Cuatro palabras de despedida.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Arqueé las cejas y me quedé allí, de brazos cruzados, sin poder contener una sonrisa con un punto de incredulidad. Observé como Romanzha se abría paso hasta llegar cerca de la chica que acababa de aparecer de la nada, saliendo de entre las sombras de los árboles.
Desde luego, el fantasma de mi padre andaba cerca, y no quería que lo recordara aquella noche. Había bastado mencionar la posibilidad de rememorar sus viejas andanzas para que apareciera un dragón bajando del cielo, y una de las líderes del ejército del Séptimo hiciera acto de presencia en el abarrotado campamento.
"Ésa ha sido buena, viejo", pienso con una sonrisa, levantando los ojos al cielo. Las estrellas se ven bien esta noche "¿Estás por ahí? Dile a Skry de mi parte que se ha librado de un buen embrollo".
No esperé a ver si me respondía. El pelirrojo salía en aquel momento del maremágnum que había formado junto a las hogueras, caminando en mi dirección con una expresión parecida a la mía. Si Romanzha de verdad confiaba en que dos piezas como nosotros consiguieran dar una gran bienvenida a un dragón, lo llevábamos claro. Bueno, tal vez Dondiego consiguiera algo.
-Más te vale sacar algo bueno, pico de oro -le murmuré con tono socarrón, unos pocos pasos antes de llegar hasta el dragón.
Era una criatura increíble, eso ya me lo esperaba. Había visto algunos dragones en mis viajes, aunque para contarlos me bastaría y sobraría con una sola mano. Sus escamas eran del color del ocaso, un naranja apagado que creaba extrañas sombras a la luz del fuego. Tenía los ojos del color de las esmeraldas, y al hundirme en ellos me invadió un extraño sosiego, como si el pasado de todo aquel mundo arropara mis pensamientos.
Algunos otros rebeldes se habían acercado también a contemplar al dragón con admiración. Uno de ellos lanzó un silbido y carraspeó:
-Será mejor que todos los recaudadores de Idhún se vayan preparando.
Aquello provocó algunas risas.
-Mi nombre es Bronn -hice una reverencia hacia el dragón, sin dejar de mirarlo a los ojos-. Bronn Warg. No se me dan bien estas cosas, así que seré breve: te doy la bienvenida en nombre de todo este... ejército. Si es que se nos puede llamar así. Tal vez sólo hayas venido por casualidad, pero... esperábamos que nos ayudaras. No sé si estás al tanto de lo que ocurre en Idhún ahora mismo, o si te importa siquiera, pero te diré algo: el Séptimo y sus seguidores están unidos. Los demás tendríamos que hacer lo mismo si queremos sobrevivir -hice una pausa, mirando a Dondiego. Era su turno.
Desde luego, el fantasma de mi padre andaba cerca, y no quería que lo recordara aquella noche. Había bastado mencionar la posibilidad de rememorar sus viejas andanzas para que apareciera un dragón bajando del cielo, y una de las líderes del ejército del Séptimo hiciera acto de presencia en el abarrotado campamento.
"Ésa ha sido buena, viejo", pienso con una sonrisa, levantando los ojos al cielo. Las estrellas se ven bien esta noche "¿Estás por ahí? Dile a Skry de mi parte que se ha librado de un buen embrollo".
No esperé a ver si me respondía. El pelirrojo salía en aquel momento del maremágnum que había formado junto a las hogueras, caminando en mi dirección con una expresión parecida a la mía. Si Romanzha de verdad confiaba en que dos piezas como nosotros consiguieran dar una gran bienvenida a un dragón, lo llevábamos claro. Bueno, tal vez Dondiego consiguiera algo.
-Más te vale sacar algo bueno, pico de oro -le murmuré con tono socarrón, unos pocos pasos antes de llegar hasta el dragón.
Era una criatura increíble, eso ya me lo esperaba. Había visto algunos dragones en mis viajes, aunque para contarlos me bastaría y sobraría con una sola mano. Sus escamas eran del color del ocaso, un naranja apagado que creaba extrañas sombras a la luz del fuego. Tenía los ojos del color de las esmeraldas, y al hundirme en ellos me invadió un extraño sosiego, como si el pasado de todo aquel mundo arropara mis pensamientos.
Algunos otros rebeldes se habían acercado también a contemplar al dragón con admiración. Uno de ellos lanzó un silbido y carraspeó:
-Será mejor que todos los recaudadores de Idhún se vayan preparando.
Aquello provocó algunas risas.
-Mi nombre es Bronn -hice una reverencia hacia el dragón, sin dejar de mirarlo a los ojos-. Bronn Warg. No se me dan bien estas cosas, así que seré breve: te doy la bienvenida en nombre de todo este... ejército. Si es que se nos puede llamar así. Tal vez sólo hayas venido por casualidad, pero... esperábamos que nos ayudaras. No sé si estás al tanto de lo que ocurre en Idhún ahora mismo, o si te importa siquiera, pero te diré algo: el Séptimo y sus seguidores están unidos. Los demás tendríamos que hacer lo mismo si queremos sobrevivir -hice una pausa, mirando a Dondiego. Era su turno.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
"Tranquilo, mercenario. Puedo con esto y más"
Asentí en dirección a Bronn, y sonreí amablemente a la dragona, captando su atención.
-Me gustaría presentarme... pero hay cosas más importantes que decir, y no quiero malgastar tu tiempo -señalé con un amplio gesto a mi alrededor-. Aquí estamos. Acaba de descender un dragón del cielo y apenas hay media docena de los nuestros lanzando plegarias a los Seis por nuestra buena fortuna, y ni uno sólo preparando las armas... porque confiamos en que, si sabes lo que ocurre, estarás de nuestra parte... y habrás venido a unirte a nuestra causa.
>>Bueno... "nuestra causa". No me gusta llamar así a lo que nos ha unido. Apenas hace unas horas que una muchacha ha dicho en voz alta lo que todos pensábamos, nos ha hecho ganar una escaramuza y ya nos hemos convertido en un ejército... pero no perseguimos un gran y brillante objetivo, no tenemos líder, y tampoco vamos a intentar convencerte de que nos ayudes. Nuestros enemigos son poderosos. Tú también. Sabíamos todo eso cuando decidimos unir nuestras armas y nuestros caminos; lo único que queremos es defender nuestra libertad, nuestra vida, y el Idhún que conocemos desde siempre. No queremos que ningún rey ambicioso ni ningún lacayo del Séptimo nos arrebaten nuestro día a día... o la paz que queremos conservar. Para nosotros, sobre todo, he de admitirlo -proferí una risa amigable-. Pero muchos aquí tienen familia, casa y amigos, y todos tenemos algo que queremos proteger.
>>No lucharemos bajo ningún nombre, ninguna bandera. Nos llaman rebeldes, creo, y así nos llamamos por decir algo en lugar de "nosotros" todo el tiempo. Así que, si has venido a curiosear, estaré encantado de servirte de guía, aunque no hay mucho que ver... Si has venido a unirte a nosotros, estaré igualmente encantado de darte la bienvenida... -hice una reverencia burlona- Y si has venido a reducirnos a cenizas con tu fuego, estaré aún más encantado de arder bajo tu brillante mirada.
Asentí en dirección a Bronn, y sonreí amablemente a la dragona, captando su atención.
-Me gustaría presentarme... pero hay cosas más importantes que decir, y no quiero malgastar tu tiempo -señalé con un amplio gesto a mi alrededor-. Aquí estamos. Acaba de descender un dragón del cielo y apenas hay media docena de los nuestros lanzando plegarias a los Seis por nuestra buena fortuna, y ni uno sólo preparando las armas... porque confiamos en que, si sabes lo que ocurre, estarás de nuestra parte... y habrás venido a unirte a nuestra causa.
>>Bueno... "nuestra causa". No me gusta llamar así a lo que nos ha unido. Apenas hace unas horas que una muchacha ha dicho en voz alta lo que todos pensábamos, nos ha hecho ganar una escaramuza y ya nos hemos convertido en un ejército... pero no perseguimos un gran y brillante objetivo, no tenemos líder, y tampoco vamos a intentar convencerte de que nos ayudes. Nuestros enemigos son poderosos. Tú también. Sabíamos todo eso cuando decidimos unir nuestras armas y nuestros caminos; lo único que queremos es defender nuestra libertad, nuestra vida, y el Idhún que conocemos desde siempre. No queremos que ningún rey ambicioso ni ningún lacayo del Séptimo nos arrebaten nuestro día a día... o la paz que queremos conservar. Para nosotros, sobre todo, he de admitirlo -proferí una risa amigable-. Pero muchos aquí tienen familia, casa y amigos, y todos tenemos algo que queremos proteger.
>>No lucharemos bajo ningún nombre, ninguna bandera. Nos llaman rebeldes, creo, y así nos llamamos por decir algo en lugar de "nosotros" todo el tiempo. Así que, si has venido a curiosear, estaré encantado de servirte de guía, aunque no hay mucho que ver... Si has venido a unirte a nosotros, estaré igualmente encantado de darte la bienvenida... -hice una reverencia burlona- Y si has venido a reducirnos a cenizas con tu fuego, estaré aún más encantado de arder bajo tu brillante mirada.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Se removió algo inquieta al ver las reacciones que provocaba su presencia entre los rebeldes, que la observaban con una mezcla de confusión e inseguridad tal que le provocaba ahogo. No parecía haber ningún orden ni jerarquía visible, puesto que ninguna de las personas que se habían agrupado a su alrededor había impuesto autoridad sobre las demás, simplemente parecían un variopinto grupo de personas que habían ido a luchar por su tierra y sus seres queridos, y realmente así era. Aira paseó la mirada de rostro en rostro, focalizando su percepción a cada uno de ellos y notando la gran variedad de matices que sus emociones guardaban. Había hasta personas que sentían repulsión al verla, y eso la hizo tragar saliva. Esperaba que fuera simplemente por lo que momento representaba... Era ante todos ellos una extraña, un nombre que apoyaba a la causa contra la que luchaban. Aunque por supuesto, Aira estaba allí para cambiar esa circunstancia.
Tomó aire y se dirigió a ninguna persona en particular, respondiendo a la chica que tácitamente le había preguntado alzando la voz. - He venido aquí a ofreceros el apoyo de mi ejército y el amparo de mis tierras. -escuchó como un sordo murmullo siguió a esa declaración y vió rostros asombrados en la multitud, aunque la mayoría despedían recelo casi totalmente visible para ella. La presión de este la abrumó, asi que se puso a mesarse el cabello entre las manos, casi instintivamente. Ese movimiento tan familiar la tranquilizó, y cuando el murmullo descendió su volumen, se dispuso a continuar. - Yo apoyo vuestra causa aunque parezca extraño, siendo en mi detrimento. -esbozó una sonrisa ladeada. - Como única condición para mi ayuda, solo solicito luchar con vosotros. -ladeó la cabeza, de nuevo analizando la repercusión que tenían sus palabras entre la gente que la escuchaba.
Trasladó su peso de un pie a otro, no sabía quién le podría responder a su oferta, ni si debía responder ante alguien primero, solo sabía que su proposiión despertaría sospechas, al menos al principio. Ella no deseaba engañarlos, ni infiltrarse, aunque muchos lo pudiesen pensar en un primer momento. Entendía los motivos que llevaban a esa gente a luchar por las personas que aguardaban en casa, y entendía que muchos de ellos, sin preparación militar, sin haber empuñado un arma en su vida, iban por una vana esperanza de ayudar en la guerra. Aira también lo hacía. Debía proteger a los suyos ahora que tenía a quién hacerlo, no hacía mucho tiempo había estado totalmente sola, ahí le hubiera dado igual la guerra, el destino de Idhún y quién sabe que más. Pero ahora que podía contribuir a la esperanza de un ejército rebelde, debía hacerlo. Por todos los que no podían.
Tomó aire y se dirigió a ninguna persona en particular, respondiendo a la chica que tácitamente le había preguntado alzando la voz. - He venido aquí a ofreceros el apoyo de mi ejército y el amparo de mis tierras. -escuchó como un sordo murmullo siguió a esa declaración y vió rostros asombrados en la multitud, aunque la mayoría despedían recelo casi totalmente visible para ella. La presión de este la abrumó, asi que se puso a mesarse el cabello entre las manos, casi instintivamente. Ese movimiento tan familiar la tranquilizó, y cuando el murmullo descendió su volumen, se dispuso a continuar. - Yo apoyo vuestra causa aunque parezca extraño, siendo en mi detrimento. -esbozó una sonrisa ladeada. - Como única condición para mi ayuda, solo solicito luchar con vosotros. -ladeó la cabeza, de nuevo analizando la repercusión que tenían sus palabras entre la gente que la escuchaba.
Trasladó su peso de un pie a otro, no sabía quién le podría responder a su oferta, ni si debía responder ante alguien primero, solo sabía que su proposiión despertaría sospechas, al menos al principio. Ella no deseaba engañarlos, ni infiltrarse, aunque muchos lo pudiesen pensar en un primer momento. Entendía los motivos que llevaban a esa gente a luchar por las personas que aguardaban en casa, y entendía que muchos de ellos, sin preparación militar, sin haber empuñado un arma en su vida, iban por una vana esperanza de ayudar en la guerra. Aira también lo hacía. Debía proteger a los suyos ahora que tenía a quién hacerlo, no hacía mucho tiempo había estado totalmente sola, ahí le hubiera dado igual la guerra, el destino de Idhún y quién sabe que más. Pero ahora que podía contribuir a la esperanza de un ejército rebelde, debía hacerlo. Por todos los que no podían.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
-...Y si has venido a reducirnos a cenizas con tu fuego, estaré aún más encantado de arder bajo tu brillante mirada.
