Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
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Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
Me removí incómodo en la cama. Dos semanas habían pasado ya des de mi despertar en Drackwen, en la enfermería, lleno de vendajes y parches y ungüentos de extraños olor y color. Se acercaba el ocaso y la luz que se colaba entre las pesadas cortinas de terciopelo que cubrían los inmensos ventanales se convertía en un largo hilo anaranjado que trazaba un camino brillante desde las ventanas hasta la pared. En tal luz, las pomadas que recubrían mi pecho y vientre parecían de color de lodo, pero su hedor las delataba como verdes.
Me incorporé. Apoyado contra la pared y mirando al techo de piedra, sufrí en silencio hasta que el dolor de las heridas cesara y tomé con cuidado un viejo libro que descansaba sobre la mesita de noche. En finas letras doradas sobre el encuadernado de cuero se podía leer "Mitos y leyendas de Idhún". Pasé páginas con ansias hasta toparme con el que andaba buscando. Con letra pequeña y apretada se describía la fábula de un extraño animal que habitaba Derbhad. Un precioso dibujo de la criatura adornaba la página contigua, bajo el que se seguía detallando el misterio que rodeaba el animal. Oí un ligero caminar y cerré el tomo de golpe, elevándose así una nube de polvo que me hizo toser. La contracción de los músculos me provocó un horrible dolor y la baca se me llenó de calor y sabor a hierro. Escupí la sangre y la muchacha que antes había oído acercarse se abalanzó sobre mí en pos de mi socorro.
-¿Estás bien? -La joven parecía asustada, como si no estuviera preparada para enfrentarse al reo de sanarme. Tenía la boca entreabierta para tomar aire después del susto, y me miraba con unos brillantes ojos dorados. Su rostro ovalado, cubierto de pecas cabe la chata nariz, estaba enmarcado por una mata de rizado pelo color caoba. Era una de las enfermeras de Drackwen, poco experimentada, que se ocupaba de mí cuando no estaba las veteranas.
-Tranquila, Sylme -musité, aún recuperándome del dolor en el pecho. Ella me seguía mirando con gesto de duda-. Llévame a que me quite la porquería esta, anda -dije, señalándome los ungüentos.
En silencio me llevó hasta la sala de baños, donde me despojé de las vendas para meterme en las calmadas aguas tibias de la bañera. A mi alrededor apareció una nube verdosa que avivé al frotarme con sumo cuidado las heridas cubiertas de pomada. Paré de frotar cuando la mancha se tornó ligeramente roja y esperé hasta que el agua volviera a ser cristalina para poder ver la evolución de mis heridas. Donde la última vez que me desperté, días atrás, había dos profundos cortes negruzcos, uno en el costado y otro en el vientre, ahora había sendas finas líneas carmín, cubiertas de horrendas costras y bordeadas de un halo verde, fruto del ungüento.
Me levanté de la bañera, cubriéndome el agua como una túnica mientras esta volvía de mis hombros al reposo de la tina, y me acerqué a Sylme para que me aplicara de nuevo las vendas. A penas me miraba, pese a saber que la requería, y me cubrí con una toalla que encontré tirada en un taburete para no incomodarla. Tosí suavemente para llamar su atención sin sacrificar la integridad de mis pulmones.
-Sylme, el ungüento por favor -pedí por segunda vez.
Inmediatamente se acercó y metió los dedos en un bote que olía a yerbas y algo hediondo cuya composición prefería desconocer. Con los dedos untados de la pomada me cubrió las heridas y luego las vendó con mucho cuidado de no abrirlas de nuevo. Tras ello, me llevó de vuelta a la enfermería y me acostó en la cama. Desapareció de mis vista un momento para retornar con una taza que contenía un líquido caliente y violáceo. Le lancé una mirada recelosa, sabiendo lo que era aquella infusión, y tomé el tazón de sus manos y me bebí su contenido de un sorbo. Era agradable al paladar, dulce, lleno de sabores asilvestrados, pero sabía que aquello no era una simple infusión sino un somnífero muy potente.
Me incorporé. Apoyado contra la pared y mirando al techo de piedra, sufrí en silencio hasta que el dolor de las heridas cesara y tomé con cuidado un viejo libro que descansaba sobre la mesita de noche. En finas letras doradas sobre el encuadernado de cuero se podía leer "Mitos y leyendas de Idhún". Pasé páginas con ansias hasta toparme con el que andaba buscando. Con letra pequeña y apretada se describía la fábula de un extraño animal que habitaba Derbhad. Un precioso dibujo de la criatura adornaba la página contigua, bajo el que se seguía detallando el misterio que rodeaba el animal. Oí un ligero caminar y cerré el tomo de golpe, elevándose así una nube de polvo que me hizo toser. La contracción de los músculos me provocó un horrible dolor y la baca se me llenó de calor y sabor a hierro. Escupí la sangre y la muchacha que antes había oído acercarse se abalanzó sobre mí en pos de mi socorro.
-¿Estás bien? -La joven parecía asustada, como si no estuviera preparada para enfrentarse al reo de sanarme. Tenía la boca entreabierta para tomar aire después del susto, y me miraba con unos brillantes ojos dorados. Su rostro ovalado, cubierto de pecas cabe la chata nariz, estaba enmarcado por una mata de rizado pelo color caoba. Era una de las enfermeras de Drackwen, poco experimentada, que se ocupaba de mí cuando no estaba las veteranas.
-Tranquila, Sylme -musité, aún recuperándome del dolor en el pecho. Ella me seguía mirando con gesto de duda-. Llévame a que me quite la porquería esta, anda -dije, señalándome los ungüentos.
En silencio me llevó hasta la sala de baños, donde me despojé de las vendas para meterme en las calmadas aguas tibias de la bañera. A mi alrededor apareció una nube verdosa que avivé al frotarme con sumo cuidado las heridas cubiertas de pomada. Paré de frotar cuando la mancha se tornó ligeramente roja y esperé hasta que el agua volviera a ser cristalina para poder ver la evolución de mis heridas. Donde la última vez que me desperté, días atrás, había dos profundos cortes negruzcos, uno en el costado y otro en el vientre, ahora había sendas finas líneas carmín, cubiertas de horrendas costras y bordeadas de un halo verde, fruto del ungüento.
Me levanté de la bañera, cubriéndome el agua como una túnica mientras esta volvía de mis hombros al reposo de la tina, y me acerqué a Sylme para que me aplicara de nuevo las vendas. A penas me miraba, pese a saber que la requería, y me cubrí con una toalla que encontré tirada en un taburete para no incomodarla. Tosí suavemente para llamar su atención sin sacrificar la integridad de mis pulmones.
-Sylme, el ungüento por favor -pedí por segunda vez.
Inmediatamente se acercó y metió los dedos en un bote que olía a yerbas y algo hediondo cuya composición prefería desconocer. Con los dedos untados de la pomada me cubrió las heridas y luego las vendó con mucho cuidado de no abrirlas de nuevo. Tras ello, me llevó de vuelta a la enfermería y me acostó en la cama. Desapareció de mis vista un momento para retornar con una taza que contenía un líquido caliente y violáceo. Le lancé una mirada recelosa, sabiendo lo que era aquella infusión, y tomé el tazón de sus manos y me bebí su contenido de un sorbo. Era agradable al paladar, dulce, lleno de sabores asilvestrados, pero sabía que aquello no era una simple infusión sino un somnífero muy potente.
