Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
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Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
FdR: Preparaos. Koral la bibliera returns xD Y por la puerta grande
[Rol condicionado: max 3 personas. Koral, Dragon y Aydel Lunne (0 plazas libres, negociables. si alguien quiere entrar, que me envie a mi o a Dragon un mp]
__________________________________________________________
Calé la capucha de mi capa oscura hasta que me cubrió el rostro.
Me deslicé como una sombra más entre el sempiterno gris del pueblo de Nangal. Grises muros, grises calles, grises hombres, mujeres y grises ánimos. Mis pies se deslizaban sin hacer ruido por la grava, caminando sin rumbo fijo por calles solitarias, solo llenas de embrujo y recuerdo.
O tal vez solo fuese en mis recuerdos.
Había abandonado Nandelt después de que aquel mago oscuro se nos apaereciese a mis compañeras de viaje y a mí en busca de auel extraordinario báculo del que nada conocía. El Archimago de Derbhad había pedido nuestra ayuda para defenderlo, pero no pudimos hacer nada. Y no podía hacer más. Sin avisar, me marché y continué en solitario, viajando hacia el sur, buscando una llamada silenciosa que no llegaba, un lugar a donde volver que no me esperaba. Tal vez sonara egoísta, pero no me apetecía luchar por los demás, no ahora. Ahora solo estaba yo. Y mis recuerdos.
Me resultaba extraño volver a mezclarme en sociedad, después de meses perdida, separada del resto del mundo, viajando por lugares inhabitados mientras me lamía las heridas del funesto encuentro con aquel mago oscuro. Por ello agradecía que mi reintegración en el mundo de los vivos emepzara en Nangal, donde las personas no juzgan, no preguntan, simplemente viven sus vidas y dejan vivir.
Al principio temía a los posibles ojos curiosos escrutando mi aspecto feérico, aunque la proximidad de Alis Lithban y sus comunidades de hadas haría que estuviesen acostumbrados a mi físico. Por ello me hice con una capa gris, el color y prenda habituales en esta región, para pasar desapercibida. cual fue mi sorpresa al comprobar que, bajo aquellas telas similares y monocromas se ocultaban rostros de lo más variopintos: humanos en su mayoría, pues Nangal es tierra de Irial, pero también feéricos, celestes, yan, incluso algún ganti de rasgos indefinidos. Un siseo débil, ahogado bajo la capucha de un joven que había pasado muy cerca de mí, me hizo descubrir la presencia incluso de szish.
Desde luego, mi largo pelo del color de los brotes en primavera, qe se escapaba en mechones fuera de mi capa, no resultaría en absoluto llamativo en aquel pueblo inesperadamente cosmopolitan.
En Nangal, me dije, todas las criaturas, sean de la religión que profesen, tengan o no cabello, escamas, andares rápidos o lengua bífida, se unen bajo un mismo gris cordial, un gris que, milagrosamente, unía a todas aquellas criaturas distintas en una nueva raza que iba más allá de los prejuicios convencionales, y los convertía, simplemente, en personas.
Ya había empezado a anochecer. Mis ojos encontraron la luz que se filtraba a través de la pesada niebla del crepúsculo desde las ventanas de lo que parecía una posada. No estaba segura de querer entrar todavía. A decir verdad, hacía tanto que no mantenía una conversación cotidiana con nadie que estaba segura de haber olvidado cómo hablar. Me arrastré hacia un portal cercano, y apoyé mi espalda contra una de las columnas de madera húmeda que custodiaba la entrada del edificio. "Biblioteca de Nangal" Leí en el rótulo junto a la puerta. Demasiado pequeña para el concepto que tenía de biblioteca municipal. Estaba cerrada, y a juzgar por la capa de polvo del rellano (solo interrumpida por mis huellas) y los desvencijados goznes de la puerta, parecía que llevaba cerrada desde mucho.
-¿Esperas a alguien, niña?
Me volví sorprendida, y me encontré con un bulto -de color gris, naturalmente- envuelto en una capa que ocultaba sus rasgos. La voz, profunda, ronca y envejecida, con un timbre vagamente femenino, salía de su interior. Me pareció una figura demasiado alta y corpulenta para ser humana, pero no lo suficiente para considerarse un orgulloso gigante.
-La biblioteca no va a abrir, me temo. -continuó, al ver que no respondía.
Su tono era amable. ¿Por qué? En Nangal no preguntan, no les importa tu vida o tus circunstancias. Solo se preocupan de ellos mismos. Eso me hizo desconfiar.
-Estoy sola, gracias. No necesito nada más -respondí con precaución. Mi voz me sorprendió. Hacía mucho que no alzaba la voz más allá del susurro, y no la recordaba tan ronca y torpe. ¿Cuanto tiempo llevaba sola?
La mujer rió, descubriendo su rostro pétreo, pero bastante expresivo e incluso inesperadamente dulce. Una semigiganta.
-Nangal es la tierra del recuerdo. Aquellos que deciden quedarse son los que no tienen más que su pasado como vida presente y su futuro hecho jirones para siempre. Sólo tienen qué olvidar y recordar, no les queda nada más.
-Los que solo están de paso han olvidado su presente y necesitan construir un futuro a partir de los cimientos de su pasado. Vienen porque no saben a dónde ir, vienen para reencontrarse con sus memorias, recordar lo que trataron de olvidar, y olvidar lo que se empeñaron en conservar. Son aquellos que tienen un destino por delante, pero que se perdieron en medio del camino.
-Tal vez mi camino simplemte desapareció. Se borró. Se anuló. Todo por lo que luché, todas las personas que eran importantes para mí y que constituían mi futuro están muertas. -respondí sin darme cuanta. El dolor de mi alma enfatizó y endureció mis palabras. Reikren, Déteka, madre... incluso padre, aquel padre que no conocí como tal. Ya no había nadie.
-Entonces, comienza de nuevo. Vuelve al principio, y construye de nuevo tu camino. Recuerda lo que te empeñaste en olvidar, y olvida lo que trataste de conservar.
Me dejó cavilando en aquellas extrañas palabras. No creí comprenderlas del todo. ¿Qué tenía que olvidar? ¿qué recordar? ¿qué encontrar?
Los minutos pasaban. Noche cerrada. Y yo seguía allí. Solo yo. Ya no había nadie por la calle. La posada estaba cerrada.
Y entonces lo entendí. No se trataba de olvidar, sino de superar. En cierto modo parecía lo mismo, pero no le era, para nada. Superar mi pasado, asimilarlo, aceptarlo.
Y Recordar, o aprender, lo que nunca quise reconocer: que solo yo decido quién soy, por qué lucho. Que todo lo que ha pasado ya es parte de mí, definen quien soy y qué soy.
Soy Koral, la semifeérica. Y Lunnawi, el unicornio. Basta de esconderme en el pasado. Soy dueña de mi destino.
Levanté la vista para darle las gracias a aquella anciana desconocida, pero había desaparecido. En su lugar, más allá, una figura de tintes celestes deambulaba entre las casas oscuras.
Casas grises.
El corazón me dio un vuelco.
Estaba en Drackwen, mi tierra. El lugar donde empecé mi aventura. El lugar donde encontraría de nuevo mi camino. Había regresado al principio.
Y allí estaba mi camino, disfrazado de mago celeste, disfrazado de recuerdo. Sonreí.
"Hola, Dragon Droican"
[Rol condicionado: max 3 personas. Koral, Dragon y Aydel Lunne (0 plazas libres, negociables. si alguien quiere entrar, que me envie a mi o a Dragon un mp]
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Calé la capucha de mi capa oscura hasta que me cubrió el rostro.
Me deslicé como una sombra más entre el sempiterno gris del pueblo de Nangal. Grises muros, grises calles, grises hombres, mujeres y grises ánimos. Mis pies se deslizaban sin hacer ruido por la grava, caminando sin rumbo fijo por calles solitarias, solo llenas de embrujo y recuerdo.
O tal vez solo fuese en mis recuerdos.
Había abandonado Nandelt después de que aquel mago oscuro se nos apaereciese a mis compañeras de viaje y a mí en busca de auel extraordinario báculo del que nada conocía. El Archimago de Derbhad había pedido nuestra ayuda para defenderlo, pero no pudimos hacer nada. Y no podía hacer más. Sin avisar, me marché y continué en solitario, viajando hacia el sur, buscando una llamada silenciosa que no llegaba, un lugar a donde volver que no me esperaba. Tal vez sonara egoísta, pero no me apetecía luchar por los demás, no ahora. Ahora solo estaba yo. Y mis recuerdos.
Me resultaba extraño volver a mezclarme en sociedad, después de meses perdida, separada del resto del mundo, viajando por lugares inhabitados mientras me lamía las heridas del funesto encuentro con aquel mago oscuro. Por ello agradecía que mi reintegración en el mundo de los vivos emepzara en Nangal, donde las personas no juzgan, no preguntan, simplemente viven sus vidas y dejan vivir.
Al principio temía a los posibles ojos curiosos escrutando mi aspecto feérico, aunque la proximidad de Alis Lithban y sus comunidades de hadas haría que estuviesen acostumbrados a mi físico. Por ello me hice con una capa gris, el color y prenda habituales en esta región, para pasar desapercibida. cual fue mi sorpresa al comprobar que, bajo aquellas telas similares y monocromas se ocultaban rostros de lo más variopintos: humanos en su mayoría, pues Nangal es tierra de Irial, pero también feéricos, celestes, yan, incluso algún ganti de rasgos indefinidos. Un siseo débil, ahogado bajo la capucha de un joven que había pasado muy cerca de mí, me hizo descubrir la presencia incluso de szish.
Desde luego, mi largo pelo del color de los brotes en primavera, qe se escapaba en mechones fuera de mi capa, no resultaría en absoluto llamativo en aquel pueblo inesperadamente cosmopolitan.
En Nangal, me dije, todas las criaturas, sean de la religión que profesen, tengan o no cabello, escamas, andares rápidos o lengua bífida, se unen bajo un mismo gris cordial, un gris que, milagrosamente, unía a todas aquellas criaturas distintas en una nueva raza que iba más allá de los prejuicios convencionales, y los convertía, simplemente, en personas.
Ya había empezado a anochecer. Mis ojos encontraron la luz que se filtraba a través de la pesada niebla del crepúsculo desde las ventanas de lo que parecía una posada. No estaba segura de querer entrar todavía. A decir verdad, hacía tanto que no mantenía una conversación cotidiana con nadie que estaba segura de haber olvidado cómo hablar. Me arrastré hacia un portal cercano, y apoyé mi espalda contra una de las columnas de madera húmeda que custodiaba la entrada del edificio. "Biblioteca de Nangal" Leí en el rótulo junto a la puerta. Demasiado pequeña para el concepto que tenía de biblioteca municipal. Estaba cerrada, y a juzgar por la capa de polvo del rellano (solo interrumpida por mis huellas) y los desvencijados goznes de la puerta, parecía que llevaba cerrada desde mucho.
-¿Esperas a alguien, niña?
Me volví sorprendida, y me encontré con un bulto -de color gris, naturalmente- envuelto en una capa que ocultaba sus rasgos. La voz, profunda, ronca y envejecida, con un timbre vagamente femenino, salía de su interior. Me pareció una figura demasiado alta y corpulenta para ser humana, pero no lo suficiente para considerarse un orgulloso gigante.
-La biblioteca no va a abrir, me temo. -continuó, al ver que no respondía.
Su tono era amable. ¿Por qué? En Nangal no preguntan, no les importa tu vida o tus circunstancias. Solo se preocupan de ellos mismos. Eso me hizo desconfiar.
-Estoy sola, gracias. No necesito nada más -respondí con precaución. Mi voz me sorprendió. Hacía mucho que no alzaba la voz más allá del susurro, y no la recordaba tan ronca y torpe. ¿Cuanto tiempo llevaba sola?
La mujer rió, descubriendo su rostro pétreo, pero bastante expresivo e incluso inesperadamente dulce. Una semigiganta.
-Nangal es la tierra del recuerdo. Aquellos que deciden quedarse son los que no tienen más que su pasado como vida presente y su futuro hecho jirones para siempre. Sólo tienen qué olvidar y recordar, no les queda nada más.
-Los que solo están de paso han olvidado su presente y necesitan construir un futuro a partir de los cimientos de su pasado. Vienen porque no saben a dónde ir, vienen para reencontrarse con sus memorias, recordar lo que trataron de olvidar, y olvidar lo que se empeñaron en conservar. Son aquellos que tienen un destino por delante, pero que se perdieron en medio del camino.
-Tal vez mi camino simplemte desapareció. Se borró. Se anuló. Todo por lo que luché, todas las personas que eran importantes para mí y que constituían mi futuro están muertas. -respondí sin darme cuanta. El dolor de mi alma enfatizó y endureció mis palabras. Reikren, Déteka, madre... incluso padre, aquel padre que no conocí como tal. Ya no había nadie.
-Entonces, comienza de nuevo. Vuelve al principio, y construye de nuevo tu camino. Recuerda lo que te empeñaste en olvidar, y olvida lo que trataste de conservar.
Me dejó cavilando en aquellas extrañas palabras. No creí comprenderlas del todo. ¿Qué tenía que olvidar? ¿qué recordar? ¿qué encontrar?
Los minutos pasaban. Noche cerrada. Y yo seguía allí. Solo yo. Ya no había nadie por la calle. La posada estaba cerrada.
Y entonces lo entendí. No se trataba de olvidar, sino de superar. En cierto modo parecía lo mismo, pero no le era, para nada. Superar mi pasado, asimilarlo, aceptarlo.
Y Recordar, o aprender, lo que nunca quise reconocer: que solo yo decido quién soy, por qué lucho. Que todo lo que ha pasado ya es parte de mí, definen quien soy y qué soy.
Soy Koral, la semifeérica. Y Lunnawi, el unicornio. Basta de esconderme en el pasado. Soy dueña de mi destino.
Levanté la vista para darle las gracias a aquella anciana desconocida, pero había desaparecido. En su lugar, más allá, una figura de tintes celestes deambulaba entre las casas oscuras.
Casas grises.
El corazón me dio un vuelco.
Estaba en Drackwen, mi tierra. El lugar donde empecé mi aventura. El lugar donde encontraría de nuevo mi camino. Había regresado al principio.
Y allí estaba mi camino, disfrazado de mago celeste, disfrazado de recuerdo. Sonreí.
"Hola, Dragon Droican"
Última edición por Koral el Miér Oct 12, 2011 1:42 pm, editado 2 veces
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Off: espero que no importe que me apunte... esque soy nueva aquí...
Me deslicé por el límite del bosque, sabía que no debía apartarme de allí por el miedo que recorría mi cuerpo al pensar en alejarme del bosque, pero esta vez no había otra opción, estaba en Alis Lithban desde hace unos meses, hasta entonces había estado en Awa y no conocí el lugar más al este de Alis Lithban que no fuese la conexión de Nandlet; pero esta vez debía insertarme en la tierra de color gris. Llevaba puesta mi capa de color gris que había obtenido poco tiempo atrás, por si alguna vez me veía obligada a irme, como esta vez.
Me elevé en el aire para ir volando, y así, ir mas rápido; iba volando cuando vi a dos personas, una encapuchada, la otra era una mujer de pelo verde, como el mio, eso me alegró, tenía más confianza con la gente feérica, pues que no había conocido a mucha gente más de otras razas. Me acerqué a las dos figuras, pero para cuando pude fijarme, solo quedaba una y se encaminaba a una tercera, un mago celeste me pareció que era, oí como se saludaban, y me aproximé a preguntar como se salía de allí; el oscuro cielo me abrumaba.
