.:: Sinceridad celeste ::.

Al llegar a Rhyrr, Temari tiró al suelo su mochila y suspiró aliviada. El camino desde el margen de Kash-Tar había sido largo, y aunque ella estaba acostumbrada a los viajes duros, no se lograba adaptar a caminar tanto cada día. Estaba agotada. Ascalión miró a la limyati. El pelo blanco y rojo de la mujer estaba recogido en minúsculas trencitas, que a su vez, ella peinaba con dos coletas altas. Su cuerpo, cubierto con un túnica corta de color anaranjado, lo atraía desde que la conoció.

Habían permanecido doce días casi en silencio, hablando solo para lo necesario. Tras haberse conocido en los límites del gran desierto, ella le había pedido acompañarle en su viaje hasta Rhyrr, ya que Ascalión se dirigía desde las colinas de Gantadd, su hogar, a Shia. Ella quería visitar la gran biblioteca de la capital celeste, y Ascalión sabía que allí terminaba su tiempo juntos.

La miró y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa. Ascalión sintió cómo se rompía su interior en pedazos solo con pensar en separarse de ella. Como mestizo de un yan y una feérica no podía ofrecerle nada. Sin embargo Temari siempre lo había tratado con dulzura, incluso después de enfadarse con él. El motivo había sido una pelea en Dyan, en una taberna, contra un Yan que se había acercado demasiado a ella. A Ascalión no le habría importado, si ella le hubiera hecho caso omiso, pero se había dejado cortejar y el mestizo no pudo resistirlo más. Había dejado maltrecho al Yan y se había ido del local, ella lo siguió.

Discutieron. Temari admiraba a los celestes, y por ello estaba en contra de cualquier tipo de violencia. Él lo aceptó, y desde entonces, habían viajado en silencio. Ascalión había dado un amplio rodeo conscientemente para retardar la llegada a la capital, para retrasar el momento en el que tendría que separarse de ella. Pero las artimañas habían acabado, ahora tenían que separarse.

Él sonrió y la abrazó. Con unas amables palabras se despidió de ella, deseándole buena suerte. A la hora de la despedida, se había perdonado todo. Ella le preguntó si se quedaría allí aquella noche, pero él le dijo que, como aún era mediodía, prefería seguir su camino. Le sonrió una última vez, y comenzó a alejarse de ella lentamente, sin mirar hacia atrás.

Temari lo miraba alejarse con cierta nostalgia. Cuando ya estaba a unos doscientos metros, notó que algo tiraba de su túnica. Era una niña celeste, tenía una expresión algo triste. Temari le preguntó qué le pasaba.

- Hay algo en ti que le gusta. Y le gusta tanto que no le gusta que les guste a otras personas. Es un amor así: celoso.

Temari se quedó paralizada durante un instante, despué besó en la mejilla a la celeste. Y echó a correr. Corrió hasta que a unos metros de Ascalión gritó su nombre, él se dio la vuelta y ella se tiró a sus brazos. Lo abrazó fuerte, escondió la cara en su pecho.

- Quédate conmigo- pidió.

En el rostro de Ascalión apareció una sonrisa ladeada.