La búsqueda de un alma inferior (Rol privado)

- Sí...- siseo a Eissen con un toque de maldad en mi voz. Siempre he sido un poco macabra.

Miro el frágil cuerpo humano de Sai'el, cubierto en algunas zonas por la escarcha del shek terrestre. Funcionará, parece tan desvalido y vulnerable en su cuerpo humano... Nuestra presencia cerca de él debería anular su esencia shek, o al menos confundirla con la nuestra, haciéndola menos intensa y más difícil de detectar. De todos modos, confío en que nuestro objetivo actúe por instinto, como todos los seres inferiores.

- Dejemos los preliminares- abro mi boca y me acerco a Sai'el con la suficiente rapidez como para asustarlo, y la cierro muy cerca de él de forma amenazadora, esperando que eche a correr.

Al ver lo que hizo la hembra, me llevé un susto que luego se convirtió en asombro.

-Si eres capaz de hacerme eso...-dije, maldiciendo-... a saber de qué seras capaz en otras cosas.

Di unos pasos, lentos, hacia atrás, para luego darme la vuelta y salir corriendo, como pude. Aún no me había acostumbrado de nuevo a mi cuerpo humano, y me tambaleaba según la velocidad de mis pasos aumentaba.

Llegué a caerme y gruñí de rabia por tal torpeza por mi parte.

En ése momento se me olvidó que tenía que exagerar y parecer asustado. Pero sinceramente, no conocía en mi rostro ésa expresión.

Así que solamente corrí por entre los árboles para llegar a la casa del mago desconocido, que yo aún, no había llegado a ver en mi otra forma.

Y por fin, se me ocurrió que tenía que gritar, o al menos, intentarlo. Así que empecé a abrir la boca y solté los supuestos gritos:
-¡Ah! ¡Largaos de aquí malditas serpientes! ¡Dejadme en paz, malditas criaturas del Séptimo!

Cuido de volar cerca de las copas de los árboles haciendo más evidente mi presencia. Siseo de forma aguda, como si realmente estuviera enfadada, posiblemente pueda oirme. Golpeo con mi cola zonas por las que va corriendo Sai'el, necesito que esto parezca lo más realista posible.

Se oye una voz nueva, que nos exhorta a irnos de su casa. Si pudiera, sonreiría. Confío en que esto funcione.

- Corre hacia él y como no parezcas asustado luego hare que te asustes de verdad- digo a Sai'el dejando que Eissen lo escuche también.

Al vislumbrar al mago entre la niebla me sorprendo, parece un feérico.

La reprimenda o amenaza de Koralie no fue muy bien recibida por un momento. No tenía tanta expresividad en mi rostro, pues pasaba más tiempo en mi cuerpo de shek que en mi cuerpo humano, aun así, intentaba tener los ojos más abiertos de lo normal, pero luego intenté parpadear rápido. Como si el nerviosismo que sentiría un sangrecaliente normal fuera el suyo

Así que seguí corriendo. Ignorando lo que decía el mago, que para mí era un completo desconocido. Pues mis compañeros solamente me mencionaron hacer la misión y que había un mago relacionado, pero no cuál era el nombre del supuesto individuo que debíamos engañar.

-¡Dejadme en paz monstruos con escamas!- exclamé, intentado parecer asustado, cerrando y abriendo los ojos como un poseso-. ¡Iros de aquí! ¡Dejad de perseguirme!

Corrí y corrí, siempre en la dirección del mago.

Al menos, ya no me queda mucho para llegar a él, les transmití a mis compañeros.

La cabaña parece endeble, pero una no puede fiarse de los magos y sus artimañas. La observo desde lo lejos, mientras me acerco me va pareciendo más pequeña y frágil. Eissen tiene razón y tiene pinta de ser pan comido.

- Parece demasiado fácil... ¿Qué podría hacer un féerico para frenar a tres sheks? Sai'el, ya estas cerca, grita por tu vida y pide que te deje entrar.

Miro como el humano corre, lento en comparación con nuestros vuelos. Cuando se encuentra en una zona donde las copas de los árboles se abren dejando el espacio suficiente, bajo mi cabeza entre ellos para atacar la zona cercana a Sai'el con mi gélido aliento.

Y pienso en que quizás, lo que haga el mago feérico me inspire para cuando yo tenga un cuerpo de la misma raza que el suyo.

Sentí en mis propias carnes el frío que procedía de su aliento, e intenté aumentar la velocidad de mis pasos.