-Hola- dije con cierto tono tímido- ¿adonde van?- pregunté inmediatamante antes de sentirme estúpida por ello- esque si saben como salir de aquí les agradecería que me acompañasen.
Me deslicé por el límite del bosque, sabía que no debía apartarme de allí por el miedo que recorría mi cuerpo al pensar en alejarme del bosque, pero esta vez no había otra opción, estaba en Alis Lithban desde hace unos meses, hasta entonces había estado en Awa y no conocí el lugar más al este de Alis Lithban que no fuese la conexión de Nandlet; pero esta vez debía insertarme en la tierra de color gris. Llevaba puesta mi capa de color gris que había obtenido poco tiempo atrás, por si alguna vez me veía obligada a irme, como esta vez.
Me elevé en el aire para ir volando, y así, ir mas rápido; iba volando cuando vi a dos personas, una encapuchada, la otra era una mujer de pelo verde, como el mio, eso me alegró, tenía más confianza con la gente feérica, pues que no había conocido a mucha gente más de otras razas. Me acerqué a las dos figuras, pero para cuando pude fijarme, solo quedaba una y se encaminaba a una tercera, un mago celeste me pareció que era, oí como se saludaban, y me aproximé a preguntar como se salía de allí; el oscuro cielo me abrumaba.
-Hola- dije con cierto tono tímido- ¿adonde van?- pregunté inmediatamante antes de sentirme estúpida por ello- esque si saben como salir de aquí les agradecería que me acompañasen.
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
(Fdr: Al fin *____* Me encanta, omg, verás que post te saco )
Tierras grises… tierras llenas de soledad, de tristeza… tierras en las que tu mejor amigo eras tú… tierras en las que todo parecía comenzar de nuevo, en medio de la tristeza y la desolación. Así solían llamar a Nangal, la tierra Gris. Sin embargo, antaño había sido un reino lleno de vivacidad, completamente alegre y donde, quien sabe, un día hubo reinado una Reina justa y capaz de llevar a su pueblo a la grandeza… aunque por poco tiempo, eran tantos los daños ocasionados por los sheks, que aún quedaban rastros de sus atrocidades.
Me encontraba solo. Pero no solo porque yo hubiese querido estarlo, no. Solo porque necesitaba estar solo de la gente que siempre me solía rodear. Ya era hora de pensar, estar tanto tiempo en el presente me producía angustia, más cuando llevaba tanto tiempo sin ver a mis padres… y a Elderin. Recordaba como si fuese ayer los días vividos con ella, lo felices que podríamos haber llegado a ser y lo felices que nunca fuimos. Es más, siempre me decía a mi mismo que pensar en aquellas cosas solo me traía quebraderos de cabeza, pero eran tantos recuerdos… que si hubiera querido, ni en dos días los hubiera contado todos.
Aparte, sentía melancolía por mis amigos. Amigos que habían desaparecido de la faz de Idhún, o que simplemente se habían visto de la misma necesidad que yo, la soledad no era buena, no, pero a veces te ayudaba a pensar realmente si lo que estabas haciendo era bueno o no. Y sin embargo, yo cada vez me sentía más y más solo, necesitaba de ellos. Varias imágenes acudieron a mi mente. Elissa me miraba, con su sonrisa. Koral, por su parte, parecía sumida en sus pensamientos, y cuando se daba cuenta de que la miraba, hacía lo mismo y sonreía. Alby, que habría sido de Alby, hacía tanto que no hablábamos. Alsan… la dragona había dejado una huella en mí, no tanto como Elissa, pero aún así necesitaba conversar con ella.
No sabía nada de ellos desde lo de la Torre de Derbhad y lo de Kannos. Era tan duro pensar que tus amigos podían estar ahora mismo en pleno combate, que descarté aquellos pensamientos de mi cabeza. Deseaba con todas mis fuerzas que estuvieran bien, y que hubieran conseguido lo que se traían entre manos. Hubiera sido muy triste ver Idhún sin magia, sin esa magia que ahora mismo corría por mis venas… sin esa magia que un día me había dado una vida nueva. Lunnawi acudió a mi mente, y sonreí. Por primera vez en mucho tiempo algo me hacía arquear mis labios. Por fin lo había conseguido, parecía que poco a poco iba consiguiendo recordar de un modo que no me hiciera daño, sino que me diera lo que necesitaba para seguir labrando mi camino.
“Intuyo que hoy será un gran día, por fin” me dije, mientras levantaba la vista hacia delante. Caminaba por unas calles, grises, como no, y poco transitadas. De vez en vez se veía algún que otro celeste pasar, e incluso szishs, que era raro verlos deambular por estas tierras, se dedicaban al comercio y preferían ir a tierras más prosperas. Lo curioso era que realmente en sus corazones aún había esperanza, y eso me animaba a seguir andando. Por otro lado, me llamaba la atención que por calle al menos había una posada, y me detuve cerca de la entrada a la Biblioteca, Biblioteca que estaba cerrada, desvencijada y que se quedaría así por mucho tiempo. Una lástima, una auténtica lástima. Pero las cosas eran así, y no cambiarían en mucho tiempo, al menos hasta que llegaran tiempos mejores.
Una luz se iluminó en mi camino. A pocos pasos de la entrada de la biblioteca, había una muchacha hablando con una anciana… ¿semigiganta? Eso parecía, pero no me detuve a ver los rastros de la anciana, sino que me paré a ver unos ojos que, casualmente, rebosaban… ¿luz? Sí, era luz.
“No puede ser…” dije, mientras unas lágrimas, como siempre que recordaba a alguien que me había dejado por el camino, se aparecía de nuevo en mi vida. “Por favor, Yohavir, dame fuerzas para pensar que no es un espejismo, y tu, Wina, guíame para llegar hasta ella…” Poco a poco varias lágrimas gotearon contra el suelo, compuesto por grava. La semigigante se dirigía hacia mí, y no porque fuera a querer hablar conmigo. Sin embargo, al pasar por mi lado, me miró unos segundos y me dijo:
- Me parece que hoy has encontrado de nuevo tu luz… No la pierdas de nuevo - y sonrió, desviándome la vista y siguiendo su camino. No me paré mucho más, me acerqué a paso decidido, y, cual fue mi sorpresa, que me estaba mirando. Y cuando ya estuve totalmente seguro, la luz que tantas veces había visto en su rostro iluminó mi corazón, la había vuelto a encontrar.
-Koral…
Tierras grises… tierras llenas de soledad, de tristeza… tierras en las que tu mejor amigo eras tú… tierras en las que todo parecía comenzar de nuevo, en medio de la tristeza y la desolación. Así solían llamar a Nangal, la tierra Gris. Sin embargo, antaño había sido un reino lleno de vivacidad, completamente alegre y donde, quien sabe, un día hubo reinado una Reina justa y capaz de llevar a su pueblo a la grandeza… aunque por poco tiempo, eran tantos los daños ocasionados por los sheks, que aún quedaban rastros de sus atrocidades.
Me encontraba solo. Pero no solo porque yo hubiese querido estarlo, no. Solo porque necesitaba estar solo de la gente que siempre me solía rodear. Ya era hora de pensar, estar tanto tiempo en el presente me producía angustia, más cuando llevaba tanto tiempo sin ver a mis padres… y a Elderin. Recordaba como si fuese ayer los días vividos con ella, lo felices que podríamos haber llegado a ser y lo felices que nunca fuimos. Es más, siempre me decía a mi mismo que pensar en aquellas cosas solo me traía quebraderos de cabeza, pero eran tantos recuerdos… que si hubiera querido, ni en dos días los hubiera contado todos.
Aparte, sentía melancolía por mis amigos. Amigos que habían desaparecido de la faz de Idhún, o que simplemente se habían visto de la misma necesidad que yo, la soledad no era buena, no, pero a veces te ayudaba a pensar realmente si lo que estabas haciendo era bueno o no. Y sin embargo, yo cada vez me sentía más y más solo, necesitaba de ellos. Varias imágenes acudieron a mi mente. Elissa me miraba, con su sonrisa. Koral, por su parte, parecía sumida en sus pensamientos, y cuando se daba cuenta de que la miraba, hacía lo mismo y sonreía. Alby, que habría sido de Alby, hacía tanto que no hablábamos. Alsan… la dragona había dejado una huella en mí, no tanto como Elissa, pero aún así necesitaba conversar con ella.
No sabía nada de ellos desde lo de la Torre de Derbhad y lo de Kannos. Era tan duro pensar que tus amigos podían estar ahora mismo en pleno combate, que descarté aquellos pensamientos de mi cabeza. Deseaba con todas mis fuerzas que estuvieran bien, y que hubieran conseguido lo que se traían entre manos. Hubiera sido muy triste ver Idhún sin magia, sin esa magia que ahora mismo corría por mis venas… sin esa magia que un día me había dado una vida nueva. Lunnawi acudió a mi mente, y sonreí. Por primera vez en mucho tiempo algo me hacía arquear mis labios. Por fin lo había conseguido, parecía que poco a poco iba consiguiendo recordar de un modo que no me hiciera daño, sino que me diera lo que necesitaba para seguir labrando mi camino.
“Intuyo que hoy será un gran día, por fin” me dije, mientras levantaba la vista hacia delante. Caminaba por unas calles, grises, como no, y poco transitadas. De vez en vez se veía algún que otro celeste pasar, e incluso szishs, que era raro verlos deambular por estas tierras, se dedicaban al comercio y preferían ir a tierras más prosperas. Lo curioso era que realmente en sus corazones aún había esperanza, y eso me animaba a seguir andando. Por otro lado, me llamaba la atención que por calle al menos había una posada, y me detuve cerca de la entrada a la Biblioteca, Biblioteca que estaba cerrada, desvencijada y que se quedaría así por mucho tiempo. Una lástima, una auténtica lástima. Pero las cosas eran así, y no cambiarían en mucho tiempo, al menos hasta que llegaran tiempos mejores.
Una luz se iluminó en mi camino. A pocos pasos de la entrada de la biblioteca, había una muchacha hablando con una anciana… ¿semigiganta? Eso parecía, pero no me detuve a ver los rastros de la anciana, sino que me paré a ver unos ojos que, casualmente, rebosaban… ¿luz? Sí, era luz.
“No puede ser…” dije, mientras unas lágrimas, como siempre que recordaba a alguien que me había dejado por el camino, se aparecía de nuevo en mi vida. “Por favor, Yohavir, dame fuerzas para pensar que no es un espejismo, y tu, Wina, guíame para llegar hasta ella…” Poco a poco varias lágrimas gotearon contra el suelo, compuesto por grava. La semigigante se dirigía hacia mí, y no porque fuera a querer hablar conmigo. Sin embargo, al pasar por mi lado, me miró unos segundos y me dijo:
- Me parece que hoy has encontrado de nuevo tu luz… No la pierdas de nuevo - y sonrió, desviándome la vista y siguiendo su camino. No me paré mucho más, me acerqué a paso decidido, y, cual fue mi sorpresa, que me estaba mirando. Y cuando ya estuve totalmente seguro, la luz que tantas veces había visto en su rostro iluminó mi corazón, la había vuelto a encontrar.
-Koral…
Dragon Droican- Oráculo de Yohavir
- Mensajes : 437
Puntos : 639
Fecha de inscripción : 01/05/2010
Edad : 30
Localización : San Fernando
Datos
Su personaje es: Dragon Droican, Mago 1er Grado (Magia Telúrica)
Trabaja de: Juglar - Plaza de Vanis
Pertenece a: La OPNI, nº 13. Miembro de la UVI.
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Era él. Después de tanto tiempo, todavía era capaz de identificar su andar despreocupado, su cómica expresión de perrillo abandonado (FdR: No te piques, es un comentario cariñoso^^) cuando deambulaba sin saber bien qué hacer. No dije nada. Solo esperé. Y cuando por fin advirtió mi mirada, me limité a devolverle una sonrisa de sincera alegría. Me reconoció.
Nos quedamos unos instantes en silencio, no supe estimar cuánto, pues el tiempo parecía haberse detenido.
La primera vez que nos habíamos visto fue hace seguramente más de un año, casi dos. Y la última había sido en el salón de la torre de Derbhad hacía casi medio año. Tal vez menos, o quizá más. ¿Qué sentido tiene el tiempo cuando ya no tienes nada qué perder? Ah, qué equivocada había estado. Todo este tiempo pensando que ya no me quedaba nada, que ya no había sitio para mí en este gran continente hexagonal. Que las lunas ya no brillaban cada noche para mí. Había olvidado justo lo que merecía la pena recordar, y me había obsesionado en codearme de recuerdos sin solución que tan solo me hacían sufrir. Justo como había predicho aquella semigiganta.
Y lo que merecía la pena recordar estaba allí delante, mirándome, con los ojos desorbitados por la sorpresa del reconocimiento. Me miraba con la misma expresión que mostraría ante un espectro. Aquél era mi Dragon, sin duda alguna.
Aunque estaba más cambiado. La luz de las lunas crea imágenes caprichosas, pero me pareció más curtido, e incluso más alto. Por Yohavir, qué delgados, livianos y altos eran los celestes. Parecía que el dios del viento se hubiese valido del propio aire para crear a sus criaturas. La primera vez que nos habíamos visto había sido en Awinor. Preferí no recordar mucho aquellos episodios, pues mi estancia por el desierto había sido la más larga, penosa y triste de todos mis viajes. "Olvidar....no. Asumir los recuerdos pasados", me recordé a mi misma. Encontrar a Dragon en Awinor había sido un "respiro" ante tanto mal que había sufrido en Kash-Tar por entonces. Encontrarlo ahora, en aquel lugar tan apartado, después de tanto tiempo... era un pequeño milagro.
Sus labios susurraron mi nombre. No lo soporté más. Rompí aquel momento de incertidumbre y me arrojé a sus brazos, abrazando su esbelto cuerpo -tan delgado como el mío- y enterré mi rostro es su pecho, ya que su hombro me quedaba demasiado alto. Y lloré. Lloré en silencio, como una niña, como la Koral inocente e infantil que había enterrado para siempre en aquel bosque que nos rodeaba el día que decidí buscar aventuras. Dejé que toda la angustia y toda la tensión acumulada por tanto tiempo se escapase en forma de lágrimas, que iban a parar a su túnica. Y cuando por fin empecé a tranquilizarme, me sentí más limpia y renovada.
Me sentía feliz otra vez. Qué extraña sensación.
Me separé torpemente de él, tímida y repentinamente indefensa ante aquel alarde de emociones que me resultaba vergonzoso mostrar. Pero no me importaba ante Dragon.
-Te he mojado la ropa con mis lágrimas, perdona...-dije sin pensar, y acto seguido rompí a reír, una risa cantarina de hada. Qué sencillo era sonreír con Dragon a mi lado.
Al poco rato me percaté de la presencia de una sombra gris que se acercaba. Pensé que tal vez fuese la semigigante de nuevo, pero resultó ser todo lo contrario. Una joven feérica se nos acercó, dudosa y tímida, parecía confundida. Sonreí ante sus preguntas y me limpié una lágrima indiscreta antes de responder con naturalidad:
-Es muy tarde, sobrepasa la media noche. Será mejor que descansemos antes de ir a ningún lugar, si estamos todos de acuerdo. Mi nombre es Koral, la semifeérica.