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Cuando desperté de nuevo a penas notaba ya dolor y me senté en la cama con cuidado, apoyando la espalda contra la helada pared. Después de la fiebre que habían provocado las heridas, el frío era algo a agradecer. Al enderezar el torso y resbalárseme la manta que me cubría, descubrí que las vendas habían desaparecido y que el dos finas líneas dentadas de color rosado eran el único recuerdo de los profundos tajos en mi tórax. Comenzaba a inclinarme para coger el libro de la mesilla cuando una voz suave sonó a mi lado con timidez.
-Señor... t-tiene visita...
Me giré para preguntarle a Sylme de quién se trataba, pero por el camino, mis ojos se toparon con la respuesta, que acababa de entrar por la puerta. Sonreí de oreja a oreja y contemplé a visitante con extrema alegría.
-¡Eli!
-Señor... t-tiene visita...
Me giré para preguntarle a Sylme de quién se trataba, pero por el camino, mis ojos se toparon con la respuesta, que acababa de entrar por la puerta. Sonreí de oreja a oreja y contemplé a visitante con extrema alegría.
-¡Eli!
Irkan- Señor de la Torre
- Mensajes : 1190
Puntos : 738
Fecha de inscripción : 07/08/2011
Edad : 28
Localización : Drackwen
Datos
Su personaje es: Irkan d'Ayora, mestizo feérico humano, Archimago (magia telúrica)
Trabaja de: Maestro de la Torre
Pertenece a: UUPSC Miembro #1, CDI Miembro #3
Re: Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
Me senté en una roca cerca del camino. Había vuelto a valorar el deambular horas y horas por caminos. Cansado de siempre volar, de querer llegar a los sitios deprisa y corriendo por una responsabilidad u obligación pesando en mi espalda. Era agradable poder volver a escuchar el sonido de los colibrís sobrevolando las flores, del viento meciendo las delicadas hojas del llorón que había junto el camino, del gran sol de Aldun que acariciaba la piel para volverla poco a poco más morena. El otoño ya había llegado a Idhún, y los árboles empezaban a mudar sus vestimentas. Pero en ese cambio no delataba la tristeza ni el despojo del invierno. Como si de un incendio se tratase, los tonos verdosos dejaban paso a tonos mucho más cálidos: rojos, naranjas, marrones... Parecía un festival. Mas, aquello que nunca podía tolerar de vagabundear por los caminos era que me entrasen piedras en las botas.
Me saqué la arena de las botas y dejé que lentamente se fuese colando toda hasta el suelo, disfrutando de esa parada después de dos horas andando sin parar. Sin volver a ponerme la bota otra vez, me saqué la otra y dejé que mis pies respiraran gozando de los tres soles. No sabía a donde ir, llevaba tiempo en pro a encontrar mi inspiración para mi nuevo libro de viajes en busca de algún animal aún por describir. No sabía exactamente en qué lugar de Drackwen me hallaba. Cabeceé y me quedé contemplando el vasto cielo. Las nubes parecían pequeños retazos de tela blanca: una cama deshecha, un vestido lánguidamente desprovisto de cuerpo... Bajé a la tierra de nuevo y miré a lado y lado, buscando la solución a mis problemas. Fue entonces que allí estaba. Majestuosa e impertérrita, se alzaba varios metros por encima de las altas copas de los árboles, como si de un desafiante faro enfrentándose a un mar ardiente durante una puesta de sol se tratase. Mis ojos se posaron en sus balaustradas formando magníficos balcones. Nunca olvidaría aquella torre, en parte, porqué todo lo que soy, es gracias a ella. La torre de Drackwen se alzaba a no más de dos horas andando. Sin rumbo y falto de provisiones, decidí acercarme. La hospitalidad de las torres era reconocida en todo Idhún por ser excepcional con los viajeros y aquellos que deambulan.
Me saqué la arena de las botas y dejé que lentamente se fuese colando toda hasta el suelo, disfrutando de esa parada después de dos horas andando sin parar. Sin volver a ponerme la bota otra vez, me saqué la otra y dejé que mis pies respiraran gozando de los tres soles. No sabía a donde ir, llevaba tiempo en pro a encontrar mi inspiración para mi nuevo libro de viajes en busca de algún animal aún por describir. No sabía exactamente en qué lugar de Drackwen me hallaba. Cabeceé y me quedé contemplando el vasto cielo. Las nubes parecían pequeños retazos de tela blanca: una cama deshecha, un vestido lánguidamente desprovisto de cuerpo... Bajé a la tierra de nuevo y miré a lado y lado, buscando la solución a mis problemas. Fue entonces que allí estaba. Majestuosa e impertérrita, se alzaba varios metros por encima de las altas copas de los árboles, como si de un desafiante faro enfrentándose a un mar ardiente durante una puesta de sol se tratase. Mis ojos se posaron en sus balaustradas formando magníficos balcones. Nunca olvidaría aquella torre, en parte, porqué todo lo que soy, es gracias a ella. La torre de Drackwen se alzaba a no más de dos horas andando. Sin rumbo y falto de provisiones, decidí acercarme. La hospitalidad de las torres era reconocida en todo Idhún por ser excepcional con los viajeros y aquellos que deambulan.
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Al traspasar el campo de fuerza que hay alrededor de la torre me hizo recordar mi condición. Drackass se revolvió en mi interior, despertándose de su letargo al que le había enviado para poder disfrutar de mi viaje a solas. Al estar tanto tiempo sin peligros a nuestro alrededor, nos habíamos sumido en un adormecimiento continuo. Nos faltaban ganas, vitalidad. Por culpa de la falta de problemas se había convertido en algo rutinario. El simple hecho de volver a ser llamado por parte de los nobles de Puerto Esmeralda para ayudarles con los piratas era nuestra única distracción. Ya sonaba muy lejano el tiempo de los reinos y la guerra en el Valle de los Ríos. Las botas repicaban en el suelo, haciendo un característico sonido que no pasaba desapercibido para los jardineros. Eso fue por el cambio de la estructura del camino, donde la tierra se hacía un hueco entre la violenta naturaleza dispuesta a comerse el camino al girar la cabeza en el bosque a un camino de piedras bien entrado en el jardín de la torre. El camino de piedras de color negro entonaban con el color de la torre, parecía una lengua que empezaba en la puerta de la torre y moría ante el camino de tierra que había más allá del jardín.
Fueron cinco minutos hasta llegar a la puerta. Allí, mis harapos de viaje sufrieron una transformación entre medio de pequeñas chispas y juegos de luces: donde había botas llenas de polvo, se convirtieron en elegantes botas negras; el peto aumentó de tamaño y tapó todo mi cuerpo, una camisa abierta con un cuello abierto, toda ella de color azul oscuro encima de una camiseta blanca; los pantalones estrechos y cortos recorrieron mis piernas hasta llegar a los tobillos, eran más holgados y obtuvieron un color azul oscuro, como la camisa; finalmente, de los hombros aparecieron en cada uno, dos puntos que se unieron por detrás de la espalda y bajaron hasta casi tocar al suelo, formando una capa, el dorso azul y el vientre rojo fuego.
