Entre árboles {Irkan y Eliwood}

Acabo de dejar atrás a Eno, Sasha y compañía, sigo mi camino hacia Awa.
Comienzo a verlo a lo lejos, el gran bosque donde si tengo suerte encontraré lo que yo quiero.
Los árboles comienzan a rodearme y cruzo la barrera que mantiene al bosque protegido. Otra vez en casa, o al menos una parte de mi ya que la otra pertenece a Kas-Thar.
Voy paseando con Luck a mi lado, es un paisaje precioso, ya no lo recordaba, hacia años que no pasaba por aquí.
Me paro al lado de un árbol y lo admiro como si fuera Wina o incluso Aldun. Me abrazo a él, al principio está frío debido a la humedad, pero comienza a calentarse tanto que tengo que separarme de él.
-¿Pero qué...?
El árbol se ha quemado y quedado marchito en cuestión de segundos.
Cuando quiero darme cuenta estoy rodeada de árboles de color negro todos marchitos. Sin vida.
Rompo a llorar al ver tal devastación y saco el arco para matar a quien quiera que esté haciendo tal cosa.
Ve una especie de feérico, mejor dicho, un silfo. Me mira detenidamente, sonrie y se esfuma delante de mis ojos. Lo vuelvo a ver, esta vez más alejado pero no dudo ni un segundo por lo que le lanzo un hechizo de fuego que lo quema vivo, pero este como si no hubiera pasado nada vuelve a reírse y desaparecer.
Monto sobre Luck y salgo de aquel lugar tan... horroroso.
Me quedo dormida y tengo pesadillas en las que estoy dentro de una prisión de ramas, cada vez se hace más pequeña hasta que me asfixia y se quema llevándome con ella, la última imagen que veo es al silfo riéndose de nuevo comiendose a Luck.
-¡Aaaaah..!¿Luck?-digo girándome hacia todas partes.
Cuando lo veo me calmo un poco y no paro de acariciarlo.
Escucho un ruido, como si se hubiera roto una rama o algo por el estilo y cojo el arco dispuesta a disparar en cuanto vea quien es.

Hacía días que había llegado a Awa. No sabía qué había guiado mis pies hasta el añorado verdor del bosque, pero ahora que estaba allí me daba cuenta de cuánto lo había echado de menos. Me dedicaba a vaagarear entre los troncos húmedos, dejando que la luz de sol que se colaba entre el follaje me motease la piel color corteza. Hacía demasiado tiempo que no me sentía como en casa. De pronto, comencé a sentir algo raro, algo que no encajaba en aquel bosque húmedo: calor. Un calor hirviente como no lo había sentido nunca. Me quité la túnica que llevaba, en aquellas condiciones no necesitaba demostrar que era un Archimago, y menos aún con el calor en que me envolvía la túnica.
Metí mi mano en el zurrón Dora Emon que llevaba siempre conmigo y saqué de él unos pantalones finos, verdosos y anchos y unas cintas castañas de las que se desprendían destellos verdes. Me coloqué los pantalones y me los ceñí a la cintura con una de las cintas. Las otras dos las utilicé para mantener la parte del pantalón por debajo del rodilla pegado a mi pierna, para que la tela no se me enredase en los pies. Así, vestido en semejante atuendo que era tan fino y translúcido que parecía que no estuviese, seguí andando por el bosque hasta que comencé a verme rodeado de árboles negros.
Miré a mi alrededor, los ojos abiertos de par en par mientras en el iris verde se mostraba el reflejo de la horrible escena de la que era testigo. Los árboles parecían arder por dentro, desprendiendo un calor insufrible y tornándose negros ante mi aterrorizada presencia. Algunos incluso caían, convertidos en cenizas, reminiscencias de lo que anteño había sido un enorme árbol. Entre los troncos negros me pareció ver una sombra verdosa. Sacudí la cabeza.
Seguí avanzando hasta llegar a un rincón perdido entre los árboles. Allí, entre más troncos y cenizas negras, había una niña, pequeña pero bonita, con el pelo azul enmarcándole la cara. Pero su apariencia inocente no lograba disimular la flecha tensada en su arco, que temblaba de rabia entre sus manos. Me comencé a acercar, preparando entre dientes un conjuro de protección por si disparaba hacia mí. Aparecí en su campo de visión.
-Hola, pequeña -saludé, dulcemente.