Seré un híbrido y frío, pero mi cuerpo humano no aguantará por mucho rato algo así, pensé maldiciendo mi suerte.

Dando ahora unas zancadas a saltos, en vez de correr, llegué en unos momentos a la casa del mago. Y al ver que no podría entrar por ningún sitio. Pues el mago seguramente habría activado sus defensas u escudos, no me quedó otra que hacerme el histérico y golpear en la puerta:

-¡Déjame entrar, por el amor de los Seis! ¡No dejes que esos seres acaben conmigo!

Rodeé la casa del árbol, sin dejar de observarla. Simplemente no creía que un mago pensase que una casa corriente pudiera protegerlo, debía de estar preparando alguna artimaña. El árbol se movió, pero no era un movimiento producido por el viento, era como si hubiera tomado vida propia y se estuviera despertando de un largo letargo. Una extraña energía, posiblemente producida por la magia, se estaba insuflando en el árbol que alojaba la casa del mago.

Sai'el parece no darse cuenta, sigue aporreando la puerta como un loco. "Su parte humana", pienso. Le envío un mensaje mediante la red, un mensaje alto y claro para que pueda escucharlo bien.

- Sal de ahí ahora mismo o estate atento al árbol.

Miro a Eissen, parece ansioso por lanzarse contra la cabaña feérica, él mismo lo dice.

- Vale- concedo-, destrózala, pero ten cuidado con las ramas del árbol y todos los elementos que el feérico pueda manipular. Las ratas acorraladas se defienden hasta el final.

-¿Atento al árbol?-pregunté por la red, extrañado.

En unos segundos comprendí lo que me decía Koralie. Pues había algo raro en ésa cosa. Hasta yo mismo, en mi forma humana notaba algo, pero no sabía decir el qué. Pero una rama, de un tamaño considerable se acercaba a mí, dispuesto a golpearme con una gran fuerza, o eso supuse. Pero seguramente, yo estaba en lo cierto

¿Será que el mago esté intentado defenderse de un supuesto enemigo de los sheks y a ellos mismos?, pensé.

-Maldición-murmuré, mientras la rama se acercaba aún más a mí.

Di media vuelta al ver que la rama se acercaba aún más, y me alejé corriendo, todo lo rápido que pude.

Hablé por la red, aunque me dirigí a Eissen:
-¿Y bien? ¿Ahora qué?

Mientras Eissen se lanzaba directamente contra la cabaña, creando una gran fisura en la corteza del árbol que la albergaba, yo comencé a atraer la atención de las ramas superiores del árbol. Para hacerlo comencé a dar algunos golpes con mi cola a la corteza, que el árbol interpretaba como ataques, mientras Eissen cogía impulso para darle un golpe intenso.

Una vez dio el golpe, el árbol pareció enfurecerse y respondió a mis pequeños ataques distractorios con mayor fuerza y rapidez, por lo que tuve que tener más cuidado. Los ramalazos del árbol llegaban a dejar huellas cuando su propia corteza encajaba los latigazos.

El árbol no fallaba, donde yo daba un golpe, él dirigía el latigazo con precisión exacta. Decidí probar algo distinto, atacarlo desde dos frentes, ya que las ramas que se movían estaban situadas en la misma zona y supuse que solo una de ellas era la que concentraba la magia del feérico, al que se oía susurrar algunas palabras ininteligibles, posiblemente idhunita arcano.

Rodeando el árbol hice un ataque simultáneo mientras doblaba mi cuerpo para poder congelar una zona de corteza yerma mientras le daba un latigazo con mi cola. Cerré los ojos mientras me apartaba todo lo rápido posible, esperando recibir un latigazo. Pero el árbol pareció dudar un instante, e hizo un barrido alrededor tras ese ataque. Eso nos daba un mayor tiempo de reacción.

- Sólo uno o dos golpes más y cederá - dije a mis compañeros. Aún así, suponía que el mago trataría de defenderse de algún modo - El árbol solamente ataca ante aquello que considera un ataque al mismo, por eso reaccionó cuando Sai'el aporreó la puerta. Deberíamos apartarnos de él y golpearlo con fuerza a la vez, ya que cuando es atacado en dos puntos, no sabe cómo reaccionar y tendremos tiempo para apartarnos si fallamos.

Spoiler:

Me aparté, corriendo, unos siete metros más allá del árbol-casa viviente. Internándome en un pequeño grupo de árboles, en el que sus copas cubrían totalmente el suelo de sombra.

