Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Página 1 de 1.
Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Las mañanas de Karevanus eran frías como toda maldita mañana otoñal. Si a mi me costó salir de la cama, al acostumbradito al calor Eidan... a rastras lo saqué de la posada cuando ya comenzaba a amanecer el tercer sol. El desyuno fue pesado y nos lo comimos rápido para salir cuanto antes de Aren. La noche anterior nos habíamos hecho con todo lo que nos hiciera falta, entre otras cosas una montura para mi compañero. Y ojalá le hubiera dejado montar a Ashker desde un primer momento.
Fue lo que pensé cuando lo vi llegar alegremente con aquel enorme chocobo, de patas rollizas y el pelaje amarillo chillón. Aquellos animalitos que tanta fama de simpáticos tenían era el peor animal montura que Eidan podría haber escogido.
Yo cada vez que lo miraba sentía repulsión, nostalgia y el recuerdo de un amor que me ardía en el pecho, quemándome por dentro. Mi objetivo de viajar sin rumbo fijo siempre había sido olvidar, olvidar y dejar atrás el pasado, y aquel pollo era como un muerto viviente riéndose en mi cara.
No, definitivamente aquel día no fue el mejor día de mi vida. Salimos de Anre temprano, pero tardamos en dejarla atrás. El maldito pollo plumoso de Eidan no obedecía como es debido, lo cual era natural en una montura con un nuevo dueño, lo cual nos retraso al menos dos o tres horas. Yo los dejé atrás para no ver al chocobo y lo que significaba para mi, y avancé, con Lindalote detrás de nosotros, a veces corriendo, a veces andando, y a veces siguiendo su propio camino.
El paisaje a nuestro alrededor cambiaba sutilmente. Durante la mañana atravesamos las tierras de cultivos que rodeaban el pueblo, donde aún se veían personas en su trabajo de recoger las cosechas otoñales antes de que los insectos les robasen los beneficios. Allí nos saludaban por el camino, y la tierra estaba batida y modelada por los pies de las personas que pasaban a diario, pero pasado el medio día, paulatinamente, dejaron de verse casas y graneros, lóbregos y sus huertas para darle paso a las colinas suaves de la llanura sobre la que se asentaban los reinos humanos. El camino dejó de ser definido para ser una extensión inmensa de hierba y flores, sin un solo árbol en muchos kilómetros.
Al principio todo parecía muy bonito y alentador, pero yo que había vivido siempre allí me aburría pronto del paisaje. Simplemente intentaba ignorar la presencia pajaril del chocobo, controlar mi ira cuando me dirigiese hacia Eidan, el cual no tenía la culpa de nada, el pobre, y llegar cuanto antes a mi objetivo para aquel día.
El cielo empezó a enrojecer antes de que el primero de los soles se pusieran, y decidí que era el momento de parar, aunque no hubiéramos alcanzado las tierras más allá del Iveron.
-Pararemos aquí. - Anuncié mientras le indicaba a mi cansada montura que se detuviera. Acaricié las plumas de Ashker mientras este camibaba más lentamente hacia el río, el cual quedó a una veintena de metros de nosotros. Se podía oír su murmullo, recorriendo cargado de agua las tierras para desembocar en Puerto Esmeralda con el resto del río de las zonas.- No te asustes por el agua -le dije a Eidan mientras desmontaba- No habrá crecidas durante la noche, probablemente en estas fechas el caudal empiece a decrecer. Mañana tendrás que vadearlo con el pollo.- Las dos ultimas palabras casi las escupí con desprecio, pero intenté disimular- Yo lo sobrevolaré con los bártulos de los dos, y Lindalote tendrá que mojarse.
Me paré en una zona medianamente plana donde dejé caer mi mochila, ahora más llena después del paso por Aren. Le indiqué a Eidan que buscara algo de yesca y si tenía suerte, algo de madera para encender una hoguera en el hueco que estaba formando, rodeado de piedras para protegerlo del viento. Una vez terminada la tarea comencé a montar una pequeña tienda que había comprado en Aren a un módico precio. Era redonda, un circulo grande, y el techo tenía un tragaluz que podía abrirse y cerrarse, por lo que la hoguera podría estar dentro de la tienda sin que nos ahogáramos, y sin que esta alertase a los rateros que hubiera en los cientos de kilómetros a la redonda en los que se verían un fuego en una colina.
Ciertamente tenía cierto aire a las tiendas que había visto traídas del desierto, y pensé que a mi compañero le gustaría, ademas eran un techo y una pared donde dormir, aunque el suelo fuera la hierba bajo nuestros pies.
Mientras Eidan se encargaba de la tarea encomendada yo empecé a preparar mi cama. Quería aprovechar las dos escasas horas de luz que quedasen para quitarme el polvo del camino en el río. Salí de la tienda con mi mochila en la mano justo en el momento en que Eidan llegaba.
-Los bichos no pueden entrar dentro, ni siquiera Lindalote que está demasiado gordo- El gruñido del lobo se escuchó desde lejos y no pude evitar soltar una sincera carcajada.- ¿De acuerdo?
"Otro pollo gordo"
Fue lo que pensé cuando lo vi llegar alegremente con aquel enorme chocobo, de patas rollizas y el pelaje amarillo chillón. Aquellos animalitos que tanta fama de simpáticos tenían era el peor animal montura que Eidan podría haber escogido.
Yo cada vez que lo miraba sentía repulsión, nostalgia y el recuerdo de un amor que me ardía en el pecho, quemándome por dentro. Mi objetivo de viajar sin rumbo fijo siempre había sido olvidar, olvidar y dejar atrás el pasado, y aquel pollo era como un muerto viviente riéndose en mi cara.
No, definitivamente aquel día no fue el mejor día de mi vida. Salimos de Anre temprano, pero tardamos en dejarla atrás. El maldito pollo plumoso de Eidan no obedecía como es debido, lo cual era natural en una montura con un nuevo dueño, lo cual nos retraso al menos dos o tres horas. Yo los dejé atrás para no ver al chocobo y lo que significaba para mi, y avancé, con Lindalote detrás de nosotros, a veces corriendo, a veces andando, y a veces siguiendo su propio camino.
El paisaje a nuestro alrededor cambiaba sutilmente. Durante la mañana atravesamos las tierras de cultivos que rodeaban el pueblo, donde aún se veían personas en su trabajo de recoger las cosechas otoñales antes de que los insectos les robasen los beneficios. Allí nos saludaban por el camino, y la tierra estaba batida y modelada por los pies de las personas que pasaban a diario, pero pasado el medio día, paulatinamente, dejaron de verse casas y graneros, lóbregos y sus huertas para darle paso a las colinas suaves de la llanura sobre la que se asentaban los reinos humanos. El camino dejó de ser definido para ser una extensión inmensa de hierba y flores, sin un solo árbol en muchos kilómetros.
Al principio todo parecía muy bonito y alentador, pero yo que había vivido siempre allí me aburría pronto del paisaje. Simplemente intentaba ignorar la presencia pajaril del chocobo, controlar mi ira cuando me dirigiese hacia Eidan, el cual no tenía la culpa de nada, el pobre, y llegar cuanto antes a mi objetivo para aquel día.
El cielo empezó a enrojecer antes de que el primero de los soles se pusieran, y decidí que era el momento de parar, aunque no hubiéramos alcanzado las tierras más allá del Iveron.
-Pararemos aquí. - Anuncié mientras le indicaba a mi cansada montura que se detuviera. Acaricié las plumas de Ashker mientras este camibaba más lentamente hacia el río, el cual quedó a una veintena de metros de nosotros. Se podía oír su murmullo, recorriendo cargado de agua las tierras para desembocar en Puerto Esmeralda con el resto del río de las zonas.- No te asustes por el agua -le dije a Eidan mientras desmontaba- No habrá crecidas durante la noche, probablemente en estas fechas el caudal empiece a decrecer. Mañana tendrás que vadearlo con el pollo.- Las dos ultimas palabras casi las escupí con desprecio, pero intenté disimular- Yo lo sobrevolaré con los bártulos de los dos, y Lindalote tendrá que mojarse.
Me paré en una zona medianamente plana donde dejé caer mi mochila, ahora más llena después del paso por Aren. Le indiqué a Eidan que buscara algo de yesca y si tenía suerte, algo de madera para encender una hoguera en el hueco que estaba formando, rodeado de piedras para protegerlo del viento. Una vez terminada la tarea comencé a montar una pequeña tienda que había comprado en Aren a un módico precio. Era redonda, un circulo grande, y el techo tenía un tragaluz que podía abrirse y cerrarse, por lo que la hoguera podría estar dentro de la tienda sin que nos ahogáramos, y sin que esta alertase a los rateros que hubiera en los cientos de kilómetros a la redonda en los que se verían un fuego en una colina.
Ciertamente tenía cierto aire a las tiendas que había visto traídas del desierto, y pensé que a mi compañero le gustaría, ademas eran un techo y una pared donde dormir, aunque el suelo fuera la hierba bajo nuestros pies.
Mientras Eidan se encargaba de la tarea encomendada yo empecé a preparar mi cama. Quería aprovechar las dos escasas horas de luz que quedasen para quitarme el polvo del camino en el río. Salí de la tienda con mi mochila en la mano justo en el momento en que Eidan llegaba.
-Los bichos no pueden entrar dentro, ni siquiera Lindalote que está demasiado gordo- El gruñido del lobo se escuchó desde lejos y no pude evitar soltar una sincera carcajada.- ¿De acuerdo?
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
La verdad es que no sospechaba poder conseguir una montura tan rápidamente, pero me alegró mucho saber que estaba equivocado. En nuestra primera parada en un pueblo, y por un precio bastante razonable, conseguí a aquella extraña gallina gigante. Una especie de ave amarilla gigante, con unas piernas tan gordas que cualquiera se habría dado un buen festín con ella. Por unos segundos estuve tentado a comérmelo. Y la verdad, a medida que avanzábamos, ese deseo aumentaba. Luego de re-emprender el viaje, el querido pollo Wacko empezó a hacer rabietas nada más cuando me monté sobre él, girando sobre sí mismo a toda velocidad y picoteando mi cabeza con fuerza. Nos tardamos sus buenas horas en poder avanzar gracias a ese detalle, y la verdad, empezaba a creer que a mi compañera no le agradaba en lo más mínimo la compañía del ave. Ambos se miraban con odio, como si esperaran algo de la otra, o que desapareciera con el tiempo. Yo por mi parte me sentía algo incomodo con aquel clima de tensión.
No nos dirigimos la palabra durante todo el camino, cosa que agradecí infinitamente pues no sabría que decirle. Mas, cuando llegamos a la orilla de aquel río, ella inmediatamente se detuvo a dar instrucciones. Tendríamos que descansar en esta zona por el momento, y cruzar el río al día siguiente. No me agradaba la idea de tener que detenerme tan temprano, aunque la verdad es que comenzaba a sentirme algo cansado y no tenía las fuerzas ni la motivación para oponerme a ello. Cuando ella me mandó a buscar leña y yesca en las cercanías yo simplemente sonreí, lanzándome sobre el chocobo y echando la marcha a gran velocidad hacia unos arboles, un poco más al norte de nuestra posición. Quizás no era necesario usarlo para un viaje tan corto, pero la verdad es que deseaba estrechar lazos con él, y no fue cosa fácil. El animalejo se resistía a algunas de mis ordenes, pero podía persuadirlo con un par de caricias en el cuello y unos tirones en las riendas. Al menos pude entrenarle para que picoteara cuando yo le ordenaba, y con la afilada punta de su pico pude tirar un árbol pequeño, cortarlo y luego cargarlo para volver a correr al campamento. Justo entonces, la humana ya planeaba salir a otro lado.
-Los bichos no pueden entrar dentro, ni siquiera Lindalote que está demasiado gordo - Comentó, mientras se sentían las protestas del susodicho lobo a lo lejos - ¿De acuerdo?
Yo solo asentí y permití que se fuera, dejando a Wacko atado a una roca. No le tenía la suficiente confianza como para dejarlo libre y permitir que escapara, tendría que entrenarlo después. Al cabo de unos segundos ya había armado la fogata dentro de nuestra carpa. Ni yesca había necesitado, solo mis manos y ya. Mientras las llamas se alzaban lentamente hacia el cielo, me sobé las manos y sonreí, satisfecho, volteandome y caminando hacia el río para avisar a la joven de que ya se hallaba todo dispuesto para el descanso. Ni idea de lo que estaría haciendo, pero seguro no era tan importante si no había tenido que avisar.
No nos dirigimos la palabra durante todo el camino, cosa que agradecí infinitamente pues no sabría que decirle. Mas, cuando llegamos a la orilla de aquel río, ella inmediatamente se detuvo a dar instrucciones. Tendríamos que descansar en esta zona por el momento, y cruzar el río al día siguiente. No me agradaba la idea de tener que detenerme tan temprano, aunque la verdad es que comenzaba a sentirme algo cansado y no tenía las fuerzas ni la motivación para oponerme a ello. Cuando ella me mandó a buscar leña y yesca en las cercanías yo simplemente sonreí, lanzándome sobre el chocobo y echando la marcha a gran velocidad hacia unos arboles, un poco más al norte de nuestra posición. Quizás no era necesario usarlo para un viaje tan corto, pero la verdad es que deseaba estrechar lazos con él, y no fue cosa fácil. El animalejo se resistía a algunas de mis ordenes, pero podía persuadirlo con un par de caricias en el cuello y unos tirones en las riendas. Al menos pude entrenarle para que picoteara cuando yo le ordenaba, y con la afilada punta de su pico pude tirar un árbol pequeño, cortarlo y luego cargarlo para volver a correr al campamento. Justo entonces, la humana ya planeaba salir a otro lado.
-Los bichos no pueden entrar dentro, ni siquiera Lindalote que está demasiado gordo - Comentó, mientras se sentían las protestas del susodicho lobo a lo lejos - ¿De acuerdo?
Yo solo asentí y permití que se fuera, dejando a Wacko atado a una roca. No le tenía la suficiente confianza como para dejarlo libre y permitir que escapara, tendría que entrenarlo después. Al cabo de unos segundos ya había armado la fogata dentro de nuestra carpa. Ni yesca había necesitado, solo mis manos y ya. Mientras las llamas se alzaban lentamente hacia el cielo, me sobé las manos y sonreí, satisfecho, volteandome y caminando hacia el río para avisar a la joven de que ya se hallaba todo dispuesto para el descanso. Ni idea de lo que estaría haciendo, pero seguro no era tan importante si no había tenido que avisar.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Le sonreí cuando asintió y me despedí con la mano libre mientras echaba a andar hacía el río. Lindalote estaba tirado en la fresca hierba del atardecer, descansando del duro viaje. Me senté a su lado y le acaricié detrás de las orejas y debajo de la barbilla. El pobre animal estaba exausto, aunque aquellas carreras le venían bien. Siempre tenía mucha energía, y aquella noche les vendría bien a las monturas y a él, que iba siempre detrás, siguiendo nuestra estela, sin pausa pero sin prisa.
El lobo me miró con sus redondos ojos amarillos y apoyó el rostro contra mi pecho mientras yo lo mimaba como se merecía.
-Buen chico -Le susurraba bajito, con la mejilla apoyada en su cabeza. El animal me lamía con su enorme lengua la oreja de vez en cuando, pero no me importaba, ahora iba a lavarme.- Muy bien. Esta noche descansa, mañana nos espera otra larga travesía, pero pronto llegaremos a Awa. En el bosque te sentirás mejor.
Dije palmeandole el lomo mientras me levantaba de la hierba. Le rasqué por ultima vez antes de retomar la escasa veintena de metros hasta el río. El Iveron no era un río especialmente caudaloso, normalmente el agua no llegaba a subirte del pecho en primavera, durante los deshielos, y por aquel momento seguramente no llegaría ni a la cintura. El agua del Iveron no debía estar especialmente fría en aquella época del año, y la corriente sería suave, aunque nunca era demasiado fuerte. Caminando un poco río arriba, más que nada para alejarme del campamento, encontré que las lluvias de principios de otoño habían derrumbado parte del recorrido colina abajo de una manera muy abrupta, creando una pequeña cascada de unos dos metros y medio, que se precipitaba hasta una zona donde el agua se estancaba antes de seguir su curso río abajo.
-Un lugar perfecto.- Me dije a mi misma con una sonrisa. Allí podría relajarme un rato después del largo día y descansar las piernas, las cuales me dolían del montar todo el día sobre los duros músculos del lomo de Asker.
De mi mochila saqué una manta que extendí en la hierba, donde saqué el suave vestido de gasa roja que siempre llevaba, el cual era muchísimo más cómodo para las noches, y una muda de ropa interior limpia. Me senté en la manta y me quité las botas cuidadosamente, dejándolas frente a la ropa limpia. Después me deshice del corsé negro y ceñido, de los guantes protectores y la camisa, y en general toda la ropa que llevaba encima. Me estremecí al sentir la frescura del aire en la piel, pero podía dar gracias de que las tardes otoñales fueran más cálidas que las mañanas.
Me acerqué a al orilla tranquilamente, y al comprobar la temperatura del agua, respiré hondo un segundo.
-De golpe, mejor- Le dije al aire antes de entrar al agua lo más rápido que puse. No pude evitar gemir sorprendida por el frío cuando me dio de lleno en todo el cuerpo, tan desnudo como cuando mi madre me trajo al mundo, pero con menos sangre. Me sumergí en las aguas poco profundas y buceé hasta donde estaba la cascada para entrar en calor. Me levanté bajo el potente torrencial de agua cerrando los ojos, y dejando que el agua cristalina y limpia me limpiara a mi. Mis manos sujetaban sendos costados, abrazándome a mi misma, concentrada en las agradables caricias del agua sobre la piel, y el pelo siguiendo su camino sobre mi espalda.
