Rol Memorias de Idhún
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Leyendas: La Última Melodía

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Mensaje  Invitado Vie Mayo 30, 2014 6:53 pm



Áurea caminaba serena por el centro de la plaza de Vanis, la hermosa capital del reino humano de Vanissar. Observaba a un lado y a otro los diferentes mercaderes y comerciantes que ofrecían sus productos y gangas a un precio asombroso. Comerciantes ambulantes, panaderos, artesanos, herreros, un par de juglares que cantaban sus leyendas a los cuatro vientos, y algún que otro guardia.
Por su puesto observó también a la muchedumbre que se acercaba a cada puesto de los mercaderes.

Áurea se paró, justo en el centro, y miró a todos lados, como buscando algo. Las personas, lanzando gritos de alabanzas, alegría y cumplidos, se acercaban a la chica y pronto empezaron a rodearla. ¡Es la Joya de Nanetten!, gritaban incluso algunos.

Áurea, un poco ruborizada, agradecía todos los cumplidos entre sonrisas y saludos.

Entonces, cuando la muchedumbre comenzó a guardar un poco más de silencio, ella, aún avergonzada, dijo:

-Gracias a todos por recibirme de esta forma. He venido desde Nanetten ilusionada con conocer esta maravillosa región. Vanissar es increíble y por supuesto, Vanis también.-Áurea distinguió de nuevo algunos aplausos y gritos de alegría.-Como agradecimiento por todo el recibimiento que me estáis dando en la ciudad, querría cantaros una canción, que narra una historia muy interesante que me contaba mi abuela cuando a penas era una niña.- Álora sonrió y después cerró los ojos.

Comenzó a cantar una canción hermosa y suave como la propia lux que brillaba en sus ojos. El público guardó silencio absoluto. Todos la miraban, maravillados. No solo su voz era increíblemente hermosa, ella misma era preciosa. La canción narraba una leyenda antigua, poco común en los humanos. Fantasía era mayoritairamente lo que entretenía a los fieles humanos. Áurea cantaba lo siguiente:


NARRACIÓN. LA ÚLTIMA MELODÍA.

Se trata de una historia que creé hace tiempo en otro foro xD
Me gustaría compartirla con vosotros y así ganar algunas monedad para mi personaje xD
No tiene nada que ver con Idhún, pero sí se desarrolla en un mundo fantástico llamado Nandora.
Os dejo el prólogo y el primer capítulo.


PRÓLOGO

No era una noche fría. La Luna y las estrellas jugaban en el cielo garathiano y la gran vegetación contrastaba con las sombras creando una increíble vista de la capital edrilla. Garath era una de las ciudades más hermosas e importantes de toda Nandora. Se situaba, de forma extraña e inexplicable, levitando en el cielo y el viento salvaje rasguñaba los matorrales y las casas de la ciudad.
Me encontraba, como de costumbre, sentado en el patio mirando la belleza de la nocturnidad y del cielo cuando mi padre entró precipitadamente por la puerta trasera. me miró preocupado y se cruzó de brazos.

-Rápido, coge lo que necesites, nos tenemos que ir ahora.

-(¿¡Ahora!?, ¿estás de broma?)-pensé. Llevábamos trece años viviendo en la gran capital y mi padre, de repente, quería marcharse. Evidentemente hice, sin preguntas ni interrogatorios absurdos y terminé la maleta. Media hora después estábamos recorriendo las calles de la perisferia de Garath a una rapidez increíble.
Los altos elfos nos miraban serios e intrigantes, pero aún así, nadie nos detuvo.
Por más razones que intenté buscar para nuestra marcha, no pude encontrar ninguna válida. Mi padre sabía algo y no me lo quería confesar, a pesar de mi insistencia. Sentía las miradas penetrantes de los elfos y los duendes y empecé a estremecerme. Nunca olvidaré esas miradas, eran como si se clavaran en tu mente e impeccionaran todos tus recuerdos y secretos. Los elfos somos personas muy serias y educadas y en Garath, la Ciudad del Orden, esta característica se refuerza aún más.
Seguimos avanzando por las calles y a esas horas de la noche todos los locales públicos estaban cerrados. Volví a preguntar de nuevo la razón de nuestra marcha a mi padre pero no me contestó. -"Pronto lo entenderás"- , comentó.
Quería conocer la verdad en ese momento, no me valía esa escusa. "Ese pronto" se transformó en varios años después.

