Evey fue concebida en un pequeño poblado alejado de las grandes capitales. Nunca conoció a su padre ya que fue quemado en una hoguera como castigo por seducir a su madre. A pesar de que esta realmente le amaba, la gente del pueblo no creyó que una joven de buena reputación como lo era ella hubiese podido enamorarse y haber engendrado una hija de forma consentida con un ser recubierto de escamas y frío como las serpientes. Así pues, los pueblerinos, temerosos del dios séptimo, quemaron a la “horrible criatura” frente a los llorosos y desesperados ojos de su madre. Tras esto, la joven viuda suplicó por la vida de su hija y, con gran misericordia, permitieron que la niña viviese con la condición de que no mostrase ningún comportamiento maléfico. Poco a poco, Evey fue creciendo en la soledad. Los niños se alejaban de ella, la insultaban a su espalda y los más valientes le tiraban del pelo o le arrojaban piedras. Al principio la niña reaccionaba como cualquier otra, llorando y corriendo en busca de la protección de su madre, pero pronto descubrió que era mejor tragarse las lágrimas y escupir el orgullo. Dejaba que los niños la maltratasen, y luego se limpiaba el barro, los miraba con ojos serenos y exclamaba palabras extrañas como si estuviese endemoniada, los maldecía a ellos, a toda su extirpe, les auguraba un futuro lleno de enfermedades lentas y dolorosas y que sus tierras siempre serían infértiles. Al llegar a la adolescencia, Evey había leído todos los libros que había encontrado a su paso, sus ojos rojos habían adquirido un aspecto tranquilos como los de la calma que precede a la tormenta y tenía asustados a todos los habitantes del pueblo, gracias a sus ropajes negros y su habilidad con las pociones y hierbas. Aun que aquello tan solo eran venganzas infantiles, sabía que tarde o temprano terminaría como su padre. Así, tras besar a su madre y desearle una vida placentera en aquel pueblo de pesadilla se marchó de allí, dejando como último regalo una serpiente negra en el interior de la cama de todos los habitantes, esperanzada de que todos la recordasen por el resto de sus vidas. Caminó durante varias semanas por pueblos y bosques, buscando un lugar en el que la acogiesen, pero viendo el trato que recibía decidió alejarse de todos y construirse una pequeña casita en medio de un bosque. Y allí continúa ahora, asustando a los viajeros y ganándose una reputación como ser fantasmal para todos aquellos incultos que atraviesan sus tierras sin permiso. |