Ahí mismo, fuera de la visión ocular de mis compañeros, cambié de forma humana a serpiente alada. Mi verdadera forma, después de todo.

Repté rápidamente haciendo mis típicas eses, y contemplé serio como Koralie atacaba por doble al hogar del mago.

-Bueno, la gracia ya se fue y espero que hayáis disfrutado de mi actuación...-hablé por la red, con guasa-. Ya es hora de pasar a la acción.

Alcé el vuelo, abriendo la boca y enseñando los colmillos. No era una provocación alguna. Simplemente intentaba que el mago, si observaba, asustarlo aún más.

Volví a hablar a través de la red telepática:
-¿Neutralizar a ésa cosa? ¡Si aun que lo rodease con mis anillos no serviría de nada!

Las cosas se están poniendo tensas entre nosotros, lo cual demuestra nuestra inexperiencia. Vivir de forma solitaria y oculta era lo más seguro para los sheks, pero eso nos hace débiles, ya que no podemos aprender a luchar y a defendernos. No pienso dejar que un simple feérico nos venza, por muy mago que sea.

- Sai'el... conviértete en humano y entra por el hueco mientras yo ataco al árbol. Me considerará una amenaza más peligrosa a mí, y centrará su ataque en mi, dejándote el paso libre. Está debilitado, pero uno de sus golpes aún puede hacerme daño, así que considera esta la única oportunidad de entrar.

Se lo digo por la red que compartimos los tres, en un tono exhortativo debido a mi nerviosismo, algo insólito en un shek, pero yo no soy común, y lo sé. Me elevo cerca del árbol, preparada para el ataque que deje el camino libre a Sai'el.

Spoiler:

Me había transformado en shek para poder atacar y defenderme mejor. Nunca había visto una cosa así, algo como que un mago pudiera dar vida a las cosas, y ahora una casa-árbol se defendía de nosotros.

Pronto recibí por la red una especie de reprimenda de Eissen, pero no hice caso a sus palabras, ni las haría. Nadie me manejaba, excepto yo mismo. Después, Koralie habló también por la red, diciéndome que volviese a mi otra forma, la humana, mi forma más débil.

Ya no tengo tiempo de retroceder hacia aquél grupo de árboles, pensé molesto y siseando con intranquilidad.

Volé hacia la casa-árbol, lentamente, pero no con una lentitud demasiado lenta para un ser inferior. Desplegando las alas del todo, llegué a unos tres metros sobre el gran agujero que abrió Eissen en el tronco de la casa. El cual era suficiente para que yo entrase en mi forma humana.

No es algo que me guste que vean, sobre todo ése sangrecaliente, pensé hastiado.

Así que llevé la transformación en el aire, cayendo desde una altura de casi dos metros.

Caí dentro de la fisura e intenté ponerme de pie, pero solamente conseguí tropezar, de nuevo sin estar acostumbrado a mi cuerpo humano. Mi visión se volvió oscura al principio, hasta sacudir mi cabeza y volver a tener la visión normal.

Observé los muebles y objetos tirados en el suelo de la casa y oír al mago murmurar hechizos y maldiciones por vez.

Me puse de pie, y caminé hacia él dando tumbos, como si estuviera borracho.

Hablé con el mago a través de mi mente, no quería que recordase mi voz vocal:
-No queremos hacerte daño, pero al ver cómo has reaccionado, nos hemos visto obligados. Precisamos de algo que está en tu poder.

PNJ

El mago feérico estaba en el interior de un círculo ornamentado dibujado con tiza blanca, pronunciando en voz baja palabras en idhunita arcano, no hizo caso a las palabras de aquel humano en el que se había convertido uno de los sheks.

Cuando terminó de recitar aquellas palabras, miró un instante hacia la estantería situada a la izquierda, fuera del círculo, que rebosaba de frascos y algunos artilugios extraños. Después, enseñó a Eissen lo que guardaba en sus manos: una piedra circular engastada en un heptágono de un metal azulado.

- Si esto es lo que quieres... no te lo daré- dijo el mago-. Ningún pie atravesará este círculo protector, criatura del Séptimo. No podrás arrebatármelo.

Se quedó quieto, esperando la reacción de Sai'el.