Un chico, es un chico eso que hay detrás de la maleza, miro fijamente esperando a que salga o haga ademán de atacarme para soltar mi flecha.
-Hola, pequeña.
-Para empezar, no me llames pequeña y para continuar dime quien eres y que haces aquí.-digo medio asustada medio enfadada.
Me fijo en su rostro, es del color de la corteza de los árboles o algo por el estilo, no es que vea muy bien recién levantada. Su pelo es verde al igual que sus ojos, por lo que imagino que será un feérico.
Sigo ovservándolo durante un largo rato preguntándome quien es, de donde viene, que hace aquí, etc.
Lleva una especie de zurrón del que asoma un extremo de lo que parece una túnica. Es archimago.
Estoy apuntando con una flecha a un archimago. Esto no me suele pasar, podría hacer un hechizo en cualquier instante y matarme o dejarme inconsciente aquí en medio.
Retrocedo unos pasos lentamente deseando que no se de cuenta, creo que estoy temblando.
¿Por qué me pasará esto?-pienso.
Me relajo un poco y dejo de temblar, ¿y ahora qué? ¿le lanzo la flecha o me quedo esperando a que responda?

La chica parece cada vez más confunida e iracunda. No me gusta, en cualquier momento se la podría ir la mano y soltar la flecha. Le sonrío con delicadeza mientras susurro una retahíla de palabras en arcano que hacen que la flecha en su arco vuele hasta mis manos. La señalo con la punta de la saeta.
-Nunca cargues si no vas a disparar -le dije, como diría un mentor-, es como hablar sin pensar, puedes hacer daño a alguien y ni siquiera te darás cuenta.
Me acerco a ella, poco a poco y le tiendo la mano, con la flecha entre dos dedos.
-Por cierto, yo soy Irkan y vengo de estos bosques. Me desvié de mi ruta hacia casa por culpa de esto:
Con un gesto rápido de la muñeca y, todo sea dicho, ayudado por un poco de mi magia, lanzo la flecha hacia uno de los árboles, apareciendo clavada en su corteza negra. Le tiendo ahora la mano vacía.
-¿Y tú quién eres, peq...? -me interrumpo antes de pronunciar la última palabra- ¿Cómo debo llamarte?

La flecha desaparece de mi mano y se coloca en la del chico, si, es mago.
-Y tú-digo respondiendo a su comentario-no deberías ir por ahí cogiendo lo que no es tuyo-digo bromeando con una sonrisa en la cara.
Su nombre es Irkan y como no, es feérico, vamos que mis teorías se cumplen, lo que sigo sin entender es porqué sus ojos no son del todo negros sino, que poseen iris.
Dejo el arco en el suelo y comienza a hablarme, después lanza mi flecha a uno de los árboles marchitos.
-Una auténtica masacre, ni que lo digas, ha sido un silfo lo he visto varias veces y también lo he intentado quemar pero las llamas no le afectaron, muy curioso, la verdad.
Mi nombre es Martah, soy féerica-yan, puedes llamarme Mar, si quieres.-hago una pausa antes de decirle lo que estoy pensando, nose si será correcto, pero lo hago-¿Por qué tus ojos no son del todo negros? Es decir, si eres feérico no deberías tener iris, ¿o me equivoco?

Con que Martah... bonito nombre, nunca lo había oído. La miré mientras refunfuñaba. ¿Un silfo? A lo mejor había algo en el aire que le provocaba alucinaciones, pobre chica. ¿Por qué debería un silfo quemar el bosque? No tenía sentido. ¿Y por qué no eran negros mis ojos? Ah, eso lo sabía responder. Mi voz se tiñó de desprecio cuando respondí:
-Mi padre -tras dieciséis años aún odiaba hablar de él- era humano, aunque lo único que me dejó fueron los ojos, por suerte.
Sonrí, para disimular la amargur de la que se había impregnado mi voz. No quería seguir en aquel claro negro más tiempo. Rodeé a Martah con el brazo derecho y la empujé suavemente.
-Vayamos a la torre de Derbhad, no queda muy lejos, tal vez saben qué está pasando. ¿Qué te parece?

Me habla de su padre, esta vez como enfado por hablar de ello, un humano.
Irkan es un mestizo, un semifeérico, por parte de padre. Eso explica lo de sus ojos. Quiero preguntarle que donde se encuentra ahora su padre, pero decido no hacerlo tal vez y solo tal vez no le guste mucho hablar de él.
-Tienes suerte de haber conocido a tus padres...
Los míos fueron asesinados cuando era pequeña, por lo que no tengo ningún recuerdo de ellos.
Una lágrima cae por mi ojo derecho, intento que no se note, por lo que hago como si me lo rascara para evitar que se fije en ella.
Me pasa un brazo por detrás y me pregunta que si vamos a la torre de Derbhad, por respuesta, cojo el arco, el carcaj y a Luck.
-¿Te apetece ir a caballo?-le digo mientras me subo a Luck y le tiendo una mano con una sonrisa.