En aquel momento, a pesar de todo, no me sentía especialmente sola. Simplemente estaba conmigo misma, y el agua me ayudaba a no pensar en todas las cosas que me atemorizaban cuando estaba sola. "Haz una pequeña tregua con el pollo, no es su culpa tampoco, aunque sean unos pájaros odiosos" Pensé mientras me retiraba el agua del rostro con las manos. Miré la piel desnuda de mi cuerpo hasta la cintura, donde el agua subía y bajaba con su continuo movimiento. La piel era blanca como la leche, ni siquiera el camino conseguía dorarle con un suave bronceado. Y a pesar de eso era capaz de ver las finas cicatrices que me cubrían de pies a cabeza, como finas tiras plateadas adheridas a la piel. Cerré y abrí el puño sintiendo la piel encallecida de la palma, que a pesar de mostrar un aspecto algo más duro, seguía siendo suave. Mis pechos eran grandes para alguien que llevaba toda una vida entrenándose, y con unas caderas sensuales. Con un vestido y un delantal no sería más que otra pueblerina que criaría una manada de niños gritones, hijos del herrero, o el carnicero, o el posadero... tendría las manos suaves, no tendría cicatrices ni una espada al cinto. No sabría leer ni escribir, ni montar a caballo. Aunque había detestado ese estilo de vida desde siempre, ahora pensaba que si me hubiera casado como mi madre quería ahora mi vida sería mucho más fácil "En cuanto lleguemos a Derbhad seguro que Rhaego me dice que se me está pasando el arroz..."
Pensé sonriendo, pasando las manos por el pelo distraidamente para desenredar lo mientras la luz del segundo sol empezaba a desvanecerse por el horizonte.
El lobo me miró con sus redondos ojos amarillos y apoyó el rostro contra mi pecho mientras yo lo mimaba como se merecía.
-Buen chico -Le susurraba bajito, con la mejilla apoyada en su cabeza. El animal me lamía con su enorme lengua la oreja de vez en cuando, pero no me importaba, ahora iba a lavarme.- Muy bien. Esta noche descansa, mañana nos espera otra larga travesía, pero pronto llegaremos a Awa. En el bosque te sentirás mejor.
Dije palmeandole el lomo mientras me levantaba de la hierba. Le rasqué por ultima vez antes de retomar la escasa veintena de metros hasta el río. El Iveron no era un río especialmente caudaloso, normalmente el agua no llegaba a subirte del pecho en primavera, durante los deshielos, y por aquel momento seguramente no llegaría ni a la cintura. El agua del Iveron no debía estar especialmente fría en aquella época del año, y la corriente sería suave, aunque nunca era demasiado fuerte. Caminando un poco río arriba, más que nada para alejarme del campamento, encontré que las lluvias de principios de otoño habían derrumbado parte del recorrido colina abajo de una manera muy abrupta, creando una pequeña cascada de unos dos metros y medio, que se precipitaba hasta una zona donde el agua se estancaba antes de seguir su curso río abajo.
-Un lugar perfecto.- Me dije a mi misma con una sonrisa. Allí podría relajarme un rato después del largo día y descansar las piernas, las cuales me dolían del montar todo el día sobre los duros músculos del lomo de Asker.
De mi mochila saqué una manta que extendí en la hierba, donde saqué el suave vestido de gasa roja que siempre llevaba, el cual era muchísimo más cómodo para las noches, y una muda de ropa interior limpia. Me senté en la manta y me quité las botas cuidadosamente, dejándolas frente a la ropa limpia. Después me deshice del corsé negro y ceñido, de los guantes protectores y la camisa, y en general toda la ropa que llevaba encima. Me estremecí al sentir la frescura del aire en la piel, pero podía dar gracias de que las tardes otoñales fueran más cálidas que las mañanas.
Me acerqué a al orilla tranquilamente, y al comprobar la temperatura del agua, respiré hondo un segundo.
-De golpe, mejor- Le dije al aire antes de entrar al agua lo más rápido que puse. No pude evitar gemir sorprendida por el frío cuando me dio de lleno en todo el cuerpo, tan desnudo como cuando mi madre me trajo al mundo, pero con menos sangre. Me sumergí en las aguas poco profundas y buceé hasta donde estaba la cascada para entrar en calor. Me levanté bajo el potente torrencial de agua cerrando los ojos, y dejando que el agua cristalina y limpia me limpiara a mi. Mis manos sujetaban sendos costados, abrazándome a mi misma, concentrada en las agradables caricias del agua sobre la piel, y el pelo siguiendo su camino sobre mi espalda.
En aquel momento, a pesar de todo, no me sentía especialmente sola. Simplemente estaba conmigo misma, y el agua me ayudaba a no pensar en todas las cosas que me atemorizaban cuando estaba sola. "Haz una pequeña tregua con el pollo, no es su culpa tampoco, aunque sean unos pájaros odiosos" Pensé mientras me retiraba el agua del rostro con las manos. Miré la piel desnuda de mi cuerpo hasta la cintura, donde el agua subía y bajaba con su continuo movimiento. La piel era blanca como la leche, ni siquiera el camino conseguía dorarle con un suave bronceado. Y a pesar de eso era capaz de ver las finas cicatrices que me cubrían de pies a cabeza, como finas tiras plateadas adheridas a la piel. Cerré y abrí el puño sintiendo la piel encallecida de la palma, que a pesar de mostrar un aspecto algo más duro, seguía siendo suave. Mis pechos eran grandes para alguien que llevaba toda una vida entrenándose, y con unas caderas sensuales. Con un vestido y un delantal no sería más que otra pueblerina que criaría una manada de niños gritones, hijos del herrero, o el carnicero, o el posadero... tendría las manos suaves, no tendría cicatrices ni una espada al cinto. No sabría leer ni escribir, ni montar a caballo. Aunque había detestado ese estilo de vida desde siempre, ahora pensaba que si me hubiera casado como mi madre quería ahora mi vida sería mucho más fácil "En cuanto lleguemos a Derbhad seguro que Rhaego me dice que se me está pasando el arroz..."
Pensé sonriendo, pasando las manos por el pelo distraidamente para desenredar lo mientras la luz del segundo sol empezaba a desvanecerse por el horizonte.
Última edición por Deteka el Lun Feb 06, 2012 11:15 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Seguir a la chica a través del bosque no fue tarea difícil. Durante estos días me había habituado al aroma que manaba de su piel, y podía localizarla siempre que no hubiesen demasiadas otras humanas juntas con ella. Llegar hasta ella iba a ser muy sencillo, casi podía ver su figura desde el otro lado de los arboles, cuando un fuerte bramido me obligó a voltearme totalmente. Un gran estruendo se hacía sonar desde el campamento, y no se necesitaba ser un genio para saber de quien se trataba. Frustrado, me obligué a mi mismo a dar media vuelta y correr a gran velocidad hacia el campamento, intentando no hacer el menor ruido. Efectivamente, allí estaba el méndigo chocobo, libre de sus ataduras y corriendo velozmente por toda la zona, revoloteando de lo lindo y agitando las alas como si buscara llamar la atención. Molesto, me lancé como una fiera sobre el emplumado animal, rodando ambos por el suelo e intentando detenernos mutuamente. Al final, cansado de todo, lo empujé a un lado y grité, furioso.
- ¡Ya! ¡Lárgate! ¡Vete si así lo quieres! -Señalé con fuerza hacia el bosque- Pero no quiero volver a ver tu emplumada cara, Wacko
Y sin nada más que decir, me dí la vuelta, dándole la espalda al animal que, confundido, corrió entre los arboles a la primera oportunidad. Yo solo me senté en el césped y respiré hondo. Necesitaba recobrar el aliento, de todas maneras la chica no parecía tener intenciones de moverse de donde la había visto por última vez, acomodada junto a su lobo. Me sentí un poco mal conmigo mismo entonces, pues no había sido capaz de domar ni a una simple ave sobre alimentada. Mis ojos vagaron a mi alrededor, tristes, hasta que mi vista se fijó en la carpa. Era peligrosamente parecida a una de esas carpas de piel que usábamos en el desierto hace tiempo, concretamente se parecía a la de mi madre, sobretodo por el detalle del tragaluz. Los recuerdos volvieron a mi mente: la vida de viajes, las temporadas en las que cazábamos y comerciábamos con los viajeros, las largas noches comiendo alrededor de una fogata, mientras el viento nos susurraba, y la arena danzaba a nuestro alrededor. No pude evitar sonreír, preguntándome si la chica habría elegido al carpa a propósito, o si solo se trataba de una coincidencia. Sea lo que fuere, el detalle se apreciaba.
- Aunque eso no significa que vaya a tratarla mejor solo por eso -Susurré, antes de sentir un pequeño empujón en mi espalda- ¿Eh?
Miré a mi espalda, solo para encontrarme con la figura de Wacko, cabizbajo y lloroso, mirándome con la misma cara que tendría un cachorro hambriento. La verdad no me sorprendía en lo más mínimo, y me hacía sentir algo furioso por que me diera un susto como ese, mas los recuerdos me habían ablandado un poco, así que solo le abracé y besé su cabeza, sonriendole. El animal reaccionó frotándose contra mi, y no pude evitar reírme un poco. Era algo que no iba a durar, eso no podía ni soñarlo, pero por lo menos estaba feliz por el momento. El ruido de la fogata me hizo recordar que debía avisarle a Déteka que todo se hallaba listo, así que rápidamente solté al ave y señalé la roca donde le había atado. El animal negó con la cabeza, al parecer no era tan tonto como un podría imaginar. Empujé al ave un par de veces y luego emprendí el camino de vuelta al río. Tuve que repetir el proceso varias veces por que el pollo no parecía tener intenciones de dejarme solo. Finalmente conseguí dejarle recostado al lado de la carpa, explicandole mediante señas que tenía que irme solo. Cuando el ave asintió, yo emprendí la carrera de vuelta hacia la chica. No podía llevar al ave conmigo, a la chica no le agradaba.
¿Y por que no? Mientras caminaba entre los arboles en silencio, empecé a meditarlo bien. No podía ser que no le gustaran los animales, ella vivía con dos. También dudaba que detestara a las aves, o al color amarillo ¿Se trataría entonces de algo en contra de esa clase de aves en particular? Por que no podía ser que fuera Wacko la única ave que detestara, pues a parte de algunas miradas no habían interactuado en lo más mínimo. Lo mejor sería que se lo preguntara... luego de asustarle. Sí, ese era mi plan. Me moví lentamente entre los arboles hasta donde se encontraba la chica, sintiendo su olor, hasta que finalmente la encontré... y me congelé por completo. Allí estaba ella, totalmente como dios la había traído al mundo, sin nada que la cubriese más que sus propios brazos. Mi rostro enrojeció completamente, y miré en todas direcciones, en búsqueda del lobo. Efectivamente, el animal reposaba a unos metros más allá. Calmé mi respiración y me oculté mejor entre los arbustos, moviéndome en silencio para no ser detectado, haciendo esfuerzos sobrehumanos por retirar mis ojos de la figura de la humana... sin éxito alguno.
- ¡Ya! ¡Lárgate! ¡Vete si así lo quieres! -Señalé con fuerza hacia el bosque- Pero no quiero volver a ver tu emplumada cara, Wacko
Y sin nada más que decir, me dí la vuelta, dándole la espalda al animal que, confundido, corrió entre los arboles a la primera oportunidad. Yo solo me senté en el césped y respiré hondo. Necesitaba recobrar el aliento, de todas maneras la chica no parecía tener intenciones de moverse de donde la había visto por última vez, acomodada junto a su lobo. Me sentí un poco mal conmigo mismo entonces, pues no había sido capaz de domar ni a una simple ave sobre alimentada. Mis ojos vagaron a mi alrededor, tristes, hasta que mi vista se fijó en la carpa. Era peligrosamente parecida a una de esas carpas de piel que usábamos en el desierto hace tiempo, concretamente se parecía a la de mi madre, sobretodo por el detalle del tragaluz. Los recuerdos volvieron a mi mente: la vida de viajes, las temporadas en las que cazábamos y comerciábamos con los viajeros, las largas noches comiendo alrededor de una fogata, mientras el viento nos susurraba, y la arena danzaba a nuestro alrededor. No pude evitar sonreír, preguntándome si la chica habría elegido al carpa a propósito, o si solo se trataba de una coincidencia. Sea lo que fuere, el detalle se apreciaba.
- Aunque eso no significa que vaya a tratarla mejor solo por eso -Susurré, antes de sentir un pequeño empujón en mi espalda- ¿Eh?
Miré a mi espalda, solo para encontrarme con la figura de Wacko, cabizbajo y lloroso, mirándome con la misma cara que tendría un cachorro hambriento. La verdad no me sorprendía en lo más mínimo, y me hacía sentir algo furioso por que me diera un susto como ese, mas los recuerdos me habían ablandado un poco, así que solo le abracé y besé su cabeza, sonriendole. El animal reaccionó frotándose contra mi, y no pude evitar reírme un poco. Era algo que no iba a durar, eso no podía ni soñarlo, pero por lo menos estaba feliz por el momento. El ruido de la fogata me hizo recordar que debía avisarle a Déteka que todo se hallaba listo, así que rápidamente solté al ave y señalé la roca donde le había atado. El animal negó con la cabeza, al parecer no era tan tonto como un podría imaginar. Empujé al ave un par de veces y luego emprendí el camino de vuelta al río. Tuve que repetir el proceso varias veces por que el pollo no parecía tener intenciones de dejarme solo. Finalmente conseguí dejarle recostado al lado de la carpa, explicandole mediante señas que tenía que irme solo. Cuando el ave asintió, yo emprendí la carrera de vuelta hacia la chica. No podía llevar al ave conmigo, a la chica no le agradaba.
¿Y por que no? Mientras caminaba entre los arboles en silencio, empecé a meditarlo bien. No podía ser que no le gustaran los animales, ella vivía con dos. También dudaba que detestara a las aves, o al color amarillo ¿Se trataría entonces de algo en contra de esa clase de aves en particular? Por que no podía ser que fuera Wacko la única ave que detestara, pues a parte de algunas miradas no habían interactuado en lo más mínimo. Lo mejor sería que se lo preguntara... luego de asustarle. Sí, ese era mi plan. Me moví lentamente entre los arboles hasta donde se encontraba la chica, sintiendo su olor, hasta que finalmente la encontré... y me congelé por completo. Allí estaba ella, totalmente como dios la había traído al mundo, sin nada que la cubriese más que sus propios brazos. Mi rostro enrojeció completamente, y miré en todas direcciones, en búsqueda del lobo. Efectivamente, el animal reposaba a unos metros más allá. Calmé mi respiración y me oculté mejor entre los arbustos, moviéndome en silencio para no ser detectado, haciendo esfuerzos sobrehumanos por retirar mis ojos de la figura de la humana... sin éxito alguno.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Al pensar en mi hermano no podía evitar sonreír. Siempre habíamos sido como uña y carne a pesar de lo diferente que eramos. Físicamente no eramos muy distintos, pero psicológicamente... eso era otra historia. Rhaego siempre había sido de los que preferían pasear mientras yo lo retaba a una carrera, y mientras él leía libros yo los pintarrajeaba, haciendo enfadar a nuestro padre. Recuerdo que me resultó muy difícil aceptar su marcha, y que me enfadé y lloré, y pataleé como la cría que era. Recuerdo que durante mucho tiempo no le escribí las cartas que quería mandarle por orgullo, con mis tiernos cinco añitos solo pensaba que se había ido porque la magia le parecía más divertida que yo. Solté una dulce carcajada, aunque el agua ahogó su sonido. Pero que de tonterías tenia cuando era pequeña...
Suspiré mirando el agua a mi alrededor y estirando los brazos hacia arriba, mojandolos con el agua fresca de la pequeña cascada y estirando los músculos de la espalda. Nade suavemente hasta cerca de la orilla, donde me senté. El agua me cubría hasta el pecho casi, así que estiré las piernas, masajeandolas suavemente. Tenía los músculos de los muslos duros como piedras, por la tensión y por el entrenamiento de años. Mi cuerpo era más fibroso de lo que parecía, había ganado una buena musculatura sin perder las formas femeninas, lo cual, ciertamente, era de agradecer. No me ayudaría mucho a sentirme mejor conmigo misma tener pinta de culturista. Cerré los ojos y me dejé caer hacia el fondo nuevamente para salir cuando el aire se me acabó en los pulmones. El ultimo sol seguía su camino hacía el horizonte, y la luz rojiza cada vez era más tenue.
-Voy a salir ya.- Me dije a mi misma. Salí un segundo del agua, y de una carrera fui hasta mi petate, donde guardaba una pastilla de jabón que utilicé cuando volví al agua. Me limpié el cabello con meticulosidad, y después el cuerpo, repartiendo la blanca espuma por todo mi cuerpo con pequeños masajes circulares que me ayudaran a relajar los músculos y dormir mejor. Cuando me quité de encima el jabón y la suciedad con él, me levanté del agua finalmente, y con valor me dirigí hacia la manta, donde me arrodillé, cubriéndome con una toalla casi tan grande como la manta en la que estaba sentada para secarme y guardar el calor mientras estaba allí. Alcé la vista al cielo y vi que las primeras estrellas comenzaban a brillar tímidamente en el firmamento, ahora que el ultimo sol recorría el ultimo tramo de su camino hacia el crepúsculo.
