Asuntos turbios [libre]
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Asuntos turbios [libre]
La feérica llegó al pequeño páramo que le habían indicado. Llevaba una capa de color pardo sobre los hombros, cubriéndole todo el cuerpo hasta casi los pies, donde se podían divisar unas botas de viaje desgastadas. Su paso era ligero, enérgico, como si le impulsara un fuego interior. Debajo de la capa llevaba una armadura ligera, y a la espalda una espada de empuñadura plateada. Lo poco que se podía apreciar de su naturaleza eran los mechones de pelo verde oscuro que le caían por la capucha, derramándose sobre su pecho. Sus ojos negros estaban ocultos tras la capucha, que tan solo dejaba ver su pequeña nariz y su boca, que mostraba una expresión seria. La chica llevaba días viajando por aquellas tierras de humanos y estaba agotada. Si no le habían indicado mal, no debería tardar mucho en llegar a su destino: la casa de los que la habían contratado como mercenaria. La joven había pasado su vida como tal, pero nunca había tratado con algo así: asesinatos en serie. Había sido contratada para ayudar en muchas tareas, para acabar con animales molestos, pero... Para algo así, nunca. Aunque los asesinatos precisamente no estuviesen muy alejados de su pasado. El asesinato de sus padres cuando a penas era una niña, justo delante de sus ojos, había dejado una profunda herida en su alma que todavía no había parado de sangrar. El ansia de venganza la movía constantemente para descubrir la identidad de los asesinos de sus padres, de quienes la habían dejado sola.
Porque Aile siempre estaba así, sola.
Al rato, cuando el primero de los soles comenzaba a caer, llegó a su destino. Llamó a la puerta con suavidad, indicando quién era previamente. Le abrió la puerta un humano alto, fornido, de piel curtida por una vida dura. La miró algo desconfiado, y Aile le devolvió la mirada dejando caer la capucha de la capa hacia atrás, dejando ver su rostro completamente. El largo pelo verde le caía en ondas sobre los hombros, resbalándose por su pecho y espalda. Sus ojos completamente negros y aquellos rasgos finos dejaban ver su naturaleza, pero su piel blanca daba a entender que no era completamente feérica. El hombre la miró, dudoso, pero finalmente se hizo a un lado y la dejó pasar. Aile entró a la cabaña sin quitarse aun la capa. Posiblemente, y aunque la hubiesen contratado para aquello, daría algo de mala impresión ver a una persona que, además de aquella imponente espada, iba con armadura y dagas.
Porque Aile siempre estaba así, sola.
Al rato, cuando el primero de los soles comenzaba a caer, llegó a su destino. Llamó a la puerta con suavidad, indicando quién era previamente. Le abrió la puerta un humano alto, fornido, de piel curtida por una vida dura. La miró algo desconfiado, y Aile le devolvió la mirada dejando caer la capucha de la capa hacia atrás, dejando ver su rostro completamente. El largo pelo verde le caía en ondas sobre los hombros, resbalándose por su pecho y espalda. Sus ojos completamente negros y aquellos rasgos finos dejaban ver su naturaleza, pero su piel blanca daba a entender que no era completamente feérica. El hombre la miró, dudoso, pero finalmente se hizo a un lado y la dejó pasar. Aile entró a la cabaña sin quitarse aun la capa. Posiblemente, y aunque la hubiesen contratado para aquello, daría algo de mala impresión ver a una persona que, además de aquella imponente espada, iba con armadura y dagas.
Aile Lunnai- Nigromante
- Mensajes : 678
Puntos : 361
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 28
Localización : tss a saber ewê
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Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
Trabaja de: mercader
Pertenece a: Es neutral
Re: Asuntos turbios [libre]
El camino sigue a oscuras y mis pasos ya empiezan a sonar cansados, aunque no bajo el ritmo. La noche me está alcanzando. Miro alrededor y empiezo a silbar, deslizando la mirada entre los árboles que bordean la senda. El silencio es casi sepulcral, tan intenso que mis pasos suenan incluso sobre la tierra llana -y eso que mis botas de piel han tenido mucho tiempo para suavizarse a lo largo de mis viajes. No es un sendero demasiado antiguo... Yo, al menos, no lo conozco.
Me pregunto si encontraré la cabaña con facilidad, o si tendré que hacer algunas averiguaciones. No me importa tener que hablar con la gente, pero mi curiosidad sigue encendida. ¡Asesinatos! Aún me sorprende estar caminando solo, pero la feérica parecía tener prisa. No había tenido tiempo para esperar a que arreglara mis asuntos antes de marcharnos, de modo que se había adelantado, sin dejar más que unas cuantas indicaciones bastante básicas. Una cabaña en el páramo... En aquel momento supuse que sería fácil de encontrar, e intenté darme prisa en salir al camino. Pasos rápidos, y la mente perdida en la aventura... la historia de mi vida. El recuerdo de mi hogar me mantiene despierto, siempre pensando en aprovechar el tiempo al máximo antes de volver... Porque pienso volver. Llevaré a casa la espada de la familia y le hablaré a mi madre de todo lo que he visto, y del secreto que lleva mi herencia.
Por fin, parece que he llegado al sitio indicado. Respiro fuerte, apoyando las manos en las rodillas, cansado del paso rápido que he mantenido durante el camino, y dejo caer la bolsa a un lado durante unos momentos. Mientras recupero el aliento, escudriño el lugar. Parece una cabaña muy poco extraordinaria, y mi sentido de la aventura ve apagados sus ánimos por la decepción. Ni siquiera hay perros de caza guardando la entrada. Me encojo de hombros y suspiro. ¡En fin!
Recojo la bolsa, echándomela al hombro a la vez que hago mi camino hasta la puerta. Una vez allí, ladeo la cabeza y cuadro los hombros antes de llamar a la puerta con los nudillos. Tengo que esperar unos segundos antes de oír voces amortiguadas a través de la madera, y finalmente el sonido de unos pasos pesados se acercan. La puerta se entreabre, y compongo una sonrisa de oreja a oreja, en contraste con el gesto ceñudo del tipo que ha abierto. No parece hacerle mucha gracia, pero carraspeo y voy al grano:
-Vengo con la feérica. Impresionante, ¿verdad? He venido corriendo. Ella puede decírtelo -intento echar un vistazo por encima de su hombro, buscando a mi "compañera"-. ¿Está por ahí o he ido más rápido de lo que pensaba?
Me pregunto si encontraré la cabaña con facilidad, o si tendré que hacer algunas averiguaciones. No me importa tener que hablar con la gente, pero mi curiosidad sigue encendida. ¡Asesinatos! Aún me sorprende estar caminando solo, pero la feérica parecía tener prisa. No había tenido tiempo para esperar a que arreglara mis asuntos antes de marcharnos, de modo que se había adelantado, sin dejar más que unas cuantas indicaciones bastante básicas. Una cabaña en el páramo... En aquel momento supuse que sería fácil de encontrar, e intenté darme prisa en salir al camino. Pasos rápidos, y la mente perdida en la aventura... la historia de mi vida. El recuerdo de mi hogar me mantiene despierto, siempre pensando en aprovechar el tiempo al máximo antes de volver... Porque pienso volver. Llevaré a casa la espada de la familia y le hablaré a mi madre de todo lo que he visto, y del secreto que lleva mi herencia.
Por fin, parece que he llegado al sitio indicado. Respiro fuerte, apoyando las manos en las rodillas, cansado del paso rápido que he mantenido durante el camino, y dejo caer la bolsa a un lado durante unos momentos. Mientras recupero el aliento, escudriño el lugar. Parece una cabaña muy poco extraordinaria, y mi sentido de la aventura ve apagados sus ánimos por la decepción. Ni siquiera hay perros de caza guardando la entrada. Me encojo de hombros y suspiro. ¡En fin!
Recojo la bolsa, echándomela al hombro a la vez que hago mi camino hasta la puerta. Una vez allí, ladeo la cabeza y cuadro los hombros antes de llamar a la puerta con los nudillos. Tengo que esperar unos segundos antes de oír voces amortiguadas a través de la madera, y finalmente el sonido de unos pasos pesados se acercan. La puerta se entreabre, y compongo una sonrisa de oreja a oreja, en contraste con el gesto ceñudo del tipo que ha abierto. No parece hacerle mucha gracia, pero carraspeo y voy al grano:
-Vengo con la feérica. Impresionante, ¿verdad? He venido corriendo. Ella puede decírtelo -intento echar un vistazo por encima de su hombro, buscando a mi "compañera"-. ¿Está por ahí o he ido más rápido de lo que pensaba?
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
La feérica miró durante unos instantes la cabaña a la que había entrado. No parecían llevar unas condiciones de vida muy salubres por lo que se podía advertir, y la mirada de los allí presentes era igual de turbia que el ambiente de aquel sitio. Había unos cinco hombres contando con el que le había abierto la puerta; uno de ellos tenía una larga cicatriz que le cruzaba la cara de un extremo a otro, pasando entre sus ojos. Otros dos permanecían en un rincón, bajo la protección de las sombras, hablando en susurros. Había otro que se mantenía mirando a la recién llegada, de pelo negro recogido hacia atrás, con una expresión desconfiada, observándola apoyado desde la pared del fondo de la estancia. Cuando el primero hubo cerrado la puerta, se colocó al lado del último. Por lo que parecía, eran todos humanos. El de la cicatriz señaló una silla que había en la mesa que se hallaba en el centro de la habitación.- Toma asiento.- Le ofreció, pero Aile negó con la cabeza.-No, gracias.- ''Prefiero quedarme donde estoy'' Pensó, incómoda.
Un silencio que parecía no terminarse se adueñó del lugar. Aile seguía en pie, con los brazos cruzados, mirando expectante a los allí presentes. Los dos extraños del rincón seguían a lo suyo, dirigiéndole de vez en cuando miradas desconfiadas a la feérica, que en algún momento que otro les devolvió la mirada, fría y certera como el hielo. No le gustaban esos tipos. El hombre que le había abierto la puerta seguía junto a su compañero, notablemente algo nervioso, mientras que el de la cicatriz parecía estar pensando en otras cosas. Aile no sabía cuánto tiempo más podría soportar aquello. Que le dijesen qué era lo que pasaba y contra quién la enviaban, y punto. Todo lo demás sobraba. Bajó la cabeza, incómoda, haciendo que el pelo le cayese hacia delante, cubriéndole la cara y dándole un aire sombrío.
Como si alguno de los dioses la hubiese escuchado, su compañero apareció por la puerta con buenos ánimos. La feérica agradeció interiormente que hubiese terminado aquel tenso silencio. Se volvió hacia su nuevo compañero, al cual no conocía aun, mirándolo de reojo a través de su pelo, que cubría un lado de su cara, dejando ver tan solo uno de sus ojos. Parecía humano, pero en su interior parecía latir el corazón del desierto, ¿sangre yan? Además de la intuición que no había tenido más remedio que desarrollar, sus estudios como hechicera le permitían percibir algo de la naturaleza de los que la rodeaban. Sí, era algo que uno no se podría imaginar viendo el aspecto de la chica, quién no aparentaba ser una maga en ninguno de los aspectos. Pero había tenido la suerte de encontrarse con un unicornio años atrás, y decidió aprovechar el don que le había otorgado, aunque realmente a penas usase la magia. ¿Quién se resistía al sonido que producía el chocar del acero?
El hombre que le abrió la puerta, el mismo de antes, le hizo un gesto al chico para que entrara y miró hacia afuera antes de cerrar la puerta.- Siéntate si quieres.- Le ofreció, señalando la mesa.- Bien, parece que ya estamos todos...-Dijo el de la cicatriz.- Hacedme en favor de sentarse... por favor.- Dijo con una mirada peligrosa. Aile estrechó los párpados y no tomó asiento hasta que ninguno de aquellos extraños lo hubo hecho.- Bien.- Prosiguió el de la cicatriz.- Voy a ir al grano: hay alguien que ha estado atacando a las familias de la zona, como creo que deberíais saber ya. Ha matado ya a tres cabezas de familia, un niño pequeño y su madre. No sabemos qué busca; lo único que sabemos es que no podemos seguir así. Y aquí entráis en juego vosotros. Decidme, ¿qué pensáis al respecto?- El hombre colocó los codos sobre la mesa y entrecruzó los dedos de la mano, apoyando la barbilla en ellos, mirando tanto al yan como a la feérica. Le dirigió una mirada a la chica, subestimándola.- Estás a tiempo de echarte atrás.- Aile entrecerró los párpados y le dirigió una mirada fulminante, sin mediar palabra. Si la estaba subestimando por ser mujer, estaba cometiendo un grave error.
Un silencio que parecía no terminarse se adueñó del lugar. Aile seguía en pie, con los brazos cruzados, mirando expectante a los allí presentes. Los dos extraños del rincón seguían a lo suyo, dirigiéndole de vez en cuando miradas desconfiadas a la feérica, que en algún momento que otro les devolvió la mirada, fría y certera como el hielo. No le gustaban esos tipos. El hombre que le había abierto la puerta seguía junto a su compañero, notablemente algo nervioso, mientras que el de la cicatriz parecía estar pensando en otras cosas. Aile no sabía cuánto tiempo más podría soportar aquello. Que le dijesen qué era lo que pasaba y contra quién la enviaban, y punto. Todo lo demás sobraba. Bajó la cabeza, incómoda, haciendo que el pelo le cayese hacia delante, cubriéndole la cara y dándole un aire sombrío.
Como si alguno de los dioses la hubiese escuchado, su compañero apareció por la puerta con buenos ánimos. La feérica agradeció interiormente que hubiese terminado aquel tenso silencio. Se volvió hacia su nuevo compañero, al cual no conocía aun, mirándolo de reojo a través de su pelo, que cubría un lado de su cara, dejando ver tan solo uno de sus ojos. Parecía humano, pero en su interior parecía latir el corazón del desierto, ¿sangre yan? Además de la intuición que no había tenido más remedio que desarrollar, sus estudios como hechicera le permitían percibir algo de la naturaleza de los que la rodeaban. Sí, era algo que uno no se podría imaginar viendo el aspecto de la chica, quién no aparentaba ser una maga en ninguno de los aspectos. Pero había tenido la suerte de encontrarse con un unicornio años atrás, y decidió aprovechar el don que le había otorgado, aunque realmente a penas usase la magia. ¿Quién se resistía al sonido que producía el chocar del acero?
El hombre que le abrió la puerta, el mismo de antes, le hizo un gesto al chico para que entrara y miró hacia afuera antes de cerrar la puerta.- Siéntate si quieres.- Le ofreció, señalando la mesa.- Bien, parece que ya estamos todos...-Dijo el de la cicatriz.- Hacedme en favor de sentarse... por favor.- Dijo con una mirada peligrosa. Aile estrechó los párpados y no tomó asiento hasta que ninguno de aquellos extraños lo hubo hecho.- Bien.- Prosiguió el de la cicatriz.- Voy a ir al grano: hay alguien que ha estado atacando a las familias de la zona, como creo que deberíais saber ya. Ha matado ya a tres cabezas de familia, un niño pequeño y su madre. No sabemos qué busca; lo único que sabemos es que no podemos seguir así. Y aquí entráis en juego vosotros. Decidme, ¿qué pensáis al respecto?- El hombre colocó los codos sobre la mesa y entrecruzó los dedos de la mano, apoyando la barbilla en ellos, mirando tanto al yan como a la feérica. Le dirigió una mirada a la chica, subestimándola.- Estás a tiempo de echarte atrás.- Aile entrecerró los párpados y le dirigió una mirada fulminante, sin mediar palabra. Si la estaba subestimando por ser mujer, estaba cometiendo un grave error.
Aile Lunnai- Nigromante
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Re: Asuntos turbios [libre]
El ambiente dentro de la cabaña es absolutamente deprimente. Los cinco tipos mantienen una expresión que parece tallada en piedra a golpes de martillo, sin ningún pulido de por medio. Me giro hacia el que me ha abierto la puerta, arqueando las cejas.
-¿Qué me dices, nos echamos unos bailes para animar la noche? Me entran ganas de llorar con vuestras caras largas.
El tipo me mira como si le hubiera escupido una araña en la cara, y asumo que es un caso perdido. Suspiro, poniendo los ojos en blanco.
-Eres el alma de la fiesta, ¿no te lo han dicho nunca?
No me responde, pero no espero a que lo haga, sino que reposo una mano en el cinto y me dirijo hacia mi compañera. Al llegar a ella le dedico una sonrisa alentadora, sin tratar de ocultar mis alegres expectativas hacia la aventura. Le palmeo el hombro en señal de compañerismo, y ya que el tipo de la cicatriz parece insistir en que tomemos asiento, arrastro un taburete hasta la mesa cercana. Poco a poco, el resto de los presentes se van posicionando en círculo alrededor. Los escudriño con los brazos cruzados sobre la mesa y la barbilla apoyada en ellos. ¡Bueno! Al menos parecen unos matones de campeonato. Me sorprende sobremanera que hayan decidido pedir ayuda, en primer lugar... pero, ¿a gente como nosotros? No parecen tener en mucha consideración a mi compañera, así que ¿por qué acudir a ella? Miro de arriba abajo al par de tipos más cercanos a mí, y decido que desconfío de ellos. A pesar de ello, la amenaza de peligro me anima más que asustarme. Sonrió de nuevo, de oreja a oreja.
-Bien- Prosiguió el de la cicatriz, recorriendo a todo el grupo con la mirada seria-. Voy a ir al grano: hay alguien que ha estado atacando a las familias de la zona, como creo que deberíais saber ya. Ha matado ya a tres cabezas de familia, un niño pequeño y su madre. No sabemos qué busca; lo único que sabemos es que no podemos seguir así. Y aquí entráis en juego vosotros.
Decidme, ¿qué pensáis al respecto? -Sin esperar a que respondamos, mira a la feérica y le suelta:- Estás a tiempo de echarte atrás.
Nueva sorpresa. Me incorporo y echo el cuerpo hacia atrás en la silla, componiendo una expresión de sarcástica incredulidad. No puedo evitar soltar una carcajada del mismo tono, y me pongo en pie, incapaz de estar quieto mucho tiempo. Los tipos me lanzan miradas asesinas, pero me pongo a dar pasos sin rumbo por la habitación, con las manos en las caderas.
-Por los Seis, ¿os habéis mirado? Podríais echar abajo una casa con esos brazos. Tenéis pinta de haber arrasado un pueblo antes de desayunar -hago una teatral mueca de terror y me detengo, girando en seco hacia el de la cicatriz. Extiendo los brazos hacia él, señalándolo-. ¡Y no solo queréis proteger uno, sino que nos llamáis a NOSOTROS para hacerlo! ¿Habláis de asesinatos? ¡Bueno, con vuestro aspecto, ese es exactamente vuestro terreno! -Suelto una risa despreciativa y me acerco al tipo, bajando mi tono de voz y mostrando una sonrisa brillante, pero peligrosa- Y ahora desprecias las habilidades de la guerrera a la que has contratado y que, si me permites decírtelo, podría hacerte morder el polvo sin siquiera pestañear. Se nota que no te hacemos gracia, pero no te has sorprendido al vernos. Así que no eres tú quien nos quiere aquí, o esto es más extraño de lo que nos habéis contado. Así que, amigo, ¿qué diablos está pasando?
