Naren-far desafía a Bronn

Me adentré poco a poco en la arena de Kash-Tar...

Con mis armas a la espalda, camino seguro por el camino, hasta llegar al centro de la arena. Ya allí, sereno en todo momento, espero a que alguien aparezca.

Antes de sentir a nadie, aferro mi báculo y lo empiezo a deformar:

Mi báculo ígneo, además de aumentar mi dominio y poder sobre el fuego, tiene una curiosa habilidad. Esta es la de poder cambiar de forma a voluntad de su amo.

Realmente dudaba de que estructura darle al báculo, por lo que lo dejo, completamente maleable y dúctil. Ya que sabría rápidamente que hacer cuando apareciera mi nuevo adversario...

Off: Yo llego aquí con una simple espada y sin saber una... xD

On:

Aferré el pomo de Aullido mientras echaba a andar en silencio hacia mi contrincante. Mi vieja espada... sus habilidades se reducían a unos excepcionales fuerza y filo; podría cortar en dos una roca... además del aullido que le daba su nombre. Cuando cortaba el viento, cantaba como los lobos. En ocasiones, las manadas escuchaban la voz de mi espada y acudían a ella, hechizadas. Un puñado de esos animales apareciendo de pronto a veces podía cambiar el curso de una batalla, para bien o para mal.

Miré a mi alrededor con precaución, examinando de un vistazo el lago helado que nos servía de arena de combate. Mis pasos no resbalaban sobre el hielo, pero no sería fácil perder pie en mitad de una batalla y caer al suelo... dándole al enemigo una inmensa ventaja.

"Nadie desaprovecharía esa oportunidad" pensé, frunciendo el ceño. Confiaba en mi equilibrio, pero no demasiado.

Mi rival me esperaba inmóvil, de pie en el centro del hielo. Le dediqué una leve inclinación de cabeza, a modo de saludo, y esperé. No necesitaba palabras.

Off: Tampoco yo soy un experto que digamos...

On:

Al fin, mi enemigo apareció en el campo de duelo. Su único saludo fue una leve inclinación a la que yo correspondí inmediatamente con un movimiento similar. Divisé su espada, con un rastro mágico débil bastante igualado a la fuerza de mi báculo. Pero el poder del arma depende de como se use.

Al fin decidí que hacer con el báculo. Pendiente de cada gesto enemigo, agarro cada extremo del báculo, y la piedra es colocada como una fina y dura capa sobre la afilada lámina que fue el báculo, y al final le doy la forma de una empuñadura de cruz. Ahora es similar a una espada.

Puede que él no se hubiera percatado de que ambos estábamos sobre los pequeños lagos, ya congelados y perfectamente confundibles con el resto de la tierra sepultada en nieve.

Aprovechando esto, rasgo el suelo con la punta de mi báculo, formando una grieta que produjo agua y un montón de vapor que puede servir para ocultarme de él. En caso de que atacara a ciegas en el vapor, me desplace hacia un lado, donde le podía golpear con facilidad.

En el caso de que él no atacara al vapor, buscándome... saltaría hacia él con el arma Separándonos con una posición de guardia, que mantendría hasta que yo descargara un golpe diagonal ascendente, desde el cual se vuelve a la guardia rápido.

Apenas respondió a mi saludo, Naren hizo un corte rápido en el hielo a sus pies. Una intensa nube de vapor nació bajo sus suelas y lo envolvió por completo, impidiéndome ver dónde estaba. Con un gruñido, mantuve una posición de guardia, alerta, y cerré un instante los ojos. Respirando hondo, traté de coordinar rápidamente mis sentidos, intentando sentir su presencia, o al menos hacia dónde se movía...

"Ahí estás"

No sabía exactamente dónde estaba, pero podía encontrarle. Decidí atrapar la oportunidad y salté hacia el lado, con la espada por delante. Cuando avisté su sombra supe que intentaría alejarse, así que cambié el movimiento en el aire. Con rapidez, hice un golpe circular para abarcar el máximo espacio posible, aumentando las probabilidades de alcanzarle.

"Vaya, vaya..." pensaba mientras vi la hoja de su espada moviéndose por la nube de vapor, cerca de donde yo estaba preparando me para salir y atacar.

Al ver yo la espada, rápidamente moví mi arma pasándola por debajo de la hoja enemiga. Así cualquiera podía deducir que me encontraba frente a la espada, pero estaba detrás.

