones, viéndolo mostrar interés por cada uno de los objetos una pequeña sonrisa apareció en mis labios.
Seguramente él no sabía lo adorable que se mostraba su rostro cuando expresaba concentración, pero en cambio yo guardé aquella imagen en mi mente, como guardando un valioso tesoro que mas adelante, pudiera salvarme de las garras de la tristeza.
El objeto que mas llamó mi atención fue el colgante que Ygoron situó sobre su muñeca. Si no me equivocaba, los colores del colgante cambiaban junto con el estado de humor de mi compañero. Algo que sin duda me sería de utilidad para comprenderlo mejor.

Mi ensoñación terminó cuando minutos después, comprendí las intenciones de Ygoron. Pero lo comprendía. El pobre se encontraba hambriento y la fruta no daba buen resultado con él. Por lo que clavé mi mirada en el pequeño animal que próximamente iba a ser cazado. No haría el menor ruido para no espantarle la presa a mi amigo, pero cuando comenzó a tensar la cuerda del arco, aparté la mirada, sintiéndome incapaz de ver el resultado de la caza.

No obstante, a mis oídos llegó el sonido de un objeto que rebotaba incesantemente contra todo aquello que encontraba a su paso.
Confundida, busqué con la mirada el causante de dichos golpes y sorprendida, pude comprobar que se trataba de la misma flecha que Ygoron había lanzado, rebotaba una y otra vez, como una caprichosa herramienta que tan solo desease jugar y no cumplir con su obligación.
Noté la mirada del gigante, pero mis ojos observaban como el animalito había escapado del proyectil.
Y al fin, el recorrido de la flecha cesó.
Pero un grito proveniente de Ygoron me hizo girar la cabeza con brusquedad hacia él… y sentí miedo, mucho miedo. Al instante comprendí lo que había sucedido y el salto del gigante no hizo mas que confirmar mis sospechas.
El aire escapó de mis pulmones con violencia a causa de la impresión, pero logré reaccionar con rapidez.

- Tranquilo, Ygoron… -traté de tranquilizarlo mientras situaba mis manos en torno a la flecha- ¿confías en mi? -le pregunté con dulzura y tranquilidad- conseguiré que el dolor cese, Ygoron. Te lo prometo.

Aquellas palabras las dije para lograr tranquilizarlo un tanto, y tiré de la flecha con todas mis fuerzas. Fui rápida, no vacilé ni un segundo al extraer la flecha del muslo de mi amigo y sin perder el tiempo, situé mis manos justo encima de la herida, sin rozarlo. El torrente de energía se extendió por mi cuerpo, fluyendo desde mi interior hasta las manos, que proyectaban la magia sobre la herida, sanándola lentamente con un ligero y agradable cosquilleo.
Una vez que la herida fue cerrada, me las goberné para situarme sobre uno de los hombros de Ygoron, abrazándolo con total confianza.

- Ya ha pasado Ygoron -le murmuré- todo esta bien.

Lo miré de nuevo a los ojos cuando me incorporé al romper el abrazo, dirigiéndole una mirada cargada de comprensión. Yo también detestaba el dolor…
Dando un salto, caí de nuevo al suelo y tomé el arco con confianza. Con cuidado añadí una flecha sobre la cuerda y tiré de ella con desenvoltura y gracia. Pues el tiro con arco era una disciplina que desde muy pequeña había aprendido.

- Mira… -le dije para que prestase atención- yo no cazo animales, pero puedo enseñarte. Por lo que he visto sabes coger el arco correctamente, pero si eres un principiante, el truco es que con la mano que sostienes el arco, extiendas el dedo índice usándolo de mira o, en otras palabras, para saber a ciencia cierta donde se dirigirá la flecha. ¿Lo ves? Si hubieras hecho esto desde un principio, la flecha habría acabado justo donde deseabas.

Descargué el arco con cuidado para evitar otro accidente y volví a cederle el arma. Incliné la cabeza en señal de aprobación, confiando que para la próxima, estaría preparado para dar caza a una presa.
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Cuando la luz abrazó la roca [RC] Empty Re: Cuando la luz abrazó la roca [RC]

Mensaje  Yandrak Lun Jun 10, 2013 11:38 pm

Ygoron apretó los labios con fuerza por el dolor cuando Hibell le extrajo la flecha de un rápido tirón. A punto estuvo de darle un manotazo inconscientemente, pero pudo contenerse en el último segundo. Podía sentirse agradecida: la muchacha habría salido volando por los aires de no ser así.
El dolor se relajó de inmediato y el alivio pasó a tomar posesión de su pierna cuando la joven posó sus manos sobre la herida. Ygoron se atrevió a mirar, anodado, como la hendidura que había producido la flecha se iba cerrando lentamente hasta desaparecer por completo.
Estaba planteándose si preguntar cómo había hecho aquello, cuando Hibell tomó prestado su arco para darle unas lecciones sobre lanzamiento de flechas. Ygoron imitó sus movimientos con sus grandes manos en el aire, extendiendo el dedo índice como ella le estaba diciendo que lo hiciera mientras ponía cara de profunda concentración. Tomó nota mental para usar aquel consejo la próxima vez y evitar un disgusto como aquel.
Miró de nuevo a Hibell a los ojos, y con una ligera sonrisa trató de expresarle lo agradecido que estaba por haberle ayudado.
El momento apenas duró un segundo, ya que el gigante se sentía incomodo cada vez que mantenía demasiado contacto visual con aquella joven. Y de nuevo sus tripas le recordaron que aún tenía un hambre atroz, ya no rujiendo solamente, sino incluso gorgoteando de manera tan sonora que parecía haberse tragado un pavo afónico que tratara de salir desesperadamente de su cuerpo.
Su mirada vagó por el claro hasta dar de nuevo en las manzanas. Todavía quedaban unas pocas.
Sin mediar palabra se encaminó hacia ellas, y se volvió a sentar sobre la hierba. Tomó una manzana roja entre sus grandes dedos y se la llevó a la altura de los ojos. La observó durante largo rato con los párpados entrecerrados, como desafiándola. "Tu no me gustas y yo no te gusto" parecía expresar en silencio. Pero estaba desesperado. Y la muchacha las había recogido expresamente para él... para ayudarle, como no paraba de hacer.
Resopló resignado, y se llevó la manzana a la boca cerrando los ojos con fuerza, como si no ver lo que sucedía le restara realismo al asunto. Trató de masticar lo menos posible y tragó. No obstante, parte del jugo había quedado en su boca, y su rostro pronto expresó el asco que sentía al comer aquel alimento.
Pero no rechistó. Una tras otra, devoró las cuatro manzanas que aún quedaban intactas, engullendolas casi enteras para no tener que soportar el desagradable sabor regodeándose por su boca, ignorando las arcadas.
- Estaban... ricas- murmuró forzosamente, y acto seguido se derrumbó de nuevo sobre el suelo, tumbándose cuan largo era. El banquete no había sido agradable, pero al menos ahora su estómago estaba lleno. Un sonoro erupto dio por finalizada la comilona, reviviendo con su aliento el sabor agridulce de aquellos frutos en su lengua.
Se estremeció. No quería comer aquello nunca más en su vida. Desde ahora cazaría... y no fallaría. Levantó las manos sobre el pecho, tratando de emular de nuevo en el aire la posición que Hibell le había enseñado.
Entonces se fijó en algo, en su pulgar izquierdo. La uña gris. El obsequio de Karevan. Juraría que había crecido de tamaño.
Se lo acercó más al rostro, extrañado. No. La uña no había crecido. Pero en su reborde, la piel parecía haber tomado tambien aquella coloración pétrea. Se preguntó qué podría significar aquello, aunque en ese momento no le dio demasiada importancia.
Dejó caer sus brazos sobre la fresca hierba, y eruptó de nuevo, maldiciendo una vez más su aliento con sabor a manzana.
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Mensaje  Hibell Dharwark Miér Jun 12, 2013 3:58 am