-¿Qué me dices, nos echamos unos bailes para animar la noche? Me entran ganas de llorar con vuestras caras largas.
El tipo me mira como si le hubiera escupido una araña en la cara, y asumo que es un caso perdido. Suspiro, poniendo los ojos en blanco.
-Eres el alma de la fiesta, ¿no te lo han dicho nunca?
No me responde, pero no espero a que lo haga, sino que reposo una mano en el cinto y me dirijo hacia mi compañera. Al llegar a ella le dedico una sonrisa alentadora, sin tratar de ocultar mis alegres expectativas hacia la aventura. Le palmeo el hombro en señal de compañerismo, y ya que el tipo de la cicatriz parece insistir en que tomemos asiento, arrastro un taburete hasta la mesa cercana. Poco a poco, el resto de los presentes se van posicionando en círculo alrededor. Los escudriño con los brazos cruzados sobre la mesa y la barbilla apoyada en ellos. ¡Bueno! Al menos parecen unos matones de campeonato. Me sorprende sobremanera que hayan decidido pedir ayuda, en primer lugar... pero, ¿a gente como nosotros? No parecen tener en mucha consideración a mi compañera, así que ¿por qué acudir a ella? Miro de arriba abajo al par de tipos más cercanos a mí, y decido que desconfío de ellos. A pesar de ello, la amenaza de peligro me anima más que asustarme. Sonrió de nuevo, de oreja a oreja.
-Bien- Prosiguió el de la cicatriz, recorriendo a todo el grupo con la mirada seria-. Voy a ir al grano: hay alguien que ha estado atacando a las familias de la zona, como creo que deberíais saber ya. Ha matado ya a tres cabezas de familia, un niño pequeño y su madre. No sabemos qué busca; lo único que sabemos es que no podemos seguir así. Y aquí entráis en juego vosotros.
Decidme, ¿qué pensáis al respecto? -Sin esperar a que respondamos, mira a la feérica y le suelta:- Estás a tiempo de echarte atrás.
Nueva sorpresa. Me incorporo y echo el cuerpo hacia atrás en la silla, componiendo una expresión de sarcástica incredulidad. No puedo evitar soltar una carcajada del mismo tono, y me pongo en pie, incapaz de estar quieto mucho tiempo. Los tipos me lanzan miradas asesinas, pero me pongo a dar pasos sin rumbo por la habitación, con las manos en las caderas.
-Por los Seis, ¿os habéis mirado? Podríais echar abajo una casa con esos brazos. Tenéis pinta de haber arrasado un pueblo antes de desayunar -hago una teatral mueca de terror y me detengo, girando en seco hacia el de la cicatriz. Extiendo los brazos hacia él, señalándolo-. ¡Y no solo queréis proteger uno, sino que nos llamáis a NOSOTROS para hacerlo! ¿Habláis de asesinatos? ¡Bueno, con vuestro aspecto, ese es exactamente vuestro terreno! -Suelto una risa despreciativa y me acerco al tipo, bajando mi tono de voz y mostrando una sonrisa brillante, pero peligrosa- Y ahora desprecias las habilidades de la guerrera a la que has contratado y que, si me permites decírtelo, podría hacerte morder el polvo sin siquiera pestañear. Se nota que no te hacemos gracia, pero no te has sorprendido al vernos. Así que no eres tú quien nos quiere aquí, o esto es más extraño de lo que nos habéis contado. Así que, amigo, ¿qué diablos está pasando?
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
La feérica tuvo que llevarse la mano a la boca, en un gesto disimulado, para poder evitar reírse a carcajadas por la respuesta de su compañero. Observó de reojo la reacción de aquellos hombres al escuchar lo del baile. Oh vamos, espero que nadie fuese capaz de negar que aquellas caras eran para retratarlas. Una leve risa se escapó de los labios de Aile cuando el hombre le dijo a aquel tipo que era el alma de la fiesta. Realmente, parecía el más normal; tal vez por eso lo habían colocado para recibir a las visitas. Lo miró un poco confusa ante aquella confianza cuando le palmeó el hombro, pero no dijo nada. Le agradeció con una sonrisa aquel gesto de compañerismo, y más en aquella situación tan tensa. El aire se notaba cargado, podría decirse que se podía hasta cortar con un cuchillo.
La feérica lo observó mientras se sentaba por el rabillo del ojo, atenta a sus rápidos movimientos. Sí, sin duda, sangre yan. No pudo evitar que una sonrisa ladina tomara forma en su rostro; le caían bien los tipos con carácter fuerte y respuestas irónicas a pie de cañón. Volvió de nuevo sus ojos negros hacia todos los allí presentes. Ciertamente, era una situación extraña. Ninguno de ellos parecía indefenso, y, sin embargo, habían recurrido a ayuda exterior. Aile le volvió a dirigir una mirada asesina al tipo de la cicatriz. No le gustaba ni un pelo. Apoyó los codos sobre la mesa, entrecruzando los dedos de las manos, y apoyando el mentón sobre ellos, en un gesto que denotaba confianza en sí misma. Observó, uno a uno, a los hombres que les habían contratado. A pesar de aquella apariencia fuerte, parecían estar realmente asustados. ¿Qué pasaría allí? ¿Qué habría oculto tras todo aquello? A la chica le gustaban los enigmas, pero tampoco le gustaba jugar a la heroína enfrentándose a algo que no sabía qué era.
Aile miró a su compañero, sorprendida, cuando éste se levantó sin previo aviso tras las palabras del tipo de la cicatriz. Lo miró con los ojos completamente abiertos, atónita. Vio cómo los demás le lanzaban miradas amenazadoras, por lo que instintivamente se preparó para defenderse. No sabía cómo podían reaccionar. Siguió por el rabillo del ojo a su compañero, que comenzó a pasearse por la habitación. Aile entrecerró los ojos; su compañero tenía razón, aquellos tipos no tenían pinta de estar indefensos. Detrás de aquellas turbias miradas se escondía algo. Desde su asiento y con mirada sombría, Aile alzó la voz.- Mi compañero tiene razón.- Sentenció con un tono áspero.- No voy a jugarme el cuello por algo que no me han dejado claro. Ni siquiera sabemos qué nos ofrecéis a cambio de hacer qué, ¿en qué demonios pensáis?- Se levantó y se colocó al lado del yan, y al girarse dejó que la capa se abriera y mostrase las armas que portaba. ¿Tal vez una silenciosa amenaza?
No pudo evitar sonreír cuando su compañero la defendió. Le dirigió una mirada cómplice, agradeciéndole en silencio que confiase en ella. Se cruzó de brazos y miró al tipo de la cicatriz, que los observaba con los puños apretados, como si estuviera conteniéndose para saltar sobre ellos y matarlos. Los dos tipos que estaban al fondo se revolvieron, incómodos. ¿Había dado en el clavo el yan? Parecía ser que sí, que aquella gente ocultaba algo.- Hablad.- La voz de Aile sonó autoritaria. No iba a permitir ni una sola réplica o excusa. Finalmente, el hombre que había abierto la puerta le colocó una mano en el hombro al tipo de la cicatriz y le dijo: -Déjame que yo hable.- Aile le dirigió una mirada de desconfianza. El hombre dejó escapar un suspiro cansado y comenzó a hablar. La mirada amenazadora había desaparecido de sus ojos; ahora sólo había un leve rastro de tristeza.- Para empezar, y como muestra de que confío en vosotros, me presentaré: mi nombre es Noctis. Os hemos comentado que han matado ya a varias personas, ¿verdad?- Comentó. La chica asintió con tranquilidad, esperando que la explicación continuase.- La mujer y el niño al que han matado eran mi familia. Mi esposa y mi único hijo.- Sus hombros se encogieron un poco, como reprimiendo un sollozo. Una mirada compasiva de reflejó en los ojos de la feérica, que tuvo que recordarse a sí misma que aquel no era momento de mostrar ese tipo de emociones.- No os alarméis, no pretendo dar lástima. Os preguntaréis, ''¿qué es lo que está detrás de éstos asesinatos?'' ¿Me equivoco? Es normal, yo en vuestra situación también lo haría... Perdonadnos... os debemos una explicación.
Todos se removieron, incómodos. El tal Noctis prosiguió con su explicación.- No somos precisamente personas inocentes. Cómo parecéis haber captado, aceptamos cualquier tipo de encargos con tal de mantener a nuestras familias. Vivimos en una pequeña aldea a una media hora a pie... Todos los hombres de allí nos dedicábamos hace unos meses a lo mismo: comerciábamos con un grupo muy extraño, no puedo negar que resultaban sospechosos, pero en aquellos momentos poco nos importaba. Vestían túnicas, como si fueran magos, pero no parecían haber salido de ninguna torre de hechicería.- Hizo una mueca de desagrado al recordar a aquellos extraños.- Nunca vimos sus rostros. Nos limitábamos a darles lo que recogíamos en las cercanías de la ciudad de Sanda de parte de los piratas de Tares. Recogíamos los paquetes, que eran bastante pesados, se los dábamos y fin. La única instrucción que teníamos era el no mirar qué había dentro de aquellos paquetes. ¿Adivináis qué pasó?- Su voz de ahogó y tuvo que tratar de calmarse para poder continuar hablando. Aile estrechó el entrecejo.-¿Acaso la curiosidad es un pecado? Parece ser que en nuestro caso así era.
¿Qué había dentro de los paquetes?
La feérica lo observó mientras se sentaba por el rabillo del ojo, atenta a sus rápidos movimientos. Sí, sin duda, sangre yan. No pudo evitar que una sonrisa ladina tomara forma en su rostro; le caían bien los tipos con carácter fuerte y respuestas irónicas a pie de cañón. Volvió de nuevo sus ojos negros hacia todos los allí presentes. Ciertamente, era una situación extraña. Ninguno de ellos parecía indefenso, y, sin embargo, habían recurrido a ayuda exterior. Aile le volvió a dirigir una mirada asesina al tipo de la cicatriz. No le gustaba ni un pelo. Apoyó los codos sobre la mesa, entrecruzando los dedos de las manos, y apoyando el mentón sobre ellos, en un gesto que denotaba confianza en sí misma. Observó, uno a uno, a los hombres que les habían contratado. A pesar de aquella apariencia fuerte, parecían estar realmente asustados. ¿Qué pasaría allí? ¿Qué habría oculto tras todo aquello? A la chica le gustaban los enigmas, pero tampoco le gustaba jugar a la heroína enfrentándose a algo que no sabía qué era.
Aile miró a su compañero, sorprendida, cuando éste se levantó sin previo aviso tras las palabras del tipo de la cicatriz. Lo miró con los ojos completamente abiertos, atónita. Vio cómo los demás le lanzaban miradas amenazadoras, por lo que instintivamente se preparó para defenderse. No sabía cómo podían reaccionar. Siguió por el rabillo del ojo a su compañero, que comenzó a pasearse por la habitación. Aile entrecerró los ojos; su compañero tenía razón, aquellos tipos no tenían pinta de estar indefensos. Detrás de aquellas turbias miradas se escondía algo. Desde su asiento y con mirada sombría, Aile alzó la voz.- Mi compañero tiene razón.- Sentenció con un tono áspero.- No voy a jugarme el cuello por algo que no me han dejado claro. Ni siquiera sabemos qué nos ofrecéis a cambio de hacer qué, ¿en qué demonios pensáis?- Se levantó y se colocó al lado del yan, y al girarse dejó que la capa se abriera y mostrase las armas que portaba. ¿Tal vez una silenciosa amenaza?
No pudo evitar sonreír cuando su compañero la defendió. Le dirigió una mirada cómplice, agradeciéndole en silencio que confiase en ella. Se cruzó de brazos y miró al tipo de la cicatriz, que los observaba con los puños apretados, como si estuviera conteniéndose para saltar sobre ellos y matarlos. Los dos tipos que estaban al fondo se revolvieron, incómodos. ¿Había dado en el clavo el yan? Parecía ser que sí, que aquella gente ocultaba algo.- Hablad.- La voz de Aile sonó autoritaria. No iba a permitir ni una sola réplica o excusa. Finalmente, el hombre que había abierto la puerta le colocó una mano en el hombro al tipo de la cicatriz y le dijo: -Déjame que yo hable.- Aile le dirigió una mirada de desconfianza. El hombre dejó escapar un suspiro cansado y comenzó a hablar. La mirada amenazadora había desaparecido de sus ojos; ahora sólo había un leve rastro de tristeza.- Para empezar, y como muestra de que confío en vosotros, me presentaré: mi nombre es Noctis. Os hemos comentado que han matado ya a varias personas, ¿verdad?- Comentó. La chica asintió con tranquilidad, esperando que la explicación continuase.- La mujer y el niño al que han matado eran mi familia. Mi esposa y mi único hijo.- Sus hombros se encogieron un poco, como reprimiendo un sollozo. Una mirada compasiva de reflejó en los ojos de la feérica, que tuvo que recordarse a sí misma que aquel no era momento de mostrar ese tipo de emociones.- No os alarméis, no pretendo dar lástima. Os preguntaréis, ''¿qué es lo que está detrás de éstos asesinatos?'' ¿Me equivoco? Es normal, yo en vuestra situación también lo haría... Perdonadnos... os debemos una explicación.
Todos se removieron, incómodos. El tal Noctis prosiguió con su explicación.- No somos precisamente personas inocentes. Cómo parecéis haber captado, aceptamos cualquier tipo de encargos con tal de mantener a nuestras familias. Vivimos en una pequeña aldea a una media hora a pie... Todos los hombres de allí nos dedicábamos hace unos meses a lo mismo: comerciábamos con un grupo muy extraño, no puedo negar que resultaban sospechosos, pero en aquellos momentos poco nos importaba. Vestían túnicas, como si fueran magos, pero no parecían haber salido de ninguna torre de hechicería.- Hizo una mueca de desagrado al recordar a aquellos extraños.- Nunca vimos sus rostros. Nos limitábamos a darles lo que recogíamos en las cercanías de la ciudad de Sanda de parte de los piratas de Tares. Recogíamos los paquetes, que eran bastante pesados, se los dábamos y fin. La única instrucción que teníamos era el no mirar qué había dentro de aquellos paquetes. ¿Adivináis qué pasó?- Su voz de ahogó y tuvo que tratar de calmarse para poder continuar hablando. Aile estrechó el entrecejo.-¿Acaso la curiosidad es un pecado? Parece ser que en nuestro caso así era.
¿Qué había dentro de los paquetes?
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Re: Asuntos turbios [libre]
Sonrío a mi compañera al oírla hablar, y me cruzo de brazos, divertido. Hace poco que la conozco, pero cada vez me cae mejor. Es la primera vez que se me ocurre pensar en su ascendencia. Humana y feérica, seguro. Se me escapa una sombra de risa. ¿Qué estará pensando de viajar con un yan?
Por otra parte, no parece precisamente... corriente. No es sólo que viaje sola, buscando aventuras con armas a las que parece acostumbrada desde hace una vida. Tiene un aire diferente al de los pocos feéricos que conozco, pero que tampoco recuerdo ver en muchos humanos. Parpadeo, con curiosidad sobre el asunto. ¿Qué es? ¿Magia? Tal vez sea eso. Y tal vez no le importe si viaja con un hijo del desierto. Sea como sea, siento que puedo confiar en ella. Suelo fiarme de mi instinto, y de momento casi nunca me ha fallado.
Es ella misma quien interrumpe mis pensamientos. La observo ordenarle a los tipos que nos rodean que empiecen a hablar. Se hace el silencio durante unos momentos, pero entonces el que ha abierto la puerta se acerca al de la cicatriz y anuncia que se dispone a hablar.
-Adelante -murmuro con un suave resoplido. ¡Por fin se deciden a abrir la boca y explicar lo que ocurre!
-No somos precisamente personas inocentes. Cómo parecéis haber captado, aceptamos cualquier tipo de encargos con tal de mantener a nuestras familias. Vivimos en una pequeña aldea a una media hora a pie... Todos los hombres de allí nos dedicábamos hace unos meses a lo mismo: comerciábamos con un grupo muy extraño, no puedo negar que resultaban sospechosos, pero en aquellos momentos poco nos importaba...
Escucho con atención a Noctis, tal como ha dicho llamarse, con los ojos clavados en él pero la mente perdida en la historia que cuenta. Es un enigma, un verdadero reto... material de aventura. Todo lo que yo necesito saber.
-¿Acaso la curiosidad es un pecado? Parece ser que en nuestro caso así era.
Se hace de nuevo el silencio. Lo miro fijamente, y después desvío la mirada alrededor, pero nadie parece dispuesto a continuar hablando. Sorprendido, levanto las manos al vacío.
-¿Y bien? ¡Vamos! ¿Qué había en los paquetes? ¡No podéis dejar una historia así a medias! -me giro hacia mi compañera- Aile (era Aile, ¿verdad?), ¿confías en esta gente? ¿Reconoces algún elemento de su historia? Los extraños de las túnicas... ¿Serían magos? ¿Deberíamos ir a buscarlos?
Por otra parte, no parece precisamente... corriente. No es sólo que viaje sola, buscando aventuras con armas a las que parece acostumbrada desde hace una vida. Tiene un aire diferente al de los pocos feéricos que conozco, pero que tampoco recuerdo ver en muchos humanos. Parpadeo, con curiosidad sobre el asunto. ¿Qué es? ¿Magia? Tal vez sea eso. Y tal vez no le importe si viaja con un hijo del desierto. Sea como sea, siento que puedo confiar en ella. Suelo fiarme de mi instinto, y de momento casi nunca me ha fallado.
Es ella misma quien interrumpe mis pensamientos. La observo ordenarle a los tipos que nos rodean que empiecen a hablar. Se hace el silencio durante unos momentos, pero entonces el que ha abierto la puerta se acerca al de la cicatriz y anuncia que se dispone a hablar.
-Adelante -murmuro con un suave resoplido. ¡Por fin se deciden a abrir la boca y explicar lo que ocurre!
-No somos precisamente personas inocentes. Cómo parecéis haber captado, aceptamos cualquier tipo de encargos con tal de mantener a nuestras familias. Vivimos en una pequeña aldea a una media hora a pie... Todos los hombres de allí nos dedicábamos hace unos meses a lo mismo: comerciábamos con un grupo muy extraño, no puedo negar que resultaban sospechosos, pero en aquellos momentos poco nos importaba...
