El Shek y el Szish [Priv. para Slig]

La decisión de regresar a Vanissar no fue tomada al azar por Slig. El szish se había visto obligado a acudir a la ciudad más cercana para recaudar alguna moneda y comprar algo que llevarse a la boca. Dispuso todo en la Plaza de Vanis para dar su espectáculo, montando su pequeño escenario en el que se transformaba el carro que le llevaba de un sitio a otro. El caballo que tiraba de él estaba más sano que su dueño, y de no necesitarlo Slig probablemente lo hubiese devorado sin muchas contemplaciones… eso sí, asando bien su carne primero.

-¡Acercaosss! ¡Acercaosss!-llamó la atención de la gente de la plaza.- ¡Acérquensse y vean el espectáculo ambulante del increíble Sslig!-sin que nadie lo notara, sacó un pequeño artefacto que había diseñado, una bomba de humo, para estrellarlo contra el suelo y escabullirse hacia los primeros espectadores.- ¡Verán cosas que esscapan a su comprenssión! ¡Cosass que no podrán explicarsse! ¡Cossas lejos del alcance de ssu imaginación!

Por desgracia, esas gentes parecían más interesadas en los juglares que contaban sus estúpidas historias, y los pocos que se quedaron a ver el espectáculo no se dignaron a dejar una sola moneda. Viéndose sin audiencia, Slig apretó los dientes y los puños, volviendo a convertir el escenario en carreta. Estaba de mal humor, y para colmo su estómago rugía hambriento. ¡Malditos juglares cuentacuentos! ¡Ojalá se tragasen sus laúdes!

No aguantaría mucho más sin comida. Sus fuerzas empezaban a flaquear y su estómago dolía. Sus costillas aparecían marcadas en su torso y el tono de sus escamas era ahora de un color más pálido, otorgándole un aspecto enfermizo. No le hacía la menor gracia robar en Vanis, mucho menos cuando fue en esa ciudad donde aprendió la lección por las malas, pero era una situación de vida o muerte. Así pues, dejando el carro y el caballo atado a buen recaudo, fue en busca de algún despistado a quien robar algunas monedas. Encontró a un tipo que podría dar con el perfil, caminando por la plaza sin llamar la atención, ataviado con una capucha que cubría su rostro. Eso le haría más difícil verle, así que con una sonrisa sibilina en sus escamosos labios, Slig se escabulló entre la multitud, cojeando con su pierna maltrecha, sin perder de vista al extraño. Aprovechando que una mujer cruzaba por detrás del hombre, alargó su mano y tomó la bolsa que colgaba de la cintura del extraño… aunque fue mala idea hacerlo con su mano mutilada, por lo que sin poder evitarlo la bolsa se deslizó entre sus tres únicos dedos, cayendo al suelo y causando un sonido de monedas tintineantes en su interior que al szish se le antojó terrible. Rápidamente, tomó la bolsa con su cola y se dio a la fuga tan rápido como su cojera le permitía, consciente de que lo más probable era que el tipo se hubiese dado cuenta del hurto.

Al girar por un callejón más tranquilo pensó que había perdido de vista al hombre, pero antes de que pudiese girarse para comprobarlo una piedra impactó con fuerza contra su pierna, haciéndole caer al suelo y darse un buen golpe. No pudo levantarse inmediatamente, pero el tipo de la capucha ya se encargó de "ayudarle", agarrándole del cuello de su camisa y obligándole a ponerse en pie y a mirarle a los ojos. Unos ojos azules, intensos y fríos como el hielo.

Agarró con sus propias manos los brazos que lo levantaban. No hizo ademán de escapar, pues de nada iba a servirle al szish, pero si tenía que luchar para defender su vida así lo haría. Por el momento decidió decantarse por ver cómo se desarrollaban los acontecimientos, con la bolsa de oro del hombre aún agarrada con su cola.

-¿Noss conocemoss?-sonrió mostrando sus dientes.

La presión del agarre aumentó, y Slig apartó ligeramente el rostro previendo un puñetazo. Llevaba su daga en la cintura, bajo un trozo de tela que la ocultaba, y si tenía que usarla la usaría. No sería la primera vez que mataba a alguien en defensa propia. No era ningún asesino, pero si no tenía más remedio así lo haría.

