nació en el seno de una familia noble de Nanetten, los Kleinser. Dicha familia era poderosa y rica, por tanto, esto hizo que se creyeran superiores llevándolos al pensamiento de que solo los humanos eran “criaturas puras”. Todos los pertenecientes a la familia estaban de acuerdo. Cuando Yafhi nació, todos creían que cuando fuese mayor estaría de acuerdo con el pensamiento común de la familia; pero no fue así. Ella era dulce, cariñosa, alegre y carismática mientras que el resto de la familia era severa, seria, y autoritaria. Poco a poco, sus pensamientos fueron llevando la contraria a los del resto de la familia: ella pensaba que todas las criaturas eran iguales, quizás no por fuera pero sí interiormente y, por tanto, si los humanos eran puros, las demás criaturas también. Esto encolerizó a sus padres. Cuando cumplió la edad requerida, Yafhi fue llevada a Nurgón, a la Fortaleza, a la Academia. Allí aprendió lo que significaba la lealtad, la rectitud y la verdad. Al salir de la Academia, ya cumplida la edad requerida, sus padres pensaron que sus “absurdas” teorías habrían cambiado pero no fue así. Ella seguía manteniendo la misma ideología. Intentó convencer a su familia de que estaban equivocados, pero tanto tiempo pensando que tenían razón no podían olvidarse en un momento. El padre de Yafhi, encolerizado por la posición de su hija, la envió al destierro de sus tierras, desheredándola y negándole la entrada en las tierras de la familia. A partir de ese momento, Yafhi se cambió el nombre por Aisha para que no la reconocieran por su nombre. Desde entonces, vaga por todo Idhún, sin un rumbo fijo pero con la esperanza de encontrar un lugar fijo donde asentarse y comenzar una nueva vida pero, mientras tanto, conoce, explora y vive aventuras de todo tipo. |