Mientras el espectáculo se iba sucediendo, yo seguí caminando en dirección a la secretaría, donde daría mi nombre y les preguntaría para una habitación de sólo un día. la mujer al otro lado del tablón miraba aburrida los informes que yo rellenaba para asegurarse de quien era, desde la última era, los magos se preocupaban más por quién entraba en su torre y porqué. Una mirada aburrida, vacía y verdosa tañía por ser liberada de aquél horror. Esos ojos me recordaron mi gran suerte, la gran suerte de poder escapar y poder vivir mi vida tal y como quise. En eso que esa mirada verdosa aparta su campo visual de mi para seguir buscando más papeles, me quedo absorto en unos papeles que hay debajo del mostrador, en su mesa. Había unos garabatos donde salía un nombre conocido, IRKAN D'AYORA. Miré en que habitación estaba y no dudé en dejar a la mirada verdosa en su amargo aborrecimiento para poder ver a mi viejo amigo.
Fueron cinco minutos hasta llegar a la puerta. Allí, mis harapos de viaje sufrieron una transformación entre medio de pequeñas chispas y juegos de luces: donde había botas llenas de polvo, se convirtieron en elegantes botas negras; el peto aumentó de tamaño y tapó todo mi cuerpo, una camisa abierta con un cuello abierto, toda ella de color azul oscuro encima de una camiseta blanca; los pantalones estrechos y cortos recorrieron mis piernas hasta llegar a los tobillos, eran más holgados y obtuvieron un color azul oscuro, como la camisa; finalmente, de los hombros aparecieron en cada uno, dos puntos que se unieron por detrás de la espalda y bajaron hasta casi tocar al suelo, formando una capa, el dorso azul y el vientre rojo fuego.
Mientras el espectáculo se iba sucediendo, yo seguí caminando en dirección a la secretaría, donde daría mi nombre y les preguntaría para una habitación de sólo un día. la mujer al otro lado del tablón miraba aburrida los informes que yo rellenaba para asegurarse de quien era, desde la última era, los magos se preocupaban más por quién entraba en su torre y porqué. Una mirada aburrida, vacía y verdosa tañía por ser liberada de aquél horror. Esos ojos me recordaron mi gran suerte, la gran suerte de poder escapar y poder vivir mi vida tal y como quise. En eso que esa mirada verdosa aparta su campo visual de mi para seguir buscando más papeles, me quedo absorto en unos papeles que hay debajo del mostrador, en su mesa. Había unos garabatos donde salía un nombre conocido, IRKAN D'AYORA. Miré en que habitación estaba y no dudé en dejar a la mirada verdosa en su amargo aborrecimiento para poder ver a mi viejo amigo.
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Llamé a la puerta y me abrió una dulce chica. Le temblaban las manos y tenía la mirada allí y allá. Su frente delataba su preocupación. Supuse, por su temprana edad y por la preocupación que era una de sus primeras guardias. Las enfermeras deberían de colmarla de quehaceres y de esa forma ellas podía disfrutar de más tiempo en la sala de descanso bebiendo y comiendo.
- ¿Es esta la habitación del archimago Irkan d'Ayora? - le pregunté, un bote dió la pobre mujer al verme. No esperaba visita.
- A... Adelante milord - solamente articuló con su pequeña boca, la voz era un simple riachuelo que se hizo camino hasta mis oídos.
- Muchas gracias - contesté y con una sonrisa intenté consolarla, era evidente que no lo estaba pasando muy bien.
- Señor... t-tiene visita... - dijo al que debería ser Irkan.
-¡Eli! - me saludó, hizo el amago de saltar a abrazarme pero en su cara se denotaba el dolor sufrido y desistió.
Me acerqué y me senté a su lado, con los brazos lo rodeé como lo hubiera hecho él y sin hacer mucha fuerza le dí un buen abrazo, como no se dan últimamente.
- ¡Me alegro mucho de volver a verte amigo mío! - respondí a su saludo - Ya veo que no has cambiado nada, ¡qué debes de haber hecho ésta vez para acabar aquí en la enfermería!
Un cicatriz relucía en su tórax como si una marca del ejército se tratase. Ahora estaba mucho mejor, pero era fácil de advertir que su curación no había sido nada fácil. Mientras esperaba la respuesta, paseé la mirada alrededor de Irkan y mis ojos se toparon con un libro en la mesita de noche, "Mitos y leyendas de Idhún". Este Irkan no podía parar quieto, pensé, ¡ni en la enfermería!
Off: Siento tardar tanto! Pero quería hacer un post que mereciera la pena!
- ¿Es esta la habitación del archimago Irkan d'Ayora? - le pregunté, un bote dió la pobre mujer al verme. No esperaba visita.
- A... Adelante milord - solamente articuló con su pequeña boca, la voz era un simple riachuelo que se hizo camino hasta mis oídos.
- Muchas gracias - contesté y con una sonrisa intenté consolarla, era evidente que no lo estaba pasando muy bien.
- Señor... t-tiene visita... - dijo al que debería ser Irkan.
-¡Eli! - me saludó, hizo el amago de saltar a abrazarme pero en su cara se denotaba el dolor sufrido y desistió.
Me acerqué y me senté a su lado, con los brazos lo rodeé como lo hubiera hecho él y sin hacer mucha fuerza le dí un buen abrazo, como no se dan últimamente.
- ¡Me alegro mucho de volver a verte amigo mío! - respondí a su saludo - Ya veo que no has cambiado nada, ¡qué debes de haber hecho ésta vez para acabar aquí en la enfermería!
Un cicatriz relucía en su tórax como si una marca del ejército se tratase. Ahora estaba mucho mejor, pero era fácil de advertir que su curación no había sido nada fácil. Mientras esperaba la respuesta, paseé la mirada alrededor de Irkan y mis ojos se toparon con un libro en la mesita de noche, "Mitos y leyendas de Idhún". Este Irkan no podía parar quieto, pensé, ¡ni en la enfermería!
Off: Siento tardar tanto! Pero quería hacer un post que mereciera la pena!
Eliwood- Señora de la Torre
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Puntos : 888
Fecha de inscripción : 25/04/2011
Edad : 30
Localización : Puerto Esmeralda
Datos
Su personaje es: Eliwood de Nanetten, noble de Puerto Esmeralda
Trabaja de: Domador de haai
Pertenece a: Fundador de IDHUN y elegido de Aldun
Re: Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
OFF: Ahora soy yo el que ha tardado, sorry
El cuidado con que me abrazó Eli era de agradecer. El más mínimo zarandeo me hubiera hecho toser de nuevo hasta dejarme la garganta.
-...cambiado nada... -A penas oía a Eli, todavía estaba dominado por el dolor que me había azotado al intentar levantarme. Contemplé de nuevo las cicatrices que quedaban en mi piel como recuerdo de mi sufrimiento, pero estaba más que claro que bajo mi piel silvestre había una herida mayor de lo que denotaban aquellas finas líneas. Y esos no eran los únicos daños imperceptibles- ... haber hecho esta vez para aca... -El olvido era sin duda la peor de las heridas. Y es que no podía responder a la pregunta de Eli.
