Combate abierto - Elaguadelvalle (combate libre)

Había llegado al norte de Kash-Tar desde los bosques al oeste de Drackwen. Desde que me escapé de casa, haría ya casi un año, había vivido tres meses en el Bosque de Awa, un lugar maravilloso al que esperaba regresar en unas pocas semanas, había recorrido Nandelt y finalmente Drackwen, siempre bordeando Celestia. Ahora, había llagado hasta el desierto de Kash-Tar... Y no sabía muy bien adónde seguir.
Quería llegar hasta Nin, pero, por lo que había podido escuchar a varios viajeros con los que me había topado, por las arenas de Kash-Tar lo único que podías esperar eran combates y luchas.
Pese a que a unos cuantos quilómetros estaba el desierto, abierto de par en par, yo me hallaba en un pequeño bosque, desde donde podía conseguir comida y planear mi siguiente movimiento.
Pensé en las consecuencias tan solo dos segundos, y aunque mi parte celeste se odiaría eternamente por ello, mi alma feérica saltaba y danzaba de alegría al imaginar un combate, algo de acción en estos últimos meses.


Llegué a un claro y observé una sombra cerca de un riachuelo. Me acerqué lentamente, no sabía cómo se peleaba, pero a pesar de ello agarré con fuerza mi arco y me lo desaté de la espalda. Aferré con fuerza una de mis flechas en la espalda y alcé la voz lo justo para que aquella persona me oyese.
-¡Hola!
Bien, pensé irónicamente, como primer saludo para un oponente no está mal.
-Mmmm... -Dudé varios segundos, pero al final pregunté inocentemente-. ¿Peleas?
No, definitivamente yo para esto de las peleas no sirvo.

Varu, es una varu. Bien, Nya, ¿qué sabes de las varus? Mm.. Son azules, suelen vivir en o cerca del agua... Y... ¿qué más? ¡Ah! Telépatas...
Mi mente divagaba intentando pensar en cosas que sabía sobre la extraña mujer que me miraba con cierta... desconfianza.

Escuché su voz en mi cabeza y sonreí inconscientemente y un poco avergonzada.
-Es que es mi primera pelea -por Yohavir, casi parezco una niña dando excusas, pensé estúpidamente mientras me excusaba-. Perdón, los nervios... La verdad es que no me gustan demasiado las peleas.
Después de unos momentos -en que seguramente estaba estudiándome- se acercó a mí contoneándose. Vaya, sí que era bonita. Era azul, pero no como mi padre, si no que sus escamas relucían al sol, y su color hasta me dio envidia.
Ella era "azul". Yo era "una mezcla rara entre verde y azul".

La joven varu me incitó a que bajara el arco y yo di un respingo, ya se me había olvidado lo fuerte que lo estaba agarrando. Seguro que me hacía daño al soltarlo.
-Ah -expiré con fuerza. Pues sí, sí que me había hecho daño-.
Escuché todo lo que me dijo la varu y sonreí mientras bajaba la capucha de mi capa marrón y ataba el arco a mi espalda. Esperaba que se extrañara al verme cara a cara, no todos los días veías a una joven con los ojos violetas y el pelo verde, pero en fin...
-Lo siento, como ya te he dicho es mi primer combate y... bueno, no todo el mundo habla antes de atacarte -¡Y bien que lo sabía yo, que había tenido que defenderme de más de un maleante en mi viaje!-. Yo soy Nya, por cierto. Yo también quería entrenarme, y mucho menos te deseo ningún mal porque, bueno, no te conozco tampoco -sonreí y me toqué nerviosa los mechones de pelo que se habían soltado de mi coleta, rodeando mi cara-.

Miré a la joven mientras me ofrecía la posibilidad de no luchar con magia. Sonreí y la miré.
-Bueno, quizá no tenga la magia del unicornio, aunque ya me gustaría -añadí sonriente-, pero puedo defenderme. Al menos, tengo un poco de la magia de Wina -Expliqué mientras con una mano conseguía que unas cuantas plantas silvestres se alzaran y me rodearan entera; después bajé la mano y la hierba volvió a su estado normal. Una parte de mí cayó con las plantas, aún me acordaba demasiado de mamá-. Pero por mí vale. Por cierto, he de decir que, como me conozco, creo que si te hiero te curaré yo misma.
Dudé un momento mientras pensaba en lo que haría si la hiriese, por ejemplo, con una flecha. Hice una mueca y sonreí en mis propias nubes.
Sí, creo que sí que la curaría. Es culpa de papá, supongo... pensé con ironía.

-Bueno -dije finalmente-, cuando digas empezamos. Por mí, y como sé que no soy muy buena en la lucha, podemos empezar. Yo te aviso que de ataques sé poco, pero de defensa y esquivar... bastante -mi sonrisa se amplió-. ¿Estás lista, Elagua?

Volví a sonreírle a la joven varu.
-Gracias, Elagua.
Sí, definitivamente los seres coloridos tendríamos que formar un club o algo por el estilo, nos entendíamos de una manera que los humanos no llegaban a entender.

Me quedé boquiabierta al ver el control del agua que tenía la varu y sonreí.
-Bueno, entonces por mí perfecto.