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Mientras Sai'el se precipita hacia el interior de la maltrecha casa por la gran grieta ocasionada por el golpe de Eissen, ataco la base del árbol con mi aliento gélido desde cierta distancia. Tal y como espero, la rama da un golpazo en la zona atacada del tronco, ni siquiera me toca o se acerca a mi posición. El árbol no ve, solo reacciona ante los ataques directos.

Veo a Sai'el hablando con el mago, escucho su conversación suspendida en el aire. Hay algo extraño, y que no sepamos qué es exactamente lo que buscamos lo dificulta todo. La habitación está llena de trastos, y cualquiera podría ser el que desea el mago de la torre de Drackwen.

- Los magos son engañosos Sa'¡el. Sus trucos y arducias son, muchas veces, simples engaños. Ten cuidado- le pido mediante nuestra red privada.

Continuo mirando por la ventana para ver cómo una fina capa de un material que no reconozco se alza en forma de semi-esfera de las líneas dibujadas que rodean al mago, protegiéndolo. Parece frágil. Aún así, puedo sentir el nerviosismo del que es presa el mago.

El mago me miraba, no con un orgullo pues su rostro mostraba rabia, pero seguramente, tenía algo entre manos y ya nos mostró lo que veníamos a buscar.

Su mirada no dejaba de ir de mí a una estantería llena de frascos entre cosas. No giré el rostro para tener que mirar adonde miraba el hechicero sangrecaliente. Sus ojos ya me mostraban lo que tal vez quería alcanzar y poder zafarse de nosotros.

No lo va a tener fácil, pensé para mí mismo y aceptándolo como un reto.

Oí en mi mente la voz de Koralie. Que tuviera cuidado decía. A pesar de que yo era un shek y a la vez un humano, a veces, la idea de lanzarse al ataque o a la acción era más fuerte que la naturaleza prudente de los sheks puros.

No respondí a lo que me dijo, pero lo tuve en cuenta, por lo que decía de su parte, pero no por el peligro que el mago representaba.

Me giré hacia la derecha, donde estaba la estantería, dejando mi flanco al descubierto, y me daba cuenta de que ahora corría peligro. Unos pasos más me acercaron a la estantería y hablé con la voz de mi mente en la suya:
-¿Por qué miras éstas cosas cuando ya no puedes alcanzarlas?-le pregunté-. Si nos das lo que queremos te dejaremos en paz a ti y a tu propiedad. Pero... sino-le dije, tirando un frasco con un líquido oscuro al suelo- haremos lo que sea necesario... y lo perderás todo.

PNJ

EL mago continuó mirando hacia la estantería, pero cuando Sai'el tira el frasco deja aflorar una sonrisa despreocupada, y abraza contra su pecho el extraño artefacto. Continúa mirando hacia la estantería y luego hacia Sai'el.

- Puedo permanecer aquí días enteros, maldita serpiente- dice el mago. Mete la mano en el bolsillo y saca una pequeña flor-. ¿Sabes lo que es?

Sonríe de nuevo. Señala la zona de una de las ventanas, bajo la que se sitúa una pequeña maceta creada, como la totalidad de la casa, con ramas y lianas entrelazadas. En ella nacen unas pequeñas flores. Y resulta extraño, porque esas flores son siempre enormes.

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- Lelebin- digo dejando también que el mago me escuche. Cierro la conexión con él y me dirijo solamente a Sai'el-. Crea lelebins en miniatura. Y tiene una consigo. Esto puede alargarse demasiado. Tendremos que hacer otra cosa.

Escondido entre los árboles, noto la presencia de un Nimen, posiblemente pertenezca al mago feérico. Eso debería servir. Me abalanzo sobre él y lo cojo con mi boca. Cojo altura de nuevo y lo lanzo contra la rama que responde a los ataques. El árbol lo aprisiona y comienza a darle golpes contra el tronco.

Aprovecho el momento, ahora que el árbol guardián está entretenido. Ataco con fuerza el suelo de la casa, una y otra vez, antes de que el árbol acabe con el pobre animal. Los feéricos son sensibles con los otros seres vivos. Espero que pare al árbol o pare el escudo para que no continuemos con nuestra masacre de su casa viva.

Golpeo el suelo desde abajo, desestabilizándolo. Pero el escudo no se rompe.

Spoiler:

¿Lelebin?, me pregunté mentalmente y Koralie podía escucharlo, ¿No habían sido destruídas en la última conjunción de los Astros?

