Rol Memorias de Idhún
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Mensaje  Martah Burdock Vie Mar 15, 2013 8:12 pm

Tenía unos siete u ocho años cuando sucedió.
En el día de mi cumpleaños las pocas familias de nuestro poblado crearon una gran fiesta para mí y para otro niño que cumplía años, él era un yan, dos años mayor que yo. Recuerdo estar sentada en la puerta de casa, enfadada por toda aquella fiesta, nunca me han gustado, es la verdad. Mamá entró en casa y me vio ahí, sola y con el ceño fruncido. Me preguntó qué me pasaba pero no quise responderle, no estaba de humor aquel día. Más tarde se empeñaron en vestirme como hacían tradicionalmente: un vestido. Esa fue la gota que colmó el vaso. Dije que me lo dieran, que ya me lo ponía yo sola, que no necesitaba ayuda. Y no la necesité. Me encerré en la habitación y salí por la pequeña ventana huyendo de todos, sin importarme lo que pensarían o harían en aquellos momentos. Corrí un rato por el desierto hasta llegar al pequeño bosque que teníamos cerca del clan. Busqué un árbol alto y me subí aprovechando mis dones feéricos, en él encontré una pequeña hada, la saludé y me miró con preocupación.

-¿Quétepasapequeña?-le pregunté en yan ya que no sabía separar bien las palabras.

Ella solo me miró con cara de no saber qué decía, me cogió de un mechón de pelo y tiró de él hasta que consiguió que la siguiera, me llevó hasta una de las más altas copas, no supe cómo no me caí, la verdad. Desde allí arriba me señaló algo en lo que no me había fijado antes, un pequeño animal estaba atrapado entre las ramas de un matorral. Supuse que debido al tamaño del hada ella no podía hacer nada y estaba buscando ayuda, por eso bajé lo más rápido posible y empecé a cortar ramitas y a quitar hojas. El animal era algo singular, tenía la cara de un pequeño zorro, el pelo algo más claro, quizás, y su cola estaba fraccionada, lo que hacía que tuviera más de una. En aquel instante me enamoré de él y decidí quedármelo. Lo ayudé a salir y me mordió un el dedo gordo de mi pequeña mano, me asusté mucho pero supe que él también lo estaba porque si no, no habría hecho eso. Lo cogí en brazos y le di las gracias al hada por avisarme, corrí hacia casa, habían pasado horas pero no lo supe hasta que vi el cielo, todo oscuro, con las tres lunas resplandeciendo sobre nosotros, que bonito era. Una sombra pasó por delante de las lunas, una sombra alargada y con alas, demasiado delgada para ser un dragón, pensé. Shek. Esa fue la primera palabra que apareció en mi mente, al instante vi que otro más le seguía y temí lo peor. Eché a correr en dirección a la aldea rápidamente pero mis pequeños pies desnudos se hacían daño con las ramas que pisaban y mis brazos se cansaban de llevar al pequeño animal. Caí al suelo, pero no me importó el daño que me hice, miré al zorrito y este estaba bien, con alguna magulladura de más pero bien. Intenté levantarme pero la pierna me falló y volví a caer.

-¿Hadita? -dije en un susurro.

No me escuchará, pensé. Y no lo hizo. El cansancio me pudo y acabé por dormirme entre lágrimas y bien agarrada a mi nuevo compañero.
Algo brillante me daba en la cara, cuando abrí los ojos estaba boca abajo, con la cara en el suelo y los soles dándome de lleno. Me levanté rápidamente y busqué al pequeño y extraño zorro. Este dormía cómodamente a mi lado y abrió los ojos en cuanto le acaricié. A la luz del sol se podían notar mejor sus rasguños y su delgadez.

-Tevoyaayudar… -dije acariciándole la cabeza-Notendrásnombre, ¿verdad? Ums... ¿tepuedollamarPeter?-le pregunté. Él me dio un par de lametones por respuesta.

