1er turno,Críptico juego {Evento,Grupo 5

Me hice a un lado con sorpresa, no tenía tiempo de contrarrestar mi propio rayo y a duras penas tuve un momento para desvairlo con una mísera protección. Aunque no llegó a tocarme, el impacto contra mi hechizo escudo me dejó sin aliento un rato. De repente, los ojos comenzaron a cerrarseme y me propiné un bofetón a mí mismo que restalló por todo el improvisado campo de batalla. Los ojos se me volvieron a abrir enseguida. Cuando las lagañas desaparcieron, vi como la primera de las flechas de aira volaba hacia el shek con precisión milimétrica. Actué instintivamente, sin tener en cuenta que ahora tenía una genial oportunidad de vencer, y lancé un hechizo ígneo que quemó tres flechas de Aira antes de que tocaran al shek, pero nunca me di cuenta de que había disparado una cuarta.

Intenté recuperar el tiempo perdido creando un hechizo que emblandeció el suelo bajo los pies de Aira hasta que esta quedó hundida hasta las caderas. En esa posición, lancé una roca de dos metros de diámetro hacia ella (con magia, obviamente).

La espada que me lanzó Aira estalló en llamas con un estruendo insoportable. Caí al suelo unos cuantos metros más allà lejos de mis compañeros. Los oídos me pitaban, sentí calor y picores horribles por todo el cuerpo. Apenas quedaba nada de mi ropa, unos retazos de pantalón para cubrirme las vergüenzas y tiras de tela que se habían quedado pegadas a la carne, pero eso no era lo que más me preocupaba. Mi piel se había desvanecido en el lado izquierdo del pecho y parte del abdomen. Mi pierna derecha tenía quemaduras por la parte interior y la izquierda se mostraba completamente en carne viva. Las heridas supuraban un líquido transparente y sangre en las más profundas.

El agudo y estridente pitido seguía chillándome en la oreja. Levanté mi brazo derecho, que tal vez fuese la única parte de mi cuerpo sin ninguna quemadura y me palpé la oreja con las yemas de los dedos. Cuando alcé la mano para que quedase a mi vista vi que me salía sangre de la oreja. Me pareció raro no haber notado el calor de la sangre antes, pero, con todo el cuerpo ardiendo como lo tenía, incluso un dragón me hubiese pasado desapercibido aunque se me hubiese sentado encima.

Me levanté como pude. Agradecí no tener los pies quemados, aunque ya no quedaba ni rastro de la mitada de las botas, la planta de los pies había quedado intacta. Suspiré y me fui acercando poco a poco a mis compañeros. Cada paso era un infierno, cuando apoyaba el pie derecho notaba como si mil agujas de fuego se me clavasen en la pierna sin piedad. El cuerpo entero parecía febril, como si estuviese bañándome en las llamas de una forja. Si en aquel momento me golpeaban lo suficientemente bien, sentía que podrían convertirme en un arma como cualquiera. Seguí avanzando. De vez en cuando me sentía a punto de soltar un aullido de dolor, pero no iba a sonar débil frente a los enemigos.

Aquel insistente pitido me seguía ocupando el oído, impidiendo que oyese nada más. Los últimos pasos fueron la peor tortura. Sentía que la carne se despegaba un poco más del hueso con cada uno de los últimos pasos. Me dejé caer sobre mis compañeros. Cuando mi carne entró en contacto con su cuerpo, sentí que me despedazaban con un espada ígnea y, esta vez sí, aullé de dolor mientras un lágrmia caí de mi ojo derecho. Me di cuenta entonces de que mi ojo izquierdo estaba muerto. Con un último esfuerzo, liberé mis últimas fuerzas para transportarnos a todos al lugar más cercano en que podía pensar, la Torre de Drackwen.

Cuando me vi seguro entre los muros de piedra, cerré el ojo y perdí el conocimiento.


Off Rol: ¿Abro tema en la Torre o lo tiene que abrir Ambientación?