Pero algo extraño ocurrió. Ese tipo le soltó y comenzó a caminar alejándose de él, sin siquiera reclamar su bolsa de oro. ¿Por qué actuaba de esa manera? Era confuso. No lo entendía. Y eso solo le llenaba de curiosidad, pues era la primera vez que se topaba con algo así. No encontró signos de amenaza en las palabras del extraño de la capucha, más bien... era como si quisiera... ¿ayudarle?

Frunció el ceño, aún más confuso si eso era posible, clavando sus ojos verdes en el extraño. Se debatió sobre si seguirlo o no. Ambas opciones podían desembocar en problemas, pero estaba demasiado intrigado como para alejarse y disfrutar del oro que acababa de robar... o que le acababan de dar. No sabría qué decir. Algo había detenido a ese hombre. Y esa curiosidad fue lo que hizo que Slig guardase la bolsa de oro en su cintura y caminase a trompicones siguiendo al extraño poniéndose a su altura, aunque quedando a una distancia prudencial.

-¿Quién eress ecsstraño? ¿Tal vez una essspecie de demonio compasssivo?-rió con un deje socarrón en su voz siseante.

El extraño se delató a sí mismo como un asesino. Al szish no le pareció tal cosa, pues de ser así estaba seguro de que no habría dudado en acabar con su vida. Por otro lado, tal vez tuviese un buen motivo para ello. ¿Qué quería de él? ¿Pensaba que tal vez podría serle útil?

-Assesino ess un adjetivo muy abierto.-comentó enigmático.

Atravesando la plaza a través de callejuelas secundarias, evidentemente para evitar ser vistos, el extraño llamó a la puerta de una de las modestas casas que salpicaban la zona, siendo respondido por la voz de una mujer de mediana edad, dedujo Slig por su tono. Ambos pasaron al humilde interior. Era obvio que la propietaria no era de la alta sociedad, pero tampoco podría decirse que fuese precisamente pobre.

Cuando la mujer, una mestiza, se le quedó mirando, Slig entrecerró los ojos devolviendo una mirada desconfiada. Siseó por lo bajo cuando el extraño aclaró las cosas, desviando su mirada hacia él. Sin mediar palabra, el hombre se quitó su capucha y se sentó junto a la chimenea. Slig pensó en marcharse, tenía lo que quería, pero no pensaba que fuese inteligente darle la espalda a alguien que se llamaba a sí mismo "asesino". Su mente empezó a atar cabos, y pensó que tal vez ese tipo tendría relación (buena o mala) con alguna de las mafias o contrabandistas a los que solía hacer algún que otro trabajo. Quizás le hubiese reconocido por alguna descripción y quisiera encargarle alguna labor más bien poco legal y que tuviese que realizarse con discreción. Aprovechó que la mujer subió escaleras arriba para dirigirse al "asesino".

-Ssupongo que Greian te ha hablado de mi.-dedujo.- Tal vez Doran. ¿O quizáss Sslob?-indagó en la vacía expresión del extraño, en busca de respuestas.- Ssea como ssea, tú quieress algo de mi. ¿No ess assí? De lo contrario un humano no me habría invitado a ssu cassa. Y menoss uno al que acabo de robar.-tomó la bolsa de oro de su cintura, habiendo retirado antes sin llamar la atención un par de monedas, lo justo para comprar algo de comer.- Aquí tieness.-lanzó la bolsa al extraño.- No ess buena idea tentar a la ssuerte con un assesino, ¿verdad?-rió entre dientes.

En ese instante volvió a reunirse con ellos la mujer, portando algo de ropa y ofreciéndosela a Slig. Éste no se lo tomó con muy buen humor.

-No ssoy ningún mendigo.-anunció con orgullo, echando su cresta hacia atrás y mostrando los dientes.- Mi ropa me gussta, graciass.-agregó con un deje agresivo en su voz.


No tomó asiento, manteniéndose en pie frente al extraño e ignorando a la mujer. Eso ya era demasiado confuso para su gusto. Si bien era él el que casi nunca daba respuestas directas, aquél extraño ni siquiera parecía tener intención de responder.

-¿Ess cosstumbre por aquí acoger a artistasss ambulantesss?-inquirió socarrón.- Diablosss, esso podría haberme ssolucionado muchass cosasss, pero ahora de poco me ssirve.

La bolsa de oro acabó de nuevo entre sus manos, haciendo que Slig lanzase una mirada extrañada al extraño. Escuchó sus respuestas con una expresión cada vez más sorprendida en su escamoso rostro, sin dar crédito a lo que estaba escuchando.