Sonreí alegremente, agradecí que le hubiera gustado el nombre de Peter, era el nombre de mi primo feérico, no se me había ocurrido otro.
Mi estómago gruñó pidiendo comida, por lo que miré por mis alrededores haber si encontraba alguna baya o algo por el estilo. Tras un par de minutos encontré unas que parecían comestibles: Poseían un fuerte color rojo y tenían un aspecto delicioso. No me lo pensé, las limpié un poco con mi camisa y me las comí. Deliciosas, así era como estaban. Decidí darle a Peter, se le notaba con hambre. Cuando acerqué mi mano llena de aquellas bayas él se lanzó encima y, rápidamente se las comió todas. Reí por la mancha roja que se le había quedado alrededor de la boca, no paraba de relamerse.
Giré la cabeza mientras me limpiaba la boca también llena de aquel jugo, solo lo vi una vez y tuve suficiente. Había olvidado por completo la aldea, también había olvidado a los sheks, pero la imagen de algo ardiendo a lo lejos no s eme olvidaría jamás, jamás. Cogí a Peter y corrí hacia allí con lágrimas en los ojos, si hubiera estado allí tal vez, estaría tranquila de saber que no ha pasado nada, que era la aldea de al lado. Si me hubiera quedado quieta, no hubieran montado grupos de búsqueda por los alrededores y ellos les hubieran dejado tranquilos.
Las ramas me daban en la cara, no podía evitarlo, total, ya me daba todo igual. Llegué a la aldea, o al menos, a lo que quedaba de ella. Paré unos metros antes de llegar a donde se encontraba la puerta quemada, al igual que las cabañas y de más. Avancé con paso lento entre las llamas, buscando a alguien. Sí que encontré a gente, pero estaban muertos, quemados o prácticamente inhalando su ultima bocanada de aire. Escuché a alguien pedir ayuda, su voz me era familiar, y tanto que me era familiar, era el chico que cumplía años conmigo. Dejé a Peter en el suelo pero igualmente él me siguió sin importarle nada. El chico estaba en una cabaña derruida y algo quemada por la parte lateral pero las llamas ya no estaban. Busqué entre lo que quedaba de ella y guiándome por su voz encontré al chico. Este estaba cubierto por un gran trozo de madera, al parecer del tejado. Intenté quitárselo pero pesaba demasiado. Después de varios intentos conseguí levantarlo, lo que empeoró la situación. Tenía la pierna ensangrentada y con alguna que otra astilla clavada en ella. No me lo pensé dos veces: Cogí los trozos de madera con las manos y me arranqué un trozo de la maga de la camisa, se lo coloqué en el muslo, dónde tenía la herida y lo até bien fuerte como mi madre me había enseñado.

-Gracias… soyArthur…-dijo quejándose.

- YoMartah, teayudaré,perotúdebesayudarmeamí, ¿entendido?-le pregunté.

Él asintió y se levantó, le agarré un brazo y lo pasé por detrás de mi cuello para poder sujetarme mejor. Caminamos entre los restos de nuestro hogar buscando a alguien, cuando encontramos a su madre esta me dio las gracias y yo le pregunté por mis padres, ella me dijo que estaban cerca de la casa del chamán antes del ataque. No me hizo falta saber de qué ataque se trataba, lo sabía perfectamente. Ahí comenzó mi odio hacia las serpientes de todas las clases, hacia los seres de sangre fría, en general. Corrí a la casa del viejo chamán y esta se encontraba totalmente en llamas. Perdí mi esperanza y hui al bosque. Allí me dediqué a olvidar. Curé los rasguños de Peter con hojas y líquidos que mi madre me había enseñado a encontrar. La primera noche busqué el árbol del hada, era cómodo y se estaba muy a gusto allí. No lo encontré, sin embargo, sí que encontré un árbol bastante grande dónde pude acomodarme para dormir. Era mi segunda noche sola, exceptuando a Peter que dormía unas ramas más arriba. Me tapé con las pocas ropas que había conseguido encontrar en el poblado antes de irme. Miré a Peter, él ya dormía. Mi mirada se dirigió a las lunas y recé a Aldun y a Wina para que encontraran a mis padres y les hicieran saber que les quería y que me encontraba bien. Cerré los ojos y me dormí entre el leve susurro del aire al pasar por las hojas.