"¿Que podríamos cenar hoy?" Pensé para mis adentros mientras me secaba el torso y las extremidades con la toalla, agradeciendo tener tan útil tejido conmigo. "Tal vez podamos hacer algunas de esas salchichas que compré, y algo de queso. Tampoco deberíamos cenar demasiado... una mala anoche puede hacer más lento el viaje" Era en lo que andaba indagando mientras me ponía una pequeña prenda para cubrirme la entrepierna, cómoda y sencilla, aunque algo escasa de tela, pero era mejor que los calzones, largos que usaban las damas mas decorosas que yo. Tomé el suave vestido de gasa roja y lo estiré para comprobar su estado. No tenía ni una arruga, estaba perfecto, como siempre. Me lo puse con suma elegancia, levantándome para ajustarlo a la perfección con los cordones que tenía detrás.
Suspiré mirando el agua a mi alrededor y estirando los brazos hacia arriba, mojandolos con el agua fresca de la pequeña cascada y estirando los músculos de la espalda. Nade suavemente hasta cerca de la orilla, donde me senté. El agua me cubría hasta el pecho casi, así que estiré las piernas, masajeandolas suavemente. Tenía los músculos de los muslos duros como piedras, por la tensión y por el entrenamiento de años. Mi cuerpo era más fibroso de lo que parecía, había ganado una buena musculatura sin perder las formas femeninas, lo cual, ciertamente, era de agradecer. No me ayudaría mucho a sentirme mejor conmigo misma tener pinta de culturista. Cerré los ojos y me dejé caer hacia el fondo nuevamente para salir cuando el aire se me acabó en los pulmones. El ultimo sol seguía su camino hacía el horizonte, y la luz rojiza cada vez era más tenue.
-Voy a salir ya.- Me dije a mi misma. Salí un segundo del agua, y de una carrera fui hasta mi petate, donde guardaba una pastilla de jabón que utilicé cuando volví al agua. Me limpié el cabello con meticulosidad, y después el cuerpo, repartiendo la blanca espuma por todo mi cuerpo con pequeños masajes circulares que me ayudaran a relajar los músculos y dormir mejor. Cuando me quité de encima el jabón y la suciedad con él, me levanté del agua finalmente, y con valor me dirigí hacia la manta, donde me arrodillé, cubriéndome con una toalla casi tan grande como la manta en la que estaba sentada para secarme y guardar el calor mientras estaba allí. Alcé la vista al cielo y vi que las primeras estrellas comenzaban a brillar tímidamente en el firmamento, ahora que el ultimo sol recorría el ultimo tramo de su camino hacia el crepúsculo.
"¿Que podríamos cenar hoy?" Pensé para mis adentros mientras me secaba el torso y las extremidades con la toalla, agradeciendo tener tan útil tejido conmigo. "Tal vez podamos hacer algunas de esas salchichas que compré, y algo de queso. Tampoco deberíamos cenar demasiado... una mala anoche puede hacer más lento el viaje" Era en lo que andaba indagando mientras me ponía una pequeña prenda para cubrirme la entrepierna, cómoda y sencilla, aunque algo escasa de tela, pero era mejor que los calzones, largos que usaban las damas mas decorosas que yo. Tomé el suave vestido de gasa roja y lo estiré para comprobar su estado. No tenía ni una arruga, estaba perfecto, como siempre. Me lo puse con suma elegancia, levantándome para ajustarlo a la perfección con los cordones que tenía detrás.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Mis ojos se quedaron clavados en la voluptuosa figura de la chica, recorriendola por completo con la mirada. Era la primera vez que veía a una humana desnuda, y de las pocas mujeres que vi en mi familia ninguna podía asemejarse a su figura ¿Sería acaso por la raza? Sentí como el calor invadía mi cuerpo, mas empecé a sacudirme con fuerza para intentar olvidarlo. Pero ya era tarde, tenía la imagen grabada en la mente, y me iba a costar muchísimo sacarla de allí. Encima el sonido de ella riendo, realmente era muy extraño escuchar a alguien tan ruda como ella comportandose tan... feliz. Pero de todas maneras me agradaba bastante la idea. Su piel algo curtida por el sol, sus ojos azules y su cabello largo, aquellas piernas largas y la figura esbelta y bien marcada de su cuerpo...
- .. M-Maldita sea, me ha embrujado o algo así, caí en su trampa y ahora me va a robar hasta al chocobo -susurré, nervioso- Encima cuando se entere que me he enterado, me va a matar...
Así fue como, rojo como un tomate y tembloroso como un insecto, empecé a retroceder lentamente, evitando hacer cualquier ruido. El silencio era lo único que me mantenía seguro, pues si llegaba a hacerme notar lo más probable es que sería asesinado, de una u otra manera. Lo más importante en ese momento era sobrevivir ... Pero ella era tan linda... Mi mente se debatía entre la tentación de continuar observandola un poco más, o huir mientras aún tenía tiempo, aprovechando que su lobo aún no había tenido la oportunidad de rastrearme. Retrocedí con cuidado unos pasos más, pero mantuve mis ojos fijos en su figura mientras se vestía. Suspire de alivio, quizás aquello me persuadiría de seguirla viendo... eso pensé, pero algo me retenía observando cada prenda, la verdad es que me sentía muy curioso ¿Serían comidas esas ropas? Se veían algo más holgadas que su anterior vestimenta, pero aún así se podía adivinar la forma de su cuerpo por debajo de ellas. Al menos yo podía... Me di un fuerte golpe en la frente, intentando dejar de tener pensamientos tan extraños, y di otro paso más atrás. Fue entonces cuando cometí el error garrafal.
Por accidente, y en mi ridícula distracción, pisé una ramita. La ramita tenía una arañita debajo, que al salir atrajo la atención de un famélico lagartijo que pasaba por allí. El lagartijo se comió dicha arañita y luego observó a su alrededor en busca de una nueva comida, cuando de pronto un búho salió de la nada, y haciendo un gigantesco estruendo se lanzó sobre el pequeño reptil y lo tomo entre sus garras, llevándoselo a gran velocidad y haciéndome caer de espaldas en el proceso, justo sobre una pequeña roca puntiaguda, haciéndome dar un fuerte grito de molestia por la sorpresa. Entonces permanecí allí tirado y totalmente rojo de la cara, sudando por el pánico ¿Y ahora que carajo podía hacer? Miré a mi alrededor con desesperación, buscando un escondite o algo antes de que ella llegara. No había nada cerca, estaba perdido. Ya casi podía escuchar sus bramidos de furia, y el sonido de un mandoble desenvainándose. Ante la locura, solo tuve una opción: Aguanté fuertemente la respiración hasta que mi presión bajó, al igual que el ritmo de mi corazón, y fingí un desmayo cerrando ambos ojos.
- .. M-Maldita sea, me ha embrujado o algo así, caí en su trampa y ahora me va a robar hasta al chocobo -susurré, nervioso- Encima cuando se entere que me he enterado, me va a matar...
Así fue como, rojo como un tomate y tembloroso como un insecto, empecé a retroceder lentamente, evitando hacer cualquier ruido. El silencio era lo único que me mantenía seguro, pues si llegaba a hacerme notar lo más probable es que sería asesinado, de una u otra manera. Lo más importante en ese momento era sobrevivir ... Pero ella era tan linda... Mi mente se debatía entre la tentación de continuar observandola un poco más, o huir mientras aún tenía tiempo, aprovechando que su lobo aún no había tenido la oportunidad de rastrearme. Retrocedí con cuidado unos pasos más, pero mantuve mis ojos fijos en su figura mientras se vestía. Suspire de alivio, quizás aquello me persuadiría de seguirla viendo... eso pensé, pero algo me retenía observando cada prenda, la verdad es que me sentía muy curioso ¿Serían comidas esas ropas? Se veían algo más holgadas que su anterior vestimenta, pero aún así se podía adivinar la forma de su cuerpo por debajo de ellas. Al menos yo podía... Me di un fuerte golpe en la frente, intentando dejar de tener pensamientos tan extraños, y di otro paso más atrás. Fue entonces cuando cometí el error garrafal.
Por accidente, y en mi ridícula distracción, pisé una ramita. La ramita tenía una arañita debajo, que al salir atrajo la atención de un famélico lagartijo que pasaba por allí. El lagartijo se comió dicha arañita y luego observó a su alrededor en busca de una nueva comida, cuando de pronto un búho salió de la nada, y haciendo un gigantesco estruendo se lanzó sobre el pequeño reptil y lo tomo entre sus garras, llevándoselo a gran velocidad y haciéndome caer de espaldas en el proceso, justo sobre una pequeña roca puntiaguda, haciéndome dar un fuerte grito de molestia por la sorpresa. Entonces permanecí allí tirado y totalmente rojo de la cara, sudando por el pánico ¿Y ahora que carajo podía hacer? Miré a mi alrededor con desesperación, buscando un escondite o algo antes de que ella llegara. No había nada cerca, estaba perdido. Ya casi podía escuchar sus bramidos de furia, y el sonido de un mandoble desenvainándose. Ante la locura, solo tuve una opción: Aguanté fuertemente la respiración hasta que mi presión bajó, al igual que el ritmo de mi corazón, y fingí un desmayo cerrando ambos ojos.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Una vez vestida empecé a guardar la ropa usada y la larga manta, la cual tuve que sacudir en el aire para desprenderle la tierra y la hierba de encima. La doble y la guardé también. Tomé la toalla húmeda y me la eché al hombro con mi ligera mochila, tomé las botas entre índice y corazón y corazón y comencé a andar descalza hacía la campaña, disfrutando del silencio del principio de la noche. Las estrellas empezaron a cobrar fuerza mientras Ilea, tan verde y redonda, les hacía la competencia.
-Había olvidado que hoy hubiera plenilunio...-murmuré cuando un ruido me hizo girar abruptamente.
Con oído experto y los músculos tensos, preparados para correr, escuché como se rompía una rama y algún ave rapaz nocturna cazaba algo pequeño entre los arbustos.
-Solo eran anima...- Un golpe seco, un grito. Me giré, reconociendo aquella voz masculina prácticamente al instante. Casi sentí como la furia estallaba en mi interior como un volcán que empieza a arder, y eché a andar embravecida hacía el escaso follaje de la zona. Eidan no tendría ningún sitio donde esconderse de esta caballera. -¡¡Eidan!! -Exclamé en la oscuridad con evidente mal humor, apartando ramas de mi camino y pisando con fuerza el suelo con los pues desnudos.- ¡¡No me voy a tragar que aún estés buscando leña!!
Mientras gritaba saqué un puñal de mi mochila. No pensaba agujerearlo cual queso gruyer ni nada por el estilo, pero el miedo siempre encerraba un mudo respeto, así que, le metería miedo. Iba a gritar otra vez cuando lo encontré, tirado entre los arbustos, rodeado de hojas, ramitas y tierra húmeda. Tenía la cara más roja que la tela de mi vestido y estaba tieso como una mojama. Le di con un pie en el brazo, no con fuerza. Nada. Ante semejante perspectiva no pude evitar soltar una carcajada.
- Definitivamente se te ha bajado toda la sangre.- Dije acuclillandome a su lado y tomándole una muñeca. Solo por sí acaso, para tomarle el pulso. Estaba acelerado, muy acelerado, y su respiración intentaba parecer serenada y regular, pero no necesité más de un minuto de silencio para escuchar sus irregularidades. Me senté a horcajadas sobre su estomago y apoyé el frío filo del puñal en su cuello, a sabiendas de que estaba completamente consciente.- ¿Que pasa? ¿Te gusta mirar entre la maleza mientras me baño como si fueras un viejo verde? Exijo una explicación, y más te vale que sea buena.
Dije serenadamente, casi con diversión, que encerraba el una amenaza de una furia interna. Por experiencia sabía que cuando más miedo daba una persona era cuando menos subía el tono de voz.
-Había olvidado que hoy hubiera plenilunio...-murmuré cuando un ruido me hizo girar abruptamente.
Con oído experto y los músculos tensos, preparados para correr, escuché como se rompía una rama y algún ave rapaz nocturna cazaba algo pequeño entre los arbustos.
-Solo eran anima...- Un golpe seco, un grito. Me giré, reconociendo aquella voz masculina prácticamente al instante. Casi sentí como la furia estallaba en mi interior como un volcán que empieza a arder, y eché a andar embravecida hacía el escaso follaje de la zona. Eidan no tendría ningún sitio donde esconderse de esta caballera. -¡¡Eidan!! -Exclamé en la oscuridad con evidente mal humor, apartando ramas de mi camino y pisando con fuerza el suelo con los pues desnudos.- ¡¡No me voy a tragar que aún estés buscando leña!!
Mientras gritaba saqué un puñal de mi mochila. No pensaba agujerearlo cual queso gruyer ni nada por el estilo, pero el miedo siempre encerraba un mudo respeto, así que, le metería miedo. Iba a gritar otra vez cuando lo encontré, tirado entre los arbustos, rodeado de hojas, ramitas y tierra húmeda. Tenía la cara más roja que la tela de mi vestido y estaba tieso como una mojama. Le di con un pie en el brazo, no con fuerza. Nada. Ante semejante perspectiva no pude evitar soltar una carcajada.
- Definitivamente se te ha bajado toda la sangre.- Dije acuclillandome a su lado y tomándole una muñeca. Solo por sí acaso, para tomarle el pulso. Estaba acelerado, muy acelerado, y su respiración intentaba parecer serenada y regular, pero no necesité más de un minuto de silencio para escuchar sus irregularidades. Me senté a horcajadas sobre su estomago y apoyé el frío filo del puñal en su cuello, a sabiendas de que estaba completamente consciente.- ¿Que pasa? ¿Te gusta mirar entre la maleza mientras me baño como si fueras un viejo verde? Exijo una explicación, y más te vale que sea buena.
Dije serenadamente, casi con diversión, que encerraba el una amenaza de una furia interna. Por experiencia sabía que cuando más miedo daba una persona era cuando menos subía el tono de voz.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
El pánico estaba agolpandose con fuerza en mi pecho, mientras sentía como mi garganta se secaba y el viento soplaba fuertemente, llevando hasta mis oídos el sonido de los gritos de la caballera, y sus fuertes pisadas...como en una escena sacada de un libro de terror. "Y allí estaba la pobre victima, paralizada por el miedo y el terror, cerrando los ojos y rogando por evitar el destino cruel que le auguraba la espada de su verdugo" Si, seguro sería algo así. Entreabrí ambos ojos, y lo primero que ví fue la pierna desnuda de la chica, golpeando suavemente mi brazo. Cerré los ojos, y los volví a abrir, solo para verle sentada sobre mí. Entonces fingí despertar de golpe y sacudir mi cabeza, mirando en todas direcciones mientras la quitaba de encima de mí con un movimiento brusco. Aún tenía una pequeña, PEQUEÑÍSIMA, oportunidad para conseguir de esta ileso, o al menos con vida. Moví la cabeza de un lado a otro, fingiendo confusión, antes de ver a la joven a los ojos y sonrojarme aún más. No tenía idea de por que, pero cada vez que volvía a mirarle era como verla desnuda otra vez. Clavé mi mirada en sus ojos, con una expresión molesta para disimular la vergüenza que me devoraba por dentro.
- ¿Viejo verde? ¿Y que rayos es eso? -La verdad es que la expresión me resultaba un tanto extraña, así que aproveché eso para cambiar un poco el tema- No tengo ni jodida idea de lo que estas hablando...
Me levanté con dificultad, quitando la roca de mi espalda y tambaleándome un poco, el golpe me había dejado muy mareado. Respiré hondo para superar un poco el shock y volver a mirarla a los ojos, con una expresión desafiante. Había conseguido dominar mi expresión, pero mi interior aún se revolvía con toda su fuerza por la visión de la Dama Desnuda frente a mí. Lo más probable es que esa visión extraña terminaría al cabo de unas horas, pero aquello no lo hacía menos molesto ni nada por el estilo. Solo por si las dudas, adentré mi mano en la capa y tomé mi daga suavemente. No tenía miedo de entrar en un combate, ella no conseguía asustarme... pero por alguna razón la idea de haber sido descubierto en estas practicas se me hacía abismalmente aterradora.
- ¿¡Por que tendría que darte alguna explicación!? ¡Si ni siquiera vine aquí con ninguna mala intención! -Mi enojo servía magistralmente para alejar la niebla de mi cabeza- ¡Yo vine acá, para avisarte que la fogata estaba lista y que lo mejor sería entrar lo antes posible! ¿¡Y que es lo que me encuentro!? ¡Tus duraznos desnudos bajo la cascada! -Infle mis mejillas con algo de vergüenza- Sabía que las humanas os desarrollabais más lento que otras especies, pero la verdad es que no pensé que llegara a este punto
No pude evitar sonreír burlonamente al decir eso, aunque sabía que me costaría caro. Obviamente mi pensamiento era totalmente diferente, pero ella no tenía por que saber nada. En cierta forma, una forma extremadamente irónica, me recordaba al incidente de la otra vez, cuando nos conocimos. Ahora que ya había entendido a lo que se refería, la verdad es que me sentía un poco MUY ofendido en mi interior. Ademas, era divertido fastidiarle la moral a otra persona, sobretodo si esta se cree la gran cosa, como era el caso de la Dama Desnuda.
- En todo caso, me llevé una sorpresa ya que cierta persona no se molesto en avisarme que iba a estar "indispuesta" -Mi mirada se cambió de burlona a indignada en segundos- Así que retrocedí lentamente para evitar que malentendieras, y entonces ese estúpido buho me derribó, y me golpee la estúpida cabeza... ¡Todo esto es culpa tuya!
Y sin decir una sola palabra más, me crucé de brazos y me dí la vuelta, dándole la espalda con un arma en cada mano, oculta obviamente. Internamente, rogaba por que se ofendiera por el hecho de echarle la culpa y olvidara el asunto de verla desnuda, o que simplemente me atacara o algo parecido para evitar una incómoda conversación sobre como respetar a las damas o algo parecido. En todo caso, también era cierto que la culpa no era del todo mía... aunque no haya podido evitar mirarla mientras se bañaba. Y tampoco podía evitar en ese momento pensar en ello... Pero ya pasaría. Siempre se me pasan estas cosas.