Contemplé de nuevo las heridas, me palpé el pecho a su alrededor, intentando encontrar algo. Pero no había nada. Miré a Eli, desconcertado.
-No... lo sé -Ni siquiera sabía cómo había logrado articular las palabras-. N-no lo sé. No lo sé. No sé qué he hecho. No lo sé -la demencia se había apoderado de mi lengua. Me repetía una vez y otra que no lo sabía, que no sabía como me habían ensartado, o acuchillado, o torturado... Me culpaba a mí por haber olvidado y culpaba todavía más a quién me hubiera hecho olvidar.
Cogí de nuevo el libro que había sobre la mesita. En aquél momento estaba ignorando a Eli y al mundo, El libro era lo único que tenía algún valor. Lo abrí con las manos temblando, como una hoja temerosa de caer de una rama, y pasé hojas y hojas hasta llegar a la página que había estado mirado antes, la página que había mirado tantas veces. A penas había en ella espacios en blanco. Lo que no fuese letra del puño del autor eran garabatos de mi propio puño, escrita con una tinta castaña muy característica mía. Aquí y allí había anotaciones, apuntes, traducciones de expresiones arcanas, correcciones... Se podrían haber necesitado semanas para ver lo que quedaba debajo de mis anotaciones, pero mi tinta castaña dejaba entrever lo escrito otrora y en el momento. Le tendí el libro abierto a Eli. Le miré y le señalé la página adyacente a la de los apuntes.
-Kerunn... -musité, aún señalando la página.
En el folio en cuestión había una colección de dibujos de un animal según las distintas versiones de los mitos que hablaban de él. Pero todos tenían puntos en común. La criatura era un ciervo descomunal de pelaje albino y cornamenta de oro. Algunos le describían con tres cuernos, otros con cuatro ojos y otros con ocho patas; decían que volaba o que se hacía invisible; contaban que vigilaba los bosques o que destruía las ciudades. No quedaba nada claro.
-Kerunn -Señalé la página con aún más insistencia-. Es lo últim... lo último que había apuntado en mi diario... -No pude seguir hablando.
Dejé caer mi mano del libro que ahora sostenía Eli y señalé una jarra que había en una mesita un poco más alejada. Sylme se apresuró en acercármela y yo se la quité de las manos y me la lancé a la boca, bebiendo con tanta avidez que desparramé la mitad del contenido sobre mí y sobre las sábanas, tal vez incluso sobre Eli. Cuando me hube refrescado la garganta, miré a Eli y seguí hablando:
-El Kerunn tiene la capacidad de la reminiscencia. Hace... recordar... -Esperé a ver si Eli reaccionaba de alguna manera- Yo quiero recordar quién me ha hecho esto... pero no sé que quería recordar entonces... No lo sé...
Ya no dije nada más. Sylme se acercaba con las yerbas somníferas que mi pecho pedía a gritos y, tras esperar a lo que Eli tuviera que decir, me la tomé de un sorbo y me desvanecí en un profundo sueño, tal vez el último hasta mi recuperación.
-...cambiado nada... -A penas oía a Eli, todavía estaba dominado por el dolor que me había azotado al intentar levantarme. Contemplé de nuevo las cicatrices que quedaban en mi piel como recuerdo de mi sufrimiento, pero estaba más que claro que bajo mi piel silvestre había una herida mayor de lo que denotaban aquellas finas líneas. Y esos no eran los únicos daños imperceptibles- ... haber hecho esta vez para aca... -El olvido era sin duda la peor de las heridas. Y es que no podía responder a la pregunta de Eli.
Contemplé de nuevo las heridas, me palpé el pecho a su alrededor, intentando encontrar algo. Pero no había nada. Miré a Eli, desconcertado.
-No... lo sé -Ni siquiera sabía cómo había logrado articular las palabras-. N-no lo sé. No lo sé. No sé qué he hecho. No lo sé -la demencia se había apoderado de mi lengua. Me repetía una vez y otra que no lo sabía, que no sabía como me habían ensartado, o acuchillado, o torturado... Me culpaba a mí por haber olvidado y culpaba todavía más a quién me hubiera hecho olvidar.
Cogí de nuevo el libro que había sobre la mesita. En aquél momento estaba ignorando a Eli y al mundo, El libro era lo único que tenía algún valor. Lo abrí con las manos temblando, como una hoja temerosa de caer de una rama, y pasé hojas y hojas hasta llegar a la página que había estado mirado antes, la página que había mirado tantas veces. A penas había en ella espacios en blanco. Lo que no fuese letra del puño del autor eran garabatos de mi propio puño, escrita con una tinta castaña muy característica mía. Aquí y allí había anotaciones, apuntes, traducciones de expresiones arcanas, correcciones... Se podrían haber necesitado semanas para ver lo que quedaba debajo de mis anotaciones, pero mi tinta castaña dejaba entrever lo escrito otrora y en el momento. Le tendí el libro abierto a Eli. Le miré y le señalé la página adyacente a la de los apuntes.
-Kerunn... -musité, aún señalando la página.
En el folio en cuestión había una colección de dibujos de un animal según las distintas versiones de los mitos que hablaban de él. Pero todos tenían puntos en común. La criatura era un ciervo descomunal de pelaje albino y cornamenta de oro. Algunos le describían con tres cuernos, otros con cuatro ojos y otros con ocho patas; decían que volaba o que se hacía invisible; contaban que vigilaba los bosques o que destruía las ciudades. No quedaba nada claro.
-Kerunn -Señalé la página con aún más insistencia-. Es lo últim... lo último que había apuntado en mi diario... -No pude seguir hablando.
Dejé caer mi mano del libro que ahora sostenía Eli y señalé una jarra que había en una mesita un poco más alejada. Sylme se apresuró en acercármela y yo se la quité de las manos y me la lancé a la boca, bebiendo con tanta avidez que desparramé la mitad del contenido sobre mí y sobre las sábanas, tal vez incluso sobre Eli. Cuando me hube refrescado la garganta, miré a Eli y seguí hablando:
-El Kerunn tiene la capacidad de la reminiscencia. Hace... recordar... -Esperé a ver si Eli reaccionaba de alguna manera- Yo quiero recordar quién me ha hecho esto... pero no sé que quería recordar entonces... No lo sé...
Ya no dije nada más. Sylme se acercaba con las yerbas somníferas que mi pecho pedía a gritos y, tras esperar a lo que Eli tuviera que decir, me la tomé de un sorbo y me desvanecí en un profundo sueño, tal vez el último hasta mi recuperación.
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Me desperté y me incorporé, como era ya costumbre. Me deshice de las mantas y me levanté. No sentía ningún dolor, pero tampoco veía nada. Era bien entrada la noche y ninguna luz se colaba por entre las cortinas. Salí de la habitación y me guié a tientas hasta la recepción. Estaba desnudo, pero a oscuras, nadie me vería, así que eso me incomodaba aún menos que de costumbre. Cogí unos cuantos papeles y leí las entradas y salidas de los últimos huéspedes con nervios. Encontré la llegada de Eli, a penas una semana antes, pero no lograba encontrar su salida, lo que me dejaba con la duda de si habría salido volando por su cuenta o seguiría ahí. Deambulé hasta el número que la hoja marcaba como su habitación y llamé a la puerta antes de abrirla...