Podía evitar la evidencia, ignorarla… solventarla de alguna forma para no tenerla presente nunca mas.
Definitivamente podía dar media vuelta y marcharme lejos, muy lejos donde Ygoron jamás pudiera alcanzarme. Porque tenía miedo…
Perdiéndome en su mirada lo comprendí, necesitaba sentirme acompañada, como también necesitaba con urgencia retirarme, alejarme. No quería sufrir, no quería encariñarme con mis amigos para mas tarde volver a abandonarlos. Y sabía que sería capaz de hacerlo.
Pues si alguna vez la vida de un ser querido peligraba por mi culpa, la duda no era probable en mi.
Y tal vez fueron sus ojos… que a pesar de ser color violeta, no mostraban frialdad. Al contrario, en esos instantes me agradecían haberlo ayudado.
¿Pero como decirle que quien me estaba ayudando era él a mi?
Todo en el me agradaba, incluso aquel comportamiento tan obsceno que resultaba gracioso, en vez de molesto. Ygoron era un ser complejo, pero demasiado especial como para no lograr ver su valor. Simplemente su presencia me relajaba, me hacía sentir segura después de tanto tiempo temiendo a mis enemigos.

Me di cuenta de que mientras estaba inmersa en mis pensamientos, Ygoron había decidido comerse las manzanas. Debía tener un hambre horrible como para soportar la simple idea de comerse un alimento que detestaba tanto.
Lo miré con ternura mientras comía las manzanas, sin tener del todo claro si sentir algo de pena o agradecimiento por no desaprovechar los alimentos. Tras la comida, fui testigo de nuevas grotescas escenas, que recibí con una risa que mostraba el cariño que ya sentía hacia él.
Y una vez se hubo tumbado sobre la hierba, observe sus movimientos, y me decidí. Por lo pronto el parecía haberme aceptado así que… tomarme confianzas de mas no podría ser tan grave dadas las circunstancias. Trepé por su cuerpo durante unos segundos para dejarme caer sobre su pecho, dando la espalda al cielo que comenzaba a oscurecer.
Los latidos de Ygoron eran inmensos, poderosos, grandes… y sonreí interiormente al comprender que aquellas palabras describían a mi nuevo amigo.
Pasaron varios minutos en los cuales permanecí tendida sobre él, sintiéndome demasiado pequeña a su lado, pero protegida.
Pero ese momento termino cuando el crujir de una rama despertó mis todos mis sentidos. Demasiado tiempo huyendo me habían hecho coger el hábito de desconfiar de cuanto me rodeara…
Incorporándome con velocidad logré bajarme de Ygoron de un salto.
Y con los latidos de mi corazón acelerados, recorrí con la mirada las sombras que el anochecer proyectaba sobre el paisaje. Justo cuando iba a abandonar mis preocupaciones, dando por sentado que allí no había nadie mas que nosotros, un afilado dardo alcanzó mi hombro, hendiéndose sobre mi delicada piel con demasiada facilidad. Y todo comenzó a dar vueltas…

Habían vuelto a por mi.

Confundida y mareada, me giré para tratar de avisar a Ygoron:

- Corre… e-escapa por favor. Que no te… encuentren.

Me tambaleé al tiempo que hablaba con dificultad, tuve que situar mi cuerpo en el tronco de un árbol y extraer el dardo. Conocía demasiado bien dicho objeto… demasiadas noches habían paralizado mi cuerpo para que no opusiera resistencia a sus torturas.
Pero… ¿qué querían ahora? Erick… mi hermano. Ya había fallecido.
Notando como mi cuerpo se contraía pude ver a dos de ellos. Trasgos.
Aquellos no eran unos trasgos comunes, pues por experiencia propia sabía que eran el triple de crueles que los comunes.
Sintiéndome indefensa aparté la mirada de ellos, sabiendo que habían logrado dar conmigo, y que esta vez sería mi final.

- Márchate, Ygoron…

Últimas palabras dirigidas a un amigo del que tan pronto debía despedirme me destrozaron interiormente. Pero por nada del mundo podía permitir que le ocurriese nada malo, no… a quien tanto había conseguido hacerme sonreír.
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Mensaje  Yandrak Miér Jun 12, 2013 4:45 pm