- ¿Viejo verde? ¿Y que rayos es eso? -La verdad es que la expresión me resultaba un tanto extraña, así que aproveché eso para cambiar un poco el tema- No tengo ni jodida idea de lo que estas hablando...
Me levanté con dificultad, quitando la roca de mi espalda y tambaleándome un poco, el golpe me había dejado muy mareado. Respiré hondo para superar un poco el shock y volver a mirarla a los ojos, con una expresión desafiante. Había conseguido dominar mi expresión, pero mi interior aún se revolvía con toda su fuerza por la visión de la Dama Desnuda frente a mí. Lo más probable es que esa visión extraña terminaría al cabo de unas horas, pero aquello no lo hacía menos molesto ni nada por el estilo. Solo por si las dudas, adentré mi mano en la capa y tomé mi daga suavemente. No tenía miedo de entrar en un combate, ella no conseguía asustarme... pero por alguna razón la idea de haber sido descubierto en estas practicas se me hacía abismalmente aterradora.
- ¿¡Por que tendría que darte alguna explicación!? ¡Si ni siquiera vine aquí con ninguna mala intención! -Mi enojo servía magistralmente para alejar la niebla de mi cabeza- ¡Yo vine acá, para avisarte que la fogata estaba lista y que lo mejor sería entrar lo antes posible! ¿¡Y que es lo que me encuentro!? ¡Tus duraznos desnudos bajo la cascada! -Infle mis mejillas con algo de vergüenza- Sabía que las humanas os desarrollabais más lento que otras especies, pero la verdad es que no pensé que llegara a este punto
No pude evitar sonreír burlonamente al decir eso, aunque sabía que me costaría caro. Obviamente mi pensamiento era totalmente diferente, pero ella no tenía por que saber nada. En cierta forma, una forma extremadamente irónica, me recordaba al incidente de la otra vez, cuando nos conocimos. Ahora que ya había entendido a lo que se refería, la verdad es que me sentía un poco MUY ofendido en mi interior. Ademas, era divertido fastidiarle la moral a otra persona, sobretodo si esta se cree la gran cosa, como era el caso de la Dama Desnuda.
- En todo caso, me llevé una sorpresa ya que cierta persona no se molesto en avisarme que iba a estar "indispuesta" -Mi mirada se cambió de burlona a indignada en segundos- Así que retrocedí lentamente para evitar que malentendieras, y entonces ese estúpido buho me derribó, y me golpee la estúpida cabeza... ¡Todo esto es culpa tuya!
Y sin decir una sola palabra más, me crucé de brazos y me dí la vuelta, dándole la espalda con un arma en cada mano, oculta obviamente. Internamente, rogaba por que se ofendiera por el hecho de echarle la culpa y olvidara el asunto de verla desnuda, o que simplemente me atacara o algo parecido para evitar una incómoda conversación sobre como respetar a las damas o algo parecido. En todo caso, también era cierto que la culpa no era del todo mía... aunque no haya podido evitar mirarla mientras se bañaba. Y tampoco podía evitar en ese momento pensar en ello... Pero ya pasaría. Siempre se me pasan estas cosas.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
No pude evitar sorprenderme cuando me apartó de un empellón en su burda pantomima de recién despierto. Ningún hombre que se hubiera despertado estando tumbado entre mis piernas había parecido tan consternado como Eidan cuando abrió los ojos. Aquella expresión molesta que me lanzaba desde su altura no era la mejor actuación, sobre todo por aquellas mejillas rojas como hogueras que lo delataban de una manera demasiado evidente.
Indignada me levanté del suelo, sacuendiendome la falda de suave gasa con cuidado de que las ramitas enganchadas no estropeasen el tejido.
¿Viejo verde? ¿Y que rayos es eso? No tengo ni jodida idea de lo que estas hablando...
Su falso enfado, su ignorancia y su mirada desafiante no hacían más que aumentar las ganas que tenía de abofetearlo. Con una sonrisa de suficiencia correspondí su mirada, sin apartar mi vista de sus ojos rojos como los soles en el crepúsculo. No me impresionaba, a decir verdad, no era el primer hombre al que me enfrentaba verbal ni físicamente, y tenía la situación a mi favor, y un puñal en la mano, y ni el más mínimo esfuerzo por ocultarlo.
¿¡Por que tendría que darte alguna explicación!? ¡Si ni siquiera vine aquí con ninguna mala intención! ¡Yo vine acá, para avisarte que la fogata estaba lista y que lo mejor sería entrar lo antes posible! ¿¡Y que es lo que me encuentro!? ¡Tus duraznos desnudos bajo la cascada! Sabía que las humanas os desarrollabais más lento que otras especies, pero la verdad es que no pensé que llegara a este punto
Con una airada calma le sonreí antes de replicar. Su boca, torcida en una mueca burlona, me recordó vagamente a la de cualquier noble que intenta quedar por encima de alguien más listo que él.
-Como hombre que se supone que sois deberíais mantener limpio vuestro nombre, lo cual sería un burdo intento dado que tenéis los ojos turbios, de lujuria, he de suponer. Por lo tanto, Eidan, debeis ser un niño que necesita alardear de la tarea que ha realizado bien, como un perro moviendo la cola. Y hablando de colas, os doy la razón, en vuestra sangre también se nota el lento desarrollo humano, nadie diría que con 23 primaveras un miembro viril pudiera ser tan pequeño.
Le sonreí orgullosa, utilizando un tono más formal, porque por experiencia sabía que el distanciamiento daba algo de impersonalidad. La ultima parte de su verborrea me había ofendido, para que negarlo. No era precisamente el más adecuado para juzgar como era mi, magnifico, cuerpo femenino. No parecía un gran conocedor de féminas, ni mucho menos.
En todo caso, me llevé una sorpresa ya que cierta persona no se molesto en avisarme que iba a estar "indispuesta". Así que retrocedí lentamente para evitar que malentendieras, y entonces ese estúpido buho me derribó, y me golpee la estúpida cabeza... ¡Todo esto es culpa tuya!
Enarqué una ceja, consternada. ¿De verdad intentaba darle la vuelta a la tortilla de aquel modo? Si, definitivamente tenía menos mundo del que yo creía.
-Una dama no tiene por que anunciar que va a lavarse, lo haga en una bañera o en medio del bosque. Además, yo no malentiendo nada, es evidente que "pasabas por aquí" y te paraste a mirar un rato. No te culpo, eres un hombre, al fin y al cabo, y por tu actitud, no con demasiada experiencia.
Suspiré y me encogí de hombros teatralmente mientras echaba a andar, pasándolo de largo, con la mochila al hombro y jugueteando con el puñal entra las manos.
-Eidan, ni pasaré esto por alto ni me la darás con queso. -Anuncié mientras le dejaba atrás sin compasión.
Lindalote me recibió animandamente cuando lo alcancé, dado que el ruido lo había alertado. Le acaricié la cabeza sin poder evitar sonreír mientras me acercaba a la tienda. El chocobo descansaba junto a un roca, y no encontraba a Ashker a golpe de vista, pero no le dí importancia. Entré en la tienda, cerrándola tras mi paso, y me senté en mis mantas de dormir, cercanas a la hoguera. Dentro el frío nocturno era amortiguado por la hoguera, que inundaba de luz el interior. El ambiente era agradable dentro, aunque tenía la sensación de que los rifirrafes de orgullos y palabras insultantes todavía continuarían un rato. No conocía hombre que no se enfureciera cuando una dama le dejaba con la palabra en la boca.
-Muy buena hoguera, Eidan- Exclamé no sin cierto tono de burla desde el interior.
Indignada me levanté del suelo, sacuendiendome la falda de suave gasa con cuidado de que las ramitas enganchadas no estropeasen el tejido.
¿Viejo verde? ¿Y que rayos es eso? No tengo ni jodida idea de lo que estas hablando...
Su falso enfado, su ignorancia y su mirada desafiante no hacían más que aumentar las ganas que tenía de abofetearlo. Con una sonrisa de suficiencia correspondí su mirada, sin apartar mi vista de sus ojos rojos como los soles en el crepúsculo. No me impresionaba, a decir verdad, no era el primer hombre al que me enfrentaba verbal ni físicamente, y tenía la situación a mi favor, y un puñal en la mano, y ni el más mínimo esfuerzo por ocultarlo.
¿¡Por que tendría que darte alguna explicación!? ¡Si ni siquiera vine aquí con ninguna mala intención! ¡Yo vine acá, para avisarte que la fogata estaba lista y que lo mejor sería entrar lo antes posible! ¿¡Y que es lo que me encuentro!? ¡Tus duraznos desnudos bajo la cascada! Sabía que las humanas os desarrollabais más lento que otras especies, pero la verdad es que no pensé que llegara a este punto
Con una airada calma le sonreí antes de replicar. Su boca, torcida en una mueca burlona, me recordó vagamente a la de cualquier noble que intenta quedar por encima de alguien más listo que él.
-Como hombre que se supone que sois deberíais mantener limpio vuestro nombre, lo cual sería un burdo intento dado que tenéis los ojos turbios, de lujuria, he de suponer. Por lo tanto, Eidan, debeis ser un niño que necesita alardear de la tarea que ha realizado bien, como un perro moviendo la cola. Y hablando de colas, os doy la razón, en vuestra sangre también se nota el lento desarrollo humano, nadie diría que con 23 primaveras un miembro viril pudiera ser tan pequeño.
Le sonreí orgullosa, utilizando un tono más formal, porque por experiencia sabía que el distanciamiento daba algo de impersonalidad. La ultima parte de su verborrea me había ofendido, para que negarlo. No era precisamente el más adecuado para juzgar como era mi, magnifico, cuerpo femenino. No parecía un gran conocedor de féminas, ni mucho menos.
En todo caso, me llevé una sorpresa ya que cierta persona no se molesto en avisarme que iba a estar "indispuesta". Así que retrocedí lentamente para evitar que malentendieras, y entonces ese estúpido buho me derribó, y me golpee la estúpida cabeza... ¡Todo esto es culpa tuya!
Enarqué una ceja, consternada. ¿De verdad intentaba darle la vuelta a la tortilla de aquel modo? Si, definitivamente tenía menos mundo del que yo creía.
-Una dama no tiene por que anunciar que va a lavarse, lo haga en una bañera o en medio del bosque. Además, yo no malentiendo nada, es evidente que "pasabas por aquí" y te paraste a mirar un rato. No te culpo, eres un hombre, al fin y al cabo, y por tu actitud, no con demasiada experiencia.
Suspiré y me encogí de hombros teatralmente mientras echaba a andar, pasándolo de largo, con la mochila al hombro y jugueteando con el puñal entra las manos.
-Eidan, ni pasaré esto por alto ni me la darás con queso. -Anuncié mientras le dejaba atrás sin compasión.
Lindalote me recibió animandamente cuando lo alcancé, dado que el ruido lo había alertado. Le acaricié la cabeza sin poder evitar sonreír mientras me acercaba a la tienda. El chocobo descansaba junto a un roca, y no encontraba a Ashker a golpe de vista, pero no le dí importancia. Entré en la tienda, cerrándola tras mi paso, y me senté en mis mantas de dormir, cercanas a la hoguera. Dentro el frío nocturno era amortiguado por la hoguera, que inundaba de luz el interior. El ambiente era agradable dentro, aunque tenía la sensación de que los rifirrafes de orgullos y palabras insultantes todavía continuarían un rato. No conocía hombre que no se enfureciera cuando una dama le dejaba con la palabra en la boca.
-Muy buena hoguera, Eidan- Exclamé no sin cierto tono de burla desde el interior.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
- Pues si no me avisas luego no te quejes de que te encuentre desnuda, tabla de planchar...
Traté de mantener la molestia en mi semblante, aunque en el fondo estuviera temblando de miedo por la furia de la Dama Desnuda, que a medida que pasaba el tiempo volvía a llevar sus ropajes puestos. Mientras avanzábamos entre los arboles, estuve concentrándome en alguna manera para evitar el tema, o el castigo, que iban a salir luego de este incidente. Y aunque no iba a poder olvidarlo con facilidad, tendría que forzar mi mente a viajar hasta otros pensamientos más desagradables para bloquear eso. Un gato muerto, el guisado de la abuela, un montón de excremento, cualquier idea servía con tal de calmar un poco los ánimos y sentirme un poco más relajado. El problema era que cada vez que volteaba hacia adelante, veía otra vez a la humana y el recuerdo volvía a mi cabeza como si chocara en mi cara. De hecho choqué con un par de árboles en nuestro camino por intentar disipar esas ideas.
Una vez que llegamos al campamento, me lancé a gran velocidad hacia Wacko, que permanecía dormido en la roca, y me dediqué a jugar con él un rato mientras la chica entraba a la tienda. No pensaba quedarme solo con ella durante un tiempo, ademas quería aprovechar de estrechar lazos con el animal. Respiré aliviado cuando el ave me recibió amigablemente sobre su lomo y me dio unos picotazos juguetones. Al menos un ser vivo en este lugar no quería matarme, castrarme, comerme, morderme o insultarme. Estaba acariciando al pollo cuando de pronto escuché la voz de la chica desde el interior de la carpa.
Muy buena hoguera, Eidan
Parpadeé un par de veces, llevando mi mano hasta mi mentón y meditando con cuidado ¿Se trataba acaso de un comentario sarcástico o algo parecido? No veía que podría tener de ofensivo ni nada al respecto, tampoco es que le hallara demasiado sentido, así que preferí pensar que lo decía en serio. Bajé del pollo con cuidado y acaricié su cabeza, indicándole que podía jugar si quería pero que tendría que volver al campamento. El animal, flojo, bostezó y volvió a acurrucarse junto a la carpa. Yo dejé escapar una risa suave y luego entré en la cálida carpa. La verdad es que si me traía muchos recuerdos, casi podía sentir el viento del desierto en mi piel y recordar el frío de las noches desérticas cuando cerraba los ojos. Me acerqué a la fogata y suspiré, dejando asar un par de trozos de carne de venado que aún nos quedaba y sacando un barril de entre mis cosas.
- Oye, huma-... -Corté la palabra antes de arruinarlo aún más- ... Déteka, me siento un poco mal por lo que pasó allá en el lago... Déjame compensarlo, no me gustaría pelear contigo llevando solo un día de viaje -Me acerqué con cautela a ella y le ofrecí el barril- Es hidromiel, eso creo... me lo ofrecieron allá en el pueblo y pensé que sabría algo así como el vino ¿te parece?
Ladee la cabeza. A pesar de mi naturaleza conflictiva, y de que JAMAS iba a admitir que la ví desnuda por que yo quería, no me agradaba dejar las cosas así, y en cierta forma el culpable del asunto era yo. No me gustaba discutir con la gente... sobre todo con la que me iba a guiar a la torre de los magos.
Traté de mantener la molestia en mi semblante, aunque en el fondo estuviera temblando de miedo por la furia de la Dama Desnuda, que a medida que pasaba el tiempo volvía a llevar sus ropajes puestos. Mientras avanzábamos entre los arboles, estuve concentrándome en alguna manera para evitar el tema, o el castigo, que iban a salir luego de este incidente. Y aunque no iba a poder olvidarlo con facilidad, tendría que forzar mi mente a viajar hasta otros pensamientos más desagradables para bloquear eso. Un gato muerto, el guisado de la abuela, un montón de excremento, cualquier idea servía con tal de calmar un poco los ánimos y sentirme un poco más relajado. El problema era que cada vez que volteaba hacia adelante, veía otra vez a la humana y el recuerdo volvía a mi cabeza como si chocara en mi cara. De hecho choqué con un par de árboles en nuestro camino por intentar disipar esas ideas.
Una vez que llegamos al campamento, me lancé a gran velocidad hacia Wacko, que permanecía dormido en la roca, y me dediqué a jugar con él un rato mientras la chica entraba a la tienda. No pensaba quedarme solo con ella durante un tiempo, ademas quería aprovechar de estrechar lazos con el animal. Respiré aliviado cuando el ave me recibió amigablemente sobre su lomo y me dio unos picotazos juguetones. Al menos un ser vivo en este lugar no quería matarme, castrarme, comerme, morderme o insultarme. Estaba acariciando al pollo cuando de pronto escuché la voz de la chica desde el interior de la carpa.
Muy buena hoguera, Eidan
Parpadeé un par de veces, llevando mi mano hasta mi mentón y meditando con cuidado ¿Se trataba acaso de un comentario sarcástico o algo parecido? No veía que podría tener de ofensivo ni nada al respecto, tampoco es que le hallara demasiado sentido, así que preferí pensar que lo decía en serio. Bajé del pollo con cuidado y acaricié su cabeza, indicándole que podía jugar si quería pero que tendría que volver al campamento. El animal, flojo, bostezó y volvió a acurrucarse junto a la carpa. Yo dejé escapar una risa suave y luego entré en la cálida carpa. La verdad es que si me traía muchos recuerdos, casi podía sentir el viento del desierto en mi piel y recordar el frío de las noches desérticas cuando cerraba los ojos. Me acerqué a la fogata y suspiré, dejando asar un par de trozos de carne de venado que aún nos quedaba y sacando un barril de entre mis cosas.
- Oye, huma-... -Corté la palabra antes de arruinarlo aún más- ... Déteka, me siento un poco mal por lo que pasó allá en el lago... Déjame compensarlo, no me gustaría pelear contigo llevando solo un día de viaje -Me acerqué con cautela a ella y le ofrecí el barril- Es hidromiel, eso creo... me lo ofrecieron allá en el pueblo y pensé que sabría algo así como el vino ¿te parece?