Me encojo sobre mí misma, o más bien lo intento, porque los nervios me tienen paralizada. Noto que me sonrojo. No aguanto más estar aquí, todos me están mirando y yo no sé qué decir. Y soy demasiado grande....
"¡Ah! Claro" respiro con alivio, por fin recuerdo que tengo el puñal Morphus que conseguí hace poco. Lo llevo sujeto con un complejo y fino nudo en la cara interior de uno de mis colmillos, para poder usarlo enseguida. En un momento he conseguido hacerme un pequeño corte que apenas se nota y noto que mi sangre activa el poder del puñal.
En un instante noto que la ilusión aparece y le doy forma, aparezco ante todos como una chica joven de largo pelo oscuro. Puedo ver su sorpresa, seguro que piensan que soy una hibrida o algo así.
-Me llamo Valzeretta -me doy prisa hablando, aún nerviosa, aunque noto que la ilusión es mucho mejor-. Soy una dragona, ahora mismo estoy usando el poder de un puñal mágico para que me veáis con esta forma, es una ilusión, aunque puede verse, oírse y a veces, incluso tocarse, pero no es real.
La verdad es que me gustaría mucho unirme a vosotros... pero no sé si os decepcionaría. De momento, ya que me lo pedís, estoy dentro del ejército -digo con una gran sonrisa, ruborizada.
"Pronto me acostumbraré. Sólo tengo que actuar como si estuviese con mi tío, pero con todo el mundo, él me lo decía siempre, soy demasiado tímida y no actúo como soy en realidad..."
En ese momento me llaman la atención las palabras de una chica que ha aparecido hace poco entre el círculo de los rebeldes, así que me acerco a ella, extrañada, para ver qué tiene que decir que es tan importante.
Me encojo sobre mí misma, o más bien lo intento, porque los nervios me tienen paralizada. Noto que me sonrojo. No aguanto más estar aquí, todos me están mirando y yo no sé qué decir. Y soy demasiado grande....
"¡Ah! Claro" respiro con alivio, por fin recuerdo que tengo el puñal Morphus que conseguí hace poco. Lo llevo sujeto con un complejo y fino nudo en la cara interior de uno de mis colmillos, para poder usarlo enseguida. En un momento he conseguido hacerme un pequeño corte que apenas se nota y noto que mi sangre activa el poder del puñal.
En un instante noto que la ilusión aparece y le doy forma, aparezco ante todos como una chica joven de largo pelo oscuro. Puedo ver su sorpresa, seguro que piensan que soy una hibrida o algo así.
-Me llamo Valzeretta -me doy prisa hablando, aún nerviosa, aunque noto que la ilusión es mucho mejor-. Soy una dragona, ahora mismo estoy usando el poder de un puñal mágico para que me veáis con esta forma, es una ilusión, aunque puede verse, oírse y a veces, incluso tocarse, pero no es real.
La verdad es que me gustaría mucho unirme a vosotros... pero no sé si os decepcionaría. De momento, ya que me lo pedís, estoy dentro del ejército -digo con una gran sonrisa, ruborizada.
"Pronto me acostumbraré. Sólo tengo que actuar como si estuviese con mi tío, pero con todo el mundo, él me lo decía siempre, soy demasiado tímida y no actúo como soy en realidad..."
En ese momento me llaman la atención las palabras de una chica que ha aparecido hace poco entre el círculo de los rebeldes, así que me acerco a ella, extrañada, para ver qué tiene que decir que es tan importante.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Llegué a Nandelt entre uan nube de polvo que se disipó en menos que canta un Haai.
Allí estaba Aira, tal como pensaba, junto con otras personas que... bueno, no tenía ni idea de quienes eran ni por qué estaban allí, pero tenía la sensación de que ya haría amistades con esas personas más tarde.
Di unos pasos adelante para hablar con Aira.
- Me salvaste de una buena, ni hace falta que te diga ya que no tenía ni una pizca de ganas de ser el consejero maltratado de Lurr, ¿no? -dije sin evitar una leve y pequeña carcajada, aunque no "odiaba" a Lurr, no me hacoa nada de gracia ser su consejero, ¿para qué? Ni siquiera le conocía del todo, y supongo que es este ahora... mi grupo- Con que rebeldes, ¿eh? Bien, bien... pues entonces me "permito" considerarme ya parte del grupo -dije dirigiéndome hacia los demás.
- Mi nombre es Maccius Maker, encantado de conocerles -me presenté.
Tenía la sensación de que me iba encontrar a gusto con ellos.
Allí estaba Aira, tal como pensaba, junto con otras personas que... bueno, no tenía ni idea de quienes eran ni por qué estaban allí, pero tenía la sensación de que ya haría amistades con esas personas más tarde.
Di unos pasos adelante para hablar con Aira.
- Me salvaste de una buena, ni hace falta que te diga ya que no tenía ni una pizca de ganas de ser el consejero maltratado de Lurr, ¿no? -dije sin evitar una leve y pequeña carcajada, aunque no "odiaba" a Lurr, no me hacoa nada de gracia ser su consejero, ¿para qué? Ni siquiera le conocía del todo, y supongo que es este ahora... mi grupo- Con que rebeldes, ¿eh? Bien, bien... pues entonces me "permito" considerarme ya parte del grupo -dije dirigiéndome hacia los demás.
- Mi nombre es Maccius Maker, encantado de conocerles -me presenté.
Tenía la sensación de que me iba encontrar a gusto con ellos.
Maccius Maker- Nigromante
- Mensajes : 506
Puntos : 543
Fecha de inscripción : 13/11/2011
Edad : 23
Localización : Umadhún
Datos
Su personaje es: Mestizo [humano, celeste]
Trabaja de: Archimago [magia etérea]
Pertenece a: O.P.N.I. [miembro nº 33]
Re: Cuatro palabras de despedida.
Sonreí, dubitativa. No estaba segura de nada, pero me gustaría poder confiar en ellos. Esperaba, por otra parte, que no aparecieran de repente más y más extraños... no todos los nuestros eran confiados, y a veces las armas volaban demasiado rápido, más que las palabras.
"Me pregunto si sobrevivirán"
Sacudí aquellos pensamientos de mi mente y avancé hacia ellos con paso seguro. Un hombre y una mujer. Era una suerte que sólo fueran dos, pues no parecerían una gran amenaza...
... y menos ahora que teníamos a un dragón de nuestra parte.
No podía dejar de darle vueltas a aquello. Era demasiado pronto como para que mi emoción se disipara, era demasiado fantástico. Sin embargo, eso no debía distraerme. Ahora había que dialogar.
-Soy Romanzha -me presenté, forzando una sonrisa amable hacia el que se hacía llamar Maccius, y después volviendo el rostro hacia Aira-. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que estaríamos encantados de tener un aliado poderoso de nuestra parte... pero que nos sorprende mucho tu ofrecimiento.
Oí murmullos de aprobación a mi alrededor. De repente, uno de los que me habían seguido desde la posada se levantó y tomó la palabra.
-No podemos hablar todos, ni escuchar todos. Yo confío en la niña; que escuche ella a estos extraños, y juzgue si podemos fiarnos de ellos. Ya he confiado en ella para una batalla. Lo haré para un diálogo -se cruzó de brazos, relajando el tono-. Además, yo prefiero ir a ver ese lagarto de ahí atrás. ¡Es la primera vez que veo un maldito dragón!
Sus últimas palabras levantaron carcajadas en torno al fuego, y noté que se había aliviado la tensión.
-¡Tienes razón! -dijo otro, levantándose. Otros cuantos opinaron entre risas que no se iban a levantar a menos que apareciese el Séptimo con traje de fiesta.
Llamé a Aira y Maccius y los dirigí a uno de los carromatos grandes que habíamos conseguido y que aún estaba vacío. Invitándolos a entrar, me ocupé rápidamente de encender los farolillos de hierro del interior, y dejé las puertas abiertas para no dar impresión de que queríamos ocultar algo. Después me senté en los bancos interiores y los miré a ambos con curiosidad.
-Podéis hablar tranquilos. ¿Qué os ha traído hasta nosotros, y qué podéis ofrecernos?
"Me pregunto si sobrevivirán"
Sacudí aquellos pensamientos de mi mente y avancé hacia ellos con paso seguro. Un hombre y una mujer. Era una suerte que sólo fueran dos, pues no parecerían una gran amenaza...
... y menos ahora que teníamos a un dragón de nuestra parte.
No podía dejar de darle vueltas a aquello. Era demasiado pronto como para que mi emoción se disipara, era demasiado fantástico. Sin embargo, eso no debía distraerme. Ahora había que dialogar.
-Soy Romanzha -me presenté, forzando una sonrisa amable hacia el que se hacía llamar Maccius, y después volviendo el rostro hacia Aira-. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que estaríamos encantados de tener un aliado poderoso de nuestra parte... pero que nos sorprende mucho tu ofrecimiento.
Oí murmullos de aprobación a mi alrededor. De repente, uno de los que me habían seguido desde la posada se levantó y tomó la palabra.
-No podemos hablar todos, ni escuchar todos. Yo confío en la niña; que escuche ella a estos extraños, y juzgue si podemos fiarnos de ellos. Ya he confiado en ella para una batalla. Lo haré para un diálogo -se cruzó de brazos, relajando el tono-. Además, yo prefiero ir a ver ese lagarto de ahí atrás. ¡Es la primera vez que veo un maldito dragón!
Sus últimas palabras levantaron carcajadas en torno al fuego, y noté que se había aliviado la tensión.
-¡Tienes razón! -dijo otro, levantándose. Otros cuantos opinaron entre risas que no se iban a levantar a menos que apareciese el Séptimo con traje de fiesta.
Llamé a Aira y Maccius y los dirigí a uno de los carromatos grandes que habíamos conseguido y que aún estaba vacío. Invitándolos a entrar, me ocupé rápidamente de encender los farolillos de hierro del interior, y dejé las puertas abiertas para no dar impresión de que queríamos ocultar algo. Después me senté en los bancos interiores y los miré a ambos con curiosidad.
-Podéis hablar tranquilos. ¿Qué os ha traído hasta nosotros, y qué podéis ofrecernos?
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Re: Cuatro palabras de despedida.
La dragona tomó de repente forma humana y los que la rodeábamos hicimos gestos de sorpresa. Sin embargo, no tardó en explicarnos que podía crear aquella ilusión gracias a la magia imbuida a un puñal que llevaba consigo. Su nombre era Valzeretta, y se quedaba con nosotros.
-Demasiadas cosas raras en un día -comenté. La dragona, ahora una joven de cabello oscuro, se alejó en dirección a los extraños que acababan de materializarse junto al fuego.
Entonces oí los caballos.
Me giré hacia el camino que cruzaba el bosque, desenvainando a Aullido con un movimiento rápido. Otros cuantos me imitaron, y mantuvimos una posición de guardia aún más pronunciada cuando vimos aparecer a varios jinetes por la curva del sendero. Varios arqueros salieron de entre los que me rodeaban y apuntaron...
Un carromato apareció tras los caballos, y de pronto reconocí a los que se acercaban.
-¡No disparéis! -exclamé, levantando los brazos hacia nuestros arqueros- ¡Son amigos!
Algunos me miraron con desconfianza, pero todos destensaron los arcos. Los jinetes ya casi habían llegado hasta nosotros, y me giré para darles la bienvenida. Jadz descabalgó a unos pasos de mí y se acercó, entrechocando el antebrazo contra el mío.
-Casi pensé que no vendríais -dije en tono grave.
-No te íbamos a dejar tirado, Warg. Hemos venido todos.
Y era cierto. Mi vieja compañía, el hatajo de mercenarios, ladrones y traficantes con los que había crecido y viajado durante tantos, tantos años. No podía concebir una verdadera guerra sin ellos. Mientras desmontaban y se unían a nuestro campamento, muchos se acercaron a saludarme y yo a otros tantos. Me alegré de volver a ver a Yon, el lancero más mortífero de las Cambiantes; a Serra, el trasgo; a Maldara, la bella guerrera semiyan; a Wylla, que todavía era una niña...
Eran mis hermanos. Ahora que estaban ellos, no tenía duda alguna de mi victoria.
Me acerqué al carro donde había visto entrar a Romanzha junto a los extraños. No sabía quiénes eran aquellos dos, pero no pensaba confiar en una niña, por muy madura que fuera, para poner mi vida en manos de nadie. Había dejado la entrada abierta, así que lo tomé como una invitación.
-No hace falta presentarme, creedme -apoyé un brazo desenfadadamente en el costado del carro y escudriñé el interior. Eran un hombre y una mujer; él no me inspiraba confianza. Ella, menos aún. Nunca había podido confiar en el cabello largo y claro. Desconcentraba demasiado-. No me fío de vosotros, así que espero que estéis dispuestos a soportarme mientras soltáis vuestra perorata.