Ygoron comenzó a sentirse extraño al notar el cuerpo de la muchacha junto al suyo. Se había acurrucado sobre su pecho, abrazándolo como si fuera un peluche gigante... y parecía estar feliz en aquella situación.
El gigante la observó un rato, primero incómodo (el contacto físico siempre le había incomodado; era algo que innato a su naturaleza) aunque poco a poco se fue tranquilizando hasta que incluso su pulsera tornó al color azul.
Comenzó a relajarse, a intentar disfrutar del momento como lo hacia Hibell, y casi estuvo a punto de conseguirlo cuando algo ocurrió.
Hibell se puso en pie de un salto, alerta, y un gemido de dolor por su parte anunció a Ygoron que algo no marchaba bien. El gigante se incorporó, alarmado, cuando comprobó que le habían clavado un dardo en el hombro, y su efecto paralizante ya estaba haciendo efecto en ella.
Miró a su alrededor, atemorizado de pronto. ¿Les atacaban? Así era. Las últimas palabras de Hibell antes de caer inconsciente fueron una suplica para que se marchara, para que huyera de allí. ¿Abandonándola? ¿Tan peligroso era aquello a lo que se enfrentaban?
Se levantó alarmado, ya dispuesto a seguir su consejo, cuando una voz lo detuvo.
- ¿Qué crees que estas haciendo, grandullón? ¿Es que acaso vas a huir? ¿No vas a proteger a la chica?
Se giró un momento para ver a la pequeña bolita de nieve de cuernos de hielo, balanceándose en su hombro con expresión seria en sus ojos de escarcha.
- Yo...
- Vas a pelear.
- Voy a pelear...- repitió, aunque no del todo convencido. Su mirada vagó por el claro hasta dar de nuevo con el cuerpo inconsciente de Hibell. Ella lo habia ayudado. Y ahora era ella la que necesitaba ayuda. No podía huir. No podía abandonarla. Sacudió la cabeza, y frunció el ceño, ahora convencido- ¡Voy a pelear!
En ese momento algo pasó silbando junto a su oreja izquierda. Un nuevo dardo. Se giró hacia la procedencia del ataque. Y entre los arbustos lo vio.
Era una criatura fea, bajita y amorfa. Ignoraba de qué clase de monstruo se trataba, pero el único adjetivo con el que lograba describir aquello que estaba frente a sus ojos era "repelente".
No dudó en llegar allí con dos grandes zancadas. El trasgo, al verse descubierto, había salido del escondite y estaba preparándose para lanzar un nuevo dardo hacia el gigante. Pero no tuvo tiempo. Antes de poder esquivarlo, un brutal puñetazo en su barriga le hizo salir despedido hacia atrás, golpeándose contra el duro tronco de un árbol y quedando inconsciente. Ygoron se besó los puños, orgulloso.
Pero no hubo tiempo para celebraciones, pues de pronto escuchó un nuevo silbido cruzando el claro, y un agudo pinchazo en su espalda le anunció que habían conseguido clavarle uno de aquellos dardos.
Sin esperar a que el efecto se extendiera, buscó con la mirada a su atacante. Era otro trasgo, éste encaramado a las ramas de un gran árbol. Ygoron le dirigió una mirada enfurecida (tan intimidante que incluso el trasgo tragó saliva) y cogió carrerilla a lo largo del claro para, de un gran salto, agarrár el tobillo de la criatura, derribandola del árbol al tirar de ella hacia abajo con su enorme peso. El trasgo ahogó un gemido al chocar contra el duro suelo, pero Ygoron no había terminado aún con él. Sin soltarle todavía el pie que le había agarrado, empezó a girar sobre si mismo en medio del claro, cogiendo velocidad a cada vuelta que daba. El trasgo comenzó a gritar aterrado conforme la fuerza centrífuga de aquellos brutales giros le hacían planear sobre el suelo... hasta que Ygoron soltó las manos, y el trasgo salió volando por los aires para estrellarse contra la copa de un árbol, de cuyas ramas quedó colgando inerte.
Ygoron dio un resoplido por el esfuerzo. Comenzaba a notar entumecida la espalda por el dardo. Era grande y fuerte, asi que no le había hecho demasiado efecto, pero ahora se sentía cansado y mareado. Intentaba recuperar el aliento cuando dos nuevos trasgos se abalanzaron sobre su espalda, tratando de derribarle con un grito de guerra.
Ygoron, sobresaltado, notó una punzada en el cuello cuando uno de ellos le clavó otro dardo. Pero el gigante se negó a rendirse. Por Hibell. Haciendo acopio de fuerzas, dio un salto hacia atrás, dejandose caer de espaldas contra el suelo con todo el peso que su gigantesco cuerpo le podía aportar. Escuchó crujir sus huesos y sus chillidos de dolor cuando quedaron aplastados contra la hierba, e Ygoron se apresuró a levantarse, preparándose para un nuevo ataque.
Su mente comenzaba a nublarse. Ya no sentía ni la espalda ni el cuello, y temía que pronto terminara por quedar inconsciente también. Además, percibió movimiento a ambos lados del claro, lo que le apresuró a tomar una decisión.
Sin darse un respiro, se abalanzó sobre Hibell y la tomó en brazos, para seguidamente salir corriendo de aquel claro e internarse en el bosque, en un desesperado intento por escapar de aquella banda de trasgos que les estaban acosando.
Oía sus pisadas a su espalda y era consciente de que algunos le seguían el paso por el aire, saltando de rama en rama a gran velocidad. Él sin embargo era torpe y lento en el bosque, y el veneno paralizante comenzaba a hacerle sentir pesadez y cansancio.
Supo que nunca lo conseguiría. Cuando escuchó nuevos silbidos cortando el aire, seguidos de tres ligeros pinchazos sobre su casi insensible espalda, el mundo pareció perder el color frente a sus ojos, y todo se volvió negro.
Un forzado impulso le permitió lanzar a Hibell por los aires, en un último intento de no aplastarla con su pesado cuerpo al caer inerte sobre el suelo.
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Mensaje  Invitado Dom Jun 23, 2013 7:42 pm

Corres por la espesa hierba, salteando árboles y plantas por igual. Corres sin detenerte, con toda la velocidad de la que dispones, e incluso mas. 
Hueles el peligro, muchacho. Y tus ojos claros recorren el lugar con determinación.
Tu hermana te necesita.
Si… esa pequeña chica que a pesar de ser mayor que tu siempre has estado destinado a protegerla.
Tu sensible y dulce Hibell en peligro una vez mas. 
Aprietas la mandíbula para contener desconcertantes sentimientos que te someten al dolor… y aceleras mas el paso aumentando tu velocidad.
Ningún trasgo a la vista pero logras escucharlos, también notas la presencia de alguien mas y no puedes evitar preguntarte si será un nuevo enemigo o aliado…

Pero con gran velocidad un pequeño cuerpo femenino cae a tus pies, un golpe seco y contundente que te sobresaltó. Inmediatamente te percatas de que se trata de Hibell, tu hermana. Y tu corazón se detiene temiendo que estuviera muerta. 
Agachándote a su lado le tomas el pulso y tomas aire aliviado, al comprobar que su corazón sigue latiendo. Observas su rostro intentando controlar las lágrimas, no soportarías perderla y por alguna razón, tu parte dragón se rebeló con furia ante esa idea.
Si… sin lugar a dudas tu alma dragón había quedado a merced de la chica en cuanto pusiste tu mirada en su rostro. La proclamaba como protegida, por alguien que merecía la pena dar la vida en una justa lucha contra su enemigo.

- Por Aldun, pequeña… ¿cómo diablos haces que otros estén dispuestos a dar su vida por ti?