En ese instante de confusión, y como seguía habiendo un poco de nube de humo aprovechó y le pego una patada a la mano de la espada con suficiente fuerza para desestabilizarlo o incluso quitarle el arma. Pero ahí no acabó mi acción y lancé un rayo muy inexacto, bastante fuerte para causar grandes daños, pero bastante débil para no agotarme. Es más, el rayo es un pequeño esfuerzo en comparación con invocaciones que he realizado antes.

Mi golpe no le alcanzó, pero no bajé la guardia. Sin embargo, la patada me hizo retroceder, y estuve a punto de dejar caer la espada. Por pura suerte, aquello tal vez me salvara la vida, pues al trastabillar hacia atrás me aparté de la trayectoria del rayo que mi enemigo lanzó en mi dirección.

"¡Maldita sea!" Apreté los dientes cuando el haz de luz blanca me pasó rozando. ¿O sea que aquel mequetrefe podía invocar rayos mágicos? Seguramente aquella no fuera su única habilidad especial, de modo que tendría que tener más cuidado con él de lo que había pensado.

-Vamos, Aullido... -susurré a mi espada. Esperé a que el humo se disipara lo suficiente como para ver claramente a mi enemigo, y entonces me lancé hacia él. Justo antes de alcanzarle, desvié el movimiento a otro de defensa, antes de volver a fintar con un golpe rápido hacia su costado.

De alguna forma, mi enemigo se libró del rayo pero no pudo evitar la patada quedando dolorido.

-Vamos, Salamandra... consigo susurrarle a mi espada justo antes de que el mestizo se lanzara por mi con su arma en alto. Puse a Salamandra en posición defensiva, sin fiarme de el amago que mi adversario realizó. Eso me sirvió ya que usó una finta hacia mi costado que yo paré fácilmente.

Tras el choque de espadas creé una onda expansiva bastante débil, pero suficiente para echar a un no-iniciado unos metros atrás por muy fuerte que sea.

Con esos segundos de ventaja que me creó la onda expansiva, empiezo a crear fuegos fatuos controlables.
Las dejo flotando en el lugar donde las creo, poco a poco formando una barrera impenetrable a no ser que se use magia. Rápidamente recito en arcano:
-Yo no temo al fuego, porque el fuego es mi elemento. Yo poseo al fuego y lo moldeo en mi mente. Su poder corre por mis venas y destruye a mis enemigos...

Cuando llego a un par de docenas, detengo la creación. Podía detenerme en cualquier momento y defenderme de ataques físicos en mitad.

Alzo mis manos y controlo cada una de las llamas. Muevo una mano y una docena cae sobre él. Estas podían pararse y cambiar de dirección en cualquier momento. Y como no tenían estructura no podían pararse físicamente, además.

En todo ese tiempo tenía mi espada en posición defensiva, además de la barrera de fuegos independientes.

Había que ser muy estúpido o tener una gran corazonada para enfrentarse a un mago sin más armas que una espada, lo que me dejaba con una duda que tendría que saldar después.

Cuando empezó a llamar al fuego, supe que no podría hacer gran cosa contra aquello. Traté de pensar con rapidez. Pronto, el conjuro habría acabado y tal vez yo echara a arder sin más. Sabiendo que no me quedaban muchas opciones con mi escaso armamento, decidí optar por la locura.

"Que los Seis me den suerte"

A una velocidad pasmosa, llamando con el alma al rastro mágico de mi espada, la levanté por encima de la cabeza y la hice girar en varias vueltas rápidas. Su cántico, un poderoso aullido, inundó el lugar. Apenas tuve tiempo antes de que mi rival diera forma a una barrera de una docena de fuegos fatuos a su alrededor, y lanzara otros doce que caían inexorablemente sobre mí... Sabiendo que mi única opción era no dejar de moverme mientras el fuego me persiguiera, me lancé hacia adelante. Con el poder de mi espada dándome fuerzas, cargué contra él, atravesando de un salto los fuegos que giraban para asestarle una estocada. A aquella velocidad, era casi imposible que el fuego prendiera... y además, por muy mago que fuera, no podría mantener la concentración suficiente como para controlar las dos docenas de luces ardientes mientras luchaba contra mí, tan cerca. Después del primer golpe, repetí su propia estrategia y golpeé sus manos con el pomo de la espada, tratando de hacerle perder el arma.

