Comienzo y entrenamiento
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Comienzo y entrenamiento
Desperté por la mañana con el canto de los pájaros. Aún veía borroso cegado por el sueño, pero podía reconocer lo que me rodeaba; El olor a agua salada en el ambiente, la brisa marina entrando por los huecos de la resquebrajada pared, el murmullo de la gente pasando fuera.
Echó un vistazo a aquel lugar. No era gran cosa, de hecho estaba medio derrumbado, antaño debió de ser una humilde casa, de una familia posíblemente de comerciantes o algún herrero. Pero ahora se encontraba abandonada y cumplía perfectamente la función que necesitaba, darme cobijo.
Me levanté y estiré cada músculo de mi cuerpo, caminé hasta salir de la habitación y pasando por lo que debía de ser la cocina cogí de camino una pieza de fruta para llevármela a la boca. No ganaba dinero de manera fija, aún guardaba algo del anterior trabajo como cazarrecompensas, pero siempre que podía hacerlo, robaba algo insignificante de algún puesto de mercader.
Como todas las mañanas atravesé la cocina y salía al patio trasero que se encontraba cerrado por cuatro paredes. Era un espacio íntimo, no demasiado pequeño, justo para poder realizar mis entrenamientos.
Había hecho con unos cuantos listones de madera unos artilugios para perfeccionar mi entrenamiento.
Tiré lo que me quedaba de fruta, me quité la chaqueta negra y la tiré al suelo. Me coloqué en el centro del patio y comencé a realizar una serie de estiramientos y calentamientos previos.
Pronto comencé a realizar todo tipo de movimientos. Siempre recordaba al comienzo las palabras de mi madre: "Tu cuerpo y tu mente son solo tuyos, debes controlarlos a la perfección, son tu mejor arma".
Cerré los ojos, sentía cada movimiento a la perfección, cada golpe de puño, cada patada, cada giro los ejecutaba a la perfección. Los años de práctica desde pequeño tenían sus frutos y había logrado controlar mi cuerpo con la facilidad que se elabora un pensamiento.
Antes de que el cansancio se apoderara de mi paré, el sudor recorría mi frente y decidí ir a una esquina donde siempre tenía un cubo de agua. Me refresqué un poco y me mojé el pelo. Al lado, apoyado en la pared tenía un palo que utilizaba como simulación de espada. No pesaba ni tenía la forma de una, pero era suficiente para practicar unos cuantos movimientos.
Volví al centro del patio, agarré el palo con las dos manos y lo coloqué enfrente de mi en guardia.
Comencé a dar golpes, realizar guardias, quiebros y todo tipo de técnicas que me habían enseñado. Ya había entrenado con una espada real, pero desde que mi madre desapareció y emprendí mi marcha en solitario no había conseguido una, asíque utilizaba lo que más se pareciera.
Me puse enfrente de un montón de tablas de madera colocadas con forma humana que utilizaba como si fuera un enemigo.
Siempre me he tomado muy enserio mis entrenamientos, imaginaba que realmente tenía enfrente a un enemigo y luchaba con todo lo que sabía. Obviamente, una tabla no devuelve el golpe, pero yo imaginaba que lo hacía.
Me dejaba llevar por la situación, mi mente creaba movimientos imaginarios del rival y yo reaccionaba ante ellos, imaginaba cualquier tipo de situación, cualquier tipo de ataque y practicaba la guardia o el contraataque.
La última estocada fue decisiva, un bloqueo alto, un giro sobre mi mismo y un corte agachado a la altura del estómago. El enemigo improvisado de madera se tambaleó un poco por el impacto y yo miré la figura de madera orgulloso y satisfecho por mi entrenamiento.
Volví a dejar el palo en su sitio, me refresqué de nuevo con el agua, y recogí mi chaqueta del suelo.
Suelo tomarme enserio mis entrenamientos para poder mejorar realmente de verdad, suelen ser de dos horas y lo doy todo en ellos.
Entré en la cocina y miré a mi alrededor, respiré hondo y me puse la chaqueta negra. Me dirijí a la puerta de salida, la abrí y salía a las calles del poblado.
Dejé que el sol me diera en la cara casi cegándome durante un segundo. Me dispuse a realizar el mismo camino de siempre tras realizar un duro entrenamiento a la playa de la isla para tumbarme y pensar en qué historias realizaré y que logros conseguiré.