 Le susurras esas palabras al mismo tiempo que la cargas en brazos y la escondes en un cómodo matorral que la ocultaría de los trasgos.
Alzas la vista, con mas determinación que nunca. Porque debes salir vivo de aquí, Erick.
Debes hacerlo, no puedes permitirte una derrota, no ahora.
No obstante, tus sentidos te alertan de que no todo va bien, unos cuantos trasgos rodean el cuerpo de lo que parece ser un gigante. 
“Así que era él de quien se trataba… esa extraña presencia.”
Y no necesitaste mas para juntar las piezas y comprender que había sido ese gigante el encargado de mantener con vida a lo único que te quedaba en esta vida. Le debías lealtad por ello y no dudaste ni un segundo en abalanzarte sobre los trasgos que amenazaban con matarlo. Un grito de rabia llenó el lugar cuando tomaste tu martillo, Dallthar. Y haciéndolo girar en tu mano derecha golpeaste con todas tus fuerzas las cabezas de los trasgos, hundiendo el frío acero en sus cráneos.
En uno de tus ataques la sangre te salpicó en la cara, algo que ocasionó que una profunda risa llena de diversión sacudiese tus hombros.
Relames tus labios para beber la gota de sangre que había sobre ellos y sonríes con una mueca peligrosa y salvaje. Se trataba de una sangre con sabor rancio, demasiado espesa y oscura. Pero te gustaba… amabas la sangre de tus enemigos pues era la firma de su evidente derrota.
Continuaste girando sobre ti mismo, amarrando el martillo y golpeando con todas tus fuerzas, gritando y riendo, disfrutando de la pelea. El dragón que habitaba en tu interior se revolvía regocijado de placer y orgullo y te alzaste sobre el último de los trasgos con irónica tranquilidad en tus movimientos. Y le diste muerte rompiendo sus costillas con un golpe de tu martillo, aniquilando sus pulmones.
Frunces el ceño y contemplas el panorama mientras te diriges hacia Hibell, situándola después junto al gigante. Quizá porque seguramente lo necesitase a el cuando despertara.
Enfundas tu martillo y te diriges a la laguna que hay unos metros mas allá con el propósito de quitarte de encima la sangre de los trasgos.
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Mensaje  Hibell Dharwark Miér Jun 26, 2013 3:29 am

El peso de la oscuridad superó mis fuerzas y caí rendida sin poder evitarlo en sus garras.
Tan desalentadora situación me situaba contra la espada y la pared, pero nada podía hacer.
No quedaban fuerzas y posiblemente tampoco ganas.
No quedaba nada… tan solo el deseo de que Ygoron estuviera a salvo, que viviera sin tener que guardar sus espaldas por su desafortunado encuentro conmigo.
Y desde la inconsciencia parecía escuchar el murmullo que la batalla provoca, tan aterrador y tenso, tan fuerte y doloroso… La oscuridad no me permitía ver cuanto me rodeaba pero lejos, muy lejos de mi, hasta mis oídos llegaban forcejeos y golpes pesados.
Solo entonces una chispa pareció prender mi alma, inculcándole ese valor que había flaqueado durante unos instantes, y me alenté a mi misma a despertar, pues me necesitaba, Ygoron necesitaba de mi ayuda para que pudiera salir vivo de esta.
Maldecí incontables veces la oscuridad que me oprimía y me prohibía moverme y, interiormente, lloré de desesperación por aquel amigo al que estaba dando de lado al no recuperar el conocimiento completamente.

El tiempo pasaba con lentitud en mi estado y aun así logré percatarme de cuando las cosas empezaron a marchar mal para Ygoron. No sentía dolor, pero noté como mi cuerpo chocaba con fiereza contra el suelo.
¿… habían logrado atraparlo?
El sopor que me amarraba a aquella pesadilla se hizo mas evidente todavía, debía despertar pero no podía. Y por un instante desee haber muerto tiempo atrás para evitar que otros muriesen por mi culpa. Era un unicornio y supuestamente debía otorgar magia, no desgracias…
Pero un olor demasiado familiar detuvo mis pensamientos.
Sándalo con un toque apenas imperceptible de almizcle combinado con menta.
No había margen de error ni tampoco se trataba de una ilusión, realmente aquel olor me rodeaba, embriagándome y al fin, protegiéndome.
¿Había muerto?
Quizá Erick había venido a mi encuentro allá donde estuviera.
Los minutos pasaban y su olor me abandonó, mis parpados aun no se dignaban a abrirse, pero en realidad no tenía energías suficientes para seguir luchando. Y me abandoné totalmente a un profundo sueño…


Abrí mis ojos con dificultad, con la confusión aun martilleando en mi cabeza.
Una de mis manos se dirigió hacia mi rostro, temiendo que la visión de lo que pudiera encontrar no me fuera grata. No tardé en notar una presencia a mi lado y alcé mi brazo hacia aquello que se encontraba junto a mi… y me bastó con acariciar uno de sus brazos para saber quién era. Ygoron.
Incorporándome con demasiada brusquedad trepé por su cuerpo para ver su estado. Y mi rostro se desencajó en una mueca seria y desolada al verlo tan inmóvil.

- Vamos, amigo…-le susurré- no puedes dejarme ahora…

Retiré el dardo que se encontraba en mi cuerpo para después hacer lo mismo con Ygoron. Mis manos temblaban por el desconsuelo aun después de notar su rítmico corazón bajo su pecho… temblaban, pero la energía que de ellas manaba no se detenía ni menguaba.
Cuando su cuerpo estuvo completamente sanado me entretuve mirando su rostro, y le sonreí con profunda dulzura a pesar de que él no podía verme.
El crujir de una rama logró que mi cuerpo girase con velocidad en dirección del sonido, asustada por si se trataban nuevamente de los trasgos. Pero un cabello dorado era alumbrado por la luz de las tres lunas, un cabello despeinado que conocía demasiado bien… Me percaté de que en ese mismo instante terminaba de ajustar sus armas a su cuerpo y calibré la opción de que se acababa de dar un baño.
Bajé del cuerpo de Ygoron lentamente por temor a que el temblor de mi cuerpo me hiciese caer.

- ¿Hermano…?

Avancé con lentitud hasta el tronco del árbol mas cercano, donde apoyé mi cuerpo para tomar aire y controlar las lágrimas que ya recorrían mis mejillas.

- …¿Hermanito..?