Ladee la cabeza. A pesar de mi naturaleza conflictiva, y de que JAMAS iba a admitir que la ví desnuda por que yo quería, no me agradaba dejar las cosas así, y en cierta forma el culpable del asunto era yo. No me gustaba discutir con la gente... sobre todo con la que me iba a guiar a la torre de los magos.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Los ruidos de fuera se veía apagados por la tela gruesa que hacía las veces de pared. Observé el color granate de la tela, y como el fuego lanzaba luces y dejaba sombras tras su sutil movimiento. Pensé que era la primera vez que dormía bajo un techo estando alejada de cualquier núcleo urbano, pero era inevitable, ahora que el invierno se acercaba.
Evoqué la primera noche en el pequeño e improvisado campamento que habíamos compartido Alexander y yo por primera vez. La hoguera era pequeña, y en aire olía a las especias con las que asamos la carne.. Alex cocinaba bien, mucho mejor que yo. Y su boca también tenía un sabor especial que aún no había olvidado del todo. Me llevé las manos a los labios y los presioné ligeramente, evocando aquella sensación. Había pasado un largo año, un año muy duro. Y si me paraba a pensar, recordaba los detalles, recordaba su sonrisa, pero había cosas que se estaban erosionando. No sabía si recordar demasiado podría gastar los recuerdos, pero no era capaz de recordar ya algunas cosas. Sabía que si no me hubiera entregado, si no le hubiera amado tanto, nunca habría sentido aquel dolor tan hondo que no conseguía quitarme de encima. Y el dolor era la mejor forma de recordar. Y la peor certeza de todo aquello era que no había ningún momento lo suficientemente bueno en mi vida desde que se fue que pudiera sustituir todo aquello.
"Me niego a creer que es mi momento de sentar cabeza" Pensé enredando mi oscuro cabello entre los dedos. No, no era aquel momento, no estaba preparada. Suspiré y me incorporé de las mantas, sentada con las piernas cruzadas y cogiendo mi libro de entre mis bártulos. Era un buen método para no pensar, aunque lo hubiera leído aproximadamente un millar de veces. El frufrú de las paginas al pasar era agradable, y su olor a libro viejo, a sabiduría en palabras me gustaba. Bebí las palabras concentrada mientras las escenas se representaban en mi cabeza. Que locura la de aquel héroe de novela al hacer un fuego en pleno bosque, pero que situación tan complicada.
Escuché a Eidan entrar en la tienda pero no lo miré, demasiado concentrada en el joven protagonista, que pasaría por muchos suplicios por ser tan tonto. Era un libro ambientado en una época muy pasada, cuando hadas y humanos no se relacionaban demasiado bien.
Oye, huma...- Alcé la vista de las amarillentas páginas del libro y le miré, interrogante. El fuego se reflejaba en sus ojos y los hacía parecer vidriosos, oscureciendo el rojo de su iris con su ardiente luz dorada y roja.- ... Déteka, me siento un poco mal por lo que pasó allá en el lago... Déjame compensarlo, no me gustaría pelear contigo llevando solo un día de viaje- Observé el objeto que llevaba en la mano cuando se acercó a mi. Era una botella cristalina, de cristales tintados. La tomé delicadamente con una mano y la moví de un lado a otro. El líquido de su interior se movió perezosamente, espeso y tibio por las horas de viaje, dejando el color del ámbar pegado a la resbaladiza superficie de cristal. "Hidromiel" me adelanté a sus palabras, que eran evidentemente, una disculpa indirecta.- Es hidromiel, eso creo... me lo ofrecieron allá en el pueblo y pensé que sabría algo así como el vino ¿te parece?
No pude evitar soltar una pequeña carcajada mientras le quitaba el tapón de corcho con la destreza dotada de a experiencia. "Como el vino dice, el muy inocente..." No pude evitar pensar, divertida. Me lleve la boca de la botella a la nariz y olfateé. "Mmmmh" No pude evitar hacer aquel sonido, casi involuntario, cuando el dulce olor del hidromiel me llenó las fosas nasales. Si fuera de mala calidad el olor sería diferente, un golpe de alcohol y después un dulce demasiado intenso, empalagoso, y no la sutil combinación del hidromiel de verdad. Le puse el tapón y la dejé a mi lado.
-Cenemos primero. Se te subirá muy rápido si tienes el estómago vacío.- En realidad también pensaba que se le subiría igual de rápido si pensaba que el hidromiel era como el vino. Hasta el bebedor más experimentado se emborrachaba pronto con hidromiel. - Pero si me perdonas, yo no tomaré venado. Es demasiado pesado para cenarlo.- De mi macuto saqué algo de queso, pan y una manzana. Era una cena más ligera y más dulce. No me gustaba demasiado tomar carne por la noche, y ademas, si bebíamos después, probablemente la digestión fuera pesada como una piedra.
Comencé a comer delicadamente, primero el pan con el queso, disfrutando de los pequeños bocados, y después la manzana. Me gustaba la sensación fresca que me dejaba en la boca, además, era una buena forma de que los dientes quedaran algo más limpios después de comer. No intenté entablar ninguna conversación el banal, porque prefería el silencio. Terminé de comer antes que él, y para matar el tiempo mientras él finiquitaba los últimos trozos de carne saqué mi flauta. La madera oscura era fina y delicada, pulida hasta que tuviera una superficie suave, y barnizada con el mejor barniz. Su ornamentación era delicada y cambiante, sutil, con formas redondas, como hojas y ramas que se enredasen en torno al instrumento, creadas con brillante plata. Era un instrumento tan caro como hermoso, y lo tenía desde hacía mucho tiempo.
Desenvolví la flauta travesera del paño que la cubría y me la llevé a la boca. Apoyé los labios con suavidad y dejé que los dedos se deslizaran entre las notas con suavidad. En realidad no era ninguna canción en concreto, solo me dejaba llevar por lo que me gustaba tocar. Y no era una melodía animada, si no triste, realmente triste. Las notas eran largas y terminaban apagándose como una vela que se ahoga sin oxígeno, pero mientras tocaba, no pensaba en nada, con los ojos cerrados y escuchando mi propia música me sentía bien. Poco a poco dejé de tocar y abandoné la triste melodía un poco turbada.
-Yo también soy músico, como ves.- Le dije sonriendo le mientras envolvía la flauta otra vez. La guardé de nuevo con gran delicadeza y tomé la botella. Se la tendí, cogiedola por el culo de cristal- Venga, estrenala tu, de un buen trago, no un chupito. Ya verás como te gusta.
Evoqué la primera noche en el pequeño e improvisado campamento que habíamos compartido Alexander y yo por primera vez. La hoguera era pequeña, y en aire olía a las especias con las que asamos la carne.. Alex cocinaba bien, mucho mejor que yo. Y su boca también tenía un sabor especial que aún no había olvidado del todo. Me llevé las manos a los labios y los presioné ligeramente, evocando aquella sensación. Había pasado un largo año, un año muy duro. Y si me paraba a pensar, recordaba los detalles, recordaba su sonrisa, pero había cosas que se estaban erosionando. No sabía si recordar demasiado podría gastar los recuerdos, pero no era capaz de recordar ya algunas cosas. Sabía que si no me hubiera entregado, si no le hubiera amado tanto, nunca habría sentido aquel dolor tan hondo que no conseguía quitarme de encima. Y el dolor era la mejor forma de recordar. Y la peor certeza de todo aquello era que no había ningún momento lo suficientemente bueno en mi vida desde que se fue que pudiera sustituir todo aquello.
"Me niego a creer que es mi momento de sentar cabeza" Pensé enredando mi oscuro cabello entre los dedos. No, no era aquel momento, no estaba preparada. Suspiré y me incorporé de las mantas, sentada con las piernas cruzadas y cogiendo mi libro de entre mis bártulos. Era un buen método para no pensar, aunque lo hubiera leído aproximadamente un millar de veces. El frufrú de las paginas al pasar era agradable, y su olor a libro viejo, a sabiduría en palabras me gustaba. Bebí las palabras concentrada mientras las escenas se representaban en mi cabeza. Que locura la de aquel héroe de novela al hacer un fuego en pleno bosque, pero que situación tan complicada.
Escuché a Eidan entrar en la tienda pero no lo miré, demasiado concentrada en el joven protagonista, que pasaría por muchos suplicios por ser tan tonto. Era un libro ambientado en una época muy pasada, cuando hadas y humanos no se relacionaban demasiado bien.
Oye, huma...- Alcé la vista de las amarillentas páginas del libro y le miré, interrogante. El fuego se reflejaba en sus ojos y los hacía parecer vidriosos, oscureciendo el rojo de su iris con su ardiente luz dorada y roja.- ... Déteka, me siento un poco mal por lo que pasó allá en el lago... Déjame compensarlo, no me gustaría pelear contigo llevando solo un día de viaje- Observé el objeto que llevaba en la mano cuando se acercó a mi. Era una botella cristalina, de cristales tintados. La tomé delicadamente con una mano y la moví de un lado a otro. El líquido de su interior se movió perezosamente, espeso y tibio por las horas de viaje, dejando el color del ámbar pegado a la resbaladiza superficie de cristal. "Hidromiel" me adelanté a sus palabras, que eran evidentemente, una disculpa indirecta.- Es hidromiel, eso creo... me lo ofrecieron allá en el pueblo y pensé que sabría algo así como el vino ¿te parece?
No pude evitar soltar una pequeña carcajada mientras le quitaba el tapón de corcho con la destreza dotada de a experiencia. "Como el vino dice, el muy inocente..." No pude evitar pensar, divertida. Me lleve la boca de la botella a la nariz y olfateé. "Mmmmh" No pude evitar hacer aquel sonido, casi involuntario, cuando el dulce olor del hidromiel me llenó las fosas nasales. Si fuera de mala calidad el olor sería diferente, un golpe de alcohol y después un dulce demasiado intenso, empalagoso, y no la sutil combinación del hidromiel de verdad. Le puse el tapón y la dejé a mi lado.
-Cenemos primero. Se te subirá muy rápido si tienes el estómago vacío.- En realidad también pensaba que se le subiría igual de rápido si pensaba que el hidromiel era como el vino. Hasta el bebedor más experimentado se emborrachaba pronto con hidromiel. - Pero si me perdonas, yo no tomaré venado. Es demasiado pesado para cenarlo.- De mi macuto saqué algo de queso, pan y una manzana. Era una cena más ligera y más dulce. No me gustaba demasiado tomar carne por la noche, y ademas, si bebíamos después, probablemente la digestión fuera pesada como una piedra.
Comencé a comer delicadamente, primero el pan con el queso, disfrutando de los pequeños bocados, y después la manzana. Me gustaba la sensación fresca que me dejaba en la boca, además, era una buena forma de que los dientes quedaran algo más limpios después de comer. No intenté entablar ninguna conversación el banal, porque prefería el silencio. Terminé de comer antes que él, y para matar el tiempo mientras él finiquitaba los últimos trozos de carne saqué mi flauta. La madera oscura era fina y delicada, pulida hasta que tuviera una superficie suave, y barnizada con el mejor barniz. Su ornamentación era delicada y cambiante, sutil, con formas redondas, como hojas y ramas que se enredasen en torno al instrumento, creadas con brillante plata. Era un instrumento tan caro como hermoso, y lo tenía desde hacía mucho tiempo.
Desenvolví la flauta travesera del paño que la cubría y me la llevé a la boca. Apoyé los labios con suavidad y dejé que los dedos se deslizaran entre las notas con suavidad. En realidad no era ninguna canción en concreto, solo me dejaba llevar por lo que me gustaba tocar. Y no era una melodía animada, si no triste, realmente triste. Las notas eran largas y terminaban apagándose como una vela que se ahoga sin oxígeno, pero mientras tocaba, no pensaba en nada, con los ojos cerrados y escuchando mi propia música me sentía bien. Poco a poco dejé de tocar y abandoné la triste melodía un poco turbada.
-Yo también soy músico, como ves.- Le dije sonriendo le mientras envolvía la flauta otra vez. La guardé de nuevo con gran delicadeza y tomé la botella. Se la tendí, cogiedola por el culo de cristal- Venga, estrenala tu, de un buen trago, no un chupito. Ya verás como te gusta.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Yo solo asentí, alzando los hombros. Nunca iba a entender a los humanos y sus costumbres alimenticias, de donde yo vengo, uno come lo que tiene a la mano y se siente agradecido de tenerlo, pero supongo que en estos lugares uno puede darse el lujo de elegir que comer. Ademas el venado era una de mis carnes favoritas desde que pisé tierras verdes, así que ni me esforcé en convencerla; total, era más carne para mí. Mientras ponía un buen trozo de venado al fuego, cerré los ojos y suspiré. Podía oír como la chica despachaba aquel trozo de queso ¿Era eso lo que cenaban aquí? A veces no sabía como era que las personas en este lugar sobrevivían con tan pocos nutrientes.
La chica ya había terminado de comer cuando yo recién empezaba, devorando un trozo tras otro de carne de venado, sin preocuparme demasiado por cosas tan banales como los modales o la etiqueta. Por lo general intentaba mantener la compostura, pero el ambiente dentro de la carpa se había vuelto tan similar al de las noches del desierto que simplemente no podía adoptar las maneras humanas. Luego, el sonido de la flauta de la chica hizo que los recuerdos fluyeran aún más rápidamente. En el desierto, los instrumentos de viento eran bastante apreciados, y aunque la música que tocaba la chica distaba mucho de ser la que escuchaba habitualmente, aquello no impidió que las imágenes aparecieran nítidas en mi cabeza. Si, realmente era como ese último día en el desierto. Mamá estaba tocando la flauta, igual como lo hacía la humana justo ahora, mientras la abuela y yo continuábamos cenando. Yo sacaba el tema de la falta de comida, de la monotonía del viaje en el desierto, y de la posibilidad de ir más allá de las tierras del padre Aldun. Como siempre, ella sanjaba rápidamente la conversación con un fuerte "NO". Pero ese día yo no estaba de humor, no iba a aceptar ese no por respuesta... Me pregunto que habría pasado si me hubiera quedado callado aquella vez...
Yo también soy músico, como ves -La voz de la chica me sacó bruscamente de mis recuerdos. Yo solo abrí los ojos como platos y sacudí la cabeza. Luego la miré y tomé la botella de entre sus manos- Venga, estrenala tu, de un buen trago, no un chupito. Ya verás como te gusta.
Miré la botella con desconfianza, parecía demasiado dulce para mi gusto, pero en realidad quería beber algo. Necesitaba sacarme esos recuerdos de la cabeza de alguna manera, así que no importaría. Tomé la botella y dejé caer un buen trago del dorado líquido en mi garganta, estremeciéndome levemente luego de ello. Era bastante fuerte, pero no era lo más fuerte que había probado, iba a necesitar más que un trago para tambalearme. Sonreí suavemente y le tendí la botella, asintiendo con la cabeza.
- Esta bueno, dale ahora te toca -Una sonrisa más burlona se abrió en mi rostro- ¿O te da miedo darle un buen trago esta cosa?
Si había algo que adoraba eran las competencias, y si se trataba de competencias de beber mucho mejor. En el desierto acostumbrábamos beber mucho en las épocas de celebración, y la verdad es que estoy acostumbrado al alcohol. Claro, es obvio que me iba a emborrachar, pero quería saber si conseguía aguantar más que la humana... Y, quien sabe, quizás consiga sacar un poco de provecho del estado etílico de la chica. Después de todo, si iba a pasar bastante tiempo viajando con ella, tenía que conseguir alguna manera de extorsionarla en caso de que las cosas se pusieran feas. Mientras esperaba a que bebiera, me senté y saqué mi laúd, empezando a tocar una rápida melodía que aumentaba más el suspenso, esperando a que la chica se decidiera a darle un buen trago a la fuerte bebida. Si, esto se parecía cada vez más a las noches del desierto.
La chica ya había terminado de comer cuando yo recién empezaba, devorando un trozo tras otro de carne de venado, sin preocuparme demasiado por cosas tan banales como los modales o la etiqueta. Por lo general intentaba mantener la compostura, pero el ambiente dentro de la carpa se había vuelto tan similar al de las noches del desierto que simplemente no podía adoptar las maneras humanas. Luego, el sonido de la flauta de la chica hizo que los recuerdos fluyeran aún más rápidamente. En el desierto, los instrumentos de viento eran bastante apreciados, y aunque la música que tocaba la chica distaba mucho de ser la que escuchaba habitualmente, aquello no impidió que las imágenes aparecieran nítidas en mi cabeza. Si, realmente era como ese último día en el desierto. Mamá estaba tocando la flauta, igual como lo hacía la humana justo ahora, mientras la abuela y yo continuábamos cenando. Yo sacaba el tema de la falta de comida, de la monotonía del viaje en el desierto, y de la posibilidad de ir más allá de las tierras del padre Aldun. Como siempre, ella sanjaba rápidamente la conversación con un fuerte "NO". Pero ese día yo no estaba de humor, no iba a aceptar ese no por respuesta... Me pregunto que habría pasado si me hubiera quedado callado aquella vez...
Yo también soy músico, como ves -La voz de la chica me sacó bruscamente de mis recuerdos. Yo solo abrí los ojos como platos y sacudí la cabeza. Luego la miré y tomé la botella de entre sus manos- Venga, estrenala tu, de un buen trago, no un chupito. Ya verás como te gusta.
