parada

llovía mucho, demasiado.
las condiciones para volar eran pésimas.
de las esbeltas plumas de Leiznbeth tan solo quedaban una masa pegajosa y deforme que tan solo hacia que facilitar los resbalos.
con esa lluvia no llegaría muy lejos así que decidí refugiarme.
Amaba el agua y la lluvia, sin embargo, en ese momento hubiese deseado que las nubes que cubrían el cielo se desvanecieran.
me refugié en un pequeño bosque cercano al lago.
aun no ser tan exótico como el bosque de agua, me sirvió para llenar el saquito de plantas que usaba como medicinas o simplemente, para llenar mi estomago.
entonces me di cuenta que llevaba horas sin comer nada, así que decidí ir a cazar algún conejo.
cogí unas ramas cercanas y en unos minutos me construí unos dardos.
me adentré en el centro del bosque, no sin antes refugiar a Leiznbeth i Eishagss.
sin embargo, este ultimo se empeñó a acompañarme a la caza, y entonces me di cuenta que yo no era el único estomago roncador del bosque.

desgarré como una animal con los dientes al sabroso conejo que había asado en el fuego improvisado.

savia que eso era totalmente contrario a los feericos, ya que temían al fuego, sin embargo me ocupé para que este fuera totalmente controlado.

tras apagar el fuego, después de la suculenta cena, di de comer a Leiznbeth aquellas ratas acuáticas a las que me había parecido que las llamaban Arnikandes.

mas animada por mi siguiente destino me acurruqué entorno a Leiznbeth y desde esa postura le di de comer a Eishaggs el duro pan que llevaba en mi bolsa desde nuestra huida de Haai-sil.

me arrepentí de ello al ver que el pan de cerveza tenia consecuencias.

los chillidos y los hipos del fénix me quitaron el sueño, así que decidí dar una vuelta.
todo estaba tranquilo, la lluvia habia cesado y me dije que tenia que aprobecharlo así que, tras acomodar y asegurarme de que Eishaggs no se caeria de mi hombro, monté a Leiznbeth tras recoger el campamento y volví a surcar los cielos en dirección a las colinas de gantadd.


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no hacia mucho de esa parada que había echo, sin embargo, los acontecimientos ocurridos distorsionaban la imagen del tiempo.

Leyznbeth ni tan solo comió de lo agotada que estaba. Me daba miedo a que muriera, la pobre era vieja y hacia mucho desde su ultima cabezadita. La suya y la de todos.

Tras pelearme con Alby para montar yo el fuego (no me fiaba de los yanes cuando había por el medio fuego) Esperé a que este volviera de cazar.

Tras asegurarme que nadie me veis, iluminé con el fuego el colgante. Los gravados eran muy claros, no había duda que la bruja no saldría de su prisión.

Pero lo que hizo que las manos me temblaran fue esa frase, gravada en pequeño debajo del gravado: Las estrellas guardaran los ojos de quien las contempla.

Ese era el epitafio de la tumba de mi madre.

Ahogué un chillido al ver que Alby ya regresaba de su caza.

Tras bajar del hipogrifo me quede unos segundos mirándolo, estaba bastante mal, parecía cansado y hambriento.

Entonces Ariadna y yo peleamos por quien montaba el fuego, parecía que no se fiaba de mi con respecto al fuego, entonces me dispuse a entrar en lo profundo del bosque en busca de algún animal.

Yo también estaba cansado y hambriento, mientras avanzaba por el bosque miraba a mi alrededor en busca de cualquier presa, mientras tanto iba cogiendo un par de frutas que habían caído de las ramas de los arboles en señal de que estaban maduras.

Al rato observe la primera presa posible que había visto desde hace un rato, unos conejos, rápidamente me escondí detrás de unos arbustos y cuando vi el momento adecuado me abalance sobre ellos.

Ya me parecía que tenia lo suficiente para volver, así que me dispuse a volver al ''campamento'' improvisado. Cuando llegue a este me quede observando a Ariadna, parecía que escondía algo.

La llegada de Alby hizo que diera un brinco, me sorprendí tanto que hasta Leynbeth abrió un ojo para ver lo que pasaba.

tras coger la caza de Alby y asarla dije:- Mañana mismo debemos partir hacia Derbhad, no creo que tardemos mas de un día.

Tras irnos a dormir a la mañana siguiente, tras darme un chapuzón y cazar algo para Eishagss y Leynbeth, me dirigí hacia Alby y dije:- Cuando quieres partimos.

Cuando0 Ariadna me vio dio un pequeño brinco sorprendida, eso podría confirmar que escondía algo, pero no me importo, estaba más pendiente de que no había comido nada desde que salí de esa posada en kosh.

Entonces Ariadna cogió lo que había traído de mi cacería, para después asar los conejos y darnos un festín con estos. Después de haber pasado tanto tiempo sin comer estos conejos me sabían a gloria.

Después de esta cena me tumbe en el suelo cerca del fuego, me quede observando el firmamento hasta que el sueño me venció. A la mañana siguiente Ariadna me despertó diciendo que cuando quisiera partiéramos.

Me levante del suelo algo adormecido y le respondí entre bostezos. Por mi podemos partir ya, cuanto antes lleguemos antes acabaremos con estos. Me sacudí la ropa que estaba semi-llena de tierra por haber dormido a ras de suelo. Cuando termine me quede mirando a Ariadna. Tú eliges a pie o volando. La verdad es que los vuelos me dejaban algo mareado y hacer ejercicio me venía muy bien pero ella era la que debía elegir.

-me preocupa un poco Leynbeth, pero quizás allí en la torre reciba los tratados que necesita, así que deberíamos ir volando. Ademas, tampoco quiero ir a pie, porque tenia miedo de que se alargara el viaje mas de lo esperado.

tras montar a Leyznbeth y desmontar el campamento, esperé a que Alby subiera y partimos hacia la torre.

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Al parecer no me iba a librar del mareo, subí al lomo del hipogrifo y espere a que este alzara el vuelo. Mientras tanto pensaba, nunca me acostumbrare a los vuelos.

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Llegué hasta una pequeña parte del bosque cerca del lago y vi un poco de madera carbonizada y unos restos de conejo inservibles. Me dejé caer al suelo resoplando. Desde el mar de Raden no había descansado y cruzar el desierto me había dejado hecha polvo. Metí la cabeza en el lago para refrescarme y me comí los huesos de los conejos para aguantar el hambre hasta haber descansado. Me tumbé y dormí, esperando no llegar muy tarde a la torre de Derbhad.
Cuando me desperté era plena noche. Las tres lunas se alzaban encima de mi. Me había dormido en mi forma de dragona por equivocación, ya que así había viajado y así me fué más sencillo comerme el conejo, pero había sido insensato dormir con un cuerpo más grande. La próxima vez no cometería ese error y me escondería bien. De todos modos, ahora tenía que cazar. así que mi cuerpo de dragón me ayudó a conseguir presas grandes con facilidad que engullí sin más demora.
Una vez saciado mi hambre y descansado mi enorme cuerpo, volví a alzar el vuelo hacia la torre de Derbhad, dejando detrás de mi un agujero enorme de naturaleza muerta donde había dormido, y algunos restos de mi festín.