Mi voz se veía quebrada por emociones tan intensas y aun así, tenerlo ahí, frente a mi… consiguió que no me importase si estaba viva o muerta, si había mas trasgos a los alrededores… tampoco me importaba que Erick me odiase por haberlo puesto en peligro por haber sido secuestrada. No me importó nada, excepto él.
Y corrí hacia su encuentro como si un poderoso imán me atrajese hacia su persona.
Lo abracé, aferrándome a sus ropas con todas las fuerzas de las que disponía. Sollocé su nombre totalmente desconsolada, dejando ir toda la tristeza que había guardado en mi corazón. Y me derrumbé en sus brazos, sintiendo que al fin había encontrado mi propio cielo.
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Mensaje  Yandrak Jue Jun 27, 2013 3:13 am

Volvía a estar en Nanhai. En su cueva. En su verdader hogar. El delicioso aroma de un estofado de barjab le sacó de sus ensoñaciones, e Ygoron no dudó en levantarse de su dura cama de piedra para dejarse guiar por el olor que lo atraía como la miel a las moscas.
Descubrió a su madre cocinando en su enorme caldero de roca. Inclinaba su promintente menton sobre el guiso, saboreando su aroma mientras lo removía enérgicamente con un enorme tronco de abeto. Al percatarse de la presencia de Ygoron, su madre se giró para observarle con expresión impasible.
- Te marchas.
Era más una pregunta que una afirmación, aunque por su tono nadie excepto su hijo lo hubiera adivinado.
- A cazar- respondió Ygoron, sin saber muy bien si era verdad. Porque de hecho allí habia comida de sobra para tres gigantes.
- El guiso. Cómete el guiso. Barjab.
- A cazar- insistió Ygoron, tozudo.
- Te he hecho un guiso- repitió la madre, insistente- No te marches.
- A cazar.
- Sí. A cazar. No te marches. El guiso.
Ygoron no respondió esta vez. Le parecía absurdo repetir lo evidente.
- No te marches. No puedes dejarme ahora. No puedes dejarme ahora...
Entonces su madre empezó a cambiar. Su rostro pareció ensancharse, y su piel, ya pálida de por sí, palideció aún más, hasta volverse casi traslúcida y brilllante.
- No puedes dejarme ahora...
Conforme su cabeza tomaba proporciones exageradas, las piernas de la gigante iban empequeñeciendo. Ygoron observaba la escena, inmutable, como si lo que veía fuera normal.
- No puedes dejarme ahora...
Una vez la transformación se hubo completado, ya no era su madre lo que tenía frente a él. Junto al caldero, la pequeña bola de nieve con cuernos de hielo, ahora de tres metros de altura, lo observaba con sus sabios ojos de escarcha, y repetía una y otra vez aquella frase. Aunque no era la voz con que habitualmente le hablaba. Tampoco era la voz de su madre.
No puedes dejarme ahora. No puedes dejarme ahora. No puedes...
- Hibell...- comprendió entonces Ygoron.
-... dejarme ahora. ¡DESPIERTA, GRANDULLÓN!- ordenó entonces la bola de nieve, pegando un brinco que hizo retumbar la cueva entera.
E Ygoron despertó.

Lo primero de lo que fue consciente el gigante al abrir los ojos, fue de los sollozos de Hibell.
Su instinto se disparó. Aquello no podía ser bueno. De un salto se incorporó sobre la hierba, con una agilidad que nunca imaginó poder poseer, y miró alrededor buscando a su amiga en apuros.
No tardó en localizarla, y cuando lo hizo alzó las cejas por el asombro. Hibell se encontraba en brazos de un hombre. Un diminuto hombre rubio, llorando desconsolada.
En un instante, por la mente de Ygoron cruzaron las imágenes de lo ocurrido antes de su desvanecimiento. Los trasgos acechando entre la espesura, los dardos tranquilizantes que habían dejado a Hibell fuera de juego, la lucha enloquecida que había desarrollado contra sus atacantes... hasta que finalmente había sucumbido también a los efectos de aquellos dardos.
Y ahora de nuevo. Alguien atacaba a Hibell de nuevo. Alguien la estaba haciendo sufrir, ahí mismo, delante de sus narices. Ignoraba si aquel rubiales tenía algo que ver con los trasgos, pero de lo que sí estaba seguro de algo: las lágrimas de su amiga.
Frució el ceño, notando como de nuevo la furia se desataba en su interior. Una furia que nunca antes había sentido. No antes de conocer a aquella muchacha. Debía protegerla. Debía hacer algo para evitar que le hicieran daño... aún sin comprender los motivos exactos.
Rugió de rabia y comenzó a cargar hacia aquel personaje, como un enorme toro bravo embistiendo por su vida en el ruedo, haciendo retumbar el suelo a cada paso. Y una vez se hubo acercado lo suficiente, antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, de un zarpazo agarró el cuello del muchacho con su enorme manaza y lo levantó del suelo, dejando sus piernas colgando en el aire.
- Túuuuu...- murmuró, fuera de sí.
Levantó su cabeza a la altura de sus ojos, y sus miradas chocaron. Ygoron trató de poner en esa mirada todo su odio y rencor por lo que estaba haciendo a su amiga, fuera lo que fuese, mientras gruñía como un animal.
Y sin esperar ni un instante más preparó su otro puño para dar el golpe definitivo.
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Cuando la luz abrazó la roca [RC] Empty Re: Cuando la luz abrazó la roca [RC]

Mensaje  Invitado Dom Jun 30, 2013 12:45 am

Se situó las ropas en torno a su cuerpo, cubriéndolo con telas negras y rojizas. Por último comenzó a cargar sus armas en sus correspondientes lugares, atando con fuerza las correas de todos aquellos utensilios que guardaba celosamente, sin mostrárselos a nadie.
Las aguas mostraban su reflejo, imagen acompañada por la que la luna proyectada sobre la superficie.
El joven cerró los ojos y respiró hondo.
Aire limpio, tranquilidad. Hibell…
Una sonrisa aplacó la seriedad de su rostro. Su luz, su hermana, su destino, su verdadera alma… se hallaba a su lado.
Pequeños pasos lo advirtieron y giró su cuerpo para contemplar a su hermana, sus pasos eran vacilantes y nada estables. No eran sus pasos seguros e hipnóticos que te atrapaban en el mismo momento que posabas tu mirada sobre ella… no era su andar normal, que destilaba superioridad y seguridad en si misma. Esta vez, eran unos pasos temblorosos que hacían evidente su esfuerzo en cada movimiento.
Pero no se movió para no asustarla, pronto notaría que algo en el era distinto… que ya no era un shek.
Aguardó a Hibell, paciente. Asombrándose por su belleza, por la bondad que escapaba por cada poro de su piel…
______________________________________________________________

Ahora es cuando logro comprender tu sacrificio, muchacho.
Justo ahora es cuando entiendo tu amor por ella; yo mismo me sacrificaría si con ello consiguiera reconocimiento por su parte…
Ahora lo veo, Erick.
Ahora veo que es mas que una simple muchacha, mucho mas que un unicornio… en su interior guarda una fuerza tal que hasta la misma oscuridad temblaría ante su poder, un poder que no obstaculiza, si no que abraza, un poder que logra ama, y lo sabes. Muchacho… lo sabes.
Hibell es tu tesoro mas preciado y finalmente, lo he comprendido.
Y tomo como mío lo tuyo. Pues uno somos… yo soy tu fuego, y tu mi equilibrio.