-Demasiadas cosas raras en un día -comenté. La dragona, ahora una joven de cabello oscuro, se alejó en dirección a los extraños que acababan de materializarse junto al fuego.
Entonces oí los caballos.
Me giré hacia el camino que cruzaba el bosque, desenvainando a Aullido con un movimiento rápido. Otros cuantos me imitaron, y mantuvimos una posición de guardia aún más pronunciada cuando vimos aparecer a varios jinetes por la curva del sendero. Varios arqueros salieron de entre los que me rodeaban y apuntaron...
Un carromato apareció tras los caballos, y de pronto reconocí a los que se acercaban.
-¡No disparéis! -exclamé, levantando los brazos hacia nuestros arqueros- ¡Son amigos!
Algunos me miraron con desconfianza, pero todos destensaron los arcos. Los jinetes ya casi habían llegado hasta nosotros, y me giré para darles la bienvenida. Jadz descabalgó a unos pasos de mí y se acercó, entrechocando el antebrazo contra el mío.
-Casi pensé que no vendríais -dije en tono grave.
-No te íbamos a dejar tirado, Warg. Hemos venido todos.
Y era cierto. Mi vieja compañía, el hatajo de mercenarios, ladrones y traficantes con los que había crecido y viajado durante tantos, tantos años. No podía concebir una verdadera guerra sin ellos. Mientras desmontaban y se unían a nuestro campamento, muchos se acercaron a saludarme y yo a otros tantos. Me alegré de volver a ver a Yon, el lancero más mortífero de las Cambiantes; a Serra, el trasgo; a Maldara, la bella guerrera semiyan; a Wylla, que todavía era una niña...
Eran mis hermanos. Ahora que estaban ellos, no tenía duda alguna de mi victoria.
Me acerqué al carro donde había visto entrar a Romanzha junto a los extraños. No sabía quiénes eran aquellos dos, pero no pensaba confiar en una niña, por muy madura que fuera, para poner mi vida en manos de nadie. Había dejado la entrada abierta, así que lo tomé como una invitación.
-No hace falta presentarme, creedme -apoyé un brazo desenfadadamente en el costado del carro y escudriñé el interior. Eran un hombre y una mujer; él no me inspiraba confianza. Ella, menos aún. Nunca había podido confiar en el cabello largo y claro. Desconcentraba demasiado-. No me fío de vosotros, así que espero que estéis dispuestos a soportarme mientras soltáis vuestra perorata.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Rodeando mientras silbaba a los mercenarios que iban de allá para acá, me acerqué con paso tranquilo a Valzeretta, que había estado escuchando las palabras de Aira. Ahora el campamento estaba decididamente revuelto, y podía adivinar que no sabría bien qué hacer o a dónde ir. Su comportamiento me asombraba, y no podía esconder mi interés por ella: un dragón no era algo que se viera todos los días, incluso aunque tuviera el poder de esconderse bajo el manto de una ilusión.
-Somos un grupo interesante, ¿verdad? -pregunto con ironía, esbozando una media sonrisa- No te costará mucho adaptarte... si te digo la verdad, aquí todos somos extraños para todos.
Traté de vislumbrar en su expresión algo que delatara que se trataba de una ilusión. Al fin y al cabo, ningún hechizo podía ser perfecto... No obstante, y aquello sólo acrecentó mi curiosidad, parecía una chica perfectamente normal, con grandes ojos llenos de nerviosismo, y el pelo negro y largo recogido con un adorno de metal labrado, en una coleta que le caía por la espalda.
"Será posible..." fascinado, adelanté lentamente una mano para tocarla. Mis dedos encontraron una presión insegura, pero atravesaron su imagen como si estuviera hecha de humo. Como ella misma había dicho, la ilusión era tangible, pero no en todo momento... Al apartar la mano, vi que ella me estaba mirando, y carraspeé retirándome un poco. Lo último que quería era asustarla. Era un pensamiento casi absurdo si se tenía en cuenta que ella sería capaz de carbonizarme si le apetecía.
-Perdona -reí por lo bajo, sacudiendo la cabeza-. Descubrirás que no soy muy... común.
PD: Aira... xD Recuerda... Rainbow...
-Somos un grupo interesante, ¿verdad? -pregunto con ironía, esbozando una media sonrisa- No te costará mucho adaptarte... si te digo la verdad, aquí todos somos extraños para todos.
Traté de vislumbrar en su expresión algo que delatara que se trataba de una ilusión. Al fin y al cabo, ningún hechizo podía ser perfecto... No obstante, y aquello sólo acrecentó mi curiosidad, parecía una chica perfectamente normal, con grandes ojos llenos de nerviosismo, y el pelo negro y largo recogido con un adorno de metal labrado, en una coleta que le caía por la espalda.
"Será posible..." fascinado, adelanté lentamente una mano para tocarla. Mis dedos encontraron una presión insegura, pero atravesaron su imagen como si estuviera hecha de humo. Como ella misma había dicho, la ilusión era tangible, pero no en todo momento... Al apartar la mano, vi que ella me estaba mirando, y carraspeé retirándome un poco. Lo último que quería era asustarla. Era un pensamiento casi absurdo si se tenía en cuenta que ella sería capaz de carbonizarme si le apetecía.
-Perdona -reí por lo bajo, sacudiendo la cabeza-. Descubrirás que no soy muy... común.
PD: Aira... xD Recuerda... Rainbow...
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Re: Cuatro palabras de despedida.
La chica se destensó automáticamente al ver aparecer entre la neblina a Mac y le dirigó una cálida y divertida sonrisa al escuchar su comentario. - Lo sumaré a la lista de favores que me debes. -puso los ojos en blanco y le revolvió el pelo al chico, volviendo a centrarse en el grupo, al que el chico se estaba presentando. Ladeó la cabeza, algunos rostros tambien lo miraban con incertidumbre, no parecían un grupo muy confiado desde luego, aunque no se lo reprochaba. Las circunstancias no dejaban mantener ningún aspecto de la guerra al azar. No podías luchar con alguien con el que en todo momento recelabas de que te cortara el cuello.
Aira asintió en señal de entendimiento al comentario que le hizo Romanzha, sabía sin necesidad de palabras que la confusión y sobre todo el recelo seguían a su propuesta. Suspiró. Hubiera sido mucho pedir que la hubieran creido desde el principio, pero se conformaba con que la hubieran dejado hablar y no la hubieran echado del campamento, que habría sido lo más normal. Siguió a la chica hacia los carromatos, tomando la mano de Maccius para de nuevo, tranquilizarse, se sentía mejor así. Se sentó en uno de los bancos, imitando el gesto de Romanzha y cuando se disponía a hablar, irrumpió en el interior del carromato un hombre de una edad indeterminada, que de momento hizo que Aira alzara una ceja. Su desconfianza era tan espesa que estaba segura podría recogerlo del aire y huntarlo en un pan. Sin embargo, no dió muestras de inseguridad y le dirigió una sonrisa torva.
Pensó en algo que había leído una vez, eso de que cada persona poseía un aura especial, un aura que podía identificarse con un color. Siguió observando disimuladamente al hombre, no le adjudicaría ningún color, pero el aura no podía ser de ningún color... Un color cambiante, todos ellos... como el arco iris. - Ya que no sé tu nombre me tomaré la libertad de adjudicarte uno. -pensó en un lenguaje extraño que aprendió en uno de sus largos viajes a la tierra, uno que le gustaba mucho y sonrió. - Rainbow... Rainbowdash. Deberías recordarlo. Los nombres son importantes y guardan secretos. -lo dijo todo como de pasada, en parte para poder permitirse no prestarle más atención de la estrictamente necesaria.
Volvió la cabeza hacia Romanzha, y puso las palmas de ambas manos boca arriba, sobre sus rodillas. - Me enteré de que existía un grupo de personas que se organizaba para revelarse contra el nuevo sistema, y simplemente, tampoco es objeto de mi agrado. -suspiró, sin saber como más explicar lo mal que le sentaba el poder. - Os ofrezco mi fortaleza en Nanhai, es un lugar bastante estratégico en caso de lucha, mis recursos económicos y de provisiones y mi ejército. -arrugó la frente pensando en como plantear lo que a continuación iba a decir, ya que ni a ella misma le hacía demasiada gracia. - Debo avisar sin embargo que mi ejército incluye sheks, aparte de humanos, celestes y gigantes. Sé que los sheks pueden resultar extraños, pero son un grupo de renegados y yo personalmente he explorado sus mentes, dando fe de que, aun si su lealtad puede ser dudosa, tienen motivos de conveniencia para ayudarnos, dado que les beneficia nuestra victoria. -ladeó la cabeza mirando a Mac, sabiendo que él recordaría como ella su anterior experiencia con los sheks, y lo dificil que le resultaba. - Esto es todo lo que puedo ofreceros. .
OFF: Me debes una cena Diego (?)
Aira asintió en señal de entendimiento al comentario que le hizo Romanzha, sabía sin necesidad de palabras que la confusión y sobre todo el recelo seguían a su propuesta. Suspiró. Hubiera sido mucho pedir que la hubieran creido desde el principio, pero se conformaba con que la hubieran dejado hablar y no la hubieran echado del campamento, que habría sido lo más normal. Siguió a la chica hacia los carromatos, tomando la mano de Maccius para de nuevo, tranquilizarse, se sentía mejor así. Se sentó en uno de los bancos, imitando el gesto de Romanzha y cuando se disponía a hablar, irrumpió en el interior del carromato un hombre de una edad indeterminada, que de momento hizo que Aira alzara una ceja. Su desconfianza era tan espesa que estaba segura podría recogerlo del aire y huntarlo en un pan. Sin embargo, no dió muestras de inseguridad y le dirigió una sonrisa torva.
Pensó en algo que había leído una vez, eso de que cada persona poseía un aura especial, un aura que podía identificarse con un color. Siguió observando disimuladamente al hombre, no le adjudicaría ningún color, pero el aura no podía ser de ningún color... Un color cambiante, todos ellos... como el arco iris. - Ya que no sé tu nombre me tomaré la libertad de adjudicarte uno. -pensó en un lenguaje extraño que aprendió en uno de sus largos viajes a la tierra, uno que le gustaba mucho y sonrió. - Rainbow... Rainbowdash. Deberías recordarlo. Los nombres son importantes y guardan secretos. -lo dijo todo como de pasada, en parte para poder permitirse no prestarle más atención de la estrictamente necesaria.
Volvió la cabeza hacia Romanzha, y puso las palmas de ambas manos boca arriba, sobre sus rodillas. - Me enteré de que existía un grupo de personas que se organizaba para revelarse contra el nuevo sistema, y simplemente, tampoco es objeto de mi agrado. -suspiró, sin saber como más explicar lo mal que le sentaba el poder. - Os ofrezco mi fortaleza en Nanhai, es un lugar bastante estratégico en caso de lucha, mis recursos económicos y de provisiones y mi ejército. -arrugó la frente pensando en como plantear lo que a continuación iba a decir, ya que ni a ella misma le hacía demasiada gracia. - Debo avisar sin embargo que mi ejército incluye sheks, aparte de humanos, celestes y gigantes. Sé que los sheks pueden resultar extraños, pero son un grupo de renegados y yo personalmente he explorado sus mentes, dando fe de que, aun si su lealtad puede ser dudosa, tienen motivos de conveniencia para ayudarnos, dado que les beneficia nuestra victoria. -ladeó la cabeza mirando a Mac, sabiendo que él recordaría como ella su anterior experiencia con los sheks, y lo dificil que le resultaba. - Esto es todo lo que puedo ofreceros. .
OFF: Me debes una cena Diego (?)
Invitado- Invitado
Re: Cuatro palabras de despedida.
Fruncí el ceño ante las palabras de Aira, considerándolas. Los sheks me preocupaban; decía que ella misma había escudriñado sus mentes... pero, ¿acaso no podrían haberle escondido algo? Los sheks eran conocidos por su inmenso poder mental. También me resultaba extraño que hubiera renegados entre ellos. No podíamos permitirnos una laguna como aquella en nuestra seguridad.
"Un grupo de sheks podría acabar con todos nosotros si nos cogen desprevenidos. Apenas les costaría trabajo hacernos pedazos y dejarnos tirados en la nieve del Anillo de Hielo..."
Entonces recordé algo más.
¡Valzeretta!
¿Un grupo de sheks y un dragón? No podrían contenerse. Y, si había lucha, la despedazarían. Sola, no tenía ninguna posibilidad de salir con vida del enfrentamiento...
Además, ¿cómo íbamos a marcharnos a Nanhai?
Todo lo que teníamos y queríamos proteger estaba con nosotros en los reinos humanos. Si no estábamos allí cuando el enemigo llegara a apropiarse de todo, habríamos fallado en nuestro cometido. No podía salir allí afuera y decirle a nuestro ejército que debíamos alejarnos...
-Hay varios inconvenientes -dije a Aira, manteniendo una expresión de gravedad-. Me cuesta creer que esos sheks de los que hablas estén de nuestra parte, pero podemos tratar con ello. Lo más difícil será que... tenemos un dragón -la miro a los ojos, vigilando su expresión-. No podemos permitirnos un baño de sangre, y menos de ese modo.