¿Un pelo tan bonito?, pensé azorada.
-Pues yo prefiero ser tú... -comenté en voz baja. Para mí era mejor ser de una especie que una mestiza tan extraña.
Volví a mirarla y sonreírle cuando acertó sobre la lucha interna que tenía.
-Pues sí. Debe estar ahora mismo mi hada interior intentando que la celeste que llevo dentro acepte combatir -bromée, pese a que no sabía si le haría gracia el chiste. Siempre me habían dicho que mi humor era aún más diferente que yo misma.

Vi cómo la varu desenfundaba un cuchillo y yo volví a agarrar mi arco. Por un momento pensé que era mejor alejarse del agua y estar cerca de la tierra, que era mi elemento, por lo que lancé una flecha con la intentación de hacerla retroceder y di dos pasos hacia la maleza, que no estaba lejos del riachuelo.

¿Acaba de dar una voltereta?, pensé con angustia. ¿Por qué me enfrantaba yo a las personas ágiles y no a alguno que fuera lento? Gracias Yohavir, pensé con sarcasmo.

Escuché sus pasos rápidos, ágiles; confundiéndose con la maleza como si ella fuera la feérica y yo el pez fuera del agua. Me giré justo para lanzar otra flecha pero verla tan cerca de mí me puso nerviosa y fallé. Elagua aprovechó para clavarme su puñal en el muslo y yo caí en seco lanzando un grito de dolor que pondría los pelos de punta a cualquiera.
Y eso no fue todo.
La varu me pegó una patada en la herida al mismo tiempo que me cortaba el hilo del arco.

Eso acabó con la parte pacifista de mi interior. La féerica, luchadora y orgullosa que habitaba en mí quería venganza. Dulce y cruel venganza por la vida que se me escapaba.

Mi fuerza de voluntad fue mayor que el dolor y agarré a la varu por la pierna, con la intención de tirarla al suelo. En dos segundos ya me había rodeado la pierna, invocando a las plantas curativas que había a mi alrededor, para que al menos detuviesen la hemorragia y desinflamarían la zona cortada.

-Eso duele -susurré con una voz que no reconocí como propia.
Levanté las manos y unas enormes raíces rodearon a la varu, atrapándola. Apreté sus muñecas hasta que soltó el cuchillo. Entonces le propiné una patada en el estómago, sólo para desahogarme un poco.

La solté del agarre de las raíces y me tensé, preparada para esquivar cualquier posible ataque que intentara propinarme.

Fruncí el ceño un poco sorprendida al ver que la varu corría hacia mí encorvada. Fue bastante difícil para mi parte celeste observar cómo esa joven herida intentaba atacarme sin yo deber hacer nada -una lucha es una lucha, me recordé-.

Caí al suelo de rodillas al oír una especie de grito en mi cabeza que no me dejó respirar. Los oídos y la cabeza martilleaban incesantemente y yo quería deshacerme de la sensación de ahogo que sentía.
Para cuando el sonido horrible se detuvo, Elagua había agarrado su cuchillo y rodado cerca del agua que seguramente, tanta falta le hacía.

El hecho de que fuese ella la que huía de mí y no al revés me hizo volver en mí misma.
Cuando vi alzar su mano y el agua moverse hacia mí, empapándome completamente, temblé. Caminé hacia ella con cara de malas pulgas casi sin poder evitarlo, como si Elagua hubiese hecho algo que me enfadaba sobremanera pero que en el fondo de mi corazón sabía que no era para tanto; al fin y al cabo yo había querido luchar con ella.

Intenté caminar hacia ella pero antes de llegar una ráfaga de frío me invadió y no pude sentir nada más. Mi brazo derecho estaba casi paralizado del frío y no soplaba casi el viento. ¿Cómo podía ser eso?

Elagua... pensé, y al tiempo que entendía lo que había hecho la varu, me dirigí con paso lento tras ella.

Me movía hacia Elagua cuando de repente la vi dirigirse hacia mí. Iba a esquivar su ataque, pero ella me había dejado casi helada -literalmente-, por lo que acabé tirada en el suelo y con un dolor en el costado que me hizo apretar los dientes.

Y encima, ya tenía una espada en el cuello.

Escuché a Elagua y sonreí.
-Si tú lo dices será verdad... -Intenté incorporarme pero jadée un poco de dolor-. Vaya, la que sí que ha luchado bien eres tú, Ela...

Al final acabé sentándome y buscando con la mirada algo útil que me sirviese para comer. Estaba famélica.
-¿Quieres comer algo? -Pregunté un poco dubitativa, pues apenas sabía qué comían los varu.
¿Alguien sabe qué comen los varus? pensé con una sonrisa divertida.

Le tendí a Elagua unas cuantas bayas sonriendo aún.
-Son muy dulces... Oye, para dentro de un tiempo la revancha, ¿no? De todos modos... yo voy a seguir viajando, así que podríamos encontrarnos de nuevo alguna vez -mi sonrisa se ensanchó-.

Comí unas cuantas bayas sin decir nada, simplemente disfrutando del hecho de que Elagua dejara de apalizarme.
Al acabar, me levanté, me sacudí el vestido y le sonreí a modo de despedida.
-Ha sido un placer, Ela, espero que nos volvamos a ver. ¡Adiós, y que Yohavir y Wina te cuiden en tu camino!

Dicho esto, me interné en el bosque. Aún tenía que encontrar mi arco y arreglarlo... Genial.