________________________________________________________________

La voz de Nae, su dragón, se fue apagando lentamente en su cabeza. Le daba igual el hecho de que su dragón se comunicase con el aunque no fuera normal. Solo le importó acoger a Hibell entre sus brazos y acunarla con ternura, besando su cabeza con cariño.

- Princesa… te eché de menos.

Su voz sonó ronca por verla llorar de tal manera, le rompían sus lágrimas, su tristeza, porque era tristeza lo que estaba dejando escapar… la tristeza de un abandono del que el mismo era el causante.

- Siento mucho todo… cuanto te dije, Hibell. Siento mucho no haber ganado esa batalla, por ti. Siento mucho no haber podido quererte como te mereces, hasta ahora… Porque ya no soy el mismo, princesa. Ahora… Ahora se lo que es querer a alguien con todas sus consecuencias.

El muchacho fue callado por el jaleo que iba directo hacia ellos, se trataba del gigante, que se dirigía hacia el con furiosa y llameante mirada. Su interior estallaba de ira y odio hacia el. Y la sangre se le congeló en las venas.
Cuando fue bruscamente arrebatado de los brazos de su hermana tragó saliva con dificultad, por la presión de la gran manaza del gigante sobre su cuello. Porque no podía hacer daño a alguien que Hibell quisiera, y estaba claro que Hibell se había encariñado de aquel hombretón, cosa que por lo visto, era mutua. Erick fue conmovido por la necesidad que el gigante manifestaba por proteger a la unicornio. Y no opuso apenas resistencia. Pero desenfundo su martillo para bloquear el puñetazo que se aproximaba a su cara, sin efecto beneficioso alguno, porque el martillo salió volando cuando por suerte pudo desviar su cara un tanto para esquivar el golpe.
El martillo giró y giró por el aire, hasta dar sobre un ciervo que pasaba por allí en aquellos instantes.
Un contundente golpe lo hirió de muerte en la cabeza. Cosa que a Erick le hizo olvidar el peligro que corría. Se moría de hambre…

Agazapó sus piernas en torno al brazo del gigante y consiguió liberarse con una gran sacudida del amarre del hombretón y así, colgado bocabajo del brazo de su agresor, gritó:

- ¡Hora de cenar!
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Mensaje  Hibell Dharwark Mar Jul 02, 2013 6:39 pm

Había vuelto… Erick había vuelto a mi lado.
No era capaz de pensar otra cosa, mi mente tan solo giraba en torno a él… y desee no hacer otra cosa nunca mas.
Mi hermano, mi querido hermano se encontraba abrazándome con fuerza, con… ¿calidez?
Escuché su voz, mostraba excesivas emociones, todas ellas cargadas de amor y tristeza. Todo él vibraba a la par junto a su corazón.
¿Qué había cambiado?
Pero su latidos eran los encargados de decirme, con cada frenético golpe bajo su pecho, que Erick ya no era el mismo, que de alguna forma algo en él murió ese horrible día…
Palabras hermosas que nunca antes me regaló fueron escuchadas por mi como la mas bella de las canciones. Su voz me susurraba, cerca… bonitas palabras cargadas de disculpas. Una voz mas grave, autoritaria y fuerte, pero también era dulce y cálida.
Me sentía tan estúpida al no poder decirle nada. Solo lloraba, dejaba toda la pena salir del fondo de mi alma, dejaba que una vez mas fuese Erick quien me sostuviera. Un Erick que a pesar de ser diferente, me transmitía mas seguridad.
Alcé una de mis manos hacia mi rostro, secando lentamente mis lágrimas suspiré. Me sentía ligera… el peso de su pérdida se había marchado, dejándome una sensación de libertad tal, que me sentía capaz de cualquier cosa.
Pronto percibí que aquella fuerza la obtenía de Erick, de aquella extraña fuerza que escondía en su interior.

… Y el suelo comenzó a temblar, está vez el temblor iba acompañado de enérgicos golpes que se trasladaban hasta nosotros, golpes que se encontraban detrás de mi.
Tan solo cuando escuché los rugidos de Ygoron comprendí lo que ocurría. Pero era demasiado tarde.
El gigante me arrebató a Erick de mis brazos, se encontraba tan furioso y confuso que había malinterpretado la escena. Y contemplé, aturdida y temblorosa, a una escena que aplastó mi alegría con grotesca fuerza.
Ygoron estaba decidido a darle muerte a mi hermano, iba a hacerlo, pues el golpe que se dirigía hacia Erick resultaría el definitivo.
Todo ocurrió tan deprisa, que la debilidad se acrecentó en mi cuerpo a causa de la desesperación.
Pero aliviada vi como Erick esquivo el golpe, soltándose con maestría de la gran mano de mi amigo.
Segundos después escuché un golpe que delataba la muerte de algún animalito que pasaba cerca, pero ni tan siquiera eso me preocupaba en aquel momento.
Al fin, pude reaccionar:

- ¡Ygoron, suéltalo, por favor!-mis gritos se elevaban en el aire, plagados de terror- ¡SUELTALO!

Golpeé sin hacerle daño una de sus piernas, para recuperar la atención absoluta de mi amigo:

- Es mi hermano, ¡te ruego por lo que mas quieras que lo sueltes!

Ahogué un sollozó al terminar de hablar, notando como mis energías disminuían drásticamente y me dejé caer, desolada. No podía perderlo de nuevo, no ahora… cuando acababa de recuperarlo.
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Mensaje  Yandrak Miér Jul 03, 2013 6:09 pm