>>Por otra parte, ¿Nanhai...? Como bien dices, es un lugar estratégico, muy difícil de invadir, y por otra parte fácil de defender. Nanhai sería una opción espectacular a la hora de la guerra... pero eso nos alejaría demasiado de esta zona. Nos unimos para proteger nuestra vida y nuestra tierra. Si nos marchamos ahora, y no somos capaces de hacer nada cuando el enemigo llegue hasta aquí, todo dejaría de tener sentido. No estamos luchando por el poder ni para derrocar a nadie. Luchamos por nosotros.
>>¿Qué hacemos, entonces? Sólo se me ocurre dividirnos pero... lógicamente, eso nos restará fuerza, aunque abarquemos más territorio, y nos hará difícil la comunicación, a menos que podamos encontrar un remedio mágico. Por otra parte, resolveríamos el problema del dragón y también el de abandonar estas tierras... -dejé de hablar unos momentos, esperando a que ambos reflexionaran sobre ellos- ¿Cuál es tu opinión? ¿Deberíamos ir a Nanhai? ¿Deberíamos separarnos? Y si lo hacemos... ¿quién irá allí, y quién se quedará?
"Un grupo de sheks podría acabar con todos nosotros si nos cogen desprevenidos. Apenas les costaría trabajo hacernos pedazos y dejarnos tirados en la nieve del Anillo de Hielo..."
Entonces recordé algo más.
¡Valzeretta!
¿Un grupo de sheks y un dragón? No podrían contenerse. Y, si había lucha, la despedazarían. Sola, no tenía ninguna posibilidad de salir con vida del enfrentamiento...
Además, ¿cómo íbamos a marcharnos a Nanhai?
Todo lo que teníamos y queríamos proteger estaba con nosotros en los reinos humanos. Si no estábamos allí cuando el enemigo llegara a apropiarse de todo, habríamos fallado en nuestro cometido. No podía salir allí afuera y decirle a nuestro ejército que debíamos alejarnos...
-Hay varios inconvenientes -dije a Aira, manteniendo una expresión de gravedad-. Me cuesta creer que esos sheks de los que hablas estén de nuestra parte, pero podemos tratar con ello. Lo más difícil será que... tenemos un dragón -la miro a los ojos, vigilando su expresión-. No podemos permitirnos un baño de sangre, y menos de ese modo.
>>Por otra parte, ¿Nanhai...? Como bien dices, es un lugar estratégico, muy difícil de invadir, y por otra parte fácil de defender. Nanhai sería una opción espectacular a la hora de la guerra... pero eso nos alejaría demasiado de esta zona. Nos unimos para proteger nuestra vida y nuestra tierra. Si nos marchamos ahora, y no somos capaces de hacer nada cuando el enemigo llegue hasta aquí, todo dejaría de tener sentido. No estamos luchando por el poder ni para derrocar a nadie. Luchamos por nosotros.
>>¿Qué hacemos, entonces? Sólo se me ocurre dividirnos pero... lógicamente, eso nos restará fuerza, aunque abarquemos más territorio, y nos hará difícil la comunicación, a menos que podamos encontrar un remedio mágico. Por otra parte, resolveríamos el problema del dragón y también el de abandonar estas tierras... -dejé de hablar unos momentos, esperando a que ambos reflexionaran sobre ellos- ¿Cuál es tu opinión? ¿Deberíamos ir a Nanhai? ¿Deberíamos separarnos? Y si lo hacemos... ¿quién irá allí, y quién se quedará?
Invitado- Invitado
Re: Cuatro palabras de despedida.
El olor putrefacto de una palabra surcó el aire, sintió como cada una de ellas en su tortura se hiciera cada vez más insoportable, poco a poco, segundo a segundo se iba grabando como fuego en una polvorienta y maltratada medalla al valor. Todo aquello incluido la verdad era peor que una muerte honorable. Nada excepto la muerte habitaba en aquel lugar
La mirada ausente del joven vagó sin rumbo alrededor de aquel cubículo al que le habían destinado, una y otra vez repasó el diseño. Solo una fugaz mirada otorgaba una clara idea sobre el estado de aquel lugar, incapaz de denominarle habitación. El mal estado que destilaban las paredes, reflejaban cual cristal la violencia de la que habían sido partícipes y testigos, con rastros de sangre surcando los filamentos rocosos con un ardor de furia acompasados en el aire; desdeñoso una pequeña luz artificial servía como falso retrato de aquel sol tan añorado. Tan solo una cama adornaba el lúgubre destino de la habitación y como única “protección” contra tantos extraños que paseaban haciendo guardia frente a su prisión, barrotes rústicos agrietados de una segura proporción al número de prisioneros a los que habían encerrado en su interior.Notaba cada agonizante segundo que pasaba en aquella cárcel, cada estrepitoso momento que le hacía considerar la locura como medio de fuga, cada instante, que le robaba la poca vida que le quedaba. Aóraba el suave desliz del bosque, la mano de su madre recogiendole la nuca y más aún a su padre regañándole, definitivamente deseaba volver a casa, seguía en el mismo páramo en el que meses antes los guerreros oscuros consiguieron idhún, pero quería volver a casa; era hora de cambiar las cosas
-Las sombras son para los Corruptos, recuerda Aira, las personas como vosotros no deberíais luchar- Masculló con voz grabe, su aspecto había cambiado, los cabellos rubios habían desaparecido, un color gris era lo único que quedaba de aquel joven, sus ojos...ahora topaces observaban al grupo con una grácil sonrisa detrás de la capucha.No, no estaba en casa, pero, su casa había desaparecido, ahora lo tenía el ser corrupto...había que cambiar las cosas, y ellos no parecían demasiado bien organizados:-Nanhai, mala opción dificil de defender, demasiado campo avierto...definitivamente es una mala opción-
Comentó con voz sácara debajo de su túnica, su sonrisa era más que suficiente para saber quien era, aunque no pareciera él seguía siendolo, era Dastan Asher Knight, Sin Sangre.
La mirada ausente del joven vagó sin rumbo alrededor de aquel cubículo al que le habían destinado, una y otra vez repasó el diseño. Solo una fugaz mirada otorgaba una clara idea sobre el estado de aquel lugar, incapaz de denominarle habitación. El mal estado que destilaban las paredes, reflejaban cual cristal la violencia de la que habían sido partícipes y testigos, con rastros de sangre surcando los filamentos rocosos con un ardor de furia acompasados en el aire; desdeñoso una pequeña luz artificial servía como falso retrato de aquel sol tan añorado. Tan solo una cama adornaba el lúgubre destino de la habitación y como única “protección” contra tantos extraños que paseaban haciendo guardia frente a su prisión, barrotes rústicos agrietados de una segura proporción al número de prisioneros a los que habían encerrado en su interior.Notaba cada agonizante segundo que pasaba en aquella cárcel, cada estrepitoso momento que le hacía considerar la locura como medio de fuga, cada instante, que le robaba la poca vida que le quedaba. Aóraba el suave desliz del bosque, la mano de su madre recogiendole la nuca y más aún a su padre regañándole, definitivamente deseaba volver a casa, seguía en el mismo páramo en el que meses antes los guerreros oscuros consiguieron idhún, pero quería volver a casa; era hora de cambiar las cosas
-Las sombras son para los Corruptos, recuerda Aira, las personas como vosotros no deberíais luchar- Masculló con voz grabe, su aspecto había cambiado, los cabellos rubios habían desaparecido, un color gris era lo único que quedaba de aquel joven, sus ojos...ahora topaces observaban al grupo con una grácil sonrisa detrás de la capucha.No, no estaba en casa, pero, su casa había desaparecido, ahora lo tenía el ser corrupto...había que cambiar las cosas, y ellos no parecían demasiado bien organizados:-Nanhai, mala opción dificil de defender, demasiado campo avierto...definitivamente es una mala opción-
Comentó con voz sácara debajo de su túnica, su sonrisa era más que suficiente para saber quien era, aunque no pareciera él seguía siendolo, era Dastan Asher Knight, Sin Sangre.
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Última edición por Dastan el Sáb Ene 05, 2013 10:28 pm, editado 1 vez
Dastan- Idhunita exiliado
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Fecha de inscripción : 25/07/2012
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Su personaje es: Noble; sin ningún título conocido
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Escuché el carruaje, el sonido de los caballos acercándose y las palabras del hombre, amenazándonos si no nos marchábamos de aquel lugar que gobernaba Kvothe... la guerra... pronto se realizaría otra, ¿es que no se cansaban de tanta guerra y tantas conquistas? Suerte que teníamos a Aira de nuestra parte... y que Dastan se había unido, también. Me levanté tras meditar un rato con el ceño fruncido, mirando a Romanzha fijamente a los ojos.
- Es cierto que los Sheks son una raza en la que es díficil confiar, sí... pero si están en un terreno que gobierna Aira, no habrá problema... y sé que ahora mismo, por mucho que digamos los aquí presentes no te harán cambiar de ide sobre los Sheks pero, ¡mira quién lo gobierna! -dije, con una mirada seria hacia Romanzha, señalando a Aira, ahora ella gobernaba Nanhai... y aunque no pasamos mucho rato allí, y no muy buenos momentos... fuimos felices el momento el que estuvimos, o al menos... eso sigo creyendo yo- Yo... no tengo nada que ofrecer, sinceramente... nada excepto mis servicios hacia los rebeldes y apoyar con mi magia, aunque no lo parezca por... esto... mi edad -afirmé en un tono suave y calmado al observar que, tras la batalla contra Sasha, tenía de nuevo 12 años, que tenía el aspecto de 5 años atrás, con un parche en el ojo... aunque... ¿por qué? De todos modos, podía ver con el ojo izquierdo, así que continué, tranquilo- A lo que iba, soy un Archimago, y ofreceré todos mis servicios, y no tengo tierras, pero... -sonreí sarcásticamente- Por muy poco... -afirmé sin dejar que escapara una leve risa, breve y tranquila- Soy un desertor al que alguna gente no quiere cerca, pero eso es lo de menos si me he convertido en un rebelde como vosotros, ahora eso es lo de menos, ¿no? -expliqué, intentando aclarar las cosas, me fijé en Aira, que estaba negociando con Romanzha, aunque... claro, les había interrumpido, auqnue no podía quedarme así callado.
Me senté de nuevo y volvía a meditar, la bruma de mi mente no se despejaba, pero algún día tendría que recordar... algún día.
Dejé de mirar a Romanzha, más bien, cerré los ojos y pensé sobre el tema, haciendo un hueco en mi mente, difícil porque todo lo que rodeaba esta... me llamaba, como si quisiera que le llamara la atención, pero ahora me convenía pensar solo en el caso de la rebeldía, en la negociacón para ayudar a Aira, ahora yo también formaba parte de esto, y debía plantear algo para que no fuera solo un peso muerto en el grupo.
- Es cierto que los Sheks son una raza en la que es díficil confiar, sí... pero si están en un terreno que gobierna Aira, no habrá problema... y sé que ahora mismo, por mucho que digamos los aquí presentes no te harán cambiar de ide sobre los Sheks pero, ¡mira quién lo gobierna! -dije, con una mirada seria hacia Romanzha, señalando a Aira, ahora ella gobernaba Nanhai... y aunque no pasamos mucho rato allí, y no muy buenos momentos... fuimos felices el momento el que estuvimos, o al menos... eso sigo creyendo yo- Yo... no tengo nada que ofrecer, sinceramente... nada excepto mis servicios hacia los rebeldes y apoyar con mi magia, aunque no lo parezca por... esto... mi edad -afirmé en un tono suave y calmado al observar que, tras la batalla contra Sasha, tenía de nuevo 12 años, que tenía el aspecto de 5 años atrás, con un parche en el ojo... aunque... ¿por qué? De todos modos, podía ver con el ojo izquierdo, así que continué, tranquilo- A lo que iba, soy un Archimago, y ofreceré todos mis servicios, y no tengo tierras, pero... -sonreí sarcásticamente- Por muy poco... -afirmé sin dejar que escapara una leve risa, breve y tranquila- Soy un desertor al que alguna gente no quiere cerca, pero eso es lo de menos si me he convertido en un rebelde como vosotros, ahora eso es lo de menos, ¿no? -expliqué, intentando aclarar las cosas, me fijé en Aira, que estaba negociando con Romanzha, aunque... claro, les había interrumpido, auqnue no podía quedarme así callado.
Me senté de nuevo y volvía a meditar, la bruma de mi mente no se despejaba, pero algún día tendría que recordar... algún día.
Dejé de mirar a Romanzha, más bien, cerré los ojos y pensé sobre el tema, haciendo un hueco en mi mente, difícil porque todo lo que rodeaba esta... me llamaba, como si quisiera que le llamara la atención, pero ahora me convenía pensar solo en el caso de la rebeldía, en la negociacón para ayudar a Aira, ahora yo también formaba parte de esto, y debía plantear algo para que no fuera solo un peso muerto en el grupo.