Mientras hablaba miré rápidamente calle arriba. Nangal dormía, la posada estaba ya cerrada. Sería mejor encontrar un lugar donde resguardarnos las pocas horas que faltaban para el primer amanecer. Guié a mis compañeros hasta los primeros árboles, que no quedaban muy lejos, y que nos servirían de barrera contra las posibles ráfagas de frío viento nocturno y contra miradas indeseadas.
Miré a Dragon, conteniendo el aliento. Después a la joven feérica.
-Contadme que os trae por aquí... y Dragon, quiero saber qué ha sido de ti todo este tiempo.
FdR: Si no es molestia, me gustaría quedarme un poquito por Nangal. Podemos inventarnos alguna aventurilla^^ Es para animar esta región, que casi todos la evitan
Nos quedamos unos instantes en silencio, no supe estimar cuánto, pues el tiempo parecía haberse detenido.
La primera vez que nos habíamos visto fue hace seguramente más de un año, casi dos. Y la última había sido en el salón de la torre de Derbhad hacía casi medio año. Tal vez menos, o quizá más. ¿Qué sentido tiene el tiempo cuando ya no tienes nada qué perder? Ah, qué equivocada había estado. Todo este tiempo pensando que ya no me quedaba nada, que ya no había sitio para mí en este gran continente hexagonal. Que las lunas ya no brillaban cada noche para mí. Había olvidado justo lo que merecía la pena recordar, y me había obsesionado en codearme de recuerdos sin solución que tan solo me hacían sufrir. Justo como había predicho aquella semigiganta.
Y lo que merecía la pena recordar estaba allí delante, mirándome, con los ojos desorbitados por la sorpresa del reconocimiento. Me miraba con la misma expresión que mostraría ante un espectro. Aquél era mi Dragon, sin duda alguna.
Aunque estaba más cambiado. La luz de las lunas crea imágenes caprichosas, pero me pareció más curtido, e incluso más alto. Por Yohavir, qué delgados, livianos y altos eran los celestes. Parecía que el dios del viento se hubiese valido del propio aire para crear a sus criaturas. La primera vez que nos habíamos visto había sido en Awinor. Preferí no recordar mucho aquellos episodios, pues mi estancia por el desierto había sido la más larga, penosa y triste de todos mis viajes. "Olvidar....no. Asumir los recuerdos pasados", me recordé a mi misma. Encontrar a Dragon en Awinor había sido un "respiro" ante tanto mal que había sufrido en Kash-Tar por entonces. Encontrarlo ahora, en aquel lugar tan apartado, después de tanto tiempo... era un pequeño milagro.
Sus labios susurraron mi nombre. No lo soporté más. Rompí aquel momento de incertidumbre y me arrojé a sus brazos, abrazando su esbelto cuerpo -tan delgado como el mío- y enterré mi rostro es su pecho, ya que su hombro me quedaba demasiado alto. Y lloré. Lloré en silencio, como una niña, como la Koral inocente e infantil que había enterrado para siempre en aquel bosque que nos rodeaba el día que decidí buscar aventuras. Dejé que toda la angustia y toda la tensión acumulada por tanto tiempo se escapase en forma de lágrimas, que iban a parar a su túnica. Y cuando por fin empecé a tranquilizarme, me sentí más limpia y renovada.
Me sentía feliz otra vez. Qué extraña sensación.
Me separé torpemente de él, tímida y repentinamente indefensa ante aquel alarde de emociones que me resultaba vergonzoso mostrar. Pero no me importaba ante Dragon.
-Te he mojado la ropa con mis lágrimas, perdona...-dije sin pensar, y acto seguido rompí a reír, una risa cantarina de hada. Qué sencillo era sonreír con Dragon a mi lado.
Al poco rato me percaté de la presencia de una sombra gris que se acercaba. Pensé que tal vez fuese la semigigante de nuevo, pero resultó ser todo lo contrario. Una joven feérica se nos acercó, dudosa y tímida, parecía confundida. Sonreí ante sus preguntas y me limpié una lágrima indiscreta antes de responder con naturalidad:
-Es muy tarde, sobrepasa la media noche. Será mejor que descansemos antes de ir a ningún lugar, si estamos todos de acuerdo. Mi nombre es Koral, la semifeérica.
Mientras hablaba miré rápidamente calle arriba. Nangal dormía, la posada estaba ya cerrada. Sería mejor encontrar un lugar donde resguardarnos las pocas horas que faltaban para el primer amanecer. Guié a mis compañeros hasta los primeros árboles, que no quedaban muy lejos, y que nos servirían de barrera contra las posibles ráfagas de frío viento nocturno y contra miradas indeseadas.
Miré a Dragon, conteniendo el aliento. Después a la joven feérica.
-Contadme que os trae por aquí... y Dragon, quiero saber qué ha sido de ti todo este tiempo.
FdR: Si no es molestia, me gustaría quedarme un poquito por Nangal. Podemos inventarnos alguna aventurilla^^ Es para animar esta región, que casi todos la evitan
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Nunca antes había visto a Koral de aquel modo. Yo mismo no era un ejemplo en cuanto a aguante emocional, pues cualquier mala noticia que me daban, por muy pequeña que fuera, siempre hacía que mis sentimientos salieran a la luz en forma de caras tristes, y la mayoría de las veces, con lágrimas. Sin embargo, nunca había visto a Koral, mi Koral, llorar de esa forma. No era un llanto sonoro, no, más bien era un llanto que delataba la angustia, el sufrimiento y las ganas de volver a verme que tenía. Correspondí a su abrazo, como buen amigo, y dejé que llorara, que llorara todo lo que tuviese que llorar, no me importaba, para eso estábamos los amigos, para las buenas, y para las malas.
No pude evitar dejar escapar varias lágrimas que no llegaron a tocarla, a mi propia voluntad. Cuando parecían llegar a tocar a Koral, desaparecían. En estos momentos, lo que menos quería es que estuviera húmeda, y aunque me parecía una tontería, bastante tenía con estar empapada por sus propias lágrimas, como para que se empapara con las mías también, así que con un leve hechizo de magia, las lágrimas que se desprendían de mi rostro parecían acariciarlas, sin llegar a tocarlas, como si de una capa impermeable tuviera el pelo de Koral.
Después de una larga pero emotiva escena, Koral se deshizo de mis brazos. Parecía que los feéricos no crecían demasiado, mientras que los celestes, al tener una gran altura, crecíamos mucho más rápido. Tuve que mirar un poco hacia abajo, para ponerme a la altura de sus ojos. Sentí mis ropas húmedas, pero no me importo. Con una sonrisa en mis labios, que infundían calma y serenidad, me dirigí hacia Koral, hacia la Koral que había conocido hace mucho tiempo, y riéndome suavemente ante su comentario, le dije:
- Criatura, parece mentira que no me conozcas. No me importa en absoluto que mis ropajes estén húmedos, ahora mismo solo tengo ojos para tí - concluí tiernamente, mientras atrapaba con mi dedo índice las últimas gotas que derramaban sus ojos, para evitar que se perdieran en la grava de la tierra de Nangal. Acto seguido Koral empezaba a reír, en una risa que siempre me había llenado mi corazón. Increíblemente, parecía que el estar junto a ella hacía del mundo un sitio mejor. Era tan tierna y dulce, que no podia creer que hubiera pasado por tales atrocidades.
Fue entonces cuando reparé en la figura encapuchada que se nos acercaba. No pensé ni por un momento que fuera la semigiganta, no es por nada, sino porque sentí como la timidez se nos acercaba cada vez más, mientras que en el corazón de la anciana que me había devuelto un poco de mi vida rebosaba calma y tranquilidad, una profunda paz interior que muchos desearían, y más viviendo en una tierra tan devastada como era Nangal. Sonreí lo más amablemente posible para que su timidez desapareciera, y lo noté poco a poco. Era una feérica, y al ser como Koral se sentía mas segura entre nosotros que en cualquier otro sitio.
- Bienvenida seas feérica, que Yohavir guíe tus pasos. Mi nombre es Dragon. - le dije, mientras giraba mi rostro hacia Koral una vez más, no me cansaba de hacerlo. Quería saber que era de mi. No me importaba contárselo, no me importaba que una feérica estuviera presente. Pero lo que no me gustaba era el ambiente de las tierras de Nangal, y mucho menos las altas horas de la noche que eran. Lo primero sería buscar una posada, y cuanto antes, ya empezaba a hacer frío.
- ¿Qué tal si buscamos una posada donde pasar la noche? Ya empieza a refrescar ...
No pude evitar dejar escapar varias lágrimas que no llegaron a tocarla, a mi propia voluntad. Cuando parecían llegar a tocar a Koral, desaparecían. En estos momentos, lo que menos quería es que estuviera húmeda, y aunque me parecía una tontería, bastante tenía con estar empapada por sus propias lágrimas, como para que se empapara con las mías también, así que con un leve hechizo de magia, las lágrimas que se desprendían de mi rostro parecían acariciarlas, sin llegar a tocarlas, como si de una capa impermeable tuviera el pelo de Koral.
Después de una larga pero emotiva escena, Koral se deshizo de mis brazos. Parecía que los feéricos no crecían demasiado, mientras que los celestes, al tener una gran altura, crecíamos mucho más rápido. Tuve que mirar un poco hacia abajo, para ponerme a la altura de sus ojos. Sentí mis ropas húmedas, pero no me importo. Con una sonrisa en mis labios, que infundían calma y serenidad, me dirigí hacia Koral, hacia la Koral que había conocido hace mucho tiempo, y riéndome suavemente ante su comentario, le dije:
- Criatura, parece mentira que no me conozcas. No me importa en absoluto que mis ropajes estén húmedos, ahora mismo solo tengo ojos para tí - concluí tiernamente, mientras atrapaba con mi dedo índice las últimas gotas que derramaban sus ojos, para evitar que se perdieran en la grava de la tierra de Nangal. Acto seguido Koral empezaba a reír, en una risa que siempre me había llenado mi corazón. Increíblemente, parecía que el estar junto a ella hacía del mundo un sitio mejor. Era tan tierna y dulce, que no podia creer que hubiera pasado por tales atrocidades.
Fue entonces cuando reparé en la figura encapuchada que se nos acercaba. No pensé ni por un momento que fuera la semigiganta, no es por nada, sino porque sentí como la timidez se nos acercaba cada vez más, mientras que en el corazón de la anciana que me había devuelto un poco de mi vida rebosaba calma y tranquilidad, una profunda paz interior que muchos desearían, y más viviendo en una tierra tan devastada como era Nangal. Sonreí lo más amablemente posible para que su timidez desapareciera, y lo noté poco a poco. Era una feérica, y al ser como Koral se sentía mas segura entre nosotros que en cualquier otro sitio.
- Bienvenida seas feérica, que Yohavir guíe tus pasos. Mi nombre es Dragon. - le dije, mientras giraba mi rostro hacia Koral una vez más, no me cansaba de hacerlo. Quería saber que era de mi. No me importaba contárselo, no me importaba que una feérica estuviera presente. Pero lo que no me gustaba era el ambiente de las tierras de Nangal, y mucho menos las altas horas de la noche que eran. Lo primero sería buscar una posada, y cuanto antes, ya empezaba a hacer frío.
- ¿Qué tal si buscamos una posada donde pasar la noche? Ya empieza a refrescar ...
Dragon Droican- Oráculo de Yohavir
- Mensajes : 437
Puntos : 639
Fecha de inscripción : 01/05/2010
Edad : 30
Localización : San Fernando
Datos
Su personaje es: Dragon Droican, Mago 1er Grado (Magia Telúrica)
Trabaja de: Juglar - Plaza de Vanis
Pertenece a: La OPNI, nº 13. Miembro de la UVI.
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
-Sí, será mejor que vayamos a buscar una habitación resguardada, aunque... no, da igual. En marcha.
Me interrumpí a mitad frase, antes de que las palabras saliesen por si solas. Tenía una sensación extraña, no me sentía cómoda todavía con la idea de volver a estar rodeada de gente, de entrar en la civilización tan pronto. ¿Pronto....? Llevaba mucho tiempo vagando sola y escondiéndome de todo. En realidad, ya era hora de incorporarme al mundo real.
Y aún así...
Me encaminé de nuevo hacia el pueblo de Nangal, evitando la mirada de Dragon a propósito, pero fingiendo hacerlo por casualidad. Suponía que habría percibido mi duda al pronunciar aquellas palabras, como buen celeste, pero no quería preocuparle inútilmente. Giré la cara en dirección contraria y observé los árboles de Alis Lithban. Qué maravilla. Cada pequeño arbusto era único, una deliciosa obra de arte. Ese bosque era un regalo de Wina para los mortales, pero la mayoría de los habitantes de Idhún era ciego ante la belleza de aquel obsequio. Cómo deseaba internarme de nuevo por él... pero no era el momento. La magia de Alis Lithban me llamaba, tanto por mi parte feérica como por mi yo unicornio.
El pueblo entero dormía. Nos detuvimos ante las puertas de la posada cerrada, dudando. Igual no nos dejaban entrar. Miré a mis compañeros alternativamente, y eso me decidió. Los tres estábamos cansados y necesitábamos de una habitación en condiciones.
Llamé, el aldabón pesaba mucho, y estaba mojado por la humedad. Una fina película de óxido se adherió a la palma de mi mano. el sonido, grave como el bostezo de un dragón, se perdió por el interior del edificio hasta desaparecer.
Nada.
Llamé dos veces más, sin éxito, y cuando estaba a punto de darme la vuelta hacia mis compañeros para buscar otro lugar, un chirrido me hizo detenerme en el sitio.
-¿Quién va? -preguntó una voz amarga, somnolienta, a través de una mirilla abierta. Los ojos de quién estuviese al otro lado brillaron con un reflejo siniestro, pero la oscuridad borraba cualquier otro rasgo de su rostro.
-Necesitamos asilo esta noche, por favor. Solo somos tres y no conocemos el lugar, hemos llegado de muy lejos.
-Está cerrado -respondió sécamente. Parecía la voz de una mujer humana anciana.
Se dispuso a cerrar la mirilla, y salté, alzando la voz por la precipitación que requería el momento:
-¡Tenemos dinero! pagaremos la habitación ahora mismo. ¡Por Irial! ¿de verdad va a dejar que nos coma el frío aquí fuera? no molestaremos, y...
-¿Pagaréis la habitación en metálico, de inmediato y sin plazos?
Me quedé sin habla. La compasión y la faceta altruista no parecía su fuerte, solo se interesaba por el dinero, por ella misma. Supiré. Era de esperar. Asentí con la cabeza. La anciana cerró de golpe la mirilla, pero no me preocupó. Sabía que cuando el dinero llama...
Efectivamente, al poco se abrió la puerta principal, chirriando como un ratón.
-Que Wina bendiga el suelo que pisas. -murmuré en agradecimiento por dejarnos pasar, pero ella gruñó y dijo algo como "Que le parta un rayo a todos los dioses"
Nos instó a pasar uno por uno, con rapidez, a empujones, y cuando entramos todos, cerró de golpe, sumiéndonos en la más absoluta oscuridad. Me sentí intranquila. Ciegos y en su terreno, éramos víctimas fáciles. Me puse en tensión... y algo me tocó el brazo. Salté como si me hubiesen pinchado, pero miré hacia la humana, que tenía el brazo extendido hacia mí, y comprendí. Saqué mi remendado monedero y le alargué unas cuantas monedas, las suficientes para costearnos una habitación media para los tres. Pero la mujer, que en ese momento encendió una vela para contar el dinero con un poco de luz, volvió a alargar el brazo.