Todo ocurrió muy rápido para la lenta mente de Ygoron.
Los reflejos del muchacho que tenía agarrado por el cuello reaccionaron al instante, interponiendo su martillo entre el puño del gigante y su cara, y haciendo crujir los huesos de la mano de Ygoron. El arma salió volando hasta perderse en la maleza, y un gemido lamentoso anunció a Ygoron que había golpeado a algún ser vivo. No obstante, no le dio tiempo a comprobarlo, ya que una punzada de dolor en la pierna le hizo volverse rapidamente hacia allí, preparado para dar un manotazo que espantara a su agresor.
Su mano se detuvo en el último intante, cuando sus ojos se cruzaron con la bella mirada de Hibell, que lo observaba suplicante, pidiendole que soltara al chico rubio. Su hermano, había dicho que era. Ygoron volvió la mirada hacia él, confuso y desorientado.
No hizo falta soltarlo. Aquel momento de distracción le había servido para deshacerse de la fuerza opresora de su manaza, quedando colgando por los pies del enorme brazo del gigante. Y con una traviesa sonrisa anunció que era hora de cenar.
- Tu... hermano...- repitió Ygoron, todavía asimilando la noticia. La pulsera que llevaba en su muñeca comenzó a perder su color rojo. No se le había pasado por la cabeza que Hibell pudiera tener familia. Nunca se hubiera imaginado que tuviera un hermano. Entre los gigantes, las nociones del concepto "familia" eran tan limitados (incluso le costaba tomar a su madre como miembro de su familia, pues la comunicación con ella se limitaba a una breve despedida cuando salía de la cueva a cazar, o a un tosco movimiento de cabeza para darle las buenas noches) que no le había dado por pensar que otras criaturas si la tuvieran... y le dieran tal importancia.
Arrepentido, se agachó para dejar que el hermano de Hibell se incorporase sobre el suelo, y se alejó dando tumbos por el claro, de vuelta al rincón de donde se había despertado. No quería molestar. Prefería estar solo. Ni siquiera se acordaba ya del animal que acababan de matar. La supuesta "cena". De todos modos no tenía hambre.
Se dejó caer de culo sobre la hierba, y luego se tumbó cuan largo era dejando escapar una exhalación. Aprovechó para seguir investigando las cosas que había encontrado junto a la tumba de aquella criatura, así que se acercó la bolsa de tela verde y empezó a rebuscar.
Sus dedos dieron con la pequeña semilla que había visto con anterioridad. Se la quedó mirando, preguntándose por qué alguien guardaría algo así. Tal vez era una especie de golosina féerica, a pesar de su aspecto poco apetitoso. Sin pensarlo se lo metió a la boca, y empezó chuperretearlo mientras lo arrastraba con la lengua por toda su boca.
Poco después lo escupió sobre la hierba. El sabor era asqueroso, incluso peor que las manzanas. Definitivamente no servía para eso. Quedó reflexionando de nuevo, cuando de prontó notó un movimiento junto a él con el rabillo del ojo. Sorprendido, descubrió que la semilla había ido a parar a un pequeño agujero en el suelo. Pero no era aquello lo que más le sorprendió. La semilla también había desaparecido. Donde la había escupido, ahora una planta de verdes hojas comenzaba a germinar, creciendo hacia lo alto mientras entretejía sus verdes tallos formando una columna.
Ygoron observaba la escena con la boca abierta y los ojos como platos, sentado en la hierba. Nunca había visto nada semejante. Siguió observando hipnotizado mientras la planta crecia algo y más alto, hasta alcanzar la altura de su cabeza. Y entonces, sin previo aviso, la planta se abrió de golpe, empujando la frente de Ygoron hacia atrás y haciendole caer, más por el susto que por el impulso.
Cuando se incorporó, frente a él tenía una cúpula vegetal que le llegaba hasta la cintura, totalmente hecha con las hojas de la planta. No en perfectas condiciones, eso sí. La cúpula estaba ajada aquí y allá, donde algunas hojas estaban rotas y dobladas.
Aún así, lo que había presenciado Ygoron era más bello de lo que jamás hubiera podido imaginar.
- ¿Habéis visto?- preguntó, todavía conmocionado, volviéndose a Hibell. Su pulsera destellaba con un color amarillo.
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Mensaje  Invitado Jue Jul 04, 2013 6:56 pm

Cuando el gigante lo dejó en el suelo se abalanzó hacia Hibell para acogerla entre sus brazos.
Le aterraba verla desfallecida y el simple hecho de pensar que durante años tuvo que soportar torturas y soledad por igual lo mataba por dentro.
Maldito fuera su padre… el causante de todo.
El joven dragón era un simple error en un plan que solo incluía a su adorada hermana.
Besó su frente a la par que le sonrió, infundiéndole los ánimos que su estado físico le limitaba.
Alzando la cabeza observó como el gigante, llamado Ygoron, se alejaba de ellos. Erick frunció el ceño, preguntándose qué le ocurriría…
Acarició distraídamente el cabello de Hibell, pero seguía manteniendo la mirada fija en Ygoron. Un gigante extraño, no cabía duda. De alguna forma se había encariñado con Hibell, no era común en un gigante, ni por asomo. Pero también era cierto que la unicornio no era común al resto, y Erick sonrió para sí.

- Hibell -la llamó mientras volvía a clavar su mirada en ella- adelántate y ve con el, ¿vale? Yo… -titubeó- iré a hacer la cena y no es algo que te halla agradado ver nunca.

Erick habló con nerviosismo, sintiendo una culpabilidad que nunca antes le había afectado. Y se incorporó, alejándose de ella al momento.
La rapidez le caracterizaba y no tardó casi nada en tener listo el ciervo para ser asado en el fuego que había encendido.
Se sentó en el suelo con las piernas encogidas y sobre sus rodillas, apoyaba el brazo derecho. Su gesto pensativo se perdía en las llamas, reflejadas en el azul de su mirada.
¿Qué habría sido del resto?
De Yandrak, de Sarassu…
Apretó la mandíbula con fuerza al recordar al shek y de nuevo, la voz de su dragón interior habló.
________________________________________________________________

Aléjala de el, chico.
No dejes que se vuelvan a encontrar nunca más, ¿Me oyes?
Nunca más… o tendré que salir a la superficie yo mismo a darle muerte.
Una unicornio… ¿en compañía de un shek? ¡Nefasta alianza, muchacho!
Te lo advierto, protege a tu hermana de cualquier shek y en es especial, de Sarassu.
No permitiré alianza alguna entre ellos y si fuera necesario me rebelaré contra ti.
Ella es motivo de mi protección y la antepondré a todo, aunque tenga que sacrificarnos a ambos…

________________________________________________________________

Erick sacudió la cabeza, lo sabía, el también sentía un odio indescriptible hacia aquella criatura. A pesar de recordar las cuantiosas veces que logró salvar la vida de su hermana.
Pero una oscura sombra apareció en el aire, frente a la hoguera. Una sombra alargada y desquebrajada, como una brecha.
El muchacho paró en seco sus pensamientos y se quedó boquiabierto ante el fenómeno. Estiró un brazo hacia ella, como hipnotizado.

Y un destello hizo que todo cambiara.



- … iré a hacer la cena… -sobresaltado, detuvo sus palabras y se incorporó como si tuviera un resorte en la espalda-. ¡¿Qué mierda ha pasado?!

Miró a su alrededor, asustado.

- Estaba justo ahí… -señaló y dirigió la mirada al lugar donde había estado asando el ciervo, pero el fuego no se veía por ninguna parte, de hecho, Erick observó a lo lejos, el cuerpo intacto del animal.