Escucho con atención a Noctis, tal como ha dicho llamarse, con los ojos clavados en él pero la mente perdida en la historia que cuenta. Es un enigma, un verdadero reto... material de aventura. Todo lo que yo necesito saber.
-¿Acaso la curiosidad es un pecado? Parece ser que en nuestro caso así era.
Se hace de nuevo el silencio. Lo miro fijamente, y después desvío la mirada alrededor, pero nadie parece dispuesto a continuar hablando. Sorprendido, levanto las manos al vacío.
-¿Y bien? ¡Vamos! ¿Qué había en los paquetes? ¡No podéis dejar una historia así a medias! -me giro hacia mi compañera- Aile (era Aile, ¿verdad?), ¿confías en esta gente? ¿Reconoces algún elemento de su historia? Los extraños de las túnicas... ¿Serían magos? ¿Deberíamos ir a buscarlos?
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Re: Asuntos turbios [libre]
Aile comenzaba a impacientarse, a sentir la adrenalina recorriendo sus venas y a intrigarse. Todo a la vez. Se había llevado una mano al mentón, pensativa, meditando con un oscuro presentimiento cada una de las palabras de aquel tal Noctis. ¿Hombres con túnicas y que no dejaban que vieran sus rostros? Todo demasiado claro y oscuro a la vez. ¿Magos? Aile dudaba que fueran simples magos, pero no hizo ningún comentario al respecto. Alzó las cejas al escuchar que no eran personas precisamente inocentes. ''No me digas'' pensó, sarcástica. Sus ojos, completamente negros, se clavaron en Noctis mientras tomaba aire y continuaba hablando. Entonces escuchó a su compañero y se volvió hacia él, mirándole algo desconcertada.- No sabría qué decirte...- Comentó.- Por lo que están diciendo parecen magos, pero... No son simples magos.- Estrechó el entrecejo, pensativa.- Y no, no me fío.- Concluyó, dirigiéndoles una fugaz mirada al grupo de humanos, esperando su reacción. Para su sorpresa, ninguno se inmutó a pesar de la dureza de las palabras de la feérica. Noctis los miró, esperando a que terminasen de conversar, y entonces siguió.- Había cuerpos...-su voz tembló levemente. El hombre de la cicatriz le puso una mano en el hombro, dándole ánimos para continuar.- Había cadáveres dentro de esas cajas. Tanto de humanos, como de feéricos, gente yan, habitantes de las aguas... Incluso esos cabeza-lagarto que se codean con los sheks...- Se pasó una mano por la cabeza, nervioso.- Y no eran cuerpos recientes... Llevaban ya... b-bastante tiempo muertos... Disculpadme.- Se llevó una mano a la boca, en un además de ir a devolver. Aquel recuerdo no parecía demasiado grato para él. El hombre de la cicatriz continuó por él.- Decidimos guardar silencio, pero esos tipos parecieron averiguar nuestras intenciones. Nos interrogaron a todos de manera sutil hasta que los más débiles comenzaron a reprocharles el por qué no nos habían informado. Como os podéis imaginar, a los encapuchados no les hizo mucha gracia que descubriésemos su 'pequeño' secreto. Dijeron que todos pagaríamos por lo que habíamos hecho, por incumplir el contrato. Desde entonces no los volvimos a ver.
El silencio se hizo en la cabaña. La mirada de la feérica se perdía por el desgastado suelo de la estancia, pensativa. ¿Cuerpos? Aquellos magos eran, como muy poco, magos negros. ¿O acaso había aparecido alguna otra divinidad? Parecía que en aquellos tiempos era algo muy de moda. Pero, hasta que no se metiesen a investigar, no podrían sacar conclusiones. Aile miró a su compañero, esperando su reacción. La voz de Noctis retumbó en la estancia; parecía que se había repuesto.- El primer hombre que murió era el anterior cabecilla. Mi mujer y mi hijo fueron un aviso para indicarme que yo sería el siguiente. Parece que quieren que paguemos con lo que hicimos durante toda nuestra vida... O lo que nos quede. Cualquiera que trata de huir es atacado. Eso les pasó a los otros dos que murieron. De hecho, ya es hora de que volvamos a la aldea, antes de que el sol desaparezca. Esa gente actúa por la noche.
Aile pasó el peso del cuerpo de un pie a otro, nerviosa.- ¿Por eso nos habéis llamado? No podéis plantarles cara, ¿verdad?- El hombre de la cicatriz asintió.- No, es imposible encontrarlos, además de que la mayoría de los aldeanos están ya muertos de miedo.- la feérica asintió, indicando que comprendía la situación.- Ahora que lo sabéis, replantearos si os consideráis preparados para ésto o... no sé si aun estaréis a tiempo de iros. Esos tipos parecen poder espiarlo todo, por eso os convocamos un poco alejados de la aldea.- Aile hizo una mueca de disgusto y chasqueó los dedos. La silla del tipo de la cicatriz comenzó a levitar junto con él. El hombre hizo un ademán de ir a caerse, pero antes de que eso pasara, Aile dejó caer la silla. Los hombres que allí estaban miraron a los dos compañeros.- creo que estamos suficientemente cualificados para algo así. ¿Qué opinas al respecto, Cadenas?
El silencio se hizo en la cabaña. La mirada de la feérica se perdía por el desgastado suelo de la estancia, pensativa. ¿Cuerpos? Aquellos magos eran, como muy poco, magos negros. ¿O acaso había aparecido alguna otra divinidad? Parecía que en aquellos tiempos era algo muy de moda. Pero, hasta que no se metiesen a investigar, no podrían sacar conclusiones. Aile miró a su compañero, esperando su reacción. La voz de Noctis retumbó en la estancia; parecía que se había repuesto.- El primer hombre que murió era el anterior cabecilla. Mi mujer y mi hijo fueron un aviso para indicarme que yo sería el siguiente. Parece que quieren que paguemos con lo que hicimos durante toda nuestra vida... O lo que nos quede. Cualquiera que trata de huir es atacado. Eso les pasó a los otros dos que murieron. De hecho, ya es hora de que volvamos a la aldea, antes de que el sol desaparezca. Esa gente actúa por la noche.
Aile pasó el peso del cuerpo de un pie a otro, nerviosa.- ¿Por eso nos habéis llamado? No podéis plantarles cara, ¿verdad?- El hombre de la cicatriz asintió.- No, es imposible encontrarlos, además de que la mayoría de los aldeanos están ya muertos de miedo.- la feérica asintió, indicando que comprendía la situación.- Ahora que lo sabéis, replantearos si os consideráis preparados para ésto o... no sé si aun estaréis a tiempo de iros. Esos tipos parecen poder espiarlo todo, por eso os convocamos un poco alejados de la aldea.- Aile hizo una mueca de disgusto y chasqueó los dedos. La silla del tipo de la cicatriz comenzó a levitar junto con él. El hombre hizo un ademán de ir a caerse, pero antes de que eso pasara, Aile dejó caer la silla. Los hombres que allí estaban miraron a los dos compañeros.- creo que estamos suficientemente cualificados para algo así. ¿Qué opinas al respecto, Cadenas?
Aile Lunnai- Nigromante
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Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 28
Localización : tss a saber ewê
Datos
Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
Trabaja de: mercader
Pertenece a: Es neutral
Re: Asuntos turbios [libre]
Noto la impaciencia creciente de Aile, y la miro de reojo. No me extraña, dadas las circunstancias. Su respuesta no me sorprende; yo tampoco confío en ellos. El mismo Noctis ha admitido que no se trata de un grupo precisamente "inocente"... y dudo mucho que se dediquen a la costura para ganarse la vida. Aunque, pienso, por desgracia es un riesgo necesario en toda aventura. ¡Bueno!
Noctis sigue hablando, y por un momento parece alterado, casi aterrorizado. Frunzo el ceño, extrañado ante su reacción. No parece el tipo de persona que se amilanaría por cualquier cosa... No obstante, cuando por fin nos aclara cuál era el contenido de aquellas cajas, casi puedo comprenderle. He visto cadáveres antes, en el desierto, donde el calor los convierte rápidamente en un señuelo para las hordas de moscas. Puedo evocar, casi sin quererlo, el olor agrio y dulzón, fuerte como el petricor de los oasis, de los cuerpos que comienzan lentamente su descomposición. Se me revuelve el estómago al pensarlo y sacudo la cabeza, desterrando el pensamiento.
-¿Qué clase de contrato es ese? -exclamo sin poder evitar una risa sarcástica, dirigiéndome hacia el de la cicatriz- ¿Descubrís que transportan cadáveres y se vuelven contra vosotros? ¿Acaso pensaban que nadie se daría cuenta? El olor los delataría en el mejor de los casos.
El recuerdo de la muerte regresa a mi mente, y hago un esfuerzo por reprimir una arcada. Vuelvo a sentarme, serio, y guardo un silencio tenso mientras Aile continúa hablando con nuestros "clientes". A pesar de todo, la conversación desata mi curiosidad. Lo más posible es que sean magos oscuros, y sé que mi compañera estará pensando lo mismo: es la deducción más lógica. Sin embargo, no entiendo por qué un grupo de nigromantes querría utilizar cadáveres tan estropeados. Deben de tener otras intenciones... ¿Qué clase de rituales hacen los magos oscuros? En el desierto no hay muchos magos, y los yan recelamos mucho de los pocos que llegan de paso.
-Si atacan por la noche, ya es tarde para marcharnos -respondo al tipo de la cicatriz, poniendo los ojos en blanco, y bromeo:-. ¿Nos habéis llamado al crepúsculo para que no nos quede otra opción que ayudaros o es que se os ha pasado la hora?
El tipo me fulmina con la mirada y abre la boca para contestarme, pero antes de que pueda decir una sola palabra, su silla se eleva en el aire como por arte de magia. Adivino que así es cuando me giro para mirar a Aile, que acaba de chasquear los dedos. Suelto una carcajada cuando la silla vuelve a caer al suelo con un golpe sordo, dejando boquiabiertos a todos los presentes. ¡Y eso que seguro que han visto más magia que yo! Entonces oigo hablar a mi compañera y me giro de nuevo hacia ella.
-Creo que estamos suficientemente cualificados para algo así. ¿Qué opinas al respecto, Cadenas? -pregunta.
Me levanto de nuevo con presteza, ya sonriendo, y hago una reverencia burlona en su dirección.
-Opino que, con tan buena compañía, no puedo correr ningún peligro -guiño un ojo, levantando la mirada hacia ella-. Los yan sabemos quién está hecho para sobrevivir, y escogemos bien a nuestros amigos.
Ni siquiera he terminado de pronunciar las últimas palabras cuando algo capta mi atención en la ventana de la cabaña, y la sonrisa se me borra de la cara. Me aparto varios pasos inconscientemente, y profiero una palabrota en voz baja. Estoy en tensión, y mi cambio de actitud se hace evidente para el resto de los ocupantes de la sala. Dos de los tipos intercambian miradas de entendimiento, y Noctis, que parece más serio aún que antes, pregunta en voz alta:
-¿Ocurre algo?
No tiene sentido mentir. Cruzo una mirada seria con Aile antes de responder:
-Hay algo fuera de vuestra cabaña. Y tened en cuenta que he dicho "algo" y no "alguien", y que deseo con todas mis fuerzas equivocarme... pero no estoy muy seguro de que lo que he visto durante un instante en la ventana sea una persona.
Noctis sigue hablando, y por un momento parece alterado, casi aterrorizado. Frunzo el ceño, extrañado ante su reacción. No parece el tipo de persona que se amilanaría por cualquier cosa... No obstante, cuando por fin nos aclara cuál era el contenido de aquellas cajas, casi puedo comprenderle. He visto cadáveres antes, en el desierto, donde el calor los convierte rápidamente en un señuelo para las hordas de moscas. Puedo evocar, casi sin quererlo, el olor agrio y dulzón, fuerte como el petricor de los oasis, de los cuerpos que comienzan lentamente su descomposición. Se me revuelve el estómago al pensarlo y sacudo la cabeza, desterrando el pensamiento.
-¿Qué clase de contrato es ese? -exclamo sin poder evitar una risa sarcástica, dirigiéndome hacia el de la cicatriz- ¿Descubrís que transportan cadáveres y se vuelven contra vosotros? ¿Acaso pensaban que nadie se daría cuenta? El olor los delataría en el mejor de los casos.
El recuerdo de la muerte regresa a mi mente, y hago un esfuerzo por reprimir una arcada. Vuelvo a sentarme, serio, y guardo un silencio tenso mientras Aile continúa hablando con nuestros "clientes". A pesar de todo, la conversación desata mi curiosidad. Lo más posible es que sean magos oscuros, y sé que mi compañera estará pensando lo mismo: es la deducción más lógica. Sin embargo, no entiendo por qué un grupo de nigromantes querría utilizar cadáveres tan estropeados. Deben de tener otras intenciones... ¿Qué clase de rituales hacen los magos oscuros? En el desierto no hay muchos magos, y los yan recelamos mucho de los pocos que llegan de paso.
-Si atacan por la noche, ya es tarde para marcharnos -respondo al tipo de la cicatriz, poniendo los ojos en blanco, y bromeo:-. ¿Nos habéis llamado al crepúsculo para que no nos quede otra opción que ayudaros o es que se os ha pasado la hora?
El tipo me fulmina con la mirada y abre la boca para contestarme, pero antes de que pueda decir una sola palabra, su silla se eleva en el aire como por arte de magia. Adivino que así es cuando me giro para mirar a Aile, que acaba de chasquear los dedos. Suelto una carcajada cuando la silla vuelve a caer al suelo con un golpe sordo, dejando boquiabiertos a todos los presentes. ¡Y eso que seguro que han visto más magia que yo! Entonces oigo hablar a mi compañera y me giro de nuevo hacia ella.
-Creo que estamos suficientemente cualificados para algo así. ¿Qué opinas al respecto, Cadenas? -pregunta.
Me levanto de nuevo con presteza, ya sonriendo, y hago una reverencia burlona en su dirección.
-Opino que, con tan buena compañía, no puedo correr ningún peligro -guiño un ojo, levantando la mirada hacia ella-. Los yan sabemos quién está hecho para sobrevivir, y escogemos bien a nuestros amigos.
Ni siquiera he terminado de pronunciar las últimas palabras cuando algo capta mi atención en la ventana de la cabaña, y la sonrisa se me borra de la cara. Me aparto varios pasos inconscientemente, y profiero una palabrota en voz baja. Estoy en tensión, y mi cambio de actitud se hace evidente para el resto de los ocupantes de la sala. Dos de los tipos intercambian miradas de entendimiento, y Noctis, que parece más serio aún que antes, pregunta en voz alta:
-¿Ocurre algo?
No tiene sentido mentir. Cruzo una mirada seria con Aile antes de responder:
-Hay algo fuera de vuestra cabaña. Y tened en cuenta que he dicho "algo" y no "alguien", y que deseo con todas mis fuerzas equivocarme... pero no estoy muy seguro de que lo que he visto durante un instante en la ventana sea una persona.
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Re: Asuntos turbios [libre]
La feérica bajó durante un instante la cabeza, dejando que su pelo cubriese su cara durante unos segundos. Su mente era un remolino de ideas y su corazón un nido de malos presagios. Mientras que ella seguía reflexionando, el tipo de la cicatriz respondió a la pregunta de Cadenas.- No creo que esas momias oliesen ya a algo...-Hizo un gesto de asco y apartó la mirada. Aile levantó la cabeza y miró al tipo de la cicatriz entre los mechones de pelo verde, dedicándole una mirada fría. Si las miradas matasen, aquel tipo estaría ya atravesado por mitad de la frente y colgando de la pared. Le dirigió una mirada inquieta a su compañero, disimulando para que los otros no lo notasen. Aquello le olía muy mal. Se volvió, altiva, hacia los hombres que los habían contratado.- ¿Y qué nos ofrecéis a cambio? No pensaréis que nos vamos a jugar el cuello por amor al arte, ¿no?-Masculló, siendo todo lo brusca que pudo. Aile no era así, y tampoco le negaba la ayuda a nadie que la necesitase, pero aquella situación le parecía diferente. Sentía que debía desconfiar de todo lo desconocido, por muy inofensivo que le pareciese.- Os pagaremos con todo lo que tenemos ahorrado... Pero, por favor... Ayudadnos...- Contestó Noctis. Aile no añadió nada más; se limitó a apartar la mirada y a asentir en silencio. Por un momento se sintió mal por ellos... Pero no, aquel no era momento para ponerse sentimentales.
Abrió los ojos completamente cuando escuchó lo que decía Cadenas. Tenía razón; los soles se ocultaban ya, no quedaba tiempo para salir de allí. El hombre de la cicatriz de tensó; seguramente, no había reparado en aquello.- Bueno... no estamos muy lejos de la aldea... Posiblemente lleguemos si nos apresuramos, o no consideren esto como una escapada...- Titubeó y, finalmente, acabó por callarse. La feérica suspiró, resignada, y acabó esbozando una sonrisa cansada.- ¿Algún error de cálculo, jefe?- Dijo, tomándose confianzas al tratar a aquel tipo. El hombre se pasó una mano por la cabeza, nervioso.
Volvió a sonreír ante la reverencia y las palabras del yan.- Creo que no os habéis equivocado de equipo para enfrentaros al peligro.- Afirmó, apoyando a su compañero. Pero la sonrisa de Aile se borró de su rostro cuando vio la expresión de Cadenas y escuchó las siguientes palabras. Frunció el ceño y se acercó, sigilosa, a la ventana. Se agachó bajo ella y se quedó un rato escuchando con los ojos cerrados. Benditos sentidos feéricos. Sí, tal y como decía Cadenas, algo deambulaba por el exterior de la cabaña. Aile abrió los ojos y asintió a su compañero, indicándole que tenía razón. No quería alzar la voz, ni tampoco actuar precipitadamente. No sabía a qué se enfrentaba, y había visto demasiadas criaturas impredecibles y había estado demasiadas veces al borde de no contarlo como para confiar en la suerte.
De repente, algo embistió contra la casa. Los cimientos de ésta se tambalearon, amenazando con resquebrajarse. Aile encajó la mandíbula.- ¿Sabéis algo más de vuestros amiguitos los magos?- Preguntó, cabreada y confundida. Mientras respondían o no, comenzó a murmurar las palabras de un conjuro en voz baja. Había pasado mucho tiempo desde que había empezado sus estudios sobre magia etérea, pero recordaba claramente los hechizos. Terminó de murmurar y una barrera de viento, semejante a un remolino, cubría la casa. Una nueva embestida y un grito desgarrador de dolor resonaron en la noche, indicando que lo que fuera que fuese se había tropezado con la barrera mágica. Sin embargo, la feérica volvió a fruncir el ceño.- Ha chocado contra la barrera...- Un nuevo golpe se escuchó, y un nuevo grito, pero con otro tono. ¿Una criatura diferente?- No deberían haber resistido la fuerza del viento...