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NOTA: (El "Día Negro" no es el 6 de Junio por ninguna razón en especial, sino que como el número de Satanás es el 666 y el día 6 del mes 6 (Junio) es ese, pues lo elegí así)

Llamaban maldito al que nacía cierto día del año, el "Día Negro". El seis de Junio, Día Negro, nació Sidus, mi único hijo.
El primer síntoma de maldición llegó con el bebé. En el primer sollozo de vida la muerte apareció sembrando la tristeza y el dolor. Lotto, la madre de mi hijo, murió en el parto. Los elfos somos una raza fuerte y resistente. Un parto no es ningún problema grave para una madre elfa, suele sobrevivir perfectamente. A los habitantes de Garath les extrañaron que el mismo día del nacimiento de Sidus, su madre muriera siendo tan joven y fuerte. Lotto siempre había sido una mujer admirada y querida. Su muerte nos dejó un gran vacío.
Me encargué yo solo durante quince años del chico elfo. Nació fuerte y sano. Bastante alto, más que nosotros, sus padres. Tenía los mismos ojos dorados que su madre y el mismo tono capilar que yo; su cabello era oscuro, liso y bastante corto. Con tan solo diez años los problemas comenzaron a aparecer, tal y como aveciné. Al fin y al cabo, Sidus había nacido ese día tan temido por todos los habitantes de Nandora. Los murmuros comenzaron a relevarse y pronto toda la ciudad sabía ya nuestro pequeño secreto.
Sidus era, supuestamente, un elfo maldito.

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Recorrimos kilómetros y kilómetros hasta salir de las murallas garathianas, viendo a los presentes mirándonos y murmurando seriamente. En ese instante no sabía que grato insulto podía ser un maldito y los lugareños no paraban de gritármelo. - "¡¡Asesínalo!! ¡Está endemoniado, es hijo de Allenas, es un maldito!!" -gritaban a mi padre.
Comencé a preocuparme rápidamente. ¿Qué les había hecho yo a aquellas personas?, ¿por qué gritaban mi muerte?,
¿qué quería decir que estaba "maldito"? El miedo me invadió por completo.
Yo no era el único que estaba asustado. Pude ver las lágrimas de mi padre en su rostro, y encones mi preocupación se duplicó. Mi padre nunca lloraba, si algo puedo decir de él es que su fuerza de voluntad y su forma de asimilar el peligro eran sorprendentemente magníficos y que en ese momento, estábamos en verdaderos problemas. No tiene que ser fácil escuchar como llaman maldito a tu hijo.
Los gritos fueron sustituidos por piedras y pronto, éstas por flechas de fuego. Los guardas llegaban de tres en tres y pronto nos vimos rodeados por más de veinte soldados. En círculo, con nosotros atrapados en el centro, los soldados armados comenzaron a avanzar lentamente hacia nosotros. Prepararon las armas, alzaron las espadas, apuntaron con los arcos, acercaron las lanzas y colocaron a los magos. Los segundos parecían interminables y cada vez los soldados estaban más cerca. ya podía sentir los alientos de los más cercanos cuando cerré los ojos y una especie de viento se movió a nuestro lado.

-(La muerte)-pensé.

El sonido de una espada resonó en mis oídos y abrí inmediatamente los ojos. Afortunadamente no era la muerte. El viento anterior se solidificó en una especie de relámpago que se movía a una velocidad imperceptible por la vista al rededor de los presentes.
En una milésima de segundo me pareció divisar la silueta indefinida de una persona que rápidamente se disolvió en el aire. Los soldados caían muertos a la llegada del relámpago y el impacto sonaba como el choque de dos objetos metálicos, como el sonido del silbido de una espada. Una vez todos los soldados muertos el relámpago desapareció sin más y el silbido de la espada también cedió. Aunque fuese por minutos, la calma regresó. Encima de nuestras cabezas apareció una especie de rosa negra con un lazo del color de la sangre. Inmediatamente y sin razón aparente, la rosa se partió en dos y desapareció en la oscuridad de lanoche.
Estaba aturdido, asustado y enfadado al mismo tiempo y no pude decir nada. La voz no me respondía. Miré a mi padre a los ojos. Me sonrió y ambos suspiramos a la vez de puro alibio.

