Combate Abierto ~ Irkan

Me planté en la arena con firmeza. A penas cabía en mí de la energía que llevaba acumulada. Tenía ganes de algo épico, memorable, quería que las posibilidades de aplastar al rival pasasen a las de ser aplastado en cuestión de segundos, anhelaba usar conjuros que nunca antes había usado y, además, deseaba también saber quién sería ese rival.

Siendo invierno, la arena era una vasta extensión de hielo, sin apenas nada tras lo que ocultarse. Había algún que otro montón de nieve, pero nada más. Para tal campo, me había vestido con una chaqueta que me llegaba a las rodillas, completamente blanca y decorada con runas de colorazul eléctrico que la hacía más caliente de lo que era. Los bordes de la chaqueta, las mangas y el cuello estaban recubiertos de esponjoso pelo de washdan que consistía una suave protección más ante el frío. bajo la chaqueta, llevaba unos pantalones grisàceos y holgados, que protegían del frío casi tan bien como la chaqueta. Finalmente, cubriéndo los pies, unas botas blancas que me llegaban a la rodilla, seguramente hechas con la piel de alguna criatura del inhóspito Nanhai.

Esperé a mi adversario mientras me calentaba las palmas de la mano con mi aliento y me frotaba las orejas para evitar que se pusiesen moradas.

-No te me entregas con parafernalias, mozo, tengo unas ganes de volver a la actividad que no me voy a esperar ni a que te alejes -le sonreí con malicia y le propiné un puñetazo a mano desnuda que apartó a Alderun sin dañarle siquiera. Ahora, a distancia, el combate empezaba.

Comencé por un hechizo sencillo para motivarme más que para dañar al mago. Entre palabras en idhunaico arcano, un enorme dragón de piedra y fango nació del suelo. Eran tan solo una cabeza y una garra pegadas a un largo cuerpo cilíndrico. Con más vocablos vetustos, abalancé la fiera pétre sobre el celeste, lanzando mordiscos, arañazos dentelladas y cuchilladas por doquier. A ver como respondía el chico...

Mi dragón había sido convertido en trocillos de piedra que me caían encima com una lluvia de piedra.Me teletransporté a otro lado del campo para evitar que me tocasen todos los pedruscos y comencé a preparar un nuevo ataque.

-¡Esfuérzate, Alderun! ¡Sé que eso era una tontería! -le grité. Yo quería que el chico fuese a por todas, pero por algún motivo parecía reacio a atacar fuertemente.

Decidí hacer algo un pelín más dramático, a ver si el muchacho respondía. Creé en mi mano unas semillas y las lancé contra Alderun. Las semillas estallaron en su piel y se convirtieron en unas zarzas que le inmovilizaron entero y que hundieron espinas en su delicada piel celeste. Aquellas ramas durarían poco, no quería malgastar mi magia, pero eso el chico no lo sabía.

Me reacción fue la de unirme a la tierra para desaparecer de allí, pero entonces me di cuenta de que no había tierra sino hielo bajo mis pies. Me centre en parar la bola de fuego con un muro pétreo y dejé que el tornado me lanzase contra mi propio muro. Entonces le sonreí a Alderun.

-Muy bonito, Alderun -dije-. Dos hechizos a la vez. Pero deberías centrarte en tu elemnto, los hechizos básicos como estos no te van a ayudar.

Dicho esto creé una onda expansiva que se expandió hacia adelante como una cuña, levantando la nieve y avanzando hacia Alderun a velocidades vertiginosas.

-Esto -exclamé con orgullo- es un verdadero hechizo de Archimago ¡Enséñame que no se te han olvidado!

Este hechizo me costaría bastante esfuerzo. Jamás había probado de tratar el metal como tierra en combate. Aun así, cree una estaca de metal de mediano tamaño, muy delgada, y la lancé al aire. Inmediatamente actuó como pararrayos, absorviendo la electricidad. Una vez cargada la aguja, la lancé contra Alderun y la desintegré para liberar la electricidad.

La maniobra me dejó un poco agotado, pero no podía permitir que mi rival lo supiese. Además, los rayos me caían encima, por lo que dejé que el hechizo de Alderun me tocase para apartarme de la zona. Miré a Alderun, desafiante y realicé un último hechizo. El de teletransportación y el de clonación, dejando una imagen mía en mi lugar mientras yo me ocultaba estirado en la nieve, recuperando fuerzas.