Maccius Maker- Nigromante
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Su personaje es: Mestizo [humano, celeste]
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Después de la desastrosa fiesta de Derbhad, había vuelto a Awinor durante un tiempo, allí había trabajado hasta conseguir un poco mas de resistencia para el empleo de la magia, tenía toda la técnica y teoría metidas en la cabeza solo me hacía falta fortalecerme a mi misma y parecía que por fin lo estaba consiguiendo. Una vez me vi con el poder de por lo menos defenderme a mi misma, decidí viajar, en un principio mi primer destino fue Nanhai, allí estaba Aira, practicamente mi madre adoptiva, no la veía desde hace bastante y quería además que viera mis progresos, pero tenía dos opciones hasta llegar al extremo contrario de Idhún. Primero opción dar un extenso rodeo y coger por Kazlunn y Drackwen, o por Derbhad. Segunda opción atravesar Nandelt. Cualquier otro idhunita no se lo hubiera pensado dos veces y quizas ni se hubiera planteado la primera opción, pero hasta ahora para mi nandelt nunca había sido un lugar seguro, allí estaba Shia y toda esa gente que quería acabar conmigo solo por quienes fueron mis padres biológicos. Ahora Kvothe mandaba en Nandelt por lo que tenía entendido pero nunca me había llegado a plantear que las cosas pudieran ser muy diferentes. Nunca hasta hace unos días.
Había decidido que era hora de superar miedo y de comprobar cuan fuerte era ahora, atravesaría Nandelt y vería por primera vez el reino que si no fuera por la guerra yo hubiera llegado a gobernar un día. pero nada mas entrar en Nandelt el paisaje no era muy alentador, se veía bien grabada la marca de la guerra, pero no como algo que había pasado ya, había abundancia de soldados y nada de alegría por el final de los malos tiempos. Con los días me enteré de todo lo que había ido ocurriendo y de como Idhún no se había recuperado de la guerra, en Nandelt se estaban organizando rebeldes y decidí ir hacia ellos, no con la idea segura de unirme a ellos, pero si con la de averiguar mas sobre lo que estaba pasando.
No tardé mucho en llegar a lo que supuse sería el campamento de los rebeldes, había mucho mercenario suelto pero al final encontré un grupo que supuse sería el cerebro de todo, sobretodo por quienes se encontraban en el -¿Aira? - en un principio había pensado en conocer las razones del levantamiento, nunca que había parecido que Kvothe pudiera ser un mal gobernante en Nandelt, pero no entendía que hacía Aira allí, también vi a Dastan (y le puse mala cara (?) ) y los demás no me sonaban mucho ninguno
Había decidido que era hora de superar miedo y de comprobar cuan fuerte era ahora, atravesaría Nandelt y vería por primera vez el reino que si no fuera por la guerra yo hubiera llegado a gobernar un día. pero nada mas entrar en Nandelt el paisaje no era muy alentador, se veía bien grabada la marca de la guerra, pero no como algo que había pasado ya, había abundancia de soldados y nada de alegría por el final de los malos tiempos. Con los días me enteré de todo lo que había ido ocurriendo y de como Idhún no se había recuperado de la guerra, en Nandelt se estaban organizando rebeldes y decidí ir hacia ellos, no con la idea segura de unirme a ellos, pero si con la de averiguar mas sobre lo que estaba pasando.
No tardé mucho en llegar a lo que supuse sería el campamento de los rebeldes, había mucho mercenario suelto pero al final encontré un grupo que supuse sería el cerebro de todo, sobretodo por quienes se encontraban en el -¿Aira? - en un principio había pensado en conocer las razones del levantamiento, nunca que había parecido que Kvothe pudiera ser un mal gobernante en Nandelt, pero no entendía que hacía Aira allí, también vi a Dastan (y le puse mala cara (?) ) y los demás no me sonaban mucho ninguno
Elenya de Shia- Hechicero
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Su personaje es: Elenya de Shia, princesa en secreto/aprendiza de magia en la torre de kazlunn
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Estoy mirando alrededor, fascinada por el movimiento constante de humanos que iban de acá para allá. Siempre he llevado una vida bastante solitaria, y desde luego nunca me había acercado tanto a los humanos, por lo que este momento me parece increíble e irrepetible.
-Somos un grupo interesante, ¿verdad? -escucho a mi espalda, y me doy rápidamente la vuelta. Allí veo a Dondiego, que se acerca con una media sonrisa- No te costará mucho adaptarte... si te digo la verdad, aquí todos somos extraños para todos.
Se ha parado cerca de mí, lo que me pone nerviosa, pero no quiero dar una impresión desagradable si me alejo. No estoy muy segura de cómo tratar con humanos, está claro. Además, siempre me han parecido tan pequeños y extraños que verlos ahora de esta forma sólo me agobia más.
Veo que, de repente, él acerca a mí una mano y sus dedos atraviesan la ilusión. Instintivamente me alejo unos pasos y lo miro con desconfianza.
-Perdona -dice él, sacudiendo la cabeza-. Descubrirás que no soy muy... común.
-No pasa nada -contesto lentamente-. No puedes ser menos común que yo. Supongo.
Sigo mirando discretamente a mi alrededor. El movimiento sigue aunque parece haber algo más de calma.
-¿Te llamas Dondiego de verdad? -le pregunto.
FUERA: Pero... Dastan no está "aquí" de verdad, ¿no? .__. O sea, en su post está en una cárcel.
-Somos un grupo interesante, ¿verdad? -escucho a mi espalda, y me doy rápidamente la vuelta. Allí veo a Dondiego, que se acerca con una media sonrisa- No te costará mucho adaptarte... si te digo la verdad, aquí todos somos extraños para todos.
Se ha parado cerca de mí, lo que me pone nerviosa, pero no quiero dar una impresión desagradable si me alejo. No estoy muy segura de cómo tratar con humanos, está claro. Además, siempre me han parecido tan pequeños y extraños que verlos ahora de esta forma sólo me agobia más.
Veo que, de repente, él acerca a mí una mano y sus dedos atraviesan la ilusión. Instintivamente me alejo unos pasos y lo miro con desconfianza.
-Perdona -dice él, sacudiendo la cabeza-. Descubrirás que no soy muy... común.
-No pasa nada -contesto lentamente-. No puedes ser menos común que yo. Supongo.
Sigo mirando discretamente a mi alrededor. El movimiento sigue aunque parece haber algo más de calma.
-¿Te llamas Dondiego de verdad? -le pregunto.
FUERA: Pero... Dastan no está "aquí" de verdad, ¿no? .__. O sea, en su post está en una cárcel.
Invitado- Invitado
Re: Cuatro palabras de despedida.
Off: Muy gracioso xD No sé si reírme o vengarme.
- Rainbow... Rainbowdash. Deberías recordarlo. Los nombres son importantes y guardan secretos.
Aquello me sorprendió tanto que ni siquiera pensé en responder. En un momento, la chica ya estaba hablando de nuevo de guerra y fruncí el ceño, analizando sus palabras... o intentándolo, porque parecía incapaz sacarme de la cabeza aquella frase imposible.
"¿Rainbowdash? ¿En qué diablos...?" ¿Quién era aquella chica?
No sabía si sentirme insultado o perder el aliento a carcajadas. Perplejo, decidí reservar aquella conversación para otro momento...
Pero habría conversación.
Por fin conseguí unos cuantos pensamientos a derechas... Un ejército... no sonaba mal, pero nunca nos entenderíamos con una armada en condiciones. ¿Normas? Bah. Si al final conseguíamos mantener turnos de guardia era porque en aquel caos nadie dormiría a la misma hora.
De vuelta a la estrategia, Nanhai no parecía mal lugar para una fortaleza, mientras los soldados no se quedasen congelados en las almenas. Aunque fuese complicado avanzar hasta salir del Anillo de Hielo, resistir un asedio sería pan comido. Los enemigos se congelarían los huesos fuera de nuestras murallas. No podrían resistir el frío, y menos si les cortábamos los suministros... El hielo, aun así, no me gustaba nada. No había nada peor que el frío...
Mi memoria me sopló los recuerdos de una de mis primeras expediciones en el norte, cuando todavía no era ni capaz de sostener bien dos espadas a la vez. Skry, otros dos y yo estábamos dando un rodeo para despistar a una cuadrilla de caballeros de Nurgon y nos habíamos quedado al otro lado cuando el conde mago Comerratas levantó el Vado Gris, en pleno invierno. Y era un invierno de los malos. Estuvimos una semana vagando sin rumbo en lo que parecía un infierno de hielo interminable. Ni siquiera podíamos reconocernos entre nosotros, oír nuestras propias voces, cuando arreciaban el viento y la nieve. Tuvimos que comernos los caballos y Rulla y Yask perdieron varios dedos antes de que consiguiéramos volver a la civilización.
Había sido difícil olvidar aquellos días.
"El frío es la muerte, pero corren tiempos de guerra"
La chica... Aira, seguía sin parecerme de confianza, pero al menos sonaba razonable. La escuché con atención, repasando distraídamente alguna estrategia posible desde el norte. Sin embargo, en cuanto mi mente procesó el comentario acerca de los sheks, no pude evitar cortar la conversación.
-Ah, eso ni hablar -ladré, apretando los puños-. Nada de serpientes. Ni siquiera me imagino cómo podríais convencerme a mí o a los míos para admitir un maldito shek en nuestro bando. Es absurdo.
Podía aceptar extraños aliados viniendo de la nada. Podía confiar en una guerrera que era casi una niña. Podía incluso marcharme a Nanhai, si la guerra lo exigía. Pero no pensaba, bajo ningún concepto, confiarle mi vida a una serpiente.
- Rainbow... Rainbowdash. Deberías recordarlo. Los nombres son importantes y guardan secretos.
Aquello me sorprendió tanto que ni siquiera pensé en responder. En un momento, la chica ya estaba hablando de nuevo de guerra y fruncí el ceño, analizando sus palabras... o intentándolo, porque parecía incapaz sacarme de la cabeza aquella frase imposible.
"¿Rainbowdash? ¿En qué diablos...?" ¿Quién era aquella chica?
No sabía si sentirme insultado o perder el aliento a carcajadas. Perplejo, decidí reservar aquella conversación para otro momento...
Pero habría conversación.
Por fin conseguí unos cuantos pensamientos a derechas... Un ejército... no sonaba mal, pero nunca nos entenderíamos con una armada en condiciones. ¿Normas? Bah. Si al final conseguíamos mantener turnos de guardia era porque en aquel caos nadie dormiría a la misma hora.
De vuelta a la estrategia, Nanhai no parecía mal lugar para una fortaleza, mientras los soldados no se quedasen congelados en las almenas. Aunque fuese complicado avanzar hasta salir del Anillo de Hielo, resistir un asedio sería pan comido. Los enemigos se congelarían los huesos fuera de nuestras murallas. No podrían resistir el frío, y menos si les cortábamos los suministros... El hielo, aun así, no me gustaba nada. No había nada peor que el frío...
Mi memoria me sopló los recuerdos de una de mis primeras expediciones en el norte, cuando todavía no era ni capaz de sostener bien dos espadas a la vez. Skry, otros dos y yo estábamos dando un rodeo para despistar a una cuadrilla de caballeros de Nurgon y nos habíamos quedado al otro lado cuando el conde mago Comerratas levantó el Vado Gris, en pleno invierno. Y era un invierno de los malos. Estuvimos una semana vagando sin rumbo en lo que parecía un infierno de hielo interminable. Ni siquiera podíamos reconocernos entre nosotros, oír nuestras propias voces, cuando arreciaban el viento y la nieve. Tuvimos que comernos los caballos y Rulla y Yask perdieron varios dedos antes de que consiguiéramos volver a la civilización.
Había sido difícil olvidar aquellos días.
"El frío es la muerte, pero corren tiempos de guerra"
La chica... Aira, seguía sin parecerme de confianza, pero al menos sonaba razonable. La escuché con atención, repasando distraídamente alguna estrategia posible desde el norte. Sin embargo, en cuanto mi mente procesó el comentario acerca de los sheks, no pude evitar cortar la conversación.
-Ah, eso ni hablar -ladré, apretando los puños-. Nada de serpientes. Ni siquiera me imagino cómo podríais convencerme a mí o a los míos para admitir un maldito shek en nuestro bando. Es absurdo.
Podía aceptar extraños aliados viniendo de la nada. Podía confiar en una guerrera que era casi una niña. Podía incluso marcharme a Nanhai, si la guerra lo exigía. Pero no pensaba, bajo ningún concepto, confiarle mi vida a una serpiente.
Invitado- Invitado
Re: Cuatro palabras de despedida.
Esto se había vuelto algo definitivamente grande, de un momento a otro, ahora había uno pocos recaudadores allí tirados que habían pasado a la otra vida y una chica que decía ofrecer sus dominios y ejercito para acabar con el sistema actual. Le ofrecía aquello al grupo de "rebeldes", ¿se refería a esas personas a las que pretendía acompañar?, si eran los únicos que se habían encargado de esos que venían pidiendo dinero para su gran señor. Dejo ver una mueca de desagrado en su rostro, que simple se había vuelto todo, adoraba las cosas simples, pero no hasta ese punto. Ahora las gentes no parecían mas que animales de los que se sacaba beneficio.