-Tarifa nocturna -refunfuñó.
Suspiré. Pero deposité unas monedas más. Me iba a chupar mis pocos ahorros en un momento, cual sanguijuela a la sangre.
A la luz del cirio, subimos por unas escaleras herrumbrosas hasta el piso superior, en silencio, soportando las miradas envenenadas de la posadera cada vez que hacíamos el mínimo sonido al caminar. Se detuvo ante dos puertas, indicando por gestos que las mujeres iríamos en una habitación, y Dragon, por ser varón, en la otra. Al menos estaban una al lado de la otra.
Aydel y yo Entramos en una de las habitaciones, no sin antes dirigir a Dragon una mirada de "ten cuidado-nos mantenemos en contacto" No quería abrir la boca para que la posadera no me fulminara con su mirada; ni un shek, vamos.
La habitación era pequeña. Solo había una cama, por suerte lo bastante ancha para las dos. Estaba a oscuras, pero había una vela en la única mesilla de noche. No obstante, no la encendí, sino que me aproximé a la ventana. Por lo menos tenía una bonita vista del bosque. Giré la cabeza a la izquierda y comprobé que la ventana de la habitación de Dragon estaba muy cerca, con cuidado, se podía cruzar de una habitación a otra. Eso me tranquilizó en parte
-Ponte cómoda... si puedes -dije con una sonrisa a mi compañera, aludiendo el lamentable estado del mobiliario y la falta de limpieza del cuarto. Allí no había pasado una escoba desde hacía meses.
Me recliné en la ventana, disfrutando de la sensación que me transmitía el bosque. Cerré los ojos, disfrutando del momento.
Cuando entonces, sin ser esperado, un grito rasgó la noche como el lamento de un condenado.
FdR: Jejeje, lo he dejado en vilo. A ver que historia podemos montar entre los tres
Me interrumpí a mitad frase, antes de que las palabras saliesen por si solas. Tenía una sensación extraña, no me sentía cómoda todavía con la idea de volver a estar rodeada de gente, de entrar en la civilización tan pronto. ¿Pronto....? Llevaba mucho tiempo vagando sola y escondiéndome de todo. En realidad, ya era hora de incorporarme al mundo real.
Y aún así...
Me encaminé de nuevo hacia el pueblo de Nangal, evitando la mirada de Dragon a propósito, pero fingiendo hacerlo por casualidad. Suponía que habría percibido mi duda al pronunciar aquellas palabras, como buen celeste, pero no quería preocuparle inútilmente. Giré la cara en dirección contraria y observé los árboles de Alis Lithban. Qué maravilla. Cada pequeño arbusto era único, una deliciosa obra de arte. Ese bosque era un regalo de Wina para los mortales, pero la mayoría de los habitantes de Idhún era ciego ante la belleza de aquel obsequio. Cómo deseaba internarme de nuevo por él... pero no era el momento. La magia de Alis Lithban me llamaba, tanto por mi parte feérica como por mi yo unicornio.
El pueblo entero dormía. Nos detuvimos ante las puertas de la posada cerrada, dudando. Igual no nos dejaban entrar. Miré a mis compañeros alternativamente, y eso me decidió. Los tres estábamos cansados y necesitábamos de una habitación en condiciones.
Llamé, el aldabón pesaba mucho, y estaba mojado por la humedad. Una fina película de óxido se adherió a la palma de mi mano. el sonido, grave como el bostezo de un dragón, se perdió por el interior del edificio hasta desaparecer.
Nada.
Llamé dos veces más, sin éxito, y cuando estaba a punto de darme la vuelta hacia mis compañeros para buscar otro lugar, un chirrido me hizo detenerme en el sitio.
-¿Quién va? -preguntó una voz amarga, somnolienta, a través de una mirilla abierta. Los ojos de quién estuviese al otro lado brillaron con un reflejo siniestro, pero la oscuridad borraba cualquier otro rasgo de su rostro.
-Necesitamos asilo esta noche, por favor. Solo somos tres y no conocemos el lugar, hemos llegado de muy lejos.
-Está cerrado -respondió sécamente. Parecía la voz de una mujer humana anciana.
Se dispuso a cerrar la mirilla, y salté, alzando la voz por la precipitación que requería el momento:
-¡Tenemos dinero! pagaremos la habitación ahora mismo. ¡Por Irial! ¿de verdad va a dejar que nos coma el frío aquí fuera? no molestaremos, y...
-¿Pagaréis la habitación en metálico, de inmediato y sin plazos?
Me quedé sin habla. La compasión y la faceta altruista no parecía su fuerte, solo se interesaba por el dinero, por ella misma. Supiré. Era de esperar. Asentí con la cabeza. La anciana cerró de golpe la mirilla, pero no me preocupó. Sabía que cuando el dinero llama...
Efectivamente, al poco se abrió la puerta principal, chirriando como un ratón.
-Que Wina bendiga el suelo que pisas. -murmuré en agradecimiento por dejarnos pasar, pero ella gruñó y dijo algo como "Que le parta un rayo a todos los dioses"
Nos instó a pasar uno por uno, con rapidez, a empujones, y cuando entramos todos, cerró de golpe, sumiéndonos en la más absoluta oscuridad. Me sentí intranquila. Ciegos y en su terreno, éramos víctimas fáciles. Me puse en tensión... y algo me tocó el brazo. Salté como si me hubiesen pinchado, pero miré hacia la humana, que tenía el brazo extendido hacia mí, y comprendí. Saqué mi remendado monedero y le alargué unas cuantas monedas, las suficientes para costearnos una habitación media para los tres. Pero la mujer, que en ese momento encendió una vela para contar el dinero con un poco de luz, volvió a alargar el brazo.
-Tarifa nocturna -refunfuñó.
Suspiré. Pero deposité unas monedas más. Me iba a chupar mis pocos ahorros en un momento, cual sanguijuela a la sangre.
A la luz del cirio, subimos por unas escaleras herrumbrosas hasta el piso superior, en silencio, soportando las miradas envenenadas de la posadera cada vez que hacíamos el mínimo sonido al caminar. Se detuvo ante dos puertas, indicando por gestos que las mujeres iríamos en una habitación, y Dragon, por ser varón, en la otra. Al menos estaban una al lado de la otra.
Aydel y yo Entramos en una de las habitaciones, no sin antes dirigir a Dragon una mirada de "ten cuidado-nos mantenemos en contacto" No quería abrir la boca para que la posadera no me fulminara con su mirada; ni un shek, vamos.
La habitación era pequeña. Solo había una cama, por suerte lo bastante ancha para las dos. Estaba a oscuras, pero había una vela en la única mesilla de noche. No obstante, no la encendí, sino que me aproximé a la ventana. Por lo menos tenía una bonita vista del bosque. Giré la cabeza a la izquierda y comprobé que la ventana de la habitación de Dragon estaba muy cerca, con cuidado, se podía cruzar de una habitación a otra. Eso me tranquilizó en parte
-Ponte cómoda... si puedes -dije con una sonrisa a mi compañera, aludiendo el lamentable estado del mobiliario y la falta de limpieza del cuarto. Allí no había pasado una escoba desde hacía meses.
Me recliné en la ventana, disfrutando de la sensación que me transmitía el bosque. Cerré los ojos, disfrutando del momento.
Cuando entonces, sin ser esperado, un grito rasgó la noche como el lamento de un condenado.
FdR: Jejeje, lo he dejado en vilo. A ver que historia podemos montar entre los tres
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
No tardamos mucho en ponernos en marcha y llegar a la Posada. Posada que parecía estar deshabitada, apenas había luces por el interior y la puerta estaba tan vieja y desvencijada que parecía que iba a caerse en ese mismo instante. Era triste ver como la dejadez había hecho mella en un pueblo que antaño había sido tan vivaz y festivo ... El poder de la guerra y de servir siempre a tus ideales en épocas tan oscuras era lo que tenía, me daba tanta pena que no pude evitar bajar la vista. Koral llamó a la puerta, y mientras el eco del golpe se escuchaba cada vez menos, y cuando ya creíamos que nadie nos abriría, escuchamos una voz fea y tosca, fruto de la vejez.
Una anciana, con cara de pocos amigos, nos atendió de una manera poco cortés. Movida simplemente por el dinero, estuvo a punto de dejarnos a la interperie en una noche tan fría como la que hacía, pero finalmente accedió a abrirnos. Observé como Koral pagaba la habitación de los tres, y no me pareció justo. Encima el precio de las habitaciones sobrepasaba lo límites, y la anciana parecía querer timarnos cada vez más. Fruncí el ceño, no me gustaba nada el trato de la anciana, aunque comprendía que solo querían dinero, lo demás era pasajero, mientras que sin dinero no se podía vivir en condiciones.
- Que Yohavir te dé fuerzas para seguir, señora - murmuré, mientras oía a Koral murmurar algo también, en un breve gesto de agradecimiento.
Pillé a Koral y me puse a su altura. Sonreí timidamente al ver que alzaba un poco la vista, y sin que se diera cuenta, varias monedas de oro flotaron de mi bolsa a su bolsillo.
Esperé que no se hubiera quedado tan rápidamente sin dinero, no obstante, no tenía por qué pagarnos a todos la habitación, y más a aquel precio. La anciana había dividido las habitaciones en dos. Yo dormiría solo, siendo obvio y sin importarme lo más mínimo, mientras que la joven feérica y ella misma dormirían en otra habitación. Notaba constantemente la avaricia en el ambiente, como minutos atrás había notado que Koral parecía querer evitarme y como su corazón se apenaba constantemente. No quise decirle nada, así que con un breve saludo, me despedí de mis compañeras y me dispuse a entrar por la puerta, que si no estaba vieja estaba completamente muerta.
- Por todos los dioses ... - dije, en alto al entrar en la habitación, aun sabiendo que nadie me contestaría. La habitación era una pocilga, o al menos eso parecía, en la que la suciedad parecía ser su mejor inquilina. Era increíble como estaba la habitación. Varias telarañas colgaban de las esquinas de la habitación. Una cama con edredón hecho jirones parecía estar a punto de romperse. Las cortinas estaban completamente desgarradas, y el cuarto de aseo ... Del cuarto de aseo era mejor no hablar.
Me senté un rato en el filo de la cama, sin tocarla mucho. Al menos había una ventana, y varias velas. No sabía cuantas velas tendrían Koral y la feérica. Les preguntaría luego si necesitaban alguna, yo disponía de tres, y a unas malas, mi magia podía servir de iluminación. La ventana comunicaba con la habitación de Koral, a pocos centímetros la una de la otra, por lo que la levitación me serviría de ayuda si Koral necesitaba hablar conmigo, o si yo tenía que contarle algo, había tantas cosas que no nos había contado ...
Suspiré hondo, y me levanté para abrir la ventana. Vislumbré como Koral estaba apoyada en el pollete de la ventana, contemplando la vista al bosque de Alis Lithban. Por mi parte, me adentré en la aventura que suponía entrar en un cuarto de aseo que hacía mucho no se usaba. Me dí una breve ducha de agua ... ¿caliente? Si, eso parecía, agua caliente. Al menos no estaba sucia. Volví a vestirme y me asomé a la ventana. Koral aún seguía allí, pude observarla como se perdía entre la multitud de árboles.
- Hace una noche bo... - comencé a decirle, pero algo hizo que mi voz fuera un leve suspiro. Como si el tiempo se hubiese detenido, un chillido desgarrador sonó en la noche. Mis ojos se quedaron en blanco, como si fuera testigo de un acto de vandalismo o de un acto de asesinato. Mi corazón respiró desconcierto, miedo y sobretodo confusión. Del nerviosismo que me había entrado, como en cualquier situación de confusión me pasaba, eché un vistazo rápido a la habitación de Koral - ¿Qué ha pasado? - pregunté, asustado, comprobando que ambas estuvieran bien.
En ese momento deseé con todas mis fuerzas que Luleir estuviera presente, necesitábamos ver que pasaba, no era algo que pudiéramos dejar que pasar desapercibido. Y como siempre me pasaba, a los pocos minutos una sombre se vislumbraba a la luz de la luna. Mi fiel montura se acercaba volando, aprisa, en mi busca. Al llegar a la ventana, escalé torpemente sobre su lomo y me acerqué a Koral. Necesitabamos salir a ver que había pasado. La otra chica ... supongo que al ser la primera vez que salía del bosque, no quisiera acompañarnos, aunque habia sitio en Luleir para ella también.
- Tenemos que ver que ha pasado, tengo un mal presentimiento - le dije a Koral con una cara de angustia tremenda, mientras le tendía mi mano para ayudarla a montar. En la parte de abajo del edificio, la que se veía a través de las ventanas, varios curiosos salían y chismorreaban entre ellos, preocupados y asustados, se notaba en sus corazones. Al parecer era la primera vez que se escuchaba un grito de tal calibre, y no había tiempo que perder.
Dejaría que mi corazón me guiase, en algúna parte había alguien que estaba sufriendo, y no iba a ser un celeste quien le dejara a su fortuna.
Una anciana, con cara de pocos amigos, nos atendió de una manera poco cortés. Movida simplemente por el dinero, estuvo a punto de dejarnos a la interperie en una noche tan fría como la que hacía, pero finalmente accedió a abrirnos. Observé como Koral pagaba la habitación de los tres, y no me pareció justo. Encima el precio de las habitaciones sobrepasaba lo límites, y la anciana parecía querer timarnos cada vez más. Fruncí el ceño, no me gustaba nada el trato de la anciana, aunque comprendía que solo querían dinero, lo demás era pasajero, mientras que sin dinero no se podía vivir en condiciones.
- Que Yohavir te dé fuerzas para seguir, señora - murmuré, mientras oía a Koral murmurar algo también, en un breve gesto de agradecimiento.
Pillé a Koral y me puse a su altura. Sonreí timidamente al ver que alzaba un poco la vista, y sin que se diera cuenta, varias monedas de oro flotaron de mi bolsa a su bolsillo.
Esperé que no se hubiera quedado tan rápidamente sin dinero, no obstante, no tenía por qué pagarnos a todos la habitación, y más a aquel precio. La anciana había dividido las habitaciones en dos. Yo dormiría solo, siendo obvio y sin importarme lo más mínimo, mientras que la joven feérica y ella misma dormirían en otra habitación. Notaba constantemente la avaricia en el ambiente, como minutos atrás había notado que Koral parecía querer evitarme y como su corazón se apenaba constantemente. No quise decirle nada, así que con un breve saludo, me despedí de mis compañeras y me dispuse a entrar por la puerta, que si no estaba vieja estaba completamente muerta.
- Por todos los dioses ... - dije, en alto al entrar en la habitación, aun sabiendo que nadie me contestaría. La habitación era una pocilga, o al menos eso parecía, en la que la suciedad parecía ser su mejor inquilina. Era increíble como estaba la habitación. Varias telarañas colgaban de las esquinas de la habitación. Una cama con edredón hecho jirones parecía estar a punto de romperse. Las cortinas estaban completamente desgarradas, y el cuarto de aseo ... Del cuarto de aseo era mejor no hablar.
Me senté un rato en el filo de la cama, sin tocarla mucho. Al menos había una ventana, y varias velas. No sabía cuantas velas tendrían Koral y la feérica. Les preguntaría luego si necesitaban alguna, yo disponía de tres, y a unas malas, mi magia podía servir de iluminación. La ventana comunicaba con la habitación de Koral, a pocos centímetros la una de la otra, por lo que la levitación me serviría de ayuda si Koral necesitaba hablar conmigo, o si yo tenía que contarle algo, había tantas cosas que no nos había contado ...