Irkan- Señor de la Torre
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Su personaje es: Irkan d'Ayora, mestizo feérico humano, Archimago (magia telúrica)
Trabaja de: Maestro de la Torre
Pertenece a: UUPSC Miembro #1, CDI Miembro #3
Re: Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
Y entonces noté lo que después de entrar en la habitación algo había intuido: aunque, exteriormente, Irkan fuera igual que antes, había algo dentro de él que corroía por salir. Algo que estaba impidiendo su salida y que lo devoraba por dentro. Avispados, los ojos de Irkan advirtieron el punto donde mi vista se había posado. Para él era algo muy importante, sin dudarlo. No consiguió articular palabras con sentido, sólo balbuceaba las mismas palabras: "No lo sé, no lo sé...". Unas notas de tristeza acompañó mi vista, no podía entender cómo alguien como Irkan, tan vivaz y elocuente con sus palabras había acabado en ese estado. Entre balbuceos, cogió el libro. Ya no estaba hablándome a mí, sólo tenía conciencia para aquél libro. Cada página que pasaba con sus diminutos dedos parecía que recobraba pequeñas luciérnagas en su mirada perdida. Fue entonces cuándo lo encontró: el Kerunn.
Con cuidado, fui cogiendo el libro que con tanta cautela iba acercándome. Mientras me ofrecía el libro, me miró con un atisbo de su luz y empezó a señalar el animal mientras no cesaba de pronunciar su nombre. Me fijé por encima la fotografía, porque las palabras eran indescifrables a no ser que a conciencia te detuvieras a leerlo. "Es lo últim... lo último que había apuntado en mi diario..." logró articular. Después de ese esfuerzo monumental, su mano cedió sobre si misma y dejó ir el libro, el libro que ahora sostenía en mis manos. La enfermera se le acercó fielmente para ofrecerle un trago de agua que él lo bebió con demasiada avidez. Alejando el barco del radio de acción de las gotas que desparramó, fue entonces que algo se me pasó por la cabeza. Para un domador de haai no era un tema que se le pasara por alto quién era Kerunn. Según por lo que le había enseñado su mentor, Kerunn era un animal muy valioso. Se le atribuían muchas cualidades, muchos títulos proseguían su nombre: el Protector del Bosque, Hacedor de la voluntad de Wina, el que nunca olvida... Supongo que por el miedo al desconocimiento, todos habían fabricado su propia opinión sobre ese animal y la fantasía había provocado grandes males. No sería la primera vez, tuve que ver un Swanit con mis propios ojos para poder saber la fin como era uno de verdad. Pero este caso era totalmente diferente, los Swanits no eran investigados porque eran letales. Kerunn se podía considerar una leyenda más de Idhun, nadie hacía muchas eras había vuelto a ver uno. La voz temblorosa de Irkan logró sobreponerse a mi voz mental: "El Kerunn tiene la capacidad de la reminiscencia. Hace... recordar... Yo quiero recordar quién me ha hecho esto... pero no sé que quería recordar entonces... No lo sé...". ¡¿Cómo?! Ahora ya no sabía si aquello que había bebido estaba provocándole algún efecto sobre él, no podía hablar de verdad. ¿Estaba dispuesto a buscar a Kerunn para volver a recordar? ¿Lo decía enserio o estaba delirando a causa del dolor? Miré primero a la enfermera, aunque al mirar a sus ojos vi que estaba más perdida que yo. De manera que miré a sus ojos, cogí su mano y intenté transmitirle firmeza con las siguientes palabras: "Amigo, cuándo te encuentres mejor hablamos. Te aseguro que haré todo lo que esté en mis manos para que puedas volver a recordar quién te hizo esto...". Y tras una breve pausa proseguí, "Y lo pagará". A medida que pasaba la joven su mano llena de las hierbas somníferas por el pecho de Irkan, éste dejó de apretar cada vez más hasta que entró de nuevo en un sueño muy profundo.
la mano que había agarrado antes la de Irkan ahora sostenía el libro con firmeza. Miré a los ojos de la enfermera y con una vaga sonrisa me despedí de esa habitación. Fue una semana que Irkan no volvió a despertar de su reparador sueño. Los dos primeros días no podía concebir aquello que Irkan me había contado, ¿buscar al Kerunn? Era mucho más fácil volver a encontrarnos con los Dioses que con ese animal. Es más, no sabíamos si era cierta la historia. No fue hasta la tercera noche que un sueño me asaltó. La imagen de Kerunn se me presentó delante, su pelaje albino, su forma tan grácil y elegante, su cornamenta dorada destellaba provocando juegos de luces encima de mi cuerpo. Entonces abrió la boca y de su interior, las palabras de Irkan resonaban sin articular palabra: "Ayúdame... a... recordar...!". Una y otra vez, una y otra vez... A este grito se añadieron otros más, y al final parecía una algarabía de palabras sin sentido. Tapándome las orejas para amortiguar el sonido, un golpe me despertó. Era el libro que se había caído al suelo. Se había quedado abierto, por la página del Kerunn. Me había dormido con el libro encima y abierto por la página del Kerunn. Con la pesadilla debería de haberme movido y se caería. Aunque tuve una explicación lógica, en el mundo no hay casualidades porque sí. De esta forma, empecé a buscar información sobre el Kerunn. Primero, descifré el texto que había en el libro de Irkan. Aunque parecía algo indescifrable, poco a poco pude ver que la tinta era bastante fácil de reconocer, y me fue bastante fácil poder averiguar el sentido a aquellos garabatos.
Al parecer, Kerunn era un enviado de Wina. A su majestuosidad le acompañaba un gran poder. Él era el protector de la naturaleza mientra Wina no era presente en el bosque. Tiene la potestad de crear vida a su alrededor, como si él tuviera el mismo poder de Wina. En su momento fue así, pero Kerunn se volvió vanidoso y su poder le corrompió. Se creyó comparable a un Dios, e incluso, osó plantarles cara. Ante tal osadía, Wina le castigó. Su castigo fue privarle de obtener energía por si solo. Por esta razón, necesita de fuentes de energía muy potentes para poder mantener tal poder, ya que él no puede obtener energía del ambiente. Aunque lo más lógico fuese que su hábitat fuese el bosque de Awa por su gran extensión, su gran poder exigía que estuviera cerca de grandes fuentes de energía, por esta razón migró hasta el bosque de Derbhad. Allí tenía cerca Alis Lithban, el hábitat de los unicornios. Aunque, conociendo tal historia, muchos consideraron muerto a Kerunn en la Era de los Archimagos, ya que Ashran el nigromante mató a casi todos los unicornios menos a Victoria. Por esta razón, no es de extrañar que desde la Era de los Archimagos no se haya vuelto a tener constancia de él. ¿Seguirá vivo?