Hablaba de Nanhai, el territorio eternamente helado y guardado por el anillo de hielo, habría que estar demasiado loco o desesperado para ir a un lugar como aquel. Pero en una cosa era cierta, el sitio era una gran fortaleza, difícil de llegar hasta allí sin morirte por el camino. Ahora es cuando agradeces enormemente ser un a mestiza y tener una parte humana, porque de haber sido una feerica completa jamás hubieses podido pensar en ir a un lugar tal como ese, hubieses muerto nada mas poner un pie en el hielo privada de vegetación. Bien por los mestizos.
Vamos al tema que esta levantando los ánimos, esa chica que se hace llamar Aira dice tener bajo su mando un grupo de sheks, serpientes aladas, había oido de ella pero nunca había visto ninguna, en un principio la gente se postulaba en contra de aquella alianza si había sheks de por medio, ¿porque?, no lo pueden mirar desde el lado militar únicamente, serían una fuerza arrolladora a nuestro favor y cuando ya no se necesite esa fuerza, les das puerta y punto final a la historia.
Miró al señor mercenario-No lo mires como una serpiente con alas, míralo simplemente como una fuerza devastadora a tu completo servicio que puedes desechar cuando ya no te haga falta. De todas formas es lo que siempre se hace en estos casos ¿no?-¿Me habré pasado?, para nada, de todas formas no creo que le interese escuchar a una "niña" como yo, pero era verdad, cuando se está en una guerra tomas lo que necesitas y cuando dejas de necesitarlo lo dejas tirado por otra cosa que necesites. Como eso también ocurre con las personas las alianza se mantienen hasta que dejan de ser beneficiosas, ahora estará bien unirse, pero mas tarde quizás no, quien sabe lo que ocurrirá.
Por otro lado estaba el punto de que Nanhai es una tierra difícil de habitar, por eso es difícil de conquistar, pero por esa misma razón también es un territorio difícil de proteger, además de que Romanzha tenía razón en aquello quedaba sin respuesta el asunto de la división de las fuerzas, pensaban ir tan al norte sin saber lo que podría ocurrir aquí, por su parte le daba un poco lo mismo, aunque claro entre los fríos paisajes de las tierras heladas y los caminos humanos, está bien claro que se elegiría, o al menos a primera vista.
Hablaba de Nanhai, el territorio eternamente helado y guardado por el anillo de hielo, habría que estar demasiado loco o desesperado para ir a un lugar como aquel. Pero en una cosa era cierta, el sitio era una gran fortaleza, difícil de llegar hasta allí sin morirte por el camino. Ahora es cuando agradeces enormemente ser un a mestiza y tener una parte humana, porque de haber sido una feerica completa jamás hubieses podido pensar en ir a un lugar tal como ese, hubieses muerto nada mas poner un pie en el hielo privada de vegetación. Bien por los mestizos.
Vamos al tema que esta levantando los ánimos, esa chica que se hace llamar Aira dice tener bajo su mando un grupo de sheks, serpientes aladas, había oido de ella pero nunca había visto ninguna, en un principio la gente se postulaba en contra de aquella alianza si había sheks de por medio, ¿porque?, no lo pueden mirar desde el lado militar únicamente, serían una fuerza arrolladora a nuestro favor y cuando ya no se necesite esa fuerza, les das puerta y punto final a la historia.
Miró al señor mercenario-No lo mires como una serpiente con alas, míralo simplemente como una fuerza devastadora a tu completo servicio que puedes desechar cuando ya no te haga falta. De todas formas es lo que siempre se hace en estos casos ¿no?-¿Me habré pasado?, para nada, de todas formas no creo que le interese escuchar a una "niña" como yo, pero era verdad, cuando se está en una guerra tomas lo que necesitas y cuando dejas de necesitarlo lo dejas tirado por otra cosa que necesites. Como eso también ocurre con las personas las alianza se mantienen hasta que dejan de ser beneficiosas, ahora estará bien unirse, pero mas tarde quizás no, quien sabe lo que ocurrirá.
Por otro lado estaba el punto de que Nanhai es una tierra difícil de habitar, por eso es difícil de conquistar, pero por esa misma razón también es un territorio difícil de proteger, además de que Romanzha tenía razón en aquello quedaba sin respuesta el asunto de la división de las fuerzas, pensaban ir tan al norte sin saber lo que podría ocurrir aquí, por su parte le daba un poco lo mismo, aunque claro entre los fríos paisajes de las tierras heladas y los caminos humanos, está bien claro que se elegiría, o al menos a primera vista.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
-Bueno... digamos que es un apodo -miré al cielo.
"¿Cómo explicarlo...?"
Rakael no era capaz de salir al mundo real. Su vida estaba en el corazón del bosque; sólo podía sobrevivir en soledad, rodeado de unos árboles que lo protegían del tiempo. Era un joven con alma de niño. Rakael no tenía fuerza suficiente para enfrentarse a la gente, al ruido o a la muerte. Era irracional, desequilibrado, y sufría por cada palabra pronunciada. No podía tomar decisiones.
Pero Dondiego sí.
Dondiego había sido mi escudo para poder vivir. Cuando era él, daba cada paso con seguridad, y cada día era algo nuevo e interesante a lo que sacarle partido. Vivir como Dondiego tenía tantas ventajas que ya no quería dejar de hacerlo. Sin embargo, el escudo no era impenetrable y, cada cierto tiempo, sentía la necesidad imperiosa de volver al bosque.
A lo largo de los años, la debilidad de mi verdadero yo había aumentado de forma aterradora. Por miedo a sufrir, me había encerrado demasiado a mí mismo, y casi me había perdido... Recordaba con nostalgia el tiempo, no tan lejano, en que aún podía ser yo mismo para el resto de Idhún.
¿Cómo explicárselo a ella?
Sería demasiado complicado, pensé. Ella no lo entendería. Entonces recordé con quién estaba hablando; la chica tímida que tenía delante no era real, sino una ilusión creada de forma mágica. Valzeretta era una dragona, un ser superior.
Decidí tratar de dar una explicación original.
-Creo que podría decirse que Dondiego es como este aspecto tuyo -dije pasando las yemas de los dedos cerca de su piel inexistente-. Es un "yo" diferente, algo que me pongo igual que un disfraz para salir al mundo... otra parte de mí. En realidad, me llamo Rakael... Para explicártelo con detalle, tendría que contarte toda mi vida, y no creo que te interese oírla -me encogí de hombros y traté de formar una sonrisa sincera; hacía mucho tiempo que no me salía ninguna-. Pero me alegra habértelo contado... más o menos -me río.
Lentamente, le tiendo la mano, inseguro. En teoría, ella podía hacer tangible la ilusión, pero no sabía por cuánto tiempo, ni si le interesaría hacerlo.
"Hablar con un dragón es más difícil de lo que parecía"
"¿Cómo explicarlo...?"
Rakael no era capaz de salir al mundo real. Su vida estaba en el corazón del bosque; sólo podía sobrevivir en soledad, rodeado de unos árboles que lo protegían del tiempo. Era un joven con alma de niño. Rakael no tenía fuerza suficiente para enfrentarse a la gente, al ruido o a la muerte. Era irracional, desequilibrado, y sufría por cada palabra pronunciada. No podía tomar decisiones.
Pero Dondiego sí.
Dondiego había sido mi escudo para poder vivir. Cuando era él, daba cada paso con seguridad, y cada día era algo nuevo e interesante a lo que sacarle partido. Vivir como Dondiego tenía tantas ventajas que ya no quería dejar de hacerlo. Sin embargo, el escudo no era impenetrable y, cada cierto tiempo, sentía la necesidad imperiosa de volver al bosque.
A lo largo de los años, la debilidad de mi verdadero yo había aumentado de forma aterradora. Por miedo a sufrir, me había encerrado demasiado a mí mismo, y casi me había perdido... Recordaba con nostalgia el tiempo, no tan lejano, en que aún podía ser yo mismo para el resto de Idhún.
¿Cómo explicárselo a ella?
Sería demasiado complicado, pensé. Ella no lo entendería. Entonces recordé con quién estaba hablando; la chica tímida que tenía delante no era real, sino una ilusión creada de forma mágica. Valzeretta era una dragona, un ser superior.
Decidí tratar de dar una explicación original.
-Creo que podría decirse que Dondiego es como este aspecto tuyo -dije pasando las yemas de los dedos cerca de su piel inexistente-. Es un "yo" diferente, algo que me pongo igual que un disfraz para salir al mundo... otra parte de mí. En realidad, me llamo Rakael... Para explicártelo con detalle, tendría que contarte toda mi vida, y no creo que te interese oírla -me encogí de hombros y traté de formar una sonrisa sincera; hacía mucho tiempo que no me salía ninguna-. Pero me alegra habértelo contado... más o menos -me río.
Lentamente, le tiendo la mano, inseguro. En teoría, ella podía hacer tangible la ilusión, pero no sabía por cuánto tiempo, ni si le interesaría hacerlo.
"Hablar con un dragón es más difícil de lo que parecía"
Invitado- Invitado
Re: Cuatro palabras de despedida.
Asintió en silencio escuchando todo lo que tenían que decir sus nuevos compañeros sobre la propuesta, manteniendo una expresión impasiblemente pensativa mientras esperaba a que terminaran. No pudo reprimir una sonrisa cuando se dió cuenta de que había dejado al hombre audaz, Rainbowdash, sin palabras y confuso. Quizás fuera mejor así. Se picó la mejilla en un acto reflejo mientras Romanzha y Maccius hablaban, ordenando en su cerebro la información e intentando organizarla para crear así, una buena estrategia para la guerra. No tenía nada de experiencia, mas bien siempre la había rehuído por su parte celeste, pero su mente ahora trabajaba a toda prisa intentando idear un esbozo de plan que permitiera a los rebeldes obtener una ventaja sobre el enemigo. Entendía los reproches hacia los sheks, ella misma no se decidía a confiar en ellos, pero tendría que hacerlo por motivos estratégicos, un shek valía en la batalla por muchos hombres, y ellos no estaban para desperdiciar ayuda de ningun tipo en la hora de la batalla, andaban mas bien... escasos. Había otro motivo que la preocupaba mas que la falta de hombres de sus filas, que era la abundancia de ellos en las contrarias... hombres y no todos humanos...
Se levantó del asiento que ocupaba junto al chico y se apoyó en la pared en una actitud pensativa, mordiendose el labio inferior como siempre hacía cuando intenaba resolver un problema especialmente complicado. Se le estaba ocurriendo una idea pero deberia consultar algunas cosas antes, retocar detalles... al menos era algo más que no tener nada,así que se volvió de repente a Mac, chasqueando los dedos enfrente de su campo de visión para llamar su atención. - ¿Crees que entre los dos podríamos crear un portal hacia Nanhai y mantenerlo el tiempo suficiente como para que pasen todos? -arrugó la nariz, premeditando su respuesta. Ellos eran ambos archimagos, y en última instancia siempre podrían desviar el hechizo para que aparte de ellos mismos extrayesen energía del ambiente por medio de sus báculos, ¿no? Incluso de los mismos viajeros. Se dirigió entonces a los otros dos. - Si conseguimos conduciros hacia allí, tendremos una ventaja momentánea, de tiempo y de sorpresa. Ya se ha corrido la voz de que los rebeldes están en Nandelt, no se esperarán que de repente ataquen por el Anillo de Hielo. -se llevó la mano a la nuca, revolviendose el pelo. - Sé que queréis defender esta tierra, pero no le serviréis de nada muertos o encarcelados, asi que antes que nada, hay que defenderse para poder atacar. O atacar para defenderse, como diría un sabio. -rodó los ojos pensando de nuevo en los ejércitos que irían a por ellos. Estaba segura de que no se andarían con muchos juegos. - Los sheks pueden formar un grupo de ataque independiente, con lo que no tendréis que luchar con ellos, si eso no os agrada, pero no podemos prescindir de ellos. Lucharemos contra dragones, y bien se sabe que nadie combate contra dragones mejor que un shek. -resopló tomando aire, puesto que se había quedado sin él después de la disertación.
Se volvió a apoyar contra la pared, pues perdida expresando sus pensamientos en voz alta no había dejado de moverse inquieta, balanceándose sobre sus pies. Esperó pacientemente a que Romanzha y Rainbowdash, así como Maccius, opinaran sobre las nuevas ideas. Mientras tanto, su mente voló hacia otras tierras, otros tiempos y otras batallas mas inocentes. En esos recuerdos, ella volaba sobre su haai, entre la lucha de un dragón y de un shek, y recordaba que era incapaz de ponerse del lado de uno en concreto, intentando proteger a ambos del contrario. Ese pensamiento hizo que una sonrisa nostálgica le adornara la cara, y sacudió la cabeza, volviendo a centrarse en el presente que por entonces, era mucho mas acuciante. Ignoró el pinchazo que aún sufría su corazón al pensar en ese pasado perdido.
OFF: Mira RB, tú ~> (?)