Miré la botella con desconfianza, parecía demasiado dulce para mi gusto, pero en realidad quería beber algo. Necesitaba sacarme esos recuerdos de la cabeza de alguna manera, así que no importaría. Tomé la botella y dejé caer un buen trago del dorado líquido en mi garganta, estremeciéndome levemente luego de ello. Era bastante fuerte, pero no era lo más fuerte que había probado, iba a necesitar más que un trago para tambalearme. Sonreí suavemente y le tendí la botella, asintiendo con la cabeza.
- Esta bueno, dale ahora te toca -Una sonrisa más burlona se abrió en mi rostro- ¿O te da miedo darle un buen trago esta cosa?
Si había algo que adoraba eran las competencias, y si se trataba de competencias de beber mucho mejor. En el desierto acostumbrábamos beber mucho en las épocas de celebración, y la verdad es que estoy acostumbrado al alcohol. Claro, es obvio que me iba a emborrachar, pero quería saber si conseguía aguantar más que la humana... Y, quien sabe, quizás consiga sacar un poco de provecho del estado etílico de la chica. Después de todo, si iba a pasar bastante tiempo viajando con ella, tenía que conseguir alguna manera de extorsionarla en caso de que las cosas se pusieran feas. Mientras esperaba a que bebiera, me senté y saqué mi laúd, empezando a tocar una rápida melodía que aumentaba más el suspenso, esperando a que la chica se decidiera a darle un buen trago a la fuerte bebida. Si, esto se parecía cada vez más a las noches del desierto.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Me decepcionó en parte que no se atragantara como un bebedor primerizo ante el ardor del potente hidromiel, que tumbaba a hombres como toros en menos de media botella, pero en el fondo me lo esperaba. En todos los rincones del mundo se destilaban licores, mejores o peores, pero hasta mis tierras llegaban las leyendas del ardiente licor de fuego de Kash-Tar. Ojala pudiera probarlo algún día...
Alargué la mano recuperando la cristalina botella con gracia y moviendola distraidamente mientras le sonreía con diversión. Le miraba a los ojos mientras el asentía, saboreando el dulce hidromiel de mis tierras.
Esta bueno, dale ahora te toca, ¿O te da miedo darle un buen trago esta cosa?
-Jo! -exclamé riendo mientras acariciaba la boca de la botella con un dedo para limpiarla. - Muy buen intento de provocarme, querido mestizo, pero he bebido más hidromiel en mi adolescencia del que tu podrías beber en un mes si solo pudieras alimentarte de esto.
Para mis adentros no pude evitar pensar que en el fondo era culpa de haber vivido la mitad de mi vida en Nurgon, rodeada de muchachos casi tan orgullosos como yo. No recordaba nunca haber tenido verdaderas amigas, que no hubieran sido Koral o Reikren, y había dejado de saber de ellas hacía mucho, ¿pero hombres? De esos había habido demasiados en mi vida.
Me llevé la botella en los labios y dejé que el cristal húmedo y resbaladizo se apoyara en ellos, "Beber y olvidar" me dije mentalemente "Beber y olvidar, como siempre" . Me incliné hacía atrás lentamente, dejando que el espeso licor se derramase sobre mi lengua y me llenara la boca de su dulce sabor. Cerré los ojos con la botella en la mano, ya lejos de mi boca y disfruté del sabor antes de tragar lentamente, aún con la cabeza inclinada hacía atrás y el cuello suavemente arqueado. Mientras el hidromiel, con toda su carga alcohólica descendía, abrasando mi garganta deliciosamente, escuchaba como Eidan rasgaba las cuerdas del laúd en una melodía que le daba algo de suspense a la cosa. Jadeé suavemente abriendo los ojos, sintiendo todo el esófago y el pecho caliente, y ofreciéndole la botella mientras me lamía inconscientemente el licor de los labios, sin darme cuenta que mi forma de beber había tenido ciertamente, algo erótico. Vale, no voy a mentir, no lo había hecho intencionadamente pero tampoco de forma completamente inocente. Supongo que formaba parte de mi instinto natural querer provocar a los hombres, y eso no solía traerme nada bueno.
Sonreí seductoramente a Eidan, enarcando una ceja, mientras agitaba la botella. Mi trago había sido largo y se notaba la diferencia de cantidad de líquido dentro del cristal.
-Tu turno, de nuevo - Dije con una sonrisa divertida y ciertamente ladina. Estaba dispuesta a beber lo que hiciera falta para ver cuanto aguantaba, y si yo podía superar al joven bebedor de licor de fuego de las tierras del sol.
Alargué la mano recuperando la cristalina botella con gracia y moviendola distraidamente mientras le sonreía con diversión. Le miraba a los ojos mientras el asentía, saboreando el dulce hidromiel de mis tierras.
Esta bueno, dale ahora te toca, ¿O te da miedo darle un buen trago esta cosa?
-Jo! -exclamé riendo mientras acariciaba la boca de la botella con un dedo para limpiarla. - Muy buen intento de provocarme, querido mestizo, pero he bebido más hidromiel en mi adolescencia del que tu podrías beber en un mes si solo pudieras alimentarte de esto.
Para mis adentros no pude evitar pensar que en el fondo era culpa de haber vivido la mitad de mi vida en Nurgon, rodeada de muchachos casi tan orgullosos como yo. No recordaba nunca haber tenido verdaderas amigas, que no hubieran sido Koral o Reikren, y había dejado de saber de ellas hacía mucho, ¿pero hombres? De esos había habido demasiados en mi vida.
Me llevé la botella en los labios y dejé que el cristal húmedo y resbaladizo se apoyara en ellos, "Beber y olvidar" me dije mentalemente "Beber y olvidar, como siempre" . Me incliné hacía atrás lentamente, dejando que el espeso licor se derramase sobre mi lengua y me llenara la boca de su dulce sabor. Cerré los ojos con la botella en la mano, ya lejos de mi boca y disfruté del sabor antes de tragar lentamente, aún con la cabeza inclinada hacía atrás y el cuello suavemente arqueado. Mientras el hidromiel, con toda su carga alcohólica descendía, abrasando mi garganta deliciosamente, escuchaba como Eidan rasgaba las cuerdas del laúd en una melodía que le daba algo de suspense a la cosa. Jadeé suavemente abriendo los ojos, sintiendo todo el esófago y el pecho caliente, y ofreciéndole la botella mientras me lamía inconscientemente el licor de los labios, sin darme cuenta que mi forma de beber había tenido ciertamente, algo erótico. Vale, no voy a mentir, no lo había hecho intencionadamente pero tampoco de forma completamente inocente. Supongo que formaba parte de mi instinto natural querer provocar a los hombres, y eso no solía traerme nada bueno.
Sonreí seductoramente a Eidan, enarcando una ceja, mientras agitaba la botella. Mi trago había sido largo y se notaba la diferencia de cantidad de líquido dentro del cristal.
-Tu turno, de nuevo - Dije con una sonrisa divertida y ciertamente ladina. Estaba dispuesta a beber lo que hiciera falta para ver cuanto aguantaba, y si yo podía superar al joven bebedor de licor de fuego de las tierras del sol.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Tu turno, de nuevo
La voz de la chica retumbó en mi cabeza mientras la observaba, tenía una forma de beber de lo más extraña ¿Que significarían todas esas miradas? De todas maneras, cuando tomé la botella y verifiqué todo lo que había bebido, no pude evitar sonreirle de la misma manera. Realmente había sido un buen trago, y se notaba que no estaba afectada todavía. Por fin un rival interesante, pensé, mientras daba otro gran trago de la botella sin molestarme en limpiarla ¿Para qué? De todos modos dudaba que la joven tuviera germenes que yo no tuviera. Una vez terminado el trago, le tendí la botella y le saqué la lengua. Faltaba mucho para que yo estuviera ebrio, y quería ver que tanto aguantaba la chica.
- Muéstrame que es lo que tienes, niña
La noche pasaba mientras ambos continuábamos bebiendo a la luz de la hoguera. Ella me sonreía con malicia a cada trago, mientras yo le devolvía una mirada retadora cada vez que daba otra probada del fuerte licor. La competencia se alargó a tal extremo que fue necesario que sacáramos una segunda botella, lo cual me dejó bastante impresionado, pues, a pesar de que aquella bebida distaba bastante de mi amado licor de fuego, empezaba a sentirme mareado para ese punto. Ella fue a quién le correspondió estrenar la ultima botella, por lo que cuando me la pasó yo solo sonreí y le dí otro trago. Notaba como el alcohol afectaba un poco mi percepción, pero no estaba preparado para rendirme todavía. Aún así, toda esa bebida empezaba a traerme visiones de la chica cuando se estaba bañando en el lago ¿Es que nunca iba a olvidarme de eso?
Sacudí la cabeza con fuerza y le entregué la botella, intentando disimular los extraños pensamientos que empezaban a nublarme la cabeza ¿Realmente el alcohol podía tener esa clase de efectos en mí? Eso realmente me hizo sentir estúpido, debí haber planeado mejor aquella competencia. Observé a la chica beber, no pude evitar mirarla con otros ojos cuando el alcohol hubo llegado a mi cabeza al final de la segunda y última botella de hidromiel. Dios, esa humana si era dura de pelar, realmente. Tome la botella vacía y la dejé a un lado, suspirando levemente y luego sonriendole.
- ¿Te encuentras bien, Dét? -No pude evitar tomar un tono algo burlón mientras le hablaba- ¿O es que el alcohol ya se te subió a la cabeza?
Me moví para avivar un poco más el fuego de la hoguera, que ya empezaba a extinguirse con el tiempo ¿Cuanto rato habremos pasado bebiendo? Al parecer más del que había pensado por que Ilea, que alguna vez se había hallado tímidamente oculta entre las montañas, se encontraba ahora justo sobre nuestras cabezas, visible por el tragaluz en medio de la carpa. La luna brillaba con toda su fuerza, tomando un color verde intenso muy difícil de ignorar. Sonreí para mis adentros al verla, para después devolver mi mirada a la joven, observándola con curiosidad.
La voz de la chica retumbó en mi cabeza mientras la observaba, tenía una forma de beber de lo más extraña ¿Que significarían todas esas miradas? De todas maneras, cuando tomé la botella y verifiqué todo lo que había bebido, no pude evitar sonreirle de la misma manera. Realmente había sido un buen trago, y se notaba que no estaba afectada todavía. Por fin un rival interesante, pensé, mientras daba otro gran trago de la botella sin molestarme en limpiarla ¿Para qué? De todos modos dudaba que la joven tuviera germenes que yo no tuviera. Una vez terminado el trago, le tendí la botella y le saqué la lengua. Faltaba mucho para que yo estuviera ebrio, y quería ver que tanto aguantaba la chica.
- Muéstrame que es lo que tienes, niña
La noche pasaba mientras ambos continuábamos bebiendo a la luz de la hoguera. Ella me sonreía con malicia a cada trago, mientras yo le devolvía una mirada retadora cada vez que daba otra probada del fuerte licor. La competencia se alargó a tal extremo que fue necesario que sacáramos una segunda botella, lo cual me dejó bastante impresionado, pues, a pesar de que aquella bebida distaba bastante de mi amado licor de fuego, empezaba a sentirme mareado para ese punto. Ella fue a quién le correspondió estrenar la ultima botella, por lo que cuando me la pasó yo solo sonreí y le dí otro trago. Notaba como el alcohol afectaba un poco mi percepción, pero no estaba preparado para rendirme todavía. Aún así, toda esa bebida empezaba a traerme visiones de la chica cuando se estaba bañando en el lago ¿Es que nunca iba a olvidarme de eso?
Sacudí la cabeza con fuerza y le entregué la botella, intentando disimular los extraños pensamientos que empezaban a nublarme la cabeza ¿Realmente el alcohol podía tener esa clase de efectos en mí? Eso realmente me hizo sentir estúpido, debí haber planeado mejor aquella competencia. Observé a la chica beber, no pude evitar mirarla con otros ojos cuando el alcohol hubo llegado a mi cabeza al final de la segunda y última botella de hidromiel. Dios, esa humana si era dura de pelar, realmente. Tome la botella vacía y la dejé a un lado, suspirando levemente y luego sonriendole.
- ¿Te encuentras bien, Dét? -No pude evitar tomar un tono algo burlón mientras le hablaba- ¿O es que el alcohol ya se te subió a la cabeza?
Me moví para avivar un poco más el fuego de la hoguera, que ya empezaba a extinguirse con el tiempo ¿Cuanto rato habremos pasado bebiendo? Al parecer más del que había pensado por que Ilea, que alguna vez se había hallado tímidamente oculta entre las montañas, se encontraba ahora justo sobre nuestras cabezas, visible por el tragaluz en medio de la carpa. La luna brillaba con toda su fuerza, tomando un color verde intenso muy difícil de ignorar. Sonreí para mis adentros al verla, para después devolver mi mirada a la joven, observándola con curiosidad.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Los tragos de hidromiel iban y venían, como las miradas. El ambiente era divertido, no iba negarlo. A intervalos, mientras estuvimos lo suficientemente sobrios, la música de flauta y laúd se iban turnando, alegres y divertidas hasta que el alcohol nos izo fallar acordes,liarnos con las letras y tropezar con las notas adecuadas de las canciones, así que la velada siguió hasta que apuramos la ultima gota de la segunda botella de hidromiel.
¿Te encuentras bien, Dét? ¿O es que el alcohol ya se te subió a la cabeza?
Sentía la cabeza embotada y los sentidos se me confundían, pero seguía estando lo suficientemente lúcida para controlar mis actos, aunque cuando terminara de subirseme el hidromiel no podría decir lo mismo. Las mejillas se me habían encendido de color y me notaba algo febril por el exceso de alcohol en sangre. Me bajé ligeramente el escote, buscando el fresco de la noche que entraba por el tragaluz y agradeciendo que las brasas de la hoguera produjeran el calor suficiente para no tener frío, una luz suave y ambiental, y no el calor suficiente para matar el aire limpio que entraba. Miré a Eidan y le sonreí, encantadora.
-Yo me encuentro de maravilla... ah...-suspiré dejándome caer sobre las mantas. Si, era agradable el calor de una borrachera después de tanto tiempo. Mis borracheras me animaban, pero no era de esas borrachas que se ríen de todo y se levantan las faldas para provocar a los hombres. Y pensando en provocar hombres.... mis ojos buscaron a Eidan en la semi-oscuridad y le observé en silencio de arriba a abajo. Aunque sabía lo que había debajo de sus pantalones, tenía cierto interés por ver el resto del conjunto sin nada que lo cubriera, en parte por venganza, y en parte por el hidromiel. Era una mujer adulta, y tener necesidades sin saciar desde hace mucho, en plena borrachera, no ayudaba a sofocar mis calores. Me levanté gracilmente y me senté junto a él en sus mantas, colocando las mías junto a las suyas.
-Sabes, Eidan... -comencé a susurrar, observando la piel oscura de su rostro- No pensé que fueras a aguantar tanto, la verdad... tienes la edad de un hombre pero no lo pareces en algunos aspectos...
Alcé una mano y acaricié con suavidad la suave línea de su barbilla, carente de barba alguna, recta y fuerte. Tenía la piel morena caliente debajo de mis dedos, y dejé que la caricia fluyera sinuosa mente hasta su cuello lentamente. No recordaba la última vez que había acariciado así a un hombre, pero sí sabía a quien había sido. Gracias a la borrachera y su artificial felicidad, ni siquiera me acordaba de él, solo tenía ojos para Eidan. Si hubiera estado menos borracha habría pensado que no debía intentar camelarmelo de aquella forma, y que estaba mal, pero a aquellas alturas de la vida me daba igual ya. Tal vez consiguiera borrar de mi mente su recuerdo si sustituía los recuerdos de sus caricias primero...
¿Te encuentras bien, Dét? ¿O es que el alcohol ya se te subió a la cabeza?
Sentía la cabeza embotada y los sentidos se me confundían, pero seguía estando lo suficientemente lúcida para controlar mis actos, aunque cuando terminara de subirseme el hidromiel no podría decir lo mismo. Las mejillas se me habían encendido de color y me notaba algo febril por el exceso de alcohol en sangre. Me bajé ligeramente el escote, buscando el fresco de la noche que entraba por el tragaluz y agradeciendo que las brasas de la hoguera produjeran el calor suficiente para no tener frío, una luz suave y ambiental, y no el calor suficiente para matar el aire limpio que entraba. Miré a Eidan y le sonreí, encantadora.
-Yo me encuentro de maravilla... ah...-suspiré dejándome caer sobre las mantas. Si, era agradable el calor de una borrachera después de tanto tiempo. Mis borracheras me animaban, pero no era de esas borrachas que se ríen de todo y se levantan las faldas para provocar a los hombres. Y pensando en provocar hombres.... mis ojos buscaron a Eidan en la semi-oscuridad y le observé en silencio de arriba a abajo. Aunque sabía lo que había debajo de sus pantalones, tenía cierto interés por ver el resto del conjunto sin nada que lo cubriera, en parte por venganza, y en parte por el hidromiel. Era una mujer adulta, y tener necesidades sin saciar desde hace mucho, en plena borrachera, no ayudaba a sofocar mis calores. Me levanté gracilmente y me senté junto a él en sus mantas, colocando las mías junto a las suyas.
-Sabes, Eidan... -comencé a susurrar, observando la piel oscura de su rostro- No pensé que fueras a aguantar tanto, la verdad... tienes la edad de un hombre pero no lo pareces en algunos aspectos...
Alcé una mano y acaricié con suavidad la suave línea de su barbilla, carente de barba alguna, recta y fuerte. Tenía la piel morena caliente debajo de mis dedos, y dejé que la caricia fluyera sinuosa mente hasta su cuello lentamente. No recordaba la última vez que había acariciado así a un hombre, pero sí sabía a quien había sido. Gracias a la borrachera y su artificial felicidad, ni siquiera me acordaba de él, solo tenía ojos para Eidan. Si hubiera estado menos borracha habría pensado que no debía intentar camelarmelo de aquella forma, y que estaba mal, pero a aquellas alturas de la vida me daba igual ya. Tal vez consiguiera borrar de mi mente su recuerdo si sustituía los recuerdos de sus caricias primero...