-¡Maldito aborto de trasssgo!-bramó iracundo.- ¡Esse Farod sse lass verá conmigo! Yo no sssoy ningún assessino. ¡No lo ssoy!-se defendió con confianza en sus palabras.- Por esso rechacé su trabajo, pero parece sser que no le ha sssentado nada bien.

Comenzó a caminar de un lado a otro, nervioso. Si era cierto que la guardia venía a buscarle tenía un problema. Tenían un problema. Debía llegar a su carreta y salir de la ciudad sin perder un segundo, podría esperar para comer en algún pueblo cercano. No estaba entre sus planes pasar un tiempo en la cárcel o terminar sus días ahorcado o decapitado. Le tenía demasiado aprecio a su cabeza.

Miró de reojo lo que le ofrecía el extraño, pero finalmente aceptó tanto el bastón como la túnica, ataviándose con ella por encima de sus ropas. Estaba a punto de decir una palabra que no recordaba cuándo fue la última vez que salió de su boca. Quizás por esa falta de costumbre no lo dijo en voz alta, sino que se comunicó mentalmente con el extraño.

"Graciasss" resonó en la mente del hombre con gran sinceridad.

-No ssé por qué hacess essto, humano.-confesó, negando con la cabeza a la vez que se colocaba la capucha de la túnica.- Si esperass algo de mi a cambio, no hay mucho que pueda ofrecer, ademáss de un par de trucoss de magia.-rió con algo de resignación.- Ssslig.-se presentó con una leve reverencia de su cabeza.

Las voces de los guardias llegaban hasta ellos desde la calle, haciéndole estirar su cuello y cresta en actitud alertada.

-¿Cómo salimoss de aquí?

El szish saltó por la trampilla sin pensárselo dos veces. La oscuridad para él no era ningún problema, pues podía guiarse por el calor. El humano tendría problemas para ver en esa oscuridad, y las diversas telarañas, polvo y escombros que adornaban el pasadizo denotaban que hacía mucho tiempo que no se usaba... eso, o tal vez que no tuviesen interés en limpiarlo.

-Cuidado con el camino, ssangrecaliente.-advirtió sorteando unos escombros a sus pies.- Tropezar no ssería agradable.

Sangrecaliente... era extraño, pues el hombre no era particularmente cálido. Su cuerpo estaba frío, casi como el de un szish. ¿Estaría enfermo?

Por suerte el pasadizo era en línea recta y eso se agradecía. Pero también les sería más fácil a los soldados encontrarles si descubrían la entrada. No le preocupaba aquella mujer. A decir verdad, aunque la mestiza corriese peligro no le preocuparía. Así serviría para distraer a los guardias... ¿El chico? ¿Sasha? No, tampoco le preocupaba. Pero eso era más bien porque había demostrado ser perfectamente capaz de cuidarse solo. Había contraído con él una deuda de vida, y sabía que tarde o temprano tendría que pagarla. Puede que Slig fuese un mentiroso de dudosa reputación, pero tenía sentido del honor. Un poco.

A los pocos minutos, su olfato captó el aire fresco y también apreció un cambio en la temperatura. No pasó mucho tiempo hasta que al fin se toparon con unas escaleras de madera vieja que daban a una trampilla por la que se filtraban unos suaves rayos de sol y una brisa agradecida. Sonrió, degustando ya la libertad. No escuchaba los sonidos de los soldados tras ellos, lo que le hizo suponer que no habían dado con la trampilla secreta. En cambio, sí que escuchaba el pisar ajetreado de botas metálicas sobre sus cabezas, y curioseó a través de una rendija para descubrir que se encontraban en un callejón cercano a la plaza, por el cual acababa de pasar un contingente de guardias.

Abrio con extrema cautela la trampilla, saliendo al exterior con rapidez y apresurándose a taparse con la capucha todo lo que podía, retrayendo su cola bajo la túnica prestada para llamar menos la atención. Con un poco de suerte, incluso le confundirían con un sangrecaliente. Se comunicó con Sasha mentalmente, pues no quería arriesgarse a llamar la atención de algún oído audaz.

"Si llegamosss hasta mi carreta podremoss salir de la ciudad." explicó señalando con su mano de dedos mutilados "Está en essa essquina, la del caballo ossscuro"

Llevar a ese extraño llamado Sasha en su carreta hasta salir de la ciudad. Era lo justo. Un favor por otro.