El mago parecía estar muy seguro de sí mismo, y nosotros, o al menos yo, habíamos perdido parte de la ventaja. Hasta que se escuchó un gran escándalo fuera de la casa-árbol.

Pensaba que éramos menos brutos que los sangrecaliente y tú haces todo este ruido, le dije a Koralie, por la red telepática con guasa.

Dejé de prestar atención de lo que sucedía fuera del edificio arbóreo, y miré de nuevo al mago. Ésta vez, sin una sonrisa de superioridad, pero sí con un poco de ira al ver lo que nos obligaba a hacer para conseguir nuestro objetivo.

-No sé qué estará pasando fuera, mago-le dije al sangrecaliente-... pero si te niegas, todo irá a peor, y tal vez, tardes en recuperarte de un enfrentamiento contra tres sheks...

- O directamente no lo hagas feérico- digo completando la frase de Sai'el.

El Nimen sigue vivo, revolviéndose entre la rama del árbol, dificultando sus movimientos con su líquido pegajoso. Ante el ataque inesperado, el animal se revuelve, luchando por su vida. Sin embargo, su vida se apaga mientras el árbol sucumbe mi ataque mientras el líquido va consiguiendo anular sus movimientos.

El suelo de la cabaña arbórea esta cediendo. Elevo el vuelo hasta alcanzar una buena altura y caigo en picado sobre el lado de la cabaña que menos resistencia presenta para golpearlo. Una gran grieta se abre en el lateral de la cabaña. Mis escamas se resienten del golpe, pero sin perder tiempo enrollo mi cuerpo al rededor de la zona quebradiza y la aprieto con fuerza. Finalmente se quiebra, cayendo al suelo una de las paredes de la casa. Ahora puedo ver bien el espectáculo.

- Bonita casa - digo al mago. Miro las lelebin en miniatura, y miro a Sai'el-. Las lelebin no sobrevivieron, pero los feéricos fueron capaces de salvar algunas de sus semillas que aún no habían germinado. Son algo realmente... peculiar. Había oido hablar de ellas, pero no pensé que podría ver alguna- Abro la conexión para que el mago pueda oirme-. Escucha sangrecaliente, le he cogido gusto a esto de destrozar cosas al estilo dragón. Puedo continuar destrozando tu casa, mientras el híbrido va rompiendo una por una las pociones de esa estantería que miras desde tu burbuja. O si no, puedes decirnos qué es lo que el mago de Drackwen quiere de todos estos chismes. Creéme, tenemos mucho tiempo, y el otro shek puede ir a preguntarle qué es lo que quiere mientras nosotros esperamos aquí a que se consuma tu escudo. Ni las lelebin dan poder eterno, y por naturaleza somos una especie paciente.

Miro al mago, que sigue abrazando el chisme que guarda con él. Intentó adentrarme en su mente, dejando que Sai'el forme parte de la conexión, viendo lo que yo veo.

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PNJ

Sin duda era una shek joven, o si no, no habría destrozado la casa con tantas ansias. La naturaleza feérica del mago hacía que sintiera el dolor del árbol y del nimen, enfrascados en una pelea que no era la suya. Pero debía guardar su magia para el escudo, si quería salir de aquella situación. Escuchó las amenazas de la shek. "Los seres del género femenino, siempre tan irascibles", pensó.

Posó la lelebin en miniatura en el suelo, y utilizó su magia feérica para que la savia del árbol maltrecho la nutriera. Necesitaba prolongar la duración del escudo tanto como fuera posible. Sintió que alguno de los sheks entraba en su mente, su mentor, muy dado a tratar con estos seres traicioneros, le había enseñado a burlar sus defensas, pero él se sentía débil. Centró su pensamiento en el artefacto que sostenía, pero los nervios lo hicieron pensar de nuevo en las lelebin y en una pirámide de tres lados adornada con símbolos arcanos, que se situaba en la estantería. Rezó para que ello confundiera a los sheks.

- Ni siquiera sabéis lo que habéis venido a buscar, serpientes- dijo desde dentro de su burbuja-.

-Eso... es... algo... que tú... das... por hecho, mago-hablé, lentamente-. Te dejaremos en paz de una manera o de otra-manifesté, enseñandole los pocos caminos que tenía a su alcance de salir de ésta trifulca-.

Éste mago empieza a desesperarse, pero eso nos quita tiempo para volver pronto a la Torre de Drackwen...-le dije mentalmente a Koralie y a Eissen- y si sigue así, nos quedaremos aquí demasiado y vendrán más como él.