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Permanecía sentado en mis mantas mientras miraba fijamente a la luna, sintiendo como el alcohol subía poco a poco a mi cabeza, junto con un sonrojo en mis mejillas. Había tardado, pero el alcohol empezaba a hacer de las suyas en mi cabeza. Decidí que lo mejor sería tratar de dormir, y olvidarme del asunto de la borrachera antes de que fuera tarde, pero Déteka parecía tener otros planes. Sentí su voluptuosa figura acomodada junto a mí, dejando sus mantas a un lado de las mías ¿Que planeaba? Desvié mi mirada hacia ella, mirándola de arriba a abajo, no pude evitar fijarme lo bajo de su escote y la mirada seductora que tenía ¿Acaso lo hacía a proposito? ¿Quería hacerme una broma o algo así? Estaba tan mareado que la verdad esta vez iba a dejarla hacer.
- Sabes, Eidan... -Su voz susurrante me hizo estremecer por completo- No pensé que fueras a aguantar tanto, la verdad... tienes la edad de un hombre pero no lo pareces en algunos aspectos..
Pensé en responder, pues no iba a permitir que se burlara así de mí. Pero la caricia en mi rostro me hizo callar de inmediato, como un parche en medio de los labios. Cerré los ojos levemente mientras le dejaba hacer, acariciando suavemente la mano de la chica y volteandome lentamente hacia ella mientras deslizaba mi mano por su cuello y su mentón... ¿Que rayos me estaba pasando? No lo sabía, la verdad el alcohol siempre había tenido ese efecto en mí, me dejaba sin deseos de protestar a casi nada, a menos que se tratara de algo demasiado violento. Suspiré levemente y sonreí con serenidad, mirando a la chica a los ojos como era mi costumbre.
- Podría decir lo mismo de tí, Déteka... -Comenté, tranquilo- Fue una agradable sorpresa ver que puedes aguantar un poquito de alcohol en la sangre
Aunque no iba a mencionar que podía notar lo afectada que se notaba por tanto alcohol, por alguna razón la borrachera me ponía más maduro y más serio, y no tenía deseos de pelear con ella... al menos no por ahora. En cambio solo la observé con disimulo mientras acariciaba su cuello suavemente. Su cabello, sus ojos, toda ella me atraía de una forma... extraña, algo que no había sentido antes. Lo medité unos segundos, y de pronto todas aquellas miradas de antes empezaban a cobrar sentido... Aunque no terminaba de explicarme por que ella haría algo como eso antes de todo aquello. Como sea, no tenía ganas de pensar, ni hacer nada... o quizás una cosa sí, pero no iba a ser yo quién tomara la iniciativa. Mi mano se deslizó por su mentón antes de que yo me recostara en mis mantas, dedicándole una mirada seductora casi sin darme cuenta, para luego fijar mi vista en el fuego.
- Recuéstate conmigo un rato ¿Quieres? ... -Le susurré, como si fuera una invitación-
- Sabes, Eidan... -Su voz susurrante me hizo estremecer por completo- No pensé que fueras a aguantar tanto, la verdad... tienes la edad de un hombre pero no lo pareces en algunos aspectos..
Pensé en responder, pues no iba a permitir que se burlara así de mí. Pero la caricia en mi rostro me hizo callar de inmediato, como un parche en medio de los labios. Cerré los ojos levemente mientras le dejaba hacer, acariciando suavemente la mano de la chica y volteandome lentamente hacia ella mientras deslizaba mi mano por su cuello y su mentón... ¿Que rayos me estaba pasando? No lo sabía, la verdad el alcohol siempre había tenido ese efecto en mí, me dejaba sin deseos de protestar a casi nada, a menos que se tratara de algo demasiado violento. Suspiré levemente y sonreí con serenidad, mirando a la chica a los ojos como era mi costumbre.
- Podría decir lo mismo de tí, Déteka... -Comenté, tranquilo- Fue una agradable sorpresa ver que puedes aguantar un poquito de alcohol en la sangre
Aunque no iba a mencionar que podía notar lo afectada que se notaba por tanto alcohol, por alguna razón la borrachera me ponía más maduro y más serio, y no tenía deseos de pelear con ella... al menos no por ahora. En cambio solo la observé con disimulo mientras acariciaba su cuello suavemente. Su cabello, sus ojos, toda ella me atraía de una forma... extraña, algo que no había sentido antes. Lo medité unos segundos, y de pronto todas aquellas miradas de antes empezaban a cobrar sentido... Aunque no terminaba de explicarme por que ella haría algo como eso antes de todo aquello. Como sea, no tenía ganas de pensar, ni hacer nada... o quizás una cosa sí, pero no iba a ser yo quién tomara la iniciativa. Mi mano se deslizó por su mentón antes de que yo me recostara en mis mantas, dedicándole una mirada seductora casi sin darme cuenta, para luego fijar mi vista en el fuego.
- Recuéstate conmigo un rato ¿Quieres? ... -Le susurré, como si fuera una invitación-
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Los ojos de Eidan se resbalaban por mi figura, pastosos, como si el alcohol comenzara a dejar una ligera pizca de realidad que no sabía como encajar en su tierna inocencia. No pude evitar sonreír al verlo así, puede que estuviera borracha pero era perfectamente consciente de lo que hacía, aunque, realmente, si no hubiera estado borracha ya estaría durmiendo solita al otro lado del fuego. Pero aquella noche deseaba algo más que el fuego para calentarme la cama.
Verle abrir la boca para no decir nada me hizo saber que tenía razón. Me sorprendió gratamente que respondiera la caricia, con una mano oscura sobe la mía y la otra imitando mi gesto. Me hizo sonreír ver como cerraba los ojos, como un gato al que estuvieran mimando después de llenarle la panza. Nosotros nos la habíamos llenado bastante bien a base de alcohol. Era agradable recibir una caricia que no parecía buscar nada más que el mero contacto físico de piel contra piel. Tenía los dedos suaves, también los callos que las cuerdas del laúd debían dejarle en las yemas de los dedos eran suaves, solo que la piel era ligeramente más endurecida. "¿Se habrá cortado alguna vez con una cuerda?" No pude evitar pensar, en medio de la ebria confusión, mirando sus manos.
Le miré a los ojos y no pude evitar reírme como una tonta al verlo tan serio.
Podría decir lo mismo de tí, Déteka...Fue una agradable sorpresa ver que puedes aguantar un poquito de alcohol en la sangre
Solté otra alegre carcajada acercándome un poco a él, gateando sobre las gruesas mantas para acortar la distancia entre nosotros.
-¿Realmente piensas que no parezco un hombre en algunos aspectos? No se si debería ofenderme o sentirme alagada- Dije aún con los labios sonrientes Tú también has aguantado bien
Me acomodé a su lado, dejándome acariciar. Con mis ojos seguía su mirada, intentado averiguar que era lo que pensaba. ¿Se habría dado cuenta por fin de que desde que habíamos empezado a beber había estado intentando provocar sus más bajos instintos? Aunque he de admitir que al principio hubiera sido por la mera diversión de ver a alguien tan inocente en semejante tesitura, ahora lo único que quería era satisfacer mis bajos instintos.
Recuéstate conmigo un rato ¿Quieres? ...
Su mirada seductora me pareció muy bonita, pero se veía que no la usaba muy a menudo, y eso me encantó. Dejé que se tumbara, observándolo en silencio en la semi-penumbra de la tienda. Me acerqué a él, gateando de nuevo, pero en vez de tumbarme a su lado, dejé que mi camino se sobrepusiera a su cuerpo, metiéndome debajo de las mantas, rozando con las rodillas y las manos su cuerpo mientras avanzaba. Con el vestido levantado hasta los muslos, me senté suavemente sobre su cuerpo, y no sobre el estómago, precisamente. Lo agarré por la ropa y lo alcé con suavidad. Mis brazos rodearon su cuello de una forma encantadora, mientras le sonreía de la misma manera. La posición de los brazos me juntaba los pechos, que rozaban su cuerpo con la tela de la ropa interponiéndose entre nosotros. Ladeé la cabeza ligeramente a un lado y mi nariz encontró la piel morena de sus mejillas. Le miré a los ojos con una sonrisa segura y atractiva.
-No, ahora mismo no quiero estar tumbada - Le susurré, dejando que mi aliento dulce acariciada su boca, una cortés invitación para que quitara los escasos centímetros que separaban mis labios, y los suyos.
Verle abrir la boca para no decir nada me hizo saber que tenía razón. Me sorprendió gratamente que respondiera la caricia, con una mano oscura sobe la mía y la otra imitando mi gesto. Me hizo sonreír ver como cerraba los ojos, como un gato al que estuvieran mimando después de llenarle la panza. Nosotros nos la habíamos llenado bastante bien a base de alcohol. Era agradable recibir una caricia que no parecía buscar nada más que el mero contacto físico de piel contra piel. Tenía los dedos suaves, también los callos que las cuerdas del laúd debían dejarle en las yemas de los dedos eran suaves, solo que la piel era ligeramente más endurecida. "¿Se habrá cortado alguna vez con una cuerda?" No pude evitar pensar, en medio de la ebria confusión, mirando sus manos.
Le miré a los ojos y no pude evitar reírme como una tonta al verlo tan serio.
Podría decir lo mismo de tí, Déteka...Fue una agradable sorpresa ver que puedes aguantar un poquito de alcohol en la sangre
Solté otra alegre carcajada acercándome un poco a él, gateando sobre las gruesas mantas para acortar la distancia entre nosotros.
-¿Realmente piensas que no parezco un hombre en algunos aspectos? No se si debería ofenderme o sentirme alagada- Dije aún con los labios sonrientes Tú también has aguantado bien
Me acomodé a su lado, dejándome acariciar. Con mis ojos seguía su mirada, intentado averiguar que era lo que pensaba. ¿Se habría dado cuenta por fin de que desde que habíamos empezado a beber había estado intentando provocar sus más bajos instintos? Aunque he de admitir que al principio hubiera sido por la mera diversión de ver a alguien tan inocente en semejante tesitura, ahora lo único que quería era satisfacer mis bajos instintos.
Recuéstate conmigo un rato ¿Quieres? ...
Su mirada seductora me pareció muy bonita, pero se veía que no la usaba muy a menudo, y eso me encantó. Dejé que se tumbara, observándolo en silencio en la semi-penumbra de la tienda. Me acerqué a él, gateando de nuevo, pero en vez de tumbarme a su lado, dejé que mi camino se sobrepusiera a su cuerpo, metiéndome debajo de las mantas, rozando con las rodillas y las manos su cuerpo mientras avanzaba. Con el vestido levantado hasta los muslos, me senté suavemente sobre su cuerpo, y no sobre el estómago, precisamente. Lo agarré por la ropa y lo alcé con suavidad. Mis brazos rodearon su cuello de una forma encantadora, mientras le sonreía de la misma manera. La posición de los brazos me juntaba los pechos, que rozaban su cuerpo con la tela de la ropa interponiéndose entre nosotros. Ladeé la cabeza ligeramente a un lado y mi nariz encontró la piel morena de sus mejillas. Le miré a los ojos con una sonrisa segura y atractiva.
-No, ahora mismo no quiero estar tumbada - Le susurré, dejando que mi aliento dulce acariciada su boca, una cortés invitación para que quitara los escasos centímetros que separaban mis labios, y los suyos.
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
No me sorprendió en lo más mínimo que se me acercara de esa manera, y la verdad es que no tenía experiencia en ello. De todas maneras, le dejé hacer, mientras mis manos se deslizaban lentamente por su cuello y bajaban por su cuerpo desde su nuca hasta llegar a su espalda baja a medida que ella se movía, dejándome levantar con cuidado por ella y rodeándola por la cadera para pegarla un poco más a mí. Sentía toda su piel ardiente, su cálido ser tan cerca del mío, aunque no podía evitar desear el tenerla aún más cerca de mí... Mis manos se deslizaron suavemente por su espalda, rozando en ocasiones los muslos desnudos de la chica, mientras mi mirada seguía fija en aquellos ojos azules como zafiros...
- No, ahora mismo no quiero estar tumbada - Dijo ella mientras sus labios se acercaban más a los míos. Su respuesta tampoco me sorprendía-
Sentí su dulce aliento en mis labios... Olía a alcohol, a hidromiel, pero no era solo eso... Había algo más en ella, algo extraño y atrayente. No cabía duda que lo hacía a propósito, no necesitaba estar sobrio para darme cuenta de ello a estas alturas de la vida, pero la verdad es que ya no tenía la más mínima importancia. Ya no planeaba seguir resistiéndome, el arrepentimiento vendría después. Ahora quería disfrutar el momento, el alcohol me hacía más seguro de mis decisiones. Con suavidad me acerqué a sus labios, besándolos primero suavemente, sintiendo su sabor entre amargo y dulce, y luego agregando más pasión a medida que avanzaba el tiempo, acariciando lentamente su espalda. Apegandome más a su cuerpo. Me sentía extrañamente estúpido en ese momento, sabía que para la chica esto no sería nada, a pesar de que dentro de mí... las cosas ahora mismo eran un caos.
De todas maneras le seguí el juego, y las caricias continuaron hasta que finalmente terminamos abajo de las sábanas, dejando que nuestra pasión ardiera al máximo, aunque en este caso hubiera estado meramente avivada por una noche de alcohol y música. Aquello duró una noche entera, una noche en la que no tuve conciencia de mi mismo hasta que los rayos del primer sol empezaron a salir suavemente por la mañana. Un solido "Bark" me despertó, mientras me frotaba los ojos con el brazo libre... ¿Brazo libre? Ladeé la cabeza suavemente, mientras las cosas se movían a mi alrededor con fuerza, y a penas podía reconocer nada gracias al fulgor del astro rey en la mañana. Fue entonces cuando me percaté que sostenía a una desnuda Déteka por la cintura con el brazo derecho, que dormía plácidamente a mi lado. Lo único que nos cubría a ambos eran nuestras mantas... aquello era lo único que ocultaba la crudeza de la escena de los ojos curiosos de varios animales apostados en la entrada, entre ellos un ave gigantesca. Casi podría jurar que sonreía con sorna mientras nos veía, antes de retirarse junto a los demas.
- ... Carajo... ¿Ahora que carajo hice?...
Susurré para mis adentros mientras cerraba los ojos y me acurrucaba a un lado del piel de la chica. Olía a alcohol y a algo más, y su cuerpo estaba tan tibio que la verdad me era demasiado agradable estar a su lado... pero no, no podía ser. Tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido aquella noche, pero preferiría no decirle nada a la chica... seguro que ella se burlaría de mí, o peor, me asesinaría por aprovecharme de ella en un momento de debilidad... Cerré los ojos y me acurruqué un poco más, fingiendo que dormía antes que ella se diera cuenta que desperté primero. Deseé que hubiera sido solo un sueño descabellado, no quería que mi primera vez hubiera sido estando borracho, y con una persona que no me quería tener cerca...
- No, ahora mismo no quiero estar tumbada - Dijo ella mientras sus labios se acercaban más a los míos. Su respuesta tampoco me sorprendía-
Sentí su dulce aliento en mis labios... Olía a alcohol, a hidromiel, pero no era solo eso... Había algo más en ella, algo extraño y atrayente. No cabía duda que lo hacía a propósito, no necesitaba estar sobrio para darme cuenta de ello a estas alturas de la vida, pero la verdad es que ya no tenía la más mínima importancia. Ya no planeaba seguir resistiéndome, el arrepentimiento vendría después. Ahora quería disfrutar el momento, el alcohol me hacía más seguro de mis decisiones. Con suavidad me acerqué a sus labios, besándolos primero suavemente, sintiendo su sabor entre amargo y dulce, y luego agregando más pasión a medida que avanzaba el tiempo, acariciando lentamente su espalda. Apegandome más a su cuerpo. Me sentía extrañamente estúpido en ese momento, sabía que para la chica esto no sería nada, a pesar de que dentro de mí... las cosas ahora mismo eran un caos.
De todas maneras le seguí el juego, y las caricias continuaron hasta que finalmente terminamos abajo de las sábanas, dejando que nuestra pasión ardiera al máximo, aunque en este caso hubiera estado meramente avivada por una noche de alcohol y música. Aquello duró una noche entera, una noche en la que no tuve conciencia de mi mismo hasta que los rayos del primer sol empezaron a salir suavemente por la mañana. Un solido "Bark" me despertó, mientras me frotaba los ojos con el brazo libre... ¿Brazo libre? Ladeé la cabeza suavemente, mientras las cosas se movían a mi alrededor con fuerza, y a penas podía reconocer nada gracias al fulgor del astro rey en la mañana. Fue entonces cuando me percaté que sostenía a una desnuda Déteka por la cintura con el brazo derecho, que dormía plácidamente a mi lado. Lo único que nos cubría a ambos eran nuestras mantas... aquello era lo único que ocultaba la crudeza de la escena de los ojos curiosos de varios animales apostados en la entrada, entre ellos un ave gigantesca. Casi podría jurar que sonreía con sorna mientras nos veía, antes de retirarse junto a los demas.
- ... Carajo... ¿Ahora que carajo hice?...