-En realidad no conocí a mi padre -dije, aún con amargura-. Soy bastardo, pero da lo mismo -le quité importancia con un gesto de la mano.
Entonces Martah me ofreció ir a caballo. La miré. Me sabía mal rechazarle la invitación, pero me sabía peor cargar tanto al pobre animal, así, aparté su mano delicadamente, le sonreí y le dije:
-Rechazo la oferta. Ve tu a caballo, te seguiré a pie.
Entonces me apartó un poco y espoleo al animal. Cuando veo que ya se está alejando en la dirección correcta, me aplico un sencillo conjuro de velocidad a los pies y me lanzo a la carrera tras ella. Cuando la alcanzo, la miro y le sonrío con gesto infantil.
-¡El último en llegar es un swanit bocarriba! -le grito, invitándola a correr.
Entonces, con un poco más de magia, me lanzo a correr más rápido aún, mientras voy apartando las raíces que sobresalen con un poco de mi poder feérico para no tropezar. Me sentía como un niño "¿Cuándo madurarás, Irkan?" me dije a mi mismo.
La carrera no fue muy larga. Llegamos a la Torre más o menos al mismo tiempo. Me dirigí hacia la enorme entrada y entré al edificio mientras jadeaba para recuperar la respiración. Antes de entrar, me giré y le hice a Martah un gesto apremiante para que me siguiese.

Irkan acaba de rechazar ir a caballo, no entiendo muy bien porqué, pero si no quiere montar que no lo haga.
Mis pensamientos se aclaran cuando lo veo correr y me propone una carrera, acepto al instante y comenzamos.
Cabalgo lo más rápido que puedo por el bosque con alguna que otra rama dándome en la cara. A lo lejos veo la torre y comienzo a cabalgar más rápido, Irkan que de tonto no tiene ni un pelo también va más deprisa, por lo que llegamos a la vez.
-Buena carrera-es lo único que logro decir.
Irkan me hace un gesto para que lo siga, por lo que dejo a Luck fuera.
Me fijo por primera vez en la torre, es gigantesca y muy bonita, aparte de todos lo archimagos que se encuentran dentro, o eso creo. Me siento algo... pequeña.
-¿Hacia donde te dirigías? Me refiero, antes de que pasara lo de los árboles y de encontrarte conmigo, ¿dónde ibas?

Mientras entramos a la torre, Martah me pregunta hacia dónde me dirigía.
-Pues... No sé, supongo que a mi pequeño claro...
Recordé los días que pasé de pequeño jugando en aquel claro de bosque, cerca de los Ojos de Neliam, entrenando, tocando mi ocarina y durmiendo... Aquel pequeño trozo de bosque me traía muchos recuerdos, así que posiblemente mi instinto me estaba llevando allí sin que yo lo pidiese. Las puertas se cerraron detrás de nosotros con un golpe pesado. Antes de aventurarme en la torre, saqué de mi zurrón la túnica de Archimago y me la puse, sintiendo el poder que emanaba aquella pieza de ropa. Esperamos de pie apenas un minuto cuando una mujer mayor entró a recibirnos. Iba encorvada sobre sí misma, con la mirada triste y arrugas marcadísimas. Me di cuenta de que llevaba una mano vendada. Con la otra mano, de dedos largos y huesudos, nos indicó que la siguieramos.
Nos guio por pasadizos de la torre, pasadizos que conocía muy bien de cuando estudiaba allí. Pero algo se veía raro, algunas paredes estaban agrietadas, los libros estaban tirados por el suelo. Y sobretodo, no había nadie. Aquella falta de gente le daba a la torre un aspectro lúgubre y sombrío, de alguna forma hasta aterrador. Poco a poco, fuimos llegando a la parte más alta de la torre. Entramos en una sala que estaba completamente a oscuras. La vieja encendió un pequeño fuego que se quedó suspendido en el aire, mostrando lo que las sombras ocultaban. Allí sí que había gente.
Acurrucados en las paredes, temblando y gimoteando; tirados en el suelo; de pie, vigilando a los más pequeños. Había mantas blancas en las que reposaban un buen número de aprendices con heridas y cortes profundos que los demás hechiceros trataban de curar.
-¿Q-qué ha pasado aquí? -musité, completamente confundido.
La anciana movió sus esqueléticos dedos suavemente y el fuego que había encendido comenzó a tomar varias formas. Me fijé en que no llevaba la típpica túnica verde de Derbhad sino la roja de Awinor. Volví a centrar mi mirada en las llamas que, crepitantes, mostraban una figura alta y recta: la Torre. De repente, pequeños puntos se alzaron alrededor de la torre. Los miré con atención, eran hadas y silfos, moldeados tan perfectamente en las llamas que parecían reales, pieles ardientes rojas y doradas. Entonces, vi algo nacer junto a la torre. Delgado y largo, creciente, serpenteante. La mujer murmuró una palabra en arcano: "Rama". Las ramas llameantes envolvieron la torre en un abrazo letal, feérico, entrando sus brotes por las ventanas. Miré de nuevo a los heridos, a los aprendices asustados, a los hechiceros calmando los ánimos. ¿Qué estaba pasando allí? Miré a la mujer con ojos suplicantes, implorándole una respuesta. Pero ella parecía haberlo dicho todo. Sin decir nada.