La mirada que dirigí al mago cada vez era más dura e inhumana. La rabia que sentía no paraba de crecer ante ése sangrecaliente.

Tengo mi parte humana, pero éste orgullo... tan propio de los sangrecaliente como de los dragones... afean mi alma, pensé con un humor que no me sentaba nada bien.

Mi rostro quedó inmóvil, sin ningún pestañeo, hasta que el suelo tembló o la misma estructura de la casa-árbol lo hizo y parte de la pared se derrumbó, dejando ver la cabeza de Koralie asomarse y hablar con el mago feérico.

"Hora de pensar y actuar como una shek", pensé. Tal y como esperaba, aquella burbuja podía protegerlo de los ataques físicos, pero aún así, podía entrar en su mente. Ahora solo tenía que adentrarme en ella, y casi me sorprendió encontrar algún tipo de resistencia. Presioné y sus defensas se quebraron por el pánico: yo no estaba acostumbrada a adentrarme en mentes ajenas por la fuerza, solía hacerlo sin que se enterasen, pero aquel mago era presa del pánico, y lo que vi en su mente me asombró. Buceé en su memoria reciente, retransmitiendo para Sai'el todo lo que veía.

Pude ver, desde los ojos del mago, cómo se asustaba ante los golpes de Sai'el en la puerta, cómo cogía el heptágono de metal azul e instaba al visitante a irse, mientras buscaba algo en la estantería. Entonces se abrió la puerta y el mago cogió la pequeña lelebin y conjuraba su burbuja. Por eso miraba a la estantería... pero aún no sabíamos por qué.

Podía sentir cómo el mago se resistía contra mi mente, pero era consciente de que estaba dentro de su cabeza y que no podía hacer nada. Sentí un macabro placer en ello. Busqué en recuerdos más profundos y lejanos, adentrándome por una mente absolutamente cuadriculada. Tardé unos momentos, no me importó porque sabía que lo que él tenía en sus manos era lo que queríamos, pero había algo más. A medida que se defendía de mi iba cansándose, agotándose, y pronto se quebraría su escudo.

Encontré el recuerdo que buscaba. Una piedra esférica, colocada sobre la gema circular, conseguía que el elemento brillase de un modo extraño, acoplándose perfectamente. No sabía que fin tendría aquello, sería una tontería de los magos, que no dejaban de ser seres inferiores. Se lo mostré a Sai'el.

- Búsca la esfera en esa estantería, tiene que estar ahi - le pedí.

Mientras, comencé a hacer daño al mago, un daño agudo, letal y agotador. Podía notar como toda su mente cuadriculada se encogía ante mí, como se quebraba y doblaba, convirtiendo la estructura cuadriculada en una espiral de caos. El mago comenzó a gritar, y justo cuando el árbol dejó caer al nimen, el féerico cayó al suelo, y la lelebin absorbió el escudo de forma lenta. Su pudiese, habría sonreído.

Seguí tirando cosas de las estanterías, y el cristal se iba rompiendo tan fácilmente que parecía demasiado delicado. Incluso... para ser lo que era.

El mago ya me estaba hartando. Los sheks, incluso los híbridos, teníamos una gran paciencia, pero ésto ya se iba demasiado lejos. Recibí un mensaje telepático de Koralie.

¿Buscar por la estantería?, le pregunté, si aquí solamente hay trastos y frascos que a nosotros no nos sirven de nada.

Me puse de perfil delante del mago, mirando de reojo la situación ante él, luego, desvié la atención ante una caja de madera, arriba de la estantería. Era una caja con adornos poco pobres, con los nombres de los Seis en cada cara. Su tamaño no era excesivamente grande, ni pesada.

¿Por qué iba a serlo?, me pregunté, dándome cuenta que el objeto que buscábamos no sería demasiado grande, no más que una mano en realidad.

Vigila las acciones del mago, Koralie, le dije a mi compañera, no me gusta tener que dar la espalda con éste cuerpo.

Alcé los brazos para cogerla, lo hice, y luego la dejé en el suelo, con cuidado. Fuese lo que estuviese ahí, sería delicado -seguramente más delicado que el cristal de los frascos-.

Abrí la tapa, y en ella había una esfera azulada, de vete tú a saber qué material habían utilizado los sangrecaliente para fabricarla. Tampoco importaba.

-¿Era esto lo que escondías, feérico?- le pregunté, con una voz helada.