-Un satsushi, hijo. Un satsushi nos ha salvado la vida.

Mi padre continuó el camino y yo rápidamente lo seguí, incorporándome a su lado.


CAPÍTULO 1: Sangre

Aún no podía creer lo que había ocurrido. Las imágenes del satsushi seguían firmes en mi memoria, aún podía escuchar el silbido de su espada a pesar del tiempo transcurrido.

-¿Qué es un satsushi?-me atreví a preguntarle a mi padre. Es curioso que no supiese lo que significaba ese término y más cuando uno de ellos me había salvado la vida.

-Los satsushis son una especie de asesinos expertos recopilados por una organización secreta, Glasnost.

-Glastost...-repetí, mirando al vacío, pensativo.

-Glasnost significa "Transparencia". Los satsushis viven ocultos al resto de la sociedad. Pocos los conocen. Reciben órdenes directas de sus líderes y deben cumplirlas. Están bastante entrenados y su objetivo es acabar con el mal y hacer justicia-mi padre me explicó rápidamente estos detalles mientras avanzábamos hacia el Desfiladero, la montaña que une a Garath con la tierra firme. El desfiladero es una altísima montaña y en su cumbre se encuentra Garath, la Ciudad del Orden y la Reliquia edrilla, El "Árbol Dorado".
Esta zona estaba bastante custodiada. No permitían subir a cualquiera que quisiese a la gran capital, y mucho menos a la Reliquia Dorada. En Nandora había un total de cinco Reliquias, cada una repartida en una región y la de Edra, la Reliquia Dorada, era la más importante. Tal vez el Árbol Dorado sea la causa de la levitación de Garath en el cielo.
La noche apretaba y la oscuridad era cada vez mayor. Bajábamos por el Desfiladero y la niebla cubría todos los árboles y precipicios que había. Es muy peligroso bajar por el Desfiladero de noche, pero mi padre y yo no teníamos más opción.
La próxima vez seguramente el misterioso satsushi no estaría para salvarnos.
En ese momento solo podíamos fiarnos de nuestro instinto y vista élfica. Un solo error... un solo error y seríamos el desayuno de los lobos.

Bajar por el desfiladero nos llevó casi toda la noche. Cuando por fin pisamos tierra firme el alba estaba apareciendo y nosotros llegamos al río que bordea el desfiladero. El río era bastante extenso y nuestras fuerzas se habían agotado por completo la noche anterior en los acantilados montañosos del Desfiladero, no podíamos cruzar el río nadando.
Mi padre me contó que había quedado el día anterior con un comerciante en la orilla del río. El comerciante nos trasladaría a través del río fuera de Garath y sus ciudadanos. Al menos, ese era el trato. Mi padre empezó a preocuparse. No paraba de dar vueltas de un lado para otro, mientras agitaba las manos en todas las direcciones. Los rayos del sol nos estaban abrazando en mitad de la orilla, no había nada de vegetación en aquel lugar, ni siquiera un fuerte árbol que nos pudiese hacer sombra en nuestra espera. Me senté en la arena, pensativo. ¿Por qué me habían llamado antes "maldito"? No podía olvidar las palabras de aquellas personas. Yo tenía la culpa, yo tenía la culpa de todos nuestros problemas. Aquellos soldados nos habían atacado por mí, querían apresarme o peor aún, matarme. Trece años viviendo en la misma ciudad y, de la noche a la mañana, todo desaparece, toda mi infancia se rompió como si solamente hubiera sido un sueño. Mis amigos, las calles garathianas, el Árbol Dorado, la tumba de mi madre... En ese momento no sabía que hacer, solo mi padre me dio fuerzas para seguir adelante, para luchar, para huir de aquellos malditos traidores. Viendo su increíble espíritu y su amor me fortalecía yo a mí mismo. Me hacía mas maduro. Ya tenía quince años, el destino estaba comenzado a poner las cosas en su sitio, no había elegido a Garath para mí...