Seguía invocando más fuegos fatuos cuando vi a mi adversario aumentando rápidamente de poder, con el sonido del aullido de un lobo. Algo me alertaba de un ataque inmediato y debía reaccionar.

Puede que supiera que no podía tener una pelea a la vez que controlaba las llamas. "Chico listo..." pensaba eso antes de esquivar la estocada, dejando los fuegos estancados en el aire.

Unas ventajas de los fuegos fatuos frente a los mágicos: son pura magia, no dependen del ambiente. No se apagan por la temperatura ni por la humedad. Lo único que hice fue desvincularme para poder manejarlos luego.

Doy un salto hacia atrás esquivando la estocada, inmediatamente voy y levito hasta alcanzar cierta altura. Ya allí me mantengo fuera del alcance del enemigo, pero observando por sorpresas repentinas. Nunca se sabe lo que es posible y lo que no en un duelo.

Ya en el aire vuelvo a tomar el control de cada una de las llamas, y las vuelvo a dirigir al enemigo, rápidamente rodean a Bronn en todas direcciones, cubriéndolo en una cúpula y reduciendo lentamente su diámetro.

En todo este tiempo tenía mi arma en posición defensiva. No veía forma posible de esquivar la cúpula, pero debía ser sensato.

Off: Bronn, los fuegos fatuos no se evitan con el movimiento, no es fuego normal

Off: Naren... la llama de los fuegos fatuos es bastante más débil que la del fuego normal. Y desde luego, si me muevo, tendrán que ir detrás de mí, por lo menos un segundo, antes de darme xD

"Maldito mago..."

Había creado una cúpula ígnea a mi alrededor, y ahora veía muy pocas posibilidades de acabar con aquello. No iba a poder salir corriendo sin más, eso estaba claro.

Desde el primer momento había sabido que lo tenía difícil, pero no pensaba rendirme. Di una vuelta rápida de mi espada, escuchando de nuevo su voz. Entonces supe lo que tenía que hacer.

Cada cierto tiempo, el rastro mágico de mi espada le permitía lanzar un golpe ineludible. Tardaría bastante en recuperar aquella extraña capacidad, pero estaba en una situación extrema.

Calculando en un instante, la lancé hacia arriba con ambas manos. Su fuerza y filo característicos harían el golpe aún más letal, y si era grave, seguramente el mago no sería capaz de mantener en absoluto la concentración para sus hechizos: una cúpula ígnea, levitación... todo ello mientras mantenía la guardia, y ya había empleado su poder para moldear el fuego antes. Una herida como aquella lo desestabilizaría. Allí, frente a mí, la vi: una gran oportunidad que no podía desaprovechar...

Off: de acuerdo Bronn y una cosa, la levitación es cosa del pj, nada mágico.
El golpe ineludible de tu espada debería estar PROHIBIDO, nada es ineludible y menos una espada. El poder debería cambiarse de nombre a algo como: "En cierto golpe, sigue el rastro del adversario"

On: Al principio fue fácil mover cada bola de fuego, formando una cúpula sobre mi rival, pero fusionarlas para cerrar cada entrada apenas usaba poder mágico porque se basa en una transformación, sin aportar parte de la energía.

Ahora pasar a través de mi "jaula" me parecía realmente imposible.
Además de eso, estaba levitando a una distancia segura.

Súbitamente, oí un pequeño ruido metálico en el interior de la cúpula que me llamó la atención... Lo siguiente fue el relucir de la hoja férrea volando hacia mí.
Instintivamente intento interponer mi báculo entre los dos.

Tarde... la piedra de mi báculo fue rasgada profundamente, dejándolo inservible. Rápidamente aparto el arma, y las dejo caer a ambas en el suelo, bastante lejos de la cúpula.

Sin el apoyo mágico del arma mantener una estructura como esa, pero ya no era necesaria: Mientras sigo en el aire, ahorrando energías. La cúpula se desmorona, sin abrir ningún hueco, y al mismo tiempo las partes laterales se acercaban. Cada centímetro que se pierde al disminuir la cúpula es transportado para reforzar el resto de la construcción.

Y así, sin abrir hueco, en cuestión de instantes, la pared comenzaría a acorralar al adversario, quemando sus ropas primero.