Se ocultó a la vista en el callejón, oteando la plaza disimuladamente para comprobar cómo le iba a Sasha, pero le había perdido de vista. Tal vez le habrían capturado, en cuyo caso no había nada que pudiese hacer, mas que seguir con su camino y guardar un minuto de silencio. Siguió atento de cualquier forma, por si veía a los soldados llevándoselo a rastras, pero en su lugar lo que vio fue al extraño haciéndole señales desde la carreta.

Haciendo uso de sus dotes para el sigilo, Slig se deslizó entre la la multitud como uno más, actuando con naturalidad. Cuando llegó a la carreta observó el cadáver de algunos guardias tras ella, lo cual le hizo chasquear la lengua a disgusto.

-¿No te bassstaba con dejarloss inconscientess?-le recriminó.- Ahora penssarán que fui yo.

No le importaba en absoluto la vida de esos hombres, sino el hecho de que su muerte fuese atribuida a él. En fin... ya era tarde para lamentarse. Desató al caballo del poste donde lo había amarrado y subió al carromato tomando las riendas. Dirigió una mirada a Sasha.

-¿Vass a ssubir o prefieresss quedarte?

Una vez el humano subió al carro, Slig azotó las riendas para que el caballo avanzase. Los soldados sabían cuál era su carreta, así que no tenía sentido intentar pasar desapercibido. Con esto en mente, Slig instó al animal a que corriera tanto como le fuera posible, haciendo que la gente se apartase de su camino para no ser atropellada. Al percatarse de ésto los soldados corrieron tras ellos, pero la multitud les dificultaba el paso y sus pesadas armaduras no les ayudaban precisamente a igualar la velocidad que levaban. Algunos de esos soldados llevaban arcos y ballestas, pero no iban a arriesgarse a disparar sus flechas y matar a algún ciudadano inocente. Al fin y al cabo... ¿quién era él? Solo un simple szish sospechoso de asesinato. Si salía de la ciudad, sería problema de cualquier otro. El reptil sonrió satisfecho mientras cruzaban a toda velocidad por las puertas de la ciudad, sin dejar que la velocidad mermara hasta que entraron en los caminos del bosque cercano.

-¡Jajaja!-rió macabramente.- Esso ssí que ha ssido un espectáculo que jamásss olvidarán.-tornó la cabeza levemente para dirigir una mirada a Sasha.- No ess habital encontrarsse a perssonas dispuessstass a ayudar a un szisssh.-comentó distraídamente.- Sssegún mi experiencia, nadie ayuda a nadie a menosss que sea para obtener algo. ¿Qué ess lo que quieresss tú?

[OFF-ROL: Espero que no te importe que controlase lo de que tu personaje subía al carro, era para agilizar un poco las cosas y según lo que hablamos era lo que ibas a hacer xD]

Off: No pasa nada no te preocupes

Sasha bajó del carromato y comprobó a ver si estaban solos, pues le iba a enseñar algo que nadie mas que Slig podria ver. Sasha se alejó un poco del carromato para no dañarlo con su transformacion.

-Veras, Slig...hay algo que deberias saber de mi...y es algo que nos hace que seamos "parientes" por asi decirlo...

Sasha se concentró un poco y se transformó en un Shek emplumado, muy bello. Luego miró a Slig esperando respuesta.

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la ciudad, Slig detuvo el carromato. Estaba empezando a anochecer, y no era seguro continuar por esos bosques. Con su estómago rugiendo de hambre, Slig imitó a Sasha bajando del carro, atando al caballo a un árbol cercano. El chico se alejó del carro pronunciando unas palabras que al szish se le antojaron realmente enigmáticas. Le miró a los ojos, intentando atisbar el significado de esas palabras, pero lo que ocurrió fue que la respuesta no necesitaba palabras.

Slig contempló como Sasha se transformaba en un shek ante sus propios ojos. Nunca había contemplado a uno tan de cerca, lo máximo que había hecho había sido verlos volar muy arriba en el cielo, sobre su cabeza, sin que esos seres desviasen su atención hacia él. Pero ese día, aquél shek le había salvado la vida.

Se sorprendió ante la transformación, por supuesto, pero no tenía miedo a esa criatura. No tenía ningún motivo para tenerlo. Al menos de momento...

Se sabía que los szish habían sido, hace tiempo, los sirvientes de los sheks, y había muchos que aún hoy en día lo eran. Otros simplemente los respetaban y admiraban, pero Slig no procesaba por los sheks ni una cosa ni la otra. Para él eran otra raza más... eso sí, una que podía devorarte de un bocado si se les antojara, así que se andaría con ojo.