Todo había comenzado, mi vida, mi historia. Un joven Shek en Idhun, todo un mundo ante mi.
Echó un vistazo a aquel lugar. No era gran cosa, de hecho estaba medio derrumbado, antaño debió de ser una humilde casa, de una familia posíblemente de comerciantes o algún herrero. Pero ahora se encontraba abandonada y cumplía perfectamente la función que necesitaba, darme cobijo.
Me levanté y estiré cada músculo de mi cuerpo, caminé hasta salir de la habitación y pasando por lo que debía de ser la cocina cogí de camino una pieza de fruta para llevármela a la boca. No ganaba dinero de manera fija, aún guardaba algo del anterior trabajo como cazarrecompensas, pero siempre que podía hacerlo, robaba algo insignificante de algún puesto de mercader.
Como todas las mañanas atravesé la cocina y salía al patio trasero que se encontraba cerrado por cuatro paredes. Era un espacio íntimo, no demasiado pequeño, justo para poder realizar mis entrenamientos.
Había hecho con unos cuantos listones de madera unos artilugios para perfeccionar mi entrenamiento.
Tiré lo que me quedaba de fruta, me quité la chaqueta negra y la tiré al suelo. Me coloqué en el centro del patio y comencé a realizar una serie de estiramientos y calentamientos previos.
Pronto comencé a realizar todo tipo de movimientos. Siempre recordaba al comienzo las palabras de mi madre: "Tu cuerpo y tu mente son solo tuyos, debes controlarlos a la perfección, son tu mejor arma".
Cerré los ojos, sentía cada movimiento a la perfección, cada golpe de puño, cada patada, cada giro los ejecutaba a la perfección. Los años de práctica desde pequeño tenían sus frutos y había logrado controlar mi cuerpo con la facilidad que se elabora un pensamiento.
Antes de que el cansancio se apoderara de mi paré, el sudor recorría mi frente y decidí ir a una esquina donde siempre tenía un cubo de agua. Me refresqué un poco y me mojé el pelo. Al lado, apoyado en la pared tenía un palo que utilizaba como simulación de espada. No pesaba ni tenía la forma de una, pero era suficiente para practicar unos cuantos movimientos.
Volví al centro del patio, agarré el palo con las dos manos y lo coloqué enfrente de mi en guardia.
Comencé a dar golpes, realizar guardias, quiebros y todo tipo de técnicas que me habían enseñado. Ya había entrenado con una espada real, pero desde que mi madre desapareció y emprendí mi marcha en solitario no había conseguido una, asíque utilizaba lo que más se pareciera.
Me puse enfrente de un montón de tablas de madera colocadas con forma humana que utilizaba como si fuera un enemigo.
Siempre me he tomado muy enserio mis entrenamientos, imaginaba que realmente tenía enfrente a un enemigo y luchaba con todo lo que sabía. Obviamente, una tabla no devuelve el golpe, pero yo imaginaba que lo hacía.
Me dejaba llevar por la situación, mi mente creaba movimientos imaginarios del rival y yo reaccionaba ante ellos, imaginaba cualquier tipo de situación, cualquier tipo de ataque y practicaba la guardia o el contraataque.
La última estocada fue decisiva, un bloqueo alto, un giro sobre mi mismo y un corte agachado a la altura del estómago. El enemigo improvisado de madera se tambaleó un poco por el impacto y yo miré la figura de madera orgulloso y satisfecho por mi entrenamiento.
Volví a dejar el palo en su sitio, me refresqué de nuevo con el agua, y recogí mi chaqueta del suelo.
Suelo tomarme enserio mis entrenamientos para poder mejorar realmente de verdad, suelen ser de dos horas y lo doy todo en ellos.
Entré en la cocina y miré a mi alrededor, respiré hondo y me puse la chaqueta negra. Me dirijí a la puerta de salida, la abrí y salía a las calles del poblado.
Dejé que el sol me diera en la cara casi cegándome durante un segundo. Me dispuse a realizar el mismo camino de siempre tras realizar un duro entrenamiento a la playa de la isla para tumbarme y pensar en qué historias realizaré y que logros conseguiré.
Todo había comenzado, mi vida, mi historia. Un joven Shek en Idhun, todo un mundo ante mi.
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