Suspiré hondo, y me levanté para abrir la ventana. Vislumbré como Koral estaba apoyada en el pollete de la ventana, contemplando la vista al bosque de Alis Lithban. Por mi parte, me adentré en la aventura que suponía entrar en un cuarto de aseo que hacía mucho no se usaba. Me dí una breve ducha de agua ... ¿caliente? Si, eso parecía, agua caliente. Al menos no estaba sucia. Volví a vestirme y me asomé a la ventana. Koral aún seguía allí, pude observarla como se perdía entre la multitud de árboles.
- Hace una noche bo... - comencé a decirle, pero algo hizo que mi voz fuera un leve suspiro. Como si el tiempo se hubiese detenido, un chillido desgarrador sonó en la noche. Mis ojos se quedaron en blanco, como si fuera testigo de un acto de vandalismo o de un acto de asesinato. Mi corazón respiró desconcierto, miedo y sobretodo confusión. Del nerviosismo que me había entrado, como en cualquier situación de confusión me pasaba, eché un vistazo rápido a la habitación de Koral - ¿Qué ha pasado? - pregunté, asustado, comprobando que ambas estuvieran bien.
En ese momento deseé con todas mis fuerzas que Luleir estuviera presente, necesitábamos ver que pasaba, no era algo que pudiéramos dejar que pasar desapercibido. Y como siempre me pasaba, a los pocos minutos una sombre se vislumbraba a la luz de la luna. Mi fiel montura se acercaba volando, aprisa, en mi busca. Al llegar a la ventana, escalé torpemente sobre su lomo y me acerqué a Koral. Necesitabamos salir a ver que había pasado. La otra chica ... supongo que al ser la primera vez que salía del bosque, no quisiera acompañarnos, aunque habia sitio en Luleir para ella también.
- Tenemos que ver que ha pasado, tengo un mal presentimiento - le dije a Koral con una cara de angustia tremenda, mientras le tendía mi mano para ayudarla a montar. En la parte de abajo del edificio, la que se veía a través de las ventanas, varios curiosos salían y chismorreaban entre ellos, preocupados y asustados, se notaba en sus corazones. Al parecer era la primera vez que se escuchaba un grito de tal calibre, y no había tiempo que perder.
Dejaría que mi corazón me guiase, en algúna parte había alguien que estaba sufriendo, y no iba a ser un celeste quien le dejara a su fortuna.
Dragon Droican- Oráculo de Yohavir
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Fecha de inscripción : 01/05/2010
Edad : 30
Localización : San Fernando
Datos
Su personaje es: Dragon Droican, Mago 1er Grado (Magia Telúrica)
Trabaja de: Juglar - Plaza de Vanis
Pertenece a: La OPNI, nº 13. Miembro de la UVI.
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Aquel sonido me dejó helada en el sitio. Reaccioné en cuanto escuché las palabras de Dragon, que se había asomado a su ventana y que obviamente también había escuchado el grito.
-No tengo ni idea -susurré, contestando a Dragon.
Clavé mis dedos en la roída madera del marco de la ventana, en tensión. Las ventanas de las habitaciones contiguas iban iluminándose una a una. Pronto escuché el rumor de pies arrastrándose, puertas cerrándose de golpe y murmullos consternados. El alma de la posada despertaba antes de lo habitual avecinando malas noticias. Pronto, algunos huéspedes salieron a la calle, al igual que los vecinos de las casas colindantes. La anciana posadera que nos había atendido pululaba alrededor de la desorganizada plebe con la misma expresión agria que cuando nos había atendido. ¿Es que a aquella mujer no le preocupaba lo más mínimo lo que pudiese haber ocurrido?
Escuché un fuerte batir de alas y miré hacia lo lejos, observando una figura imponente que se aproximaba. No era un shek ni un dragón, pero tal vez fuese peligroso. Estuve a punto de dar la voz de alarma a Dragon, cuando miré su sonrisa de satisfacción, y me volví de nuevo hacia el ser que se acercaba. Tras fijarme, reconocí a Luleir, el hipogrifo de Dragon. Me relajé solo un poco y sonreí para mis adentros, aquel animal estaba muy unido a su dueño. Pero intuí enseguida por qué acudía a nosotros, y no perdí el tiempo.
Me separé de la ventana y me acerqué a mi nueva compañera de habitación, la joven feérica, sujetándola por los hombros con delicadeza pero firmeza para que me prestase atención.
-Dragon y yo vamos abajo a ver qué a pasado. No te preocupes, no tardaremos. Aunque si lo prefieres, puedes bajar también.
Acto y seguido recogí de entre mi mochila de viaje, que había dejado abandonada al pie de la cama al entrar, mi arco de los elementos y la espada feérica, y volví a asomarme a la ventana. Luleir ya había llegado. Me colgué el arco a la espalda y el acero en la cadera, y trepé detrás de Dragon en la grupa del hipogrifo.
-Vamos -dije, tratando que mi voz sonara firme, pero la mirada enchida de preocupación que me dirigió mi compañero me llenó de nerviosismo. ¿Habría percibido algún sentimiento o algo por el estilo?
Planeamos sobre el corro de gente que se había formado frente a la entrada de la posada hasta aterrizar un poco más allá. Bajé de un salto después de que Dragon lo hiciese, y tras intercambiar una mirada con él, corrí hacia la gente, muchos de los cuales estaban todavía en camisón de dormir.
-...los de la cuarta -oí que decían.
-¿Los niños?
-El chaval no tendría más de catorce.
-¿Y el bebé? Se hospedan en la habitación de al lado de la mía. Escuché el llanto de un bebé al anochecer.
<< Es cierto, tenía un bebé. >>
-¿Estaban solos?
-¿Los habéis encontrado?
-Por los dioses, son solo unos críos... ¿Alguien los conocía?
-Perdón por interrumpir, pero, ¿Alguien puede decirnos que ha pasado? -pregunté, impaciente y preocupada.
Decenas de caras diferentes, de varias razas, se giraron hacia nosotros de golpe. Rostros diferentes unidos en una misma expresión angustiada.
<<Están buscado a todos los huéspedes para ver si estamos todos bien. Sólo faltan dos niños que ocupaban la habitación número cuatro. Nadie los ha visto desde la hora de la cena, en el segundo atardecer. Y el grito de esta madrugada sonó por la zona de su habitación.>> Respondió un varu en la mente de todos. Me voví hacia él. Su piel se resecaba por momentos, pero no parecía importarle.
-Unodeelloseraunbebé. Noparabadellorar.
Me volví hacia el joven yan que acababa de hablar. No le había entendido del todo, pero había captado lo esencial. Un joven adolescente con un bebé, desaparecidos en mitad de la noche. Mi mano derecha voló al pomo de mi espada.
-Hay que encontrarlos. ¿Nadie sabe nada más?
-No tengo ni idea -susurré, contestando a Dragon.
Clavé mis dedos en la roída madera del marco de la ventana, en tensión. Las ventanas de las habitaciones contiguas iban iluminándose una a una. Pronto escuché el rumor de pies arrastrándose, puertas cerrándose de golpe y murmullos consternados. El alma de la posada despertaba antes de lo habitual avecinando malas noticias. Pronto, algunos huéspedes salieron a la calle, al igual que los vecinos de las casas colindantes. La anciana posadera que nos había atendido pululaba alrededor de la desorganizada plebe con la misma expresión agria que cuando nos había atendido. ¿Es que a aquella mujer no le preocupaba lo más mínimo lo que pudiese haber ocurrido?
Escuché un fuerte batir de alas y miré hacia lo lejos, observando una figura imponente que se aproximaba. No era un shek ni un dragón, pero tal vez fuese peligroso. Estuve a punto de dar la voz de alarma a Dragon, cuando miré su sonrisa de satisfacción, y me volví de nuevo hacia el ser que se acercaba. Tras fijarme, reconocí a Luleir, el hipogrifo de Dragon. Me relajé solo un poco y sonreí para mis adentros, aquel animal estaba muy unido a su dueño. Pero intuí enseguida por qué acudía a nosotros, y no perdí el tiempo.
Me separé de la ventana y me acerqué a mi nueva compañera de habitación, la joven feérica, sujetándola por los hombros con delicadeza pero firmeza para que me prestase atención.
-Dragon y yo vamos abajo a ver qué a pasado. No te preocupes, no tardaremos. Aunque si lo prefieres, puedes bajar también.
Acto y seguido recogí de entre mi mochila de viaje, que había dejado abandonada al pie de la cama al entrar, mi arco de los elementos y la espada feérica, y volví a asomarme a la ventana. Luleir ya había llegado. Me colgué el arco a la espalda y el acero en la cadera, y trepé detrás de Dragon en la grupa del hipogrifo.
-Vamos -dije, tratando que mi voz sonara firme, pero la mirada enchida de preocupación que me dirigió mi compañero me llenó de nerviosismo. ¿Habría percibido algún sentimiento o algo por el estilo?
Planeamos sobre el corro de gente que se había formado frente a la entrada de la posada hasta aterrizar un poco más allá. Bajé de un salto después de que Dragon lo hiciese, y tras intercambiar una mirada con él, corrí hacia la gente, muchos de los cuales estaban todavía en camisón de dormir.
-...los de la cuarta -oí que decían.
-¿Los niños?
-El chaval no tendría más de catorce.
-¿Y el bebé? Se hospedan en la habitación de al lado de la mía. Escuché el llanto de un bebé al anochecer.
<< Es cierto, tenía un bebé. >>
-¿Estaban solos?
-¿Los habéis encontrado?
-Por los dioses, son solo unos críos... ¿Alguien los conocía?
-Perdón por interrumpir, pero, ¿Alguien puede decirnos que ha pasado? -pregunté, impaciente y preocupada.
Decenas de caras diferentes, de varias razas, se giraron hacia nosotros de golpe. Rostros diferentes unidos en una misma expresión angustiada.
<<Están buscado a todos los huéspedes para ver si estamos todos bien. Sólo faltan dos niños que ocupaban la habitación número cuatro. Nadie los ha visto desde la hora de la cena, en el segundo atardecer. Y el grito de esta madrugada sonó por la zona de su habitación.>> Respondió un varu en la mente de todos. Me voví hacia él. Su piel se resecaba por momentos, pero no parecía importarle.
-Unodeelloseraunbebé. Noparabadellorar.
Me volví hacia el joven yan que acababa de hablar. No le había entendido del todo, pero había captado lo esencial. Un joven adolescente con un bebé, desaparecidos en mitad de la noche. Mi mano derecha voló al pomo de mi espada.
-Hay que encontrarlos. ¿Nadie sabe nada más?
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Cuando bajamos a la explanada que se extendía por la parte delante de la Posada, justo por donde habíamos entrado hacia unos diez minutos, me fijé que la gente seguía confusa, con miedo e incluso malhumorada. El no estar acostumbrados a este tipo de acontecimientos había hecho que la gente se hubiera puesto de mala espina, y todos se miraban con desconfianza los unos con los otros.
Me mantuve apartado de toda la gente, mientras dejaba que Koral acudiese a hablar. Un torbellino de sentimientos iba y venía, y al ser tan débil en aquel aspecto, no hubiera podido aguantarlo mucho más. Odiaba a mi raza por ser tan débil en ese aspecto pero ... ¿quién si no iba a serlo? ¿Los grandes caballeros de Nurgon? ¿Los mismísimos dragones? No, estabamos destinados a ser de esta forma.
Sonreí. Era tonto por pensar así, cada raza estaba moldeada a las circunstancias, y mientras que los Caballeros de Nurgon presumían de fuerza y habilidad para la lucha, y los dragones presumían de su gran capacidad física y entereza para hacer frente a los sheks, nosotros, los celestes presumíamos de nuestra capacidad emocional para detectar rasgos de las personas que los demás no descubrían, y aunque no éramos hábiles en el manejo de la espada, quizás si lo fuésemos en el manejo de las artes curativas, por ejemplo. Después de esta breve reflexión, volví en mi mismo y me acerqué prudentemente a Koral.
Por lo que había podido oír mientras me perdía entre los límites de mi mente, un joven y un bebé habían sido ...¿robados? No sabíamos muy bien la cuestión, solo que ambos habían desaparecido y no se sabía por donde. Noté que la expresión más sincera era la del varu, que nos hablaba mentalmente a todos. Los demás se dejaban llevar por su nerviosismo y sus dudas, y por el miedo a que fuera quien fuese el que se los había llevado, no volviera.
- El único que decía la verdad era el varu, no te dejes guiar por los demás, la duda asola sus corazones, y solo se dejan guiar por lo que creen que es la verdad, pero no lo es ... Creo que deberíamos hacer algo - le murmuré a Koral, apartándola de los demás. Cierto era que tanto el varu podía tener sus dudas, pero era el que más parecía estar seguro de todo lo que decía. Al parecer nadie sabía nada más, asi que era hora de entrar a la acción. Me acerqué a la anciana que nos había atendido, que seguía con su cara de pocos amigos y miraba a todos con cierta desconfianza.
- Disculpe, señora. ¿Sería tan amable de llevarnos a la habitación de los desaparecidos? - pregunté, con una sonrisa en mis labios y mirándola tranquilamente, intentando aparentar una calma que no se notaba en el ambiente, ni a leguas - Si hay que hacer algo, es mejor que nos pongamos a ello ya, así que, si es tan amable ...
Con una mirada de desconfianza, la mujer parecía querer escupirme, pero aceptó de mala gana a llevarnos a la habitación de los dos chicos. Miré a Luleir y sobraron las palabras para que el hipogrifo me entendiese. Batió las alas para coger impulso, levantando una fina capa de grava, y nos esperó entró de nuevo en mi habitación, esperando a que un leve silbido mio lo llamara de nuevo cuando lo necesitasemos.
Seguimos a la anciana, que de vez en cuando se paraba quejándose de su rodilla, y llegamos en poco tiempo a la habitación del segundo piso, dos más abajo de la planta en la que nos encontrábamos nosotros. Suspiré, ya entendía por qué habia sentido una angustia tremenda al oír aquel grito, no había sucedido ni a 20 metros de donde me encontraba. Lo raro es que solo hubiéramos escuchado eso, un grito.
Al llegar, agradecí con un gesto que la mujer nos hubiese llevado hasta la puerta y se fue malhumorada, sin siquiera despedirse. Me quedé petrificado ante la puerta. Miré a Koral con ojos como platos y le señalé el pomo de la puerta. Estaba como estrujado, y se veía que alguien había dejado huella de su mano en él. Estaba completamente estrujado, y no había hecho falta ni darle vueltas para abrir la puerta, se había roto la cerradura.
- Me parece que lo que sea que buscamos tiene mucha fuerza, o quizás la manipuló con magia, aunque es extraño, no atisbo rastro de ella por el lugar - le comenté a Koral, mientras me disponía a abrir la puerta. Algo en mi interior me dijo que debía ser prudente, así que me concentré, y como hacía muchas veces, levanté una barrera mágica en torno a Koral a mi y entramos en la habitación.
Lo siguiente, fue desolador.