Estaba en casa, con Peter, papá, mamá y mi nuevo amigo Arthur. El pequeño zorrillo ya había crecido, al igual que Arthur y yo. Él llevaba unos palos para apoyarse, la pierna no se le había curado bien, por eso el chamán le dijo que debía sujetarse a algo para no caer. El ataque nunca había sucedido, eso ha sido un sueño tuyo, me decía el chamán. Pero yo sabía que era real, yo sabía que había sucedido y que Aldun y Wina me habían escuchado. Sabía que había vuelto atrás en el tiempo, conservando a Peter y evitando el ataque. Porque el ataque fue por mi culpa.
Mamá me tocó el hombro y le dirigí una amable sonrisa. Ella intentó devolvérmela pero no pudo. Algo le pasaba, ella no era así. Noté como la fuerza de su mano aumentaba y apretaba cada vez más mi hombro. Consiguió hacerme daño y le grité que se parara pero ella no lo hizo. En su cara apareció una mueca de dolor y comenzó a desaparecerle el rostro, se le ponían los ojos en blanco en lugar de ese negro brillante que ella siempre había tenido, su piel verde se volvió pálida y se quemó. Mamá se convirtió en cenizas. Cuando quise darme cuenta solo estaba yo, ni los restos de mamá, ni papá ni Arthur ni Peter. Escuché algo detrás de mí y me giré alarmada, era una alada sombra, demasiado delgada para ser un dragón. Dejó mostrar su rostro y sacó sus afilados colmillos… y se rió. Se rió, emitió un sonido parecido a una carcajada, pero con maldad, mucha maldad. Quise tirarme encima de aquel bicho repugnante pero no podía moverme. Él sí pudo y enroscó su cola alrededor de mi cuerpo, comencé a quedarme sin aire…


Me dolía todo el cuerpo, estaba en el suelo, me acababa de caer de la rama. Una pesadilla, mi primera pesadilla desde que nací. Miré arriba y vi a Peter alarmado queriendo bajar del árbol sin saber cómo. Me acerqué a él y le ayudé, este me recompensó con muchos besos y le dediqué una enorme sonrisa, era lo único que me quedaba. Subí al árbol a por las camisas que me habían servido de manta aquella noche. Cuando bajé Peter estaba intentando coger algo con la boca, más bien atraparlo. Hice que se calmara y la pequeña hadita apareció de nuevo. Como no me entendía me dijo que me enseñaría a hablar despacio, como el resto de razas de Idhún. A mí me pareció estupendo, así podría comunicarme con los demás sin necesidad de gestos o cualquier otra forma de comunicación no oral. Aquel día comencé mi independencia con la pequeña hada y con Peter, alejándome de mi infancia y de mi familia a la que tanto quería pero que ya no podía decírselo.
Pasaron varios días desde el ataque, en ellos aprendí a olvidar el pasado y a concentrarme en el futuro, en mi futuro. No se me daba nada mal hablar despacio, era muy distinto a hablar con cualquier yan, el hada resultó llamarse Ella.

-Y... ¿Qué piensas hacer cuando me vaya?-me dijo.

-¿Irte? ¿Te vas a algunlado?-le pregunté nerviosa.

-Recuerda, habla calmada-dijo mirando el cielo-Supongo que deberé irme algún día, ¿no crees? Yo también tengo que explorar-dijo con una sonrisa.

-Entonces, ¿no me acompañarás?-dije, mirándola extrañada. Era el hada que había cambiado una pequeña parte de mi vida, me había hecho conocer a Peter y me había ayudado a cambiar mi forma de pensar sobre los seres vivos, también a hablar con gente normal, no podía dejar que se fuera-Ella… no puedes dejarme sola, creí que estaríasconmigopara siempre…-dije algunas palabras rápido sin querer, estaba demasiado alterada.

-He de hacerlo, me voy-dijo dándome una sonrisa-. Cuida de Peter y practica con él el habla, no te olvidaré-dijo alejándose.

No añadí nada más, dejé que se fuera, lejos, esa era su decisión y la había tomado. Ahora era yo la que tenía que enfrentarme al presente y al futuro, a la vez que olvidaba el pasado.
Martah Burdock
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Su personaje es: Feérica-yan {Mestiza} y maga de 2º grado.
Trabaja de: Domadora Haai
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