Comenzaba a anochecer. El atardecer iluminaba el mar y la costa. Podía ver el sol reflejado en el agua, era precioso, los delfines saltaban de un lado para otro, las aves volaban cerca de la superficie marina y el sol empezaba a desaparecer lentamente. No pude dejar de pensar en mi madre... es muy duro no conocer a tu propia madre. Siempre me faltó ese cariño, esa fuerza, ese amor insustituible que te regala una madre. Mi padre siempre había hablado muy bien de ella, fue una mujer bondadosa y humilde, como todos nosotros.

El atardecer vino seguido de soldados. Tanto mi padre como yo sabíamos que los garathianos no iban a desistir tan fácilmente y los sucesos de la noche anterior se repitieron. El número de soldados aumentó considerablemente, ahora eran treinta, o cuarenta, o sesenta, ¡cada vez salían más! Rápidamente, mi padre me agarró fuerte del brazo y echó a correr. Los soldados nos vieron desde lejos y gritaron algo. No pude oírlos. Empezaron a correr hacia nosotros, como si fuéramos delincuentes o asesinos. Salían de todos lados, la multitud comenzaba a avanzar rápidamente hacia nosotros. Esta vez si nos iban a atrapar, no teníamos salida, no teníamos escapatoria..
El mar tampoco nos dejaba escapar. Caí al suelo, abatido, humillado. No había hecho nada, pero aún así, esos malditos garathianos insistían en mi persecución. NO había hecho nada...
Ya estaban prácticamente encima de nosotros cuando mi padre me gritó. "Levántate, rápido, hijo rápido".
El día se apagaba en aquel momento, la luz solar desaparecía entre las sombras y la noche estaba a punto de caer.
Vimos un bote que se acercaba desde la lejanía. Mi padre disimuló, pero se notaba la alegría en su rostro, era como si le hubiera dado un ataque de felicidad de repente. Sabíamos que era nuestra única oportunidad. Sabía que era mi única oportunidad. Los elfos no pudieron verlo, o tal vez no se interesaron en la barquichuela, que se acercaba lentamente hacia nosotros. Estaba justo detrás de nosotros.

-Deteneos y entregaos-gritó uno de los soldados desde la lejanía, serio-Sidus de Feniell-me miró profundamente, con cara de repugnancia y odio, sacó un pergamino élfico-Estás acusado de ser un ...

-¿¡Qué es lo que queréis de nosotros!?-contestó desde lejos. Noté que mi padre no quería que el soldado confesase algo. Suplicó con el rostro. El soldado asintió.

-Iré hacia ellos, quiero que corras hacia la barca y por nada del mundo retrocedas. Por nada del mundo...-mi padre me miró a los ojos, serio, asustado, indeciso... pero también pude ver esperanza en ellos, podía ver la esperanza de que yo me salvara... de que yo viviese... por lo mucho que a él le costase.

-¡¡Vámonos los dos, podemos huir los dos de los soldados, padre, rápido, vamos hacia la barca!!

Respondí a su esperanza con esas mismas palabras, creyendo que era lo que íbamos a hacer: NO.

-No, Sidus. Si nos vamos los dos, los soldados nos seguirán por el río. No nos podremos salvar los dos. No te podrás salvar ni siquiera tú... ¡¡¡Corre, corre hacia la barca!!! ¡Yo los entretendré mientras remáis lejos de estas tierras!

*Obedecí a sus palabras. Corrí hacia la barca yo solo, corrí sin mirar hacia atrás, sin retroceder, sin pensar en nada, nada más que todos aquellos momentos que había pasado con mi padre, aquellos momentos tan especiales...
Subí rápidamente a la barca. El comerciante era un hombre recio, de gran barba y pelaje. Estaba preocupado, bastante preocupado.