Aile se mordió el labio, inquieta. Se concentró en reforzar la barrera.- ¡Cadenas! ¿Puedes ver qué clase de criaturas son?
Abrió los ojos completamente cuando escuchó lo que decía Cadenas. Tenía razón; los soles se ocultaban ya, no quedaba tiempo para salir de allí. El hombre de la cicatriz de tensó; seguramente, no había reparado en aquello.- Bueno... no estamos muy lejos de la aldea... Posiblemente lleguemos si nos apresuramos, o no consideren esto como una escapada...- Titubeó y, finalmente, acabó por callarse. La feérica suspiró, resignada, y acabó esbozando una sonrisa cansada.- ¿Algún error de cálculo, jefe?- Dijo, tomándose confianzas al tratar a aquel tipo. El hombre se pasó una mano por la cabeza, nervioso.
Volvió a sonreír ante la reverencia y las palabras del yan.- Creo que no os habéis equivocado de equipo para enfrentaros al peligro.- Afirmó, apoyando a su compañero. Pero la sonrisa de Aile se borró de su rostro cuando vio la expresión de Cadenas y escuchó las siguientes palabras. Frunció el ceño y se acercó, sigilosa, a la ventana. Se agachó bajo ella y se quedó un rato escuchando con los ojos cerrados. Benditos sentidos feéricos. Sí, tal y como decía Cadenas, algo deambulaba por el exterior de la cabaña. Aile abrió los ojos y asintió a su compañero, indicándole que tenía razón. No quería alzar la voz, ni tampoco actuar precipitadamente. No sabía a qué se enfrentaba, y había visto demasiadas criaturas impredecibles y había estado demasiadas veces al borde de no contarlo como para confiar en la suerte.
De repente, algo embistió contra la casa. Los cimientos de ésta se tambalearon, amenazando con resquebrajarse. Aile encajó la mandíbula.- ¿Sabéis algo más de vuestros amiguitos los magos?- Preguntó, cabreada y confundida. Mientras respondían o no, comenzó a murmurar las palabras de un conjuro en voz baja. Había pasado mucho tiempo desde que había empezado sus estudios sobre magia etérea, pero recordaba claramente los hechizos. Terminó de murmurar y una barrera de viento, semejante a un remolino, cubría la casa. Una nueva embestida y un grito desgarrador de dolor resonaron en la noche, indicando que lo que fuera que fuese se había tropezado con la barrera mágica. Sin embargo, la feérica volvió a fruncir el ceño.- Ha chocado contra la barrera...- Un nuevo golpe se escuchó, y un nuevo grito, pero con otro tono. ¿Una criatura diferente?- No deberían haber resistido la fuerza del viento...
Aile se mordió el labio, inquieta. Se concentró en reforzar la barrera.- ¡Cadenas! ¿Puedes ver qué clase de criaturas son?
Aile Lunnai- Nigromante
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Re: Asuntos turbios [libre]
Siento muchísimo la tardanza... Es que he estado hasta el cuello de exámenes
Aile cambia bruscamente de expresión al verme apartarme de la ventana. Una mirada, y noto que una especie de coraza se ha formado en torno a ella, como un escudo invisible hecho exclusivamente de decisión. La veo acercarse a la ventana y espero en silencio mientras cierra los ojos para tratar de captar algo. En efecto, no tengo que esperar mucho hasta que vuelve a mirarme, seria. Asiente una sola vez con la cabeza, y todos los ocupantes de la cabaña se remueven en sus sitios, agitados. A mí se me escapa una media sonrisa que consigo controlar antes de que crezca, y me sorprendo a mí mismo. Siempre he sabido que me gustaba la emoción, pero... ¿el peligro? ¿Y a tal grado?
Y, efectivamente, aquello que ronda fuera de la cabaña no tiene buena pinta en absoluto. Aún no sabemos qué clase de maldición asola al pueblo, a Noctis y a sus hombres. La magia negra sigue siendo la opción más viable, pero Aile intuye que no son simples magos... e incluso yo, que he pasado casi toda mi vida sin tener contacto con la magia, tengo la sensación de que algo marcha realmente mal, mucho peor que un hechizo cualquiera. De repente, una idea me cruza la mente. Serio, me giro hacia Noctis, preguntando:
-Si seguimos fuera del pueblo, ¿nos matará?
No me responde enseguida, mirándome en silencio con ojos cargados de miedo. De repente, como si hubiera oído mis palabras, algo embiste contra la casa. Las paredes de madera crujen con fuerza, como si fueran a desmenuzarse aplastadas por las manos de un gigante, destrozándonos en el proceso. Desenvaino mis dagas en un movimiento reflejo, vigilando todos los ángulos posibles a mi alrededor, pero soy consciente de que no sé qué puedo hacer contra este enemigo. Me humedezco los labios, notando que entro en tensión ante el peligro, y miro a mi compañera con una sonrisa entre nerviosa y esperanzada.
-Por los Seis, Aile, dime que sabes hacer magia.
La veo encajar la mandíbula, y hace una pregunta rápida que ninguno de los hombres puede o quiere contestar. Entonces, algo cambia en ella, y la veo murmurar algo, pero no consigo captar una sola palabra...
Un sonido hondo y veloz, como el de una ola o un vendaval, envuelve la cabaña, haciendo que todos se sobresalten. Lo que nos ha atacado antes vuelve a lanzarse contra la casa, pero se produce un golpe sordo y, en lugar de ver temblar las paredes, oímos el eco de un chillido desgarrador.
-Ha chocado contra la barrera... -informa Aile, mirándonos. Se escucha otro golpe, otro grito, pero éste suena diferente. De repente, incluso Aile parece inquieta- No deberían haber resistido la fuerza del viento...
No se me ocurre nada que decirle. Siento que las dagas son un peso inútil en mis manos, incapaces de resolver este problema. Está claro que en el tema de la magia es mucho más experta que yo, y casi con toda seguridad lo mejor que puedo hacer es tragarme mi orgullo, no intentar ser un héroe, y hacer lo que diga ella.
Por eso sigo esperando a que diga algo cuando la veo morderse el labio y hablar en mi dirección, mientras parece volver a concentrarse en aquella "barrera":
-¡Cadenas! ¿Puedes ver qué clase de criaturas son?
Asiento con fuerza y formo una enorme sonrisa, corriendo hacia la ventana y pegándome al borde del cristal. Siempre he tenido buena vista, y estrecho la mirada intentando vislumbrar algo en el exterior. El crepúsculo ya está sobre nosotros, y el cielo apenas derrama ninguna luz sobre el bosque y el sendero en el exterior, haciéndome difícil ver si hay algo fuera. Sin embargo, un movimiento rápido me pasa por el rabillo del ojo, y lo sigo tan rápido como puedo. Un segundo aparece en la parte contraria del cristal, deslizándose a toda velocidad por detrás de la ventana.
-Puedo verlos -informo sin apartar la vista-. He visto moverse dos, pero no sé si hay más. Está muy oscuro. Tal vez sean de color negro, por eso esperan hasta la noche para atacar... -inspiro con fuerza-. No sé describir bien qué forma tienen. No me ha dado tiempo a mirarlos mucho, pero su forma de moverse es extraña, continua. No sé siquiera si dan pasos. Y desde luego no parecían cuerpos humanos...
-Estamos muertos -me corta uno de los hombres, con los ojos desorbitados y un temblor de pánico en la voz-. No hay manera de volver al pueblo. Estamos todos muertos.
-Desde luego no con esa actitud -resoplo, haciendo rodar los ojos. Ahí está otra vez, el propio peligro dándome fuerzas. Me giro de nuevo hacia Aile-. Una vez oí hablar de un nigromante que se dedicaba a crear monstruos en la oscuridad de una torre. ¿Y si están haciendo lo mismo? ¿Y si los cadáveres eran material de construcción, o fracasos... o alimento?
No le da tiempo a responderme. Una nueva embestida choca contra la barrera mágica y, contra todo pronóstico, siento que algo se resquebraja en el aire, como una tela invisible que se rasga. El golpe llega a la pared del fondo de la cabaña, astillando la madera con la fuerza de un titán y abriendo un boquete del tamaño de un tonel. Los hombres de Noctis gritan, apartándose, y la lámpara de aceite de la cabaña titila y se apaga como si alguien hubiera soplado alquitrán sobre ella. De repente, por encima del revuelo, un grito de dolor me llena los oídos, agónico como el último aullido de una bestia.
Mi mente se ciega, hueca, aguda como una cuchilla. Antes siquiera de pensarlo, corro hacia donde recuerdo que está Aile y la agarro del brazo en la oscuridad, tirando de ella hacia la puerta. La abro de una patada, y llegamos fuera antes incluso de que el grito haya acabado, antes de que nadie más consiga reaccionar.
-Tú eres la maga -mascullo a toda prisa-. ¿Hacia dónde salimos corriendo?
Aile cambia bruscamente de expresión al verme apartarme de la ventana. Una mirada, y noto que una especie de coraza se ha formado en torno a ella, como un escudo invisible hecho exclusivamente de decisión. La veo acercarse a la ventana y espero en silencio mientras cierra los ojos para tratar de captar algo. En efecto, no tengo que esperar mucho hasta que vuelve a mirarme, seria. Asiente una sola vez con la cabeza, y todos los ocupantes de la cabaña se remueven en sus sitios, agitados. A mí se me escapa una media sonrisa que consigo controlar antes de que crezca, y me sorprendo a mí mismo. Siempre he sabido que me gustaba la emoción, pero... ¿el peligro? ¿Y a tal grado?
Y, efectivamente, aquello que ronda fuera de la cabaña no tiene buena pinta en absoluto. Aún no sabemos qué clase de maldición asola al pueblo, a Noctis y a sus hombres. La magia negra sigue siendo la opción más viable, pero Aile intuye que no son simples magos... e incluso yo, que he pasado casi toda mi vida sin tener contacto con la magia, tengo la sensación de que algo marcha realmente mal, mucho peor que un hechizo cualquiera. De repente, una idea me cruza la mente. Serio, me giro hacia Noctis, preguntando:
-Si seguimos fuera del pueblo, ¿nos matará?
No me responde enseguida, mirándome en silencio con ojos cargados de miedo. De repente, como si hubiera oído mis palabras, algo embiste contra la casa. Las paredes de madera crujen con fuerza, como si fueran a desmenuzarse aplastadas por las manos de un gigante, destrozándonos en el proceso. Desenvaino mis dagas en un movimiento reflejo, vigilando todos los ángulos posibles a mi alrededor, pero soy consciente de que no sé qué puedo hacer contra este enemigo. Me humedezco los labios, notando que entro en tensión ante el peligro, y miro a mi compañera con una sonrisa entre nerviosa y esperanzada.
-Por los Seis, Aile, dime que sabes hacer magia.
La veo encajar la mandíbula, y hace una pregunta rápida que ninguno de los hombres puede o quiere contestar. Entonces, algo cambia en ella, y la veo murmurar algo, pero no consigo captar una sola palabra...
Un sonido hondo y veloz, como el de una ola o un vendaval, envuelve la cabaña, haciendo que todos se sobresalten. Lo que nos ha atacado antes vuelve a lanzarse contra la casa, pero se produce un golpe sordo y, en lugar de ver temblar las paredes, oímos el eco de un chillido desgarrador.
-Ha chocado contra la barrera... -informa Aile, mirándonos. Se escucha otro golpe, otro grito, pero éste suena diferente. De repente, incluso Aile parece inquieta- No deberían haber resistido la fuerza del viento...
No se me ocurre nada que decirle. Siento que las dagas son un peso inútil en mis manos, incapaces de resolver este problema. Está claro que en el tema de la magia es mucho más experta que yo, y casi con toda seguridad lo mejor que puedo hacer es tragarme mi orgullo, no intentar ser un héroe, y hacer lo que diga ella.
Por eso sigo esperando a que diga algo cuando la veo morderse el labio y hablar en mi dirección, mientras parece volver a concentrarse en aquella "barrera":
-¡Cadenas! ¿Puedes ver qué clase de criaturas son?
Asiento con fuerza y formo una enorme sonrisa, corriendo hacia la ventana y pegándome al borde del cristal. Siempre he tenido buena vista, y estrecho la mirada intentando vislumbrar algo en el exterior. El crepúsculo ya está sobre nosotros, y el cielo apenas derrama ninguna luz sobre el bosque y el sendero en el exterior, haciéndome difícil ver si hay algo fuera. Sin embargo, un movimiento rápido me pasa por el rabillo del ojo, y lo sigo tan rápido como puedo. Un segundo aparece en la parte contraria del cristal, deslizándose a toda velocidad por detrás de la ventana.
-Puedo verlos -informo sin apartar la vista-. He visto moverse dos, pero no sé si hay más. Está muy oscuro. Tal vez sean de color negro, por eso esperan hasta la noche para atacar... -inspiro con fuerza-. No sé describir bien qué forma tienen. No me ha dado tiempo a mirarlos mucho, pero su forma de moverse es extraña, continua. No sé siquiera si dan pasos. Y desde luego no parecían cuerpos humanos...
-Estamos muertos -me corta uno de los hombres, con los ojos desorbitados y un temblor de pánico en la voz-. No hay manera de volver al pueblo. Estamos todos muertos.
-Desde luego no con esa actitud -resoplo, haciendo rodar los ojos. Ahí está otra vez, el propio peligro dándome fuerzas. Me giro de nuevo hacia Aile-. Una vez oí hablar de un nigromante que se dedicaba a crear monstruos en la oscuridad de una torre. ¿Y si están haciendo lo mismo? ¿Y si los cadáveres eran material de construcción, o fracasos... o alimento?
No le da tiempo a responderme. Una nueva embestida choca contra la barrera mágica y, contra todo pronóstico, siento que algo se resquebraja en el aire, como una tela invisible que se rasga. El golpe llega a la pared del fondo de la cabaña, astillando la madera con la fuerza de un titán y abriendo un boquete del tamaño de un tonel. Los hombres de Noctis gritan, apartándose, y la lámpara de aceite de la cabaña titila y se apaga como si alguien hubiera soplado alquitrán sobre ella. De repente, por encima del revuelo, un grito de dolor me llena los oídos, agónico como el último aullido de una bestia.
Mi mente se ciega, hueca, aguda como una cuchilla. Antes siquiera de pensarlo, corro hacia donde recuerdo que está Aile y la agarro del brazo en la oscuridad, tirando de ella hacia la puerta. La abro de una patada, y llegamos fuera antes incluso de que el grito haya acabado, antes de que nadie más consiga reaccionar.
-Tú eres la maga -mascullo a toda prisa-. ¿Hacia dónde salimos corriendo?
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
Off: No pasa nada, estamos todos igual, tranquilo! ^^
Por la mente de la feérica se pasaba todo tipo de pensamientos, menos buenos presagios. En su frente comenzaron a aparecer pequeñas gotas de sudor a causa del esfuerzo realizado por seguir manteniendo la barrera intacta, cosa que, con las embestidas de aquellos seres y el tiempo que hacía que no usaba la magia, estaba resultando un poco difícil. Encajó la mandíbula, furiosa. Aquel no era precisamente un hechizo complicado, pero sí necesitaba de bastante resistencia y entrenamiento. Y Aile tenía resistencia física, pero por su cabezonería hacia seguir usando las armas, no era muy buena hechicera. Al escuchar la voz de Cadenas, la feérica esbozó una sonrisa ladina, dirigiéndole una mirada tranquilizadora.- Descuida.- Le contestó, sonriendo con un poco más de suavidad. Tenía la expresión algo forzada a causa del esfuerzo que estaba haciendo. Una nueva embestida hizo que tomase la decisión de un giro en la barrera. Volvió a juntar las manos en un extraño signo y murmuró un par de palabras, y poco después, las corrientes de aire que envolvían la casa eran ascendentes. Desde dentro de la cabaña se podía divisar las hojas y las hierbas que el viento arrancaba, llevándolas hacia arriba, para luego dejarlas caer lejos. Tal vez... tal vez de aquella manera consiguiera alejar a aquellas criaturas...
Aunque, para ser sinceros, era algo que dudaba.
Observó el rostro de su compañero mientras escrutaba en la noche, buscando hallar el tipo de criaturas a las que se enfrentaban, aunque Aile comenzaba a hacerse una idea. Habían conseguido resistir la embestida de una barrera mágica; o eran muy fuertes, o eran seres creados mediante la magia. Y casi que apuntaba más por la segunda opción.-¿No parecen cuerpos humanos?- Preguntó, mirándolo a los ojos, repitiendo lo mismo que él había dicho. Suspiró, algo aliviada; su teoría de que pudieran estar levantando seres de la tumba había sido descartada. Ahora quedaban las peores. Siguió con la mirada perdida en el vacío, concentrada en mantener la barrera, aunque los gritos de miedo de los allí presentes no ayudaban precisamente. Sonrió ante la respuesta de Cadenas.- Así me gusta.- Sentenció, con una sonrisa satisfecha. ¿De qué le servirían compañeros que se aterrorizaban a la más mínima?
Escuchó sus palabras, meditándolas, para acabar asintiendo levemente con la cabeza.- Me temo que he pensado lo mismo... Y que no estamos muy equivocados.- Le dije, dirigiéndole una fugaz mirada.-No me extrañaría que estuvieran usando los cuerpos como material para construir nuevas criaturas, o hasta incluso de alimento... Aunque esa segunda opción la veo menos posible, ya que sacarían más de seres vivos o, al menos, que no llevasen tanto tiempo muertos...-Dijo, quedándose pensativa durante un instante.- No podría decirte qué es lo que se puede hacer con la magia negra, o mejor dicho, qué es lo que no se puede hacer. Cada mago oscuro es poseedor de las más repugnantes técnicas, y hasta entre los del mismo gremio se ocultan los secretos. Como verás, yo solo domino magia etérea.- Sonrió sarcástica.- Pero, para mi desgracia, o quién sabe, para mi suerte, me he topado con más de un mago negro. Y lo mejor que podemos hacer ahora es preocuparnos de cómo cargarnos o escapar de esas criaturas... Luego podremos adivinar qué son, y, de paso, patearles el trasero a sus creadores.
Una nueva embestida sacudió los cimientos de la casa, y Aile vio quebrada su barrera. Sus ojos se abrieron al máximo, horrorizados. La defensa había caído. La madera de la casa se astilló y una de aquellas cosas entró, pero antes de que pudiera verlo, un grito horrible le hizo cerrar los ojos durante un momento. En la completa oscuridad, alguien la agarró del brazo y tiró de ella, sacándola de allí. A la luz de la noche pudo ver que se trataba de Cadenas. Pero, ¿y los demás? La mayoría de los que estaban allí ya estaban perdidos.