Los días siguientes fueron una marea de libros arriba y abajo. Buscaba poder equivocarme, poder encontrar una prueba consistente y sólida de su existencia, ni que fuese un atisbamiento por un granjero o un caminante errante. No encontraba nada. Hasta que una noche, volviéndome a remirar las páginas del libro de Irkan, encontré algo que se me había pasado por alto. Wina, en su intento para castigar a Kerunn, le concedió un don: el don de la reminiscencia. Según el cual, para que Kerunn no olvidara nunca más su desacato, su pelaje le haría recordar una y otra vez su error. Suponía que esto era aquello que Irkan estaba buscando. Supuse que Irkan quería utilizar su pelaje para poder recordar que fue aquello que le dejó en ese estado. Empecé a ligar cabezas cuando unos golpecitos se hicieron camino a través de los libros hasta mis orejas. Giré mi vista hacia ella y gracias a la tenue luz de la vela pude ver el rostro sereno y afable de Irkan al otro lado de la puerta.
- ¡Irkan, pasa! - exhorté, alzándome de la silla para andar y abrirle la puerta para permitirle el paso - Siento el desorden. Como puede ver, he estado un tanto ocupado mirando sobre el Kerunn, como tu me "dijiste" - continué con un tono de ironía - pero pasa, pasa! No te quedes fuera que hace frío a estas horas.
Al entrar vi que estaba desnudo. Sin mediar palabra, cogí la sábana de la cama y se la acerqué.
- Compañero, creo que después de lo que has pasado, no es lo mejor pasar frío y resfriarte ahora. ¡Mucho menos cuando tienes que contarme tantas cosas! ¿Cómo pretendes encontrar a Kerunn? Supongo que conocerás su historia, sino, te voy a poner al día - fue así como empecé mi pequeño relato. Le conté todo lo que me había sucedido y toda la información que había podido recoger del Kerunn.
Off: No tengo ni idea de lo que querías hacer ni cómo pensabas describir a ese tal Kerunn. Me he dejado llevar, ¡espero que te gusté! También siento si hago unos parrafones, ¡hacía mucho que no escribía de esta forma y le tenía muchas ganas!
Con cuidado, fui cogiendo el libro que con tanta cautela iba acercándome. Mientras me ofrecía el libro, me miró con un atisbo de su luz y empezó a señalar el animal mientras no cesaba de pronunciar su nombre. Me fijé por encima la fotografía, porque las palabras eran indescifrables a no ser que a conciencia te detuvieras a leerlo. "Es lo últim... lo último que había apuntado en mi diario..." logró articular. Después de ese esfuerzo monumental, su mano cedió sobre si misma y dejó ir el libro, el libro que ahora sostenía en mis manos. La enfermera se le acercó fielmente para ofrecerle un trago de agua que él lo bebió con demasiada avidez. Alejando el barco del radio de acción de las gotas que desparramó, fue entonces que algo se me pasó por la cabeza. Para un domador de haai no era un tema que se le pasara por alto quién era Kerunn. Según por lo que le había enseñado su mentor, Kerunn era un animal muy valioso. Se le atribuían muchas cualidades, muchos títulos proseguían su nombre: el Protector del Bosque, Hacedor de la voluntad de Wina, el que nunca olvida... Supongo que por el miedo al desconocimiento, todos habían fabricado su propia opinión sobre ese animal y la fantasía había provocado grandes males. No sería la primera vez, tuve que ver un Swanit con mis propios ojos para poder saber la fin como era uno de verdad. Pero este caso era totalmente diferente, los Swanits no eran investigados porque eran letales. Kerunn se podía considerar una leyenda más de Idhun, nadie hacía muchas eras había vuelto a ver uno. La voz temblorosa de Irkan logró sobreponerse a mi voz mental: "El Kerunn tiene la capacidad de la reminiscencia. Hace... recordar... Yo quiero recordar quién me ha hecho esto... pero no sé que quería recordar entonces... No lo sé...". ¡¿Cómo?! Ahora ya no sabía si aquello que había bebido estaba provocándole algún efecto sobre él, no podía hablar de verdad. ¿Estaba dispuesto a buscar a Kerunn para volver a recordar? ¿Lo decía enserio o estaba delirando a causa del dolor? Miré primero a la enfermera, aunque al mirar a sus ojos vi que estaba más perdida que yo. De manera que miré a sus ojos, cogí su mano y intenté transmitirle firmeza con las siguientes palabras: "Amigo, cuándo te encuentres mejor hablamos. Te aseguro que haré todo lo que esté en mis manos para que puedas volver a recordar quién te hizo esto...". Y tras una breve pausa proseguí, "Y lo pagará". A medida que pasaba la joven su mano llena de las hierbas somníferas por el pecho de Irkan, éste dejó de apretar cada vez más hasta que entró de nuevo en un sueño muy profundo.
la mano que había agarrado antes la de Irkan ahora sostenía el libro con firmeza. Miré a los ojos de la enfermera y con una vaga sonrisa me despedí de esa habitación. Fue una semana que Irkan no volvió a despertar de su reparador sueño. Los dos primeros días no podía concebir aquello que Irkan me había contado, ¿buscar al Kerunn? Era mucho más fácil volver a encontrarnos con los Dioses que con ese animal. Es más, no sabíamos si era cierta la historia. No fue hasta la tercera noche que un sueño me asaltó. La imagen de Kerunn se me presentó delante, su pelaje albino, su forma tan grácil y elegante, su cornamenta dorada destellaba provocando juegos de luces encima de mi cuerpo. Entonces abrió la boca y de su interior, las palabras de Irkan resonaban sin articular palabra: "Ayúdame... a... recordar...!". Una y otra vez, una y otra vez... A este grito se añadieron otros más, y al final parecía una algarabía de palabras sin sentido. Tapándome las orejas para amortiguar el sonido, un golpe me despertó. Era el libro que se había caído al suelo. Se había quedado abierto, por la página del Kerunn. Me había dormido con el libro encima y abierto por la página del Kerunn. Con la pesadilla debería de haberme movido y se caería. Aunque tuve una explicación lógica, en el mundo no hay casualidades porque sí. De esta forma, empecé a buscar información sobre el Kerunn. Primero, descifré el texto que había en el libro de Irkan. Aunque parecía algo indescifrable, poco a poco pude ver que la tinta era bastante fácil de reconocer, y me fue bastante fácil poder averiguar el sentido a aquellos garabatos.
Al parecer, Kerunn era un enviado de Wina. A su majestuosidad le acompañaba un gran poder. Él era el protector de la naturaleza mientra Wina no era presente en el bosque. Tiene la potestad de crear vida a su alrededor, como si él tuviera el mismo poder de Wina. En su momento fue así, pero Kerunn se volvió vanidoso y su poder le corrompió. Se creyó comparable a un Dios, e incluso, osó plantarles cara. Ante tal osadía, Wina le castigó. Su castigo fue privarle de obtener energía por si solo. Por esta razón, necesita de fuentes de energía muy potentes para poder mantener tal poder, ya que él no puede obtener energía del ambiente. Aunque lo más lógico fuese que su hábitat fuese el bosque de Awa por su gran extensión, su gran poder exigía que estuviera cerca de grandes fuentes de energía, por esta razón migró hasta el bosque de Derbhad. Allí tenía cerca Alis Lithban, el hábitat de los unicornios. Aunque, conociendo tal historia, muchos consideraron muerto a Kerunn en la Era de los Archimagos, ya que Ashran el nigromante mató a casi todos los unicornios menos a Victoria. Por esta razón, no es de extrañar que desde la Era de los Archimagos no se haya vuelto a tener constancia de él. ¿Seguirá vivo?