Susurré para mis adentros mientras cerraba los ojos y me acurrucaba a un lado del piel de la chica. Olía a alcohol y a algo más, y su cuerpo estaba tan tibio que la verdad me era demasiado agradable estar a su lado... pero no, no podía ser. Tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido aquella noche, pero preferiría no decirle nada a la chica... seguro que ella se burlaría de mí, o peor, me asesinaría por aprovecharme de ella en un momento de debilidad... Cerré los ojos y me acurruqué un poco más, fingiendo que dormía antes que ella se diera cuenta que desperté primero. Deseé que hubiera sido solo un sueño descabellado, no quería que mi primera vez hubiera sido estando borracho, y con una persona que no me quería tener cerca...
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
El alcohol me hervía en las venas, calentando mi cuerpo y turbando mi mente, y la pasión parecía más intensa que nunca en el pequeño mundo bajo las sábanas mientras nos consumíamos en el fuego ardiente de probar el uno al otro, tocarlo, hacernos uno. Ni la luz de las lunas podía alumbrarnos mientras viajaban por el cielo, lentas, como mudos testigos de nuestros actos, de nuestros bajos deseos, ahogados en hidromiel. Cuando los brazos del sueño me abrazaron hasta que se me cerraron los ojos de puro cansancio, con el cuerpo febril y satisfecho, me dejé llevar tranquilamente, sin pensar en nada en concreto, ya dejaría para mañana el arrepentimiento...
Y lo último que vi fueron sus ojos rojos, como brasas ardiendo en el lecho de una hoguera. "Como los de Alex....." Y me dormí con aquel pensamiento triste y amargo, dejando que la melancolía alcohólica se desatara en los sueños.
Los tres soles fueron ganándoles terreno a las lunas en el cielo, borrando una a una las estrellas de la bóveda celeste, imponiendo su luz dorada y cálida. Los rayos de sol me besaron la piel desnuda, y el calor me hizo abrir los ojos con suavidad. Miré a mi alrededor, desorientada, hasta que reconocí la tela de la tienda, los bultos de mis bártulos en una esquina y mi vestido de gasa roja a mis pies. No necesitaba mirar para saber que debajo de la sábana no llevaba ni la más esencial de mis prendas, que probablemente fuera mi cinturón con mi espada, pero era demasiado agradable estar allí. Las mantas reflejaban mi calor y el de Eidan, creando una atmósfera cálida, agradable y dulce. Alcé los brazos y me estiré, como un gato desperezándose después de una siesta. Los músculos de mi cuerpo se tensaron unos segundos, y después dejé que la placentera sensación que producían al relajarse me invadiera. Me giré entre los brazos de Eidan, que me rodeaban la cintura mientras dormía. Sonreí de lado y le besé la nariz.
-Buenos días. -Murmuré despues de unos segundos en silencio, tiempo suficiente para percatarme de que su respiración no era lo rítmica y pausada que debía de ser. Y de que su cuerpo de hombre ya tenía lo que algunos llamaban "el efecto de las mañanas". Le besé la nariz antes de incorporarme y volver a estirarme. Me levanté del lecho dejando que la sábana se resbalara por mi cuerpo, abandonándolo en la cama. La mañana de invierno era fresca, y el frío se me pego a la piel. Y aunque la desnudez no me preocupaba demasiado, me puse el vestido sobre el cuerpo. Me rasqué la cabeza mientras buscaba alguna bota o botella con agua, y algo que llevarme al estómago, beber tanto anoche y la actividad me había dado un hambre atroz.- ¿Quieres desayunar?
Y lo último que vi fueron sus ojos rojos, como brasas ardiendo en el lecho de una hoguera. "Como los de Alex....." Y me dormí con aquel pensamiento triste y amargo, dejando que la melancolía alcohólica se desatara en los sueños.
Los tres soles fueron ganándoles terreno a las lunas en el cielo, borrando una a una las estrellas de la bóveda celeste, imponiendo su luz dorada y cálida. Los rayos de sol me besaron la piel desnuda, y el calor me hizo abrir los ojos con suavidad. Miré a mi alrededor, desorientada, hasta que reconocí la tela de la tienda, los bultos de mis bártulos en una esquina y mi vestido de gasa roja a mis pies. No necesitaba mirar para saber que debajo de la sábana no llevaba ni la más esencial de mis prendas, que probablemente fuera mi cinturón con mi espada, pero era demasiado agradable estar allí. Las mantas reflejaban mi calor y el de Eidan, creando una atmósfera cálida, agradable y dulce. Alcé los brazos y me estiré, como un gato desperezándose después de una siesta. Los músculos de mi cuerpo se tensaron unos segundos, y después dejé que la placentera sensación que producían al relajarse me invadiera. Me giré entre los brazos de Eidan, que me rodeaban la cintura mientras dormía. Sonreí de lado y le besé la nariz.
-Buenos días. -Murmuré despues de unos segundos en silencio, tiempo suficiente para percatarme de que su respiración no era lo rítmica y pausada que debía de ser. Y de que su cuerpo de hombre ya tenía lo que algunos llamaban "el efecto de las mañanas". Le besé la nariz antes de incorporarme y volver a estirarme. Me levanté del lecho dejando que la sábana se resbalara por mi cuerpo, abandonándolo en la cama. La mañana de invierno era fresca, y el frío se me pego a la piel. Y aunque la desnudez no me preocupaba demasiado, me puse el vestido sobre el cuerpo. Me rasqué la cabeza mientras buscaba alguna bota o botella con agua, y algo que llevarme al estómago, beber tanto anoche y la actividad me había dado un hambre atroz.- ¿Quieres desayunar?
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
Mantuve los ojos cerrados todo el tiempo, intentando parecer sereno aunque en mi interior todo parecía un caos total. Podía recordar lo que pasó anoche, pero solo por partes ¿Cuanto tiempo llevaba sin pasar por una cosa como esta? Nunca había bebido hasta este punto, al menos no con una humana... Me sentía nervioso y algo inseguro, pues no estoy realmente convencido de si lo que tengo en la cabeza son recuerdos o meras alucinaciones alcohólicas ¿Por que Déteka se habría ido conmigo a la cama? Yo creo que con suerte puede mirarme sin sentirse enfadada o algo peor. Estaba pensando en ello cuando sentí sus tersos labios sobre mi nariz, y un leve sonrojo apareció en mis mejillas mientras le oía saludarme. Supongo que podía tomar eso como una confirmación de lo que había pasado anoche, de otro modo ella no habría reaccionado de forma tan apacible ¿Verdad? A menos que ella tampoco lo recuerde... Aunque creo que pensar en cosas así sería una conclusión obvia luego de verse yaciendo desnuda conmigo entre sus sabanas... ¿O entre las mías? La verdad ya era difícil saberlo a estas alturas.
Abrí lentamente los ojos para verle alejarse, su cuerpo desnudo resplandecía ante la luz de los soles en la mañana. Podía notar el cansancio en sus movimientos y su respiración, pero a pesar de todo seguía tan hermosa como la primera vez que la vi. No pude evitar sonreír para mis adentros, incorporándome y estirando los brazos y las piernas unos momentos, intentando despertar. Necesitaba agua, comida y... bueno, creo que eso era todo por el momento. Me sentía extrañamente satisfecho ¿Sería por lo de anoche? Siendo mi primera vez, la verdad es que no estaba seguro de que podría esperar. Por el momento preferí no pensar en ello, ni decir palabra, no quería hacerme ilusiones ni mucho menos sacar conclusiones que no eran. No quería que la humana pensara mal de mí, digo, peor de lo que ya debería pensar. Me acerqué con tranquilidad a ella, sin preocuparme por no llevar nada puesto, después de todo ella ya me había visto totalmente desnudo ¿Valía la pena avergonzarme a estas alturas?
- ¿Quieres desayunar? -Comentó ella, ya vestida y buscando entre las cosas. Seguramente tenía tanta hambre como yo-
- Creo que saldré al río un rato y luego comeré, si quieres no me esperes y comete algo, debes tener un hambre atroz y lo más probable es que vuelva con un conejillo o algo así -Le comenté sonriendo tranquilo, besando su mejilla por impulso, casi sin darme cuenta, antes de alejarme hacia mis cosas-
Necesitaba enfriar mis ideas un poco, ademas de que me sentiría algo incomodo si salía el tema de "¿Que pasó anoche?" en el desayuno, así que preferí ignorar el hambre y ponerme la capa para salir un rato fuera de la carpa. Respiré profundamente el aire fresco, llenando mis pulmones con aquel aroma a vegetación que tanto me había cautivado en esta región, y luego empecé a caminar hacia el bosque, con la mente totalmente en blanco hasta llegar a la cascada. El recuerdo de ayer me sacó una sonrisa llena de sorna, aunque al mismo tiempo me preocupaba un poco que la imagen de la chica desnuda todavía turbara mi cabeza. Sin darme oportunidad de reflexionarlo más, me despojé de la prenda y me senté bajo el flujo de agua fría, cerrando los ojos y apretando los dientes hasta que mi piel ardiente se acostumbrada a ella. Una vez allí, no pude disimular más el miedo que empezaba a brotar en mi cabeza. En el fondo le tenía un poco de miedo a la humana, por que todo esto era demasiado nuevo y brusco para mí. Quizás me estaba involucrando demasiado en todo esto...
Abrí lentamente los ojos para verle alejarse, su cuerpo desnudo resplandecía ante la luz de los soles en la mañana. Podía notar el cansancio en sus movimientos y su respiración, pero a pesar de todo seguía tan hermosa como la primera vez que la vi. No pude evitar sonreír para mis adentros, incorporándome y estirando los brazos y las piernas unos momentos, intentando despertar. Necesitaba agua, comida y... bueno, creo que eso era todo por el momento. Me sentía extrañamente satisfecho ¿Sería por lo de anoche? Siendo mi primera vez, la verdad es que no estaba seguro de que podría esperar. Por el momento preferí no pensar en ello, ni decir palabra, no quería hacerme ilusiones ni mucho menos sacar conclusiones que no eran. No quería que la humana pensara mal de mí, digo, peor de lo que ya debería pensar. Me acerqué con tranquilidad a ella, sin preocuparme por no llevar nada puesto, después de todo ella ya me había visto totalmente desnudo ¿Valía la pena avergonzarme a estas alturas?
- ¿Quieres desayunar? -Comentó ella, ya vestida y buscando entre las cosas. Seguramente tenía tanta hambre como yo-
- Creo que saldré al río un rato y luego comeré, si quieres no me esperes y comete algo, debes tener un hambre atroz y lo más probable es que vuelva con un conejillo o algo así -Le comenté sonriendo tranquilo, besando su mejilla por impulso, casi sin darme cuenta, antes de alejarme hacia mis cosas-
Necesitaba enfriar mis ideas un poco, ademas de que me sentiría algo incomodo si salía el tema de "¿Que pasó anoche?" en el desayuno, así que preferí ignorar el hambre y ponerme la capa para salir un rato fuera de la carpa. Respiré profundamente el aire fresco, llenando mis pulmones con aquel aroma a vegetación que tanto me había cautivado en esta región, y luego empecé a caminar hacia el bosque, con la mente totalmente en blanco hasta llegar a la cascada. El recuerdo de ayer me sacó una sonrisa llena de sorna, aunque al mismo tiempo me preocupaba un poco que la imagen de la chica desnuda todavía turbara mi cabeza. Sin darme oportunidad de reflexionarlo más, me despojé de la prenda y me senté bajo el flujo de agua fría, cerrando los ojos y apretando los dientes hasta que mi piel ardiente se acostumbrada a ella. Una vez allí, no pude disimular más el miedo que empezaba a brotar en mi cabeza. En el fondo le tenía un poco de miedo a la humana, por que todo esto era demasiado nuevo y brusco para mí. Quizás me estaba involucrando demasiado en todo esto...
Invitado- Invitado
Re: Alto en el camino, orillas del Iveron (Eidan y Déteka)
No pude evitar soltar una carcajada cuando se sonrojo ante el contacto de mis labios en su naricilla. "Primerizos..." Pensé divertida para mi misma. Y a pesar de ser primerizo parecía que el pudor se le había volatilizado. Se levantó tan desnudo como su madre lo trajo al mundo, pero con menos sangre, y se acercó a mi, que rebuscaba entre las bolsas algo salado que llevarme a la boca. Con la cantidad de hidromiel que habíamos bebido la noche anterior tenia suficiente azúcar en el cuerpo como para dos semanas sin una sola pizca.
Observé la oscura carne ahumada, que seguramente estaría salada como un demonio y correosa al masticarla, y no me lo pensé mucho antes de optar por otra manzana, verde como los brotes nuevos y ácida. Ya tomaría proteínas más tarde, cuando parasemos a mediodía, o por la noche, tal vez. "No podemos parar a mediodía" Pensé mirando el cielo por el agujero para el humo de la carpa. El circulo se agitaba levemente con la brisa fría, pero los rayos del sol iluminaban ampliamente todo el interior de la tienda. "Es demasiado tarde" Le di un bocado a la manzana, que estaba ácida y dulce. Su fresco y escaso zumo me mojó los labios.
Creo que saldré al río un rato y luego comeré, si quieres no me esperes y comete algo, debes tener un hambre atroz y lo más probable es que vuelva con un conejillo o algo así
Estaba distraída cuando sus labios oscuros me tocaron la mejilla. Atónita, no supe que decir, y cuando salió de la tienda ya fue demasiado tarde. Me dejé caer sobre mis posaderas sobre las mantas, mirando con los ojos perdidos allá donde se había marchado. Un hocico oscuro con la trufa negra y brillante de humedad se asomó entre las telas, con sus ojos dorados buscándome.
-Lindalote, conmigo -le ordené. El lobo entró en sinuoso silencio y se sentó a mi lado. Era casi tan alto como yo.- Este chico se está equivocando...-le murmuré en voz baja. El bocado de manzana se me había atragantado, amargo, cuando lo tragué antes de hablarle al lupino animal.
Apoyé la espalda en su tupido pelaje oscuro, olía a almizcle y a tierra mojada. La boca le olía a sangre y a huesos roídos, debía haber estado cazando durante la noche. Cuando le acaricié el morro la sangre reseca se desprendió del morro. Me lamió la mejilla y le sonreí, como si aquello pudiera borrar el casto beso que me había dejado Eidan pegado a la piel. Le di otro bocado a la mazana, que crujió en mi silencio. No quería herir a Eidan, pero tendría que dejarle las cosas claras. El sexo había sido simple sexo... Suspiré y me levanté.
-No tenemos tiempo que perder, nos quedan un par de días de viaje. - Dije para mi misma, desprendiéndome de las sedas y buscando la fuerza y la seguridad del cuero, el filo de la espalda. Lindalote se levantó también y salió corriendo por la colina alegremente, descansado, con energías para seguir. Salí de la tienda mientras me ataba el corsé, ya ataviada con mi camisa y mis pantalones.
-¡Tú! Moviendo el culo que estamos perdiendo tiempo de travesía- Le grité a Eidan.
Observé la oscura carne ahumada, que seguramente estaría salada como un demonio y correosa al masticarla, y no me lo pensé mucho antes de optar por otra manzana, verde como los brotes nuevos y ácida. Ya tomaría proteínas más tarde, cuando parasemos a mediodía, o por la noche, tal vez. "No podemos parar a mediodía" Pensé mirando el cielo por el agujero para el humo de la carpa. El circulo se agitaba levemente con la brisa fría, pero los rayos del sol iluminaban ampliamente todo el interior de la tienda. "Es demasiado tarde" Le di un bocado a la manzana, que estaba ácida y dulce. Su fresco y escaso zumo me mojó los labios.
Creo que saldré al río un rato y luego comeré, si quieres no me esperes y comete algo, debes tener un hambre atroz y lo más probable es que vuelva con un conejillo o algo así
Estaba distraída cuando sus labios oscuros me tocaron la mejilla. Atónita, no supe que decir, y cuando salió de la tienda ya fue demasiado tarde. Me dejé caer sobre mis posaderas sobre las mantas, mirando con los ojos perdidos allá donde se había marchado. Un hocico oscuro con la trufa negra y brillante de humedad se asomó entre las telas, con sus ojos dorados buscándome.
-Lindalote, conmigo -le ordené. El lobo entró en sinuoso silencio y se sentó a mi lado. Era casi tan alto como yo.- Este chico se está equivocando...-le murmuré en voz baja. El bocado de manzana se me había atragantado, amargo, cuando lo tragué antes de hablarle al lupino animal.
Apoyé la espalda en su tupido pelaje oscuro, olía a almizcle y a tierra mojada. La boca le olía a sangre y a huesos roídos, debía haber estado cazando durante la noche. Cuando le acaricié el morro la sangre reseca se desprendió del morro. Me lamió la mejilla y le sonreí, como si aquello pudiera borrar el casto beso que me había dejado Eidan pegado a la piel. Le di otro bocado a la mazana, que crujió en mi silencio. No quería herir a Eidan, pero tendría que dejarle las cosas claras. El sexo había sido simple sexo... Suspiré y me levanté.
-No tenemos tiempo que perder, nos quedan un par de días de viaje. - Dije para mi misma, desprendiéndome de las sedas y buscando la fuerza y la seguridad del cuero, el filo de la espalda. Lindalote se levantó también y salió corriendo por la colina alegremente, descansado, con energías para seguir. Salí de la tienda mientras me ataba el corsé, ya ataviada con mi camisa y mis pantalones.
-¡Tú! Moviendo el culo que estamos perdiendo tiempo de travesía- Le grité a Eidan.
Invitado- Invitado
Temas similares
» Camino a Dingra [Priv. Déteka, Darkhal, Eidan] (FINALIZADO)
» Un alto en el camino
» A orillas del Awa... [RC]
» A las afueras de Nambre ~Casa de Déteka Lark~
» Susurros negros en el desierto - Eidan el juglar
» Un alto en el camino
» A orillas del Awa... [RC]
» A las afueras de Nambre ~Casa de Déteka Lark~
» Susurros negros en el desierto - Eidan el juglar
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.