La habitación estaba completamente desordenada. Los pocos trozos de cortinas que habían colgado antaño de la ventana, estaban ahora esparcidos por todos lados. El edredón de la cama, roído, se había vuelto y dejaba ver varios trozos de colchón rotos. Por otro lado, en el suelo se podían ver los restos de los pocos muebles que había en la habitación, y la sala de aseo ... no me atreví a entrar en la sala de aseo, dejaría que un corazón más aventurado se adentrara en él, así que pasé de largo, supuse que Koral me entendería. El caso era que había tenido que haber una especie de lucha dentro de la habitación, aunque no sabía del todo por qué. Mire hacia todos lados, concentrandome a ver si conseguía encontrar rastro de magia, pero nada ...
- No encuentro magia por estos lares, me parece que nos enfrentamos a algo diferente ... o no ha usado su magia aún - dije, asustado. No quería ni pensar que era lo que había estado en esa habitación hacia pocos minutos ...
Me mantuve apartado de toda la gente, mientras dejaba que Koral acudiese a hablar. Un torbellino de sentimientos iba y venía, y al ser tan débil en aquel aspecto, no hubiera podido aguantarlo mucho más. Odiaba a mi raza por ser tan débil en ese aspecto pero ... ¿quién si no iba a serlo? ¿Los grandes caballeros de Nurgon? ¿Los mismísimos dragones? No, estabamos destinados a ser de esta forma.
Sonreí. Era tonto por pensar así, cada raza estaba moldeada a las circunstancias, y mientras que los Caballeros de Nurgon presumían de fuerza y habilidad para la lucha, y los dragones presumían de su gran capacidad física y entereza para hacer frente a los sheks, nosotros, los celestes presumíamos de nuestra capacidad emocional para detectar rasgos de las personas que los demás no descubrían, y aunque no éramos hábiles en el manejo de la espada, quizás si lo fuésemos en el manejo de las artes curativas, por ejemplo. Después de esta breve reflexión, volví en mi mismo y me acerqué prudentemente a Koral.
Por lo que había podido oír mientras me perdía entre los límites de mi mente, un joven y un bebé habían sido ...¿robados? No sabíamos muy bien la cuestión, solo que ambos habían desaparecido y no se sabía por donde. Noté que la expresión más sincera era la del varu, que nos hablaba mentalmente a todos. Los demás se dejaban llevar por su nerviosismo y sus dudas, y por el miedo a que fuera quien fuese el que se los había llevado, no volviera.
- El único que decía la verdad era el varu, no te dejes guiar por los demás, la duda asola sus corazones, y solo se dejan guiar por lo que creen que es la verdad, pero no lo es ... Creo que deberíamos hacer algo - le murmuré a Koral, apartándola de los demás. Cierto era que tanto el varu podía tener sus dudas, pero era el que más parecía estar seguro de todo lo que decía. Al parecer nadie sabía nada más, asi que era hora de entrar a la acción. Me acerqué a la anciana que nos había atendido, que seguía con su cara de pocos amigos y miraba a todos con cierta desconfianza.
- Disculpe, señora. ¿Sería tan amable de llevarnos a la habitación de los desaparecidos? - pregunté, con una sonrisa en mis labios y mirándola tranquilamente, intentando aparentar una calma que no se notaba en el ambiente, ni a leguas - Si hay que hacer algo, es mejor que nos pongamos a ello ya, así que, si es tan amable ...
Con una mirada de desconfianza, la mujer parecía querer escupirme, pero aceptó de mala gana a llevarnos a la habitación de los dos chicos. Miré a Luleir y sobraron las palabras para que el hipogrifo me entendiese. Batió las alas para coger impulso, levantando una fina capa de grava, y nos esperó entró de nuevo en mi habitación, esperando a que un leve silbido mio lo llamara de nuevo cuando lo necesitasemos.
Seguimos a la anciana, que de vez en cuando se paraba quejándose de su rodilla, y llegamos en poco tiempo a la habitación del segundo piso, dos más abajo de la planta en la que nos encontrábamos nosotros. Suspiré, ya entendía por qué habia sentido una angustia tremenda al oír aquel grito, no había sucedido ni a 20 metros de donde me encontraba. Lo raro es que solo hubiéramos escuchado eso, un grito.
Al llegar, agradecí con un gesto que la mujer nos hubiese llevado hasta la puerta y se fue malhumorada, sin siquiera despedirse. Me quedé petrificado ante la puerta. Miré a Koral con ojos como platos y le señalé el pomo de la puerta. Estaba como estrujado, y se veía que alguien había dejado huella de su mano en él. Estaba completamente estrujado, y no había hecho falta ni darle vueltas para abrir la puerta, se había roto la cerradura.
- Me parece que lo que sea que buscamos tiene mucha fuerza, o quizás la manipuló con magia, aunque es extraño, no atisbo rastro de ella por el lugar - le comenté a Koral, mientras me disponía a abrir la puerta. Algo en mi interior me dijo que debía ser prudente, así que me concentré, y como hacía muchas veces, levanté una barrera mágica en torno a Koral a mi y entramos en la habitación.
Lo siguiente, fue desolador.
La habitación estaba completamente desordenada. Los pocos trozos de cortinas que habían colgado antaño de la ventana, estaban ahora esparcidos por todos lados. El edredón de la cama, roído, se había vuelto y dejaba ver varios trozos de colchón rotos. Por otro lado, en el suelo se podían ver los restos de los pocos muebles que había en la habitación, y la sala de aseo ... no me atreví a entrar en la sala de aseo, dejaría que un corazón más aventurado se adentrara en él, así que pasé de largo, supuse que Koral me entendería. El caso era que había tenido que haber una especie de lucha dentro de la habitación, aunque no sabía del todo por qué. Mire hacia todos lados, concentrandome a ver si conseguía encontrar rastro de magia, pero nada ...
- No encuentro magia por estos lares, me parece que nos enfrentamos a algo diferente ... o no ha usado su magia aún - dije, asustado. No quería ni pensar que era lo que había estado en esa habitación hacia pocos minutos ...
Dragon Droican- Oráculo de Yohavir
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Puntos : 639
Fecha de inscripción : 01/05/2010
Edad : 30
Localización : San Fernando
Datos
Su personaje es: Dragon Droican, Mago 1er Grado (Magia Telúrica)
Trabaja de: Juglar - Plaza de Vanis
Pertenece a: La OPNI, nº 13. Miembro de la UVI.
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
En cuanto pronuncié aquella pregunta, los rostros de los presentes se miraron unos a otros, fingiendo que no me habían oído, esperando a que fuese otro el que contestara a la cuestión. Fruncí el ceño. ¿Es que nadie había hablado con ellos? ¿No conocían a los padres de los muchachos, o cualquier otro familiar? Sentí la presencia de Dragon a mi lado, silencioso como una pantera, que me asía con suavidad para apartarme del grupo. ¿Había notado algo?
Escuché sus palabras mientras miraba de soslayo al varu, que tenía la mirada baja y permanecía en silencio, al contrario que el resto de los Nangalenses, que parloteaban todos al mismo tiempo. Claro, que con un varu nunca se sabía, porque su voz es siempre muda. Podía estar hablándo ahora con cualquiera... pero nadie parecía mostrar interés en aquella figura de aspecto anfibio, de modo que descarté esa opción. Entonces, el varu pareció percibir mi mirada, porque me la devolvió y sonrió débilmente, sin embargo, parecía más una mueca de tristeza que cualquier otra cosa. Se despidió mentalmente, aunque su mensaje no llegó al rincón donde Dragon y yo estábamos, pero vi cómo algunos de los presentes alzaban la mano o murmuraban insulsas despedidas. Seguramente se retiraba a tomar un baño, pensé.
Nos acercamos a la anciana. Dragon se dirigió a ella con un respeto y buen modo que no merecía aquella criatura antipática, y para mi sorpresa nos acompañó a la habitación donde había tenido lugar el... ¿Qué? ¿Crimen? ¿Delito?, pues pensaba que se iba a negar en redondo, así de presta a colaborar parecía.
Y el lugar al que nos condujo era, literalmente, El Caos. Para empezar, Dragon me mostró el picaporte, retorcido y aplastado, como si hubiese estado sometido a una presión intensa. Ahogué una exclamación y abrí mucho los ojos cuando Dragon admitió no percibir rastro de magia, la hipótesis que me había planteado al ver semejante destrozo. No podía ser verdad. No creía que ni siquiera los bárbaros, una de las razas más fuertes de Idhún, tuviese la capacidad de aplastar un pomo que, aunque vencido por los años, seguía siendo de metal puro y duro.
Pero el interior resultó mucho peor. No habían dejado nada en su sitio. Se habían ensañado profundamente con el viejo mobiliario, creando un decorado de terror.
-Por todos los dioses... -murmuré consternada, tras escuchar las palabras de Dragon -Esto tiene que ser obra de una criatura poderosa, pero salvaje y letal. ¿Cómo no ha podido nadie ver a semejante ser entrando y saliendo del hostal?
Seguí curiosenado por la habitación, aunque no quedaba nada en pie que pudiese ser de ayuda. Pasé por delante de la puerta del baño, suracada de arañazos tan profundos que algunos habían habierto orificios en los que podía verse el otro lado de la estancia. Sabía que Dragon había evitado deliberadamente entrar allí, así que no podía ser bueno lo que pudiera encontrarme al otro lado. Tragué saliva y abrí la puerta, que pensé que iba a salirse del marco de tan destrozada que estaba. Al momento tuve que cubrirme con las dos manos la nariz y la boca del nauseabundo fétido que escapaba de los desagües. Cerré los ojos y traté de ser fuerte. Entré.
Por debajo de aquel olor penetrante podía percibir otro más, no tan desagradable como el primero, con un deje metálico. Me resultaba familiar, pero no conseguí ubicarlo hasta que contemplé, horrorizada, de dónde provenía: Grandes gotas carmesí resbalaban lentamente por toda la pica hasta desaparecer en el agujero del desagüe. Abandonado de cualquier manera, un cuchillo sencillo descansaba en el fondo, el filo ribeteado de sangre. Di un paso atrás, sofocando la exclamación aguda que había ascendido por mi garganta entre mis manos apretadas sobre mi boca que todavía me protegían del olor, el espanto y las náuseas. Mi pie tropezó con un objeto alargado que tintineó al ser golpeado y se hizo añicos un poco más allá. Un frasquito de cristal. Y entonces reparé en la fuente del otro fétido que me recordó al de hojarasca podrida. Repartidos de cualquier manera, y con mayor cantidad en la estrecha bañera, habían más frasquitos, o lo que quedaba de ellos. Y entre las esquirlas de punzante cristal, diversas hojas oscuras, del tamaño de mi mano. No tuve miedo en recoger una de ellas y examinarla de cerca, la barrera mágica de Dragon me alertaría si eran peligrosas. Reconocí aquel tacto aterciopelado: Eran hojas Saenzs, una planta tóxica que crecía el lugares agrestes y poco soleados, y que se usaba como somnífero. Uno muy potente que podía causar graves daños al estómago, sino la muerte. Descubrí chorreones verde pálido en la bañera, sin duda, restos de la pócima.
Me reuní con Dragon en la habitación, cerrando tras de mi la puerta y respirando profundamente al fin, pero arrugué la nariz cuando me di cuanta de que aquel olor ya había traspasado el baño se extendía en el resto del cuarto como la peste.
-Salgamos de aquí -dije, tironeando de la túnica de Dragon hasta llegar al pasillo. Una vez allí, con un único perfume a humedad que era mejor que nada, le resumí. -Alguien ha estado elaborando grandes cantidades de un potente somnífero en el baño, pero ya no queda nada en su sitio, lo han vaciado todo el la bañera y está todo destrozado. Además... -respiré hondo -Había sangre y un cuchillo. Creo... me parece que quienquiera que se haya herido con él, se a autoinmolado, probablemente haya sido un tajo en el brazo. Dudo que se tratara de un intento de asesinato, pues solo había restos de sangre en la pila. No sé por qué lo han hecho, pero tampoco creo que sea para elaborar la pócima, para esta solo se necesitan las hojas y agua hirbiendo.
Cerré los ojos, derrotada. Seguíamos sin tener pistas de dónde estaban los ocupantes de la habitación ni qué les había ocurrido, pero habíamos obtenido información importante. Me dispuse a alejarme de allí antes de que llegase un curioso valiente a interesarse por qué tardábamos, pero llegué tarde. Pasado un recodo, una figura chorreante nos salió al paso, y casi me estampo contra él. El varu, visiblemente agitado, nos miró con terror y después se le iluminó la mirada al reconocernos.
<< Venid, venid, tengo que hablar con vosotros. Parecéis de confianza, y como vois sois un hechicero... >> dijo, nervioso, al mirar los ropajes de Dragon. Proyectaba sus precipitados pensamientos a golpes, tan desordenados que me dolió la cabeza. << No podía decirselo a nadie más, tenéis que ayudar a los muchachos... yo, vi a alguien extraño entrar, pero no sé más, y yo... >>
Parecía a punto de llorar, y traté de calmarlo.
-Tranquilo, buen hombre, ayudaremos en todo lo que esté a nuestras manos. Pero este no es un buen sitio para hablar.
El varu asintió, más calmado, y nos llevó rápidamente a su habitación, asegurándose que no nos seguía nadie. Cerró la puerta con cuidad tras nosotros y nos pidió que tomáramos asunto.
-Dinos, buen hombre, ¿a quién viste entrar e la posada?- dije, mostrándome todo lo amable y calmada que pude, dadas las circunstancias.
El varu se retorció las manos, pensando por dónde empezar.
<< Mi nombre es Deglub. Y esto es lo que me pareció ver.... >>
Escuché sus palabras mientras miraba de soslayo al varu, que tenía la mirada baja y permanecía en silencio, al contrario que el resto de los Nangalenses, que parloteaban todos al mismo tiempo. Claro, que con un varu nunca se sabía, porque su voz es siempre muda. Podía estar hablándo ahora con cualquiera... pero nadie parecía mostrar interés en aquella figura de aspecto anfibio, de modo que descarté esa opción. Entonces, el varu pareció percibir mi mirada, porque me la devolvió y sonrió débilmente, sin embargo, parecía más una mueca de tristeza que cualquier otra cosa. Se despidió mentalmente, aunque su mensaje no llegó al rincón donde Dragon y yo estábamos, pero vi cómo algunos de los presentes alzaban la mano o murmuraban insulsas despedidas. Seguramente se retiraba a tomar un baño, pensé.
Nos acercamos a la anciana. Dragon se dirigió a ella con un respeto y buen modo que no merecía aquella criatura antipática, y para mi sorpresa nos acompañó a la habitación donde había tenido lugar el... ¿Qué? ¿Crimen? ¿Delito?, pues pensaba que se iba a negar en redondo, así de presta a colaborar parecía.
Y el lugar al que nos condujo era, literalmente, El Caos. Para empezar, Dragon me mostró el picaporte, retorcido y aplastado, como si hubiese estado sometido a una presión intensa. Ahogué una exclamación y abrí mucho los ojos cuando Dragon admitió no percibir rastro de magia, la hipótesis que me había planteado al ver semejante destrozo. No podía ser verdad. No creía que ni siquiera los bárbaros, una de las razas más fuertes de Idhún, tuviese la capacidad de aplastar un pomo que, aunque vencido por los años, seguía siendo de metal puro y duro.
Pero el interior resultó mucho peor. No habían dejado nada en su sitio. Se habían ensañado profundamente con el viejo mobiliario, creando un decorado de terror.
-Por todos los dioses... -murmuré consternada, tras escuchar las palabras de Dragon -Esto tiene que ser obra de una criatura poderosa, pero salvaje y letal. ¿Cómo no ha podido nadie ver a semejante ser entrando y saliendo del hostal?