Los días siguientes fueron una marea de libros arriba y abajo. Buscaba poder equivocarme, poder encontrar una prueba consistente y sólida de su existencia, ni que fuese un atisbamiento por un granjero o un caminante errante. No encontraba nada. Hasta que una noche, volviéndome a remirar las páginas del libro de Irkan, encontré algo que se me había pasado por alto. Wina, en su intento para castigar a Kerunn, le concedió un don: el don de la reminiscencia. Según el cual, para que Kerunn no olvidara nunca más su desacato, su pelaje le haría recordar una y otra vez su error. Suponía que esto era aquello que Irkan estaba buscando. Supuse que Irkan quería utilizar su pelaje para poder recordar que fue aquello que le dejó en ese estado. Empecé a ligar cabezas cuando unos golpecitos se hicieron camino a través de los libros hasta mis orejas. Giré mi vista hacia ella y gracias a la tenue luz de la vela pude ver el rostro sereno y afable de Irkan al otro lado de la puerta.
- ¡Irkan, pasa! - exhorté, alzándome de la silla para andar y abrirle la puerta para permitirle el paso - Siento el desorden. Como puede ver, he estado un tanto ocupado mirando sobre el Kerunn, como tu me "dijiste" - continué con un tono de ironía - pero pasa, pasa! No te quedes fuera que hace frío a estas horas.
Al entrar vi que estaba desnudo. Sin mediar palabra, cogí la sábana de la cama y se la acerqué.
- Compañero, creo que después de lo que has pasado, no es lo mejor pasar frío y resfriarte ahora. ¡Mucho menos cuando tienes que contarme tantas cosas! ¿Cómo pretendes encontrar a Kerunn? Supongo que conocerás su historia, sino, te voy a poner al día - fue así como empecé mi pequeño relato. Le conté todo lo que me había sucedido y toda la información que había podido recoger del Kerunn.
Off: No tengo ni idea de lo que querías hacer ni cómo pensabas describir a ese tal Kerunn. Me he dejado llevar, ¡espero que te gusté! También siento si hago unos parrafones, ¡hacía mucho que no escribía de esta forma y le tenía muchas ganas!
Eliwood- Señora de la Torre
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Edad : 30
Localización : Puerto Esmeralda
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Su personaje es: Eliwood de Nanetten, noble de Puerto Esmeralda
Trabaja de: Domador de haai
Pertenece a: Fundador de IDHUN y elegido de Aldun
Re: Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
OFF: Me gusta cómo has sacado adelante lo del Kerunn. Además, no te has desviado mucho de lo que tenía en mente. Y los parrafones, lo de menos, de gusto leer buenos posts.
Tomé la sábana que Eli me ofrecía y me cubrí con ella. Los tobillos me quedaron al aire, así que me dejé caer en el suelo e hice una bola con mi cuerpo, pegando las rodillas a mi pecho, para que la manta pudiera abarcar toda la extensión de mi figura. Escuché cómo relataba la historia del Kerunn con detalles, sin yerro alguno. Me sorprendió su conocimiento sobre el animal, hasta que recordé que el chico era domador de haai, lo que jugaba a su favor.
Me apropié de nuevo del libro y lo cerré, dejando un dedo dentro de él para no perder la página. Señalé la portada, una manufactura de cuero oscuro. Debajo de las letras del título había una fina inscripción en idhunaico arcano "tesse keawuqi oro, Lurunniret Garembet.
-"Yo, el Archimago Garemm, he escrito esto" -traduje para Eli- Garemm fue uno de los mayores escritores de la Era de los Archimagos. Esto que tengo en las manos tiene más años que mi profesor de idhunaico, ¡y ya es mucho decir! -reí suavemente de mi propio chiste, recordando a uno de los hombres que contribuyó a hacerme quien era entonces. Miré a Eli, que no tenía ni idea de de quién estaba hablando, y seguí explicando- Y hay más. Garemm era feérico, como yo -Daba igual cuántos años pasaran, seguía sin reconocer mi parte humana-. Y en Awa cuentan que el Kerunn jamás partió, que sigue en el bosque. Pero el bosque es demasiado grande, así que es casi imposible de encontrar... y además -señalé las heridas en mi pecho-, parece que no soy el único que lo busca...
Le seguí contando mis planes a Eli. Ahora que estaba curado, partiría hacia Awa en haai, haciendo un par de paradas en Nandelt para que los pájaros pudieran descansar. Después, tomaría un nimen hasta la torre de Derbhad, desde la cual iniciaría mi búsqueda. Además, escribiría una carta al Oráculo de Gantadd, que con un poco de magia llegaría en pocos segundos, para que una sacerdotisa de Wina me ayudase a localizar el Kerunn. Miré a Eli esperando una reacción y expuse mi última idea:
-Aunque... -Hice una breve pausa antes de seguir, para comprobar que tenía su atención- tú eres un dragón... y los haai están un poco caros últimamente... -Era una excusa tonta para que Eli me acompañara. Un Archimago como yo tenía el suficiente poder económico y político como para poner enun funcionamiento una flota entera de haai.
Me apropié de nuevo del libro y lo cerré, dejando un dedo dentro de él para no perder la página. Señalé la portada, una manufactura de cuero oscuro. Debajo de las letras del título había una fina inscripción en idhunaico arcano "tesse keawuqi oro, Lurunniret Garembet.
-"Yo, el Archimago Garemm, he escrito esto" -traduje para Eli- Garemm fue uno de los mayores escritores de la Era de los Archimagos. Esto que tengo en las manos tiene más años que mi profesor de idhunaico, ¡y ya es mucho decir! -reí suavemente de mi propio chiste, recordando a uno de los hombres que contribuyó a hacerme quien era entonces. Miré a Eli, que no tenía ni idea de de quién estaba hablando, y seguí explicando- Y hay más. Garemm era feérico, como yo -Daba igual cuántos años pasaran, seguía sin reconocer mi parte humana-. Y en Awa cuentan que el Kerunn jamás partió, que sigue en el bosque. Pero el bosque es demasiado grande, así que es casi imposible de encontrar... y además -señalé las heridas en mi pecho-, parece que no soy el único que lo busca...
Le seguí contando mis planes a Eli. Ahora que estaba curado, partiría hacia Awa en haai, haciendo un par de paradas en Nandelt para que los pájaros pudieran descansar. Después, tomaría un nimen hasta la torre de Derbhad, desde la cual iniciaría mi búsqueda. Además, escribiría una carta al Oráculo de Gantadd, que con un poco de magia llegaría en pocos segundos, para que una sacerdotisa de Wina me ayudase a localizar el Kerunn. Miré a Eli esperando una reacción y expuse mi última idea:
-Aunque... -Hice una breve pausa antes de seguir, para comprobar que tenía su atención- tú eres un dragón... y los haai están un poco caros últimamente... -Era una excusa tonta para que Eli me acompañara. Un Archimago como yo tenía el suficiente poder económico y político como para poner enun funcionamiento una flota entera de haai.