Aterrado, bajó la mirada hacía la de Hibell, para encontrar consuelo en su luz. Aunque duró poco, un extraño sonido lo puso alerta y comprobó que era una enorme planta, lo peor de todo era que Erick podía segurar que esa “cosa” no se había encontrado ahí antes. Con un gruñido y con la confusión martilleándole en su cabeza, desenfundó su martillo y lo lanzó con rabia hacia la planta.
No sabía que estaba pasando, pero a Erick no le gustaba nada… absolutamente nada.
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Mensaje  Hibell Dharwark Sáb Jul 06, 2013 1:37 am

Era el cansancio el que me arrastraba a un profundo sueño, el que me debilitaba. Estaba bastante claro que la perdida de mi conciencia no había resultado en un sueño reparador, pues me encontraba agotada, como siempre ocurría después del efecto de los dardos.
Aunque muy posiblemente fuera una defensa que había tomado mi organismo contra el dolor al que era sometida al despertar.
Y a pesar de todo, la mirada de Erick y la presencia de Ygoron consiguieron que estos recuerdos no me afectasen en lo mas mínimo. Había recuperado a mi hermano que, aunque se mostrase diferente, era el mismo. Había encontrado a Ygoron que a pesar de ser tan solitario, me agradaba su compañía, me hacía feliz.
Los observé a ambos, dirigiendo la mirada de uno a otro, y tuve que esforzarme mucho por controlar la sonrisa que impaciente, deseaba abrirse paso a través de mi rostro.
Todo había vuelto a la normalidad al fin, pues mi nuevo amigo ya no tomaba a Erick como un peligro.
Ygoron se alejó de nosotros y no pude evitar fruncir el ceño, odiaba cuando hacía eso… aunque suponía que se encontraba en su naturaleza. El no haría nada para molestar a otros, simplemente vivía su vida como a él le parecía mejor.
Me puse en pie con la intención de obedecer a mi hermano e irme con Ygoron, cuando repentinamente, Erick estalló en un comportamiento tan extraño como sorprendente. Se le veía alterado, confuso. Y no paraba de mirar a su alrededor, como queriendo comprobar unos detalles en el paisaje que le resultasen extraños.
Y un sonido captó mi atención, el sonido de una planta que crecía a velocidad vertiginosa para más tarde abrirse y chocar contra Ygoron.
Y vi el martillo de Erick salir despedido contra la planta.
Fruncí el ceño, ¿qué estaba pasando ahí?
¿Porqué Erick se comportó de repente de forma tan extraña, qué hacía esa planta ahí?
Sin pensármelo dos veces, liberé a Khandar.
La dorada cadena que dormía en mi antebrazo derecho. Un simple giro de muñeca bastó para que el siseó de la cadena se extendiera por el aire, girando sobre si misma en sinuosos y elegantes movimientos. El extremo de Khandar se aferró con fuerza sobre el mango del martillo para detenerlo, y funcionó.
Tan solo bastó otro de mis movimientos para atraer el martillo hacia mi y, tomándolo con decisión en mis manos intenté sacar fuerzas de donde claramente no tenía. Pero conseguí devolverle el arma a mi hermano con una dura mirada que pedía explicaciones urgentemente.
Suspiré, algo exasperada por los sucesos y mi propio agotamiento, miré a Ygoron, después a Erick…
Mi hermano tenía un comportamiento de lo mas raro, el cual ponía en riesgo mi opinión sobre su cordura. E Ygoron… se mostraba emocionado ante una extraña planta que había aparecido de la nada.
¿Estaban todos locos?
Resignada, suspiré y volví a mirar a Ygoron al tiempo que me acercaba a el con tambaleantes pasos.

- Pero… ¿qué está pasando, Ygoron? -pregunté, con la esperanza de que él pudiera darme la respuesta-.

Mi voz sonaba mas débil que antes, estaba claro que el descontento con la situación era debido a mi cansancio… el cual me consumía.
Algo no marchaba bien en mi.
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Mensaje  Yandrak Jue Jul 11, 2013 1:52 pm

Ygoron no comprendió la reacción de sus nuevos amigos.
De pronto el hermano de Hibell se volvió y en un impulso arrojó su martillo hacia la planta que acababa de crecer. Por su parte, Hibell impidió el impacto, pero igualmente miraba la planta con… ¿miedo? ¿sorpresa? en su mirada.
Ygoron tampoco preguntó el porqué de aquellas reacciones. Ellos sabrían. A él no le interesaba. Pero si le interesaba aquella planta. Le había entrado curiosidad. Parecía una especie de refugio. Claro, que a él, por su gran tamaño, no le serviría de mucho. No obstante, si la arrancaba del suelo, si que podría usarlo a modo de escudo, o casco protector. Se imaginó a si mismo sosteniendo aquella cúpula vegetal sobre su cabeza, a modo de paraguas. Y la idea le hizo sonreír.
No se lo pensó dos veces antes de introducir su manaza bajo la planta, agarrar el grueso tallo que crecía en su interior, y tirar con todas sus fuerzas para arrancar el curioso vegetal de raíz. Sonrío de nuevo cuando lo logró, con el enorme paraguas hecho de hojas en su mano.
Pero la sonrisa se le borró de la cara cuando vio como la planta se desvanecía. Las hojas se retraían, haciéndose cada vez más pequeñas. El tallo comenzó a desenredarse, como si rebobinaría en el tiempo, repitiendo la escena anterior pero en sentido inverso.
En unos pocos segundos, no quedaba nada de la planta. En la palma de Ygoron, tan sólo estaba la semilla que había encontrado en la bolsa del difunto féerico. Intacta.
La miró con lástima. Se encogió de hombros. Al menos ahora sabía para que servía.
Su mirada se desvió de nuevo hacia su dedo pulgar. Juraría que estaba mas gris que antes. Como si su uña de roca se estuviera extendiendo. La piel pétrea, de color del granito, parecía abrazar ahora la parte superior de su dedo. Había cubierto ya su yema. Palpó con la otra mano. Su dedo era tan duro como la pura roca.
Se preguntó si ahora debía darle importancia a este hecho. No sabía que podía significar, pero algo en su interior parecía alarmarse por aquello. No obstante, no dijo nada. Aún no. Pero sí que no podía evitar el tic de tocarse el dedo cada dos por tres, notar su textura pétrea. El obsequio de Karevan. Karevan parecía seguir viviendo en él, y estaba creciendo.
Sus tripas rugieron entonces, sacándolo de sus pensamientos. Sonaban como un trueno en una noche de tormenta. Es lo que tenía su condición de gigante. En un momento podía estar saciado, y al momento siguiente sentir un apetito voraz. Además, se hacía de noche, y ya era la hora de la cena para el gigante. Recordó entonces la accidental presa que habían capturado, y se acercó a ella, dispuesto a hincarle el diente. De todas formas, a él le daba lo mismo comer carne cruda. Lo que fuera con tal de no volver a comer manzanas…
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