Rol Colectivo: ~Ariadna-Ayshel-Koral~ Norte de Raheld

Ariadna no podía extraer la espada, y yo tampoco lograba alcanzarla lo suficiente como para cogerla de la mano y moverla con la luz lejos de allí. Cuando me propuso huir con el báculo, ni me lo planteé si quiera. Era cierto que la conocía desde hacía pocos días, pero sí tenía claro que, pasara lo que pasase, y con la experiencia de haber vivido ya la tensión y la impotencia que se sufren cuando una persona muy querida se encuentra en peligro, jamás volvería a abandonar a nadie en una situación parecida. No quería volver a perder a nadie más. No podía consentirlo.

-No digas tonterías. Estamos juntas en esto. No escaparé si tu no puedes. Además... no creo que sea buena idea mover el báculo de sitio. -Terminé de forma que no pudiera replicar.

La ráfaga de hielo que me dirigió Kannos me separó bruscamente de Ariadna hasta que mi espalda se topó violentamente con la fría pared. Solté un gemido por lo bajo, ni siquiera lo había visto venir. Sentí que me subía la sangre, todo se tornaba oscuro y daba vueltas, muchas vueltas, hasta el punto de no encontrar donde estaba arriba y donde abajo "No..." quise luchar desesperadamente contra el mareo, pero pocdo a poco me fui sumiendo en la oscuridad y perdí el sentido.
Mi ultimo pensamiente fue para Ariadna, y al recordarla pasó fugazmente la imagen del rostro sonriente de la que fue un día mi buena amiga Reikren.

Kannos y Ariadna salieron del escudo negro. Mientras Ariadna se quedó quieta el mago volvió a la carga

Con un ataque mágico el mago hizo que sus adversarias se alejasen más del fragmento. Entonces en un rápido movimiento alcanzó el trozo de báculo.

Nos vamos - dijo Kannos, girandose y caminando hacia la salida - Nos encotraremos en dos días - añadió, mientras guardaba el fragmento de báculo en su bolsa, acoto seguido desapareció en el aire. Detrás suyo iba Ariadna siguiendo sus pasos

Atrás quedaban Koral y Ayshel.

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Ariadna: Ya sabes lo que tienes que hacer

Koral y Ayshel: Tenéis que volver a la torre para informar al archimago. Recordad que tenéis un amuleto que os llevará a la torre al instante.

Volví lentamente a recuperar el sentido mareada. Al principio no recordaba muy bien qué hacía allí, pero tras unos momentos de confusión, lo recordé todo de golpe. Sentí que quería volver a desmayarme.

No éramos rivales para Kannos. Era demasiado poderoso. Sentí un hondo terror al darme cuenta de ello, que después se trasformó en fustración y al momento en rabia y odio. Pero estaba demasiado débil para actuar en consecuencia.

Observé un extraño escudo de negrura en el que no había reparado antes, ya que estaba inconsciente. Aferré el arco con fuerza inconscientemente y miré a mi alrededor. No estaban ni Kannos... ni Ariadna. No obstante, no tuve tiempo de salir a buscarla, pues parecía que se abría una brecha en aquella niebla oscura, y pude distinguir la figura de ambos en el interior del encantamiento. Ariadna no se movía. No lo consideré buena señal. "Si ese bastardo la ha hechizado..." pensé, furiosa. Pero no me dio tiempo de acabar mi juramento, porque algo invisible nos empujó a Ayshel y a mí lejos del báculo, y no tuve fuerzas de resistirme al hechizo. El mago tenía acceso libre al báculo.

Kannos y Ariadna se marcharon, con el báculo, y con un una predicción de un futuro encuentro que sonaba como una helada amenaza. Recuperé fuerzas que no creía poseer y me lancé en un ataque suicida hacia Kannos, pero ya no había allí nadie a quien atacar. Había desaparecido.

Ayshel parecía conmocionada, no se movía. Guiada por una desesperación que no solía experimentar nunca, la zarandeé, nerviosa.

-Tenemos que hacer algo. Pero no sé el qué. Maldita sea, ha desaparecido con el báculo y con Ariadna... -comencé a dar vueltas por la sala como una bestia enjaulada -¿Cómo los encontramos?

Repetí la pregunta varias veces, como si la respuesta me fuera a caer del cielo. Finalmente me aovilé en una esquina, enterré la cara entre las manos y traté de pensar.

-Tenemos que volver a la Torre de Derbhad e informar al Archimago de inmediato. -dije tras un largo silencio, levantando la cara. Tenía las mejillas surcadas de lágrimas de impotencia, pero ya no lloraba. Una fría determinación inesperada se había adueñado de mis actos.

Instantes después, tomé la runa que guardaba Ayshel y las dos partimos de inmediato a la Torre.

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