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Cada vez es más fuerte.

Lo sé cuando te miro en silencio, cruzado de brazos evitando la sombra de una sonrisa. No quiero permitirme que te des cuenta de que sigo tus movimientos, suaves como la caricia de la seda. Sé que debería tener más cuidado, que en cuanto me mires a los ojos lo sabrás todo... y aún así no puedo apartar la mirada, ni el pensamiento.

No puedo permitirme que lo sepas... eso está claro. Ni siquiera debería haber sucedido. Me lo prometí a mí mismo en cuanto te conocí, porque de un vistazo te atravesé hasta el alma, y vi cómo eras, y me dije que yo nunca caería en el pozo de tu inagotable alegría, de tus gestos, tan tuyos, de tus ojos, demasiado grandes y expresivos para tu rostro. Me dije que a mí nunca me atraparías, y me reí por lo bajo sabiendo que no había peligro.

Y después... ¿qué pasó después? ¿Cuándo incumplí esa promesa tan simple? ¿Desde cuando busco sin pensarlo encontrarme contigo, verte pasar un instante por delante de mí? ¿Cuándo adquirí la habilidad de reconocer una palabra tuya en el torrente de una multitud? ¿Cuándo empecé a estremecerme quedamente cada vez que tomabas la palabra?

¿Cuándo has podido cambiarme tanto?

Bueno... ya me conoces, ¿no? Soy demasiado orgulloso para admitir algo así, y demasiado sensato para creer que tiene algún sentido...

Pero cada vez es más fuerte.

Me he dado cuenta; mis sonrisas empiezan a cambiar. Mis gestos se tiñen lenta y paulatinamente de una melancolía dorada como el sol...

Yo, que no tenía nada que envidiar a las estatuas más frías del puerto. Yo, que podía helar las nubes con una mirada. Yo, la sombra rebelde y gris de un mundo demasiado colorido para mi gusto.

Yo, enjaulado por un pájaro de oro... por mi propia voluntad. La Bestia que comprende que ha perdido la batalla.

No voy a decir nada. Y no creo que te des cuenta. No creo que llegues a sospecharlo... Tienes demasiada vida dentro de ti, y a tu alrededor, con todos esos pajarillos que revolotean cerca de ti y quedan atrapados por la fuerza de tu estela. Tienes algo. Ellos lo saben, yo lo sé. Por eso quise alejarme y acercarme al mismo tiempo, sin saber que ya había perdido antes de empezar a apostar. Pero ellos no son más que aves de tardes de sol, demasiado dulces para soportar tu calor. Las aves de presa venimos del invierno... somos muy diferentes.

Sólo me queda esperar, aguantando sonrisas desde la distancia mientras te observo vivir y amar, bañando el mundo con tu calidez. No sé si estas tierras se merecen que las pises, ni si sabe el aire que respiras la fugaz suerte que tiene. No sé si, de todos esos gorriones que has ido dejando atrás, alguno merece de verdad haber sido tuyo; todos lo creen. En el fondo, tal vez sea cierto. No soy yo quien debe quererte.

Y yo...

Yo estaré aquí, a un lado, como siempre, para protegerte, cada vez que haga falta.

Y jamás escapará de mis labios un sólo retazo de mi verdad.



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...basado en un amigo :3 La vida da tantas vueltas que no da tiempo a girar a su ritmo.