Se levantó del asiento que ocupaba junto al chico y se apoyó en la pared en una actitud pensativa, mordiendose el labio inferior como siempre hacía cuando intenaba resolver un problema especialmente complicado. Se le estaba ocurriendo una idea pero deberia consultar algunas cosas antes, retocar detalles... al menos era algo más que no tener nada,así que se volvió de repente a Mac, chasqueando los dedos enfrente de su campo de visión para llamar su atención. - ¿Crees que entre los dos podríamos crear un portal hacia Nanhai y mantenerlo el tiempo suficiente como para que pasen todos? -arrugó la nariz, premeditando su respuesta. Ellos eran ambos archimagos, y en última instancia siempre podrían desviar el hechizo para que aparte de ellos mismos extrayesen energía del ambiente por medio de sus báculos, ¿no? Incluso de los mismos viajeros. Se dirigió entonces a los otros dos. - Si conseguimos conduciros hacia allí, tendremos una ventaja momentánea, de tiempo y de sorpresa. Ya se ha corrido la voz de que los rebeldes están en Nandelt, no se esperarán que de repente ataquen por el Anillo de Hielo. -se llevó la mano a la nuca, revolviendose el pelo. - Sé que queréis defender esta tierra, pero no le serviréis de nada muertos o encarcelados, asi que antes que nada, hay que defenderse para poder atacar. O atacar para defenderse, como diría un sabio. -rodó los ojos pensando de nuevo en los ejércitos que irían a por ellos. Estaba segura de que no se andarían con muchos juegos. - Los sheks pueden formar un grupo de ataque independiente, con lo que no tendréis que luchar con ellos, si eso no os agrada, pero no podemos prescindir de ellos. Lucharemos contra dragones, y bien se sabe que nadie combate contra dragones mejor que un shek. -resopló tomando aire, puesto que se había quedado sin él después de la disertación.
Se volvió a apoyar contra la pared, pues perdida expresando sus pensamientos en voz alta no había dejado de moverse inquieta, balanceándose sobre sus pies. Esperó pacientemente a que Romanzha y Rainbowdash, así como Maccius, opinaran sobre las nuevas ideas. Mientras tanto, su mente voló hacia otras tierras, otros tiempos y otras batallas mas inocentes. En esos recuerdos, ella volaba sobre su haai, entre la lucha de un dragón y de un shek, y recordaba que era incapaz de ponerse del lado de uno en concreto, intentando proteger a ambos del contrario. Ese pensamiento hizo que una sonrisa nostálgica le adornara la cara, y sacudió la cabeza, volviendo a centrarse en el presente que por entonces, era mucho mas acuciante. Ignoró el pinchazo que aún sufría su corazón al pensar en ese pasado perdido.
OFF: Mira RB, tú ~> (?)
- Spoiler:
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Escuché a Aira pensativo, con los brazos cruzados... no, no estaba pasando de ella, estaba meditando sobre su idea- A mí en realidad... me parece una estupenda idea, Aira -opiné, levantándome y dirigiéndome hacia ella, hasta quedar justo delante de ella- Pero... no esperaras que no acabemos agotados después de hacerlo, ¿no? -comenté con una leve sonrisa pícara, al ver como se picaba la mejilla.
Me crucé de brazos de nuevo y cerré los ojos, intentando visualizar como sería el portal... más o menos, y lo más importante, como nos concentraríamos para acabar en un terreno seguro de Nanhai, pues aunque Aira gobernara Nanhai y a sus habitantes, los Sheks no eran siempre... "buenas razas", no, no lo eran. Y precisamente que su gobernadora fuera atacada por sus mismos habitantes... me parecía todo una locura... y por eso me gustaba la idea. Entonces abrí los ojos y decidí hablar.
- Solo veo dos problemas en ello, Aira -opiné de nuevo, sin querer aguar la "misión" a nadie- Primero... ¿cómo coordinarnos para hacer un portal que lleve a un lugar seguro de Nanhai... aparte de que deberíamos pensar en el mismo sitio? -mi primera duda, y creo que incluso la más importante- Y la segunda, ¿cómo vamos a hacer que pase un grupo tan grande de personas... en especial...? -miré de reojo a la Dragona, pensativo- ¿En especial a una Dragona tan grande como ella? -acabé la frase para... bueno, para no hacerle un feo a la Dragona.
Esperé la respuesta de Aira, de todos modos, sabía que Aira no dejaba una idea tan fácilmente, era una chica tozuda y algo cabezota, pero a la vez era fuerte y pensaba lo que había que hacer antes de actuar. En resumen que era una chica lista y simpática, como antes... pero dejando de lado ese tema, el caso de que ahora los Sheks obedezcan a Aira... era un poco extraño... la gobernadora de unos habitantes que hace unos meses casi la matan, irónico, ¿cierto? De todas maneras eso ya es agua pasada en realidad, sinceramente ya eso, cuando Aira se recuperó, lo olvidé por completo... aunque siempre se quedó en mis recuerdos ese momento por desgracias, esa lucha... qué rabia tener que abandonar. Sin embargo esos momentos que estuve con Aira y con Sasha... bueno, me desviaba del tema, la respuesta de Aira sería crucial para nuestro "plan de huida".
Me crucé de brazos de nuevo y cerré los ojos, intentando visualizar como sería el portal... más o menos, y lo más importante, como nos concentraríamos para acabar en un terreno seguro de Nanhai, pues aunque Aira gobernara Nanhai y a sus habitantes, los Sheks no eran siempre... "buenas razas", no, no lo eran. Y precisamente que su gobernadora fuera atacada por sus mismos habitantes... me parecía todo una locura... y por eso me gustaba la idea. Entonces abrí los ojos y decidí hablar.
- Solo veo dos problemas en ello, Aira -opiné de nuevo, sin querer aguar la "misión" a nadie- Primero... ¿cómo coordinarnos para hacer un portal que lleve a un lugar seguro de Nanhai... aparte de que deberíamos pensar en el mismo sitio? -mi primera duda, y creo que incluso la más importante- Y la segunda, ¿cómo vamos a hacer que pase un grupo tan grande de personas... en especial...? -miré de reojo a la Dragona, pensativo- ¿En especial a una Dragona tan grande como ella? -acabé la frase para... bueno, para no hacerle un feo a la Dragona.
Esperé la respuesta de Aira, de todos modos, sabía que Aira no dejaba una idea tan fácilmente, era una chica tozuda y algo cabezota, pero a la vez era fuerte y pensaba lo que había que hacer antes de actuar. En resumen que era una chica lista y simpática, como antes... pero dejando de lado ese tema, el caso de que ahora los Sheks obedezcan a Aira... era un poco extraño... la gobernadora de unos habitantes que hace unos meses casi la matan, irónico, ¿cierto? De todas maneras eso ya es agua pasada en realidad, sinceramente ya eso, cuando Aira se recuperó, lo olvidé por completo... aunque siempre se quedó en mis recuerdos ese momento por desgracias, esa lucha... qué rabia tener que abandonar. Sin embargo esos momentos que estuve con Aira y con Sasha... bueno, me desviaba del tema, la respuesta de Aira sería crucial para nuestro "plan de huida".
Maccius Maker- Nigromante
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Puntos : 543
Fecha de inscripción : 13/11/2011
Edad : 23
Localización : Umadhún
Datos
Su personaje es: Mestizo [humano, celeste]
Trabaja de: Archimago [magia etérea]
Pertenece a: O.P.N.I. [miembro nº 33]
Re: Cuatro palabras de despedida.
Dondiego me tiende la mano y yo le miro con inseguridad. Finalmente, aguanto el aliento y trato de hacer tangible la ilusión... lo consigo, y mis dedos se cierran alrededor de los suyos. Le estrecho la mano con una sonrisa y al retirarla noto el cosquilleo de la ilusión volviendo a la normalidad.
-Es extraño "usar" la ilusión del puñal -le digo, encogiéndome un poco de hombros-. Nunca había hecho nada parecido, y supongo que tendré que acostumbrarme, pero al menos no parece muy complicado.
Me miro los pies. Ni siquiera me he acostumbrado a tener esta altura, el suelo está terriblemente cerca, y no puedo evitar tener la sensación de que voy a estrellarme contra él. Después observo con curiosidad el carromato donde Romanzha y el resto parecen estar discutiendo los asuntos de la guerra, la entrada está abierta, pero no me atrevo a acercarme a hablar...
-¿Crees que llegarán a una buena conclusión? -digo en voz baja, con seriedad- No sé mucho de humanos en la práctica, pero aprendí mucho de mi tío y de mi propia raza. Los asuntos de guerra y estrategia siempre tienen muchos problemas... y tenemos muchos enemigos. Lo que debería preocuparnos más es que no vamos a tener una buena organización... No la tenemos ya, incluso si se nombran capitanes -miro a mi alrededor-. Y eso... habría que compensarlo de alguna forma. No creo que tengamos un gran número. ¿O sí? Tal vez deberíamos pensar en un ataque ideológico... al fin y al cabo, estamos de parte de la libertad, ¿no? -sonrío con timidez- En cualquier bando habrá soldados que estarían de acuerdo con nosotros.
-Es extraño "usar" la ilusión del puñal -le digo, encogiéndome un poco de hombros-. Nunca había hecho nada parecido, y supongo que tendré que acostumbrarme, pero al menos no parece muy complicado.
Me miro los pies. Ni siquiera me he acostumbrado a tener esta altura, el suelo está terriblemente cerca, y no puedo evitar tener la sensación de que voy a estrellarme contra él. Después observo con curiosidad el carromato donde Romanzha y el resto parecen estar discutiendo los asuntos de la guerra, la entrada está abierta, pero no me atrevo a acercarme a hablar...
-¿Crees que llegarán a una buena conclusión? -digo en voz baja, con seriedad- No sé mucho de humanos en la práctica, pero aprendí mucho de mi tío y de mi propia raza. Los asuntos de guerra y estrategia siempre tienen muchos problemas... y tenemos muchos enemigos. Lo que debería preocuparnos más es que no vamos a tener una buena organización... No la tenemos ya, incluso si se nombran capitanes -miro a mi alrededor-. Y eso... habría que compensarlo de alguna forma. No creo que tengamos un gran número. ¿O sí? Tal vez deberíamos pensar en un ataque ideológico... al fin y al cabo, estamos de parte de la libertad, ¿no? -sonrío con timidez- En cualquier bando habrá soldados que estarían de acuerdo con nosotros.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
-Veo que no tenemos ningún gran plan -suspiré, cerrando los ojos para descansar la vista-. Ir a Nanhai trae tantos problemas como resuelve, pero al fin y al cabo esto es una guerra. No podemos rendirnos ante los problemas, por tentador que resulte...porque habrá demasiados.
Pasé la mirada de uno a otro, dándoles vueltas a mis palabras y a las suyas, aún tratando de decidir qué deberíamos hacer. Sabía que aquellas discusiones podían llevar horas, incluso días. Nadie dudaba en regatear un detalle cuando había tanto en juego, o cuando el objetivo era tan importante.
"Nanhai..."
No me decidía a marcharnos de Nandelt. Tal vez se supiera bien que nos encontrábamos allí, pero no podíamos abandonar la tierra que pretendíamos defender. Desde el principio, lo que esperábamos y habíamos planeado era organizarnos allí, y esperar a los enemigos allí. Nuestra meta no era conquistar Idhún saliendo vencedores de una gran guerra. Sólo queríamos defender nuestro modo de vida. Nuestra libertad.
Pero ahora, todo parecía estar cambiando a una velocidad engañosa. Apenas habíamos ganado una escaramuza hacía unas horas y ya planeábamos acabar con todo el sistema de reinos. Aunque, en el fondo, tal vez no hubiera otra opción. Podíamos conseguir que nos dejaran en paz, pero volverían...
A menos que fuésemos pequeños, que no nos considerasen una amenaza. Que creciéramos desde dentro mientras ellos peleaban entre sí y se hundían lentamente...
Y tal vez eso tampoco funcionara.
-Necesitamos armas -dije al fin, con gravedad-. Y necesitamos fuerza. Y organización, aunque sea mínima. Pero no podemos marcharnos.
>>Tenemos que empezar a pensar por delante. Necesitamos una forma de conquista innovadora, diferente.
Levanté los ojos hacia Aira.
-Tienes tropas en Nanhai. Bien. Pueden atacar desde allí hacia aquí. Y tienes tierras en Celestia. Tus fuerzas tienen encarcelado todo Nandelt. ¿Por qué movernos si, además, tenemos esa ventaja territorial? Sólo nos falta ser más fuertes.
>>Lo que deberíamos hacer sería... forjar un arma -hice una pausa para elegir mis palabras-. Un arma de conquista que nos dé ventaja y que no se base en la fuerza. Algo distinto. Podemos acordar los detalles más tarde...
>>¿Qué os parece?
Off: Os paso alguna idea por mp.
Pasé la mirada de uno a otro, dándoles vueltas a mis palabras y a las suyas, aún tratando de decidir qué deberíamos hacer. Sabía que aquellas discusiones podían llevar horas, incluso días. Nadie dudaba en regatear un detalle cuando había tanto en juego, o cuando el objetivo era tan importante.
"Nanhai..."
No me decidía a marcharnos de Nandelt. Tal vez se supiera bien que nos encontrábamos allí, pero no podíamos abandonar la tierra que pretendíamos defender. Desde el principio, lo que esperábamos y habíamos planeado era organizarnos allí, y esperar a los enemigos allí. Nuestra meta no era conquistar Idhún saliendo vencedores de una gran guerra. Sólo queríamos defender nuestro modo de vida. Nuestra libertad.