~♦♦♦~
Habían pasado un par de días desde que compartí mis intenciones con Eli, ahora estaba listo para partir. Me encontraba en mi habitación, acabando de firmar mi carta para el Oráculo de Gantadd. Una vez terminada la enrollé y la sellé con un par de gotas de cera color musgo, me acerqué a la ventana y la lancé al aire. Un remolino de hojas se tragó el pergamino para después abrirse como alas de hojarasca y llevarse la carta volando en dirección a Gantadd a gran velocidad. Acto seguido, yo mismo me proyecté a través de la ventana. Bajo mis pies se creo un camino de frondas que llevaba a la puerta de la torre.
Descendida la escalinata perenne, me dejé caer sobré la hierba, hundiendo mis pies descalzos en la tierra húmeda y disfruté del aire fresco que hacía tiempo que no sentía. Me había vestido muy ligero, con unos pantalones cortos y anchos y una túnica corta hasta el pecho que me dejaba disfrutar de la añorada brisa. De la cintura lleva colgada una bolsita con lo imprescindible, tan poco cargada que apenas pesaba. Respiré hondo y me dispuse a comenzar el camino.
Descendida la escalinata perenne, me dejé caer sobré la hierba, hundiendo mis pies descalzos en la tierra húmeda y disfruté del aire fresco que hacía tiempo que no sentía. Me había vestido muy ligero, con unos pantalones cortos y anchos y una túnica corta hasta el pecho que me dejaba disfrutar de la añorada brisa. De la cintura lleva colgada una bolsita con lo imprescindible, tan poco cargada que apenas pesaba. Respiré hondo y me dispuse a comenzar el camino.
Irkan- Señor de la Torre
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Su personaje es: Irkan d'Ayora, mestizo feérico humano, Archimago (magia telúrica)
Trabaja de: Maestro de la Torre
Pertenece a: UUPSC Miembro #1, CDI Miembro #3
Re: Mitos y leyendas [RP - Eliwood, Irkan]
Cuando terminé mi explicación fue Irkan quien empezó a explicarme su parte de la historia, aquella parte que yo no había caído. Mi desconocimiento absoluto a la hora de leer idhunaico arcaico me hizo flojear en mi búsqueda. Es una cosa que siempre tuve pendiente.
Cuando Irkan terminó con su explicación, me dejó claro que contaba conmigo para su expedición. Yo, sin pensármelo dos veces como es costumbre respondí al instante:
- ¡Esta claro que no te voy a dejar solo! Voy a venir contigo. Además, va a ser una buena excusa para poder transformarme en dragón.
Con un apretón de manos sellamos el trato. Fue en ese mismo instante que el cansancio hizo mella en los dos y con rápidas fórmulas rutinarias nos despedimos para poder dormir. En los días venideros habían de pasar muchas cosas y debíamos de estar con el máximo de energía posible.
Cuando Irkan terminó con su explicación, me dejó claro que contaba conmigo para su expedición. Yo, sin pensármelo dos veces como es costumbre respondí al instante:
- ¡Esta claro que no te voy a dejar solo! Voy a venir contigo. Además, va a ser una buena excusa para poder transformarme en dragón.
Con un apretón de manos sellamos el trato. Fue en ese mismo instante que el cansancio hizo mella en los dos y con rápidas fórmulas rutinarias nos despedimos para poder dormir. En los días venideros habían de pasar muchas cosas y debíamos de estar con el máximo de energía posible.
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Los siguientes días fueron todo un hervidero. Todas las cosas se estaban preparando de manera muy rápida, no queríamos perder más el tiempo y partir cuánto antes posible. Esto hizo que la comunicación entre nosotros dos fuera escasa, lo justo y necesario para poder quedar una hora para partir los dos juntos. Esos días no ayudaron tampoco a sentar la cabeza de los dos y ver que la empresa que estaban tomando no era precisamente fácil, mas todo lo contrario. Ir en busca de un animal considerado extinto con alguien persiguiéndonos los talones y sin ningún miramiento.
El día de la marcha, al cabo de pocos días de haber quedado ambos en ir en busca del Kerunn, llegó al fin sin ningún tipo de contratiempo. Con todo recogido, mandé a Saeta a nuestro destino. Ella serian mis ojos en aquél lugar y me informaría de cualquier suceso extraño. Mi petate me lo cargué a la espalda y me dispuse a salir de la habitación. En un abrir y cerrar de ojos, mis ropas se transformaron. Mis ropajes elegantes pasaron a un peto, pantalones cortos bombachos, una ligera clámide y unas polvorientas botas marrones. Tras de mi se cerró la puerta de mi antigua habitación. Ya solo quedaba encontrarme con Irkan en la puerta de la torre.
Una vez llegué al portón de entrada, vi que Irkan caí de una escalinata perenne hasta el suelo. Me dirigí a él, lo miré y con un ligero movimiento de cabeza tuvimos sendas aprobaciones. De modo que una ráfaga de fuego envolvió mi cuerpo y liberé el alma de de Drackass. "Por fin libertad después de tanto descanso!" pensó Drackass acompañado con un aullido que hizo temblar hasta los árboles más cercanos. Me agazapé para que Irkan se pudiera subir a mi espalda y alcé el vuelo, marchando en dirección a Awa.
DEJO POST
PD: Ahora si que tardé demasiado, ¡lo siento mucho! Abre tu el siguiente post.
El día de la marcha, al cabo de pocos días de haber quedado ambos en ir en busca del Kerunn, llegó al fin sin ningún tipo de contratiempo. Con todo recogido, mandé a Saeta a nuestro destino. Ella serian mis ojos en aquél lugar y me informaría de cualquier suceso extraño. Mi petate me lo cargué a la espalda y me dispuse a salir de la habitación. En un abrir y cerrar de ojos, mis ropas se transformaron. Mis ropajes elegantes pasaron a un peto, pantalones cortos bombachos, una ligera clámide y unas polvorientas botas marrones. Tras de mi se cerró la puerta de mi antigua habitación. Ya solo quedaba encontrarme con Irkan en la puerta de la torre.
Una vez llegué al portón de entrada, vi que Irkan caí de una escalinata perenne hasta el suelo. Me dirigí a él, lo miré y con un ligero movimiento de cabeza tuvimos sendas aprobaciones. De modo que una ráfaga de fuego envolvió mi cuerpo y liberé el alma de de Drackass. "Por fin libertad después de tanto descanso!" pensó Drackass acompañado con un aullido que hizo temblar hasta los árboles más cercanos. Me agazapé para que Irkan se pudiera subir a mi espalda y alcé el vuelo, marchando en dirección a Awa.
DEJO POST
PD: Ahora si que tardé demasiado, ¡lo siento mucho! Abre tu el siguiente post.
Eliwood- Señora de la Torre
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Nuevo post abierto: http://www.rolmemoriasdeidhun.net/t3592-mitos-y-leyendas-ii-rp-eliwood-irkan#34279
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