Seguí curiosenado por la habitación, aunque no quedaba nada en pie que pudiese ser de ayuda. Pasé por delante de la puerta del baño, suracada de arañazos tan profundos que algunos habían habierto orificios en los que podía verse el otro lado de la estancia. Sabía que Dragon había evitado deliberadamente entrar allí, así que no podía ser bueno lo que pudiera encontrarme al otro lado. Tragué saliva y abrí la puerta, que pensé que iba a salirse del marco de tan destrozada que estaba. Al momento tuve que cubrirme con las dos manos la nariz y la boca del nauseabundo fétido que escapaba de los desagües. Cerré los ojos y traté de ser fuerte. Entré.
Por debajo de aquel olor penetrante podía percibir otro más, no tan desagradable como el primero, con un deje metálico. Me resultaba familiar, pero no conseguí ubicarlo hasta que contemplé, horrorizada, de dónde provenía: Grandes gotas carmesí resbalaban lentamente por toda la pica hasta desaparecer en el agujero del desagüe. Abandonado de cualquier manera, un cuchillo sencillo descansaba en el fondo, el filo ribeteado de sangre. Di un paso atrás, sofocando la exclamación aguda que había ascendido por mi garganta entre mis manos apretadas sobre mi boca que todavía me protegían del olor, el espanto y las náuseas. Mi pie tropezó con un objeto alargado que tintineó al ser golpeado y se hizo añicos un poco más allá. Un frasquito de cristal. Y entonces reparé en la fuente del otro fétido que me recordó al de hojarasca podrida. Repartidos de cualquier manera, y con mayor cantidad en la estrecha bañera, habían más frasquitos, o lo que quedaba de ellos. Y entre las esquirlas de punzante cristal, diversas hojas oscuras, del tamaño de mi mano. No tuve miedo en recoger una de ellas y examinarla de cerca, la barrera mágica de Dragon me alertaría si eran peligrosas. Reconocí aquel tacto aterciopelado: Eran hojas Saenzs, una planta tóxica que crecía el lugares agrestes y poco soleados, y que se usaba como somnífero. Uno muy potente que podía causar graves daños al estómago, sino la muerte. Descubrí chorreones verde pálido en la bañera, sin duda, restos de la pócima.
Me reuní con Dragon en la habitación, cerrando tras de mi la puerta y respirando profundamente al fin, pero arrugué la nariz cuando me di cuanta de que aquel olor ya había traspasado el baño se extendía en el resto del cuarto como la peste.
-Salgamos de aquí -dije, tironeando de la túnica de Dragon hasta llegar al pasillo. Una vez allí, con un único perfume a humedad que era mejor que nada, le resumí. -Alguien ha estado elaborando grandes cantidades de un potente somnífero en el baño, pero ya no queda nada en su sitio, lo han vaciado todo el la bañera y está todo destrozado. Además... -respiré hondo -Había sangre y un cuchillo. Creo... me parece que quienquiera que se haya herido con él, se a autoinmolado, probablemente haya sido un tajo en el brazo. Dudo que se tratara de un intento de asesinato, pues solo había restos de sangre en la pila. No sé por qué lo han hecho, pero tampoco creo que sea para elaborar la pócima, para esta solo se necesitan las hojas y agua hirbiendo.
Cerré los ojos, derrotada. Seguíamos sin tener pistas de dónde estaban los ocupantes de la habitación ni qué les había ocurrido, pero habíamos obtenido información importante. Me dispuse a alejarme de allí antes de que llegase un curioso valiente a interesarse por qué tardábamos, pero llegué tarde. Pasado un recodo, una figura chorreante nos salió al paso, y casi me estampo contra él. El varu, visiblemente agitado, nos miró con terror y después se le iluminó la mirada al reconocernos.
<< Venid, venid, tengo que hablar con vosotros. Parecéis de confianza, y como vois sois un hechicero... >> dijo, nervioso, al mirar los ropajes de Dragon. Proyectaba sus precipitados pensamientos a golpes, tan desordenados que me dolió la cabeza. << No podía decirselo a nadie más, tenéis que ayudar a los muchachos... yo, vi a alguien extraño entrar, pero no sé más, y yo... >>
Parecía a punto de llorar, y traté de calmarlo.
-Tranquilo, buen hombre, ayudaremos en todo lo que esté a nuestras manos. Pero este no es un buen sitio para hablar.
El varu asintió, más calmado, y nos llevó rápidamente a su habitación, asegurándose que no nos seguía nadie. Cerró la puerta con cuidad tras nosotros y nos pidió que tomáramos asunto.
-Dinos, buen hombre, ¿a quién viste entrar e la posada?- dije, mostrándome todo lo amable y calmada que pude, dadas las circunstancias.
El varu se retorció las manos, pensando por dónde empezar.
<< Mi nombre es Deglub. Y esto es lo que me pareció ver.... >>
Invitado- Invitado
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Di gracias a Yohavir por haber salido de aquella habitación. Como supuse, la habitación no era lo demasiado apta para un celeste, y mucho menos para un humano, pero Koral tenía la fuerza de voluntad suficiente como para adentrarse en la habitación, y ello había conllevado a que un hedor irrumpiera en la habitación. Un hedor tremendamente fuerte y que debilitaba hasta mis propios sentidos. Así que el salir al pasillo, que no olía mucho mejor, me hizo poder respirar tranquilo, aspirando toda la cantidad de aire que pudiera, estaba exhausto, y solo habíamos empezado. No quería ni pensar lo que nos quedaba por delante, aunque al menos ya habíamos averiguado algo.
Los magos, al igual que la magia, también conocíamos diferentes tipos de pócimas y mejunges que preparábamos con esmero para ayudar a quien lo necesitase, o para ayudarnos de manera tanto ofensiva como defensiva. Sin embargo, aquel tipo de somnífero se escapaba de mis posibilidades. Quien fuera que había aprendido a hacerlo tenía unos contactos de lo más raros. Escuché con horror que también habia visto sangre en la pila del lavabo, y un cuchillo. Recé a Wina, no podía ser que una pareja de jovenzuelos hubieran llevado a cabo tales atrocidades, no, había algo más. Estaba claro que habia terceras personas de las que no teníamos conocimiento, y estaba claro también que, o lo averiguamos, o no daríamos con los primeros.
- Esperemos que no sea nada grave, estas cosas cada vez me vienen mas grandes, y aún tengo tantas cosas que con... - le dije, interrumpiendo mis palabras porque reprimi un grito de susto. El varu que había hablado antes a Koral, o eso parecía, nos apareció todo empapado. Parecía que se había dado un baño para evitar resecar su piel. Suspiré, me había dado un susto tremendo, tenía el corazón a mil por hora, otro susto así ... y no me sostenía en pie. Evité el reírme, era tan miedica que a veces hasta yo me daba cuenta y empezaba a reirme a carcajadas, pero la situación no lo requería, el varu quería hablar con nosotros.
Poco a poco fuimos avanzando por los pasillos, hasta llegar al tercer piso, plante en mitad del accidente y de nuestras habitaciones. Es decir, el varu podría haber escuchado mucho más lo que había pasado en la habitación de abajo. No había malicia en su corazón, solo duda, miedo y un poco de confusión. Sin embargo, atisbaba algo extraño en él, pero era tan difícil para mi que alguien escondiera maldad entre tanto miedo, que dejé de lado ese aspecto, y me concentré en no perderlo de vista, pues iba demasiado rápido. Varios segundos después nos encontrabamos en su habitación. Como me supuse, todas tenían una disposición de igual manera, así que no reparé en detalles y presté atención a su relato. Me mantenía callado, al igual que Koral, atento a cualquier detalle, e intentando que no se me saltara nada.
<< Mi nombre es Deglub. Y esto es lo que me pareció ver ...>> comenzó hablandonos telepáticamente el joven varu, que no aparentaba más de veinte años, aunque no entendia de varus, así que no sabía a ciencia exacta si tenía más o menos edad. << Estaba tranquilamente, tomándome un baño, ya saben, mi piel de varu hace que si no estoy cerca de agua se me reseque constantemente, así que decidí tomarme el décimo del día. Sin embargo, éste duró menos de lo esperado. En la habitación de abajo llevaba todo el día escuchando bullicio y movimiento ... >> tensión, en su corazón se vislumbraba tensión, y no sabía por qué. El varu siguió "hablando" <> hizo una pausa, aunque no supe para que, al no gesticular no necesitaba coger aire para seguir hablando, supuse que lo haría para que nos fuese más fácil seguirlo << Un hombre, parecía de rasgos como de gigante, salía de la habitación, y al poco tiempo volvía a entrar. Llevaba algo en las manos, como un frasco que tenía un olor penetrante, llegó hasta donde yo me encontraba. Acto seguido, me estremecí, el grito se oyó y el hombre volvió a salir, dando un gran portazo y corriendo. A los pocos minutos, salieron los chicos, y uno de ellos llevaba al otro en brazos, así que es por eso que pensamos es un bebé>> concluyó el varu, con varias lágrimas en sus ojos << Fue una situación muy difícil, no supe que hacer, debería haber llamado a alguien pero me quedé petrificado>> su voz de iba apagando en nuestras mentes con cada palabra que decía, y me incorporé para acercame a él.
Note amargura en sus últimas palabras, y un tono de tristeza que no se le quitaba. Intenté infundirle ánimos. Cogí un pañuelo que siempre llevaba en mi bolsillo, y se lo ofrecí. Lo cogió, de buena gana, y se limpió las lágrimas, lágrimas amargas de alguien que se había visto impotente a la hora de actuar.
-No tienes por qué sentirte culpable, Deglub - le dije, mientras le miraba con una sonrisa, aunque hasta a mi me costaba mantenerla - Esta historia nos es de ayuda, al menos sabemos que había un tercero, como nos suponíamos - dije, mirándo a Koral y sonriéndole. Parecía tener un sexto sentido para averiguar cosas, estar a su lado me daba la seguridad que siempre me faltaba - Solo nos queda una cosa ... ¿hacia donde? Es decir ... ¿hacia donde fueron? - conclui, mientras el varu me devolvía el pañuelo y lo volvía a guardar en mi túnica.
<< Salieron y se internaron en el bosque, eso es lo único que llegue a ver desde la ventana, luego, todos los huéspedes bajaron y empezó el bullicio en la explanada enfrente de la posada >> nos dijo, mirándonos con gesto apenado. Empecé a atar cabos.
Estaba claro que fueran quienes fuesen trataban de escapar a toda costa. No se habían esperado aquel grito, por lo cual era cierto que no era la primera vez que armaban la que habían armado en una posada, pero esta vez con incidentes que los habían alertado a todos. Por tanto, contábamos con: un joven que llevaba en brazos a un ¿bebé?. Y una tercera persona, con rasgos de gigante, semigigante supuse, que parecía haber huido antes que todos los demás, como escapando de algo. Era extraño, muy extraño, asi que me puse en pie y miré a Koral.
- Me parece que debemos ponernos en marcha, criatura. Será mejor que subamos a por nuestras cosas y avisemos a nuestra compañera feérica - le dije, con gesto decidido. Ni yo mismo me reconocía en aquellos momentos. Me dispuse a salir de la habitación, y esperé a que Koral saliese para ir juntos hacia las habitaciones. Dejé que, si tenía algo que preguntarle, lo hiciera sola, siempre era mejor hablar de uno a uno que en grupo...
Mientras esperaba, comencé a ver como los vecinos, ya pasado el susto, volvían cada uno a sus habitaciones. Un sinfín de rostros pasaban por delante mía como si nada, ni siquiera me dirigían la mirada. Supuse que todos estaban al tanto de que habíamos sido los primeros interesados en ver que había pasado y en ponernos manos a la obra, así que para evitar verse en líos, habían pasado todos completamente de dirigirnos ni tan siquiera la mirada. No me importó, estaba acostumbrando, así que simplemente bajé la mirada, esperando a mi compañera.
Los magos, al igual que la magia, también conocíamos diferentes tipos de pócimas y mejunges que preparábamos con esmero para ayudar a quien lo necesitase, o para ayudarnos de manera tanto ofensiva como defensiva. Sin embargo, aquel tipo de somnífero se escapaba de mis posibilidades. Quien fuera que había aprendido a hacerlo tenía unos contactos de lo más raros. Escuché con horror que también habia visto sangre en la pila del lavabo, y un cuchillo. Recé a Wina, no podía ser que una pareja de jovenzuelos hubieran llevado a cabo tales atrocidades, no, había algo más. Estaba claro que habia terceras personas de las que no teníamos conocimiento, y estaba claro también que, o lo averiguamos, o no daríamos con los primeros.
- Esperemos que no sea nada grave, estas cosas cada vez me vienen mas grandes, y aún tengo tantas cosas que con... - le dije, interrumpiendo mis palabras porque reprimi un grito de susto. El varu que había hablado antes a Koral, o eso parecía, nos apareció todo empapado. Parecía que se había dado un baño para evitar resecar su piel. Suspiré, me había dado un susto tremendo, tenía el corazón a mil por hora, otro susto así ... y no me sostenía en pie. Evité el reírme, era tan miedica que a veces hasta yo me daba cuenta y empezaba a reirme a carcajadas, pero la situación no lo requería, el varu quería hablar con nosotros.
Poco a poco fuimos avanzando por los pasillos, hasta llegar al tercer piso, plante en mitad del accidente y de nuestras habitaciones. Es decir, el varu podría haber escuchado mucho más lo que había pasado en la habitación de abajo. No había malicia en su corazón, solo duda, miedo y un poco de confusión. Sin embargo, atisbaba algo extraño en él, pero era tan difícil para mi que alguien escondiera maldad entre tanto miedo, que dejé de lado ese aspecto, y me concentré en no perderlo de vista, pues iba demasiado rápido. Varios segundos después nos encontrabamos en su habitación. Como me supuse, todas tenían una disposición de igual manera, así que no reparé en detalles y presté atención a su relato. Me mantenía callado, al igual que Koral, atento a cualquier detalle, e intentando que no se me saltara nada.
<< Mi nombre es Deglub. Y esto es lo que me pareció ver ...>> comenzó hablandonos telepáticamente el joven varu, que no aparentaba más de veinte años, aunque no entendia de varus, así que no sabía a ciencia exacta si tenía más o menos edad. << Estaba tranquilamente, tomándome un baño, ya saben, mi piel de varu hace que si no estoy cerca de agua se me reseque constantemente, así que decidí tomarme el décimo del día. Sin embargo, éste duró menos de lo esperado. En la habitación de abajo llevaba todo el día escuchando bullicio y movimiento ... >> tensión, en su corazón se vislumbraba tensión, y no sabía por qué. El varu siguió "hablando" <
Note amargura en sus últimas palabras, y un tono de tristeza que no se le quitaba. Intenté infundirle ánimos. Cogí un pañuelo que siempre llevaba en mi bolsillo, y se lo ofrecí. Lo cogió, de buena gana, y se limpió las lágrimas, lágrimas amargas de alguien que se había visto impotente a la hora de actuar.
-No tienes por qué sentirte culpable, Deglub - le dije, mientras le miraba con una sonrisa, aunque hasta a mi me costaba mantenerla - Esta historia nos es de ayuda, al menos sabemos que había un tercero, como nos suponíamos - dije, mirándo a Koral y sonriéndole. Parecía tener un sexto sentido para averiguar cosas, estar a su lado me daba la seguridad que siempre me faltaba - Solo nos queda una cosa ... ¿hacia donde? Es decir ... ¿hacia donde fueron? - conclui, mientras el varu me devolvía el pañuelo y lo volvía a guardar en mi túnica.