Pero ahora, todo parecía estar cambiando a una velocidad engañosa. Apenas habíamos ganado una escaramuza hacía unas horas y ya planeábamos acabar con todo el sistema de reinos. Aunque, en el fondo, tal vez no hubiera otra opción. Podíamos conseguir que nos dejaran en paz, pero volverían...
A menos que fuésemos pequeños, que no nos considerasen una amenaza. Que creciéramos desde dentro mientras ellos peleaban entre sí y se hundían lentamente...
Y tal vez eso tampoco funcionara.
-Necesitamos armas -dije al fin, con gravedad-. Y necesitamos fuerza. Y organización, aunque sea mínima. Pero no podemos marcharnos.
>>Tenemos que empezar a pensar por delante. Necesitamos una forma de conquista innovadora, diferente.
Levanté los ojos hacia Aira.
-Tienes tropas en Nanhai. Bien. Pueden atacar desde allí hacia aquí. Y tienes tierras en Celestia. Tus fuerzas tienen encarcelado todo Nandelt. ¿Por qué movernos si, además, tenemos esa ventaja territorial? Sólo nos falta ser más fuertes.
>>Lo que deberíamos hacer sería... forjar un arma -hice una pausa para elegir mis palabras-. Un arma de conquista que nos dé ventaja y que no se base en la fuerza. Algo distinto. Podemos acordar los detalles más tarde...
>>¿Qué os parece?
Off: Os paso alguna idea por mp.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Off: Por mí, perfecto.
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-Tienes tropas en Nanhai. Bien. Pueden atacar desde allí hacia aquí. Y tienes tierras en Celestia. Tus fuerzas tienen encarcelado todo Nandelt. ¿Por qué movernos si, además, tenemos esa ventaja territorial? Sólo nos falta ser más fuertes.
>>Lo que deberíamos hacer sería... forjar un arma. Un arma de conquista que nos dé ventaja y que no se base en la fuerza. Algo distinto. Podemos acordar los detalles más tarde...
>>¿Qué os parece?
Me parecía... no tenía ni idea de lo que me parecía.
-Dame un segundo -gruñí, aún hostil ante la idea de tener sheks en nuestro bando-. Tengo que pensarlo.
Las cosas se nos estaban yendo un poco de las manos, eso era cierto. Estaba seguro de no ser el único que lo pensaba, pero llevar una vida como la mía te enseñaba que, cuando las cosas cambiaban rápido, los que no se adaptaban igual de rápido solían desaparecer.
Sabía que mi compañía me seguiría... por la sencilla razón de que yo tenía una idea que podía resultar en recompensas varias, y seguramente no había nada mejor que hacer. No teníamos miedo a luchar, y la mayoría no nos habíamos planteado la muerte como una opción. No nos había pasado nunca.
La idea de atacar Nandelt con todo lo que tuviéramos no era moco de pavo. No estábamos en posición de ventaja, haciendo honor a la verdad. Lo mejor que podíamos hacer era defendernos; estábamos en nuestro territorio y lo conocíamos mejor que nadie...
-Celestia está rodeada de montañas, pero detrás de ellas hay enemigos -dije al fin-. Es una zona débil y fuerte a la vez. Si no piensas aprovecharla, no merece la pena defenderla demasiado. Creo que deberíamos atacar desde el norte, donde sólo tengamos terreno amigo a las espaldas. No podemos permitirnos una emboscada. Y si llegáramos a conquistar Nandelt... bueno, me dejaré la barba de colores si lo conseguimos; no creo ni que sea posible -reí-. En cuanto a esa idea del arma tan extraña... -miré fijamente a Romanzha- Estoy de acuerdo. Todo lo que nos ayude es útil...
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-Tienes tropas en Nanhai. Bien. Pueden atacar desde allí hacia aquí. Y tienes tierras en Celestia. Tus fuerzas tienen encarcelado todo Nandelt. ¿Por qué movernos si, además, tenemos esa ventaja territorial? Sólo nos falta ser más fuertes.
>>Lo que deberíamos hacer sería... forjar un arma. Un arma de conquista que nos dé ventaja y que no se base en la fuerza. Algo distinto. Podemos acordar los detalles más tarde...
>>¿Qué os parece?
Me parecía... no tenía ni idea de lo que me parecía.
-Dame un segundo -gruñí, aún hostil ante la idea de tener sheks en nuestro bando-. Tengo que pensarlo.
Las cosas se nos estaban yendo un poco de las manos, eso era cierto. Estaba seguro de no ser el único que lo pensaba, pero llevar una vida como la mía te enseñaba que, cuando las cosas cambiaban rápido, los que no se adaptaban igual de rápido solían desaparecer.
Sabía que mi compañía me seguiría... por la sencilla razón de que yo tenía una idea que podía resultar en recompensas varias, y seguramente no había nada mejor que hacer. No teníamos miedo a luchar, y la mayoría no nos habíamos planteado la muerte como una opción. No nos había pasado nunca.
La idea de atacar Nandelt con todo lo que tuviéramos no era moco de pavo. No estábamos en posición de ventaja, haciendo honor a la verdad. Lo mejor que podíamos hacer era defendernos; estábamos en nuestro territorio y lo conocíamos mejor que nadie...
-Celestia está rodeada de montañas, pero detrás de ellas hay enemigos -dije al fin-. Es una zona débil y fuerte a la vez. Si no piensas aprovecharla, no merece la pena defenderla demasiado. Creo que deberíamos atacar desde el norte, donde sólo tengamos terreno amigo a las espaldas. No podemos permitirnos una emboscada. Y si llegáramos a conquistar Nandelt... bueno, me dejaré la barba de colores si lo conseguimos; no creo ni que sea posible -reí-. En cuanto a esa idea del arma tan extraña... -miré fijamente a Romanzha- Estoy de acuerdo. Todo lo que nos ayude es útil...
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Re: Cuatro palabras de despedida.
-¿Crees que llegarán a una buena conclusión? -dijo Valzeretta en voz baja, con seriedad- No sé mucho de humanos en la práctica, pero aprendí mucho de mi tío y de mi propia raza. Los asuntos de guerra y estrategia siempre tienen muchos problemas... y tenemos muchos enemigos. Lo que debería preocuparnos más es que no vamos a tener una buena organización... No la tenemos ya, incluso si se nombran capitanes -miró a su alrededor. Parecía muy diferente ahora, como si su timidez hubiera muerto con aquella repentina seriedad...-. Y eso... habría que compensarlo de alguna forma. No creo que tengamos un gran número. ¿O sí? Tal vez deberíamos pensar en un ataque ideológico... al fin y al cabo, estamos de parte de la libertad, ¿no? -entonces sonrió, y vi un retazo de su anterior timidez- En cualquier bando habrá soldados que estarían de acuerdo con nosotros.
-Sabes que tienes razón -sonreí, pasándome una mano por el pelo rojo-. Pero también sabes que no tendremos las cosas tan fáciles. Los ejércitos rezuman disciplina por todas partes...
Me quedé mirándola durante unos segundos, dándole vueltas a una idea tal vez absurda.
"¡Qué diablos!"
-¿Podrías...? -carraspeé. No estaba tan seguro ahora que había empezado- Me preguntaba si podrías... darme una vuelta. Volando. Tómame por estúpido y por atrevido, pero no podía callármelo más.
Intenté aguantar un repentino ataque de risa. Aquello tenía tan poco sentido...
Sólo esperaba que no me reduciera a cenizas.
Off: mal post. Prisas. Cosas.
-Sabes que tienes razón -sonreí, pasándome una mano por el pelo rojo-. Pero también sabes que no tendremos las cosas tan fáciles. Los ejércitos rezuman disciplina por todas partes...
Me quedé mirándola durante unos segundos, dándole vueltas a una idea tal vez absurda.
"¡Qué diablos!"
-¿Podrías...? -carraspeé. No estaba tan seguro ahora que había empezado- Me preguntaba si podrías... darme una vuelta. Volando. Tómame por estúpido y por atrevido, pero no podía callármelo más.
Intenté aguantar un repentino ataque de risa. Aquello tenía tan poco sentido...
Sólo esperaba que no me reduciera a cenizas.
Off: mal post. Prisas. Cosas.
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Aira abrió los ojos de repente y se levantó, dando un golpe en la pared. - Juro que te veré la barba de colores, Rainbowdash, aunque tenga que morir en el intento. -se permitió una carcajada y luego miró alternativamente a Maccius y a Romanzha, confiada. - Estoy a favor de tu idea, Romanzha. Creemos esa arma, los gigantes por cierto son excelentes herreros, podremos tener esa espada relativamente rápido y hmm... -dió una vuelta circular sobre si misma mientras se mordía el labio, pensativa. - Se podría enviar un ataque tentativo desde Nanhai para poder distraerlos mientras que nos movilizamos por otro sitio. Podemos atacar desde ambas partes y los tendríamos sitiados. No desestimo el ejército contrario, pero tampoco estamos muy en desventaja. -puso los ojos en blanco mientras tosió intencionadamente, dirigiéndole una sonrisa a Rainbowdash. Se sentó al lado de Maccius y le revolvió el pelo. - ¿Algún problema más que tu veas, pequeño? -se picó la mejilla mientras divagaba sobre lo que ocurriria despues de la conquista, aunque en el fondo seguía teniendo sus reservas. ¿Que cosas les esperaban mas allá del campament? Quizás sería bueno que hiciera un vuelo de reconocimiento sobre el terreno. Después de todo, ella no era una enemiga declarada abierta del sistema. Todavía.
OFF: Siento el mal post despues de tanto tiempo Q.Q No doy mas orita
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Re: Cuatro palabras de despedida.
Pensé bien antes de responder- Mmm... no, confío en ti -dije, sin evitar una leve sonrisa irónica- Y ya que me vas a necesitar, supongo... intentaré que no nos suicidemos en el intento -dije con una pequeña carcajada de fondo.
A mi alrededor, vi como aquel chico y la Dragona hablaban simpáticamente: "Umm... un portal hacia Nanhai... atacar desde allí..." pensé, clavando mi mirada en el Dragón, "No sería una mala idea, sin embargo..." ladeé la cabeza y clavé mi miarada de nuevo en Aira- Ey, Aira -le llamé la atención, tirando suavemente de la manga de su camiseta.
- Sabes que confío en tus posibilidades de conseguirlo y todo eso, pero... ¿cómo esperas que yo lo haga? -mientras suspiraba, miré fijamente las losas grisáceas del suelo- Además... tengo la sensación de que ya saben nuestro próximo movimiento, aunque sea una verdadera tontería -volví a mirarla y empecé a mover mis pies de modo que parecieran intranquilos, los zapatos de color negruzco se podían estar desgastando, pero eso no era nada importante comparado con lo que estábamos haciendo ahora.
Paréd e mover mis pies y empecé a juguetear con las manos, nervioso- Aish... -suspiré- Esto de la guerra me tiene loco, dos guerras, seguidas, y todo para lo mismo, la única diferencia es el Séptimo, los que intentan acabar con nosotros, con los Rebeldes... los que tiene reino... claro, excepto... tú -clavé mi mirada en mis manos- Se creen que queremos destruir la paz de Idhún, segurísimo... si no, ¿por qué esta pelea? ¿Porque tenemos ideales diferentes...? -al acabar de hablar, abrí los ojos como platos y luego vuelta a la normalidad... arqueé una ceja y sonreí- La conversación de hace unas semanas, ¿eh...? -sonreí.
A mi alrededor, vi como aquel chico y la Dragona hablaban simpáticamente: "Umm... un portal hacia Nanhai... atacar desde allí..." pensé, clavando mi mirada en el Dragón, "No sería una mala idea, sin embargo..." ladeé la cabeza y clavé mi miarada de nuevo en Aira- Ey, Aira -le llamé la atención, tirando suavemente de la manga de su camiseta.
- Sabes que confío en tus posibilidades de conseguirlo y todo eso, pero... ¿cómo esperas que yo lo haga? -mientras suspiraba, miré fijamente las losas grisáceas del suelo- Además... tengo la sensación de que ya saben nuestro próximo movimiento, aunque sea una verdadera tontería -volví a mirarla y empecé a mover mis pies de modo que parecieran intranquilos, los zapatos de color negruzco se podían estar desgastando, pero eso no era nada importante comparado con lo que estábamos haciendo ahora.
Paréd e mover mis pies y empecé a juguetear con las manos, nervioso- Aish... -suspiré- Esto de la guerra me tiene loco, dos guerras, seguidas, y todo para lo mismo, la única diferencia es el Séptimo, los que intentan acabar con nosotros, con los Rebeldes... los que tiene reino... claro, excepto... tú -clavé mi mirada en mis manos- Se creen que queremos destruir la paz de Idhún, segurísimo... si no, ¿por qué esta pelea? ¿Porque tenemos ideales diferentes...? -al acabar de hablar, abrí los ojos como platos y luego vuelta a la normalidad... arqueé una ceja y sonreí- La conversación de hace unas semanas, ¿eh...? -sonreí.
Maccius Maker- Nigromante
- Mensajes : 506
Puntos : 543
Fecha de inscripción : 13/11/2011
Edad : 23
Localización : Umadhún
Datos
Su personaje es: Mestizo [humano, celeste]
Trabaja de: Archimago [magia etérea]
Pertenece a: O.P.N.I. [miembro nº 33]
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