Encuentros en Shia {Shiro y Kylar}

Cuando estuve un rato descansando, me puse en pie de nuevo para continuar mi viaje. Para mi mala suerte, estaba empezando a tener hambre y no llevaba nada de dinero encima. Solté una pequeña carcajada, y me dirigí hacia un puesto que llevaba un vendedor ambulante. Cuando recordé que me había quitado la capucha antes, me la volví a poner en seguida. Tenía experiencia en robar, llevaba mucho tiempo haciéndolo. Con intención de quitarle algo con disimulo, me paré en frente de su puesto. 

 Mi vista se clavó en unas frutas muy raras, nunca las había visto. Eran de color rojo, y muy brillantes. Tenían muy buena pinta. El hombre pareció notarlo, y me dijo: 

-Esas son deliciosas, ¿te apetece una? 

 -¡Bieen! – grité mientras entrelazaba mis dedos frente a mi cara. Estaba a punto de saltar de lo bien que me había sentado. 

Con cuidado, mirando a todos lados antes, bajé de nuevo para ir por ahí tan tranquilamente. “No creo que el hombre se molestara mucho, solo eran un par, no es una gran pérdida”. Supuse que habría dejado de seguirme por eso. Saqué una de las frutas del bolsillo y le di un bocado. 

-¡Qué dulcee! – dije para mí, mientras ponía cara de felicidad.

Vivir, es como mentir a la muerte. Una pausada mentira, razonada y concienzuda que inspiraba a la cesura, pausa musical entre muerte y su encuentro con ella. Importaba para aquellos que inspiraba esa bendita palabra, importaba para aquellos que sifrutaban d aquella lograda mentira, una mentira a la parca que permitía la existencia, la contemplación de la simple naturaleza. Bendición de algún loco, bendición de algún Dios quizás, pero bendición al fin y al cabo.

Lo s ojos, espejmo del alma, escapaban de aquella cesura entre cientos de colores, formas y vestigios diferentes; Kyle, expectante, inspirador de la cesura. Sus ojos, viajaban entre cientos de metros, observaban lo propio, se quedaban maravillado con lo extraño. Aunque, por más que observara, por más que inspirara con tranquilidad disfrutando de su receso, sabía que su cesura acabaría, el último respiro no tardaría demasiado en llegar.

Unas manos ligeras se abalanzaron casi irrespetuosas ante los ojos de Kyle, un espíritu de fuego las impulsaba a tomar lo que no era suyo, unos ojos preciosos, un pelo blanquecino que lo atrapó y le obligó a seguir su rastro. Sin embargo, lo que más le llamó la atención de aquella aprendiza de ladrona fueron sus gestos desarbolados, una mano ligera para robar, pero errores en la ejecución de la obra de teatro. Una pena. Incluso el tendero la observó alejarse, con un gesto amable le detuvo y entregó la cuantía en oro que ella había sustraído, esta noche no comería caliente a este paso…

-No está mal…pero debe currarse un poco más la actuación previa-

Seguirle el rastro no había sido exactamente difícil, sí complicado, seguir el rastro de un ladrón es como buscar una antigua reliquia, los restos y seguirle el paso a una nueva obra de arte. Tranquilo, con paso taimado sus pasos le dirigieron hasta un árbol cercano, dejando caer todo su cuerpo sobre el tronco del árbol:

-Buenas tardes...¿Cuál es su nombre?-

Su voz sonaba tranquila, parecía mecida por las aguas; sus ropas, cuidadas al milímetro para no parecer un ladrón pero para habilitar el robo sin ser visto, su rostro, al descubierto, para no llamar la atención de aquellos que solo buscara al ladronzuelo. Querida sonrisa, una buena crónica...

Santuario, una palabra que aquí significaba un mar tranquilo en un océano de problemas. Así, Kyle se sumergió en aquel tranquilo lugar como un santuario, aún consciente que fuera de allí los problemas seguían en pié, como un árbol...expectantes, eternos, nunca desaparecerían, los ojos esmeraldas de Kyle eran parte de aquel Santuario. Un exterior intranquilo, impoaciente de que salieran de allí...un exterior que con palabras triste y funestas definiría con dos palabras:Devenir y salvación. Su impaciente mirada extinguía las esperanzas de volver a salir hasta haberse encontrado taimado que no tranquilo, observando la amplia sonrisa de su compañera negó con ligereza:

-Quizás no sea yo tampoco la mejor compañía, pero somos los únicos y por tanto los mejores que nos podemos hacer compañía...-

Se encojió de hombros con suma elegancia en cada movimiento, una tranquila sonrisa y pausada esperó a que su espalda tocara la húmeda hierva a que su nuca rozara la brizna de la hierva y el aire fresco inundara sus pulmones. Esperaba no volver a moverse, respirar y quedarse quieto, dejar y tan solo dejar su cuerpo varado allí, poder poner un Fin a una historia extraña..pero cuanto más vívía más sabía que los problemas no cesarían y que más lejos estaba de un ansiado fin:

-Me dirijo hacia una taberna a salvar a un viejo amigo...pero este lugar, parece un lugar, un santuario, perfecto. ¿Y usted?-

Su voz sonó como un débil suspiro, un reposo tranquilo antes de un viaje que duraría demasiado tiempo...