No obstante, Sasha no era un shek cualquiera. Le había ayudado a escapar, y eso era algo que Slig tenía muy en cuenta.

-"Entoncesss no eresss un sangrecaliente."-se comunicó con él mentalmente, en la lengua de los szish.- "¿He de sssuponer que me hasss ayudado porque loss dosss tenemoss escamasss?"-rió.- "Eresss un sshek ecsstraño, pero ssi algo he aprendido en todoss estosss añoss es que las mejoresss cosass no sson lass que se ven todosss los díass."-agregó entornando la mirada.

El aullido de un lobo alertó al szish.

-"Deberíamosss encender un fuego, a esasss bestiass les assusta."-sugirió.- Aunque... no creo que sse atrevan a aparecer por aquí al ver tuss colmillosss.

Sin responder a su pregunta, el shek se internó en el bosque con el propósito de dar caza a algún animal. Slig gruñó algo incomprensible por lo bajo, preparando el fuego del campamento en el que pasarían la noche. Bueno... con un poco de suerte tendrían algo que comer.

Una vez encendido el fuego, Slig tomó asiento en una roca cercana, con la mirada perdida en las llamas. No le gustaba involucrarse con ese shek, no le daba buena espina. ¿Que mejor para meterse en problemas que andar cerca de una serpiente alada? Por no mencionar que se había denominado a sí mismo asesino. Ya había visto que no tuvo remordimientos en matar a aquellos soldados y tenía el presentimiento de que si seguía a su lado se vería involucrado en más muertes... por otro lado, siempre podría aprovecharse de la situación.

Slig lo pensó largo y tendido mientras esperaba el regreso de Sasha. El tener la amistad de un shek podría reportarle muchos beneficios, más... seguridad, por así decirlo. Sonrió para sí mismo. Sí... podría sacar algún partido a esa relación.

Sasha llegó al "campamento" con unos conejos colgando de la guadaña con una cuerda. Dejó los conejos al lado de Slig, y luego dejó la guadaña en un arbol cercano al carromato. Y despues se sento al lado de la hoguera. Señalo los conejos y habló.

-Come...yo no tengo hambre, y ademas necesitas alimentarte... siento no haber traido otra cosa, pero es que era lo que he encontrado...

Dijo tumbandose y usando como "cojin" una pequeña roca que habia. Le caia bien Slig, y tal vez pudieran trabar una buena amistad; o eso esperaba Sasha...

Off: Es aconsejable que te leas mi inventario, para que sepas que caracteristicas tienen mis armas

[Off-Rol: Hombre, de momento no ha sido especialmente vital el saber sobre tus armas xD pero ya leí =) ]

El shek volvió al poco rato, trayendo consigo unos conejos de aspecto realmente suculento. Miró de reojo a Sasha, aún sin comprender por qué hacía todo eso por alguien como él. Sin duda, pensaba Slig, quería obtener algo a cambio; hacer que tuviese una gran deuda con él para cobrársela algún día. La fría y retorcida mente del szish amasaba poco a poco su plan para beneficiarse del shek, pero la labor sería más sencilla con el estómago lleno.

-Ess mucho máss de lo que he recibido nunca.-respondió.- Tal vez no ssea tan cierto lo que dicen de loss sheksss. O esso, o que me he topado con uno basstante peculiar.

Asó los conejos al fuego mientras observaba de vez en cuando a Sasha. Parecía bastante indiferente ante todo, como si nada le importara realmente. Aunque claro... nadie sabía lo que se cocía en su cabeza.

-Hay algunass mantass en el carro.-sugirió entre bocado y bocado.- Sse que el frio no esss problema, pero ssiempre ess de agradecer un lugar blando donde desscansar.

Off: Es por si pones que tu personaje intenta llevarse mis armas xD

Sasha negó con la cabeza, estaba bien asi...

Gracias...Pero estoy acostumbrado a dormir de esta manera... Cuando era mas pequeño vivia en otro planeta, llamado Tierra. Cuando mi padre murió mi madre me lo oculto hasta los doce años, me lo contó pensando que era mayor para asimilarlo;pero se equivoco...mi madre enloquecio y tuve que ir a vivir con mi tia... Yo escape de casa y llwgue mediante una especie de portal aqui: a Idhun...y un Shek me acogio cuando tenia 15 años, me estuvo cuidando hasta los 19 años. Y por eso me comporto de esa manera, por eso ayudo a los mios...

Dijo cerrando los ojos, pero sin dormirse.