Sonrió ante sus palabras, mientras observaba cómo Noctis y el tipo de la cicatriz habían conseguido huir. Pero la sonrisa se borró de su rostro al ver las horribles criaturas que se movían alrededor de la casa. Serían del tamaño de un gigante, y parecían intentos de mutaciones. ¿Experimentos fallidos? Se quitó la capa y la dejó caer al suelo, dejando a la vista la ligera armadura y las armas que portaba. De qué le servía seguir ocultando todo aquello, ¿no? Una de esas criaturas giró su rostro deforme hacia ellos y dio un grito que resonó dolorosamente en los oídos de Aile.-Hacia donde podamos.- Contestó, agarrando del brazo a su compañero y tirando de él.-¡Vamos! Esas cosas nos devorarán como nos atrapen así. ¿Crees que podríamos herirlos con las armas si les tendemos alguna emboscada o los pillamos de uno en uno?
Por la mente de la feérica se pasaba todo tipo de pensamientos, menos buenos presagios. En su frente comenzaron a aparecer pequeñas gotas de sudor a causa del esfuerzo realizado por seguir manteniendo la barrera intacta, cosa que, con las embestidas de aquellos seres y el tiempo que hacía que no usaba la magia, estaba resultando un poco difícil. Encajó la mandíbula, furiosa. Aquel no era precisamente un hechizo complicado, pero sí necesitaba de bastante resistencia y entrenamiento. Y Aile tenía resistencia física, pero por su cabezonería hacia seguir usando las armas, no era muy buena hechicera. Al escuchar la voz de Cadenas, la feérica esbozó una sonrisa ladina, dirigiéndole una mirada tranquilizadora.- Descuida.- Le contestó, sonriendo con un poco más de suavidad. Tenía la expresión algo forzada a causa del esfuerzo que estaba haciendo. Una nueva embestida hizo que tomase la decisión de un giro en la barrera. Volvió a juntar las manos en un extraño signo y murmuró un par de palabras, y poco después, las corrientes de aire que envolvían la casa eran ascendentes. Desde dentro de la cabaña se podía divisar las hojas y las hierbas que el viento arrancaba, llevándolas hacia arriba, para luego dejarlas caer lejos. Tal vez... tal vez de aquella manera consiguiera alejar a aquellas criaturas...
Aunque, para ser sinceros, era algo que dudaba.
Observó el rostro de su compañero mientras escrutaba en la noche, buscando hallar el tipo de criaturas a las que se enfrentaban, aunque Aile comenzaba a hacerse una idea. Habían conseguido resistir la embestida de una barrera mágica; o eran muy fuertes, o eran seres creados mediante la magia. Y casi que apuntaba más por la segunda opción.-¿No parecen cuerpos humanos?- Preguntó, mirándolo a los ojos, repitiendo lo mismo que él había dicho. Suspiró, algo aliviada; su teoría de que pudieran estar levantando seres de la tumba había sido descartada. Ahora quedaban las peores. Siguió con la mirada perdida en el vacío, concentrada en mantener la barrera, aunque los gritos de miedo de los allí presentes no ayudaban precisamente. Sonrió ante la respuesta de Cadenas.- Así me gusta.- Sentenció, con una sonrisa satisfecha. ¿De qué le servirían compañeros que se aterrorizaban a la más mínima?
Escuchó sus palabras, meditándolas, para acabar asintiendo levemente con la cabeza.- Me temo que he pensado lo mismo... Y que no estamos muy equivocados.- Le dije, dirigiéndole una fugaz mirada.-No me extrañaría que estuvieran usando los cuerpos como material para construir nuevas criaturas, o hasta incluso de alimento... Aunque esa segunda opción la veo menos posible, ya que sacarían más de seres vivos o, al menos, que no llevasen tanto tiempo muertos...-Dijo, quedándose pensativa durante un instante.- No podría decirte qué es lo que se puede hacer con la magia negra, o mejor dicho, qué es lo que no se puede hacer. Cada mago oscuro es poseedor de las más repugnantes técnicas, y hasta entre los del mismo gremio se ocultan los secretos. Como verás, yo solo domino magia etérea.- Sonrió sarcástica.- Pero, para mi desgracia, o quién sabe, para mi suerte, me he topado con más de un mago negro. Y lo mejor que podemos hacer ahora es preocuparnos de cómo cargarnos o escapar de esas criaturas... Luego podremos adivinar qué son, y, de paso, patearles el trasero a sus creadores.
Una nueva embestida sacudió los cimientos de la casa, y Aile vio quebrada su barrera. Sus ojos se abrieron al máximo, horrorizados. La defensa había caído. La madera de la casa se astilló y una de aquellas cosas entró, pero antes de que pudiera verlo, un grito horrible le hizo cerrar los ojos durante un momento. En la completa oscuridad, alguien la agarró del brazo y tiró de ella, sacándola de allí. A la luz de la noche pudo ver que se trataba de Cadenas. Pero, ¿y los demás? La mayoría de los que estaban allí ya estaban perdidos.
Sonrió ante sus palabras, mientras observaba cómo Noctis y el tipo de la cicatriz habían conseguido huir. Pero la sonrisa se borró de su rostro al ver las horribles criaturas que se movían alrededor de la casa. Serían del tamaño de un gigante, y parecían intentos de mutaciones. ¿Experimentos fallidos? Se quitó la capa y la dejó caer al suelo, dejando a la vista la ligera armadura y las armas que portaba. De qué le servía seguir ocultando todo aquello, ¿no? Una de esas criaturas giró su rostro deforme hacia ellos y dio un grito que resonó dolorosamente en los oídos de Aile.-Hacia donde podamos.- Contestó, agarrando del brazo a su compañero y tirando de él.-¡Vamos! Esas cosas nos devorarán como nos atrapen así. ¿Crees que podríamos herirlos con las armas si les tendemos alguna emboscada o los pillamos de uno en uno?
Aile Lunnai- Nigromante
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Puntos : 361
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 28
Localización : tss a saber ewê
Datos
Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
Trabaja de: mercader
Pertenece a: Es neutral
Re: Asuntos turbios [libre]
Mis ojos aún están acostumbrándose a la oscuridad del exterior cuando veo moverse la primera sombra. Al principio no acierto más que a distinguir los contornos de la figura, pero una forma se abre paso lentamente en mi retina, mostrándome a la criatura más horrible que jamás he tenido la desgracia de contemplar. Se me seca la boca, incapaz de ignorar el hecho de que puedo ver más de esas cosas moverse por el rabillo del ojo. ¿Cuántos hay? ¿Cinco? ¿Diez? ¿Cuántos hacen falta para acabar con nosotros?
Aprieto la mandíbula con fuerza, deslizando mis dagas fuera de sus vainas con un movimiento veloz. Aile parece más acostumbrada que yo a ver cosas de este estilo, o al menos no tan sorprendida. Los gritos que salen de la cabaña disminuyen repentinamente. Juraría que he visto escapar a alguno de los hombres de Noctis, huyendo a tumbos y a la carrera entre los árboles, pero no puedo afirmarlo con seguridad: tan sólo son movimientos indistinguibles. Bien podrían ser las sombras de más seres como aquellos, aguardándonos a cierta distancia.
El más cercano no parece habernos visto, o al menos no nos mira. Los colores son confusos por la oscuridad del crepúsculo ya pasado, pero creo diferenciar un cuerpo informe y oscuro, como una masa de brea abultada. Debe de tener extremidades, aunque no consigo ver más de una, retorcida y que parece pegada a un lado del pecho... si es que a eso se le puede llamar "pecho", claro. La cabeza, sin forma, se encuentra al extremo de un cuello enorme y encorvado. Todo su aspecto daba la sensación de que fuera una figura de alquitrán pegajoso mal construida, derritiéndose al sol.
Hablando de sol, ¡daría un brazo por un solo rayo de luz!
-No sé si las armas funcionarán. ¿Has visto sus cuerpos? -murmuro a Aile, apuntando hacia la criatura más cercana, que en este momento parece a punto de girarse hacia nosotros- Pero, ¿sabes qué? Hay una manera mejor de averiguarlo que hacer suposiciones.
Con estas palabras, echo una mano a la espalda para coger uno de mis cuchillos más pequeños. A toda prisa, lo sopeso, trazo mentalmente una trayectoria, y lo lanzo con la línea recta de un halcón hacia la cabeza de la criatura. La hoja se clava con un "thung" casi reconfortante. Al menos sabemos que no tienen escudos mágicos o algo por el estilo.
Por otra parte, mi alegría empieza a desaparecer cuando la cosa se gira definitivamente hacia nosotros, inclinándose en el proceso, y su cabeza de cuencas vacías y rasgos irreconocibles se detiene a menos de dos palmos de nuestras caras, con mi cuchillo clavado en mitad de la frente.
Se me escapa una risa nerviosa. Con un único movimiento arranco el arma de la cabeza del monstruo, doy un giro en redondo y echo a correr. No dudo que Aile haga exactamente lo mismo.
-¡El acero no funciona! ¡Anotado! -grito- ¡Mi última idea es pegarle fuego, y si eso no funciona, pienso volver al desierto!
Aprieto la mandíbula con fuerza, deslizando mis dagas fuera de sus vainas con un movimiento veloz. Aile parece más acostumbrada que yo a ver cosas de este estilo, o al menos no tan sorprendida. Los gritos que salen de la cabaña disminuyen repentinamente. Juraría que he visto escapar a alguno de los hombres de Noctis, huyendo a tumbos y a la carrera entre los árboles, pero no puedo afirmarlo con seguridad: tan sólo son movimientos indistinguibles. Bien podrían ser las sombras de más seres como aquellos, aguardándonos a cierta distancia.
El más cercano no parece habernos visto, o al menos no nos mira. Los colores son confusos por la oscuridad del crepúsculo ya pasado, pero creo diferenciar un cuerpo informe y oscuro, como una masa de brea abultada. Debe de tener extremidades, aunque no consigo ver más de una, retorcida y que parece pegada a un lado del pecho... si es que a eso se le puede llamar "pecho", claro. La cabeza, sin forma, se encuentra al extremo de un cuello enorme y encorvado. Todo su aspecto daba la sensación de que fuera una figura de alquitrán pegajoso mal construida, derritiéndose al sol.
Hablando de sol, ¡daría un brazo por un solo rayo de luz!
-No sé si las armas funcionarán. ¿Has visto sus cuerpos? -murmuro a Aile, apuntando hacia la criatura más cercana, que en este momento parece a punto de girarse hacia nosotros- Pero, ¿sabes qué? Hay una manera mejor de averiguarlo que hacer suposiciones.
Con estas palabras, echo una mano a la espalda para coger uno de mis cuchillos más pequeños. A toda prisa, lo sopeso, trazo mentalmente una trayectoria, y lo lanzo con la línea recta de un halcón hacia la cabeza de la criatura. La hoja se clava con un "thung" casi reconfortante. Al menos sabemos que no tienen escudos mágicos o algo por el estilo.
Por otra parte, mi alegría empieza a desaparecer cuando la cosa se gira definitivamente hacia nosotros, inclinándose en el proceso, y su cabeza de cuencas vacías y rasgos irreconocibles se detiene a menos de dos palmos de nuestras caras, con mi cuchillo clavado en mitad de la frente.
Se me escapa una risa nerviosa. Con un único movimiento arranco el arma de la cabeza del monstruo, doy un giro en redondo y echo a correr. No dudo que Aile haga exactamente lo mismo.
-¡El acero no funciona! ¡Anotado! -grito- ¡Mi última idea es pegarle fuego, y si eso no funciona, pienso volver al desierto!
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
Había demasiados para su gusto. Aile apretó la mandíbula en un gesto de ira cuando los gritos provenientes de la casa se extinguieron. Parecía ser que habían acabado con todos. De repente, una figura salió corriendo de entre los escombros, gritando desquiciado; era otro de los hombres, que, milagrosamente, había sobrevivido. Noctis y el tipo de la cicatriz los habían alcanzado ya, pero Noctis parecía tener una pierna herida, pues iba agarrado por su compañero y andaba algo lento. Aquel hombre que había conseguido escapar corría en la dirección en la que se encontraban, tratando de huir del horrible ser deforme que lo perseguía. Éste alzó una de sus gigantescas manos hacia él con la intención de cogerlo. La feérica echó a correr en aquella dirección.- ¡No!- Alzó sus manos y murmuró el conjuro, haciendo que una corriente de aire fluyese directamente hacia aquel monstruo, pero ya era demasiado tarde; los dedos de aquel ser deforme se habían cerrado sobre el cuerpo de aquel hombre, produciendo un desagradable crujido. Para cuando el aire lo golpeó, aquel hombre no sería más que una masa de carne y huesos.
Aile se quedó en el sitio, conmocionada por no haber podido evitar que muriese delante de sus ojos sin que pudiera hacer nada; había reaccionado demasiado tarde. Miró con los ojos desencajados cómo aquella mole deforme volvía sus ojos hacia ellos, buscando nuevas presas. La voz de Cadenas la sacó de su ensimismamiento. Observó cómo lanzaba el cuchillo con destreza y seguridad en sí mismo. Tratando de volver en sí, se llevó la mano a la espalda, tanteando la empuñadura de su espada. La feérica frunció en ceño, esperando cualquier reacción del bando contrario. Cuando vio clavarse la hoja del cuchillo de Cadenas en aquel monstruo, podría decirse que sintió algo de alivio, pero éste desapareció rápido cuando el enorme rostro amorfo de aquella bestia se detuvo a apenas unos palmos. Aile tragó saliva, procurando ignorar el fétido olor que tenía aquella cosa.- ¡¿Qué demonios?!
Tuvo ganas de reírse de la misma manera que su compañero. Aquello era casi ridículo... ¿cómo no podían hacerle nada los cuchillos? Miró con incredulidad la daga clavada en la 'frente' de aquel ser. Cadenas arrancó el cuchillo de allí y echó a correr, a lo que Aile no tardó mucho en sumarse. Vio que Noctis y su compañero avanzaban muy por delante de ellos, tomando claramente ventaja. Rió nerviosa ante lo de prenderles fuego a los monstruos.-Me apunto también a ese plan, aunque el desierto no sea lo más indicado para los de mi raza... Pero mejor cualquier sitio que éste.- Tenía que haber una manera de acabar con aquellas cosas. Aile le dirigió una mirada pensativa a los árboles mientras corrían y aquella cosa les perseguía, a una velocidad considerablemente menor. Una idea surcó su mente al ver un tronco viejo y algo tronchado a pocos metros por delante de ellos. Murmuró de nuevo el mismo encantamiento que había usado antes para tratar de salvar a aquel hombre justo cuando pasaron por delante de aquel árbol. Totalmente resquebrajado por la fuerte corriente y lo desgastado que estaba, el tronco cedió y cayó hacia abajo, golpeando al ser que los perseguía. Aile esbozó una sonrisa.- Aunque puede que ésto se ponga divertido.- Frenó en seco, sintiendo cómo sus pies derrapaban sobre el suelo, dándose media vuelta de manera brusca, sonriendo ante la nueva situación.
Aquella enorme mole parecía aturdida por el golpe, ya que a penas se movía en el suelo. Su enorme cuerpo deforme estaba tirado, casi aplastado por el peso del árbol. La feérica comprobó que no había más de sus compañeros cerca, o, al menos, por ahora. Agarró con fiereza la empuñadura de su espada, desenvainándola. La hoja produjo un agudo sonido metálico al rozar contra la funda. Aile se encaminó hacia aquella mole, llevando la espada en una mano. Colocó una de las piernas sobre el tronco que aplastaba a aquel ser, como si pretendiese hacer que se incrustase más en su cuerpo.- Vamos a volver a comprobar esa resistencia suya al acero. A lo mejor no aguanta tanto si le rebanan la cabeza.- Sentenció, mientras alzaba la espada por encima suya con firmeza, con la vista clavada en aquella bestia que se había cobrado las vidas de la mayoría de los que estaban en la cabaña. Aquel era justo el mismo ser que había tratado de detener momentos antes; aquella vez no iba a tener tanta suerte.
Aile se quedó en el sitio, conmocionada por no haber podido evitar que muriese delante de sus ojos sin que pudiera hacer nada; había reaccionado demasiado tarde. Miró con los ojos desencajados cómo aquella mole deforme volvía sus ojos hacia ellos, buscando nuevas presas. La voz de Cadenas la sacó de su ensimismamiento. Observó cómo lanzaba el cuchillo con destreza y seguridad en sí mismo. Tratando de volver en sí, se llevó la mano a la espalda, tanteando la empuñadura de su espada. La feérica frunció en ceño, esperando cualquier reacción del bando contrario. Cuando vio clavarse la hoja del cuchillo de Cadenas en aquel monstruo, podría decirse que sintió algo de alivio, pero éste desapareció rápido cuando el enorme rostro amorfo de aquella bestia se detuvo a apenas unos palmos. Aile tragó saliva, procurando ignorar el fétido olor que tenía aquella cosa.- ¡¿Qué demonios?!
Tuvo ganas de reírse de la misma manera que su compañero. Aquello era casi ridículo... ¿cómo no podían hacerle nada los cuchillos? Miró con incredulidad la daga clavada en la 'frente' de aquel ser. Cadenas arrancó el cuchillo de allí y echó a correr, a lo que Aile no tardó mucho en sumarse. Vio que Noctis y su compañero avanzaban muy por delante de ellos, tomando claramente ventaja. Rió nerviosa ante lo de prenderles fuego a los monstruos.-Me apunto también a ese plan, aunque el desierto no sea lo más indicado para los de mi raza... Pero mejor cualquier sitio que éste.- Tenía que haber una manera de acabar con aquellas cosas. Aile le dirigió una mirada pensativa a los árboles mientras corrían y aquella cosa les perseguía, a una velocidad considerablemente menor. Una idea surcó su mente al ver un tronco viejo y algo tronchado a pocos metros por delante de ellos. Murmuró de nuevo el mismo encantamiento que había usado antes para tratar de salvar a aquel hombre justo cuando pasaron por delante de aquel árbol. Totalmente resquebrajado por la fuerte corriente y lo desgastado que estaba, el tronco cedió y cayó hacia abajo, golpeando al ser que los perseguía. Aile esbozó una sonrisa.- Aunque puede que ésto se ponga divertido.- Frenó en seco, sintiendo cómo sus pies derrapaban sobre el suelo, dándose media vuelta de manera brusca, sonriendo ante la nueva situación.
Aquella enorme mole parecía aturdida por el golpe, ya que a penas se movía en el suelo. Su enorme cuerpo deforme estaba tirado, casi aplastado por el peso del árbol. La feérica comprobó que no había más de sus compañeros cerca, o, al menos, por ahora. Agarró con fiereza la empuñadura de su espada, desenvainándola. La hoja produjo un agudo sonido metálico al rozar contra la funda. Aile se encaminó hacia aquella mole, llevando la espada en una mano. Colocó una de las piernas sobre el tronco que aplastaba a aquel ser, como si pretendiese hacer que se incrustase más en su cuerpo.- Vamos a volver a comprobar esa resistencia suya al acero. A lo mejor no aguanta tanto si le rebanan la cabeza.- Sentenció, mientras alzaba la espada por encima suya con firmeza, con la vista clavada en aquella bestia que se había cobrado las vidas de la mayoría de los que estaban en la cabaña. Aquel era justo el mismo ser que había tratado de detener momentos antes; aquella vez no iba a tener tanta suerte.