-¡Vamos rápido, rema fuerte si quieres que nos salvemos!-cogí el remo a una velocidad increíble. Yo también estaba preocupado, o más que eso: asustado. Mi vida estaba en juego. Remé fuerte, otra vez sin retroceder, sin parar por nada del mundo, sin remordimientos... sin mirar hacia atrás, sin mirar a mi padre por última vez. Probablemente ya jamás volvería a verlo. Nuestros destinos se habían separado para la eternidad, tal y como pensé horas antes: el destino no había elegido Garath para mí.


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Los soldados se apresuraron a rodearme. Ya nada me importaba. Había salvado a mi hijo, la barca se alejaba considerablemente de nosotros. Los soldados estaban enfurecidos, no cabían en sí de rabia e ira. Me miraron.

-Grathes de Feniell, padre de un maldito-dos soldados se aproximaron a agarrarme fuertemente de los brazos, no podía moverme, además tampoco tenía armas para poder defenderme-Has colaborado con un hijo de Allenas, un demonio. Sabes lo que ello conlleva. Que seas el padre, no te dará la amnistía para la muerte. Y lo sabes-el soldado desenfundó una espada dorada que tenía en su cota.

Supe cual iba a ser mi destino. Supe que era lo que iban a hacer. Todo pasó bastante rápido, tan rápido que duró menos de lo que yo creía. Pude distinguir el símbolo de la ciudad Garath en la espada. Cuando el elfo acercó la espada a mi garganta, no pude evitar cerrar los ojos. Imaginé a mi hijo huyendo por el mar muy muy lejos de todos ellos. Sonreí. También me acordé de Lotto, por fin volvería a verla, después de tanto tiempo, los dos protegeríamos a nuestro hijo desde el Paraíso, nadie podría hacerle daño con nuestra protección. Los malditos no deberían morir, no deberían morir por el simple hecho de haber nacido el seis de Junio, el Día Negro. Ya se nos castigó una vez, y estoy seguro, que los dioses de Nandora volverán a hacerlo de nuevo algún día, tal vez dentro de muchos años. Estos crímenes no podrán salir impunes.

No me arrepiento de nada hijo. No me arrepiente de haber dejado a los satsushis para criarte. No me arrepiento de que fueras un supuesto "maldito", prefiero mil veces morir aquí a no haberte conocido nunca. Suerte...-susurré esas mismas palabras con todo el amor de mi corazón...


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La lluvia barnizó la glacial noche. No pude evitar sentir un estremecimiento de puro frío.
Jamás podré olvidar aquella escena. Fue el momento más doloroso que nunca he vivido. Ver como asesinan a tu propio padre desde lejos...
Podía distinguir perfectamente las sombras de los soldados y la de mi padre, como caía al suelo abatido, la sangre ensuciando la orilla del río, su cuerpo yacente en el suelo... Miré al cielo nocturno mientras el comerciante seguía remando, no dijo nada. Todo me recordaba a él en aquellos instantes. Ya no me quedaba nadie, ya no me quedaba nada, estaba solo. Solo yo con la naturaleza, la Luna, las estrellas, el cielo oscuro, el mar...

Mi padre me había criado él solo, eso es algo que le deberé y le agradeceré por siempre.
Tiene que ser muy duro criar solo a un hijo, y más cuando la muerte de tu esposa se siente reciente. Mi padre era aquél que estaba las noches que tenía pesadillas y me protegía, era aquél que velaba por mí todas las noches cuando era tan solo un bebé, era aquél que trabajaba noche y día por poder darme algo de comer, era aquél que me ensañaba y educada en mis fallos, aquél que jugaba conmigo cuando todos me rechazaban y era aquél que se sentaba a mi lado cuando necesitaba desahogarme. Ese es el sacrificio que hizo mi padre por mí.

No pude evitarlo. Cerré los ojos, con el sonido de la lluvia bombear en el río y en la barquichuela y el silencio de la oscuridad. Mañana sería un día difícil. El sueño me conquistó por completo, llevaba un día completo sin dormir.
Mis sueños estaban repletos de momentos felices y pasados que jamás olvidaré, en todos ellos salía alguien muy especial para mí. En todos aquellos bonitos recuerdos la dulce melodía de una flauta bañaba mi ser y me envolvía en aquella noche tan trágica y fría.



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