Entramos y una anciana nos recibe, es algo... extraña, es arrugada y en su cara percato que está asustada. Todo tipo de luces están apagadas, solo hay una pequeña vela encendida en la mano de la anciana. Encuentro cosas de todo tipo tiradas por el suelo, lápices, rocas, libros y... algún que otro cuerpo. El que logro ver lo está retirando una mujer, creo que está llorando, pero no logro dibujar bien su rostro en la oscuridad.
Me pego un poco más a Irkan, no sé a donde nos guía la mujer, pero tengo algo de miedo.
¿Qué habrá pasado?-le susurro a Irkan.
Ahora nos lleva hacia unas escaleras, más bien pasadizos, eran muchos, si ahora mismo me dijera que volviera a fuera, me perdería.
Al fin llegamos a una puerta, esta se abre sin apenas tocarla, por lo que imagino que es algún hechizo o que hay alguien detrás. Entramos a una sala en la que se encuentra mucha gente, la mayoría adulta, aunque también hay muchos jóvenes, de los cuales ,lo más pequeños lloran.
Irkan pregunta que ha pasado y la anciana nos muestra unas imágenes en al hoguera.
Es horrible-se me escapa.
Escucho un fuerte y sonoro ruido que me hace volver a la realidad. Dejo de mirar el fuego y me levanto rápidamente para ayudar, pero la puerta no se abre. Estamos encerrados.

Cuanda la anciana nos acabó de mostrar las imágenes, un potente ruido suena fuera de la sala en la que estábamos. Me dirijí hacia la puerta corriendo. Cuando la intenté abrir me dí cuenta de que estaba bloqueada. Entre varios de los allí encerrados comenzamos a empujar la puerta. La mayoría estaban tan agotados que no podían usar su magia, así que tras un rato de esfuerzo en el que solo logramos abrir una rendija lo suficiente mente grande para que grava y polvo nos cayese encima les ordené que se apartaran. Parecía ser que requeriría algo más que los esfuerzos de todos nosotros, tan acostumbrados a servirnos de nuestra magia que nuestro cuerpo a duras penas tenía fuerza.
Me alejé de la puerta unos pasos y me giré para encararme de nuevo a las láminas de gruesa madera. Extendí un brazo y pronuncié con solemnidad unas palabras en arcano. Poco a poco fui tejiendo una marña de hechizos que colapsó la puerta y las rocas que la habían bloqueado, dejando solo escombros, polvo y astillas. Y entre toda la confusión, una pequeña figura alada sonriendo con malicia.

Todos intentaban ayudar, pero aquello seguía sin moverse, hasta que Irkan pronuncia un hechizo que hace "explotar" por decirlo así todas las rocas que bloquean la puerta, todo queda en escombros, no veo casi nada, pero si que me fijo en una cosa, una especie de arpía o algo por el estilo, miro a Irkan y él también la ha visto, me vuelvo de nuevo hacia la figura que tengo delante de mi y esta me sonríe, sin pensarlo le lanzo una flecha que esquiva al instante.
Lanzo una segunda, pero nada, sigue ahí parada como si nada. Se abalanza sobre mi e intento crear una barrera mágica, pero no me da tiempo, por lo que me golpea fuertemente en el pecho. Caigo unos metros más hacia atrás golpeándome con restos de rocas, estoy llena de escombros y piedras, pero no dudo en preparar otra flecha, las cuento, solo hay diez, no llevo más encima, no debería desperdiciarlas así.
Miro con cara preocupante a Irkan antes de caer al suelo, con la cabeza sangrando en medio de aquel caos. Lo último que veo antes de desmayarme es a niños y de más corriendo por la sala y a la criatura atacando a todo aquel que se le pone por delante. A continuación comienzo a ver borroso y el color negro invade mi mente. Logro ver una pequeña luz al fondo, soy yo, con mis padres, el día antes de su muerte. Grito y corro hacie ellos, pero no logro llamar su atención, las imágenes de su muerte aparecen y no puedo hacer anda por ayudarles.