Aile Lunnai- Nigromante
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Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
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Pertenece a: Es neutral
Re: Asuntos turbios [libre]
El encantamiento de Aile no habrá sido suficiente para salvar a ese hombre, pero cuando lo utiliza por segunda vez el tronco al que apunta se derrumba como si estuviera hecho de papel. La criatura que nos perseguía queda atrapada debajo con un golpe que hace temblar la tierra; el árbol prácticamente ha debido aplastarla. Al ver a Aile detenerse en seco, hago lo mismo. Veo que se dirige hacia el monstruo, y mi asombro es sustituido rápidamente por una sonrisa.
-Recuérdame que te debo un abrazo. Los magos no son tan malos -silbo mientras me acerco a toda prisa, recuperando el aliento de la repentina carrera. La criatura parece realmente herida, o al menos lo suficientemente desorientada como para no hacer ademán de volver a levantarse.
-Vamos a volver a comprobar esa resistencia suya al acero -dice Aile, desenvainando su espada-. A lo mejor no aguanta tanto si le rebanan la cabeza.
Levanta la hoja por encima del monstruo, y por un instante siento que hemos conseguido la primera victoria...
Hasta que veo algo moverse a la derecha.
Me giro instintivamente, aún con las cuchillas en las manos, a tiempo de ver cómo una criatura diferente y desconocida salta hacia nosotros desde las sombras, emitiendo un bronco chirrido capaz de helar la sangre en las venas de un ejército. Incluso yo siento la urgencia de retroceder, pero la adrenalina catapulta mis pensamientos por encima de la sorpresa. Este ser es distinto... Es mucho más pequeño, lo que ha impedido que lo viéramos acercarse, pillándonos por sorpresa. La oscuridad sigue sin dejarme distinguir bien los colores, pero mis ojos ya se han acostumbrado a la escasez de luz, y en un instante que apenas ocupa un segundo puedo ver su forma, parecida a la de una bestia oscura y deforme, y percatarme de que la trayectoria de su salto no está dirigida hacia mí, sino hacia Aile. Echo el brazo atrás a la velocidad del rayo, aferrando con fuerza el puñal.
-¡Cuidado! -grito a la vez que lanzo el arma. La hoja alcanza su objetivo, pero la bestia ni siquiera parece notarlo. El pánico me arranca un grito de alarma- ¡Aile!
No he tenido tiempo de ver si ha escuchado mi primer aviso. Mientras me preparo para lanzar el otro cuchillo tan rápido como puedo, oigo un nuevo chirrido inmediatamente a mi izquierda. Me aparto de un salto, evitando de lleno el zarpazo de una nueva criatura, pero las garras me alcanzan la parte superior del brazo, provocando una herida superficial. Un dolor extraño me sacude el hombro en un ramalazo. Aprieto la mandíbula y clavo la mirada en la bestia, dispuesto a defender mi vida. He perdido de vista a mi compañera; sólo me queda esperar que sea tan rápida como ha demostrado hasta ahora.
-Recuérdame que te debo un abrazo. Los magos no son tan malos -silbo mientras me acerco a toda prisa, recuperando el aliento de la repentina carrera. La criatura parece realmente herida, o al menos lo suficientemente desorientada como para no hacer ademán de volver a levantarse.
-Vamos a volver a comprobar esa resistencia suya al acero -dice Aile, desenvainando su espada-. A lo mejor no aguanta tanto si le rebanan la cabeza.
Levanta la hoja por encima del monstruo, y por un instante siento que hemos conseguido la primera victoria...
Hasta que veo algo moverse a la derecha.
Me giro instintivamente, aún con las cuchillas en las manos, a tiempo de ver cómo una criatura diferente y desconocida salta hacia nosotros desde las sombras, emitiendo un bronco chirrido capaz de helar la sangre en las venas de un ejército. Incluso yo siento la urgencia de retroceder, pero la adrenalina catapulta mis pensamientos por encima de la sorpresa. Este ser es distinto... Es mucho más pequeño, lo que ha impedido que lo viéramos acercarse, pillándonos por sorpresa. La oscuridad sigue sin dejarme distinguir bien los colores, pero mis ojos ya se han acostumbrado a la escasez de luz, y en un instante que apenas ocupa un segundo puedo ver su forma, parecida a la de una bestia oscura y deforme, y percatarme de que la trayectoria de su salto no está dirigida hacia mí, sino hacia Aile. Echo el brazo atrás a la velocidad del rayo, aferrando con fuerza el puñal.
-¡Cuidado! -grito a la vez que lanzo el arma. La hoja alcanza su objetivo, pero la bestia ni siquiera parece notarlo. El pánico me arranca un grito de alarma- ¡Aile!
No he tenido tiempo de ver si ha escuchado mi primer aviso. Mientras me preparo para lanzar el otro cuchillo tan rápido como puedo, oigo un nuevo chirrido inmediatamente a mi izquierda. Me aparto de un salto, evitando de lleno el zarpazo de una nueva criatura, pero las garras me alcanzan la parte superior del brazo, provocando una herida superficial. Un dolor extraño me sacude el hombro en un ramalazo. Aprieto la mandíbula y clavo la mirada en la bestia, dispuesto a defender mi vida. He perdido de vista a mi compañera; sólo me queda esperar que sea tan rápida como ha demostrado hasta ahora.
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
La feérica le dirigió una fugaz sonrisa a Cadenas cuando le dijo aquello. Se sentía algo aliviada al comprobar que aquel monstruo había caído bajo el peso del árbol; tal vez no fueran tan invencibles. Después de todo, no parecían más que experimentos mal conseguidos, y tenía el oscuro presentimiento de que así era. Observó la maltrecha piel de aquella criatura, observándola con todo el detenimiento que la oscuridad de la noche le permitía. Tan concentrada estaba en su tarea de segar la cabeza de aquel engendro que apenas reaccionó ante la nueva criatura que se abalanzaba hacia ellos. Giró rápidamente la cabeza hacia Cadenas cuando lo vio desenvainar sus armas, alerta. Entonces giró la cabeza hacia aquella nueva criatura que se dirigía hacia ellos, mucho más veloz de lo que podía haber previsto. Escuchó el grito de advertencia de su compañero, pero aquel ser ya la había embestido con fuerza, dejándola sin respiración durante unos angustiosos instantes. Aile ahogó un grito de dolor al aterrizar contra el suelo de forma brusca, cayendo de espaldas. Con la mandíbula encajada por el dolor, se llevó una mano al costado, sintiéndolo dolorido por el tremendo golpe de aquella criatura. Tenía uno de los puñales de Cadenas clavado, pero aun así parecía no notarlo.
Ahora que lo pensaba, ¿dónde estaba Cadenas?
Giró la cabeza, de una forma que otra persona tal vez se lo hubiese pensado dos veces teniendo delante suya a una criatura que iba, sin lugar a dudas, a matarla de la manera más fiera posible. No lo veía, ¿dónde estaba?- ¡Cadenas!- Gritó casi sin aliento. Miró de nuevo hacia la bestia que la había embestido, la cual se recuperaba del golpe que había dado contra la coraza de la armadura que llevaba Aile. Pudo ver unas tremendas garras centellear a la pálida luz de las lunas. ¿Cómo no las había visto antes? No le habían hecho nada porque las garras habían chocado contra el metal, pero si aquello le alcanzaba alguna zona como el vientre, estaba perdida.
Abrió los ojos completamente, alarmada, cuando vio a aquel nuevo monstruo abalanzarse sobre ella, como un depredador sediento de sangre. Alzó la espada y retuvo las enormes garras de aquella criatura con ellas, pero ésta no tardó en levantar una de sus manos del arma y dirigir un rápido zarpazo hacia la feérica, quien aun forcejeaba en el suelo. Aile vio venir aquello, así que se echó hacia un lado, evitando por los pelos aquel mortífero arma que tenía por manos aquel ser. Aile rodó hacia un lado, levantándose lo más rápido que pudo, volviendo a detener con la hoja de su espada las garras de su atacante. Con horror, no solo pudo comprobar que, a pesar de tener un aspecto similar a los primeros atacantes, estaba mejor logrado, además de ser rápidos e, indudablemente, mucho más inteligentes.
Empujó hacia delante con todas sus fuerzas, apartando a la criatura durante unos instantes. Apretó la mandíbula mientras observaba a aquel ser, evaluando cómo podían hacer para salir de allí. Pero, ¿y su compañero? ¿Dónde estaba?-¡Cadenas!- Volvió a llamar, comenzando a angustiarse.-¡Ni se te ocurra morir!- Gritó, volviendo a esquivar las garras de aquella criatura que, por mucho que fuera más eficiente que la anterior, seguía desprendiendo aquel horripilante hedor.
Ahora que lo pensaba, ¿dónde estaba Cadenas?
Giró la cabeza, de una forma que otra persona tal vez se lo hubiese pensado dos veces teniendo delante suya a una criatura que iba, sin lugar a dudas, a matarla de la manera más fiera posible. No lo veía, ¿dónde estaba?- ¡Cadenas!- Gritó casi sin aliento. Miró de nuevo hacia la bestia que la había embestido, la cual se recuperaba del golpe que había dado contra la coraza de la armadura que llevaba Aile. Pudo ver unas tremendas garras centellear a la pálida luz de las lunas. ¿Cómo no las había visto antes? No le habían hecho nada porque las garras habían chocado contra el metal, pero si aquello le alcanzaba alguna zona como el vientre, estaba perdida.
Abrió los ojos completamente, alarmada, cuando vio a aquel nuevo monstruo abalanzarse sobre ella, como un depredador sediento de sangre. Alzó la espada y retuvo las enormes garras de aquella criatura con ellas, pero ésta no tardó en levantar una de sus manos del arma y dirigir un rápido zarpazo hacia la feérica, quien aun forcejeaba en el suelo. Aile vio venir aquello, así que se echó hacia un lado, evitando por los pelos aquel mortífero arma que tenía por manos aquel ser. Aile rodó hacia un lado, levantándose lo más rápido que pudo, volviendo a detener con la hoja de su espada las garras de su atacante. Con horror, no solo pudo comprobar que, a pesar de tener un aspecto similar a los primeros atacantes, estaba mejor logrado, además de ser rápidos e, indudablemente, mucho más inteligentes.
Empujó hacia delante con todas sus fuerzas, apartando a la criatura durante unos instantes. Apretó la mandíbula mientras observaba a aquel ser, evaluando cómo podían hacer para salir de allí. Pero, ¿y su compañero? ¿Dónde estaba?-¡Cadenas!- Volvió a llamar, comenzando a angustiarse.-¡Ni se te ocurra morir!- Gritó, volviendo a esquivar las garras de aquella criatura que, por mucho que fuera más eficiente que la anterior, seguía desprendiendo aquel horripilante hedor.
Aile Lunnai- Nigromante
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Puntos : 361
Fecha de inscripción : 24/02/2011
Edad : 28
Localización : tss a saber ewê
Datos
Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
Trabaja de: mercader
Pertenece a: Es neutral
Re: Asuntos turbios [libre]
-Vamos, pequeña -murmuro burlonamente a la bestia que me acecha, describiendo un semicírculo por delante de mí y emitiendo algo parecido a un gruñido gutural. Mi posición es estable, defensiva y con los puñales en alto, y no muevo un solo músculo mientras la criatura decide cuál será el mejor momento de atacarme. En un momento dado, se detiene y tensa las extremidades, como si se preparara para saltar. Ruge. Aprieto los dedos alrededor de las empuñaduras de mis armas y afianzo los pies en tierra, expectante.
Es entonces cuando oigo el mismo gruñido justo a mi espalda.
-¡Vamos! -grito, saltando hacia la izquierda con todo el impulso que puedo. Mi grito ha actuado como un gatillo. La bestia, sobresaltada, ha saltado ya hacia donde me encontraba hace un escaso segundo. Y tal y como yo esperaba, la criatura similar que esperaba tras mi espalda hace el mismo movimiento. Ambas chocan en el aire, las garras por delante, y para cuando caen al suelo en un barullo de rugidos enzarzados, yo ya he salido corriendo. Probablemente me vaya la vida en ello.
Intento mirar a mi alrededor mientras corro, buscando a Aile o a otros monstruos, pero es casi imposible distinguir nada en el oscuro bosque a esta velocidad. Aparto un dosel de ramas de un manotazo y oigo rugidos a mi espalda. Las criaturas están lejos, pero si no consigo alejarme lo suficiente volverán a encontrarme. Aprieto los dientes, intentando decidir qué debo hacer. Si trato de huir en silencio tal vez logre despistarlas y ponerme a salvo; tal vez incluso podría encontrar el pueblo por mi cuenta. Aile sigue por aquí cerca, en alguna parte, pero está claro que si la llamo en voz alta, no tendré ninguna oportunidad de pasar desapercibido y escapar de los dos monstruos que me persiguen... tal vez incluso atraiga a alguno más.
Como si tuviera alguna opción.
-¡Aile! -grito con toda la fuerza de mis pulmones- ¡Dime dónde estás!
Creo escuchar una respuesta y me detengo en seco, derrapando. ¿Es su voz?
-¡Ni se te ocurra morir!
Una sonrisa me sale del alma y se abre paso en mi rostro. Casi riendo, me giro en redondo para ver si hay alguna señal de las dos bestias. No oigo nada cerca, pero eso no tiene por qué ser una buena señal. Aguzando el oído, echo a andar rápidamente y en el mayor silencio posible hacia donde he escuchado la voz de mi compañera. La hojarasca cruje bajo mis pasos, y mi agitada respiración debe de hacer aún más ruido, pero los monstruos no dan signos de haberme alcanzado. Echando la vista atrás cada poco, sigo caminando hasta que creo ver movimiento tras una hilera de árboles. Corro hacia allí, agazapándome detrás de una suave elevación del terreno justo antes del claro donde, estrechando la vista para ver entre las ramas, vislumbro por fin a Aile, aún luchando contra la criatura que había saltado hacia ella. Ya sabía que no se dejaría matar por un absurdo bicharraco deforme.
No tengo muchas vías de acción, ni tiempo para pensar en más. Espero durante unos escasos instantes, hasta que la bestia furiosa me da la espalda, y entonces salto hacia el claro, hacia el monstruo, cayendo con ambos puñales por delante sobre su espalda. El golpe es seco, y las cuchillas se clavan hasta el puño. Ya sé que sirve de muy poco, pero sólo necesito distraerla. La criatura ruge, revolviéndose, pero no pierdo tiempo al gritar en dirección a Aile mi única idea:
-¡Haz magia, rápido!
Es entonces cuando oigo el mismo gruñido justo a mi espalda.
-¡Vamos! -grito, saltando hacia la izquierda con todo el impulso que puedo. Mi grito ha actuado como un gatillo. La bestia, sobresaltada, ha saltado ya hacia donde me encontraba hace un escaso segundo. Y tal y como yo esperaba, la criatura similar que esperaba tras mi espalda hace el mismo movimiento. Ambas chocan en el aire, las garras por delante, y para cuando caen al suelo en un barullo de rugidos enzarzados, yo ya he salido corriendo. Probablemente me vaya la vida en ello.
Intento mirar a mi alrededor mientras corro, buscando a Aile o a otros monstruos, pero es casi imposible distinguir nada en el oscuro bosque a esta velocidad. Aparto un dosel de ramas de un manotazo y oigo rugidos a mi espalda. Las criaturas están lejos, pero si no consigo alejarme lo suficiente volverán a encontrarme. Aprieto los dientes, intentando decidir qué debo hacer. Si trato de huir en silencio tal vez logre despistarlas y ponerme a salvo; tal vez incluso podría encontrar el pueblo por mi cuenta. Aile sigue por aquí cerca, en alguna parte, pero está claro que si la llamo en voz alta, no tendré ninguna oportunidad de pasar desapercibido y escapar de los dos monstruos que me persiguen... tal vez incluso atraiga a alguno más.
Como si tuviera alguna opción.
-¡Aile! -grito con toda la fuerza de mis pulmones- ¡Dime dónde estás!
Creo escuchar una respuesta y me detengo en seco, derrapando. ¿Es su voz?
-¡Ni se te ocurra morir!
Una sonrisa me sale del alma y se abre paso en mi rostro. Casi riendo, me giro en redondo para ver si hay alguna señal de las dos bestias. No oigo nada cerca, pero eso no tiene por qué ser una buena señal. Aguzando el oído, echo a andar rápidamente y en el mayor silencio posible hacia donde he escuchado la voz de mi compañera. La hojarasca cruje bajo mis pasos, y mi agitada respiración debe de hacer aún más ruido, pero los monstruos no dan signos de haberme alcanzado. Echando la vista atrás cada poco, sigo caminando hasta que creo ver movimiento tras una hilera de árboles. Corro hacia allí, agazapándome detrás de una suave elevación del terreno justo antes del claro donde, estrechando la vista para ver entre las ramas, vislumbro por fin a Aile, aún luchando contra la criatura que había saltado hacia ella. Ya sabía que no se dejaría matar por un absurdo bicharraco deforme.
No tengo muchas vías de acción, ni tiempo para pensar en más. Espero durante unos escasos instantes, hasta que la bestia furiosa me da la espalda, y entonces salto hacia el claro, hacia el monstruo, cayendo con ambos puñales por delante sobre su espalda. El golpe es seco, y las cuchillas se clavan hasta el puño. Ya sé que sirve de muy poco, pero sólo necesito distraerla. La criatura ruge, revolviéndose, pero no pierdo tiempo al gritar en dirección a Aile mi única idea:
-¡Haz magia, rápido!
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
La feérica siguió evitando y embistiendo seguidamente a aquel extraño ser. Mientras observaba sus rápidos movimientos y su cuerpo, también deforme pero en menor medida que sus enormes compañeros, trataba se sacar algo claro sobre aquellas criaturas... Pero no conseguía nada. Aquel ser se movía con una agilidad envidiable, jugando con la oscuridad de la noche. ¿Tendrían ojos que les permitían ver en la oscuridad? Aile hizo un esfuerzo por recorrer con su mirada el rostro de la criatura hasta dar con sus ojos dispares; no parecían mirarla a ella directamente. ¿Serían ciegos, pues? ¿Se guiarían por el olor? ¿O simplemente había sido una casualidad del momento? ¿Y por qué estaba tratando de averiguar esas tonterías cuando lo importante era saber cómo acabar con ellos?
Tal vez porque el más mínimo detalle, por ridículo que fuese, podría suponer una oportunidad para continuar viviendo.