<< Salieron y se internaron en el bosque, eso es lo único que llegue a ver desde la ventana, luego, todos los huéspedes bajaron y empezó el bullicio en la explanada enfrente de la posada >> nos dijo, mirándonos con gesto apenado. Empecé a atar cabos.
Estaba claro que fueran quienes fuesen trataban de escapar a toda costa. No se habían esperado aquel grito, por lo cual era cierto que no era la primera vez que armaban la que habían armado en una posada, pero esta vez con incidentes que los habían alertado a todos. Por tanto, contábamos con: un joven que llevaba en brazos a un ¿bebé?. Y una tercera persona, con rasgos de gigante, semigigante supuse, que parecía haber huido antes que todos los demás, como escapando de algo. Era extraño, muy extraño, asi que me puse en pie y miré a Koral.
- Me parece que debemos ponernos en marcha, criatura. Será mejor que subamos a por nuestras cosas y avisemos a nuestra compañera feérica - le dije, con gesto decidido. Ni yo mismo me reconocía en aquellos momentos. Me dispuse a salir de la habitación, y esperé a que Koral saliese para ir juntos hacia las habitaciones. Dejé que, si tenía algo que preguntarle, lo hiciera sola, siempre era mejor hablar de uno a uno que en grupo...
Mientras esperaba, comencé a ver como los vecinos, ya pasado el susto, volvían cada uno a sus habitaciones. Un sinfín de rostros pasaban por delante mía como si nada, ni siquiera me dirigían la mirada. Supuse que todos estaban al tanto de que habíamos sido los primeros interesados en ver que había pasado y en ponernos manos a la obra, así que para evitar verse en líos, habían pasado todos completamente de dirigirnos ni tan siquiera la mirada. No me importó, estaba acostumbrando, así que simplemente bajé la mirada, esperando a mi compañera.
Dragon Droican- Oráculo de Yohavir
- Mensajes : 437
Puntos : 639
Fecha de inscripción : 01/05/2010
Edad : 30
Localización : San Fernando
Datos
Su personaje es: Dragon Droican, Mago 1er Grado (Magia Telúrica)
Trabaja de: Juglar - Plaza de Vanis
Pertenece a: La OPNI, nº 13. Miembro de la UVI.
Re: Encontrando Recuerdos olvidados [RC]
Escuché, o más bien "pensé", las palabras del varu. En un principio parecía bastante agitado, pero conforme nos hablaba, se iba relajando -aunque sin perder del todo ese tono triste-. Lo atribuí al hecho de que el pobre hombre había estado cargando con la tensión de su descubrimiento sin saber si contarlo o no, y al soltarlo todo, se había desahogado por fin, quitándose un gran peso de encima. Era comprensible.
Me mantuve en silencio, sin interrumpir. Resultaba curioso qué, aún sin proferir sonido alguno, su modo de comunicarse llenaba el silencio de alguna forma, sin convertir aquel momento en una situación de mutismo incómodo.
Fruncí el ceño al oír hablar de alguien con rasgos gigantes. Me acordé de la semigiganta que me había encontrado a la llegada a Nangal. Las mujeres gigantes son fácilmente confundibles con hombres, y tal vez... no, no podía ser. Aquella mujer sería incapaz de algo así; era una criatura demasiado sabia, a juzgar por sus palabras, para actuar con aquella brutalidad que se apreciaba en el cuarto del delito.
Fue Dragon quien habló primero, preguntando por lo más importante: el siguinte movimiento que debíamos hacer, a dónde dirigirnos para continuar buscando las piezas de este rompecabezas. De modo que hacia el bosque... Sentí morir de nostalgia. Mi querido Alis Lithban, después de tanto tiempo...
Dragon se incorporó, pero cuando quise seguirle, ya estaba cruzando la puerta. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no le había oído levantarse. Me dispuse a seguirle, pero me detuve a los dos pasos. Me giré hacia el varu, que se volvió a su vez, interrogante, y un tanto...¿contrariado?
-Solo una cosa más... ¿Estas seguro de que fuiste el único en ver al individuo semigigante? ¿No lo has preguntado a nadie más? -Me seguía resultando extraño que él, que estaba en un piso superior al de aquellos niños, y que encima se estaba dando un baño cuando todo sucedió, hubiese visto más que el resto de huéspedes. Además, un semigigante llama bastante la atención. Aunque a decir verdad, un semigigante llama bastante la atención... en cualquier lugar excepto en Nangal.
Deglub pareció pensarlo bien antes de contestar, con precaución:
<< Creo que he sido el único en verlo. No había nadie que supiese nada de lo ocurrido. O, por lo menos, si alguien más lo vio... no compartió esa informacion con los demás. >>
Asentí. Podría ser. Al fin y al cabo, él mismo se calló lo que sabía al resto de huéspedes, solo quiso contárnoslo a nosotros. Y también cabía la posibilidad de que fuese el único en verlo. Las casualidades son los cimientos de la vida.
No obstante, el gusanillo de la duda todavía permanecía en mi interior. Pero decidí no darle mayor importancia.
-De acuerdo. No te molesto más. Si vemos algo nuevo, ¿quieres que te avisemos?
<< Por favor. Os estaré esperando. >>
Me despedí con un asentimiento y salí en pos de Dragon, que me esperaba en el pasillo. Caminamos en silencio hasta nuestras habitaciones, mientras yo todavía rumiaba la información que nos había dado Deglub, pensando en la mejor estratégia. Lo más normal sería contar con los Nagalenses para que nos ayudasen a peinar el bosque, aunque si los fugitivos habían llegado a la parte profunda de Alis Lithban, con lo extenso que es el bosque, no los encontraríamos ni con todo el ejército de Nandelt apoyándonos.
Aunque claro, para empezar, dudaba de que una gente tan ofuscada en sí mismos como los de este pueblo quisieran ayudar a encontrar a los muchachos.
No, decididamente, mejor que fuésemos solo nosotros. Así no llamaríamos tanto la atención.
-Dragon -rompí el silencio -Deberíamos ir al bosque a ver si vemos algo. Yo podría preguntar a los árboles, e incluso avisar a las dríades. Seguro que habrán visto a los muchachos, si es que han ido al bosque, porque no se pierden detalle de lo que ocurre entre sus amados árboles. -pronuncié "amados árboles" mezclado con un suspiro de añoranza.
Llegamos a nuestro pasillo. Llamé a mi habitación y pasé, indicando a Dragon que nos veríamos luego. Tenía que avisar a la joven feérica de nuestras intenciones. Al entrar y ver la claridad que se filtraba tímida por la pequeña ventana, me sentí terriblemente cansada ¡No habíamos dormido en toda la noche, y ya amanecía el primero de los soles! Resignada, avisé a nuestra compañera mientras me frotaba un ojo con parsimonia:
-Estan las cosas bastante agitadas por aquí. Parece que han desaparecido un muchacho y el bebé que tenía a su cargo, y no parece una huida voluntaria precisamente -pasé a relatarle más o menos lo ocurrido, omitiendo ciertos detalles como el estado de la habitación de los muchachos para no preocuparla. -No sé si tardaremos mucho, pero nos mantendremos por las lindes, por si decides bajar con nosotros. Si prefieres quedarte a descansar, te contaremos qué ha pasado a la vuelta.
Le sonreí y procedí a cargarme la mochila al hombro. Era cierto que no pensaba ausentarme mucho -a no ser que ocurriese algo inesperado-, solo sería llamar a la comunidad feérica, y ellos se encargarían de encontrarlos y de avisarnos. Pero decidí llevarme mis cosas conmigo, porque tampoco era mucho, y porque estaba acostumbrada a no perderlas de vista demasiado tiempo. Instinto de supervivencia.
Me despedí de mi compañera y esperé a que Dragon se organizara en el pasillo. Sin embargo, se me ocurrió que sería buena idea que Deglub nos acompañase: El había visto más o menos qué dirección habían tomado los muchachos, y sería buena idea tener un punto de referencia que decirles a las dríades para que empezasen la búsqueda. Me encaminé a la habitación del varu y llamé con los nudillos, pero la puerta cedió ante mi gesto: estaba abierta. Con cuidado, la abrí, llamando a Deglub, pero cuál fué mi sorpresa al encontrarme con la arisca posadera que estaba poniendo un poco de orden en el cuarto.
-Esto... perdone, buscaba a Deglub...
-¿El varu con cara de animalillo acorralado? Se acaba de marchar corriendo, diciendo que tenía que abandonar la posada con suma urgencia. Y niña, no vuelvas a entrar en habitaciones ajenas sin permiso o sé de alguien que también va a largarse de aquí a golpe de escoba.
No me molesté en contestar. Salí enseguida, en busca de Dragon. "No es posible, me dijo que nos esperaría aquí"
Ya teníamos otra pieza del rompecabezas que no sabíamos dónde encajar.
FdR: Supongo que tendríamos que ir marchando a Alis Lithban si la aventura en el bosque se prolonga. Si no, podemos continuar aquí en Nangal.
FdR": Perdonad las posibles faltas, es que me vence el sueño ya.
Me mantuve en silencio, sin interrumpir. Resultaba curioso qué, aún sin proferir sonido alguno, su modo de comunicarse llenaba el silencio de alguna forma, sin convertir aquel momento en una situación de mutismo incómodo.
Fruncí el ceño al oír hablar de alguien con rasgos gigantes. Me acordé de la semigiganta que me había encontrado a la llegada a Nangal. Las mujeres gigantes son fácilmente confundibles con hombres, y tal vez... no, no podía ser. Aquella mujer sería incapaz de algo así; era una criatura demasiado sabia, a juzgar por sus palabras, para actuar con aquella brutalidad que se apreciaba en el cuarto del delito.
Fue Dragon quien habló primero, preguntando por lo más importante: el siguinte movimiento que debíamos hacer, a dónde dirigirnos para continuar buscando las piezas de este rompecabezas. De modo que hacia el bosque... Sentí morir de nostalgia. Mi querido Alis Lithban, después de tanto tiempo...
Dragon se incorporó, pero cuando quise seguirle, ya estaba cruzando la puerta. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no le había oído levantarse. Me dispuse a seguirle, pero me detuve a los dos pasos. Me giré hacia el varu, que se volvió a su vez, interrogante, y un tanto...¿contrariado?
-Solo una cosa más... ¿Estas seguro de que fuiste el único en ver al individuo semigigante? ¿No lo has preguntado a nadie más? -Me seguía resultando extraño que él, que estaba en un piso superior al de aquellos niños, y que encima se estaba dando un baño cuando todo sucedió, hubiese visto más que el resto de huéspedes. Además, un semigigante llama bastante la atención. Aunque a decir verdad, un semigigante llama bastante la atención... en cualquier lugar excepto en Nangal.
Deglub pareció pensarlo bien antes de contestar, con precaución:
<< Creo que he sido el único en verlo. No había nadie que supiese nada de lo ocurrido. O, por lo menos, si alguien más lo vio... no compartió esa informacion con los demás. >>
Asentí. Podría ser. Al fin y al cabo, él mismo se calló lo que sabía al resto de huéspedes, solo quiso contárnoslo a nosotros. Y también cabía la posibilidad de que fuese el único en verlo. Las casualidades son los cimientos de la vida.
No obstante, el gusanillo de la duda todavía permanecía en mi interior. Pero decidí no darle mayor importancia.
-De acuerdo. No te molesto más. Si vemos algo nuevo, ¿quieres que te avisemos?
<< Por favor. Os estaré esperando. >>
Me despedí con un asentimiento y salí en pos de Dragon, que me esperaba en el pasillo. Caminamos en silencio hasta nuestras habitaciones, mientras yo todavía rumiaba la información que nos había dado Deglub, pensando en la mejor estratégia. Lo más normal sería contar con los Nagalenses para que nos ayudasen a peinar el bosque, aunque si los fugitivos habían llegado a la parte profunda de Alis Lithban, con lo extenso que es el bosque, no los encontraríamos ni con todo el ejército de Nandelt apoyándonos.
Aunque claro, para empezar, dudaba de que una gente tan ofuscada en sí mismos como los de este pueblo quisieran ayudar a encontrar a los muchachos.
No, decididamente, mejor que fuésemos solo nosotros. Así no llamaríamos tanto la atención.
-Dragon -rompí el silencio -Deberíamos ir al bosque a ver si vemos algo. Yo podría preguntar a los árboles, e incluso avisar a las dríades. Seguro que habrán visto a los muchachos, si es que han ido al bosque, porque no se pierden detalle de lo que ocurre entre sus amados árboles. -pronuncié "amados árboles" mezclado con un suspiro de añoranza.
Llegamos a nuestro pasillo. Llamé a mi habitación y pasé, indicando a Dragon que nos veríamos luego. Tenía que avisar a la joven feérica de nuestras intenciones. Al entrar y ver la claridad que se filtraba tímida por la pequeña ventana, me sentí terriblemente cansada ¡No habíamos dormido en toda la noche, y ya amanecía el primero de los soles! Resignada, avisé a nuestra compañera mientras me frotaba un ojo con parsimonia:
-Estan las cosas bastante agitadas por aquí. Parece que han desaparecido un muchacho y el bebé que tenía a su cargo, y no parece una huida voluntaria precisamente -pasé a relatarle más o menos lo ocurrido, omitiendo ciertos detalles como el estado de la habitación de los muchachos para no preocuparla. -No sé si tardaremos mucho, pero nos mantendremos por las lindes, por si decides bajar con nosotros. Si prefieres quedarte a descansar, te contaremos qué ha pasado a la vuelta.
Le sonreí y procedí a cargarme la mochila al hombro. Era cierto que no pensaba ausentarme mucho -a no ser que ocurriese algo inesperado-, solo sería llamar a la comunidad feérica, y ellos se encargarían de encontrarlos y de avisarnos. Pero decidí llevarme mis cosas conmigo, porque tampoco era mucho, y porque estaba acostumbrada a no perderlas de vista demasiado tiempo. Instinto de supervivencia.
Me despedí de mi compañera y esperé a que Dragon se organizara en el pasillo. Sin embargo, se me ocurrió que sería buena idea que Deglub nos acompañase: El había visto más o menos qué dirección habían tomado los muchachos, y sería buena idea tener un punto de referencia que decirles a las dríades para que empezasen la búsqueda. Me encaminé a la habitación del varu y llamé con los nudillos, pero la puerta cedió ante mi gesto: estaba abierta. Con cuidado, la abrí, llamando a Deglub, pero cuál fué mi sorpresa al encontrarme con la arisca posadera que estaba poniendo un poco de orden en el cuarto.
-Esto... perdone, buscaba a Deglub...
-¿El varu con cara de animalillo acorralado? Se acaba de marchar corriendo, diciendo que tenía que abandonar la posada con suma urgencia. Y niña, no vuelvas a entrar en habitaciones ajenas sin permiso o sé de alguien que también va a largarse de aquí a golpe de escoba.
No me molesté en contestar. Salí enseguida, en busca de Dragon. "No es posible, me dijo que nos esperaría aquí"
Ya teníamos otra pieza del rompecabezas que no sabíamos dónde encajar.
FdR: Supongo que tendríamos que ir marchando a Alis Lithban si la aventura en el bosque se prolonga. Si no, podemos continuar aquí en Nangal.
FdR": Perdonad las posibles faltas, es que me vence el sueño ya.
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