Las garras de la criatura pasaron peligrosamente cerca del abdomen de Aile, quien se apartó con toda la presteza que pudo. Las garras no la rozaron, pero casi pudo sentir su gélido tacto. Seguía sin tener noticias de Cadenas, lo cual la inquietaba aun más. ¿Qué le habría ocurrido a su compañero? En su interior, rogaba a Wina que simplemente estuvieran lo suficientemente distantes para no escuchar sus voces. La feérica abrió los ojos completamente al descubrir una leve apertura en el costado de aquel ser, momento que aprovechó sin dudarlo. Antes de que los desagradables brazos de la criatura pudieran cubrir su cuerpo, la espada de la feérica se había hundido con rabia en él, clavándose con toda la saña que la muchacha pudo impregnar en la estocada. Con una sonrisa de siniestra satisfacción, Aile hundió un poco más su arma, confiada en que aquello tendría que resultar... Pero un zarpazo de aquel ser, que permanecía completamente lúcido, la devolvió a la realidad. Antes de recibir un nuevo zarpazo que resultase fatal, la feérica retiró la espada y se echó hacia atrás, mientras observaba con horror la manera en la que la criatura se examinaba la herida como si no fuese nada y volvía nuevamente sus ojos hacia ella. Y, en aquel momento, Aile casi cayó en lo que podría ser la razón por la cual aquellos seres del demonio no morían.
¿Cómo iban a matar algo que ya estaba muerto?
Historias de viejas, cuentos para asustar a los niños. Pero la magia existía realmente, y era tan maravillosa como decían las historias que se contaban para dormir a los pequeños de la casa, y tan terribles como las que se narraban para asustarlos y que no fueran temerarios. Precisamente, las segundas no fueron muy abundantes en la infancia de Aile; eso o no surtieron el efecto que deberían haber tenido. Un par de tajos lanzados un poco a la desesperada y aquella criatura se alejó un poco de su cuerpo, observándola atentamente, acechando como un auténtico depredador. ¿Qué se podía hacer contra la magia negra? ¿Cómo se mataba a algo que ya estaba muerto? Aile tenía algo de experiencia tratando con temas así, pero no era ninguna experta. Iba a necesitar tiempo para elaborar una hipótesis sobre lo que podían haber estado haciendo y cómo neutralizarlo. Pero en aquel momento no tenía precisamente tiempo.
Tan ensimismada estaba en su descubrimiento que no escuchó unos pasos acercarse entre la foresta, ni a alguien nuevo observando la escena. Tan solo tenía ojos para el horror creado a partir de la mente enferma de un grupo de locos. ¿Estaban tratando de crear vida artificial? ¿O qué era? ¿Qué se traían entre manos? Aquellas preguntas se arremolinaban en la mente de Aile, quien tardó un poco en reaccionar al ver una figura abalanzarse sobre su contrincante. Miró a Cadenas sorprendida, sin saber si gritarle que si estaba loco o gritar de alegría por el que siguiese con vida. Un poco confusa, asentí, arrojando la espada al suelo para poder usar ambas manos. ¿Magia? ¿Qué magia servía contra aquella criatura? No podía volver a tirarle un árbol encima, pues no había ninguno en mal estado en aquel lugar, además de que arrollaría a Cadenas también. ¿Qué hacer para combatir algo que estaba impregnado de la más monstruosa oscuridad? ''¿Magia blanca?'' Pero Aile solo se había especializado en hechizos de magia etérea y los básicos. Y, en aquel momento, recordó de entre los hechizos básicos el más sencillo de curación. ¿Y si aquel funcionaba? Sin demorar un instante, se acercó a la criatura que trataba de quitarse al yan de encima y alzó ambas manos hacia ella, pronunciando las palabras del hechizo con cuidado, procurando no equivocarse, pues hacía mucho tiempo que no lo usaba. ¿Desde que lo practicó? Sí, más o menos aquellos años.
Una leve luz blanco-azulada surgió y la criatura chilló. Con una sonrisa triunfante, Aile siguió con su sencillo hechizo de curación. La criatura dio unos cuantos pasos hacia atrás, viéndose en la zona que había recibido el hechizo una especie de quemadura.
Así que magia blanca era la solución, ¿eh? ¿Podrían, ahora que aquel ser estaba débil, funcionar las armas en él? Si lo partían por la mitad no debería aguantar, ¿no? Todo era cuestión de probar.
Tal vez porque el más mínimo detalle, por ridículo que fuese, podría suponer una oportunidad para continuar viviendo.
Las garras de la criatura pasaron peligrosamente cerca del abdomen de Aile, quien se apartó con toda la presteza que pudo. Las garras no la rozaron, pero casi pudo sentir su gélido tacto. Seguía sin tener noticias de Cadenas, lo cual la inquietaba aun más. ¿Qué le habría ocurrido a su compañero? En su interior, rogaba a Wina que simplemente estuvieran lo suficientemente distantes para no escuchar sus voces. La feérica abrió los ojos completamente al descubrir una leve apertura en el costado de aquel ser, momento que aprovechó sin dudarlo. Antes de que los desagradables brazos de la criatura pudieran cubrir su cuerpo, la espada de la feérica se había hundido con rabia en él, clavándose con toda la saña que la muchacha pudo impregnar en la estocada. Con una sonrisa de siniestra satisfacción, Aile hundió un poco más su arma, confiada en que aquello tendría que resultar... Pero un zarpazo de aquel ser, que permanecía completamente lúcido, la devolvió a la realidad. Antes de recibir un nuevo zarpazo que resultase fatal, la feérica retiró la espada y se echó hacia atrás, mientras observaba con horror la manera en la que la criatura se examinaba la herida como si no fuese nada y volvía nuevamente sus ojos hacia ella. Y, en aquel momento, Aile casi cayó en lo que podría ser la razón por la cual aquellos seres del demonio no morían.
¿Cómo iban a matar algo que ya estaba muerto?
Historias de viejas, cuentos para asustar a los niños. Pero la magia existía realmente, y era tan maravillosa como decían las historias que se contaban para dormir a los pequeños de la casa, y tan terribles como las que se narraban para asustarlos y que no fueran temerarios. Precisamente, las segundas no fueron muy abundantes en la infancia de Aile; eso o no surtieron el efecto que deberían haber tenido. Un par de tajos lanzados un poco a la desesperada y aquella criatura se alejó un poco de su cuerpo, observándola atentamente, acechando como un auténtico depredador. ¿Qué se podía hacer contra la magia negra? ¿Cómo se mataba a algo que ya estaba muerto? Aile tenía algo de experiencia tratando con temas así, pero no era ninguna experta. Iba a necesitar tiempo para elaborar una hipótesis sobre lo que podían haber estado haciendo y cómo neutralizarlo. Pero en aquel momento no tenía precisamente tiempo.
Tan ensimismada estaba en su descubrimiento que no escuchó unos pasos acercarse entre la foresta, ni a alguien nuevo observando la escena. Tan solo tenía ojos para el horror creado a partir de la mente enferma de un grupo de locos. ¿Estaban tratando de crear vida artificial? ¿O qué era? ¿Qué se traían entre manos? Aquellas preguntas se arremolinaban en la mente de Aile, quien tardó un poco en reaccionar al ver una figura abalanzarse sobre su contrincante. Miró a Cadenas sorprendida, sin saber si gritarle que si estaba loco o gritar de alegría por el que siguiese con vida. Un poco confusa, asentí, arrojando la espada al suelo para poder usar ambas manos. ¿Magia? ¿Qué magia servía contra aquella criatura? No podía volver a tirarle un árbol encima, pues no había ninguno en mal estado en aquel lugar, además de que arrollaría a Cadenas también. ¿Qué hacer para combatir algo que estaba impregnado de la más monstruosa oscuridad? ''¿Magia blanca?'' Pero Aile solo se había especializado en hechizos de magia etérea y los básicos. Y, en aquel momento, recordó de entre los hechizos básicos el más sencillo de curación. ¿Y si aquel funcionaba? Sin demorar un instante, se acercó a la criatura que trataba de quitarse al yan de encima y alzó ambas manos hacia ella, pronunciando las palabras del hechizo con cuidado, procurando no equivocarse, pues hacía mucho tiempo que no lo usaba. ¿Desde que lo practicó? Sí, más o menos aquellos años.
Una leve luz blanco-azulada surgió y la criatura chilló. Con una sonrisa triunfante, Aile siguió con su sencillo hechizo de curación. La criatura dio unos cuantos pasos hacia atrás, viéndose en la zona que había recibido el hechizo una especie de quemadura.
Así que magia blanca era la solución, ¿eh? ¿Podrían, ahora que aquel ser estaba débil, funcionar las armas en él? Si lo partían por la mitad no debería aguantar, ¿no? Todo era cuestión de probar.
Aile Lunnai- Nigromante
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Trabaja de: mercader
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Re: Asuntos turbios [libre]
¡Funciona!
Apenas puedo creerlo, y no me molesto en contener una carcajada de alivio. La criatura parece perder terreno; retrocede, dejándome espacio para apartarme, pero me niego a sacar las cuchillas de su espalda. Me tambaleo para seguirla cuando se echa hacia atrás, arrastrándome consigo. Ni siquiera sale sangre de las heridas, pero cuando me inclino para ver si el hechizo ha hecho algún efecto real, veo que hay una profunda quemadura en la cabeza y el pecho de la bestia. De hecho, la herida parece empeorar por momentos, como si la carne oscura estuviera hirviendo, y se extiende lentamente por todo el cuerpo.
Desconcertado, no reacciono hasta que el límite de la quemadura llega hasta el punto donde está clavado mi puñal derecho. La hoja se calienta casi al instante, subiendo de temperatura tan rápido que casi puedo escucharlo. El calor me alcanza la palma de la mano y sólo entonces retiro las cuchillas a toda prisa, retrocediendo hasta donde se encuentra Aile. La miro, recobrando el aliento, y veo que aún está ocupada con el hechizo. Pero tenemos que actuar rápido, y esta no es la única criatura que nos acecha. Sin perder un momento, arrojo al suelo mis dos puñales y me agacho para buscar en la hierba oscura la espada que mi compañera ha tirado al suelo para tener las manos libres a la hora de atacar con magia. Un reflejo rápido en el acero me ayuda a encontrarla, y apenas he cerrado los dedos alrededor de la empuñadura corro hacia la bestia, levantando la hoja con ambas manos y calculando la trayectoria antes de dejarla caer, conteniendo un gruñido.
La hoja parte a la criatura por la mitad, dividiéndola casi hasta la base de la espalda, y deja de moverse al instante. Cuando cae al suelo como un saco viejo y muerto, arranco la espada con cierto esfuerzo, antes de que también empiece a hervir. No ha hecho ruido al morir, lo que me hace alegrarme de no haber soltado ningún grito heroico cuando le he clavado la espada. Todo eso está muy bien para las batallas de exhibición, pero en una noche oscura plagada de enemigos, no resulta nada práctico.
-Creo que está muerta... -jadeo, pasándome una mano por el pelo desordenado. Estoy sudando, y el frío empieza a pegárseme a la piel, sin atravesar aún el calor provocado por la carrera- No puedo creer que haya funcionado... ¡No es que no me alegre, desde luego! Creo que es la primera vez que me alegro de tener a una maga cerca. Ya estaba preparándome para rezar, y eso que no recuerdo una sola línea dirigida a los dioses. Tal vez Aldun nos hubiese mandado una espada de fuego y hubiésemos terminado antes -intento bromear, lanzándole una sonrisa. Vivamos o muramos, no tiene sentido hacerlo con mal humor, y la risa aleja el miedo y la inquietud.
Me inclino para recoger mis puñales, que aún no se han enfriado del todo. No puedo evitar sorprenderme de que no estén manchados de sangre. Tal vez no quede nada de ella en estos seres, sea lo que sea esa masa pegajosa y deforme de la que están hechos sus cuerpos. Levanto la mirada y aguzo el oído, inmóvil, tratando de percibir si algo más se acerca a nosotros, pero no puedo oír nada. Al menos, no cerca. Escudriño los árboles oscuros, en busca de un camino que ya sé que no está ahí.
-Nos han perdido... o eso parece -murmuro, echando una ojeada precavida alrededor, y echo a andar despacio-. ¿Intentamos llegar al pueblo?
Apenas puedo creerlo, y no me molesto en contener una carcajada de alivio. La criatura parece perder terreno; retrocede, dejándome espacio para apartarme, pero me niego a sacar las cuchillas de su espalda. Me tambaleo para seguirla cuando se echa hacia atrás, arrastrándome consigo. Ni siquiera sale sangre de las heridas, pero cuando me inclino para ver si el hechizo ha hecho algún efecto real, veo que hay una profunda quemadura en la cabeza y el pecho de la bestia. De hecho, la herida parece empeorar por momentos, como si la carne oscura estuviera hirviendo, y se extiende lentamente por todo el cuerpo.
Desconcertado, no reacciono hasta que el límite de la quemadura llega hasta el punto donde está clavado mi puñal derecho. La hoja se calienta casi al instante, subiendo de temperatura tan rápido que casi puedo escucharlo. El calor me alcanza la palma de la mano y sólo entonces retiro las cuchillas a toda prisa, retrocediendo hasta donde se encuentra Aile. La miro, recobrando el aliento, y veo que aún está ocupada con el hechizo. Pero tenemos que actuar rápido, y esta no es la única criatura que nos acecha. Sin perder un momento, arrojo al suelo mis dos puñales y me agacho para buscar en la hierba oscura la espada que mi compañera ha tirado al suelo para tener las manos libres a la hora de atacar con magia. Un reflejo rápido en el acero me ayuda a encontrarla, y apenas he cerrado los dedos alrededor de la empuñadura corro hacia la bestia, levantando la hoja con ambas manos y calculando la trayectoria antes de dejarla caer, conteniendo un gruñido.
La hoja parte a la criatura por la mitad, dividiéndola casi hasta la base de la espalda, y deja de moverse al instante. Cuando cae al suelo como un saco viejo y muerto, arranco la espada con cierto esfuerzo, antes de que también empiece a hervir. No ha hecho ruido al morir, lo que me hace alegrarme de no haber soltado ningún grito heroico cuando le he clavado la espada. Todo eso está muy bien para las batallas de exhibición, pero en una noche oscura plagada de enemigos, no resulta nada práctico.
-Creo que está muerta... -jadeo, pasándome una mano por el pelo desordenado. Estoy sudando, y el frío empieza a pegárseme a la piel, sin atravesar aún el calor provocado por la carrera- No puedo creer que haya funcionado... ¡No es que no me alegre, desde luego! Creo que es la primera vez que me alegro de tener a una maga cerca. Ya estaba preparándome para rezar, y eso que no recuerdo una sola línea dirigida a los dioses. Tal vez Aldun nos hubiese mandado una espada de fuego y hubiésemos terminado antes -intento bromear, lanzándole una sonrisa. Vivamos o muramos, no tiene sentido hacerlo con mal humor, y la risa aleja el miedo y la inquietud.
Me inclino para recoger mis puñales, que aún no se han enfriado del todo. No puedo evitar sorprenderme de que no estén manchados de sangre. Tal vez no quede nada de ella en estos seres, sea lo que sea esa masa pegajosa y deforme de la que están hechos sus cuerpos. Levanto la mirada y aguzo el oído, inmóvil, tratando de percibir si algo más se acerca a nosotros, pero no puedo oír nada. Al menos, no cerca. Escudriño los árboles oscuros, en busca de un camino que ya sé que no está ahí.
-Nos han perdido... o eso parece -murmuro, echando una ojeada precavida alrededor, y echo a andar despacio-. ¿Intentamos llegar al pueblo?
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
FDR: y aquí llega la nueva incorporación en este pequeño post de rol XD
Llevaba unos días viajando, buscando cualquier pista que me llevara a conocer más sobre la espada oscura que llevaba encima, había llegado a un bosque no muy lejos de un pueblo, decidí descansar en el bosque, ademas tampoco tenía suficiente oro para pagarme una cama en ninguna posada, por la mañana iría al pueblo a buscar información y provisiones, empezaba a quedarme sin comida para el viaje y eso nunca era bueno.
Aterrice cuando las lunas empezaban a surgir por el horizonte, me transforme como siempre en mi forma humana e instale un pequeño campamento algo alejado del claro en el que había aterrizado momentos antes, no sabía si en ese pequeño bosque habría feéricos, pero decidí no tentar a la suerte y no encender ninguna hoguera; me tumbe con la espalda apoyada en el tronco de un árbol, dejando a Hovor, mi fiel espada de fuego a mano, por si a algún pobre bandido decidía que era una presa fácil.
Tras unas pocas horas de sueño algo me despertó, algo me estaba acechando, aferre el pomo de mi espada sin hacer movimientos bruscos y haciendo ver que todavía dormía, espere a que el ruido se alejara o se acercara, para volver a dormir o envestir lo que fuera que había ahí; en breves momentos, el ruido se intensificó, era algo rápido y no muy pesado, pero no parecía un andar de ninguna de las razas de los seis y tampoco olía a sangre fría, abrí los ojos, intentando enfocar lo que me acechaba, me levante lentamente sin soltar la espada, mas aun no la desenvaine; pronto oí como se acercaba por mi espalda, me gire rápidamente y evite por poco unas garras que iban directas a mi estomago, observe a la criatura un momento, no era humana eso seguro y tal y como olía, no debería estar viva tampoco, que por el fuego de Aldun era esa cosa?
No tuve tiempo de responder a esa pregunta cuando la criatura me ataco de nuevo, evite el golpe esta vez con mas facilidad y desenvaine la espada de fuego, iluminando la zona, aunque en el momento de ver a esa criatura iluminada se me pasaron las ganas de tener luz, pero eso no evitaría que eliminara a la criatura antes de que ella hiciera lo propio conmigo, pare varios de sus siguientes ataques con la espada, quemando se las en el proceso, emitió un chillido de dolor al ver como sus garras se quemaban.
Pronto oí mas ruidos a mi alrededor, había más de una de esas criaturas
-Genial, ahora he caído en una emboscada de criaturas que no se ni que son, ni por que han venido a por...-pensé en voz alta, cortándome al final deduciendo porque me atacaban -la espada -murmure mirando de reojo el pomo de la otra espada que llevaba encima, la espada que nunca usaba y la razón principal de este viaje que estaba haciendo- ahora me dirán que esta espada levanta a los muertos y los convierte en estos bichos- refunfuñe, llevaba mucho tiempo portando la espada pero nunca había ocurrido algo así antes, decidí que ya buscaría la razón por la que me atacaban más tarde, lo primero era sobrevivir-
Decidí activar mi amuleto de control de transformación para cubrir mi cuerpo de escamas, aunque no pareciera mucho eran una mejor armadura que muchas que les había visto llevar a mis ex-compañeros de la academia de Nurgon, activar el amuleto, me agotaba mucho, pero eso no evitaría que terminará con aquellas criaturas, ya descansaría después de asegurarme de que estaba segura.
Me lance hacia la primera criatura que me había atacado, con la espada por delante, lance un par de estocadas que la criatura evito, acto seguido corte horizontalmente acertando de lleno en su vientre cortando a la criatura por la mitad, que antes de caer al suelo inmóvil lanzó un chillido como el de momentos atrás, repetí la operación con las otras criaturas a mi alrededor, eran seis mas, que suerte la mia siete criaturas atacándome, alguna de las criaturas consiguió golpearme con sus garras, pero gracias a mis escamas no lo note mucho, aunque sabía que luego, cuando desactivara el amuleto, tendría algún corte.
Quedaba ya solo una criatura, estaba agotada así que decidí terminar rápido, desactive el amuleto de control y centre casi todas mis fuerzas en la espada, haciendo que esta ardiera como pocas veces lo hacía.
-Lo siento si hay algún feérico cerca-dije en voz alta, para luego hacer un corte a escaso centímetros de la criatura lanzando llamas a su alrededor y sin querer prendiendo algo de la hierba del suelo, por lo menos no había sido un árbol. Mire a mi alrededor, no parecía haber ninguna criatura mas, envaine la espada y me deje caer, esperando que o no me encontrara nadie y despertara por la mañana como si nada hubiera ocurrido o si alguien me encontraba que no me robara la espada oscura. Lentamente caí en el sueño, habia gastado mucha más energía de la que creía en el amuleto y ese ultimo ataque. Me dormí, con un corte en el brazo izquierdo y ambas espadas envainadas, mi bolsa de viaje apoyada aun en el árbol donde habia dormido minutos atrás, no muy lejos de donde me encontraba tendida yo ahora.
Llevaba unos días viajando, buscando cualquier pista que me llevara a conocer más sobre la espada oscura que llevaba encima, había llegado a un bosque no muy lejos de un pueblo, decidí descansar en el bosque, ademas tampoco tenía suficiente oro para pagarme una cama en ninguna posada, por la mañana iría al pueblo a buscar información y provisiones, empezaba a quedarme sin comida para el viaje y eso nunca era bueno.
Aterrice cuando las lunas empezaban a surgir por el horizonte, me transforme como siempre en mi forma humana e instale un pequeño campamento algo alejado del claro en el que había aterrizado momentos antes, no sabía si en ese pequeño bosque habría feéricos, pero decidí no tentar a la suerte y no encender ninguna hoguera; me tumbe con la espalda apoyada en el tronco de un árbol, dejando a Hovor, mi fiel espada de fuego a mano, por si a algún pobre bandido decidía que era una presa fácil.
Tras unas pocas horas de sueño algo me despertó, algo me estaba acechando, aferre el pomo de mi espada sin hacer movimientos bruscos y haciendo ver que todavía dormía, espere a que el ruido se alejara o se acercara, para volver a dormir o envestir lo que fuera que había ahí; en breves momentos, el ruido se intensificó, era algo rápido y no muy pesado, pero no parecía un andar de ninguna de las razas de los seis y tampoco olía a sangre fría, abrí los ojos, intentando enfocar lo que me acechaba, me levante lentamente sin soltar la espada, mas aun no la desenvaine; pronto oí como se acercaba por mi espalda, me gire rápidamente y evite por poco unas garras que iban directas a mi estomago, observe a la criatura un momento, no era humana eso seguro y tal y como olía, no debería estar viva tampoco, que por el fuego de Aldun era esa cosa?
No tuve tiempo de responder a esa pregunta cuando la criatura me ataco de nuevo, evite el golpe esta vez con mas facilidad y desenvaine la espada de fuego, iluminando la zona, aunque en el momento de ver a esa criatura iluminada se me pasaron las ganas de tener luz, pero eso no evitaría que eliminara a la criatura antes de que ella hiciera lo propio conmigo, pare varios de sus siguientes ataques con la espada, quemando se las en el proceso, emitió un chillido de dolor al ver como sus garras se quemaban.
Pronto oí mas ruidos a mi alrededor, había más de una de esas criaturas
-Genial, ahora he caído en una emboscada de criaturas que no se ni que son, ni por que han venido a por...-pensé en voz alta, cortándome al final deduciendo porque me atacaban -la espada -murmure mirando de reojo el pomo de la otra espada que llevaba encima, la espada que nunca usaba y la razón principal de este viaje que estaba haciendo- ahora me dirán que esta espada levanta a los muertos y los convierte en estos bichos- refunfuñe, llevaba mucho tiempo portando la espada pero nunca había ocurrido algo así antes, decidí que ya buscaría la razón por la que me atacaban más tarde, lo primero era sobrevivir-
Decidí activar mi amuleto de control de transformación para cubrir mi cuerpo de escamas, aunque no pareciera mucho eran una mejor armadura que muchas que les había visto llevar a mis ex-compañeros de la academia de Nurgon, activar el amuleto, me agotaba mucho, pero eso no evitaría que terminará con aquellas criaturas, ya descansaría después de asegurarme de que estaba segura.
Me lance hacia la primera criatura que me había atacado, con la espada por delante, lance un par de estocadas que la criatura evito, acto seguido corte horizontalmente acertando de lleno en su vientre cortando a la criatura por la mitad, que antes de caer al suelo inmóvil lanzó un chillido como el de momentos atrás, repetí la operación con las otras criaturas a mi alrededor, eran seis mas, que suerte la mia siete criaturas atacándome, alguna de las criaturas consiguió golpearme con sus garras, pero gracias a mis escamas no lo note mucho, aunque sabía que luego, cuando desactivara el amuleto, tendría algún corte.
Quedaba ya solo una criatura, estaba agotada así que decidí terminar rápido, desactive el amuleto de control y centre casi todas mis fuerzas en la espada, haciendo que esta ardiera como pocas veces lo hacía.
-Lo siento si hay algún feérico cerca-dije en voz alta, para luego hacer un corte a escaso centímetros de la criatura lanzando llamas a su alrededor y sin querer prendiendo algo de la hierba del suelo, por lo menos no había sido un árbol. Mire a mi alrededor, no parecía haber ninguna criatura mas, envaine la espada y me deje caer, esperando que o no me encontrara nadie y despertara por la mañana como si nada hubiera ocurrido o si alguien me encontraba que no me robara la espada oscura. Lentamente caí en el sueño, habia gastado mucha más energía de la que creía en el amuleto y ese ultimo ataque. Me dormí, con un corte en el brazo izquierdo y ambas espadas envainadas, mi bolsa de viaje apoyada aun en el árbol donde habia dormido minutos atrás, no muy lejos de donde me encontraba tendida yo ahora.
Invitado- Invitado
Re: Asuntos turbios [libre]
Sonrió cuando escuchó la carcajada de su amigo. El hechizo de curación, lo más básico de magia blanca, estaba funcionando. No le hacía un daño excesivo, pero conseguía debilitar a aquella criatura. Si tan solo consiguiese aprender algún otro conjuro más fuerte... ¿Dónde estarían sus antiguos libros de magia? Si no recordaba mal, deberían estar en casa de su abuelo humano... Pero esa casa se hallaba demasiado lejos de donde estaban ahora. Debería mirar qué había en su zurró. Siempre encontraba alguna cosa por ahí desperdigada que la ayudaba en el último momento. Con una leve sonrisa, siguió realizando aquel sencillo hechizo con esmero, mientras su compañero seguía clavando las dos cuchillas en la espalda de la criatura. Parecía que por fin habían encontrado el método por el cual el acero podría hacerle daño a aquellos seres. La quemadura se había extendido por el cuerpo de aquella criatura deforme, que chillaba de forma horrible mientras agonizaba.
Y la quemadura seguía extendiéndose por el cuerpo de la criatura. Y las fuerzas de Aile menguaban de forma proporcional. Paró durante unos segundos al ver que Cadenas se había retirado de la bestia. Lo observó durante un instante algo extrañada, pues no sabía que las cuchillas se habían calentado de la misma forma que la piel de aquel ser. Antes de que la criatura pudiese reaccionar de alguna manera o recuperarse, Aile continuó con el hechizo, ignorando las gotas de sudor que perlaban su frente. Tanto tiempo sin usar la magia y ahora la estaba usando toda de golpe... era un poco excesivo para un cuerpo mortal. Pero la feérica estaba acostumbrada a hacer esfuerzos, y en ningún momento salió una queja de entre sus labios. Siguió con las palmas de las manos extendidas hacia la criatura, encargándose de debilitarla. Por el rabillo del ojo pudo ver a Cadenas recogiendo su espada y embistiendo a la bestia con ella. La feérica cerró los ojos y trató de que el hechizo siguiese desconcertando a la criatura, para que no pudiese contraatacar a su compañero.
Y funcionó. Toda aquella locura funcionó. Aile dejó caer los brazos a lo largo de su cuerpo mientras observaba a la criatura, ahora inmóvil del suelo. No dijo nada mientras su compañero retiraba a Shannay del cuerpo de aquel ser en silencio. Parecía que ambos habían abusado de sus fuerzas. ¿Cómo una criatura así podía haber causado tantos problemas? La feérica se remetió el pelo, completamente desordenado y húmedo del sudor, detrás de las orejas, dejando su cara descubierta. Respiró aliviada, pero sabía que no debían cantar victoria aun... y menos quedarse allí plantados, esperando a que nuevos visitantes decidieran tener el detalle de presentarse.- ¿Estás bien...?- Preguntó, preocupada por el que pudiese estar herido. Se acababa de enfrentar a una bestia bien armada con sus garras y colmillos, no sería nada extraño. La feérica tenía algunos rasguños por el cuerpo, además de un arañazo en el costado, el cual luego se encargaría de curarse.
Sonrió cuando escuchó lo de que le alegraba por primera vez el tener una maga cerca. Era normal que muchas personas desconfiasen aun de los magos, teniendo en cuenta las épocas oscuras que muchos provocaron.- Nunca me he considerado como una maga.- Musitó, sonriendo de lado.-Siempre recurro a darle a quien sea una buena tunda sin necesidad de hechizos.- Era cierto; a pesar de haber estudiado magia, nunca se había considerado como una maga. Y no creía que nadie, a simple vista, pudiese adivinar que tenía aquel don. Había aprendido de su abuelo, quien había sido caballero de Nurgon, a utilizar la espada, y sus años en solitario por el mundo le habían enseñado a desenvolverse con todo tipo de armas. Rió con suavidad ante lo de la espada de fuego, sintiéndose algo aliviada.- Seguramente a Aldun no le cayese muy bien...-Bromeó, aun respirando con dificultad. Cogió su espada y la metió en la funda, asintiendo a la propuesta de Cadenas.- Es el lugar más seguro que podemos encontrar por los alrededores. Además, quiero echarle un vistazo a mi zurrón a ver si encuentro algo sobre magia blanca, o hasta incluso de fuego... Parece ser la única manera de debilitar a esos seres. Y... tampoco quiero marcharme dejando esto así.- Dijo, observando de soslayo el cuerpo de aquel resultado de magia negra.- Además de que me gustaría cambiarme.- Añadió bromeando, haciendo una leve mueca con la boca, señalando sus atuendo algo desgarrados y manchados de sangre, por no mencionar su piel.
Entonces, cuando se disponía a dirigirse hacia el pueblo, una especie de desagrado la atravesó. Los ojos de Aile se abrieron de par en par, mirando hacia una única dirección. Se quedó durante unos instantes inmóvil, como si hubiese visto un fantasma, y para cuando reaccionó, lo hizo con tal horror que parecía estar presenciando la muerte de alguien.- ¡No!- Gritó, echando a correr hacia aquella dirección sin darle cuentas a sus heridas y a que deberían ponerse a salvo. La mata de pelo verde oscuro se agitaba a sus espaldas con fiereza, y entre sus labios podían verse sus dientes encajados, como los de un animal que iba de caza. Al poco, cuando llegó al lugar donde una joven aparentemente humana había prendido fuego a las hierbas del suelo y las llamas estaban rozando el tronco de un árbol, los ojos de la feérica brillaron con la misma intensidad que el fuego. La chica se había echado a dormir, dejando el fuego tal cual; y ahora Aile parecía una madre enfada que estaba echándole la reprimenda a una niña.- ¡¿Cómo puedes hacer fuego de esa manera tan inconsciente?! ¡¿No te das cuenta de...?!- Se calló al ver lo que había allí tirado: varios cadáveres de aquellos seres adornaban el suelo.- ¿Pero qué...?
Sintió la energía que desprendía el cuerpo de aquella chica. Era una híbrida, y por lo que había provocado, lo era de dragón. Aile no tenía buena experiencia con aquellas criaturas, aunque las prefería antes que a los sheks. Se la quedó mirando sorprendida, sin decir ni una sola palabra más. No sabía si su compañero la había seguido o no; había corrido desesperadamente hacia el lugar donde el árbol corría peligro de ser quemado, pues así se lo exigía su sangre feérica. Pero, ¿cuántas veces había ignorado muchos instintos que su sangre le pedía? ¿Tan exhausta había salido después de la pelea con aquellos seres? ¿debería advertir a la chica de que era peligroso estar allí? ¡Pero si era un dragón!
Y la quemadura seguía extendiéndose por el cuerpo de la criatura. Y las fuerzas de Aile menguaban de forma proporcional. Paró durante unos segundos al ver que Cadenas se había retirado de la bestia. Lo observó durante un instante algo extrañada, pues no sabía que las cuchillas se habían calentado de la misma forma que la piel de aquel ser. Antes de que la criatura pudiese reaccionar de alguna manera o recuperarse, Aile continuó con el hechizo, ignorando las gotas de sudor que perlaban su frente. Tanto tiempo sin usar la magia y ahora la estaba usando toda de golpe... era un poco excesivo para un cuerpo mortal. Pero la feérica estaba acostumbrada a hacer esfuerzos, y en ningún momento salió una queja de entre sus labios. Siguió con las palmas de las manos extendidas hacia la criatura, encargándose de debilitarla. Por el rabillo del ojo pudo ver a Cadenas recogiendo su espada y embistiendo a la bestia con ella. La feérica cerró los ojos y trató de que el hechizo siguiese desconcertando a la criatura, para que no pudiese contraatacar a su compañero.
Y funcionó. Toda aquella locura funcionó. Aile dejó caer los brazos a lo largo de su cuerpo mientras observaba a la criatura, ahora inmóvil del suelo. No dijo nada mientras su compañero retiraba a Shannay del cuerpo de aquel ser en silencio. Parecía que ambos habían abusado de sus fuerzas. ¿Cómo una criatura así podía haber causado tantos problemas? La feérica se remetió el pelo, completamente desordenado y húmedo del sudor, detrás de las orejas, dejando su cara descubierta. Respiró aliviada, pero sabía que no debían cantar victoria aun... y menos quedarse allí plantados, esperando a que nuevos visitantes decidieran tener el detalle de presentarse.- ¿Estás bien...?- Preguntó, preocupada por el que pudiese estar herido. Se acababa de enfrentar a una bestia bien armada con sus garras y colmillos, no sería nada extraño. La feérica tenía algunos rasguños por el cuerpo, además de un arañazo en el costado, el cual luego se encargaría de curarse.
Sonrió cuando escuchó lo de que le alegraba por primera vez el tener una maga cerca. Era normal que muchas personas desconfiasen aun de los magos, teniendo en cuenta las épocas oscuras que muchos provocaron.- Nunca me he considerado como una maga.- Musitó, sonriendo de lado.-Siempre recurro a darle a quien sea una buena tunda sin necesidad de hechizos.- Era cierto; a pesar de haber estudiado magia, nunca se había considerado como una maga. Y no creía que nadie, a simple vista, pudiese adivinar que tenía aquel don. Había aprendido de su abuelo, quien había sido caballero de Nurgon, a utilizar la espada, y sus años en solitario por el mundo le habían enseñado a desenvolverse con todo tipo de armas. Rió con suavidad ante lo de la espada de fuego, sintiéndose algo aliviada.- Seguramente a Aldun no le cayese muy bien...-Bromeó, aun respirando con dificultad. Cogió su espada y la metió en la funda, asintiendo a la propuesta de Cadenas.- Es el lugar más seguro que podemos encontrar por los alrededores. Además, quiero echarle un vistazo a mi zurrón a ver si encuentro algo sobre magia blanca, o hasta incluso de fuego... Parece ser la única manera de debilitar a esos seres. Y... tampoco quiero marcharme dejando esto así.- Dijo, observando de soslayo el cuerpo de aquel resultado de magia negra.- Además de que me gustaría cambiarme.- Añadió bromeando, haciendo una leve mueca con la boca, señalando sus atuendo algo desgarrados y manchados de sangre, por no mencionar su piel.
Entonces, cuando se disponía a dirigirse hacia el pueblo, una especie de desagrado la atravesó. Los ojos de Aile se abrieron de par en par, mirando hacia una única dirección. Se quedó durante unos instantes inmóvil, como si hubiese visto un fantasma, y para cuando reaccionó, lo hizo con tal horror que parecía estar presenciando la muerte de alguien.- ¡No!- Gritó, echando a correr hacia aquella dirección sin darle cuentas a sus heridas y a que deberían ponerse a salvo. La mata de pelo verde oscuro se agitaba a sus espaldas con fiereza, y entre sus labios podían verse sus dientes encajados, como los de un animal que iba de caza. Al poco, cuando llegó al lugar donde una joven aparentemente humana había prendido fuego a las hierbas del suelo y las llamas estaban rozando el tronco de un árbol, los ojos de la feérica brillaron con la misma intensidad que el fuego. La chica se había echado a dormir, dejando el fuego tal cual; y ahora Aile parecía una madre enfada que estaba echándole la reprimenda a una niña.- ¡¿Cómo puedes hacer fuego de esa manera tan inconsciente?! ¡¿No te das cuenta de...?!- Se calló al ver lo que había allí tirado: varios cadáveres de aquellos seres adornaban el suelo.- ¿Pero qué...?
Sintió la energía que desprendía el cuerpo de aquella chica. Era una híbrida, y por lo que había provocado, lo era de dragón. Aile no tenía buena experiencia con aquellas criaturas, aunque las prefería antes que a los sheks. Se la quedó mirando sorprendida, sin decir ni una sola palabra más. No sabía si su compañero la había seguido o no; había corrido desesperadamente hacia el lugar donde el árbol corría peligro de ser quemado, pues así se lo exigía su sangre feérica. Pero, ¿cuántas veces había ignorado muchos instintos que su sangre le pedía? ¿Tan exhausta había salido después de la pelea con aquellos seres? ¿debería advertir a la chica de que era peligroso estar allí? ¡Pero si era un dragón!
Aile Lunnai- Nigromante
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Datos
Su personaje es: Aile Lunnai, feérica, sabia (magia etérea)
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